Laicos Misioneros Combonianos

Peregrinación misionera virtual con Comboni

peregrinacion
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Querid@ amig@,

¿Tienes lista la mochila? Hemos preparado una peregrinación misionera virtual. No te asustes, no vamos a caminar 30 km cada día (bueno si tú quieres…). Lo que sí vamos a necesitar son mentes y corazones llenos de pasión, ¿contamos contigo?

¿QUÉ ES UNA PEREGRINACION?

Peregrinar: Del latín. Peregrināri. 1. Dicho de una persona: Andar por tierras extrañas. 2. intr. Ir en romería a un santuario por devoción o por voto…

¿QUÉ VAMOS A HACER?

Visitar virtualmente 7 lugares que marcaron la vida de San Daniel Comboni, empezando en Italia y terminando en Sudán.

– Conocer la Misión Comboniana y a San Daniel Comboni, su fundador.

– Descubrir su pasión por Cristo, por la misión de la Iglesia y por el pueblo africano.

– Tener momentos de silencio, de oración y de encuentro.

– Preguntarnos cuál es nuestra misión allá donde estamos.

¿CUÁL ES EL RECORRIDO?

1. Limone Sul Garda (Italia)

2. Verona (Italia)

3. Tierra Santa

4. Roma

5. Río Nilo

6. Malbes (Sudán)

7. Jartúm (Sudán).

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¿QUIÉNES PUEDEN PARTICIPAR?

Todos aquellos que lo deseen.

¿CÓMO LO VAMOS A HACER?

• Debes inscribirte en el registro de peregrinos. Cuando lo hagas, podrás acceder al contenido de la primera etapa.

• En cada una de ellas vas a poder disfrutar de: paseo turístico virtual, testimonios misioneros, reflexiones, oraciones, algo de historia, muchas historias… y muy buen ambiente.

• Antes de pasar a la siguiente etapa tendrás que responder a un breve cuestionario. Esto te dará la llave de acceso para la siguiente.

¿QUÉ SE NECESITA?

• Un ordenador/computadora o un móvil/celular.

• Una hora, al menos, cada día (x 7 días). La peregrinación está diseñada para hacerla en 7 días, pero tranquil@, si necesitas más tiempo, los materiales estarán disponibles.

• Y sobre todo, muchísimas ganas de vivir esta experiencia.

¿HAY QUE PAGAR ALGO?

• ¡La gracia de Dios es GRATIS! Eso sí, si te ha servido, ¡invita a otros, no te lo guardes solo para ti!

¿Y POR QUÉ EMBARCARME EN ESTO?

Porque vale la pena vivir una aventura con Jesús y con Daniel Comboni. El misionero y profeta que fue más allá de su tiempo y de su tierra. Lo entregó todo por la misión y consagró toda su vida por un ideal: “Salvar África con África”.

Qué mejor compañero de viaje que alguien que recorrió en el s.XIX y sin avión, ¡3 continentes! Navegó por el Mar Mediterráneo; cruzó Europa en tren; recorrió los desiertos africanos en camello y las estepas rusas en trineo; si ¡hasta vio de cerca a los cocodrilos del Nilo y recorrió a pie muchos de los caminos de África! ¿Y todo esto por qué? Porque Daniel Comboni vivió con pasión la llamada a dar a conocer a Cristo a aquellos a quien la historia y la sociedad había dejado al margen.

¿Estás listo para embarcarte con él en esta aventura?

¡COMENZANDO LA MISIÓN: 3, 2, 1…!

Si estás interesado/a en participar:

Web informativa : https://t.co/oZmuYlfOVE

Inscripciones para peregrinación: https://t.co/ge6WNoxD5t

¿Cuál es la piedra angular de mi vida?

piedra
piedra

Un comentario a Mt 21, 33-43 (XVII Domingo ordinario, 4 de octubre de 2020)

No sé si han visto la película que sobre el evangelio de Mateo hizo el cineasta italiano Pier Paolo Pasolini hace ya algunas décadas. En aquella película, que recuerdo haber visto en mi juventud, me impresionó la imagen de Jesús que el famoso director de cine presentaba: un Jesús profeta, austero y serio, que denunciaba la falsa religión y se compadecía de los enfermos y los pobres. Era una imagen muy diferente de la que presentan algunas estatuas y cuadros que adornan nuestros templos o casas, imágenes heredadas de siglos anteriores, en las que se pinta a Jesús con la cara torcida y los ojos lánguidos, como sin nervio ni energía para combatir el mal y luchar por el bien. Me parece que Pasolini estaba más cerca del Jesús real que las imágenes a las que estamos acostumbrados.

Ciertamente, Jesús se distinguía por su bondad, por su cercanía a los niños, por su atención a los enfermos, por su misericordia infinita… Pero los evangelios nos muestran también a un Jesús que no esquivaba el conflicto, cuando era necesario, sobre todo, cuando llegó a Jerusalén y tuvo que enfrentarse a una clase dirigente que vivía una religiosidad hipócrita, oprimía al pueblo sencillo y no quería escuchar el llamado a la conversión y al cambio profundo.

En ese contexto se sitúa la parábola de los “labradores homicidas” que leemos hoy, una parábola fuerte que pone al desnudo la realidad de aquellos que decretaron la muerte de Jesús, desechándolo como si fuese una persona inútil y hasta contraproducente. Jesús les avisa que los desechados serán ellos, que se quedarán fuera del Reino de los cielos, mientras otros sabrán aprovechar la oportunidad. La clave de esta parábola está en el salmo que cita:

“La piedra que rechazaron los constructores se ha convertido en piedra angular; esto es obra del Señor y es realmente admirable” (Sal 118, 22)

Con esta cita Jesús, tal como lo recuerda Mateo, denuncia a los que le van a matar y avisa de que él se convertirá en la piedra angular de un nuevo edificio, el origen de un nuevo pueblo de Dios, un pueblo que dé frutos de justicia y de paz, de sinceridad y de humildad, de fidelidad a Dios y de fraternidad entre todos. Atrás queda el pueblo de los que se creían dueños del mundo, con derecho a abusar de todo y de todos.

También hoy muchos rechazan a Jesús y desprecian a la comunidad de sus discípulos, porque ellos se sienten los dueños de todo y no tienen que rendir cuentas a nadie. Por el contrario, los humildes y los sencillos, los “pobres de Yahvé, escuchan la palabra de Jesús, la ponen en práctica y forman comunidades del Reino, que son la semilla de una humanidad nueva y renovada.

Al leer este texto, nosotros nos preguntamos: ¿De qué lado me pongo yo? Yo procuro ponerme del lado de Jesús, sabiendo que su mensaje y su presencia son la piedra angular sobre la que construir una vida que dé frutos de amor y verdad, de justicia y fraternidad, frutos de quien se reconoce hijo y no dueño. ¿Cuál es la piedra angular de mi vida: el dinero, el orgullo, las apariencias o el seguimiento de Jesús?

P. Antonio Villarino

Bogotá

Obras son amores y no buenas razones

hijos
hijos

Un comentario a Mt 21, 28-32 (XXVI Domingo ordinario, 27 de septiembre de 2020)

La lectura del evangelio de Mateo que hacemos hoy sitúa a Jesús en Jerusalén, en claro conflicto con fariseos, escribas y sacerdotes del Templo, es decir, con los representantes de la religiosidad oficial de su tiempo.

Aquellas personas se preocupaban mucho por las apariencias externas, por la exactitud de los ritos y por las palabras que hoy llamaríamos “políticamente correctas”, pero Jesús les recuerda que lo que importan no son tanto las buenas intenciones y las palabras “correctas”, cuanto las acciones.

La sabiduría popular castellana tiene dos dichos que nos pueden ayudar a entender esta parábola de Jesús sobre el hijo que dice que sí, pero no hace lo que le mandan y el hijo que dice que no, pero hace lo que le mandan.

El primer dicho afirma que “las paredes del infierno están construidas con buenas intenciones”.  San Daniel Comboni, primer obispo de África central, decía que temía a las “personas buenas”, que se conforman con buenas palabras, buenos sentimientos y deseos, pero no mueven un dedo para mejorar la situación de los pobres, no hacen nada para ayudar a un enfermo, nunca defienden a un maltratado…

Ciertamente esta enseñanza no nos invita a despreciar las buenas palabras y los buenos deseos, ya que “de lo que hay en el corazón” surgen las buenas o malas acciones. Pero Jesús nos avisa que no basta con eso: las buenas palabras y los buenos deseos, por sí solos, se quedan estériles como el árbol que tiene muchas hojas, pero ningún fruto

El otro dicho popular al que me refiero -“Obras son amores y no buenas razones”- se parece a lo que Jesús dijo en otra ocasión:

                “No todo el que dice: Señor, Señor, entra en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mt 7, 21). Y la voluntad del Padre es que todos sus hijos tengan vida en abundancia. Por tanto, si quiero ser hijo verdadero del Padre Dios estoy llamado a realizar acciones de vida, de amor, de justicia.

Hoy es un buen día para preguntarme por mis omisiones: ¿Debería hacer algo más por mi familia, por mis amigos, por mi comunidad, por los pobres? No lo olvidemos: “Obras son amores y no buenas razones”

P. Antonio Villarino

Bogotá

“Hay, hermanos, mucho por hacer”

Viña
Viña

Un comentario a Mt 20, 1-16 (25 Domingo ordinario, 20 de septiembre de 2020)

Seguimos avanzando en la lectura de Mateo, que nos acerca cada vez más a la figura de Jesús, a sus enseñanzas y valores. Hoy leemos la primera parte del capítulo 20, que nos transmite la parábola de los trabajadores que llegan a distintas horas a trabajar en la viña, recibiendo todos la misma paga.

De esta lectura yo saco tres lecciones principales:

1.- “Vayan ustedes también a mi viña”

En la viña del Señor, que es el amplio mundo, hay trabajo para todos y a todas las horas del día. Al leer este texto me acordé de una famosa frase del escritor peruano, César Vallejo: “Hay, hermanos, tanto por hacer”. Realmente, en nuestro mundo hay mucha tarea pendiente: tanta hambre que alimentar, tantos niños que educar y ayudar a crecer sanos en el cuerpo y en el espíritu, tantos jóvenes que orientar hacia los grandes ideales, tantas familias que construir en un amor gratuito y sólido, tanta justicia que instaurar en el trabajo y en la vida pública, tanta comunión que favorecer en la Iglesia, tanta palabra de luz que compartir… ¿En qué parte de la viña trabajas tú? Mira a tu alrededor y verás que el Señor te llama a comprometerte un poco más, a dar un poco más de tu tiempo, a amar con más generosidad.

2.- “Los últimos serán primeros”

En el trabajo por el Reino no cuenta la herencia recibida sino el tiempo aprovechado cuando uno es llamado. No vale decir: en la juventud yo era muy generoso,  mi familia ha sido siempre católica, como si eso te diese algún privilegio; no vale decir: en mi pueblo siempre hemos celebrado las fiestas religiosas, como si un pasado fiel pudiese justificar un presente infiel… En el trabajo por el Reino no hay privilegios adquiridos y todos son bienvenidos, sea cual sea su historia precedente. Cada generación, cada tiempo tiene su propia misión que cumplir, sus desafíos que afrontar, sus valores que proteger. No podemos “dormirnos en los laureles”, como si lo hecho ayer fuera lo mejor, ni desesperar de que mañana pueda ser mejor. Siempre hay una nueva oportunidad para empezar a hacer el bien y a mejorar nuestra vida.

3.- Trabajar por el Reino es un gozo gratuito

El trabajo por el Reino es en sí mismo la paga que se nos debe. Amar a Dios, servir al prójimo, trabajar por la felicidad de la familia, colaborar en una parroquia, ayudar a unos niños necesitados… todo eso no requiere paga, eso se paga en sí mismo, porque eso nos hace ser verdaderos hijos de Dios, que ama generosa y gratuitamente, sin exigir nada a cambio.

Aprovechemos la celebración del domingo para preguntarle al Señor: ¿A qué parte de tu viña me llamas?

Y peguntémonos a nosotros mismos: ¿Hago algo gratuitamente, por amor puro y simple o estoy buscando siempre una compensación, un reconocimiento, una paga?

P. Antonio Villarino

Bogotá