En Bangui, capital del desasosiego, donde los intereses y los interesados se enmascaran con el cotidiano de hombres y mujeres, niños y niñas, que siempre con una sonrisa y buena disposición iluminan las calles sin asfalto y llenas de agujeros por el tránsito desgobernado de coches, camiones, tanques de guerra, jeeps, motos, etc.
Sé que es tiempo de hablar de Amor, aunque para amar no hay tiempo, ni para perder, ni para contar, ni para marcar.
En realidad es que ¡empiezo, y pienso que no soy sólo yo, a estar saturada de palabras!
!Es urgente vivir de este Amor que tanto se habla, es urgente dejarnos transformar por Él, es urgente transpirarlo! ¡No podemos seguir filtrando lo que nuestro corazón no quiere ver! ¡Vivo actualmente, así le llamo, un Amor revuelto, sí porque me revuelve las entrañas!
Estoy en misión, mejor decir, estamos todos en misión, vivir es una misión, debemos ser responsables de nosotros, de los demás, de todo lo que nos rodea. Somos el pueblo escogido, portadores del Soplo de Dios. No podemos asfixiar el Soplo que nos hace vivir, sin Él morimos, o mejor dicho ¡no nacemos!
En este país que brilla como piedra preciosa para las miradas de codicia, y donde la mayor riqueza son los niños. Pues ellos gritan con su soplo precioso, simplemente: “déjenos vivir”.
Europa
Esta Navidad
Todavía recuerdo el olor mojado de la Navidad, del abrigo vestido, de las luces brillantes, reflejo de la interioridad de aquellos que viven por el espíritu del mayor amor.
Aquí es verano, el sol alumbra la magia de las sonrisas y de las lágrimas compartidas entre las visitas y las invitaciones a quedarse un poco más. El sol quema el paisaje y deja traslucir la humanidad de un pueblo no olvidado sino luchador, deja resplandecer el corazón y el alma de todos los que me reciben, de todos los que me llegan.
Aquí no siento el olor de los pinos verdes, ni el humo de la chimenea encendida. Aquí el olor es de gente humana y humilde que comparte todo lo que tiene contigo. Vivo rodeada de gente que, con el testimonio de sus vidas, hacer crecer la mía y juntos somos más de Dios. Un olor de espera y esperanza de que el mañana, aunque con dificultades, será mucho mejor que el hoy y una voluntad enorme de seguir adelante, sonriendo. Huela como la cocina no de quien prepara una gran cena, sino su corazón para recibir a Jesús.
Tengo tanto que aprender de ellos.
Me dejo todos los días conmover con el testimonio de sus vidas. Vidas compuestas por personas de carne y hueso, personas sin tener nada lo comparten todo, que me moldean las lágrimas y las sonrisas desde la aurora al atardecer. Personas que me tocan el corazón y me transforman. No desearía una Navidad diferente a esta, aquí encontré la familia que Dios soñó para mí. Esta Navidad sólo deseo ser refugio de los corazones que andan en busca de paz, en busca de Dios.
Y es que, a veces, olvidamos que la verdadera esencia de la Navidad y de nuestra vida está en el reconocimiento diario de que nuestra vida es un don y que, lo que hacemos de él, debería ser una opción diaria por el amor.
En esta Navidad olvida los regalos con grandes envoltorios y dónate, como tiempo para vivir y compartir con los que amas y busca el perdón junto a aquellos que han sido a lo largo del año un desafío para ti. Por aquí caminaré de casa en casa a visitar a aquellos que son y dan vida a mis días.
En esta Navidad que tu mesa sea abundante, no de una cantidad interminable de dulces, sino de amor, esperanza, cariño y unión. En esta Navidad, déjate ser luz en la vida de los demás y agente de reconciliación y paz. Déjate pertenecer y poblar por todos los que amas y que juntos puedan agradecer el don de la vida. En esta Navidad, permite que tu corazón humilde sea la cuna donde renacerá Jesús.
Es Navidad dondequiera que existe el coraje de soñar, donde existe la osadía de mantener despiertos los sueños de los ojos cerrados. Que la certeza del silencio interior te inspire a vivir un descubrimiento de Dios en ti, en los demás y en el mundo.
En esta Navidad, haré como hago todos los días y llevaré lo mejor de mí a Milagros y a sus hijos, a Marcelina, a Celia, a María, a Valentina, a Ariana y a sus hermanos, a Martin, a Luís y a tantos otros a los que mi corazón ardientemente me llama.
Votos de una Santa y Feliz Navidad
Con amor y gratitud,
Neuza Francisco, LMC Peru
Una familia en el templo
Un comentario a Lc 2, 41-52, Domingo de la Sagrada Familia, 30 de Diciembre del 2018
En este domingo primero después de Navidad, dedicado a la Familia de Nazaret como modelo de toda familia, la liturgia nos ofrece la lectura del famoso episodio que nos habla de “Jesús perdido y hallado en el templo”. En realidad es una reflexión sobre las relaciones de Jesús con sus padres “terrenos” y su “Padre” del cielo, así como la misión que el Padre le había encomendado, como hijo al mismo tiempo de María y del Padre Eterno.
Por otra parte el texto puede perfectamente servir de referente para la vida de una familia que quiera vivir al estilo de Jesús, María y José. Veamos algunas pequeñas observaciones:
-Los padres viajan cada año a Jerusalén “por la fiesta de Pascua”. Es decir José y María están plenamente integrados en la cultura y la vida religiosa de su pueblo. Una familia no es un ente aislado, sino que forma parte de un pueblo y participa de sus fiestas y de sus costumbres como una manera concreta de vivir abiertos a los demás. Como dice el Papa Francisco, esta familia “tiene el gusto espiritual de ser pueblo” y, poco a poco, los hijos se incorporan a esta pertenencia gozosa y amorosa. Para una familia cristiana es importante, no sólo ser un grupo de personas honestas y correctas, sino también formar parte de un pueblo y, concretamente, de la Iglesia como “pueblo de Dios”. Esa participación se muestra en cosas tan concretas como ir a misa los domingos, participar de la Navidad, la Semana Santa, etc.
-Padres e hijo aprenden dolorosamente que cada uno tiene su propia misión. Llega un momento que los padres de Jesús, como los de cualquier otro hijo o hija, comprenden que la persona del hijo no es igual a la suya, que su misión en la vida es personal y que puede tener inquietudes y cualidades diferentes a las suyas. Ese descubrimiento conlleva a veces dolor, ansiedad, búsqueda inquieta, diálogo franco y finalmente aceptación de la diferencia aunque no siempre se comprendan las cosas del todo.
-Mientras los padres “guardaban todo en el corazón”, el hijo “crecía en sabiduría”. Qué buen ejemplo de relación entre padres e hijos. Hay cosas de los hijos que los padres quizá nunca lleguen a entender, pero mantienen todo eso en el corazón, en un silencio respetuoso y lleno de amor, mientras el hijo emprende su propio velo en la vida, ganando en sabiduría, estatura y aprecio, cumpliendo la misión para la que Dios le ha llamado en esta vida.
Mientras tanto, aprovechemos esta fiesta para dar gracias a Dios por nuestras familias, orar por ellas y contribuir a construir familias donde todos podamos cumplir nuestra propia misión en la vida.
P. Antonio Villarino. Bogotá