Laicos Misioneros Combonianos

190° Aniversario del nacimiento de San Daniel Comboni

Daniel Comboni

“He venido a arrojar fuego sobre la tierra, ¡y cuánto quisiera que ya estuviera encendido!” (Lucas 12:49)

Tener el Fuego Vivo

Daniel Comboni

Introducción. Con la celebración del 190º aniversario del nacimiento de Daniel Comboni (Limone Sul Garda, 15 de marzo de 1831) y el 140º aniversario de su muerte (Jartum, 10 de octubre de 1881), se nos invita a celebrar nuestra memoria carismática y a invocar la fuerza de la presencia del Espíritu que iluminó su vida, desde el nacimiento hasta la muerte. Su beatificación (17 de marzo de 1996), de la que este año se cumple el 25 aniversario, fue un regalo carismático para toda la familia comboniana. En aquel momento[1], los consejos generales publicaron un mensaje y una carta conjunta para animar a los miembros de nuestra familia misionera a alegrarse y mirar espiritualmente hacia nuestro padre, en busca de inspiración y fecundidad para el servicio misionero. Finalmente, con su canonización, la Iglesia lo ha inscrito en el libro de los Santos, reconociendo la validez y actualidad del carisma misionero comboniano y proponiendo a San Daniel Comboni como modelo de vida y misión cristiana, ejemplo y paradigma de un compromiso misionero universal, que une a los distintos continentes y pueblos en la pasión por Dios y la Humanidad. Ya entonces, nuestros Consejos Generales nos dieron un mensaje[2] y una carta[3] invitándonos a mirar a San Daniel como testigo y maestro de la santidad a la que estamos llamados y de la misión que vivimos. Esta carta se inscribe en este movimiento de recuerdo y actualización del don carismático confiado a San Daniel y, en él, a todos nosotros: un don de Dios reavivado en cada generación comboniana.

Considerar las propias raíces. Recordar el nacimiento de San Daniel Comboni nos invita, en primer lugar, a considerar sus raíces familiares, eclesiales y sociales, que tanto influyeron en él y a las que volvía con frecuencia[4]. Su nacimiento tuvo lugar en medio de dificultades y limitaciones. Sus padres eran emigrantes que llegaron a Limone en busca de trabajo. Su padre, Luigi Comboni, había llegado a Limone desde Bogliaco en diciembre de 1818 a la edad de 15 años. Su madre, Domenica Pace, nació en Limone (31 de marzo de 1801), pero la familia procedía de Magasa, en las montañas. Luigi y Domenica se casaron el 21 de julio de 1826 en la iglesia de San Benedetto y tuvieron, según el registro de bautismo, seis hijos; a ellos hay que añadir dos gemelos muertos, que no pudieron ser bautizados[5].

“Daniel Comboni creció en la modesta casa de Tesol con sus padres, viviendo las alegrías y las penas de la familia. De sus hermanos sólo sobrevivieron Vigilio (1827-1848) y Marianna (1832-1836)”[6].. Sentía un gran afecto y estima por su madre y su padre. Su madre murió el 14 de julio de 1858, durante su primer viaje a África, y fue con su padre Luigi con quien Daniel mantuvo una intensa correspondencia, en la que reconocía la religiosidad de sus padres y la influencia que tuvieron en su vida y en su vocación misionera. En estas cartas se encuentran los elementos humanos y cristianos que constituyeron el humus que hizo crecer la vocación y la misión de San Daniel (la llamada de la belleza del lago y de las montañas, el orgullo de la fe y de la vida cristiana, la devoción a la Cruz del Salvador, la contemplación de su amor y del Corazón traspasado, la pasión por Dios y por los más necesitados): “Ánimo, pues, mi amado padre, siempre tengo mi corazón vuelto hacia ti, hablo contigo todos los días, soy partícipe de tus aflicciones y preveo las delicias que Dios te tiene reservadas en el cielo. Anímate, pues: deja que Dios sea el centro de la comunicación entre tú y yo. Que Él guíe nuestras empresas, nuestros asuntos, nuestras fortunas, y que podamos disfrutar de que estamos tratando con un buen maestro, un amigo fiel, un padre amoroso”[7]. La celebración del 190° aniversario de su nacimiento nos ofrece una nueva oportunidad para acercarnos a él y a sus raíces familiares y eclesiales, reforzando la conciencia de nuestras propias raíces, como fondo espiritual que asegura la estabilidad de nuestras personalidades y la fecundidad espiritual de nuestra vida misionera. Y esta celebración nos da la oportunidad de profundizar, como familia comboniana, en el papel de Limone y de continuar la colaboración iniciada en la cuna de San Daniel Comboni.

Fidelidad en medio de la adversidad. La conmemoración del 140º aniversario de la muerte de Daniel Comboni nos invita a mirar su vida desde el momento supremo del don de sí mismo para la regeneración de África. En las cartas escritas en los últimos meses de su vida, aparece como un misionero rodeado de dificultades, pero arraigado en la fe: el hambre, la peste y la carestía, la falta de agua, la escasez de medios materiales para sostener las iniciativas misioneras, la enfermedad y la muerte de sus misioneros… En sus palabras, son “tiempos de desolación” en los que “desgraciadamente hay demasiados sufrimientos que aliviar”[8].

Frente a estas dificultades, Comboni permaneció anclado en su fe en Dios y en la visión misionera que inspiró y sostuvo su vida. “Soy feliz en la cruz, que llevada voluntariamente por amor a Dios genera el triunfo y la vida eterna”: estas palabras[9] encierran, en un momento crucial, el estado de ánimo de toda su vida. Esta vuelta al pie de la Cruz, a la contemplación del Corazón traspasado, donde todo comenzó, llena de luz y de coraje el tiempo de la vuelta al Padre, y está en el origen de la confianza y de la “valentía para el presente y, sobre todo, para el futuro”[10] que Comboni inculca a sus misioneros, en el momento del a-Dios: “¡Yo muero, pero mi obra no morirá!”[11].

Las dos fechas de la conmemoración que hacemos este año trazan un camino de vida, en el que la fuerza del Espíritu toma forma en la vida de San Daniel y hace perceptible y vivo un trocito del “amor ilimitado” de Dios[12]; se deja “formar” por el Amor que contempla, manteniendo la mirada fija en Jesús crucificado. San Daniel nos deja un testimonio que es generador de vida para nuestro hoy.

Entre nacer y morir. Celebramos estos aniversarios de la vida de San Daniel Comboni después de un año, 2020, marcado por la pandemia del coronavirus. Y el nuevo, 2021, ha comenzado en todo el mundo todavía bajo el signo de la incertidumbre y de la crisis sanitaria y económica. En la familia comboniana sufrimos las consecuencias de esta situación: hemos perdido a misioneros y misioneras que, tras años de trabajo misionero, nos enriquecían con su testimonio y que esperaban una vejez tranquila[13]; el ritmo de nuestras actividades se ha detenido y nuestros planes y proyectos han quedado suspendidos; las limitaciones en los viajes nos han puesto a prueba, desafiando nuestra creatividad para permanecer cerca de los pobres y de los últimos, de los que más sufren las consecuencias de la pandemia; nos sentimos incapaces de discernir un camino y un momento de salida y compartimos el sentimiento de pérdida y desconcierto que embarga a tantos de nuestros hermanos y hermanas.

Mirando a Daniel Comboni, en el arco de su vida y de su vocación misionera, entre su nacimiento y su muerte, vemos cómo, en el momento de la crisis y de la incertidumbre, supo reconocer y esperar las mociones del Espíritu, para revisar sus planes y renovar su compromiso misionero, para abrazar la Cruz y las dificultades, para ver en ellas el signo de una presencia amorosa y de una acción misteriosa de Dios, de una hora divina con su promesa de vida renovada. En todas estas situaciones, se deja atraer por el Amor de Dios por África y no se asusta si forma parte de un grupo muy reducido; persevera, sueña, se arriesga y es capaz de ofrecer su vida, sin medir sus esfuerzos. De él aprendemos las actitudes que necesitamos para vivir este tiempo nuestro, tan incierto, como una hora de Dios: la paciencia y la fidelidad a la vocación misionera; la capacidad de ponernos en juego con creatividad, poniendo siempre a las personas y a Dios en el centro; el sentido de comunión (ser cenáculo) que nos mantiene unidos y fortalece nuestra identidad carismática y nuestra vocación misionera en la Iglesia de hoy.

Daniel Comboni nos exhorta a no dejar que el peso del covid y los efectos negativos del distanciamiento físico nos encierren en nosotros mismos; a superar la competencia y el conflicto, recuperando el espíritu de colaboración entre laicos, hermanas, hermanos, sacerdotes; a hacer crecer el sentido de comunión y la jovialidad de la convivencia que Comboni recomendaba a los suyos; a mantener viva la esperanza incluso en la oscuridad, redescubriendo la fuerza del cuidado y la recuperación; aceptar los cambios que se están produciendo y ver oportunidades donde otros ven el fracaso; tomar el nacimiento y la muerte como puertas de entrada, desafíos a la creatividad y oportunidades para apoyarnos mutuamente; ver las pérdidas (de vidas, empleos, salud y seguridad económica…) como oportunidades de conversión y apoyo entre nosotros, individuos, familias y comunidades. En la pandemia nos hemos mantenido en comunión, hemos intercambiado información y hemos iniciado procesos como el Forum de la Ministerialid Social, cuyas reuniones se hacen vía zoom; la situación actual nos desafía a buscar nuevas formas para mantenernos unidos como familia comboniana y enfrentar juntos los momentos difíciles y los cambios y continuar los procesos de colaboración[14].

La luz del testimonio de San Daniel Comboni ilumina el discernimiento que lo que estamos viviendo nos llama a hacer para el futuro inmediato, que no será una simple vuelta al pasado que conocemos. Nos ofrece los criterios para asumir los valores que nos son queridos, la amistad y el afecto de la familia y los amigos; para comprender el destino común de la humanidad, amenazada por la pandemia y la catástrofe ecológica; para comprometernos en la transformación social (desde el cambio climático hasta el cuidado de la casa común y la salud para cada persona…) aportando nuestra contribución con creatividad, renunciando a lo superfluo y favoreciendo la solidaridad.

Estas actitudes están arraigadas en la fe, en el “fuerte sentimiento de Dios” y en el “vivo interés por su Gloria y por el bien de las personas”, especialmente de los empobrecidos y marginados, que son el antídoto que San Daniel sugiere para contrarrestar el estrés de la pandemia y la incertidumbre de los tiempos que vivimos. Nos inspira a mirar el mundo y los acontecimientos que vivimos con el “puro rayo de la fe”[15] y nos advierte que el misionero que no tenga esta visión “acabaría encontrándose en una especie de vacío y de aislamiento intolerable”[16]. Y nos indica el camino para permanecer en la fidelidad: “… mantener siempre la mirada fija en Jesucristo, amándolo tiernamente y esforzándonos por comprender mejor cada hora lo que significa un Dios muerto en la cruz…”[17]. Comboni habla de “una llama de fuego divino” que sale del Corazón traspasado y que el misionero recoge al pie de la cruz para llevarla a todas partes, como un fuego que alimenta su propio compromiso con la regeneración de las personas y la transformación de las sociedades en las que vive[18].

Mantener este fuego vivo. El recuerdo del nacimiento y de la muerte de San Daniel Comboni nos recuerda que el mayor desafío que tenemos en este momento es precisamente éste, mantener vivo el fuego, mantener encendida esta llama divina en nuestros corazones y “sentir la belleza de la paternidad espiritual de San Daniel, que tenía un corazón ardiente y (…) fue capaz de encender proféticamente el fuego del Evangelio, superando fronteras (…), incomprensiones, visiones limitantes, concretando una visión misionera innovadora”. La fidelidad a Daniel Comboni se juega en “permanecer en el camino inaugurado por él” y en “creer en la fuerza del fuego, del Espíritu (…) que desciende sobre nosotros para hacernos valientes frecuentadores del futuro”[19].

Consejos Generales de las SMC, MSC, de los MCCJ y el Comité Internacional de los LMC


[1] Carta del 23 de febrero de 1996, para el Día de la Reconciliación. El mensaje Mirando la roca de la que fuimos tallados es del 6 de abril de 1995.

[2] Don para acoger y profundizar del 15 de marzo de 2003.

[3] Daniel Comboni, testigo de santidad y maestro de misión del 1 de septiembre de 2003.

[4] Tanto con sus visitas a la casa donde nació en Limone como, sobre todo, con sus cartas a sus padres, a su padre tras la muerte de su madre, a sus primos, a los párrocos y a los ciudadanos de Limone. La correspondencia de Daniele Comboni con su padre contiene 31 cartas. La primera fue escrita desde El Cairo el 19 de octubre de 1857, la última el 6 de septiembre de 1881, un mes antes de su muerte.

[5] Positio, Roma 1988, Vol. I, p. 14.

[6] Mario Trebeschi y Domenico Fava, San Daniele Comboni e Limone, Limone sul Garda 2011, p. 39.

[7] Daniel Comboni, Escritos 188.

[8] Daniel Comboni, Escritos 6631.

[9] Carta a Sembianti, Escritos 7246.

[10] En los Anales del Buen Pastor del 27 de enero de 1882.

[11] John Dichtl, carta al cardenal Simeoni del 29.9.1889.

[12] Daniel Comboni, Homilía de Jartum, Escritos 3158.

[13] En la primera oleada de la pandemia murieron 13 combonianas en Bérgamo. En la segunda oleada, entre el 8 de noviembre de 2020 y el 10 de enero de 2021, murieron 20 combonianos en Castel d’Azzano; y luego otros en Milán, Ellwangen (Alemania), Guadalajara (México) y Uganda; para un total de 35. En total, a finales de enero de 2021, había 48 combonianos víctimas de Covid-19.

[14] Los miembros de la Comisión de la Familia Comboniana, durante la preparación del Foro de Ministerialidad Social, reflexionaron juntos sobre este tiempo como una gran oportunidad para nuevas formas de encuentro, a la espera de tiempos mejores para encontrarse en persona. Para mantener vivo el proceso, se programaron dos seminarios web. El primero, en diciembre, se inscribieron 279 personas, en representación de toda la familia comboniana del mundo.

[15] Daniel Comboni, Homilía en Jartum, Escritos 2745.

[16] Daniel Comboni, Reglas de 1871, Capítulo X.

[17] Daniel Comboni, Reglas de 1871, Capítulo X.

[18] Daniel Comboni, Plan de regeneración de África, cuarta edición, Verona 1871, Escritos 2742. “… Llevado por el ímpetu de aquella caridad encendida con llama divina en la ladera del Gólgota, y saliendo del lado del Crucifijo para abrazar a toda la familia humana…”.

[19] Cardenal José Tolentino de Mendonça, Homilía sobre la memoria de San Daniel Comboni, Roma 10 de octubre de 2020.

Mi año de misión como laica en Colombia (III)

LMC Colombia

(Tercera parte del testimonio que os enviamos en tres momentos diferentes)

La Realización De Una Casa Un Poco Más Digna

LMC Colombia

Dentro de los niños que iniciaron el apoyo escolar se encontraba dos hermanitos Dibisay y Javier, ellos vivían con su mamá en una casa que estaba al otro lado de un caño de aguas negras y se encontraba en condiciones precarias; vivienda hecha con Zinc reutilizado, tejado con goteras, piso de tierra, un inodoro y una teja de Zinc prestaban el servicio del baño, una tina de bebé que hacía de lavadero y lavaplatos, una cocina en un barranco y un puente en palo que estaba a punto de caerse.

La primera vez que fui a esta casa me dio mucha nostalgia por las condiciones en las que vivían los niños, su madre ama de casa y su padre un maestro de construcción que trabaja en Ibagué. Un día hable con Vane y le comente la situación, entonces decidimos hacer un video de la casa y subirlo en redes sociales para que nuestros familiares, amigos o amigos de amigos se unieran a la causa de darle una vivienda más digna a estos niños.

Al principio no imaginamos el impacto que iba tener el video y pensábamos que íbamos a recoger dinero para hacer el baño, o quizás para cambiar el tejado, o para comprar un lavadero… Pero siempre he dicho que mi Dios manifiesta su amor cuando haces cosas que no le hacen daño a nadie, de esta manera reunimos casi 7 millones y junto con algunas personas que sabían de construcción en el barrio durante todo el mes de julio se estuvo trabajando en el proyecto que denominamos “la casa de Dibi”, se lograron levantar cimientos, construir toda la fachada frontal de la casa, cambiar un tejado, hacer una cocina, hacer un baño,  realizar dos cuartos uno en material y el otro de Zinc, cambiar el puente para ingresar a la casa y la  instalación de tuberías.

Esta vivienda nos permitió a nosotras aprender los nombres de los materiales de construcción, aprender a hacer mezclas de cemento, a cortar madera, a poner las tablas del puente, a revisar la calidad del material, a lidiar con los maestros de construcción. Se terminó otra obra con todo el amor, con muchos aprendizajes y con una vivienda en mejores condiciones para los niños.

Nuestro Emprendimiento Del Barrio

En el mes de septiembre al Padre Franco le avisaron que iba llegar una ayuda económica de parte de los Combonianos, para familias del barrio que se vieron afectadas por la COVID-19. Nosotros en reunión con el equipo de misión quisimos convertir este dinero en algo sostenible y no en algo asistencial. Así que hicimos una convocatoria de algunas personas que conocíamos que no tenían trabajo e iniciamos unos grupos de reunión donde compartíamos habilidades en la cocina, inicialmente eran 15 personas, en cada encuentro del sábado fueron quedando menos. Cuando ya quedó un grupo de 6 personas (Darilys, Lucero, Sra. María, Don Cicerón, Don José María y la Sra. Claudia), después de analizar un poco los productos realizados y la demanda en el barrio, se decidió que desde el primer sábado de octubre empezaríamos la venta de empanadas de pollo, ese día se hicieron 45 empanadas y cada sábado aumentamos la producción llegando el 14 de noviembre a vender 90 empanadas, además de la apertura de un punto de venta que se encomendó a Dios. Esta microempresa nos ha permitido entrelazar amistades, confianza, risas y trabajo en equipo, en la búsqueda de un emprendimiento con personas que quieren salir adelante.

Gratitud Por La Misión

Finalizo este reporte de mi año misión dando las gracias a mi Dios por todas las personitas que desde la distancia me han apoyado; desde Luz Dary por su aporte económico para el compartir de navidad de los niños de bajito de Vaqueria, por el chocolate con pan de los vecinos de la oración de la cuadra y  al Proyecto Dibi, a Diego Montilla y mi primo Edwin Vargas en la primera edición del video que fue de gran ayuda en la recolección de fondos para la casa de los niños y en  la edición del segundo video de la casa finalizada de los niños,  a mi familia por su apoyo, su amor, comprensión y por aportarme dinero para mis gastos, a mi familia espiritual y a mi equipo de Laicos Combonianos de Colombia por aportarme dinero para mi arriendo, alimentación o de mi plan de celular. Gracias de corazón porque sin ustedes no hubiera sido posible sostenerme emocionalmente y económicamente durante este año. Gracias  a mi Marisol y a mi Vane por ser coequiperas de cada idea, de cada paseo,  de cada refuerzo escolar, Dios me premio con su presencia. Una misión cargada de un 90% risas, proyectos, sueños, amor y bendiciones, un 5% de lágrimas ante aquellas personas que no son tan buenas y me trataron mal y un 5% de miedo ante los disparos que se escuchaban a cuadras de la casa.

LMC Colombia

 Alexandra Garcia, Grupo LMC Colombia

Mi año de misión como laica en Colombia (II)

LMC Colombia

(Segunda parte del testimonio que os enviamos en tres momentos diferentes)

LMC Colombia

Coro y catequesis de primera comunión:

Iniciamos junto con el Hno. Pontien un coro, y a su vez también me comprometí a ser catequista de un grupo de 17 niños que querían recibir su sacramento de primera comunión, pero el impulso duro dos fines de semana porque nuestro país entró en cuarentena por la COVID-19, un poco inseguros y asumiendo una realidad que creíamos iba a ser pasajera se convirtió en 7 meses donde se permitía las reuniones grupales con un número limitado de personas y donde sostener algo virtual no era una posibilidad por las condiciones en la que viven un grupo significativo de familias del sector.

Oración En La Cuadra

En las primeras semanas de la cuarentena surge la idea del equipo misión de organizar alguna actividad que permitiera unirnos con los vecinos y fortalecer el área espiritual, y a esta nueva idea la llamamos la “Oración de la cuadra”, convocamos a los vecinos y al Sr Robinson que pertenecía a una religión diferente junto con su familia.

Un jueves del mes de marzo empezamos a convocar a vecinos a que salieran de su casa y nosotras con Vane animábamos los cantos con el cununo y el Bombo (un proceso de aprendizaje). Cada semana dos vecinos se hacían cargo de la lectura bíblica y de su reflexión, adicional se ponía una caneca en el centro de la cuadra donde cada vecino aportaba algo de mercado para ayudar a una de las familias que participaban de la oración. Esta actividad generaba emoción y daba tranquilidad porque confiábamos en que Dios nos iba a proteger de la COVID-19.

Duramos tres meses reuniéndonos desde las puertas de nuestras casas para que una vez en la semana en las horas de la tarde compartíamos el evangelio y algunos detalles de alimentos que llegaban a nuestro barrio. De esta manera nos fuimos conociendo con nuestras vecinas Karen, Luna, Laura, Yolanda, don José y su Familia, don Esau (que prestaban las extensiones y el micrófono), Alexandra y su pequeño Juan (prestaban el Sonido), la Sra Sandra (que permitió conectar el sonido en su casa), la Sra María, etc.

Mercados Llenos De Solidaridad

A mediados del mes de abril recibimos una donación económica para dar mercados a 35 familias afectadas por la COVID-19, se seleccionaron familias AFRO del barrio, que fueron postuladas por el grupo afro que lidera el padre Franco desde hace ya más de 4 años. Este mercado contenía una oración por dentro para que las familias dieran gracias a Dios por las personas que habían aportado dinero dentro y fuera del país para la compra de esos mercados. Actividad que nos permitió conocer más familias que vivían dentro y fuera de nuestro barrió.

Terminación De Mi Contrato

Mi contrato era por tres meses, y cuando se terminó el contrato no había posibilidad que lo renovaran, dio un tris de susto pero gracias a Dios esos meses me fueron liquidados y con ese dinero podía sostenerme durante dos meses más. Luego vino mi cumpleaños y recibí dinero de mi familia de sangre y de mi familia espiritual (comunidad Señor de los Milagros de Tauramena/ Casanare). De esta manera pude sostenerme hasta el mes de julio.

La Donación De Una Impresora y acompañamiento escolar

Finalizando el mes de abril, una familiar de Vanesa nos donó el dinero para comprar una impresora y de esta manera ayudar a algunas familias del barrio con la educación virtual de los niños, nos contactamos con profesores de grado segundo y tercero de la Institución Educativa Buenos Aires, y con un grupito de cinco niños (Dibisay, Juan Sebastián, Jhovanni, Laura y Javier) inicie en el apartamento un acompañamiento escolar, estos niños eran dos de grado segundo y tres de grado tercero. Ellos venían al apartamento en el horario de la mañana y de la tarde nos propusimos trabajar muy juiciosos para quedar nivelados, para finales del mes de junio la meta se alcanzó y de premios hicimos un picnic.

Los requisitos que cumplían estos cinco niños eran los siguientes:

  • Que su familia no tuviera acceso a datos de internet.
  • No contar con la ayuda de una persona que le explicara los temas.
  • Deberían venir siempre bañados, con ropa limpia y desayunados y/o almorzados.
  • Cumplir con el horario 10 am a 12 pm y de 1:30 a 5:00pm.
  • Dejar su maleta con todos los útiles en mi casa así ellos no cargaban su maleta todos los días (me aseguraba que siempre teníamos todos los materiales para trabajar).
  • Dejar limpio el espacio del apartamento donde realizábamos las tareas.
  • No faltarse al respeto.
  • Comportarse como niños inteligentes para aprender y sacar buenas notas.

Adicional a esto, gracias a la impresora 10 familias recogían guías impresas después de las cinco de la tarde, para que los niños pudieran trabajar desde su casa. Un niño venía una vez a la semana para que yo tomara las evidencias de las actividades resueltas y lo enviara a la directora de grado.

A partir del mes de julio ingresaron dos niñas nuevas al refuerzo escolar (Jondarlys y Sharick), ellas también estaban atrasadas y estaban en grado tercero, entonces habilite un horario en la mañana de 8:30 am a 12:00 pm y en la tarde recibía solo tres niños, porque al quedar nivelados Laura y Juan Sebastián empezaron a trabajar desde su casa las dos guías diarias que enviaban los profesores. En ese mes de julio, iniciábamos una obra de una casa y Marisol (Laica) apoyaba el refuerzo escolar desde la casa de ella. En agosto retomé el apoyo escolar con tres niños nuevos en el horario de la mañana (Paula, Shari y Adrián) dos de grado segundo y uno de tercero, y en la tarde se atendían todos los niños de tercero que estaban al día con tareas, para ese entonces eran 5 niños, a partir de este mes algunos padres de familia de acuerdo a sus necesidades me hacían un aporte de 15 o 20 mil pesos semanales y de esta manera me ayudaban con mis gastos.

Iniciando el mes de septiembre el grupo se amplió, ahora tenía 6 niños en la mañana (Shari, Jordanys, Gabriela, Nicol, Paula), que pertenecían a cursos diferentes; primero, segundo, cuarto, quinto y sexto. Ahí tuve que buscar alguien que me apoyara y Dios envió a Natalia una chica del barrio que tenía 20 años y había trabajado ya con niños. El grupito de la tarde se amplió y ahora eran 6 niños (Jhovanni, Adrian, Jondarlys, Luis Ferney, Javier y Victoria). Los procesos aquí se tornaban más retadores porque Jordanys y Shari no sabían leer y nos propusimos iniciar el proceso de enseñanza de lecto-escritura.

Para finales del mes de octubre ingresó el niño Elvin de grado tercero de otra institución, el reto era ayudarle a salvar el año, de esta manera para la segunda semana del mes de noviembre se finaliza este proceso con dos niños en la mañana y con cuatro en la tarde. Solamente Jhovanni de 9 años estuvo desde el principio hasta el finalizar esta experiencia.

El apoyo escolar se convirtió en un proceso donde algunos niños aprendieron a leer, escribir, hacer compresión lectora, a colorear y a trabajar de forma juiciosa para cumplir con las metas diarias. Fueron meses de risas, de tensión, de tolerancia a la frustración, de paseos (cada mes hacíamos una integración con los niños que estaban), un proceso donde ayudas a los niños a no perder un año escolar, hacer trabajos de buena calidad, fueron meses de amor y de detalles. Estos niños le dieron sentido a mi misión porque sus ocurrencias, sus personalidades le daban sentido a mis semanas. Dios los bendiga a cada uno de ellos, a sus familias y los cubra de cualquier mal.

Alexandra Garcia, Grupo LMC Colombia

Experiencia misionera en la Iglesia Católica de San Pablo de Akonoma, Cape Coast (República de Ghana) del 21 de diciembre de 2020 al 4 de enero de 2021.

LMC Ghana
LMC Ghana

Nuestro capellán, el Rev. P. Leopold Adanle, en su afán por fomentar nuestra formación, sugirió a nuestro grupo hacer una experiencia de unos días en Manigri, Benín. Más tarde, tras el Consejo Provincial, se acordó hacer la experiencia en Cape Coast, Ghana.

Tuvimos que dejar a nuestras familias para celebrar las fiestas de Navidad lejos de nuestro hogar. Muy temprano, el 21 de diciembre de 2020, Frank Amenyo y Justin Nougnui emprendimos el viaje desde nuestras distintas zonas para reunirnos con Christian Wotormenyo en Accra. Desde Accra, los tres tomamos un coche para Cape Coast. Cape Coast está a unos 300 km de nuestras ciudades.  El párroco, el reverendo P. Bonaventure Gnaha, vino a buscarnos a la estación de camiones para llevarnos a nuestra misión, la iglesia católica de San Pablo de Akonoma. La experiencia fue en dos aspectos, con la Comunidad parroquial y con nuestra Comunidad LMC.

1. La experiencia con la comunidad eclesial

Nuestro servicio consistió en animar la Iglesia de Akonoma. Nos trasladamos de casa en casa a la búsqueda de los miembros de la iglesia que habían dejado de venir a la iglesia. Ninguno de los tres conocía el fante, la lengua local de la zona. Dos de nosotros podíamos decir muy pocas palabras en fante. Nos desplazamos con un intérprete. Tuvimos la gracia de visitar a algunos miembros ancianos y enfermos de la iglesia y también de la comunidad de Akonoma. Después de la visita a las casas, planificamos reuniones con las distintas organizaciones de la iglesia para dar formación y consolidarlas. Disfrutamos de las fiestas de Navidad. Los días 24, 25, 27, 31 de diciembre, 1 de enero y 3 de enero, que fueron la vigilia de Navidad, el día de Navidad, la fiesta de la Sagrada Familia, la vigilia de Año Nuevo, la solemnidad de María, Madre de Dios y la solemnidad de la Epifanía, estuvimos animando a la comunidad parroquial. Los reverendos Padres, Buenaventura, José y Antonio nos fueron acompañando en las distintas celebraciones. La noche del 31, vigilia de año nuevo, la Escuela de Jesús, una asociación de niños realizó una representación nocturna.

2. La comunidad LMC

Cada mes nos hemos ido reuniendo. Pero durante esta experiencia, los tres tuvimos la oportunidad de vivir juntos.

a. Vida de oración

Teníamos nuestro horario diario. Rezábamos los Laudes por la mañana, leíamos el Evangelio del día con un comentario, una Historia de la Vida de San Daniel Comboni escrita por Bernard Ward. Después del desayuno, teníamos nuestras actividades internas o en el exterior. A las 12:30, teníamos el almuerzo seguido de la siesta. Por la tarde teníamos las actividades, a las 6:30 rezábamos las Vísperas y cenábamos. Todos los días, antes de la oración de la noche, reflexionamos sobre las actividades del día y planificamos el día siguiente.

b. División del trabajo

Cocinábamos nosotros mismos, servíamos las comidas y lavábamos los platos. A veces íbamos a buscar agua nosotros mismos, otras veces nos ayudaban los jóvenes. Cada uno tenía una responsabilidad, el Sr. Wotormenyo como coordinador del equipo, el Sr. Amenyo como ecónomo y el Sr. Nougnui de secretario.

c. Promoción vocacional

Hablamos de la Familia Comboniana en general cuando nos encontramos con algunos miembros activos de Akonoma. Hicimos hincapié en los LMC, quiénes son, los requisitos para ser LMC, las actividades de los LMC. Lo mismo hicimos cuando asistimos a la reunión del Comité Litúrgico de la parroquia. También aprovechamos para visitar a un grupo de Amigos de Comboni en la Iglesia Católica de San Pablo de Nkanfoa. Ahora en nuestra provincia, ser miembro del grupo de Amigos de Comboni, es uno de los requisitos para entrar en los LMC. Charlamos con los miembros y les animamos a seguir avanzando hacia los LMC. Prometimos estar en contacto con ellos para acompañarlos en el camino a seguir.

d. Los desatendidos

La visita de casa en casa nos mostró la realidad de los desatendidos y abandonados. Algunos ancianos y enfermos estaban un poco olvidados. Para continuar con el aspecto caritativo de la Iglesia, creamos a partir del Consejo parroquial el Comité de Bienestar. Su función es esencialmente buscar a los enfermos, encontrar “la oveja perdida” y también asistir a los miembros que están de duelo.

Estamos muy agradecidos por la oportunidad que se nos ha brindado. Damos las gracias al Consejo Provincial, a nuestro capellán, al párroco de la iglesia católica de San Pablo de Nkanfoa y a la comunidad eclesiástica de Akonoma por ayudarnos a responder a nuestra vocación. Esta experiencia misionera ha fortalecido nuestra fe y nos ha motivado a continuar nuestro camino tras las huellas de San Daniel Comboni.

Justin Nougnui, coordinador LMC.

Mensaje del santo padre Francisco para la cuaresma 2021

Papa Francisco

«Mirad, estamos subiendo a Jerusalén…» (Mt 20,18).
Cuaresma: un tiempo para renovar la fe, la esperanza y la caridad.

Papa Francisco

Queridos hermanos y hermanas:

Cuando Jesús anuncia a sus discípulos su pasión, muerte y resurrección, para cumplir con la voluntad del Padre, les revela el sentido profundo de su misión y los exhorta a asociarse a ella, para la salvación del mundo.

Recorriendo el camino cuaresmal, que nos conducirá a las celebraciones pascuales, recordemos a Aquel que «se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz» (Flp 2,8). En este tiempo de conversión renovemos nuestra fe, saciemos nuestra sed con el “agua viva” de la esperanza y recibamos con el corazón abierto el amor de Dios que nos convierte en hermanos y hermanas en Cristo. En la noche de Pascua renovaremos las promesas de nuestro Bautismo, para renacer como hombres y mujeres nuevos, gracias a la obra del Espíritu Santo. Sin embargo, el itinerario de la Cuaresma, al igual que todo el camino cristiano, ya está bajo la luz de la Resurrección, que anima los sentimientos, las actitudes y las decisiones de quien desea seguir a Cristo.

El ayuno, la oración y la limosna, tal como los presenta Jesús en su predicación (cf. Mt 6,1-18), son las condiciones y la expresión de nuestra conversión. La vía de la pobreza y de la privación (el ayuno), la mirada y los gestos de amor hacia el hombre herido (la limosna) y el diálogo filial con el Padre (la oración) nos permiten encarnar una fe sincera, una esperanza viva y una caridad operante.

1. La fe nos llama a acoger la Verdad y a ser testigos, ante Dios y ante nuestros hermanos y hermanas.

En este tiempo de Cuaresma, acoger y vivir la Verdad que se manifestó en Cristo significa ante todo dejarse alcanzar por la Palabra de Dios, que la Iglesia nos transmite de generación en generación. Esta Verdad no es una construcción del intelecto, destinada a pocas mentes elegidas, superiores o ilustres, sino que es un mensaje que recibimos y podemos comprender gracias a la inteligencia del corazón, abierto a la grandeza de Dios que nos ama antes de que nosotros mismos seamos conscientes de ello. Esta Verdad es Cristo mismo que, asumiendo plenamente nuestra humanidad, se hizo Camino —exigente pero abierto a todos— que lleva a la plenitud de la Vida.

El ayuno vivido como experiencia de privación, para quienes lo viven con sencillez de corazón lleva a descubrir de nuevo el don de Dios y a comprender nuestra realidad de criaturas que, a su imagen y semejanza, encuentran en Él su cumplimiento. Haciendo la experiencia de una pobreza aceptada, quien ayuna se hace pobre con los pobres y “acumula” la riqueza del amor recibido y compartido. Así entendido y puesto en práctica, el ayuno contribuye a amar a Dios y al prójimo en cuanto, como nos enseña santo Tomás de Aquino, el amor es un movimiento que centra la atención en el otro considerándolo como uno consigo mismo (cf. Carta enc. Fratelli tutti, 93).

La Cuaresma es un tiempo para creer, es decir, para recibir a Dios en nuestra vida y permitirle “poner su morada” en nosotros (cf. Jn 14,23). Ayunar significa liberar nuestra existencia de todo lo que estorba, incluso de la saturación de informaciones —verdaderas o falsas— y productos de consumo, para abrir las puertas de nuestro corazón a Aquel que viene a nosotros pobre de todo, pero «lleno de gracia y de verdad» (Jn 1,14): el Hijo de Dios Salvador.

2. La esperanza como “agua viva” que nos permite continuar nuestro camino   

La samaritana, a quien Jesús pide que le dé de beber junto al pozo, no comprende cuando Él le dice que podría ofrecerle un «agua viva» (Jn 4,10). Al principio, naturalmente, ella piensa en el agua material, mientras que Jesús se refiere al Espíritu Santo, aquel que Él dará en abundancia en el Misterio pascual y que infunde en nosotros la esperanza que no defrauda. Al anunciar su pasión y muerte Jesús ya anuncia la esperanza, cuando dice: «Y al tercer día resucitará» (Mt 20,19). Jesús nos habla del futuro que la misericordia del Padre ha abierto de par en par. Esperar con Él y gracias a Él quiere decir creer que la historia no termina con nuestros errores, nuestras violencias e injusticias, ni con el pecado que crucifica al Amor. Significa saciarnos del perdón del Padre en su Corazón abierto.

En el actual contexto de preocupación en el que vivimos y en el que todo parece frágil e incierto, hablar de esperanza podría parecer una provocación. El tiempo de Cuaresma está hecho para esperar, para volver a dirigir la mirada a la paciencia de Dios, que sigue cuidando de su Creación, mientras que nosotros a menudo la maltratamos (cf. Carta enc. Laudato si’, 3233;4344). Es esperanza en la reconciliación, a la que san Pablo nos exhorta con pasión: «Os pedimos que os reconciliéis con Dios» (2 Co 5,20). Al recibir el perdón, en el Sacramento que está en el corazón de nuestro proceso de conversión, también nosotros nos convertimos en difusores del perdón: al haberlo acogido nosotros, podemos ofrecerlo, siendo capaces de vivir un diálogo atento y adoptando un comportamiento que conforte a quien se encuentra herido. El perdón de Dios, también mediante nuestras palabras y gestos, permite vivir una Pascua de fraternidad.

En la Cuaresma, estemos más atentos a «decir palabras de aliento, que reconfortan, que fortalecen, que consuelan, que estimulan», en lugar de «palabras que humillan, que entristecen, que irritan, que desprecian» (Carta enc. Fratelli tutti [FT], 223). A veces, para dar esperanza, es suficiente con ser «una persona amable, que deja a un lado sus ansiedades y urgencias para prestar atención, para regalar una sonrisa, para decir una palabra que estimule, para posibilitar un espacio de escucha en medio de tanta indiferencia» (ibíd., 224).

En el recogimiento y el silencio de la oración, se nos da la esperanza como inspiración y luz interior, que ilumina los desafíos y las decisiones de nuestra misión: por esto es fundamental recogerse en oración (cf. Mt 6,6) y encontrar, en la intimidad, al Padre de la ternura.

Vivir una Cuaresma con esperanza significa sentir que, en Jesucristo, somos testigos del tiempo nuevo, en el que Dios “hace nuevas todas las cosas” (cf. Ap 21,1-6). Significa recibir la esperanza de Cristo que entrega su vida en la cruz y que Dios resucita al tercer día, “dispuestos siempre para dar explicación a todo el que nos pida una razón de nuestra esperanza” (cf. 1 P 3,15).

3. La caridad, vivida tras las huellas de Cristo, mostrando atención y compasión por cada persona, es la expresión más alta de nuestra fe y nuestra esperanza.

La caridad se alegra de ver que el otro crece. Por este motivo, sufre cuando el otro está angustiado: solo, enfermo, sin hogar, despreciado, en situación de necesidad… La caridad es el impulso del corazón que nos hace salir de nosotros mismos y que suscita el vínculo de la cooperación y de la comunión.

«A partir del “amor social” es posible avanzar hacia una civilización del amor a la que todos podamos sentirnos convocados. La caridad, con su dinamismo universal, puede construir un mundo nuevo, porque no es un sentimiento estéril, sino la mejor manera de lograr caminos eficaces de desarrollo para todos» (FT, 183).

La caridad es don que da sentido a nuestra vida y gracias a este consideramos a quien se ve privado de lo necesario como un miembro de nuestra familia, amigo, hermano. Lo poco que tenemos, si lo compartimos con amor, no se acaba nunca, sino que se transforma en una reserva de vida y de felicidad. Así sucedió con la harina y el aceite de la viuda de Sarepta, que dio el pan al profeta Elías (cf. 1 R 17,7-16); y con los panes que Jesús bendijo, partió y dio a los discípulos para que los distribuyeran entre la gente (cf. Mc 6,30-44). Así sucede con nuestra limosna, ya sea grande o pequeña, si la damos con gozo y sencillez.

Vivir una Cuaresma de caridad quiere decir cuidar a quienes se encuentran en condiciones de sufrimiento, abandono o angustia a causa de la pandemia de COVID-19. En un contexto tan incierto sobre el futuro, recordemos la palabra que Dios dirige a su Siervo: «No temas, que te he redimido» (Is 43,1), ofrezcamos con nuestra caridad una palabra de confianza, para que el otro sienta que Dios lo ama como a un hijo.

«Sólo con una mirada cuyo horizonte esté transformado por la caridad, que le lleva a percibir la dignidad del otro, los pobres son descubiertos y valorados en su inmensa dignidad, respetados en su estilo propio y en su cultura y, por lo tanto, verdaderamente integrados en la sociedad» (FT, 187).

Queridos hermanos y hermanas: Cada etapa de la vida es un tiempo para creer, esperar y amar. Este llamado a vivir la Cuaresma como camino de conversión y oración, y para compartir nuestros bienes, nos ayuda a reconsiderar, en nuestra memoria comunitaria y personal, la fe que viene de Cristo vivo, la esperanza animada por el soplo del Espíritu y el amor, cuya fuente inagotable es el corazón misericordioso del Padre.

Que María, Madre del Salvador, fiel al pie de la cruz y en el corazón de la Iglesia, nos sostenga con su presencia solícita, y la bendición de Cristo resucitado nos acompañe en el camino hacia la luz pascual. 

Roma, San Juan de Letrán, 11 de noviembre de 2020, memoria de san Martín de Tours.

Francisco