Laicos Misioneros Combonianos

¿QUÉ MISIÓN TE QUIERE ENCOMENDAR JESÚS?

Un comentario a Lc 10, 1-12.17-20 (XIV Domingo ordinario, 3 de julio de 2016)

186-187Sabemos que Lucas, a diferencia de Marcos y Mateo, nos refiere dos discursos misioneros de Jesús: en uno habla a los Doce (que representan a Israel), mientras en el otro se dirige a los Setenta y dos, que representan a todas las naciones. El texto de hoy nos transmite este segundo discurso. Como es bastante largo, resulta imposible considerarlo todo en este breve comentario. Solamente quiero compartir con ustedes algunos breves “flashes” sacados de las primeras líneas:

1. “Jesús designó”. Para los evangelistas está claro que no son los discípulos que eligen seguir a Jesús, sino que es éste quien les llama. Y ésta es una experiencia que hace cualquiera que se embarque en un camino de discipulado y de crecimiento espiritual. En un momento de nuestra vida, nos parece que somos nosotros los que decidimos optar por el Evangelio y por Jesús. Pero esa visión no aguanta mucho, se cae ante nuestros primeros fallos. Pronto nos damos cuenta que realmente es el Señor quien nos eligió y nos puso en este camino, a veces a pesar de nosotros mismos. Por otra parte, es una experiencia que hacen los grandes artistas, que suelen decir algo así como “la inspiración me ha poseído”, o los enamorados que experimentan que la otra persona se les “impone”. También en la vida religiosa, llega un momento en que sabemos que la “gracia nos posee”, que el discipulado no es fruto de nuestros esfuerzos sino del amor gratuito de Dios.

2. “Otros”. Así dice el texto. Los setenta y dos escogidos ahora no son los primeros. Seguramente Jesús había provocado un gran movimiento de amigos y discípulos, que no eran espectadores pasivos sino actores dinámicos en el proyecto de renovación que Jesús proponía a Israel y a toda la humanidad. Me parece muy importante que cada uno de nosotros contribuya a la misión con los propios dones y carismas, pero sin considerarnos “los únicos”, sin caer en los celos de lo que otros hagan. Los demás son también un don de Dios y normalmente tienen los carismas que a mí me faltan.

3. Setenta y dos. Como sabemos, este número hace referencia a la totalidad de las naciones “paganas”. Desde el inicio la Iglesia de Jesús se siente enviada más allá de las fronteras de Israel. Después de la resurrección de Jesús, los apóstoles se extendieron por las pueblos vecinos y, con la ayuda providencial de Pablo, llegaron hasta Roma y a muchas partes del Imperio romano. Pienso que la Iglesia debe seguir este criterio en todas las épocas de la historia, superando constantemente los límites estrechos de la cultura ya adquirida, de los ritos establecidos, de las normas tradicionales… para abrirse a nuevas culturas y ámbitos religiosos. Las Iglesia necesita ritos, normas y cánones, pero no puede quedarse ligada a ellos como si fueran “ídolos”, porque la fe en Jesús la hace libre y capaz de superar sus propias tradiciones para abrirse a nuevos pueblos con los que crear nuevos ritos y nuevas normas.

4. Discípulos. Esta es la base de la misión. Antes de ser misioneros, hay que ser discípulos, pertenecer al movimiento de Jesús. Seer discípulos es mucho más que aprender una doctrina, una moral o una metodología. Es pertenecer a una escuela de vida, es ser y vivir a la manera de Jesús. “No les llamaré siervos, sino amigos”, dice el Maestro. Hoy tenemos gran necesidad de recuperar esta conciencia de ser discípulos, porque nuestra vida cristiana se ha centrado en prácticas y tradiciones buenas, pero secundarias, se ha contaminado del mundo que nos rodea (espíritu burgués, secularismo,etc.), o ha caído en la mediocridad. Tenemos que recuperar la lectura creyente del Evangelio, tenemos que convertirnos al estilo de vida de Jesús (sincero, orante, libre, misericordioso). Tenemos que hacer de nuestras parroquias y comunidades lugares de discipulado.

5. “Los envió de dos en dos”. De nuevo hay que tenerlo claro: No soy yo que voy, es Jesús que me envía. Y me envía en compañía, para que la misión no se convierta en una ocasión de protagonismo mío, sino de servicio; para que, si me canso, encuentre apoyo en otro hermano; para que los demás vean que lo que anunciamos (el amor de Dios) se hace realidad en nuestra comunidad misionera. La misión “de dos en dos” supera la experiencia personal, subjetiva, para hacer una propuesta social, compartida. La misión no es un asunto privado, no es una iluminación personal; es un asunto comunitario, público, algo que se puede y se debe compartir con otros.

6. “A todos los pueblos y lugares”. Jesús no es un predicador que se queda en un lugar y espera que vengan a escucharlo. Jesús sale al encuentro de las gentes allí donde viven y manda a sus discípulos a todas partes. Pienso en cuanto tiene que cambiar nuestra labor pastoral y misionera. A veces parece que esperamos que la gente venga a nuestras iglesias, participe de nuestras iniciativas… mientras Jesús dice: salgan, no se queden en casa, vayan a todos los pueblos y ciudades.

La mies es mucha, hay trabajo para todos. Se necesitan voluntarios para ser enviados. ¿Cuál es tu parte en la misión de Jesús? ¿A dónde te quiere enviar Jesús en este momento de tu vida? Lee la Palabra, mira a tu alrededor, escucha al Espíritu que “sopla” de mil maneras, especialmente en tu interior, y comprenderás qué parte de su misión te quiere encomendar Jesús.

P. Antonio Villarino
Quito

discípulos cuesta arriba

Un comentario a Lc 9, 51-62 (XIII Domingo ordinario, 26 de junio de 2016)

139El evangelio de Lucas llega a un punto culminante de su narración sobre la vida de Jesús. Este, después de predicar por aldeas, campos y ciudades de Galilea, decide dirigirse a Jerusalén, el centro de la religión judía, donde está el Templo controlado por sacerdotes, fariseos y saduceos. Jesús va allá para proponer un cambio radical, que supere la hipocresía, la manipulación religiosa y el lucro indebido, creyendo verdaderamente en Dios como Padre misericordioso, que mira con amor a los pobres y pecadores. Cuando decide ir allá, Jesús intuye que cumplir la misión que se le ha encomendado no será fácil; le exigirá decisión, perseverancia, capacidad de sufrimiento y confianza.

En ese camino, cuesta arriba, como quien entra en “territorio adverso”, Jesús encuentra personas que se le oponen y algunos que le quieren seguir. Jesús no les engaña con palabras bonitas pero falsas; les avisa que, para seguirle, cuesta arriba, hasta Jerusalén, hay que ir contra corriente. En esta página que leemos hoy encontramos cuatro tipos de falsos candidatos a discípulos. Veamos:

1.- Los fanáticos violentos. El evangelista los nombra. Son Santiago y Juan. Ellos representan a algunos miembros de las primeras comunidades que piensan que a los malos hay que eliminarlos, hacer “bajar fuego del cielo” contra ellos. Lucas dice simplemente que Jesús “se volvió hacia ellos y los reprendió”. En la comunidad de los verdaderos discípulos no cabe el fanatismo ni las posiciones violentas. Recuerden la parábola del trigo y la cizaña: no se puede arrancar la cizaña sin dañar el trigo, hay que esperar al tiempo de la cosecha para separarlos. Algunos quisieran un mundo perfecto, una Iglesia totalmente santa, una comunidad sin mancha… Eso es una ensoñación. Jesús invita a sembrar el bien, pero sin esa impaciencia que puede destruir el bien junto con el mal.

2.- Los acomodados. Hay algunos que quieren seguir a Jesús, que tienen buenos sentimientos, pero cuando hay que hacer algún sacrificio, se echan atrás. Como dice el proverbio, “el que algo quiere, algo le cuesta”. Seguir a Jesús implica a veces sacrificar algo de tiempo, renunciar a alguna comodidad, perder algo de dinero… Si prefieres seguir sentado en tu sofá, sin molestarte mucho, entonces no puedes ser discípulo.

3.- Los apegados a las tradiciones. En el evangelio se dice que uno quería seguirle, pero quería primero “enterrar a su padre”. Jesús le responde: “Deja que los muertos entierren a sus muertos”. Evidentemente Jesús no está contra la piedad para con el propio padre, al contrario, en otro lugar, critica a quienes descuidan a sus padres con la excusa de servir al templo. Lo que Jesús dice es que, para seguirle, hay que ser libre de ataduras indebidas. Alguno, por ejemplo, no va a Misa porque a esa hora tiene el partido del fútbol o quiere ir al gimnasio, o va de bares con sus amigos… Oye, “deja a los muertos que entierren a sus muertos”. Sé libre para seguir a Jesús.

4.- Los inconstantes y nostálgicos. Estos son los que, como la mujer de Lot, miran al pasado más que al presente y al futuro. “Empuñan el arado”, es decir, se animan a trabajar por el Reino, pero se cansan, echan de menos “las cebollas de Egipto”, como los judíos en el desierto. Jesús dice que estos “no sirven para el Reino de Dios”. Se requiere constancia, perseverancia, capacidad de mirar al futuro más que al pasado.

Hoy podemos preguntarnos si nosotros caemos en alguna de estas categorías o si estamos dispuestos a seguir a Jesús, sin condiciones, incluso cuando eso implica algún sacrificio, cuando nos exige liberarnos de alguna atadura indebida o cuando implica caminar cuesta arriba y contra corriente. ¿Quien se apunta? Si dice sí, ya somos dos. Vamos a ellos con confianza y generosidad.

P. Antonio Villarino
Quito

¿Quién es Jesús para mí?

Un comentario a Lc 9, 18-24 (XII Domingo ordinario, 19 de junio del 2016)

jesus
Antes de iniciar su camino hacia Jerusalén (donde confrontará al Templo y sus autoridades), Jesús pregunta, primero, por la percepción que la gente tienen de él, y después, por lo que piensan los discípulos.
Esa pregunta sigue siendo válida hoy para la gente que nos rodea y para nosotros mismos. ¿Quién es Jesús para las personas con las que nos relacionamos? ¿Quién es Jesús para mí, en este momento concreto de mi vida? No vale dar la respuesta del catecismo, que aprendimos hace muchos años, ni la de algún teólogo famoso, ni siquiera vale usar las mismas palabras escritas por Lucas. Lo que tengo que hacer hoy es ponerme sinceramente delante de Jesús y decirle, en mis propias palabras, en el contexto de mi vida actual, quién es él para mí.

Los evangelios nos transmiten la experiencia de muchas personas que tuvieron un encuentro de primera mano con Jesús, lo reconocieron como Mesías, y han sido transformadas. Recordemos el caso de Pedro y Pablo, de la Magdalena y de Zaqueo, entre otros. Recordar estas experiencias nos puede ayudar, pero cada uno tiene que dar su propia respuesta.
Por si sirve a alguno, adelanto algunos elementos que quizá puedan ser útiles:

Jesús es el amor de Dios hecho carne, es decir, hecho palabra y gesto concretos. Jesús me revela a Dios cuando:
– contempla amable y sonriente los lirios del campo y los pájaros del aire, aceptando gozosamente la naturaleza como casa del ser humano;
– mira complacido y abraza cariñosamente a los niños, representantes por excelencia del ser humano sin aditamentos;
– mira en los ojos y reta al joven rico para que no se conforme con la mediocridad;
– perdona a la adúltera y al paralítico, dándoles la posibilidad de una nueva vida;
– comparte mesa con Zaqueo, quien, a pesar de su riqueza, se sentía despreciado e indigno;
vive con cercanía de corazón a María, Marta y Lázaro de Betania;
– prepara pan y pescado para los discípulos y para los caminantes que deambulan en busca de sentido y comprensión;
ofrece curación a los diez leprosos y a la mujer que sufría por años;
– se rebela frente a la falsificación del templo;
– anuncia la resurrección al hijo de la viuda;
– proclama la verdad ante el poder de Pilato y la ciencia de Nicodemo;
– ilumina a la confusa samaritana, que buscaba algo sin saber muy bien qué;
– da su amistad, a prueba de traiciones ,a Pedro, pescador fracasado y amigo infiel;
– se muestra como Hijo para el Padre, al que nos enseña a llamar “Abba”, que hace salir el sol sobre buenos y malos…

Te invito a pensar en tu propio perfil de Jesús.
Con lo que conoces ya de Jesús, ¿te animas a ser discípulo; a caminar por la vida siguiendo sus pasos? ¿No crees que El es el maestro que necesitas para organizar tu vida personal? ¿No te parece que El es la luz que nos falta para dar respuesta a un mundo roto, bastante confuso y desorientado? ¿No crees que Él es el Hijo del Padre que te hace Hijo y Hermano?

Una última anotación: Este Jesús no es un personaje de novela. Es un personaje real que se enfrenta a las duras realidades de la vida. A él se le conoce de verdad cuando se le contempla en la cruz, dispuesto a dar su vida con sus amigos”. A él sólo le conoce de verdad quien también está dispuesto a a dar la vida, a ser generoso. A Jesús no se le puede conocer desde la cobardía, la pereza, el egoísmo o el miedo. Hay que saber ser como él grano de trigo que muere para dar vida, pues “el que quiera conservar para sí la vida, la perderá; pero el que la pierda por mi causa , ese la encontrará”.

P. Antonio Villarino
Quito

¿Todavía no entienden?

loaves-of-bread

Abundancia – esto es lo que Dios nos ofrece siempre. La escasez – esta es la forma en que normalmente vemos el mundo.

El martes, la lectura del Evangelio de Marcos 8: 14-21 habló de un viaje en barco de Jesús y sus discípulos al otro lado del lago. Aquí está el contexto: Jesús acababa de realizar uno de sus milagros más impresionantes, la alimentación de cuatro mil con unos pocos panes. Los fariseos luego le solicitan una “señal del cielo para ponerle a prueba” (Mc 8:11) como si todas sus curaciones anteriores y la alimentación de los cuatro mil unas horas antes, no fue lo señal suficientemente. Saltando a la barca, Jesús hace un comentario a sus discípulos sobre el tener cuidado con las filosofías y mentalidades de los fariseos, su “levadura”, como él lo describe. Los discípulos, habiendo olvidado llevar pan para el viaje (sólo tenían una hogaza pan), supusieron que Jesús hizo este comentario porque no tenían pan. Lo superficial que a veces pueden ser los discípulos y nuestros pensamientos. Jesús sabe exactamente lo que están pensando y, esencialmente, clama: ¡Esto no tiene nada que ver con el pan! Jesús continúa diciéndoles que es como el que tiene ojos y no ve, tienen oídos y no oye. A continuación, les recuerda su milagrosa multiplicación de los panes para alimentar a los cinco mil algún tiempo antes y los cuatro mil pocas horas antes. Les pregunta ¿cuántos cestos de fragmentos sobraron?, trozos de pan que estos mismos discípulos habían recogido. Probablemente con timidez en los ojos de los discípulos y mirando a la parte inferior de la embarcación, contestan “doce” y “siete”. Jesús entonces lleva al clímax todo el momento con la más sencilla de las preguntas: “¿Todavía no entienden?”

Es como Jesús está diciendo: Te doy todo, te ofrezco la vida más abundante desde mi amor. Llenaré todas sus preocupaciones, depresiones, limitaciones y fracasos. Todo lo que necesitas hacer es creer en mí y confiar en mi propuesta de abundancia. Todo lo que necesita hacer es tener fe en mi fidelidad. Podemos llegar a estar tan cerrados en nosotros mismos, tontamente confiar en nuestros propios recursos diminutos – contando como inventario nuestros pocos panes – cuando Dios está dispuesto a llenar con una montaña de panes nuestro regazo. ¿Todavía no entienden? No sólo te daré lo que necesitas de acuerdo a sus limitados horizontes (como alimentar a los cuatro mil hombres), sino que te daré aún más de lo que puedas soñar (siete cestas de sobras).

Durante estos últimos meses he estado luchando con la enfermedad y la facilidad con la que me he encontrado abatido. Me he descubierto a mí mismo sintiendo como si estuviera luchando contra esto solo. Sin embargo, escuchando y luchando contra esta pregunta final tan profunda de la lectura del martes finalmente me sacó con fuerza de mi duda.

A veces podemos ser como los discípulos, donde tenemos una intención sincera de amar a Dios, sino por miedo, no estamos dispuestos a hacer el salto de fe necesario para verdaderamente abandonarnos en las manos de Dios confiando en que él traerá consigo todas las cosas buenas para aquellos que le aman. A veces también podemos ser como los fariseos, podemos ver de primera mano el amor de Dios, y aun así permanecer impasible, continuando por nuestros propios caminos egocéntricos, aislados y perdidos. En ambos casos, permanecemos en una mentalidad de escasez, con la ansiedad que conlleva. El mensaje de Jesús es claro: Mi Reino es uno de abundancia, donde tu vida está llena en la medida que tienes fe en mi amor. Si pides un pan con la fe de un niño, te lo daré… y mil más.

– Mark y Maggie Banga

Laicos Misioneros Combonianos sirviendo en Awassa, Etiopía

El sinónimo de “hoy” es “presente”

hoje¿Cuál es la fuerza que nos sostiene? ¿De dónde viene la esperanza para seguir soñando?, ¿para resistir y buscar una sociedad más humana y feliz, fraterna para todas y para todos? Lo que nos mueve son los sueños de una realidad que queremos, una realidad que no incluya situaciones de injusticia impuesta por las desigualdades sociales y económicas. Una realidad que se transforma en la medida en que nosotros la transformamos, a través de nuestros esfuerzos, con nuestros sentidos, con nuestras opciones. Podemos y debemos ser constructores de nuestro destino personal y colectivo, de nuestra libertad creativa. Nuestra pasión y nuestra fe ganan fuerza cuando están en contacto directo con las víctimas de la violencia y la injusticia contra los derechos sagrados y fundamentales que se llaman derechos humanos. Los signos y resurrecciones nacen de nosotros mismos, de la unión y la fuerza de los movimientos sociales y otras articulaciones que vienen desde abajo, desde la sociedad civil y organizada… ¡nosotros! Es posible hacer llover Justicia, fertilizar la tierra y obtener los frutos que han de nacer. Es posible, porque queremos, creemos, luchamos, construimos. El cansancio, la desilusión, el desánimo, el miedo se convierte en una sombra gigante si lo permitimos, pero se hace pequeña e insignificante si nos mantenemos unidos, si la lucha de uno es la lucha de todos. Entre los males más fuertes está la indiferencia absoluta, es el que domina nuestra vida diaria, una especie de ceguera en el mundo que hace que la gente viva en una burbuja, ciega y estéril, incapaz de escuchar los latidos del corazón del mundo, olvidando que en este latir está también el nuestro. Nosotros somos el mundo, la historia es la nuestra, que nadie se sienta excluido, en las palabras de una canción de De Gregori, ¡nosotros estamos escribiendo la historia! Somos parte de un alfabeto que es capaz de escribir cosas maravillosas, si así lo elegimos. Valor, sueños, esperanzas, dignidad, libertad, justicia, respeto, imaginación, fraternidad… tantas plumas con las que comenzar a escribir, donde nosotros somos el papel en blanco donde empezar a hacerlo.

Emma. LMC