Por los Laicos Misioneros Combonianos, que en este mes celebran su Asamblea Intercontinental: para que el Espíritu Santo los acompañe, los ilumine en la toma de decisiones para el bien de la misión y los mantenga fieles a su vocación. Oremos.
Familia Comboniana
Mensaje a los cohermanos de Mozambique
Queridos cohermanos de la Provincia de Mozambique,
como Consejo General, seguimos con gran preocupación las noticias e imágenes de violencia y destrucción de bienes públicos y privados que llegan de Mozambique como reacción al fraude y a la falta de transparencia en el anuncio de los resultados de las elecciones generales -presidenciales, legislativas y de las asambleas provinciales y gobernadores- del pasado 9 de octubre.
Las manifestaciones populares, que debían ser pacíficas, degeneraron en actos de violencia, que fueron reprimidos por la fuerza por los cuerpos policiales -especialmente en las grandes ciudades-, causando más de veinte muertos y centenares de heridos. Estas manifestaciones de violencia, que sólo generan odio y muerte, angustia y miedo, nos han llevado a expresar, en nombre del Instituto, nuestra cercanía a cada uno de vosotros y a todo el pueblo de Mozambique.
Sabemos que todo el país atraviesa momentos difíciles y que, por regla general, quienes acaban sufriendo las consecuencias nefastas de los conflictos violentos son las personas más pobres e indefensas.
Ante el agravamiento de la situación, pedimos a todos los cohermanos que permanezcan vigilantes e informados sobre los acontecimientos, y que se solidaricen con quienes buscan la verdad y la justicia, en comunión con la Iglesia local. Sin duda, la resiliencia puede y debe ayudarnos a superar la adversidad actual y a encontrar vías pacíficas para orientar y dar esperanza al pueblo y al país.
Nuestra presencia en Mozambique en los últimos 77 años, inspirada en la Palabra de Dios y en el testimonio de San Daniel Comboni, se ha distinguido siempre por su capacidad concreta de asumir un estilo de misión comprometido e inserto en la realidad de la gente, y de hacer causa común con las alegrías y los dolores de quienes nos han sido confiados.
Os animamos, por tanto, a seguir siendo solidarios con las personas que os rodean, transmitiéndoles la esperanza que nace del Evangelio. Hoy más que nunca estamos llamados a proclamar la Buena Nueva de la paz como único camino para construir una sociedad basada en el respeto de la dignidad humana y en la preocupación por los más desfavorecidos.
Damos gracias a Dios por vuestro testimonio de entrega al pueblo con el que compartís la misión, y nos sentimos también solidarios con todos los mozambiqueños y mozambiqueñas que anhelan un futuro mejor y -hoy sobre todo- la paz.
Esperamos también que la profunda tradición cristiana y los valores ancestrales del pueblo sean el pilar desde el que se inicie una reflexión serena y justa que ayude a superar la actual polarización de fuerzas entre el gobierno y la sociedad civil.
Rezamos por el cese inmediato de la violencia en Mozambique y pedimos la intercesión de San Daniel Comboni para que os ayude a vivir con fe y esperanza este doloroso momento.
Que Dios os bendiga, os proteja y os dé la fuerza y la sabiduría para afrontar estos momentos difíciles.
Permanezcamos unidos en la solidaridad, rezando juntos por la paz.
El Consejo General MCCJ
Bodas de Oro de la presencia de los MCCJ en Benín
El domingo 27 de octubre, a las 10 de la mañana, se celebró la Misa Mayor Pontifical presidida por el Arzobispo Metropolitano de Cotonou con motivo del 50 aniversario de la presencia en Benín de los Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús. Después de esta gran celebración a la que asistieron el Reverendo Padre Provincial de Togo-Ghana-Benín y varios religiosos combonianos, el Reverendo Padre Capellán nos invitó al ágape fraterno organizado al efecto por la Comunidad de Misioneros Combonianos residentes en Benín.
Después de la fiesta, una sesión de información y lanzamiento oficial de la formación de los Laicos Misioneros Combonianos fue presidida por el Reverendo Padre Capellán de los Laicos Misioneros Combonianos en presencia de Rose, Ulrich, Isabella, Dénise, Esperanzia mía y del Escolástico Constantino. El Reverendo Padre Capellán nos confió al buen cuidado del Escolástico Constantino para nuestra formación. Desde las 10 de la mañana en que comenzamos las celebraciones, nos fuimos a las 3:45 de la tarde. Todos estábamos muy contentos de la fiesta de COMBONI y del comienzo de nuestro acompañamiento por el Reverendo Padre Capellán.
Lucien Aboe
Oración de la Familia Comboniana noviembre 2024
Para que la Familia Comboniana, arraigada en la esperanza y la alegría, acompañe a los jóvenes que se preparan para vivir la 39ª Jornada Mundial de la Juventud, apoyando su búsqueda de felicidad y plenitud, ayudándoles a ser protagonistas de una nueva humanidad. Oremos.
Un Plan, tan antiguo y tan nuevo
«El Espíritu del Señor Yavé está sobre mí, porque Yavé me ha ungido. Me ha enviado con buenas noticias para los humildes, para sanar los corazones heridos, para anunciar a los desterrados su liberación, y a los presos su vuelta a la luz. Para publicar un año feliz lleno de los favores de Yavé» (Isaías 61,1-2a)
«El católico, acostumbrado a juzgar las cosas con la luz que le viene de lo alto, miró a África no a través del miserable prisma de los intereses humanos, sino al puro rayo de su Fe; y descubrió allí una miríada infinita de hermanos pertenecientes a su misma familia, por tener con ellos un Padre común arriba en el cielo […] Entonces, llevado por el ímpetu de aquella caridad encendida con divina llamarada en la falda del Gólgota, y salida del costado del Crucificado para abrazar a toda la familia humana, sintió que se hacían más frecuentes los latidos de su corazón» (Escritos, 2742)
Queridos hermanos, paz y buena voluntad en el Señor Jesús, misionero del Padre.
Con profunda alegría y gratitud os saludamos con ocasión de la solemnidad de San Daniel Comboni. Esta celebración nos recuerda que debemos hacer «memoria» (anamnesis) tanto de la vida del Fundador, vivida con inmensa pasión, como de su muerte, acogida como don de amor por los más pobres y abandonados, para que la vida y la misión de cada uno de sus hijos e hijas espirituales se conviertan verdaderamente en “amor encarnado” en nuestro servicio misionero.
Esta memoria del nacimiento a la vida eterna (dies natalis) de nuestro santo Fundador nos desafía a profundizar en su carisma, como herencia viva que debe animarnos en toda actividad misionera en el mundo de hoy como “discípulos misioneros” de Jesús, según el estilo comboniano.
Recientemente, hemos recordado el 160 aniversario de la experiencia carismática fundante vivida por Comboni el 15 de septiembre de 1984, durante el triduo de preparación a la beatificación de Margarita María Alacoque, mientras rezaba ante la tumba de San Pedro en Roma. Fue una experiencia que le llevó a concebir el Plan para la Regeneración de África. Este Plan no es sólo un texto, una simple estrategia operativa o un sueño acariciado, sino el fruto de una inspiración “de lo alto”, es decir, del Espíritu Santo, que “llamó” a Comboni y le envió a anunciar el Evangelio de Jesús a los más pobres y abandonados.
Por su gran pasión por la salvación de los africanos y su entusiasmo misionero, «encarnó» ese Plan en su vida. Después de él, sus misioneros -auténticos “hijos suyos” al hacer suyo su sueño- siguieron “encarnando” ese Plan en su vida, su generosidad, su espíritu de sacrificio y su valentía apostólica. Hoy, seguimos haciéndolo, ampliando y actualizando la inspiración primordial del Fundador, no sólo en África, sino en todos los continentes, con el mismo espíritu (carisma), en el mundo de nuestro tiempo, habitado todavía por personas y pueblos que sufren, que son marginados, explotados, vilipendiados, víctimas de atroces injusticias, e incluso asesinados. En los últimos meses, la situación en Sudán se ha vuelto particularmente dramática debido a un conflicto que parece no tener fin.
Somos los «herederos» de un verdadero tesoro, «inspirado y vivo» más que nunca. Y nos hace bien volver a recordar las principales ideas de ese Plan. Permítanme enumerar algunas de ellas.
En primer lugar, la convicción de que la evangelización de África debe ser llevada a cabo por los propios africanos, que no pueden permanecer como meros espectadores, sino que deben convertirse en protagonistas de su propia historia nueva de liberación y dignidad.
En segundo lugar, el sentido llamamiento dirigido a toda la Iglesia para que se comprometiese íntegramente en la promoción de la evangelización de África, convocando y comprometiendo a todas las fuerzas misioneras existentes en el mundo en aquel momento e invitándolas a cooperar con verdadero espíritu sinodal.
En tercer lugar, la visión de la misión como un binomio inseparable de “anuncio del Evangelio” y “promoción humana”. Tuvieron que pasar 100 años para que la Iglesia convocara el Concilio Vaticano II (1962-65) y el Papa Pablo VI anunciara la convocatoria regular del Sínodo de los Obispos (1965). El tercer Sínodo, en 1971, produjo un documento muy sólido, capaz de sostener la acción activa de la Iglesia en cuestiones de justicia y paz globales. Espléndidamente valiente y profética fue la siguiente declaración de los obispos: «La acción por la justicia y la participación en la transformación del mundo se nos presentan claramente como una dimensión constitutiva de la predicación del Evangelio, es decir, de la misión de la Iglesia para la redención del género humano y la liberación de todo estado de cosas opresivo» (Justicia en el mundo, 6).
No podemos dejar de captar la profecía, actualidad y urgencia de la propuesta misionera formulada en el Plan, caracterizada por un auténtico espíritu misionero y por estrategias válidas también para nuestro tiempo y la humanidad de hoy. No es indebido percibir en la visión de Comboni una verdadera sintonía también con el tema del Sínodo sobre la Sinodalidad que se está celebrando actualmente en Roma y que nosotros, hoy hijos de Comboni, estamos llamados a hacer nuestro.
Sin embargo, para descubrir la riqueza de la visión del Plan y hacerla operativa en nuestras vidas, debemos asumir la actitud de profunda oración y docilidad al Espíritu que tuvo el Fundador. Pidamos al Espíritu Santo que descienda sobre nosotros como descendió sobre él, permitiéndole “ver la hora de África” y sentir dentro de sí un deseo irreprimible de dedicarse por entero como “don gratuito” a una nueva misión africana que respondiera a las urgencias y desafíos de su tiempo.
Al fin y al cabo, se trata de tener el valor de partir siempre de nuevo del Señor, de dejarse impulsar por su Espíritu, sin caer nunca en la tentación de la autorreferencialidad, que no sólo empobrece la misión, sino que la destruye, tal como nos recuerdan las Reglas de 1871: «El Misionero de Nigrizia, despojado de todo yo, y privado de toda comodidad humana, trabaja únicamente para su Dios, para las almas más abandonadas de la tierra, para la eternidad» (Reglas del Instituto de Misiones para la Nigrizia, 1871; Escritos 2702).
Es evidente que el Plan concebido por Comboni, antes de convertirse en un documento escrito, era también un sueño y una pasión, una fuerza irreprimible en su corazón que se desbordaba en caridad. Podemos decir que el Plan es la expresión de un amor tan genuino y sentido que se convirtió en fuente de misión.
¡Nosotros también necesitamos ese amor! Preguntémonos: ¿qué pasiones me impulsan a vivir la misión hoy? ¿Cómo salta mi corazón cuando me encuentro con la injusticia, la opresión, la fría indiferencia y los muchos otros males de nuestra sociedad actual? En la rutina diaria de mi vida, ¿hay todavía espacio, tiempo y apertura a Dios para que su Espíritu entre en mi corazón y lo sostenga? ¿Hasta qué punto mi amor por los pobres me obliga a darme todo por ellos, suscitando en mí una fuerza tal que transforme mi vida en un don de amor?
En este mes de octubre, “mes misionero”, tenemos la oportunidad de seguir y vivir el Sínodo de los Obispos. Aprovechemos esta experiencia de comunión eclesial, en la escucha sincera, en la acogida fraterna y en el caminar juntos, conscientes de que el Espíritu que inspiró a Comboni puede también inspirarnos y ayudarnos a superar nuestras debilidades y a producir frutos que sean expresión de la perenne solicitud que Dios tiene por todos sus hijos e hijas, especialmente por los más débiles y sufrientes.
Pedimos el don de nuestra Familia Comboniana para que se llene de un amor que se haga realidad, como respuesta concreta a los desafíos de la misión de hoy, siempre dispuestos a hacer causa común con los pobres.
Felicidades a todos en esta gozosa solemnidad.
Roma, 10 de octubre de 2024
El Consejo General MCCJ