Laicos Misioneros Combonianos

(Re) Vivir un sueño

LMC Portugal

LMC Portugal“Por el sueño es que vamos”, escribió Sebastián da Gama. El sueño comanda muchas veces el alma de una persona. Puede llevarnos a sitios que tanto deseamos y que no siempre logramos alcanzar de verdad. Carapira, desde 2015, era un sueño para mí. Regresar a un sitio donde fui tan feliz, volver a encontrarme con rostros conocidos, personas que me tocaron profundamente, era algo que no imaginaba que pudiera suceder.

Pero, con la gracia de Dios, el sueño se realizó y la alegría de vivir la misión que Dios me confió en tierras mozambiqueñas llenó de nuevo mi corazón de profunda gratitud a Dios y a todos los que rezaron y trabajaron para que el sueño se hiciera realidad y se pudiera vivir de nuevo.

A diferencia del 2015, en que fui por primera vez a Mozambique, este año la tarea que Dios me había confiado fue la de ser responsable de siete jóvenes del Grupo Fe y Misión: Ana, Felipe, Inés, Jorge, Mónica, Rubén y Sofía. Mi misión principal era la de asegurar que estos jóvenes tendrían un mes lleno de vivencias ricas y profundas de Dios, con el pueblo que Dios nos dio a conocer, con ellos mismos y con todos los misioneros que con su ejemplo nos vendrían a enseñar la Misión.

LMC Portugal

Este año, mi mayor alegría fue sentir el corazón lleno de estos jóvenes, verlos felices por entregarse sin reservas a todas las personas que se cruzaron con nosotros y a todos los trabajos que nos fueron solicitados. Me siento agradecido, una vez más, a Dios, por los jóvenes que Él envió a Carapira, por su generosidad y bondad, por su alegría y entusiasmo, por todo lo que aprendí con ellos y por lo que dieron en tan poco tiempo.

A pesar de que sólo llegamos a Carapira el 19 de agosto, considero que el largo viaje que hicimos fue muy importante, porque nos permitió crear aún más empatía entre todos y reflexionar un poco sobre la misión. Así, a lo largo del viaje tuvimos algunas catequesis sobre el voluntariado y la misión, la tierra sagrada que sería para nosotros Mozambique, el otro como “sagrado” y “misterio” y la alegría del encuentro.

Muchas gracias a todos los misioneros que de corazón abierto nos recibieron y acogieron en sus casas, que abdicaron del tiempo precioso en misión y pararon para estar con nosotros, para compartir historias de vida maravillosas y para llevarnos a conocer lugares maravillosos.

Para mí, los lugares más hermosos fueron el barrio de Carapira, las comunidades que visitamos y todos los demás lugares donde tuvimos oportunidad de estar con las personas. Sin duda que lo más hermoso de la misión son las personas. Es por las personas que Dios nos invita a partir. La misión son caras: en primer lugar, el rostro de Cristo, sediento de amor por todos y, en especial, por los más abandonados; después, el rostro de todas las personas con quienes nos cruzamos y compartimos lo que somos. A veces compartimos sólo nuestra presencia, el estar, como lo hicimos con las visitas a los enfermos. La verdad es que ese compartir tan simple llevó a algunos a decir a los jóvenes que éstos fueron una bendición de Dios para ellos, los enfermos. Y los jóvenes se dejaron tocar tanto. Yo tuve la gracia de ir acompañando a los que pretendían tener alguna conversación sobre lo que les iba en el alma, sobre el camino interior que iban haciendo y os digo que muchas veces me quedé de corazón lleno con lo compartido, con las maravillas que Dios iba obrando en el corazón de cada uno. Sólo un Dios amor es capaz de realizar las maravillas que nuestro Dios ha realizado en estos jóvenes de “Fe y Misión”.

Al final, me despedí de Carapira. La despedida fue serena pues en mi corazón sentí la alegría de quien no dice “Adiós” sino “Hasta pronto”. Puede incluso haber sido un “Adiós” a Carapira pero, en mi corazón, fue un “Hasta pronto” a la misión más allá de las fronteras. ¡Quiera Dios que así sea!

LMC Portugal

Termino con un pequeño Magnificat personal que escribí desde Carapira hasta el aeropuerto de Nampula:

Mi alma glorifica al Señor,
Alabo y bendigo a Dios por todas las maravillas que volví a vivir en Mozambique.
Lo poco que soy y he dado, el Señor lo ha multiplicado en gracias y dones
transformados en gestos sencillos de entrega y compartir.
¡Alabado sea Dios!
A mí y a todo el grupo de Fe y Misión, el Señor nos llenó nuestro corazón de maravillas,
Traducidas en un simple “Ehali”, en una sonrisa o en una simple mirada.
¡Alabado sea Dios!
Al contemplar la belleza natural de este hermoso jardín que es Mozambique,
Glorifico a Dios por todas las obras de su Creación,
¡Por tanto amor!
Ante los numerosos signos de la presencia de Dios, que vivimos y contemplamos
Sólo puedo decir: ¡Dios es grande!
Y su grandeza se manifiesta en todo y todos,
¡Incluido en mí y en mi fragilidad!
¡Alabado sea Dios!

 

Pedro Nacimiento, Portugal

La misión al otro lado del atlántico

LMC Peru

LMC PeruTener fe es firmar una hoja en blanco y dejar que Dios en ella escriba lo que quiera (San Agustín).
Así también la misión es dejarnos guiar por el Espíritu Santo que nos acompaña y espera.
Llegamos a este camino con todo lo que somos y así también partimos. Hemos traído en el corazón a todos los que amamos y nos completan, nos han enviado aquí y nos acompañarán toda la vida, así dicta el amor. Salimos al amanecer y también en un amanecer llegamos al Perú. Conscientes de la duración del viaje encontramos las fuerzas en los abrazos apretados que nos dijeron hasta pronto. Llegamos a la tierra a la que llamaremos casa en los próximos años.
A la puerta del aeropuerto ya nos esperaban, entre sonrisas y alegría nos recibieron. Compartimos nuestro nombre y nuestro carisma.
A la salida, fuimos recibidos por la lluvia menuda que se hacía sentir, y en este torbellino de sensaciones recorrimos por primera vez suelo peruano. LMC PeruUn primer período de puro conocimiento, despojadas de nosotras damos los primeros pasos junto a este pueblo que nos acogió de forma tan amable. Somos nosotras del otro lado del atlántico viviendo la misión al estilo de S. Daniel Comboni.
Conocer a los Laicos Misioneros Combonianos fue a conocer a nuestra familia LMC Peruana. Cada uno de ellos compartió con nosotros un poco de sí y de su testimonio de vida y de fe. Pudimos conocer también a los postulantes con quienes convivimos y compartimos buenos momentos. Entre conversaciones, bebidas, comidas y carcajadas recibimos un poco de ellos y dimos un poco de nosotras, alegres, con la certeza de saber que todas estas vidas convergen hacia Dios.
Con la certeza de que fue y es Dios quien nos llama a esta misión. Caminamos juntas con la seguridad de que llegaremos adonde nos esperan.

LMC Peru
Neuza y Paula, LMC Perú

Curso de Misionología – un regalo de Dios

LMC Portugal¡Un regalo de Dios que nos ha permitido ampliar y mejorar nuestra mirada a la obra de Dios desde la gracia! Este Curso de Misionología donde pude participar entre los días 21 y 26 de agosto en Fátima fue un regalo de Dios para mí. Una iniciativa de los responsables de los Institutos Misioneros Ad Gentes (IMAG), con el apoyo de las Obras Misionales Pontificias (OMP). En esta formación pude ver los océanos cruzarse y unirse en un solo punto: desde la silla donde estaba sentada podía enriquecerme y enamorarse más por este ser de Cristo. Con una platea de cerca de 60 participantes de 4 continentes – Portugal, Italia, Filipinas, Colombia, Brasil, Guinea-Bissau, Timor Oriental, Angola, Mozambique, Congo, entre otros países. Una semana en que los colores se mezclaron y fundieron para aprender y compartir este “Ser Misionero” en la actualidad. Conmigo estaban en comunidad Mario Breda, Ana Raposo, Maria José Martins y Luis: ¡qué rica fue también nuestra experiencia tanto como comunidad, como en el compartir con los otros participantes!

El Curso fue muy rico en término de contenidos. Comenzamos el día 21 (lunes) abordando La misión en el Evangelio de San Mateo, con Mons. Antonio Couto, Obispo de Lamego. Y D. Antonio Couto nos presentó el primero de los libros del Nuevo Testamento a través de sus vínculos con el Antiguo Testamento. Nos presenta un Evangelio de Perdón: donde Mateo, un cobrador de impuestos, se convierte a Jesucristo por el perdón que éste concede a todos los hombres. En todo el Evangelio de Mateo están patentes 5 discursos (en analogía al Pentateuco del Antiguo Testamento): Discurso de la Montaña, Misionero, de las Parábolas, Eclesial y Escatológico. Quiero destacar el discurso Misionero (Mt 10, 6-10): “lo que de gracia recibisteis, dadlo de gracia” (Mt 10, 8). Gracia – la figura maternal bíblica, la mirada (materna) que podemos tener sobre cada uno. Mons. Antonio apeló a que, como misioneros, debemos tener esta “pausa y bienestar en la música de nuestra vida para que sepamos dejar el Espirito Santo hablar” y subrayó la importancia de ser misioneros “siempre abiertos a la sorpresa y desde la sensibilidad”.
Los cristianos tienen una misión vital: ¡Sí!, estamos llamados a servir a la humanidad de nuestro tiempo, confiando únicamente en Jesús, dejándonos iluminar por su Palabra”: “No fuisteis vosotros los que me habéis elegido, sino yo que os he elegido y destinado, para que vayáis y deis frutos y vuestros frutos permanezcan. ¡Cuánto tiempo perdido, cuanto trabajo atrasado, por no advertir este punto! Todo se define a partir de Cristo, en cuanto al origen y a la eficacia de la misión: la misión la recibimos siempre de Cristo (…) (en homilía del Papa Benedicto XVI, Oporto, 14 de mayo de 2010).

El día 22 viajamos por la historia del Cristianismo a lo largo de los siglos; un viaje con el Dr. José Eduardo Franco como guía – El Cristianismo y la Globalización: Estado, Iglesia y Misión en la época moderna y contemporánea. Pudimos entender que la historia no es pasado, sino presente. Es ella la que hace cada presente. Y en este viaje entendimos el papel del pueblo portugués a través de sus descubrimientos por mares nunca antes navegados para la Misión y Evangelización de la Iglesia Cristiana; y aún más: que esta misión fue, a lo largo de los tiempos, constructora de la globalización que actualmente alcanza su auge. En este viaje visitamos la imagen de Dios y de la Iglesia desde el siglo I – un Dios territorial de Isaac y de Jacob, el hombre actúa sólo mediante la voluntad de Dios -, pasando por la diseminación del Cristianismo por los discípulos y por los misioneros que acompañaban los viajes de la época de los Descubrimientos y llegando, por fin, hasta los días de hoy. Actualmente entendemos que el Evangelio pide una Misión inculturada: un hacerse griego con los griegos, romano con los romanos (San Pablo), aprovechando el Cristianismo aquello que cada cultura tiene de excelencia. El Evangelio debe llevar a la humanización y, de esta forma, el Misionero es el constructor de una humanidad nueva, que llega a todos por la vía, no de la imposición, sino de la credibilidad.

Proseguimos el día 23 con el tema de la Espiritualidad Misionera contando con la Dra. Teresa Messias como oradora. ¿Y qué es esto de la Espiritualidad? Algo que no se reduce a la vivencia cristiana, sino una dinámica de todo ser. Todos la tenemos en cuanto seres animados con deseo de autotranscedencia, de realizarnos, de ser felices. Hablamos concretamente de esta Espiritualidad Cristiana que tiene que ser siempre Misionera. Una Espiritualidad que me libera y que tiene un sentido escatológico, es decir, que no acaba. Citando a la Dra. Teresa Messias ni en el cielo la experiencia de Dios tiene fin. Entendimos la Trinidad como fuente de misión, en la relación Yo-Cristo-El otro.

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Misión no es sólo hacer cosas; no es salir de un lugar; es ser persona; es una posibilidad de ser vida y generar vida en el otro y en la humanidad; es vaciarse, la kenosis de que habla Pablo. (Dra. Teresa Messias).

Vimos a este Dios Misión, un Dios que también se vacía cuando nos da a su Hijo, un Dios Parentalidad, que no es sólo Padre, sino también Madre, y sólo así es fecundo. Un Dios que no sólo da, sino que también acoge a su Hijo, también recibe. Esto tiene traducción en mi ser misionero: quien sólo sabe dar, no sabe amar. Es necesaria esta capacidad de recibir.

Así, la Espiritualidad Misionera requiere desinstalarse – vaciarme, “Siendo rico, se hizo pobre por vosotros, a fin de que os enriquezcáis por su pobreza” (2Co 8, 9) -, Confianza – en la providencia divina que sólo se obtiene en la oración, en la escucha, en la lectura de los signos de Dios, “aspirad a las cosas de lo alto y el resto os será dado por añadidura” (Col 3,1-4) – e Inculturación – bajar a cada cultura para encontrar la novedad de Cristo.

Reflexionamos sobre la misión cristiana, sus potencialidades y dificultades. Identificamos la necesidad de un éxodo continuo, de la descentralización de la Iglesia en sí misma – la Iglesia no se predica a sí, no se sirve a sí y no se orienta en sí, sino girada hacia Cristo. La Misión no es un fin en sí misma y una iglesia autorreferencial no es Iglesia de Cristo. Terminamos el día reflexionando sobre cuál es mi misión, en su dimensión personal, irrepetible, personalizante y carismática del seguimiento de Jesús. Y la respuesta es un camino procesal: requiere oración y escucha y sólo en ellas comprendo lo que Dios va queriendo, lo que Él me va proponiendo para cada día.

El día 24 nos regalaron la sabiduría y tranquilidad de las palabras del Padre Adelino Ascenso con un enfoque artístico sobre la Literatura y la teología: la ficción de Shūsaku Endó. Me quedaría allí escuchando sus palabras durante días: palabras sabias, fruto de una experiencia inimaginable en Japón, en el contacto con el pueblo y con el profundo silencio del Tíbet donde el único sonido audible era el tiritar de sus propios dientes, así fue el frío sentido. Comenzó por hacer un abordaje de la literatura japonesa y de sus tradiciones, una cultura del escondite, del silencio, de la armonía, de la triple insensibilidad frente a la muerte, por ejemplo. Vimos con perspectiva histórica la llegada del Cristianismo a Japón y es aquí donde entra Shūsaku Endō con su obra literaria de romances, entre ellos “El silencio”. Endō luchó toda su vida con cuestiones relacionadas con su fe, especialmente con la forma de ser simultáneamente japonés y cristiano. Esta lucha está patente en sus obras con temas que pueden contribuir a la elaboración de una nueva imagen de Cristo y del cristianismo en Japón. De esta forma, a lo largo del día, el Padre Adelino estableció un puente entre la realidad del Cristianismo en Japón y la novela “El silencio” (película que tuvimos oportunidad de ver al final del día), hablando sobre la apostasía, el silencio de Dios en los diversos momentos de la vida y esta salvación de los apóstatas (y de todos los hombres, independientemente de sus creencias). Dotado de una capacidad gran artística al expresarse, el Padre Adelino terminó con algunas palabras que mi cuaderno grabó:

“La iglesia no tiene a Cristo. Su presencia no se confina a la Iglesia aunque sea en ella que se aprende a entender la presencia de Él fuera de ella”.

“Sólo se puede conocer a Dios a través de sus heridas” (cita que parte de la obra de Tomas Halik, Mi Dios es un Dios herido)”.

“El silencio no es la ausencia de palabras, sino un murmullo de Dios más allá del silencio”.

Ya casi al término del Curso, el día 26, tuvimos con nosotros a fray José Nunes que nos abordó el Diálogo Interreligioso. En este día profundizamos sobre la evolución de la comunicación entre religiones a lo largo de los tiempos. Vimos que hoy la Iglesia frente a las otras religiones propone un diálogo fecundo, basado en el aprecio y respeto por ellas. Vemos hoy que las religiones son “vías de salvación”, no por sus credos, sino porque confieren a cada ser un sentido de vida. Hay mucho en común entre todas las religiones.

“(Las tradiciones religiosas de la humanidad) merecen la atención y estima de los cristianos, y su patrimonio espiritual es una invitación eficaz al diálogo, no sólo acerca de los elementos convergentes, sino especialmente sobre aquellos en que difieren” (Documento Diálogo y Misión).

A la par de estos días de reflexión y visión de la historia del Cristianismo y de revisión de este Ser Misionero Cristiano, tuvimos momentos de compartir en grupo y de reflexión sobre los diversos temas. Momentos muy ricos de compartir cada cultura, de crecimiento personal y como comunidad cristiana.

Una semana también pincelada por la belleza de Eucaristías multiculturales, donde los tonos de piel se fundían y pintaban el cuadro de la Fiesta del Señor, donde resonaba la música en varias lenguas y donde la danza llenaba el altar.

Todos estos días inspiradores, de gran aspiración a la vocación misionera, me emocionaron y me llenaron el corazón por todo el camino que la humanidad ha hecho mientras peregrina en esta Obra divina que es el Mundo, el Universo. Orgullosamente misionera con todos aquellos allí presentes, me sentía enviada con esta llama que sólo Dios inflama. Dios nos envía. Citando al Padre Adelino Ascenso en su discurso final: más que “ir y enseñar”, a esta iglesia misionera Dios le proclama:

“Id y escuchad”.

LMC Portugal
LMC Carolina Fiúza

Vida en comunidad

LMC Portugal¡Noticias maravillosas!
Esta semana, el martes, llegó a Portugal la LMC española Teresa Monzón. Se encuentra realizando la experiencia comunitaria con la LMC Cristina Sousa en Braga.
Están las dos estudiando en Braga, aunque lenguas diferentes: Tere el portugués y Cristina el francés.
Acogemos a Tere con mucha alegría y estamos unidos también a esta comunidad. Rezamos para que en ella nazcan frutos que generen vida, “vida en abundancia”.
Bienvenida Tere. ¡Estamos juntos!

LMC Portugal
LMC Portugal

Mensaje del Papa Francisco para la jornada Mundial de las Misiones 2017

PapaFrancisco

La misión en el corazón de la fe cristiana

Queridos hermanos y hermanas:

Este año la Jornada Mundial de las Misiones nos vuelve a convocar entorno a la persona de Jesús, «el primero y el más grande evangelizador» (Pablo VI, Exhort. ap. Evangelii nuntiandi, 7), que nos llama continuamente a anunciar el Evangelio del amor de Dios Padre con la fuerza del Espíritu Santo. Esta Jornada nos invita a reflexionar de nuevo sobre la misión en el corazón de la fe cristiana. De hecho, la Iglesia es misionera por naturaleza; si no lo fuera, no sería la Iglesia de Cristo, sino que sería sólo una asociación entre muchas otras, que terminaría rápidamente agotando su propósito y desapareciendo. Por ello, se nos invita a hacernos algunas preguntas que tocan nuestra identidad cristiana y nuestras responsabilidades como creyentes, en un mundo confundido por tantas ilusiones, herido por grandes frustraciones y desgarrado por numerosas guerras fratricidas, que afectan de forma injusta sobre todo a los inocentes. ¿Cuál es el fundamento de la misión? ¿Cuál es el corazón de la misión? ¿Cuáles son las actitudes vitales de la misión?

La misión y el poder transformador del Evangelio de Cristo, Camino, Verdad y Vida

1. La misión de la Iglesia, destinada a todas las personas de buena voluntad, está fundada sobre la fuerza transformadora del Evangelio. El Evangelio es la Buena Nueva que trae consigo una alegría contagiosa, porque contiene y ofrece una vida nueva: la de Cristo resucitado, el cual, comunicando su Espíritu dador de vida, se convierte en Camino, Verdad y Vida por nosotros (cf. Jn 14,6). Es Camino que nos invita a seguirlo con confianza y valor. Al seguir a Jesús como nuestro Camino, experimentamos la Verdad y recibimos su Vida, que es la plena comunión con Dios Padre en la fuerza del Espíritu Santo, que nos libera de toda forma de egoísmo y es fuente de creatividad en el amor.

2. Dios Padre desea esta transformación existencial de sus hijos e hijas; transformación que se expresa como culto en espíritu y en verdad (cf. Jn 4,23-24), en una vida animada por el Espíritu Santo en la imitación del Hijo Jesús, para gloria de Dios Padre. «La gloria de Dios es el hombre viviente» (Ireneo, Adversus haereses IV, 20,7). De este modo, el anuncio del Evangelio se convierte en palabra viva y eficaz que realiza lo que proclama (cf. Is 55,10-11), es decir Jesucristo, el cual continuamente se hace carne en cada situación humana (cf. Jn 1,14).

La misión y el kairos de Cristo

3. La misión de la Iglesia no es la propagación de una ideología religiosa, ni tampoco la propuesta de una ética sublime. Muchos movimientos del mundo saben proponer grandes ideales o expresiones éticas sublimes. A través de la misión de la Iglesia, Jesucristo sigue evangelizando y actuando; por eso, ella representa el kairos, el tiempo propicio de la salvación en la historia. A través del anuncio del Evangelio, Jesús se convierte de nuevo en contemporáneo nuestro, de modo que quienes lo acogen con fe y amor experimentan la fuerza transformadora de su Espíritu de Resucitado que fecunda lo humano y la creación, como la lluvia lo hace con la tierra. «Su resurrección no es algo del pasado; entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo. Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección. Es una fuerza imparable» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 276).

4. Recordemos siempre que «no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva» (Benedicto XVI, Carta enc. Deus caritas est, 1). El Evangelio es una persona, que continuamente se ofrece y continuamente invita a los que la reciben con fe humilde y laboriosa a compartir su vida mediante la participación efectiva en su misterio pascual de muerte y resurrección. El Evangelio se convierte así, por medio del Bautismo, en fuente de vida nueva, libre del dominio del pecado, iluminada y transformada por el Espíritu Santo; por medio de la Confirmación, se hace unción fortalecedora que, gracias al mismo Espíritu, indica caminos y estrategias nuevas de testimonio y de proximidad; y por medio de la Eucaristía se convierte en el alimento del hombre nuevo, «medicina de inmortalidad» (Ignacio de Antioquía, Epístola ad Ephesios, 20,2).

5. El mundo necesita el Evangelio de Jesucristo como algo esencial. Él, a través de la Iglesia, continúa su misión de Buen Samaritano, curando las heridas sangrantes de la humanidad, y de Buen Pastor, buscando sin descanso a quienes se han perdido por caminos tortuosos y sin una meta. Gracias a Dios no faltan experiencias significativas que dan testimonio de la fuerza transformadora del Evangelio. Pienso en el gesto de aquel estudiante Dinka que, a costa de su propia vida, protegió a un estudiante de la tribu Nuer que iba a ser asesinado. Pienso en aquella celebración eucarística en Kitgum, en el norte de Uganda, por aquel entonces, ensangrentada por la ferocidad de un grupo de rebeldes, cuando un misionero hizo repetir al pueblo las palabras de Jesús en la cruz: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?», como expresión del grito desesperado de los hermanos y hermanas del Señor crucificado. Esa celebración fue para la gente una fuente de gran consuelo y valor. Y podemos pensar en muchos, numerosísimos testimonios de cómo el Evangelio ayuda a superar la cerrazón, los conflictos, el racismo, el tribalismo, promoviendo en todas partes y entre todos la reconciliación, la fraternidad y el saber compartir.

La misión inspira una espiritualidad de éxodo continuo, peregrinación y exilio

6. La misión de la Iglesia está animada por una espiritualidad de éxodo continuo. Se trata de «salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 20). La misión de la Iglesia estimula una actitud de continua peregrinación a través de los diversos desiertos de la vida, a través de las diferentes experiencias de hambre y sed, de verdad y de justicia. La misión de la Iglesia propone una experiencia de continuo exilio, para hacer sentir al hombre, sediento de infinito, su condición de exiliado en camino hacia la patria final, entre el «ya» y el «todavía no» del Reino de los Cielos.

7. La misión dice a la Iglesia que ella no es un fin en sí misma, sino que es un humilde instrumento y mediación del Reino. Una Iglesia autorreferencial, que se complace en éxitos terrenos, no es la Iglesia de Cristo, no es su cuerpo crucificado y glorioso. Es por eso que debemos preferir «una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades» (ibíd., 49).

Los jóvenes, esperanza de la misión

8. Los jóvenes son la esperanza de la misión. La persona de Jesús y la Buena Nueva proclamada por él siguen fascinando a muchos jóvenes. Ellos buscan caminos en los que poner en práctica el valor y los impulsos del corazón al servicio de la humanidad. «Son muchos los jóvenes que se solidarizan ante los males del mundo y se embarcan en diversas formas de militancia y voluntariado […]. ¡Qué bueno es que los jóvenes sean “callejeros de la fe”, felices de llevar a Jesucristo a cada esquina, a cada plaza, a cada rincón de la tierra!» (ibíd., 106). La próxima Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que tendrá lugar en el año 2018 sobre el tema «los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional», se presenta como una oportunidad providencial para involucrar a los jóvenes en la responsabilidad misionera, que necesita de su rica imaginación y creatividad.

El servicio de las Obras Misionales Pontificias

9. Las Obras Misionales Pontificias son un instrumento precioso para suscitar en cada comunidad cristiana el deseo de salir de sus propias fronteras y sus seguridades, y remar mar adentro para anunciar el Evangelio a todos. A través de una profunda espiritualidad misionera, que hay que vivir a diario, de un compromiso constante de formación y animación misionera, muchachos, jóvenes, adultos, familias, sacerdotes, religiosos y obispos se involucran para que crezca en cada uno un corazón misionero. La Jornada Mundial de las Misiones, promovida por la Obra de la Propagación de la Fe, es una ocasión favorable para que el corazón misionero de las comunidades cristianas participe, a través de la oración, del testimonio de vida y de la comunión de bienes, en la respuesta a las graves y vastas necesidades de la evangelización.

Hacer misión con María, Madre de la evangelización

10. Queridos hermanos y hermanas, hagamos misión inspirándonos en María, Madre de la evangelización. Ella, movida por el Espíritu, recibió la Palabra de vida en lo más profundo de su fe humilde. Que la Virgen nos ayude a decir nuestro «sí» en la urgencia de hacer resonar la Buena Nueva de Jesús en nuestro tiempo; que nos obtenga un nuevo celo de resucitados para llevar a todos el Evangelio de la vida que vence a la muerte; que interceda por nosotros para que podamos adquirir la santa audacia de buscar nuevos caminos para que llegue a todos el don de la salvación.

Vaticano, 4 de junio de 2017
Solemnidad de Pentecostés

Francisco