Laicos Misioneros Combonianos

Fiesta de San Daniel Comboni: 10 octubre 2022

Comboni

Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. Quien permanece en mí y yo en él, lleva mucho fruto” (Jn 15,5).

“Animo; tened ánimo en esta hora difícil, y más todavía para el futuro.
No desistáis, ni renunciéis nunca jamás. Enfrentad sin miedo cualquier borrasca.
No temáis. Yo muero, pero la obra no morirá”.

(Últimas palabras de San Daniel Comboni pronunciadas poco antes de entrar en agonía el 10 de octubre de 1881)

Queridos hermanos,
¡Feliz Fiesta de nuestro padre y fundador San Daniel Comboni! Saludos fraternos a todos vosotros, donde os encontréis, para celebrar esta fiesta que es siempre fuente de gracia, de bendición y no menos ocasión para volver a la fuente de nuestro ser consagrados según el carisma comboniano.

El 10 de octubre 1881, como el “grano de trigo caído en tierra”, nuestro padre fundador moría en tierra sudanesa, pero ¡aquella “buena semilla” ha germinado y continúa todavía hoy a dar muchos frutos! En esta ocasión de su y de nuestra fiesta, no podemos no recordar las palabras de Don Francisco Oliboni, del 26 de marzo de 1858: “Pero vosotros no os perdáis de ánimo, no os apartéis de vuestro propósito, continuad la obra comenzada; y, si uno solo quedase, que no le falte la confianza, ni se retire”. Estas palabras, como bien sabemos, han dado vigor a toda una generación de misioneros de África, entre los cuales Comboni; y son las mismas palabras a inspirar la solicitud hecha por nuestro padre fundador a sus misioneros poco antes de su muerte: nos pide “ser fieles a la misión”. Es esta gracia especial de la fidelidad a la misión que queremos pedir hoy a Dios e a María, madre de la “Nigricia”.

El contexto de la festividad de Comboni de este año 2022 lleva consigo mucha gracia y bendición. Ante todo, a casi tres meses de la celebración del XIX Capítulo General de nuestro Instituto, hoy, hemos publicado oficialmente los Documentos del Capítulo. El 20 de noviembre, exactamente dentro de cuarenta días, tendrá lugar en Kalongo (en Uganda) la beatificación de P. José Ambrosoli. Finalmente, en este momento de gracia, las Misioneras Combonianas están celebrando el Capitulo General en Verona, vivificadas por el sacrificio de la Hna. María De Coppi, asesinada en Mozambique el 6 de septiembre pasado. Todas estas celebraciones son, para nosotros, ocasiones de gracia y crecimiento que contribuyen abundantemente a dar un sabor y un perfume de santidad a la fiesta de San Daniel Comboni. Al mismo tiempo, se convierten en una ocasión de recogimiento y de intensa oración para renovar nuestra identidad comboniana, construir una relación siempre más íntima con nuestro Padre Fundador y con toda la misión de la Iglesia.

El ejemplo de vida de nuestro Padre Fundador nos desafía continuamente a ir más allá de nuestros límites y fragilidades y abrazar la “santidad” como don de Dios que se transforma en estilo de vida. Hoy, Comboni quiere hablar al corazón de cada uno de nosotros con las mismas palabras con las que desafiaba, instruía y animaba a sus misioneros, a sus misioneras y a los laicos, a veces usando expresiones dulces, otras veces duras, pero, en todo caso, con palabras de un padre que ama a sus hijos. Afinemos, pues, nuestra capacidad de escucha y abramos nuestros corazones y nuestras mentes a acoger sus palabras de padre para que nuestra relación con él pueda ser siempre más profunda, estimulante y fecunda.

En este día de fiesta, dediquemos un poco de nuestro tiempo para contemplar y meditar sobre su ejemplo de vida, sobre sus opciones, sobre su determinación; pidamos humildemente su intercesión para que podamos también nosotros continuar a ser fieles a nuestra vocación de consagrados y misioneros al servicio del pueblo de Dios. Mantengamos la mirada siempre fija en el corazón de Cristo y amémoslo tiernamente para que El continúe a ser la única fuente de nuestra vida y el centro propulsor de nuestra misión. Seguros que sin una vuelta radical a Cristo y al carisma de Comboni, nuestra misión no dará frutos.

Hagamos nuestro el deseo de san Daniel Comboni para que nuestras comunidades se conviertan en pequeños cenáculos de apóstoles donde los hermanos se puedan encontrar juntos para celebrar, reflexionar y orar, en espíritu sinodal, involucrando, donde es posible, los laicos con los cuales trabajamos en las misiones y en la Iglesia local.

Pidamos la intercesión de San Daniel Comboni también para los procesos de discernimiento respecto a la elección de los superiores de circunscripción y de sus respectivos consejos, para que Dios nos conceda superiores santos y capaces, enamorados de la misión comboniana y del Instituto, para animar y acompañar los hermanos y para promover y coordinar las actividades/prioridades de la circunscripción, teniendo presente también las orientaciones del XIX Capitulo General.

María, Madre de la Iglesia, interceda por nosotros.
A todos deseamos una feliz fiesta de San Daniel Comboni.
El Consejo General MCCJ

“El Vía Crucis en los escritos de San Daniel Comboni”.

Via Crucis

La cruz es ” una locura ” para los que no la entienden… decía San Pablo (1 Cor 1,18). Aquí publicamos un Vía Crucis con 14 frases de San Daniel Comboni sobre el camino de Jesús hacia la cruz. Comboni comprendió profundamente el “escándalo” que suponía ver a Jesús en la cruz: lo consideraba como un medio necesario para la evangelización y como una realidad que sus misioneros debían abrazar para continuar la obra salvadora de Dios en el mundo. Lo que dice Comboni es muy fuerte y hasta escandaloso en nuestros días, pero en sus palabras podemos encontrar luz y sabiduría para nuestra vida misionera. [comboni.org].

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Padre Pedro Pablo Hernández

Una familia que sueña

Familia Comboniana España
Familia Comboniana España

El pasado fin de semana hemos celebrado el VII Encuentro de la Familia Comboniana en España. Hemos experimentado la alegría del reencuentro y hemos comprobado que el sueño misionero de seguir nuestra vocación como familia (religiosas, religiosos, laicos y seculares combonianas) se renueva.

La casa de los Misioneros Combonianos en Madrid acogió a este grupo de 30 personas pertenecientes a las distintas comunidades de SMC, MCCJ y LMC en España. Las Seculares Combonianos no pudieron estar presentes en esta ocasión. Contamos con la participación especial del P. Pietro Ciuciulla, del Consejo General MCCJ, además de los responsables de las 3 ramas presentes y Alberto de la Portilla, Coordinador del Comité Central LMC.

El eje del encuentro fue acompañar, desde la reflexión y oración, el 150 aniversario de la fundación de nuestras hermanas misioneras combonianas. Prado Fernández condujo la presentación de la historia de las primeras hermanas combonianas que acompañaron a San Daniel en sus primeros viajes, marcada por la Cruz como víctimas de la Mahdia, la revuelta que arrasó las primeras obras combonianas en Sudán y marcó desde el inicio la vocación de las SMC.

Desde su primera intuición, Comboni nos soñó familia, pues su primer viaje contaba con laicos misioneros y con estas mujeres valientes y adelantadas como compañeras de misión. En el transcurso de su historia, el testimonio de las hermanas consolida el impulso liberador de la mujer en todas las latitudes. Releer aquellos primeros sufrimientos nos lanza a los retos del momento presente. Y renovamos la conciencia de que hoy el carisma comboniano se actualiza a través de la Familia Comboniana. En ello insistió P. Pietro al comentar el inspirador documento de los Consejos Generales de la Familia Comboniana de 2017: «El carisma crece y se renueva cuando se comparte con otros que lo recrean en la peculiaridad de cada estilo de vida cristiana«.

En este espíritu, se presentó el Mapa de la Ministerialidad de la Familia Comboniana, que recoge más de 200 presencias misioneras en el mundo, con tremenda vitalidad en los más diversos contextos, educativos, sanitarios, sociales, pastorales, de incidencia transformadora… La misión se entiende hoy desde la ministerialidad, desde el servicio al pueblo en esos diversos ámbitos. Esa misión integral de la Iglesia debe integrar en proceso el servicio, el acompañamiento, la reflexión, la sensibilización y la transformación social.

Tomado de P. Álvarez SJ

En la parte final del encuentro, los responsables de las 3 ramas presentes compartieron la actualidad de sus organizaciones, con diversos retos e ilusiones. Este 2022 coincide por primera vez el Capítulo General de SMC y MCCJ. Es un momento de especial densidad, para mantenerse fieles a la vocación que se realiza de formas nuevas, con medios nuevos. Un momento en el que renovamos la intuición de seguir soñando juntos cómo desarrollar la misión comboniana en el mundo.

Gonzalo Violero, LMC España

190° Aniversario del nacimiento de San Daniel Comboni

Daniel Comboni

“He venido a arrojar fuego sobre la tierra, ¡y cuánto quisiera que ya estuviera encendido!” (Lucas 12:49)

Tener el Fuego Vivo

Daniel Comboni

Introducción. Con la celebración del 190º aniversario del nacimiento de Daniel Comboni (Limone Sul Garda, 15 de marzo de 1831) y el 140º aniversario de su muerte (Jartum, 10 de octubre de 1881), se nos invita a celebrar nuestra memoria carismática y a invocar la fuerza de la presencia del Espíritu que iluminó su vida, desde el nacimiento hasta la muerte. Su beatificación (17 de marzo de 1996), de la que este año se cumple el 25 aniversario, fue un regalo carismático para toda la familia comboniana. En aquel momento[1], los consejos generales publicaron un mensaje y una carta conjunta para animar a los miembros de nuestra familia misionera a alegrarse y mirar espiritualmente hacia nuestro padre, en busca de inspiración y fecundidad para el servicio misionero. Finalmente, con su canonización, la Iglesia lo ha inscrito en el libro de los Santos, reconociendo la validez y actualidad del carisma misionero comboniano y proponiendo a San Daniel Comboni como modelo de vida y misión cristiana, ejemplo y paradigma de un compromiso misionero universal, que une a los distintos continentes y pueblos en la pasión por Dios y la Humanidad. Ya entonces, nuestros Consejos Generales nos dieron un mensaje[2] y una carta[3] invitándonos a mirar a San Daniel como testigo y maestro de la santidad a la que estamos llamados y de la misión que vivimos. Esta carta se inscribe en este movimiento de recuerdo y actualización del don carismático confiado a San Daniel y, en él, a todos nosotros: un don de Dios reavivado en cada generación comboniana.

Considerar las propias raíces. Recordar el nacimiento de San Daniel Comboni nos invita, en primer lugar, a considerar sus raíces familiares, eclesiales y sociales, que tanto influyeron en él y a las que volvía con frecuencia[4]. Su nacimiento tuvo lugar en medio de dificultades y limitaciones. Sus padres eran emigrantes que llegaron a Limone en busca de trabajo. Su padre, Luigi Comboni, había llegado a Limone desde Bogliaco en diciembre de 1818 a la edad de 15 años. Su madre, Domenica Pace, nació en Limone (31 de marzo de 1801), pero la familia procedía de Magasa, en las montañas. Luigi y Domenica se casaron el 21 de julio de 1826 en la iglesia de San Benedetto y tuvieron, según el registro de bautismo, seis hijos; a ellos hay que añadir dos gemelos muertos, que no pudieron ser bautizados[5].

“Daniel Comboni creció en la modesta casa de Tesol con sus padres, viviendo las alegrías y las penas de la familia. De sus hermanos sólo sobrevivieron Vigilio (1827-1848) y Marianna (1832-1836)”[6].. Sentía un gran afecto y estima por su madre y su padre. Su madre murió el 14 de julio de 1858, durante su primer viaje a África, y fue con su padre Luigi con quien Daniel mantuvo una intensa correspondencia, en la que reconocía la religiosidad de sus padres y la influencia que tuvieron en su vida y en su vocación misionera. En estas cartas se encuentran los elementos humanos y cristianos que constituyeron el humus que hizo crecer la vocación y la misión de San Daniel (la llamada de la belleza del lago y de las montañas, el orgullo de la fe y de la vida cristiana, la devoción a la Cruz del Salvador, la contemplación de su amor y del Corazón traspasado, la pasión por Dios y por los más necesitados): “Ánimo, pues, mi amado padre, siempre tengo mi corazón vuelto hacia ti, hablo contigo todos los días, soy partícipe de tus aflicciones y preveo las delicias que Dios te tiene reservadas en el cielo. Anímate, pues: deja que Dios sea el centro de la comunicación entre tú y yo. Que Él guíe nuestras empresas, nuestros asuntos, nuestras fortunas, y que podamos disfrutar de que estamos tratando con un buen maestro, un amigo fiel, un padre amoroso”[7]. La celebración del 190° aniversario de su nacimiento nos ofrece una nueva oportunidad para acercarnos a él y a sus raíces familiares y eclesiales, reforzando la conciencia de nuestras propias raíces, como fondo espiritual que asegura la estabilidad de nuestras personalidades y la fecundidad espiritual de nuestra vida misionera. Y esta celebración nos da la oportunidad de profundizar, como familia comboniana, en el papel de Limone y de continuar la colaboración iniciada en la cuna de San Daniel Comboni.

Fidelidad en medio de la adversidad. La conmemoración del 140º aniversario de la muerte de Daniel Comboni nos invita a mirar su vida desde el momento supremo del don de sí mismo para la regeneración de África. En las cartas escritas en los últimos meses de su vida, aparece como un misionero rodeado de dificultades, pero arraigado en la fe: el hambre, la peste y la carestía, la falta de agua, la escasez de medios materiales para sostener las iniciativas misioneras, la enfermedad y la muerte de sus misioneros… En sus palabras, son “tiempos de desolación” en los que “desgraciadamente hay demasiados sufrimientos que aliviar”[8].

Frente a estas dificultades, Comboni permaneció anclado en su fe en Dios y en la visión misionera que inspiró y sostuvo su vida. “Soy feliz en la cruz, que llevada voluntariamente por amor a Dios genera el triunfo y la vida eterna”: estas palabras[9] encierran, en un momento crucial, el estado de ánimo de toda su vida. Esta vuelta al pie de la Cruz, a la contemplación del Corazón traspasado, donde todo comenzó, llena de luz y de coraje el tiempo de la vuelta al Padre, y está en el origen de la confianza y de la “valentía para el presente y, sobre todo, para el futuro”[10] que Comboni inculca a sus misioneros, en el momento del a-Dios: “¡Yo muero, pero mi obra no morirá!”[11].

Las dos fechas de la conmemoración que hacemos este año trazan un camino de vida, en el que la fuerza del Espíritu toma forma en la vida de San Daniel y hace perceptible y vivo un trocito del “amor ilimitado” de Dios[12]; se deja “formar” por el Amor que contempla, manteniendo la mirada fija en Jesús crucificado. San Daniel nos deja un testimonio que es generador de vida para nuestro hoy.

Entre nacer y morir. Celebramos estos aniversarios de la vida de San Daniel Comboni después de un año, 2020, marcado por la pandemia del coronavirus. Y el nuevo, 2021, ha comenzado en todo el mundo todavía bajo el signo de la incertidumbre y de la crisis sanitaria y económica. En la familia comboniana sufrimos las consecuencias de esta situación: hemos perdido a misioneros y misioneras que, tras años de trabajo misionero, nos enriquecían con su testimonio y que esperaban una vejez tranquila[13]; el ritmo de nuestras actividades se ha detenido y nuestros planes y proyectos han quedado suspendidos; las limitaciones en los viajes nos han puesto a prueba, desafiando nuestra creatividad para permanecer cerca de los pobres y de los últimos, de los que más sufren las consecuencias de la pandemia; nos sentimos incapaces de discernir un camino y un momento de salida y compartimos el sentimiento de pérdida y desconcierto que embarga a tantos de nuestros hermanos y hermanas.

Mirando a Daniel Comboni, en el arco de su vida y de su vocación misionera, entre su nacimiento y su muerte, vemos cómo, en el momento de la crisis y de la incertidumbre, supo reconocer y esperar las mociones del Espíritu, para revisar sus planes y renovar su compromiso misionero, para abrazar la Cruz y las dificultades, para ver en ellas el signo de una presencia amorosa y de una acción misteriosa de Dios, de una hora divina con su promesa de vida renovada. En todas estas situaciones, se deja atraer por el Amor de Dios por África y no se asusta si forma parte de un grupo muy reducido; persevera, sueña, se arriesga y es capaz de ofrecer su vida, sin medir sus esfuerzos. De él aprendemos las actitudes que necesitamos para vivir este tiempo nuestro, tan incierto, como una hora de Dios: la paciencia y la fidelidad a la vocación misionera; la capacidad de ponernos en juego con creatividad, poniendo siempre a las personas y a Dios en el centro; el sentido de comunión (ser cenáculo) que nos mantiene unidos y fortalece nuestra identidad carismática y nuestra vocación misionera en la Iglesia de hoy.

Daniel Comboni nos exhorta a no dejar que el peso del covid y los efectos negativos del distanciamiento físico nos encierren en nosotros mismos; a superar la competencia y el conflicto, recuperando el espíritu de colaboración entre laicos, hermanas, hermanos, sacerdotes; a hacer crecer el sentido de comunión y la jovialidad de la convivencia que Comboni recomendaba a los suyos; a mantener viva la esperanza incluso en la oscuridad, redescubriendo la fuerza del cuidado y la recuperación; aceptar los cambios que se están produciendo y ver oportunidades donde otros ven el fracaso; tomar el nacimiento y la muerte como puertas de entrada, desafíos a la creatividad y oportunidades para apoyarnos mutuamente; ver las pérdidas (de vidas, empleos, salud y seguridad económica…) como oportunidades de conversión y apoyo entre nosotros, individuos, familias y comunidades. En la pandemia nos hemos mantenido en comunión, hemos intercambiado información y hemos iniciado procesos como el Forum de la Ministerialid Social, cuyas reuniones se hacen vía zoom; la situación actual nos desafía a buscar nuevas formas para mantenernos unidos como familia comboniana y enfrentar juntos los momentos difíciles y los cambios y continuar los procesos de colaboración[14].

La luz del testimonio de San Daniel Comboni ilumina el discernimiento que lo que estamos viviendo nos llama a hacer para el futuro inmediato, que no será una simple vuelta al pasado que conocemos. Nos ofrece los criterios para asumir los valores que nos son queridos, la amistad y el afecto de la familia y los amigos; para comprender el destino común de la humanidad, amenazada por la pandemia y la catástrofe ecológica; para comprometernos en la transformación social (desde el cambio climático hasta el cuidado de la casa común y la salud para cada persona…) aportando nuestra contribución con creatividad, renunciando a lo superfluo y favoreciendo la solidaridad.

Estas actitudes están arraigadas en la fe, en el “fuerte sentimiento de Dios” y en el “vivo interés por su Gloria y por el bien de las personas”, especialmente de los empobrecidos y marginados, que son el antídoto que San Daniel sugiere para contrarrestar el estrés de la pandemia y la incertidumbre de los tiempos que vivimos. Nos inspira a mirar el mundo y los acontecimientos que vivimos con el “puro rayo de la fe”[15] y nos advierte que el misionero que no tenga esta visión “acabaría encontrándose en una especie de vacío y de aislamiento intolerable”[16]. Y nos indica el camino para permanecer en la fidelidad: “… mantener siempre la mirada fija en Jesucristo, amándolo tiernamente y esforzándonos por comprender mejor cada hora lo que significa un Dios muerto en la cruz…”[17]. Comboni habla de “una llama de fuego divino” que sale del Corazón traspasado y que el misionero recoge al pie de la cruz para llevarla a todas partes, como un fuego que alimenta su propio compromiso con la regeneración de las personas y la transformación de las sociedades en las que vive[18].

Mantener este fuego vivo. El recuerdo del nacimiento y de la muerte de San Daniel Comboni nos recuerda que el mayor desafío que tenemos en este momento es precisamente éste, mantener vivo el fuego, mantener encendida esta llama divina en nuestros corazones y “sentir la belleza de la paternidad espiritual de San Daniel, que tenía un corazón ardiente y (…) fue capaz de encender proféticamente el fuego del Evangelio, superando fronteras (…), incomprensiones, visiones limitantes, concretando una visión misionera innovadora”. La fidelidad a Daniel Comboni se juega en “permanecer en el camino inaugurado por él” y en “creer en la fuerza del fuego, del Espíritu (…) que desciende sobre nosotros para hacernos valientes frecuentadores del futuro”[19].

Consejos Generales de las SMC, MSC, de los MCCJ y el Comité Internacional de los LMC


[1] Carta del 23 de febrero de 1996, para el Día de la Reconciliación. El mensaje Mirando la roca de la que fuimos tallados es del 6 de abril de 1995.

[2] Don para acoger y profundizar del 15 de marzo de 2003.

[3] Daniel Comboni, testigo de santidad y maestro de misión del 1 de septiembre de 2003.

[4] Tanto con sus visitas a la casa donde nació en Limone como, sobre todo, con sus cartas a sus padres, a su padre tras la muerte de su madre, a sus primos, a los párrocos y a los ciudadanos de Limone. La correspondencia de Daniele Comboni con su padre contiene 31 cartas. La primera fue escrita desde El Cairo el 19 de octubre de 1857, la última el 6 de septiembre de 1881, un mes antes de su muerte.

[5] Positio, Roma 1988, Vol. I, p. 14.

[6] Mario Trebeschi y Domenico Fava, San Daniele Comboni e Limone, Limone sul Garda 2011, p. 39.

[7] Daniel Comboni, Escritos 188.

[8] Daniel Comboni, Escritos 6631.

[9] Carta a Sembianti, Escritos 7246.

[10] En los Anales del Buen Pastor del 27 de enero de 1882.

[11] John Dichtl, carta al cardenal Simeoni del 29.9.1889.

[12] Daniel Comboni, Homilía de Jartum, Escritos 3158.

[13] En la primera oleada de la pandemia murieron 13 combonianas en Bérgamo. En la segunda oleada, entre el 8 de noviembre de 2020 y el 10 de enero de 2021, murieron 20 combonianos en Castel d’Azzano; y luego otros en Milán, Ellwangen (Alemania), Guadalajara (México) y Uganda; para un total de 35. En total, a finales de enero de 2021, había 48 combonianos víctimas de Covid-19.

[14] Los miembros de la Comisión de la Familia Comboniana, durante la preparación del Foro de Ministerialidad Social, reflexionaron juntos sobre este tiempo como una gran oportunidad para nuevas formas de encuentro, a la espera de tiempos mejores para encontrarse en persona. Para mantener vivo el proceso, se programaron dos seminarios web. El primero, en diciembre, se inscribieron 279 personas, en representación de toda la familia comboniana del mundo.

[15] Daniel Comboni, Homilía en Jartum, Escritos 2745.

[16] Daniel Comboni, Reglas de 1871, Capítulo X.

[17] Daniel Comboni, Reglas de 1871, Capítulo X.

[18] Daniel Comboni, Plan de regeneración de África, cuarta edición, Verona 1871, Escritos 2742. “… Llevado por el ímpetu de aquella caridad encendida con llama divina en la ladera del Gólgota, y saliendo del lado del Crucifijo para abrazar a toda la familia humana…”.

[19] Cardenal José Tolentino de Mendonça, Homilía sobre la memoria de San Daniel Comboni, Roma 10 de octubre de 2020.

Peregrinación misionera virtual con Comboni

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Querid@ amig@,

¿Tienes lista la mochila? Hemos preparado una peregrinación misionera virtual. No te asustes, no vamos a caminar 30 km cada día (bueno si tú quieres…). Lo que sí vamos a necesitar son mentes y corazones llenos de pasión, ¿contamos contigo?

¿QUÉ ES UNA PEREGRINACION?

Peregrinar: Del latín. Peregrināri. 1. Dicho de una persona: Andar por tierras extrañas. 2. intr. Ir en romería a un santuario por devoción o por voto…

¿QUÉ VAMOS A HACER?

Visitar virtualmente 7 lugares que marcaron la vida de San Daniel Comboni, empezando en Italia y terminando en Sudán.

– Conocer la Misión Comboniana y a San Daniel Comboni, su fundador.

– Descubrir su pasión por Cristo, por la misión de la Iglesia y por el pueblo africano.

– Tener momentos de silencio, de oración y de encuentro.

– Preguntarnos cuál es nuestra misión allá donde estamos.

¿CUÁL ES EL RECORRIDO?

1. Limone Sul Garda (Italia)

2. Verona (Italia)

3. Tierra Santa

4. Roma

5. Río Nilo

6. Malbes (Sudán)

7. Jartúm (Sudán).

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¿QUIÉNES PUEDEN PARTICIPAR?

Todos aquellos que lo deseen.

¿CÓMO LO VAMOS A HACER?

• Debes inscribirte en el registro de peregrinos. Cuando lo hagas, podrás acceder al contenido de la primera etapa.

• En cada una de ellas vas a poder disfrutar de: paseo turístico virtual, testimonios misioneros, reflexiones, oraciones, algo de historia, muchas historias… y muy buen ambiente.

• Antes de pasar a la siguiente etapa tendrás que responder a un breve cuestionario. Esto te dará la llave de acceso para la siguiente.

¿QUÉ SE NECESITA?

• Un ordenador/computadora o un móvil/celular.

• Una hora, al menos, cada día (x 7 días). La peregrinación está diseñada para hacerla en 7 días, pero tranquil@, si necesitas más tiempo, los materiales estarán disponibles.

• Y sobre todo, muchísimas ganas de vivir esta experiencia.

¿HAY QUE PAGAR ALGO?

• ¡La gracia de Dios es GRATIS! Eso sí, si te ha servido, ¡invita a otros, no te lo guardes solo para ti!

¿Y POR QUÉ EMBARCARME EN ESTO?

Porque vale la pena vivir una aventura con Jesús y con Daniel Comboni. El misionero y profeta que fue más allá de su tiempo y de su tierra. Lo entregó todo por la misión y consagró toda su vida por un ideal: “Salvar África con África”.

Qué mejor compañero de viaje que alguien que recorrió en el s.XIX y sin avión, ¡3 continentes! Navegó por el Mar Mediterráneo; cruzó Europa en tren; recorrió los desiertos africanos en camello y las estepas rusas en trineo; si ¡hasta vio de cerca a los cocodrilos del Nilo y recorrió a pie muchos de los caminos de África! ¿Y todo esto por qué? Porque Daniel Comboni vivió con pasión la llamada a dar a conocer a Cristo a aquellos a quien la historia y la sociedad había dejado al margen.

¿Estás listo para embarcarte con él en esta aventura?

¡COMENZANDO LA MISIÓN: 3, 2, 1…!

Si estás interesado/a en participar:

Web informativa : https://t.co/oZmuYlfOVE

Inscripciones para peregrinación: https://t.co/ge6WNoxD5t