
Oremos al Señor por los profetas del Evangelio de nuestro tiempo, que, esparcidos por el mundo, hacen visible el Reino de justicia y paz: que su testimonio interpele nuestra vida y ayude a renovar nuestro compromiso misionero. Oremos.
Nuestra celebración de Pascua fue increíble. La celebración tuvo lugar en la comunidad internacional de Kitelakapel. Nos acompañaron otros miembros y candidatos de los LMC de Nairobi
El Jueves Santo
Comenzamos el día dando la bienvenida a nuestros miembros y candidatos de los LMC de Nairobi a la comunidad de Kitelakapel, fue un momento de construcción de comunidad entre nosotros compartiendo responsabilidades
Por la tarde tuvimos el privilegio de mostrar nuestro aprecio y gratitud celebrando a nuestro asesor el P. Maciej en el día del sacerdote
Durante la tarde en el Triduo Santo, tuvimos momentos de compartir nuestros testimonios y vocaciones con la comunidad local
El Viernes Santo
Nos unimos a la comunidad local en oración y cantando durante el vía crucis.
Después continuamos construyendo y comprometiéndonos en nuestra comunidad compartiendo tareas, comiendo juntos y rezando juntos
El Sábado Santo
Tuvimos catequesis bíblica con el Padre Maciej, un pequeño retiro donde reflexionamos sobre la Palabra de Dios y la oración y después, compartimos nuestras reflexiones individuales.
Por la tarde nos unimos a la comunidad local para celebrar el Sábado Santo donde participamos en la liturgia
También aprovechamos ese momento para dar la bienvenida a dos de nuestros nuevos miembros al grupo, Gabriel y Anastasia
Domingo de Resurrección
Fue un día lleno de alegría y esperanza porque nuestro Señor Jesucristo ha resucitado de entre los muertos. Nos unimos a la comunidad local durante la misa donde participamos en la liturgia y en la escuela dominical con los niños.
El lunes falleció nuestro querido papa Francisco. Rezamos por su eterno descanso y por toda nuestra iglesia católica. Estemos unidos en la oración.
Belinda Awino, LMC Kenia
«Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto, un sepulcro nuevo… Pusieron allí a Jesús»
(Juan 19,41-42)
Queridísimos hermanos,
obreros de la esperanza y compañeros de misión, sembradores de vida donde a menudo parece que solo hay muerte, en estos días santos, mientras celebramos la Pascua, sentimos con fuerza el deseo de llegar hasta vosotros con un pensamiento, una oración, un abrazo fraterno.
Estáis donde la vida a menudo parece ceder ante la muerte, donde la dignidad humana es humillada, aplastada, ofendida, a veces completamente negada. Y, sin embargo, precisamente allí, estáis llamados a ser presencia viva del Resucitado de muchas formas: al elegir estar junto a los últimos, al levantar a quien ha caído, al devolver la dignidad a quien ha sido pisoteado…
Muchas veces el mundo os puede parecer un desierto árido, pero es entonces cuando debéis creer que, sostenidos por el Espíritu, podéis contribuir a transformarlo en un “jardín” exuberante de vida. Sí, porque la Resurrección no es solo un acontecimiento del pasado que recordamos con devoción. Es un fuego que aún arde, una fuerza que sigue abriendo sepulcros, rodando piedras demasiado pesadas, haciendo brotar vida incluso en los terrenos más áridos.
Vosotros lo sabéis bien, aunque a veces os cueste creerlo. A veces os sentís solos, abrumados por el cansancio, desanimados por la dureza de la realidad y por los escasos frutos de vuestro compromiso. Y sin embargo, seguís dando testimonio cada día de la victoria de Cristo sobre la muerte con gestos simples y silenciosos: un niño alimentado, una herida curada, una mano tendida, una palabra dicha en la oscuridad, una división sanada, un odio borrado… Cada uno de vuestros actos de amor es una negación de la lógica de la muerte.
¡Es Pascua, es vida nueva! Aunque muchas veces estéis rodeados de ambientes fétidos y venenosos, sabéis seguir creyendo – y viendo – que incluso el más terrible y oscuro “sepulcro” está siempre situado – de modo misterioso pero real – en un “edén”. No todos creen y ven esto. ¡Vosotros sí!
En medio de un mundo que a veces parece enloquecido – marcado por guerras, muertes, miserias, violencias, indiferencia, opresión y explotación, desastres ecológicos, y terribles crisis humanitarias y ambientales, causadas en su mayoría por la humanidad – vosotros seguís creyendo en “jardines en el desierto”, plantándolos y expandiéndolos, en el espíritu de una verdadera “ecología integral”, y sembrando belleza incluso donde parece imposible, apostando por el bien, la fraternidad, la vida plena, el Evangelio.
Sabemos bien que no es fácil. A veces el peso del dolor que os rodea parece mayor que vuestras fuerzas. Pero no lo olvidéis: el sepulcro está vacío. El Señor ha resucitado. Y con Él, cada uno de vuestros gestos tiene sentido. Cada decisión es luz. Cada paso es Evangelio encarnado. Cada niño que vuelve a sonreír, cada enfermo sanado, cada injusticia combatida, cada acto de amor realizado es señal de que la piedra del sepulcro puede ser rodada y que la vida vuelve a florecer.
No estáis solos. Cristo camina con vosotros.
Y nosotros, vuestros hermanos, estamos a vuestro lado con la oración, la amistad, la admiración y la gratitud. El mundo os necesita a vosotros, que no os rendís ante la oscuridad, sino que persistís en encender lámparas, aunque parezcan inútiles.
La Pascua es precisamente esto: saber que, a pesar de todo, la Vida tiene la última palabra; que donde el mundo pone una tumba, Dios construye una cuna; que hay salvación incluso donde parece haber solo desesperación y muerte.
Os llevamos en el corazón. Os encomendamos al Resucitado. Y rezamos para que viváis una verdadera Pascua: de luz, de esperanza, de consuelo y de renovado impulso. ¡Es Pascua! El Amor ha vencido. Y seguirá venciendo. Con vosotros, en vosotros, gracias a vosotros.
Con afecto y solidaridad, os deseamos una Feliz Pascua de esperanza y vida nueva.
El Consejo General MCCJ
Por todos los países del mundo, en especial, por aquellos en los que estamos presentes como familia comboniana, para que se busque siempre el bien común y se motive a los cristianos a un compromiso social y político. Oremos.
En estos días recordamos que, hace cinco años, comenzó la pandemia del Covid19, un tiempo que marcó al mundo entero. Compartimos el testimonio de la hna Lilia Navarrete, misionera comboniana. Enfermera de vocación, pasó años en Mozambique luchando contra la epidemia de cólera. En 2020, la pandemia del coronavirus le sorprendió en Italia, donde se dedicó a cuidar y acompañar a las misioneras ancianas de su comunidad.