Laicos Misioneros Combonianos

¿Quién es Jesús para mí?

Un comentario a Lc 9, 18-24 (XII Domingo ordinario, 19 de junio del 2016)

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Antes de iniciar su camino hacia Jerusalén (donde confrontará al Templo y sus autoridades), Jesús pregunta, primero, por la percepción que la gente tienen de él, y después, por lo que piensan los discípulos.
Esa pregunta sigue siendo válida hoy para la gente que nos rodea y para nosotros mismos. ¿Quién es Jesús para las personas con las que nos relacionamos? ¿Quién es Jesús para mí, en este momento concreto de mi vida? No vale dar la respuesta del catecismo, que aprendimos hace muchos años, ni la de algún teólogo famoso, ni siquiera vale usar las mismas palabras escritas por Lucas. Lo que tengo que hacer hoy es ponerme sinceramente delante de Jesús y decirle, en mis propias palabras, en el contexto de mi vida actual, quién es él para mí.

Los evangelios nos transmiten la experiencia de muchas personas que tuvieron un encuentro de primera mano con Jesús, lo reconocieron como Mesías, y han sido transformadas. Recordemos el caso de Pedro y Pablo, de la Magdalena y de Zaqueo, entre otros. Recordar estas experiencias nos puede ayudar, pero cada uno tiene que dar su propia respuesta.
Por si sirve a alguno, adelanto algunos elementos que quizá puedan ser útiles:

Jesús es el amor de Dios hecho carne, es decir, hecho palabra y gesto concretos. Jesús me revela a Dios cuando:
– contempla amable y sonriente los lirios del campo y los pájaros del aire, aceptando gozosamente la naturaleza como casa del ser humano;
– mira complacido y abraza cariñosamente a los niños, representantes por excelencia del ser humano sin aditamentos;
– mira en los ojos y reta al joven rico para que no se conforme con la mediocridad;
– perdona a la adúltera y al paralítico, dándoles la posibilidad de una nueva vida;
– comparte mesa con Zaqueo, quien, a pesar de su riqueza, se sentía despreciado e indigno;
vive con cercanía de corazón a María, Marta y Lázaro de Betania;
– prepara pan y pescado para los discípulos y para los caminantes que deambulan en busca de sentido y comprensión;
ofrece curación a los diez leprosos y a la mujer que sufría por años;
– se rebela frente a la falsificación del templo;
– anuncia la resurrección al hijo de la viuda;
– proclama la verdad ante el poder de Pilato y la ciencia de Nicodemo;
– ilumina a la confusa samaritana, que buscaba algo sin saber muy bien qué;
– da su amistad, a prueba de traiciones ,a Pedro, pescador fracasado y amigo infiel;
– se muestra como Hijo para el Padre, al que nos enseña a llamar “Abba”, que hace salir el sol sobre buenos y malos…

Te invito a pensar en tu propio perfil de Jesús.
Con lo que conoces ya de Jesús, ¿te animas a ser discípulo; a caminar por la vida siguiendo sus pasos? ¿No crees que El es el maestro que necesitas para organizar tu vida personal? ¿No te parece que El es la luz que nos falta para dar respuesta a un mundo roto, bastante confuso y desorientado? ¿No crees que Él es el Hijo del Padre que te hace Hijo y Hermano?

Una última anotación: Este Jesús no es un personaje de novela. Es un personaje real que se enfrenta a las duras realidades de la vida. A él se le conoce de verdad cuando se le contempla en la cruz, dispuesto a dar su vida con sus amigos”. A él sólo le conoce de verdad quien también está dispuesto a a dar la vida, a ser generoso. A Jesús no se le puede conocer desde la cobardía, la pereza, el egoísmo o el miedo. Hay que saber ser como él grano de trigo que muere para dar vida, pues “el que quiera conservar para sí la vida, la perderá; pero el que la pierda por mi causa , ese la encontrará”.

P. Antonio Villarino
Quito

¿Todavía no entienden?

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Abundancia – esto es lo que Dios nos ofrece siempre. La escasez – esta es la forma en que normalmente vemos el mundo.

El martes, la lectura del Evangelio de Marcos 8: 14-21 habló de un viaje en barco de Jesús y sus discípulos al otro lado del lago. Aquí está el contexto: Jesús acababa de realizar uno de sus milagros más impresionantes, la alimentación de cuatro mil con unos pocos panes. Los fariseos luego le solicitan una “señal del cielo para ponerle a prueba” (Mc 8:11) como si todas sus curaciones anteriores y la alimentación de los cuatro mil unas horas antes, no fue lo señal suficientemente. Saltando a la barca, Jesús hace un comentario a sus discípulos sobre el tener cuidado con las filosofías y mentalidades de los fariseos, su “levadura”, como él lo describe. Los discípulos, habiendo olvidado llevar pan para el viaje (sólo tenían una hogaza pan), supusieron que Jesús hizo este comentario porque no tenían pan. Lo superficial que a veces pueden ser los discípulos y nuestros pensamientos. Jesús sabe exactamente lo que están pensando y, esencialmente, clama: ¡Esto no tiene nada que ver con el pan! Jesús continúa diciéndoles que es como el que tiene ojos y no ve, tienen oídos y no oye. A continuación, les recuerda su milagrosa multiplicación de los panes para alimentar a los cinco mil algún tiempo antes y los cuatro mil pocas horas antes. Les pregunta ¿cuántos cestos de fragmentos sobraron?, trozos de pan que estos mismos discípulos habían recogido. Probablemente con timidez en los ojos de los discípulos y mirando a la parte inferior de la embarcación, contestan “doce” y “siete”. Jesús entonces lleva al clímax todo el momento con la más sencilla de las preguntas: “¿Todavía no entienden?”

Es como Jesús está diciendo: Te doy todo, te ofrezco la vida más abundante desde mi amor. Llenaré todas sus preocupaciones, depresiones, limitaciones y fracasos. Todo lo que necesitas hacer es creer en mí y confiar en mi propuesta de abundancia. Todo lo que necesita hacer es tener fe en mi fidelidad. Podemos llegar a estar tan cerrados en nosotros mismos, tontamente confiar en nuestros propios recursos diminutos – contando como inventario nuestros pocos panes – cuando Dios está dispuesto a llenar con una montaña de panes nuestro regazo. ¿Todavía no entienden? No sólo te daré lo que necesitas de acuerdo a sus limitados horizontes (como alimentar a los cuatro mil hombres), sino que te daré aún más de lo que puedas soñar (siete cestas de sobras).

Durante estos últimos meses he estado luchando con la enfermedad y la facilidad con la que me he encontrado abatido. Me he descubierto a mí mismo sintiendo como si estuviera luchando contra esto solo. Sin embargo, escuchando y luchando contra esta pregunta final tan profunda de la lectura del martes finalmente me sacó con fuerza de mi duda.

A veces podemos ser como los discípulos, donde tenemos una intención sincera de amar a Dios, sino por miedo, no estamos dispuestos a hacer el salto de fe necesario para verdaderamente abandonarnos en las manos de Dios confiando en que él traerá consigo todas las cosas buenas para aquellos que le aman. A veces también podemos ser como los fariseos, podemos ver de primera mano el amor de Dios, y aun así permanecer impasible, continuando por nuestros propios caminos egocéntricos, aislados y perdidos. En ambos casos, permanecemos en una mentalidad de escasez, con la ansiedad que conlleva. El mensaje de Jesús es claro: Mi Reino es uno de abundancia, donde tu vida está llena en la medida que tienes fe en mi amor. Si pides un pan con la fe de un niño, te lo daré… y mil más.

– Mark y Maggie Banga

Laicos Misioneros Combonianos sirviendo en Awassa, Etiopía

El sinónimo de “hoy” es “presente”

hoje¿Cuál es la fuerza que nos sostiene? ¿De dónde viene la esperanza para seguir soñando?, ¿para resistir y buscar una sociedad más humana y feliz, fraterna para todas y para todos? Lo que nos mueve son los sueños de una realidad que queremos, una realidad que no incluya situaciones de injusticia impuesta por las desigualdades sociales y económicas. Una realidad que se transforma en la medida en que nosotros la transformamos, a través de nuestros esfuerzos, con nuestros sentidos, con nuestras opciones. Podemos y debemos ser constructores de nuestro destino personal y colectivo, de nuestra libertad creativa. Nuestra pasión y nuestra fe ganan fuerza cuando están en contacto directo con las víctimas de la violencia y la injusticia contra los derechos sagrados y fundamentales que se llaman derechos humanos. Los signos y resurrecciones nacen de nosotros mismos, de la unión y la fuerza de los movimientos sociales y otras articulaciones que vienen desde abajo, desde la sociedad civil y organizada… ¡nosotros! Es posible hacer llover Justicia, fertilizar la tierra y obtener los frutos que han de nacer. Es posible, porque queremos, creemos, luchamos, construimos. El cansancio, la desilusión, el desánimo, el miedo se convierte en una sombra gigante si lo permitimos, pero se hace pequeña e insignificante si nos mantenemos unidos, si la lucha de uno es la lucha de todos. Entre los males más fuertes está la indiferencia absoluta, es el que domina nuestra vida diaria, una especie de ceguera en el mundo que hace que la gente viva en una burbuja, ciega y estéril, incapaz de escuchar los latidos del corazón del mundo, olvidando que en este latir está también el nuestro. Nosotros somos el mundo, la historia es la nuestra, que nadie se sienta excluido, en las palabras de una canción de De Gregori, ¡nosotros estamos escribiendo la historia! Somos parte de un alfabeto que es capaz de escribir cosas maravillosas, si así lo elegimos. Valor, sueños, esperanzas, dignidad, libertad, justicia, respeto, imaginación, fraternidad… tantas plumas con las que comenzar a escribir, donde nosotros somos el papel en blanco donde empezar a hacerlo.

Emma. LMC

La trampa del auto-desprecio

Un comentario a Lucas 7, 36-8,3 (XI Domingo ordinario, 12 de junio de 2016)

image02Lucas nos cuenta la historia de una mujer pecadora que se acerca a Jesús, cuando éste comía con un fariseo. De la conversación que sigue yo me quedo con dos frases de Jesús: “¿Quién amará más?” y “Tu fe te ha salvado”. Veamos:

1) ¿Quién amará más?
Jesús cuenta la historia de dos personas a quienes se le perdonan sus deudas, pero una debía mucho y otra poco. “¿Cuál de ellas amará más?”, pregunta. Y la respuesta es la lógica. “Aquel a quien se le ha perdonado más”.
En efecto, el perdón dice relación directa al amor. Una pareja africana me decía: “Vivir en común exige aprender a perdonar y ahí es donde se manifiesta el amor más grande”. Sólo a través del perdón descubrimos el verdadero amor.
Por eso los grandes pecadores suelen ser grandes amantes de Dios. Una vez que se saben perdonados, su amor se hace inmenso. Ciertamente, uno no puede desear pecar. Pero, si ha pecado, no debe asustarse demasiado, sólo reconocerlo y saber que el perdón puede ser un camino hacia un amor más grande, más concreto, más realista.

2) “Tu fe te ha salvado”
Aquella mujer tuvo fe en que su pecado no era lo último, tuvo fe en que era posible rehacer su vida, tuvo fe en que su pecado iba a ser perdonado… Quizá esto sea lo más difícil: aceptar el perdón. La tentación más grande de nuestra vida no es el orgullo, sino la desesperación, la humillación y la vergüenza de nuestro pecado. La tentación es pensar que no merecemos ser amados. La salvación, la fe, es creer que, a pesar de nuestro pecado, somos amados y capaces de amar.

El famoso escritor de espiritualidad Henri Nowen dice lo siguiente:
“Al cabo de muchos años, he podido constatar que la trampa más peligrosa en nuestra vida no es el éxito, la popularidad o el poder, sino el auto-desprecio… Me sorprendo constantemente al comprobar con qué facilidad caigo en esa tentación. En cuanto alguien me acusa o me critica, en cuanto soy rechazado, me sorprendo a mí mismo pensando: ‘Está claro. Eso prueba una vez más que soy un don nadie’”.
“En vez de enfrentarme con sentido crítico a las circunstancias, o intentar comprender mis propias limitaciones y las de los demás, tiendo a culpabilizarme, no de lo que he hecho, sino de lo que soy”. “La verdad más importante de cualquier camino espiritual es esta: saber que somos amados y emprender la marcha hasta recibir esa verdad plenamente dentro de nosotros mismos”.

La pecadora de Lucas tuvo fe, creyó que era amada, que era perdonada de verdad, y eso la convirtió en una persona capaz de amar sin límites. He ahí la gran inspiración para nuestra vida: Asumiendo nuestro pecado y nuestra debilidad, dejarnos perdonar y amar.
No dejemos que nuestro pecado se apodere de nuestra vida y nos paralice. Hay mucho que amar, hay mucho que hacer, hay mucha misión que nos espera. Entreguemos nuestro pecado al Señor, dejémonos amar y amemos, entregando nuestra vida con generosidad.

P. Antonio Villarino
Quito

El amor es una cuerda que lleva a lo más alto…

CuerdaHermosa, es verdaderamente hermosa la catequesis que estoy haciendo con los presos. Acaba de empezar, pero está yendo bien y cada vez que voy salgo profundamente enamorada, de hecho, todos estamos apasionados, es un tiempo de compartir, buscando la profundidad del alma.
Este deseo de ponerse en camino para entender… para entendernos unos a otros… al encuentro de Dios.
Caminamos con piedras en el corazón, duras, pesadas, que poco a poco intentamos arañarlas, para que sean pequeñas como guijarros, que se pueden retirar del zapato. Por ahora hay seis presos que forman parte del grupo y eso es bueno, ya que cuanto más pequeño es el grupo más fácil es hablar por la intimidad que se crea, para decir las cosas importantes y difíciles de la vida. Estoy muy feliz, también, por tener la oportunidad de estar entre ellos y sin barrotes de hierro o divisiones, sentados en un círculo en un espacio que ayuda a tener proximidad. Es importante estar cerca, contactar con los ojos, escuchar con atención, tomar su mano para orar y finalmente abrazarse para decir GRACIAS. En esa hora y media o poco más, me olvido de estar dentro de una prisión, no recuerdo el uniforme rojo que llevan, olvido el ruido de los otros presos, estamos tan inmersos en la profundidad de lo que se comparte que aparentemente podrían ser el título de un libro de Virginia Woolf : “la habitación de uno mismo” y de hecho es un espacio sólo para ellos, un espacio para nosotros. Me gusta por un camino que trabaja la valorización humana y el autodescubrimiento, lo que lleva a un crecimiento personal interior. Y esto se aplica no sólo a ellos sino también a mí. Es un intercambio, un toma y daca como el querido y viejo, pero aún relevante Paulo Freire decía: “ninguno enseña a nadie, todo el mundo aprende de todo el mundo”. De cada persona podemos aprender, también de los presos y sus historias y estoy agradecida.
Emma, LMC.