Laicos Misioneros Combonianos

Bodas de plata del Tangaza University College

LMC Kenia
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¡Hola a todos y todas! Como muchos sabéis estas últimas semanas he estado de visita en Kenia. Muchas son las cosas que he podido vivir en estos días y me gustaría compartir con vosotros algunas de ellas. Mi primera entrada será para contaros los primeros días en Nairobi cuando pude participar en las bodas de plata del Tangaza University Collage.

En primer lugar quiero agradecer a la comunidad de las misioneras combonianas que me acogió en esos primeros días mientras participaba en el Silver Jubile del Tangaza University College. Y a la Hermana Teresita con la que estuve todos estos días y me fue mostrando y contando la historia de esta Obra. Compartimos unos días bonitos donde pudimos tener algunas conversaciones y conocer un poco mejor la realidad de Kenia y con el resto de las hermanas sobre Sudan del Sur.

El Tangaza University College nació hace ahora 25 años. Una iniciativa pionera en muchos sentidos y sobre todo inspiradora que la familia comboniana junto a otras congregaciones y mucho personal llevan adelante.

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En particular estos días se celebró el 3rd Annual African Conference on Social Entrepreneurship donde hubo conferencias y mesas redondas sobre el papel e importancia de los emprendedores sociales en África y en Particular en Kenia.

Kenia es un país con muchas dificultades económicas y con una tasa muy alta de desempleo, especialmente entre los jóvenes. Esta realidad que las macro cifras nos arrojan contrasta con todo lo hablado estos días. La conferencia fue un lugar donde compartir experiencias y desafíos entre un buen grupo de emprendedores. Personas con iniciativa y muchas ideas que quieren cambiar el país.

El emprendimiento social va más allá del interés por sacar un negocio adelante y conseguir lucro. La generación de riqueza en el país y su repercusión en la sociedad son dos columnas centrales para ese tipo de emprendedores.

Todos sabemos lo importante de invertir en educación o sanidad en un país pero esto es solo un primer paso. En un segundo momento entra en juego el desafío de la sociedad civil para generar riqueza justa para todos. Generar un desarrollo que permita una mejor alimentación, mejores transportes, una mejor agricultura que satisfaga las necesidades de las personas, infraestructuras y en definitiva elevar el nivel de vida de la población, el nivel de atención sanitaria para todos y cuidando a la vez el medio amiente pues es la única manera de garantizar un futuro mejor para todos.

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De todo ello trató estos días. Tan interesantes las conferencias plenarias como las mesas redondas que se desarrollaron. Y de manera paralela la exposición de pequeñas empresas que se van abriendo campo en este sector y los contactos que se pudieron hacer entre personas interesadas en abrir nuevos negocios que solucionen problemas reales.

Se insistió mucho que los problemas de África solo serán solucionados por los africanos. Muy en consonancia con San Daniel Comboni que hace ya casi dos siglos hablada de “Salvar África con los africanos”.

Todo ello también me hizo pensar mucho sobre nuestro estilo de misión, sobre nuestras prioridades misioneras como familia comboniana y en especial como laicos. Sin duda, en nuestra condición de laicos estamos muy cercanos a esta realidad. Y si bien es verdad que no todo el mundo vale para ser emprendedor es cierto que nuestra labor misionera debe seguir creciendo en este aspecto de ayudar a las poblaciones locales y en especial a los jóvenes a construir riqueza y desarrollo sostenible. Que no solo es importante estar en la educación, sanidad o en temas sociales, también el desarrollo económico de las sociedades y comunidades locales debe ser una prioridad en nuestro planteamiento misionero, en nuestra formación, en nuestra promoción vocacional.

Está claro que el trabajo sigue siendo mucho y todos los dones son pocos para ponerlos al servicio de los más necesitados.

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Un saludo

Alberto de la Portilla. LMC

Damas y Colaboradores Combonianos

LMC Mexico
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Extraordinarios en su acción, bautizados y enviados

Haciendo eco al mensaje del Papa Francisco de vivir un tiempo extraordinario en el mes de octubre,  en el cual se celebra la Jornada Mundial de las Misiones, el Seminario Comboniano de San Francisco del Rincón, Gto., realizó la reunión anual de las Damas y Colaboradores Combonianos.

Procedentes de varios municipios del Estado de Guanajuato y de Jalisco, alrededor de 350 personas llegaron desde muy temprana hora para compartir este día de alegría, oración y encuentro entre todos los presentes: sacerdotes y hermanos combonianos, seminaristas, religiosos, laicos y sobre todo, amig@s que comparten la misma pertenencia filial a Dios como un acto eclesial,  que es comunión,  y que es fuente de una vida nueva junto a tantos otros hermanos y hermanas. (Mensaje del santo Padre Francisco para la Jornada Mundial de las Misiones 2019). Una de las damas combonianas  expresó: “venir aquí, es sentirme en casa”.

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Ellos son como el mismo Papa Francisco lo dice, “Una Iglesia en salida hasta los últimos confines  y que exige una conversión misionera constante y permanente”. Tal vez, ellos no van a salir de su tierra a proclamar la misión, la Gran Obra de Misericordia de Jesucristo, pero están en constante salida para encontrar al otro y solicitar apoyo para los que son destinados a dar testimonio de la visión profética de la Iglesia en tierras lejanas.

Un gran ejemplo de esta iglesia en salida, de conversión constante y permanente,  es la Señora Macaria Bendita, dama comboniana del grupo de Dolores Hidalgo Gto, que por casi 50 años ha llevado su sobrecito a sus conocidos y amigos para invitarlos a rezar y a apoyar económicamente a las misiones. Comentó que ha sido una gran alegría para ella y su familia participar en esta obra.  

Posterior al momento de la bienvenida y el café, todas las personas fueron invitadas a escuchar los testimonios, y a participar en un momento de dinámicas y cantos misioneros. “Que hermoso es ver sobre los montes al mensajero que anuncia la paz”, (Is. 52,7). Estas palabras parecen tomar vida al observar los rostros de las damas y colaboradores combonianos que con gran atención y entusiasmo, escucharon los testimonios misioneros de los Padres Combonianos Mario Alberto Pacheco Zamora y José Arellano. Ambos padres tenían mucho que compartir de su experiencia y vida en las Filipinas y en Egipto, respectivamente.

Estos testimonios son fuente de alegría y deseos de seguir trabajando por la misión, comentó la misma señora Macaria.

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Durante uno de los momentos de la Eucarística, el Padre Enrique Sánchez reconoció, agradeció y exhortó la labor de las damas y colabores, diciéndoles: “Con su oración, sacrificio, trabajo, cariño y con esa monedita para las misiones que ustedes dan, son como las ruedas del carro, como una hormiguita que con su trabajo anónimo y discreto, no saben el bien que les hace a los misioneros,  les permite vivir la vocación sin preocuparse por el mañana; son lo que hace posible que los combonianos sigan adelante llevando la buena noticia a muchas naciones del mundo”.

Posterior a la Eucaristía siguió el compartir de los alimentos, la partida del pastel, las rifas y la música. Aquí se pudo observar la comunión y fiesta que este encuentro ocasiona. Les hace sentir importantes y reconocidos en su labor, y como dijo el Señor Armenta, colaborador del grupo de San Felipe, en familia.

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El ejemplo de estas damas y colabores combonianos nos invita a todos a reflexionar sobre nuestro propio significado de ser bautizados y enviados. Aquél importantísimo mensaje que hace 100 años el Papa Benedicto XV emitiera en la encíclica Maximum Iut, refiriéndose al mandato misionero Vayan por todo el mundo, proclamen gratuitamente el don que hemos recibido sin excluir a nadie, sigue teniendo gran relevancia en nuestra sociedad actual. No tenemos que anunciar el evangelio para hacer “conquistas” como en épocas de colonización, sino con la convicción de que nuestra adhesión de fe a Jesucristo, vivo y resucitado, es una riqueza para dar, para comunicar, para anunciar.

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Maricruz Torres Armenta

LMC San Francisco del Rincón

Octubre 2019

La oración del humilde atraviesa las nubes

oración
oración

Un comentario a Lc 18, 1-8 ( XXIX Domingo ordinario, 20 de octubre de 2019)

De la mano de Lucas, seguimos acompañando a Jesús en su camino hacia Jerusalén y seguimos recibiendo sus enseñanzas, con el objetivo de irnos transformando en verdaderos discípulos que quieren aprender de él y parecerse a él en pensamientos, palabras y acciones.

Lucas insiste en que uno de los rasgos de la vida de Jesús era su actitud orante, es decir, su constante y confiado diálogo con el Padre. En ese diálogo había escucha y silencio acogedor y respetuoso, alabanza gozosa, gratitud y también súplica perseverante.

De esto último es de lo que nos habla la parábola que leemos hoy sobre aquella viuda a la que un juez inicuo no quería escuchar, pero que al final se deja vencer por la sana “tozudez” y perseverancia de la pobre viuda.

La actitud de esta viuda es muy propia de las personas que viven en una gran necesidad y que no tienen otro recurso que el grito y la súplica perseverante, como hemos visto el domingo pasado con los diez leprosos. El grito de los leprosos y la tozudez de la viuda me recuerdan lo que dice el libro del Eclesiástico:

“El Señor es juez,

y para él el prestigio de las personas no cuenta.

No hace acepción de personas en perjuicio del pobre,

y escucha la oración del oprimido.

No desdeña la súplica del huérfano,

ni el lamento de la viuda.

¿No corren por su mejilla las lágrimas de la viuda

y su clamor contra el que las provocó?

La oración del humilde atraviesa las nubes

y su plegaria sube hasta las nubes,

Hasta que no llega a su término, él no se consuela.

No desiste hasta que el Altísimo lo atiende (Eclco 35, 12-21).

En esa misma línea se mueve el salmista cuando ora:

Levanto mis ojos a los montes:

¿de dónde me vendrá el auxilio?

El auxilio me viene del Señor,

que hizo el cielo y la tierra.

No permitirá que resbale tu pie,

tu guardián no duerme;

no duerme ni reposa

el guardián de Israel (Salmo 120).

Pienso que no hay que darle más vueltas. Si vivo la vida con un espíritu de auto-suficiencia orgullosa, estas palabras me parecerán ridículas. Pero si experimento algún tipo de pobreza y siento la necesidad de pedir ardientemente alguna gracia, la Biblia entera, Jesús mismo ( y mi propia experiencia) me dicen que mi grito perfora las “nubes” y que Dios no será sordo a mi súplica.

Dame, Señor, el espíritu de la viuda injustamente tratada, de Ana, la mujer de quien se reían todos por su esterilidad, de María y del mismo Jesús, para que, consciente de mi pobreza, sepa alzar mi corazón hacia Ti y confiar en tu amor y misericordia.

P. Antonio Villarino

Bogotá

Video Mes Misionero Extraordinario (III): Ser Testigos

MME

Compartimos el vídeo correspondiente a la 2ª semana del Mes Misionero Extraordinario en la que el Papa nos invita a todos los cristianos a ser Testigos de Jesucristo en medio de nuestro mundo.
Ser testigos de Jesús significa romper esquemas, eliminar las diferencias, y salir de nuestras comodidades para encontrarnos con el otro.

“Maestro, ten piedad”

Leproso
Leproso

Un comentario a  Lc 17, 11-19 (28º Domingo Ordinario, 13 de octubre de 2019)

En su camino hacia Jerusalén, Jesús se encuentra con diez leprosos, que, como sabemos, además de tener una muy seria enfermedad, vivían marginados de toda vida social. Les invito a imaginar esta escena y a reflexionar sobre su significado para nosotros hoy. De mi parte, se me ocurren las siguientes observaciones:

1.– El grito de los leprosos: “¡Jesús, Maestro, ten piedad de nosotros!”

Es el grito de un grupo de personas desesperadas, que no tienen ninguna salida en la vida, pero que, al saber que el Rabí de Galilea pasaba cerca,  ven un rayo de luz, se le abre una ventana de esperanza. Es una experiencia humana de mucha profundidad. ¿Nos hemos sentido así alguna vez? Sólo desde la experiencia de pobreza y necesidad total surge una verdadera oración de súplica. Y en ese caso no hace falta alargarse mucho en palabrerías y frases bien hechas. En esos momentos de necesidad profunda basta abrir el corazón y decir simplemente: “Señor, ten piedad”.

2.- La respuesta de Jesús:”¡Vayan a mostrarse a los sacerdotes!”.

Es lo que mandaba la Ley. Cumplirlo era a la vez sencillo y difícil. Sólo requería obedecer, ponerse en camino y creer que Dios se puede manifestar en las cosas más pequeñas. Pero eso mismo se nos hace frecuentemente difícil, porque pensamos que la solución a nuestros problemas tiene que venir de alguna decisión extraordinaria, cuando la solución posible está a la mano: cumplir con los mandamientos, ponernos en camino, aceptar las humildes mediaciones que están a nuestro alcance…

Para curar nuestras heridas personales, se nos puede pedir algo aparentemente insignificante (una confesión, la visita a un santuario, una obra de caridad). Lo importante no es la pequeñez de ese gesto o de ese rito. Lo importante es la fe que me permite, a través de esa pequeñez, confiar en Dios y ponerme en marcha.

3.- La reacción del samaritano:  “Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz, y, postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era un samaritano”.

El samaritano supo reconocer el don recibido, supo ver que la curación no era algo que él había merecido, sino un don gratuito. La gratitud es una virtud que diferencia al pobre del rico (orgulloso y pagado de sí mismo) . El rico (en dinero o en otros dones) piensa que todo le es debido, se lo merece; el rico nunca está contento con lo que tiene y piensa que todo debe girar en torno a él; como decimos vulgarmente, va como “perdonando la vida” a todos, incluso a Dios. Sin embargo, el pobre sincero, el que se reconoce creatura limitada y débil, como el samaritano, sabe que lo que tiene es don recibido. Por eso está siempre pronto a a agradecer y a vivir la vida como maravillado de tanto regalo.

4.- La observación final de Jesús: Vete, “tu fe te ha salvado”.

Como decíamos el domingo pasado, el leproso tuvo fe, es decir, supo “dar el corazón”, entrar en comunión con Jesús y esa comunión lo sanó, no sólo de su lepra, sino de su aislamiento, haciendo de él un “hijo amado”.

Señor, ten piedad de mí. Creo, pero aumenta mi fe.

P. Antonio Villarino

Bogotá