Un comentario a Jn
21, 1-19 (Tercer Domingo de Pascua, 5 de junio de 2019)
El capítulo 21 de Juan, que
leemos hoy, es una especie de epílogo, un segundo final, añadido con
posterioridad a la redacción del evangelio mismo. En este epílogo se nos habla
de la misión evangelizadora de la
Iglesia, una vez que Jesús había “vuelto al Padre”. Me permito compartirles
unos breves comentarios a modo de lectura orante:
Refugiarse en el pasado
La primera parte está construida
sobre un relato de Pesca milagrosa (Cfr Lc 5, 1-11). La escena sucede en el
lago de Genesaret o Tiberíades, donde Jesús había conocido y llamado a Simón
Pedro, Andrés y los hijos del Zebedeo (Santiago y Juan).
Con ello se nos dice que, de
alguna manera, los discípulos habían vuelto a un lugar familiar, tanto por su propia
familia natural cuanto por su experiencia de “nueva familia” con Jesús. En
momentos de confusión y dolor, después de la muerte de Jesús y de su propia
infidelidad, los discípulos buscan refugio en experiencias positivas del
pasado.
La crisis
Los discípulos reunidos era
siete: cinco identificados por su nombre, dos anónimos. ¿Dónde estaban los
otros cuatro? Puede que estuvieran ausentes por alguna razón válida o que su
crisis fuera más fuerte que la de los otros. El grupo se mantiene
razonablemente unido, pero no unánime. ¿No es demasiada pretensión querer que
en la Iglesia todo funcione a la perfección, que nadie entre en crisis?
Tenemos que aceptar los límites,
las frustraciones y hasta las divisiones. Entre los presentes estaba Tomás, al
que en el capítulo anterior se nos había mostrado como dubitativo, a pesar de
que en Jn 11, 16 está dispuesto a morir con Lázaro.
El liderazgo de Pedro
Pedro aparece como líder, pero no
se impone. Simplemente toma la iniciativa, algo que esperaban los demás. El
liderazgo se muestra, no en asumir privilegios o hacer gala de poder, sino en
tomar iniciativas que todos están necesitando y esperando. Iniciativas no
impuestas sino propuestas.
-“Vamos contigo”, dicen
los demás. La comunidad se une a la iniciativa, con buen ánimo. Entre ellos
reinaba un aprecio y respeto mutuo. Ese ambiente se crea cuando nadie se quiere
imponer sobre los demás, cuando se permite que todos se expresen libremente,
cuando se crea en el grupo un sentimiento de pertenencia. “Salieron juntos”.
Entre la noche y el día
-“Pero aquella noche no
lograron pescar nada”. Los discípulos seguían en la noche, un periodo
negativo, en el que nada parecía funcionar. La comunidad, incluso bien avenida,
puede encontrarse en tiempo de esterilidad.
-“Al clarear el día”. Si a
pesar de no pescar nada, aguantamos toda la noche pescando, en la tarea
estéril, aburrida, llegará el amanecer con nuevas esperanzas. Lo preocupante no
es la noche, sino nuestra falta de fe, nuestro cansancio, nuestra falta de
perseverancia.
-“Se presentó Jesús en la
orilla del lago”. En la historia de la Iglesia, después de cada noche,
siempre aparece Jesús como lucero del alba. ¿Aparecerá ahora? Hombres de poca
fe. La duda no es si aparecerá, sino si lo estamos esperando? “Cuando venga el
Hijo del Hombre, ¿habrá fe sobre la tierra?
-“Pero los discípulos no lo
reconocieron”. Lo mismo le pasó a la Magdalena, a los discípulos de Emaús y
a los reunidos en el Cenáculo. Es que Jesús, siendo el mismo, tiene ahora una
apariencia diferente. Ahora es el Resucitado que, por obra del Espíritu,
aparece de maneras diversas. ¿Por dónde aparecerá Jesús después de nuestra
noche? ¿Estamos con los ojos abiertos y el corazón disponible para reconocerlo?
-“Echen la red a la derecha”
¿Alguien se preocupa por nosotros? ¿Alguien nos da un consejo? No lo
desechemos.
-“Echaron la red y se llenó”.
Si sabemos escuchar, si aprendemos, si nos abrimos, se hará el milagro.
-“Es el Señor”. Es el
momento de reconocer la presencia del Señor. Llega un momento en el que tenemos
que desprendernos de nuestras pequeñas seguridades racionales, hincar la
rodilla y adorar la presencia misteriosa y real del Señor.
-“Venid a comer”. Celebrar, gozar de la comunidad, servirse mutuamente, aportar el pescado.
P. Antonio Villarino
Bogotá