Laicos Misioneros Combonianos

Un envío misionero, bendecido por la estrella de la Evangelización.

LMC Guatemala

Nuestras queridas laicas Mercedes y Carolina, estuvieron del 13 de septiembre al 11 de octubre en una pequeña experiencia de vida comunitaria, en una comunidad de las pequeñas Hermanas de la Caridad Vicentinas, quienes las acogieron con mucho amor y generosidad.

Al regresar estuvieron en la fiesta de San Daniel Comboni, que celebramos como familia Comboniana en Casa Comboni. Fue una tarde muy alegre, llena de entusiasmo y muchas sorpresas, almorzamos todos juntos y compartimos con las personas que estudian en la escuela de evangelización que tiene a cargo los MCCJ. También jugamos BINGO, una actividad con muchos premios que resulto siendo todo un éxito.

En la misa se presentaron Mercedes y Carolina, contaron un poco de quienes son y para donde van, muchos quedaron admirados de su decisión y colaboraron con alegría para la causa.

El domingo 20 nos dispusimos a celebrar como comunidad el DOMUND, con un evento especial.

Se realizó a las 19:00 hrs la misa de envío de Mercedes y Carolina, en el Santuario de Nuestra Señora del Rosario, patrona de Guatemala. La misa fue presidida por Monseñor Tulio López, obispo auxiliar de la arquidiócesis de Guatemala, quien, con mucha admiración, dedico parte de su homilía a las misiones y a la valiente decisión de decir Si a Cristo a través de la misión adgentes, les dijo que su corazón es joven, lleno del ardor por el servicio y que Guatemala las envía junto con las oraciones de este pueblo.  El P. Juan Diego Calderón, provincial de Centro América, presidió junto a Monseñor Tulio la celebración y juntos hicieron la bendición y el envío.

Como comunidad nos sentimos muy felices, dichosos y animados, porque Cristo a escogido a estas laicas para continuar con su misión, la de construir el Reino, y nosotros estamos siendo participes de enviarlas, de trabajar junto con ellas, de abrir nuestros corazones a ese fuego que arde por Cristo y que no se apaga.

Confiamos en la Providencia, en que el camino está siendo allanado por Dios y que todos los obstáculos son vencidos poco a poco, creemos en que San Daniel Comboni intercede por esta pequeña comunidad y nos acompaña con esperanza, para poder continuar con esta obra de dar “mil vidas por la misión”.

Continuamos trabajando y orando para que nuestras queridas Mercedes y Carolina pronto estén en Perú, para que puedan contar con su testimonio, las maravillas que Dios hace en sus vidas.

Un fraternal abrazo desde Guatemala.

Comunidad LMC Guatemala

Una aventura con Jesús en Arequipa

LMC Guatemala

Estimados LMC y amigos de la misión que nos leen.

Deseándoles abundantes bendiciones en su vida misionera les saludamos Mercedes y Carolina Laicas Misioneras Combonianas de Guatemala.

Queremos compartir con ustedes, un poco de nuestra historia personal.

Mi nombre es Mercedes, soy viuda y tengo 80 años, soy madre de 3 hijos, 6 nietos y 3 bisnietos.

Antes de ser misionera trabajé en comunidades pastorales en preparación de lectores, acólitos, infancia misionera, y fui instituida como ministra de la eucaristía, también formando cenáculos abiertos en casa; a pesar de todo este trabajo realizado para el Señor, me surgió la inquietud de conocer la misión y comencé a misionar con los Laicos Misioneros Combonianos de Guatemala viajando a San Luis Peten, una vez por año, durante cuatro años. Dentro de las actividades que realizábamos era visitar aldeas marginales en la profundidad de las montañas, sin acceso a luz ni agua. Misionaba escuchando las necesidades de la gente, compartiendo y conviviendo con ellos.  

Ya tengo catorce años de estar en el camino  misión y del carisma comboniano, en diversas situaciones y proyectos, así como en Santa Cruz Chinautla, municipio con alta población indígena evangelizando niños y mujeres de escasos recursos, trabajando en el programa de evangelización, formación y nutrición de niños en Santa Catarina Pinula en unas aldeas de periferia y haciendo algunas experiencia de vida comunitaria, tanto en el Salvador en un barrio de periferia como en Santo Domingo Xenacoj, en aldeas indígenas marginales. Cada vez ha sido mayor mi deseo de salir de misión fuera de Guatemala.

Mi nombre es Carolina, soy soltera y tengo 68 años, madre de 2 hijos y 3 nietos. Antes de estar en la misión, trabaje por muchos años en un grupo católico Cristocéntrico, en retiros abiertos y cerrados de primera evangelización, también dando platicas de crecimiento personal a personas adultas que se incorporaban de los retiros al grupo, al mismo tiempo a los niños que se reunían los viernes en la reunión de asamblea de grupo.

Durante cuatro años Mercedes me compartió sobre la misión y su experiencia en ella, hasta que un día accedí ir a los Laicos Misioneros Combonianos y me quedé, tengo ocho años de estar en la misión y en el camino del carisma comboniano. Estuve en formación por dos años, luego fui al visiteo a una aldea llamada la Salvadora en Santa Catarina Pinula y he trabajado con la gente del lugar, he visto sus necesidades y he sentido ese llamado fuerte de querer salir a misionar fuera de Guatemala. 

Al igual que Mercedes, estuve con ella en Santa Cruz Chinautla y En la experiencia de vida comunitaria en el Salvador.

EN ESTE MOMENTO nos encontramos viviendo nuestra experiencia de vida comunitaria y preparación específica, para poder partir, en unos días a Villa Ecológica en Arequipa, Perú.

Esta experiencia la estamos viviendo en un Hogar Para Ancianas ubicado en Quetzaltenango a cinco horas de la ciudad de Guatemala, que es donde vivimos, hemos dejado nuestro hogar, familias, seres queridos y todo nuestro trabajo habitual para prepararnos a la misión Ad Gentes.  

Esta experiencia que estamos viviendo nos ha permitido convivir juntas, conocernos mejor. Nuestro día lo hemos organizado con un horario diario de estudio, ayuda en el hogar en lo que se nos solicite, Alberto de la Portilla nos ha dado formación, que han sido muy enriquecedora para discernir nuestra vocación, hemos orado juntas y nos hemos hechos preguntas si realmente queremos salir afuera de Guatemala por todos los problemas que conlleva llegar a un lugar de diferente cultura y costumbres, pero la respuesta ha sido siempre, confiando en la providencia divina que va adelante de nosotras.  No ha sido fácil adaptarnos al clima, pues aquí es muy frío y ha llovido mucho, por lo demás, hemos sido acogidas con mucho cariño por las hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl, de las que hemos aprendido mucho sobre la organización del Asilo, la forma en la que cosechan sus propios alimentos y atienden a las 32 ancianas que tiene a su cargo. Siempre el misionero debe aprende todo lo que pueda para poder servir en el camino de misión.

Reciban un cordial saludo, Mercedes y Carolina

LMC Guatemala

Un Plan, tan antiguo y tan nuevo

Comboni

«El Espíritu del Señor Yavé está sobre mí, porque Yavé me ha ungido. Me ha enviado con buenas noticias para los humildes, para sanar los corazones heridos, para anunciar a los desterrados su liberación, y a los presos su vuelta a la luz. Para publicar un año feliz lleno de los favores de Yavé» (Isaías 61,1-2a)

«El católico, acostumbrado a juzgar las cosas con la luz que le viene de lo alto, miró a África no a través del miserable prisma de los intereses humanos, sino al puro rayo de su Fe; y descubrió allí una miríada infinita de hermanos pertenecientes a su misma familia, por tener con ellos un Padre común arriba en el cielo […] Entonces, llevado por el ímpetu de aquella caridad encendida con divina llamarada en la falda del Gólgota, y salida del costado del Crucificado para abrazar a toda la familia humana, sintió que se hacían más frecuentes los latidos de su corazón» (Escritos, 2742)

Queridos hermanos, paz y buena voluntad en el Señor Jesús, misionero del Padre.

Con profunda alegría y gratitud os saludamos con ocasión de la solemnidad de San Daniel Comboni. Esta celebración nos recuerda que debemos hacer «memoria» (anamnesis) tanto de la vida del Fundador, vivida con inmensa pasión, como de su muerte, acogida como don de amor por los más pobres y abandonados, para que la vida y la misión de cada uno de sus hijos e hijas espirituales se conviertan verdaderamente en “amor encarnado” en nuestro servicio misionero.

Esta memoria del nacimiento a la vida eterna (dies natalis) de nuestro santo Fundador nos desafía a profundizar en su carisma, como herencia viva que debe animarnos en toda actividad misionera en el mundo de hoy como “discípulos misioneros” de Jesús, según el estilo comboniano.

Recientemente, hemos recordado el 160 aniversario de la experiencia carismática fundante vivida por Comboni el 15 de septiembre de 1984, durante el triduo de preparación a la beatificación de Margarita María Alacoque, mientras rezaba ante la tumba de San Pedro en Roma. Fue una experiencia que le llevó a concebir el Plan para la Regeneración de África. Este Plan no es sólo un texto, una simple estrategia operativa o un sueño acariciado, sino el fruto de una inspiración “de lo alto”, es decir, del Espíritu Santo, que “llamó” a Comboni y le envió a anunciar el Evangelio de Jesús a los más pobres y abandonados.

Por su gran pasión por la salvación de los africanos y su entusiasmo misionero, «encarnó» ese Plan en su vida. Después de él, sus misioneros -auténticos “hijos suyos” al hacer suyo su sueño- siguieron “encarnando” ese Plan en su vida, su generosidad, su espíritu de sacrificio y su valentía apostólica. Hoy, seguimos haciéndolo, ampliando y actualizando la inspiración primordial del Fundador, no sólo en África, sino en todos los continentes, con el mismo espíritu (carisma), en el mundo de nuestro tiempo, habitado todavía por personas y pueblos que sufren, que son marginados, explotados, vilipendiados, víctimas de atroces injusticias, e incluso asesinados. En los últimos meses, la situación en Sudán se ha vuelto particularmente dramática debido a un conflicto que parece no tener fin.

Somos los «herederos» de un verdadero tesoro, «inspirado y vivo» más que nunca. Y nos hace bien volver a recordar las principales ideas de ese Plan. Permítanme enumerar algunas de ellas.

En primer lugar, la convicción de que la evangelización de África debe ser llevada a cabo por los propios africanos, que no pueden permanecer como meros espectadores, sino que deben convertirse en protagonistas de su propia historia nueva de liberación y dignidad.

En segundo lugar, el sentido llamamiento dirigido a toda la Iglesia para que se comprometiese íntegramente en la promoción de la evangelización de África, convocando y comprometiendo a todas las fuerzas misioneras existentes en el mundo en aquel momento e invitándolas a cooperar con verdadero espíritu sinodal.

En tercer lugar, la visión de la misión como un binomio inseparable de “anuncio del Evangelio” y “promoción humana”. Tuvieron que pasar 100 años para que la Iglesia convocara el Concilio Vaticano II (1962-65) y el Papa Pablo VI anunciara la convocatoria regular del Sínodo de los Obispos (1965). El tercer Sínodo, en 1971, produjo un documento muy sólido, capaz de sostener la acción activa de la Iglesia en cuestiones de justicia y paz globales. Espléndidamente valiente y profética fue la siguiente declaración de los obispos: «La acción por la justicia y la participación en la transformación del mundo se nos presentan claramente como una dimensión constitutiva de la predicación del Evangelio, es decir, de la misión de la Iglesia para la redención del género humano y la liberación de todo estado de cosas opresivo» (Justicia en el mundo, 6).

No podemos dejar de captar la profecía, actualidad y urgencia de la propuesta misionera formulada en el Plan, caracterizada por un auténtico espíritu misionero y por estrategias válidas también para nuestro tiempo y la humanidad de hoy. No es indebido percibir en la visión de Comboni una verdadera sintonía también con el tema del Sínodo sobre la Sinodalidad que se está celebrando actualmente en Roma y que nosotros, hoy hijos de Comboni, estamos llamados a hacer nuestro.

Sin embargo, para descubrir la riqueza de la visión del Plan y hacerla operativa en nuestras vidas, debemos asumir la actitud de profunda oración y docilidad al Espíritu que tuvo el Fundador. Pidamos al Espíritu Santo que descienda sobre nosotros como descendió sobre él, permitiéndole “ver la hora de África” y sentir dentro de sí un deseo irreprimible de dedicarse por entero como “don gratuito” a una nueva misión africana que respondiera a las urgencias y desafíos de su tiempo.

Al fin y al cabo, se trata de tener el valor de partir siempre de nuevo del Señor, de dejarse impulsar por su Espíritu, sin caer nunca en la tentación de la autorreferencialidad, que no sólo empobrece la misión, sino que la destruye, tal como nos recuerdan las Reglas de 1871: «El Misionero de Nigrizia, despojado de todo yo, y privado de toda comodidad humana, trabaja únicamente para su Dios, para las almas más abandonadas de la tierra, para la eternidad» (Reglas del Instituto de Misiones para la Nigrizia, 1871; Escritos 2702).

Es evidente que el Plan concebido por Comboni, antes de convertirse en un documento escrito, era también un sueño y una pasión, una fuerza irreprimible en su corazón que se desbordaba en caridad. Podemos decir que el Plan es la expresión de un amor tan genuino y sentido que se convirtió en fuente de misión.

¡Nosotros también necesitamos ese amor! Preguntémonos: ¿qué pasiones me impulsan a vivir la misión hoy? ¿Cómo salta mi corazón cuando me encuentro con la injusticia, la opresión, la fría indiferencia y los muchos otros males de nuestra sociedad actual? En la rutina diaria de mi vida, ¿hay todavía espacio, tiempo y apertura a Dios para que su Espíritu entre en mi corazón y lo sostenga? ¿Hasta qué punto mi amor por los pobres me obliga a darme todo por ellos, suscitando en mí una fuerza tal que transforme mi vida en un don de amor?

En este mes de octubre, “mes misionero”, tenemos la oportunidad de seguir y vivir el Sínodo de los Obispos. Aprovechemos esta experiencia de comunión eclesial, en la escucha sincera, en la acogida fraterna y en el caminar juntos, conscientes de que el Espíritu que inspiró a Comboni puede también inspirarnos y ayudarnos a superar nuestras debilidades y a producir frutos que sean expresión de la perenne solicitud que Dios tiene por todos sus hijos e hijas, especialmente por los más débiles y sufrientes.

Pedimos el don de nuestra Familia Comboniana para que se llene de un amor que se haga realidad, como respuesta concreta a los desafíos de la misión de hoy, siempre dispuestos a hacer causa común con los pobres.

Felicidades a todos en esta gozosa solemnidad.

Roma, 10 de octubre de 2024

El Consejo General MCCJ

Por una misión compartida

Papa Francisco

Somos comunidad”. Esta es una de las palabras que nos dice el Papa en el mes de octubre.

El Papa Francisco nos recuerda la importancia de caminar juntos y “corresponsabilizarnos de la misión de la Iglesia”. Remarca también que los sacerdotes no son “los jefes de los laicos, sino sus pastores”, y que “Jesús nos ha llamado a unos y a otros. No a unos por encima de los otros, ni a unos por un lado y a otros por el otro, sino complementándonos. Somos comunidad”.

Por eso, consagrados, laicos, sacerdotes, todos los cristianos debemos “dar testimonio con nuestras vidas”, ofreciendo siempre lo mejor desde lo que sabemos hacer.

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