Laicos Misioneros Combonianos

Reportaje informe de investigación: Dossier Carajás, Corrupción y dejadez

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Dividido en cuatro capítulos, el primer episodio muestra parte de los impactos que uno de los trenes de carga más grandes del mundo deja en las 28 ciudades y más de 100 pueblos que atraviesa. El gran informe de investigación revela cómo la riqueza de la minería contrasta con la miseria y el sufrimiento de los vecinos del ferrocarril de Carajás, cómo la falta de puentes peatonales expone a los residentes a la rutina de accidentes en los cruces y cómo los escándalos de corrupción desangran las arcas públicas de los municipios cortados por la CFE.

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En este informe podemos ver la realidad de las comunidades afectadas por los problemas de la minería en el noreste de Brasil, la Familia Comboniana acompaña estas comunidades. Nuestra comunidad LMC está presente desde hace más de 25 años.

Dejamos este video (en portugués) del canal de Justicia de los Caminos de JnT*

* Justiça nos Trilhos trabaja para fortalecer las comunidades del Corredor de Carajás en el noreste de la Amazonia brasileña y denunciar las violaciones de los derechos humanos y del medio ambiente, responsabilizando al Estado y a las empresas y evitando nuevas violaciones de los derechos humanos.

Hacia el Foro Social Comboniano sobre la Ministerialidad Social 2021

Forum

COMISIÓN MINISTERIAL SOCIAL DE LA FAMILIA COMBONIANA

HACIA EL FORO SOCIAL COMBONIANO 2021

ROMA EUR 3 – 7 JULIO 2021

¡Queridos hermanos, hermanas, seculares, laicas, y laicos combonianos! ¡La paz sea con vosotros!

Forum

Sabemos desde hace tiempo que habéis estado esperando el semáforo verde para indicar los nombres de los representantes de vuestras provincias que iban a participar en el Foro de la ministerialidad Social. Os agradecemos vuestra paciencia y disponibilidad.

Lamentablemente, en vista del estancamiento creado por la pandemia COVID-19, no fue posible convocar el Foro Social Comboniano para julio de 2020 como estaba previsto e incluso la hipótesis de reunirse de nuevo en diciembre de 2020 se ha desvanecido debido a la segunda ola de los últimos tiempos. Lamentamos una vez más tener que posponer este importante acontecimiento como Familia Comboniana, pero la situación nos pide sabiamente que nos reorganicemos para tiempos mejores.

EL EVENTO SE POSPONE HASTA EL 3-7 DE JULIO DE 2021.

Sin embargo, para aprovechar al máximo este tiempo que nos llevará al Foro presencial, podemos animar la Familia Comboniana y prepararla para el evento.

Nos estamos orientando hacia dos eventos webinar de 2 días: una primera cita en diciembre de 2020, y otra en marzo de 2021.

PARA LA PREPARACIÓN:

Hacer circular el artículo publicado en Nigrizia en septiembre de 2020 para presentar el libro SOMOS MISION. Los MCCJ lo encontrarán directamente en la FAMILIA COMBONIANA de noviembre de 2020. Con esta acción queremos ayudar a los participantes a centrarse en el trabajo y llegar preparados para el evento de diciembre de 2020.

DICIEMBRE DE 2020:

2 WEBINAR, VIERNES 4 y SÁBADO 5 DE DICIEMBRE, DE LAS 15.00 A LAS 17.00, HORA DE ROMA

Contenido:

= Un cambio de época: el camino profético de la Iglesia (ponente por confirmar). Se trata de ofrecer un marco de referencia más amplio para el camino del Foro Social Comboniano, en el contexto de la Evangelii Gaudium (EG), Laudato Si (LS), Fratres omnes (FO) Hermanos Todos.

= El Foro Social Comboniano en comparación con el camino profético de la Iglesia (ponente por confirmar). Una reflexión teológica sobre el camino de la FSC.

Formato: Dos webinars de 2 horas, incluyendo un espacio de interacción (máximo 30 min). El webinar se transmitiría desde Roma, con un grupo que sigue en presencia. En otros lugares, cuando sea posible, se invitaría a los participantes a reunirse y seguir las ponencias juntos (para luego compartir y reflexionar juntos), pero las conferencias se transmitirán en vivo para que cualquiera que desee inscribirse pueda participar. La grabación de las conferencias se puede subir al canal de YouTube para hacerlas accesibles incluso a aquellos que no puedan conectarse en vivo.

Debería haber traducción simultánea de las dos conferencias a varios idiomas. De las conferencias surgirán preguntas orientadoras para compartir/reflexionar en grupo (los que participen individualmente en el Zoom pueden hacerlo en las salas de descanso) y una tarea para preparar el evento de marzo de 2021.

Tarea: en los meses entre los dos eventos, los participantes tendrán la oportunidad de profundizar su comprensión de los temas y ponerlos en diálogo con su práctica ministerial. Entre las herramientas para un estudio en profundidad, recomendamos encarecidamente la lectura del libro: SOMOS MISIÓN enviado a las distintas provincias y comunidades a través de una copia electrónica y también como libro.

MARZO 2021: 2 WEBINAR, VIERNES 5 y SÁBADO 6 DE MARZO 2021

Contenido:

= Presentación del mapa de la presencia social y ministerial de la familia comboniana y primer análisis de los datos (en relación con las aportaciones del seminario web de diciembre) – trabajo en grupo a partir de los resultados del análisis.

= Compartido por los grupos de trabajo (en el Zoom, con traducción en varios idiomas)

Formato:

Similar al evento de diciembre.

El primer día habría que organizar una conferencia, seguida de trabajo en grupo. El segundo día se compartiría el trabajo de los grupos (con traducción simultánea) y el lanzamiento del Foro Social Comboniano en julio de 2021.

Tarea: En preparación para el FSC, los participantes seleccionados prepararán la presentación de su experiencia ministerial más regenerativa.

JULIO 2021: 5 DÍAS EN ROMA EUR: 3 – 7 JULIO 2021

El formato del foro de Roma seguiría siendo el ya elaborado por los organizadores, con adaptaciones como parte del programa que ya se habrán realizado en los dos eventos de diciembre de 2020 y marzo de 2021. La ventaja será que se podrá profundizar más y que los participantes llegarán mucho más preparados e involucrados en la dinámica del Foro.

El próximo noviembre de 2020 os daremos más detalles sobre el primer seminario web del 4 y 5 de diciembre de 2020. Os pedimos que informéis a los miembros de las diversas provincias y comunidades para que puedan estar presentes en esas fechas y en esas 2 horas en particular para participar activamente en el evento.

Forum

En nombre de la Comisión de la Familia Comboniana para la ministerialidad social, os saludo fraternalmente y permanecemos unidos en la oración en este momento difícil, pero también lleno de nuevas oportunidades. ¡Que Dios nos acompañe y nos bendiga!
P. Daniele Moschetti, MCCJ
Coordinador de la comisión
Roma, 16 de octubre de 2020

Mensaje del Santo Padre Francisco. IV Jornada Mundial de los Pobres

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“Tiende tu mano al pobre” (cf. Si 7,32)

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“Tiende tu mano al pobre” (cf. Si 7,32). La antigua sabiduría ha formulado estas palabras como un código sagrado a seguir en la vida. Hoy resuenan con todo su significado para ayudarnos también a nosotros a poner nuestra mirada en lo esencial y a superar las barreras de la indiferencia. La pobreza siempre asume rostros diferentes, que requieren una atención especial en cada situación particular; en cada una de ellas podemos encontrar a Jesús, el Señor, que nos reveló estar presente en sus hermanos más débiles (cf. Mt 25,40).

1. Tomemos en nuestras manos el Eclesiástico, también conocido como Sirácida, uno de los libros del Antiguo Testamento. Aquí encontramos las palabras de un sabio maestro que vivió unos doscientos años antes de Cristo. Él buscaba la sabiduría que hace a los hombres mejores y capaces de escrutar en profundidad las vicisitudes de la vida. Lo hizo en un momento de dura prueba para el pueblo de Israel, un tiempo de dolor, luto y miseria causado por el dominio de las potencias extranjeras. Siendo un hombre de gran fe, arraigado en las tradiciones de sus antepasados, su primer pensamiento fue dirigirse a Dios para pedirle el don de la sabiduría. Y el Señor le ayudó.

Desde las primeras páginas del libro, el Sirácida expone sus consejos sobre muchas situaciones concretas de la vida, y la pobreza es una de ellas. Insiste en el hecho de que en la angustia hay que confiar en Dios: «Endereza tu corazón, mantente firme y no te angusties en tiempo de adversidad. Pégate a él y no te separes, para que al final seas enaltecido. Todo lo que te sobrevenga, acéptalo, y sé paciente en la adversidad y en la humillación. Porque en el fuego se prueba el oro, y los que agradan a Dios en el horno de la humillación. En las enfermedades y en la pobreza pon tu confianza en él. Confía en él y él te ayudará, endereza tus caminos y espera en él. Los que teméis al Señor, aguardad su misericordia y no os desviéis, no sea que caigáis» (2,2-7).

2. Página tras página, descubrimos un precioso compendio de sugerencias sobre cómo actuar a la luz de una relación íntima con Dios, creador y amante de la creación, justo y providente con todos sus hijos. Sin embargo, la constante referencia a Dios no impide mirar al hombre concreto; al contrario, las dos cosas están estrechamente relacionadas.

Lo demuestra claramente el pasaje del cual se toma el título de este Mensaje (cf. 7,29-36). La oración a Dios y la solidaridad con los pobres y los que sufren son inseparables. Para celebrar un culto que sea agradable al Señor, es necesario reconocer que toda persona, incluso la más indigente y despreciada, lleva impresa en sí la imagen de Dios. De tal atención deriva el don de la bendición divina, atraída por la generosidad que se practica hacia el pobre. Por lo tanto, el tiempo que se dedica a la oración nunca puede convertirse en una coartada para descuidar al prójimo necesitado; sino todo lo contrario: la bendición del Señor desciende sobre nosotros y la oración logra su propósito cuando va acompañada del servicio a los pobres.

3. ¡Qué actual es esta antigua enseñanza, también para nosotros! En efecto, la Palabra de Dios va más allá del espacio, del tiempo, de las religiones y de las culturas. La generosidad que sostiene al débil, consuela al afligido, alivia los sufrimientos, devuelve la dignidad a los privados de ella, es una condición para una vida plenamente humana. La opción por dedicarse a los pobres y atender sus muchas y variadas necesidades no puede estar condicionada por el tiempo a disposición o por intereses privados, ni por proyectos pastorales o sociales desencarnados. El poder de la gracia de Dios no puede ser sofocado por la tendencia narcisista a ponerse siempre uno mismo en primer lugar.

Mantener la mirada hacia el pobre es difícil, pero muy necesario para dar a nuestra vida personal y social la dirección correcta. No se trata de emplear muchas palabras, sino de comprometer concretamente la vida, movidos por la caridad divina. Cada año, con la Jornada Mundial de los Pobres, vuelvo sobre esta realidad fundamental para la vida de la Iglesia, porque los pobres están y estarán siempre con nosotros (cf. Jn 12,8) para ayudarnos a acoger la compañía de Cristo en nuestra vida cotidiana.

4. El encuentro con una persona en condición de pobreza siempre nos provoca e interroga. ¿Cómo podemos ayudar a eliminar o al menos aliviar su marginación y sufrimiento? ¿Cómo podemos ayudarla en su pobreza espiritual? La comunidad cristiana está llamada a involucrarse en esta experiencia de compartir, con la conciencia de que no le está permitido delegarla a otros. Y para apoyar a los pobres es fundamental vivir la pobreza evangélica en primera persona. No podemos sentirnos “bien” cuando un miembro de la familia humana es dejado al margen y se convierte en una sombra. El grito silencioso de tantos pobres debe encontrar al pueblo de Dios en primera línea, siempre y en todas partes, para darles voz, defenderlos y solidarizarse con ellos ante tanta hipocresía y tantas promesas incumplidas, e invitarlos a participar en la vida de la comunidad.

Es cierto, la Iglesia no tiene soluciones generales que proponer, pero ofrece, con la gracia de Cristo, su testimonio y sus gestos de compartir. También se siente en la obligación de presentar las exigencias de los que no tienen lo necesario para vivir. Recordar a todos el gran valor del bien común es para el pueblo cristiano un compromiso de vida, que se realiza en el intento de no olvidar a ninguno de aquellos cuya humanidad es violada en las necesidades fundamentales.

5. Tender la mano hace descubrir, en primer lugar, a quien lo hace, que dentro de nosotros existe la capacidad de realizar gestos que dan sentido a la vida. ¡Cuántas manos tendidas se ven cada día! Lamentablemente, sucede cada vez más a menudo que la prisa nos arrastra a una vorágine de indiferencia, hasta el punto de que ya no se sabe más reconocer todo el bien que cotidianamente se realiza en el silencio y con gran generosidad. Así sucede que, sólo cuando ocurren hechos que alteran el curso de nuestra vida, nuestros ojos se vuelven capaces de vislumbrar la bondad de los santos “de la puerta de al lado”, «de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios» (Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 7), pero de los que nadie habla. Las malas noticias son tan abundantes en las páginas de los periódicos, en los sitios de internet y en las pantallas de televisión, que nos convencen que el mal reina soberano. No es así. Es verdad que está siempre presente la maldad y la violencia, el abuso y la corrupción, pero la vida está entretejida de actos de respeto y generosidad que no sólo compensan el mal, sino que nos empujan a ir más allá y a estar llenos de esperanza.

6. Tender la mano es un signo: un signo que recuerda inmediatamente la proximidad, la solidaridad, el amor. En estos meses, en los que el mundo entero ha estado como abrumado por un virus que ha traído dolor y muerte, desaliento y desconcierto, ¡cuántas manos tendidas hemos podido ver! La mano tendida del médico que se preocupa por cada paciente tratando de encontrar el remedio adecuado. La mano tendida de la enfermera y del enfermero que, mucho más allá de sus horas de trabajo, permanecen para cuidar a los enfermos. La mano tendida del que trabaja en la administración y proporciona los medios para salvar el mayor número posible de vidas. La mano tendida del farmacéutico, quién está expuesto a tantas peticiones en un contacto arriesgado con la gente. La mano tendida del sacerdote que bendice con el corazón desgarrado. La mano tendida del voluntario que socorre a los que viven en la calle y a los que, a pesar de tener un techo, no tienen comida. La mano tendida de hombres y mujeres que trabajan para proporcionar servicios esenciales y seguridad. Y otras manos tendidas que podríamos describir hasta componer una letanía de buenas obras. Todas estas manos han desafiado el contagio y el miedo para dar apoyo y consuelo.

7. Esta pandemia llegó de repente y nos tomó desprevenidos, dejando una gran sensación de desorientación e impotencia. Sin embargo, la mano tendida hacia el pobre no llegó de repente. Ella, más bien, ofrece el testimonio de cómo nos preparamos a reconocer al pobre para sostenerlo en el tiempo de la necesidad. Uno no improvisa instrumentos de misericordia. Es necesario un entrenamiento cotidiano, que proceda de la conciencia de lo mucho que necesitamos, nosotros los primeros, de una mano tendida hacia nosotros.

Este momento que estamos viviendo ha puesto en crisis muchas certezas. Nos sentimos más pobres y débiles porque hemos experimentado el sentido del límite y la restricción de la libertad. La pérdida de trabajo, de los afectos más queridos y la falta de las relaciones interpersonales habituales han abierto de golpe horizontes que ya no estábamos acostumbrados a observar. Nuestras riquezas espirituales y materiales fueron puestas en tela de juicio y descubrimos que teníamos miedo. Encerrados en el silencio de nuestros hogares, redescubrimos la importancia de la sencillez y de mantener la mirada fija en lo esencial. Hemos madurado la exigencia de una nueva fraternidad, capaz de ayuda recíproca y estima mutua. Este es un tiempo favorable para «volver a sentir que nos necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los demás y por el mundo […]. Ya hemos tenido mucho tiempo de degradación moral, burlándonos de la ética, de la bondad, de la fe, de la honestidad […]. Esa destrucción de todo fundamento de la vida social termina enfrentándonos unos con otros para preservar los propios intereses, provoca el surgimiento de nuevas formas de violencia y crueldad e impide el desarrollo de una verdadera cultura del cuidado del ambiente» (Carta enc. Laudato si’, 229). En definitiva, las graves crisis económicas, financieras y políticas no cesarán mientras permitamos que la responsabilidad que cada uno debe sentir hacia al prójimo y hacia cada persona permanezca aletargada.

8. “Tiende la mano al pobre” es, por lo tanto, una invitación a la responsabilidad y un compromiso directo de todos aquellos que se sienten parte del mismo destino. Es una llamada a llevar las cargas de los más débiles, como recuerda san Pablo: «Mediante el amor, poneos al servicio los unos de los otros. Porque toda la Ley encuentra su plenitud en un solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. […] Llevad las cargas los unos de los otros» (Ga 5,13-14; 6,2). El Apóstol enseña que la libertad que nos ha sido dada con la muerte y la resurrección de Jesucristo es para cada uno de nosotros una responsabilidad para ponernos al servicio de los demás, especialmente de los más débiles. No se trata de una exhortación opcional, sino que condiciona de la autenticidad de la fe que profesamos.

El libro del Eclesiástico viene otra vez en nuestra ayuda: sugiere acciones concretas para apoyar a los más débiles y también utiliza algunas imágenes evocadoras. En un primer momento toma en consideración la debilidad de cuantos están tristes: «No evites a los que lloran» (7,34). El período de la pandemia nos obligó a un aislamiento forzoso, incluso impidiendo que pudiéramos consolar y permanecer cerca de amigos y conocidos afligidos por la pérdida de sus seres queridos. Y sigue diciendo el autor sagrado: «No dejes de visitar al enfermo» (7,35). Hemos experimentado la imposibilidad de estar cerca de los que sufren, y al mismo tiempo hemos tomado conciencia de la fragilidad de nuestra existencia. En resumen, la Palabra de Dios nunca nos deja tranquilos y continúa estimulándonos al bien.

9. “Tiende la mano al pobre” destaca, por contraste, la actitud de quienes tienen las manos en los bolsillos y no se dejan conmover por la pobreza, de la que a menudo son también cómplices. La indiferencia y el cinismo son su alimento diario. ¡Qué diferencia respecto a las generosas manos que hemos descrito! De hecho, hay manos tendidas para rozar rápidamente el teclado de una computadora y mover sumas de dinero de una parte del mundo a otra, decretando la riqueza de estrechas oligarquías y la miseria de multitudes o el fracaso de naciones enteras. Hay manos tendidas para acumular dinero con la venta de armas que otras manos, incluso de niños, usarán para sembrar muerte y pobreza. Hay manos tendidas que en las sombras intercambian dosis de muerte para enriquecerse y vivir en el lujo y el desenfreno efímero. Hay manos tendidas que por debajo intercambian favores ilegales por ganancias fáciles y corruptas. Y también hay manos tendidas que, en el puritanismo hipócrita, establecen leyes que ellos mismos no observan.

En este panorama, «los excluidos siguen esperando. Para poder sostener un estilo de vida que excluye a otros, o para poder entusiasmarse con ese ideal egoísta, se ha desarrollado una globalización de la indiferencia. Casi sin advertirlo, nos volvemos incapaces de compadecernos ante los clamores de los otros, ya no lloramos ante el drama de los demás ni nos interesa cuidarlos, como si todo fuera una responsabilidad ajena que no nos incumbe» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 54). No podemos ser felices hasta que estas manos que siembran la muerte se transformen en instrumentos de justicia y de paz para el mundo entero.

10. «En todas tus acciones, ten presente tu final» (Si 7,36). Esta es la expresión con la que el Sirácida concluye su reflexión. El texto se presta a una doble interpretación. La primera hace evidente que siempre debemos tener presente el fin de nuestra existencia. Acordarse de nuestro destino común puede ayudarnos a llevar una vida más atenta a quien es más pobre y no ha tenido las mismas posibilidades que nosotros. Existe también una segunda interpretación, que evidencia más bien el propósito, el objetivo hacia el que cada uno tiende. Es el fin de nuestra vida que requiere un proyecto a realizar y un camino a recorrer sin cansarse. Y bien, la finalidad de cada una de nuestras acciones no puede ser otra que el amor. Este es el objetivo hacia el que nos dirigimos y nada debe distraernos de él. Este amor es compartir, es dedicación y servicio, pero comienza con el descubrimiento de que nosotros somos los primeros amados y movidos al amor. Este fin aparece en el momento en que el niño se encuentra con la sonrisa de la madre y se siente amado por el hecho mismo de existir. Incluso una sonrisa que compartimos con el pobre es una fuente de amor y nos permite vivir en la alegría. La mano tendida, entonces, siempre puede enriquecerse con la sonrisa de quien no hace pesar su presencia y la ayuda que ofrece, sino que sólo se alegra de vivir según el estilo de los discípulos de Cristo.

En este camino de encuentro cotidiano con los pobres, nos acompaña la Madre de Dios que, de modo particular, es la Madre de los pobres. La Virgen María conoce de cerca las dificultades y sufrimientos de quienes están marginados, porque ella misma se encontró dando a luz al Hijo de Dios en un establo. Por la amenaza de Herodes, con José su esposo y el pequeño Jesús huyó a otro país, y la condición de refugiados marcó a la sagrada familia durante algunos años. Que la oración a la Madre de los pobres pueda reunir a sus hijos predilectos y a cuantos les sirven en el nombre de Cristo. Y que esta misma oración transforme la mano tendida en un abrazo de comunión y de renovada fraternidad.

Roma, en San Juan de Letrán, 13 de junio de 2020, memoria litúrgica de san Antonio de Padua.

Francisco

El viento del cambio. Historias de vida y ministerialidad social

equipo ministerialidad
equipo ministerialidad

Los combonianos y las combonianas nacieron gracias al Plan de San Daniele Comboni para salvar África con África. El Plan se publicó por primera vez en 1864, pero fue revisado y actualizado siete veces por el propio Comboni: fue una inspiración desde lo Alto, fruto del amor compasivo del Buen Pastor por África que Comboni llamó “la perla negra“; pero también una participación desde abajo, con diferentes expresiones de misión, estrategias, participación de grupos eclesiales, filántropos, científicos y geógrafos, para la búsqueda de personal y fondos para su realización.

Los biógrafos de Comboni reconocen algunas de sus características fundamentales, entre ellas su clarividencia práctica y dinámica y su fe inquebrantable en la regeneración de África, a pesar de los obstáculos, cruces, malentendidos, críticas y calumnias; prueba de ello es que dos africanos, Daniele Sorur Pharim Den (1860-1900) y Fortunata Quascè (1845-1899), ambos sudaneses y rescatados de la esclavitud, con la visión inclusiva de la obra comboniana, se desposaron inmediatamente con el Plan y, a través de su ministerio, revelaron su eficacia.

El primero describió la condición real de los negros y subrayó que la regeneración de los africanos sólo podía tener lugar con dos condiciones: romper el yugo de la esclavitud y ofrecer a los africanos las mismas oportunidades de formación que se daban a todos los demás pueblos. La segunda dedicó toda su vida a la formación y preparación de las jóvenes africanas, para que, a su vez, liberadas de toda esclavitud, iniciaran procesos de regeneración en el corazón del África negra.

Desde hace más de 150 años los herederos de Comboni, iluminados desde lo alto, con la misma determinación y con la misma confianza; movidos por el amor compasivo hacia los más pobres y abandonados, han dado forma al sueño de regenerar África a través de la pastoral social, adaptando el proyecto a los tiempos y a los lugares, con el soplo del Espíritu que “renueva la faz de la tierra” (Sal 103,30). Un importante patrimonio que debe ser conocido y valorado, especialmente hoy en día, para hacer frente a un sistema neoliberal de depredadores, que centraliza la riqueza en manos de unos pocos y promueve la cultura del despilfarro, excluyendo a miles de millones de personas de las condiciones de vida plena.

Por eso para el 2020, año en que los misioneros combonianos han dedicado sus esfuerzos a la ministerialidad, las direcciones generales de la familia comboniana, consagrados, seculares y laicos, han pedido a una comisión, nombrada ad hoc, que publique un libro en el que se narren algunas historias de vida vividas en la ministerialidad social. Al mismo tiempo, ampliar la investigación a través de un mapa de nuestras presencias y compromisos, involucrando a las comunidades de la familia comboniana, dispersas en los cuatro continentes. El objetivo era:

  • Elaborar criterios, modalidades y principios comunes en las experiencias de colaboración existentes, enmarcándolas en una perspectiva institucional.
  • Evaluar cómo los diversos ministerios tienen un impacto de transformación social en la realidad y cómo nuestra presencia ministerial responde a una necesidad real de los signos de los tiempos.

Este trabajo ha sido sin duda ambicioso, pero al mismo tiempo limitado, en el sentido de que siempre es difícil encerrar la riqueza de la experiencia vivida en un documento escrito. También porque hay una embarazosa elección entre las experiencias de 3.500 consagrados, seculares, y laicos que trabajan según el carisma comboniano, en África, América, Asia y Europa.

El libro titulado “Somos Misión. Testimonios de la pastoral social en la familia comboniana”, se publicó en junio de 2020, en cuatro idiomas (italiano, inglés, español y francés). La obra fue fruto de la colaboración de 61 misioneros y misioneras, invitados a relatar su experiencia social ministerial; dos expertos externos también hicieron una sabia lectura del material, indicando los puntos fuertes del compromiso ministerial y los nudos que hay que desatar para una mayor eficacia para el cambio del sistema.

Las narraciones y las acciones realizadas en este texto ayudan a comprender que, incluso en la multiplicidad de situaciones, enfoques e iniciativas, la dimensión social es el eje transversal de todo ministerio; en el sentido de que todo servicio, entendido como un don de Dios, por su misma fuerza intrínseca, proclama la liberación de los oprimidos, “el año de gracia” (Lc 4,18-19) y revela al pueblo “los cielos nuevos y la tierra nueva” (Ap 21,1) en el plan original y providencial de Dios.

El relato de la práctica de la pastoral social, por esta razón, enriquece el paradigma de referencia de la misión, cada vez más encarnado en la complejidad del mundo actual y atento a la lectura de los signos de los tiempos y los lugares, para poder re-anunciar a todos los pueblos la fe en Jesucristo, con lenguajes y estilos de presencia apropiados.

El proceso iniciado será largo y gradual a lo largo del tiempo, pero podrá utilizar algunos temas y sugerencias que se destacan en estas acciones y otros que se expresarán en la cartografía general de la familia comboniana. También habrá un momento de recogida, profundización, síntesis, discernimiento y relanzamiento en el Foro de Ministerios Sociales Combonianos en Roma, el próximo diciembre de 2020.

No parte de la nada ni de teorías, sino de hechos vividos y narrados en la vida cotidiana de la misión comboniana, que se pueden resumir con algunos verbos:

Ver: con “ojos penetrantes y un corazón abierto” para asumir los retos y oportunidades de la proclamación del Evangelio.

Hacerse próximo: en la dinámica de una Iglesia misionera en “salida“, que vive entre los marginados y toca las heridas de sus hermanos y hermanas, asumiendo el olor a oveja y el estilo de vida de los pobres.

Encontrar: vivir y promover la mística del encuentro. Profesar la catolicidad y acortar la distancia entre credos y culturas, a través del diálogo y el ecumenismo, para una fraternidad global.

Regenerar: dejarse desafiar por la realidad y buscar industriosamente los cinco panes y los dos peces de los pequeños, el óbolo de la viuda, el agua de la purificación de los pueblos.

Transformar: no hay más tiempo para cambiar; ¡es la hora de cambio! Es hora de enfrentar las causas que generan la desigualdad entre las personas y entre los pueblos y la cultura del despilfarro.

Celebrar: Todo lo que da sustancia al ministerio social y configura a los discípulos y a las discípulas al misterio Pascual de Cristo, soporte de la fe en la vida diaria de la misión.

Reiniciar. Bajo la mirada del Espíritu ya no hay lugar para la autoglorificación y la vanagloria; todo es probado con la llama de fuego que purifica y nos impulsa a atrevernos y emprender de nuevo por nuevos caminos y senderos, para que sean cada vez más numerosos los caminos de Dios.

Las áreas de la ministerialidad social

El corazón de la ministerialidad social es escuchar el grito de los pobres, hacer una alianza con ellos, para que sus expectativas se cumplan y sean capaces de transformación; en la lógica evangélica del Señor: “El que pasó de ser rico a ser pobre, para que ellos se enriquecieran con su pobreza(2 Cor 8, 9).

Como Familia Comboniana, hemos trabajado siempre en la dimensión social: formación de las conciencias y preparación de líderes profesionales; media y comunicación; cuidado y atención a las personas, salud y educación; periferias existenciales y geográficas (como el cuidado de los niños de la calle, situaciones de guerra y conflicto, minorías étnicas; tráfico de niños y mujeres; derechos humanos; prisiones, nómadas…); movilidad humana y pastoral de los migrantes; salvaguardia de la creación; liturgia y catequesis.

Perspectivas

El proceso de poner de relieve la dimensión social de la ministerialidad no puede ni debe considerarse como una acción circunstancial y limitada en el tiempo. Es un largo camino, según la tradición viva de la Iglesia. Debe ser sostenida, alimentada y revisada en el ritmo acelerado del cambio de época, para ser eficaz y dar creatividad a la presencia misionera y carismática de la Familia Comboniana en el mundo de hoy.

La dimensión social en la ministerialidad nos invita, por lo tanto, a revisar la idea de misión. Una invitación a la Familia Comboniana a reflexionar sobre lo que quiere ser y quiere realizar para el bien de la humanidad en la construcción del Reino de Dios. El hilo conductor es siempre la misión, con estas características particulares:

  • la transformación del sistema que genera la cultura del desecho;
  • la promoción del Evangelio del cuidado de la gente a través de la proximidad y la compasión samaritana;
  • la sinodalidad, en la implicación y la participación efectiva de todos los ministerios;
  • conversión ecológica, conscientes de que salvaguardando la casa común crearemos condiciones de vida dignas para todos, especialmente para los excluidos.

Por eso el título del libro “Somos misión“, se convierte en una llamada a la misión, vivida como comunidad de comunión regenerada y comboniana entre hermanas, hermanos y laicos, cada vez más articulada e interconectada con otros grupos y asociaciones eclesiales y laicas, como parte integrante del Pueblo de Dios.

Este proceso de cambio amplifica el sueño comboniano de regenerar África con África en la perspectiva del gran sueño del Papa Francisco, expresado en la Exhortación Apostólica post-sinodal “Querida Amazonia“: el sueño de construir una nueva sociedad con la inclusión de los “desechos” y un nuevo pacto social para el bien común. El sueño cultural de una humanidad plural; el sueño ecológico donde todo está interconectado y el compromiso de salvar la tierra garantiza el futuro de toda la humanidad. Finalmente, el sueño eclesial, bien simbolizado por la imagen de un “hospital de campaña”, inmerso en la vida y la realidad de los pobres y marginados, que toca las heridas de los hermanos y hermanas y vierte el aceite de la paz y la reconciliación.
Fernando Zolli y Daniele Moschetti

El papel ministerial del hermano

Joel Cruz
Joel Cruz

ENCARNACIÓN DE LA PALABRA, FRATERNIDAD Y PROMOCIÓN HUMANA

A continuación, presentamos la experiencia del Hno. Joel Cruz Reyes en Ecuador. En la que destacan rasgos del ministerio del Hermano desde una nueva perspectiva de promoción humana que tiene como fundamento La Palabra.

1. Encuentro con la misión

En 1997 llegué a Ecuador destinado al Centro Cultural Afroecuatoriano en la ciudad de Guayaquil. En ese entonces, el acompañamiento de los afrodescendientes giraba alrededor de la religiosidad, lo litúrgico-sacramental y la formación sociopolítica, con la finalidad de visibilizarlos social y eclesialmente. Para eso se buscaba el apoyo de laicos expertos en sicología, antropología, sociología, política…

Por el comportamiento, las actitudes y las motivaciones que percibí en los afros que acudían al Centro, me di cuenta que la dependencia que tenían del misionero, era crónica. Se habían acostumbrado a considerarse material, espiritual y moralmente indigentes. Ciertamente, este comportamiento era el reflejo de las sombras de su historia que los alcanzaba en el presente, pero también era consecuencia de la visión paternalista que había predominado en su acompañamiento. Esto no les permitía crecer en humanidad y en espíritu; los estancaba en el lugar del “objeto”, no los dejaba avanzar hacia el lugar del “sujeto” eclesial y social.

2. Entender e iniciar procesos

Poco a poco, fui entendiendo que esos procesos, aunque eran muy buenos, fueron desconectados de la fe y de La Palabra, como si la “regeneración del ser humano afro” fuera solamente un problema “humano-social”. Me di cuenta que los procesos no llegaban a la contemplación del afrodescendiente como hijo de Dios, imagen y semejanza de Él, esculpido por una historia, circunstancias sociales y eclesiales adversas, cierto, pero al final de cuentas el ser humano pensado, querido por Dios y con una misión específica en la Iglesia, en la sociedad, en el mundo.

Los resultados eran lógicos porque, por un lado, el acompañamiento piramidal heredado por la tradición pastoral predominante en la Iglesia, los hacía “objeto-dependiente” de la acción del “sujeto” que era el misionero. Por otro, la intervención de laicos especialistas sin una visión religiosa, de fe y desconectados de la Palabra de Dios, no podían ofrecer más que una manera de ver al afrodescendiente y su historia, como “un problema” personal y social. No se veían como “seres humanos” sino como “problema social” y “objeto” de abusos, maltratos y exclusiones. Estaban convencidos de que eran solo “víctimas” y no seres humanos con una responsabilidad eclesial y social.

3. Presencia que comparte la vida

Cuando comencé a caminar con ellos, me di cuenta que la presencia del Hermano que, por naturaleza vocacional, está desvestido de lo sagrado, poco a poco va “redondeando” la pirámide relacional en las estructuras culturales, sociales y eclesiales, hasta consolidar la circularidad de la fraternidad ministerial querida por Jesús. Que el Hermano, precisamente, porque es religioso, es capaz de contemplar la humanidad de las personas que acompaña y poner en movimiento esa humanidad (pro-moción humana) en la Iglesia y en la sociedad.

Entendí que el Hermano es un puente entre ciencia y fe, entre Evangelio y sociedad, entre Iglesia y mundo, entre vida religiosa y secular, entre el ministerio sacerdotal y laical. Sin su presencia, con frecuencia, los procesos se vuelven “extremistas”: se van al “extremo litúrgico-sacramental” o al “extremo político-social”. Y el Hermano, tiene un pie en cada extremo. Por eso, es capaz de equilibrar los procesos de evangelización y hacer que el ser humano no vea su historia como tragedia humana sin Dios, sino como historia sagrada y de salvación, donde Dios no solo está presente sino que se hace carne y asume las causas de ese ser humano como suyas.

4. Los milagros de la fraternidad

El Señor me dio la oportunidad de ver los milagros de la fraternidad que brota de la conciencia de saberse todos hermanos, hijos de un mismo Padre. Con la misma dignidad y responsabilidad misionera de Cristo y, por eso, entenderse como el Cuerpo Negro de Cristo en esa sociedad discriminatoria y excluyente que también ensombrecía a la Iglesia en ese contexto. Me dio la oportunidad de experimentar el poder liberador que tiene ese “hacerse uno más entre ellos”, del no tener miedo a “rebajarse”, así como Jesús (Filip 2, Emaús) y buscar junto con ellos los caminos, las respuestas, las soluciones…

Ese estar entre los afrodescendientes como “compañero de camino” y no como guía o maestro, hizo que la gente comenzara a saborear y gustar la comunión y participación, a entender el valor y el poder del “cenáculo de apóstoles” soñado por San Daniel Comboni. Así nació la Hermandad de Misioneros Afroecuatorianos, el Camino Bíblico Afro, procesos de etnoeducación y recreación cultural en un contexto urbano, organizaciones y asociaciones afros con fines culturales y sociopolíticos, la pastoral juvenil afro…

El camino fraterno con los afros me permitió contemplar cómo “el objeto” se fue transformando en “sujeto” social y eclesial. Y todo comenzó cuando se descubrieron como seres humanos, hijos de Dios, misioneros del Padre. Y esta conciencia se siembra conviviendo con ellos, discutiendo con ellos, así como Jesús con sus discípulos: en el camino, en la casa, en la fiesta, en sus lugares… conversando, respondiendo a inquietudes, explicando, compartiendo sin prisas, sin lugares fijos… con frecuencia, lejos del templo.

El haber experimentado el poder regenerador de la fraternidad en el ser humano, me hizo pensar e imaginar al Hermano Misionero Comboniano como “partero” de ministerios laicales que van más allá de las estructuras del templo y de las cuestiones religiosas. De una ministerialidad que toca las cuestiones humanas y sociales; como acompañante de esos ministerios que nacen con proyección secular para infundirles el Espíritu y puedan ser la fuerza transformadora de Dios en la sociedad.

El camino con la gente, me hizo reconocerme como un Hermano religioso, es decir, un “experto” en establecer la conexión profunda entre el mundo y Dios, entre la carne y el espíritu, entre lo humano y lo divino. Un experto en ayudar al ser humano a comprender a Dios como ciudadano que actúa en esa sociedad en la que se encuentra a través de ese ser humano que se reconoce como su presencia.

5. Cuestionamientos y mirada hacia el futuro

¿Pero cómo garantizar que la fraternidad promotora de la humanidad de la gente se fortalezca y no termine diluida en la tradición evangelizadora que mira más lo litúrgico-sacramental? ¿Cómo hacer que el ministerio de encarnación de la Palabra en ministerios que tocan las cuestiones humanas y sociales pueda ser más visible y significativo en el Instituto, la Iglesia y la sociedad? Estas interrogantes encontraron respuesta en la propuesta planteada por San Daniel Comboni de establecer Centros de formación donde el africano no cambia y el misionero no muere.

Esta estrategia me pareció la más adecuada para la realidad numérica y dispersa del Hermano en el Insituto y, así poder pensar una figura física que acompañe el ministerio del Hermano, lo identifique, lo defina y lo haga más comprensible. Por eso, así como el sacerdote es acompañado por la figura de la parroquia, obra que explica y hace comprensible su ministerio, así comencé a imaginar una obra que pudiera detonar toda la fuerza ministerial de la fraternidad en el Instituto. Así nació la idea de las Obras Combonianas de Promoción Humana (OCPHs) y, el Centro Cultural Afroecuatoriano de Guayaquil, se convirtió en la primera de estas obras.

PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL Y COMUNITARIA:

  1. ¿Qué es lo que me llama más la atención de esta experiencia religiosa? ¿Por qué?
  2. ¿Qué suscita esta experiencia en mí? ¿Por qué razón?
  3. ¿Qué nos dice a nosotros como comunidad?
  4. ¿Qué parte o partes de esta experiencia pueden iluminar el trabajo parroquial o los proyectos misioneros en nuestras comunidades/misiones?

PARA PROFUNDIZAR

Orientaciones del Papa Francisco y Benedicto XVI sobre la fraternidad

Reflexiones tomadas del documento “Apuntes para una espiritualidad misionera de la fraternidad” del Hno. Alberto Degán.

En ese tercer milenio el papa nos propone una misión fascinadora: combatir la “globalización de la indiferencia” construyendo la “globalización de la fraternidad”.  Naturalmente, es un llamado para todos los cristianos, pero en nosotros los Hermanos este llamado suscita sin duda un sentido de alegría y de responsabilidad particular.

  • Los primeros dos mensajes para la Jornada Mundial de la paz del papa Francisco (los mensajes de 2014 y 2015) son enteramente dedicados al tema de la fraternidad. “La fraternidad es el fundamento y el camino para la paz”, nos dice Francisco. De hecho, la paz y la justicia no son sólo una cuestión ‘técnica’ de hacer cambios estructurales para disminuir las escandalosas desigualdades que caracterizan el mundo de hoy, ni se trata únicamente de una cuestión política. La paz y la justicia son, ante todo, un desafío espiritual: sólo si nos sentimos hermanos, hijos del mismo Padre, los hombres estarán dispuestos a hacer los cambios y los ‘sacrificios’ necesarios para dar vida a una sociedad justa y fraterna. Como dijo Francisco en el mensaje Urbi et orbi para la Navidad de 2018, “sin la fraternidad que Jesucristo nos ha dado, nuestros esfuerzos por un mundo más justo no llegarían muy lejos” (Salmo 84, 11-12).
  • El papa Benedicto propuso la fraternidad como principio económico: “El desarrollo económico, social y político necesita, si quiere ser auténticamente humano, dar espacio al principio de gratuidad como expresión de fraternidad”, afirma en su encíclica “Caritas in veritate” n. 34. Y añade: “El gran desafío que tenemos… es mostrar… que en las relaciones mercantiles el principio de gratuidad y la lógica del don, como expresiones de fraternidad, pueden y deben tener espacio en la actividad económica ordinaria” (CV 36). Benedicto XVI propone que la lógica de la fraternidad re-configure nuestro sistema económico.
  • Más recientemente, el papa Francisco ha dedicado todo el mensaje para la Jornada Mundial de la paz de 2014 al tema de la fraternidad: “La fraternidad, fundamento y camino para la paz”. Los títulos de las distintas partes de este documento son: “Todos ustedes son hermanos, (Mt 23,8)”, “La fraternidad, premisa para vencer la pobreza”, “El redescubrimiento de la fraternidad en la economía”, “La fraternidad extingue la guerra”, “La fraternidad genera paz social”, “La fraternidad ayuda a proteger y a cultivar la naturaleza”. Sólo dando una rápida mirada a estos títulos, llegamos a entender que para Francisco la fraternidad – lejos de ser un concepto aleatorio y ‘romántico’ –  es un principio de fe muy concreto con ineludibles implicaciones sociales, políticas y económicas. Según el papa no se puede construir la justicia social si antes no cultivamos en nuestros corazones un profundo sentimiento de fraternidad.
  • La primera parte de este Documento se titula “¿Dónde está tu hermano?” (Gen 4,9). En la Biblia, ésta es la segunda pregunta que Dios dirige al hombre, y eso significa que para Dios es una cuestión fundamental. El ser humano, así como fue concebido por nuestro Creador, realiza su humanidad cuando sale de su egoísmo y se preocupa por la condición de vida de sus hermanos, cuando entra en una lógica de comunión y de fraternidad que le hace percibir que su vida tiene sentido sólo si será vivida en una actitud de solidaridad con sus congéneres. En otras palabras, para Dios ser humanos significa ser y sentirnos hermanos.
  • Jesús se presenta a nosotros como el “primogénito en medio de muchos hermanos” (Rm 8,29): la fraternidad es el camino trazado por Dios para la realización de nuestra humanidad. Como dice un proverbio africano, “yo soy un ser humano porque tú eres un ser humano”, o sea: ‘Yo me siento bien y puedo realizar mi humanidad cuando veo que también mis hermanos están bien y la pueden realizar’. Pero en nuestra sociedad prevalece la lógica contraria, la del antiguo adagio latín “Mors tua vita mea”, que significa: “Tu muerte es mi vida”, “Sólo si te mato y me adueño de tus bienes yo puedo vivir feliz”.

Así, no hay que sorprenderse si Helmut Maucher – presidente de la multinacional Nestlé en los años ’80 y ’90 – llegó a decir que él necesitaba de ejecutivos con “instinto asesino”. De esta manera, como afirma el economista Hinkelammert, “la lucha por asesinar al otro es vista como fuente de prosperidad y de vida”. Así, el evangelizador propone el modelo y la espiritualidad del hombre-hermano contra el modelo y la ‘espiritualidad’ del hombre-killer.

Para combatir la injusticia y la pobreza, entonces, hace falta una “revolución espiritual”, una espiritualidad de la fraternidad que nos haga entender que la derrota y la muerte de mi hermano será también, tarde o temprano, mi derrota y mi muerte. Como dijo Martín Luther King, “o lograremos vivir como hermanos o moriremos todos como necios”.

  • En la Evangelii Gaudium (n.186) Francisco afirma que nuestro amor por “los más abandonados de la sociedad” deriva “de nuestra fe en Cristo siempre cercano a los pobres”. Sin duda, frente a tantos enormes desafíos, a menudo nos sentimos pequeños e impotentes: no tenemos respuestas inmediatas sobre el QUÉ HACER. Pero Jesús nos da una indicación muy clara sobre el DÓNDE ESTAR: hoy, como ayer, Jesús “siempre cercano a los pobres” nos llama a estar CERCA DE LOS POBRES, CERCA DE LOS ÚLTIMOS.

Nuestro Capítulo General de 2015 ha acogido esta invitación del papa, y por eso ha indicado como primer criterio para recalificar nuestros compromisos el criterio de la “cercanía a los pobres” (AC15 n.44.5). Se trata de un criterio que para nosotros los Hermanos combonianos tiene un valor especial, porque nuestro Fundador nos veía como aquellos que estamos más cerca de la gente, porque pasamos más tiempo con ella: “En África central los hermanos artesanos bien preparados contribuyen a nuestro apostolado en mayor medida que los sacerdotes a la conversión, porque los alumnos negros y los neófitos (la mayor parte de los cuales… han de permanecer un espacio de tiempo bastante largo con los ‘maestros’ y ‘expertos’, quienes con la palabra y el ejemplo son verdaderos apóstoles para sus alumnos) están con los hermanos, y los observan y escuchan más de lo que pueden observar y escuchar a los sacerdotes” (E5831).

Nota: Mirar también la última encíclica del Papa Francisco “Fratelli Tutti” sobre la fraternidad y la amistad social (03 de octubre del 2020).

ORACIÓN PERSONAL

“Y la Palabra se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria (la gloria que corresponde al unigénito del Padre), llena de gracia y de verdad.” Jn 1,14

Reflexiones a partir de los encuentros continentales de Hermanos en América:

  • En medio de una mentalidad y tradición eclesial que aprisiona la Palabra de Dios en los templos, en los discursos teóricos y que difícilmente se atreve a ir más allá de las estructuras eclesiales y tocar las cuestiones humanas y sociales, se inserta la figura ministerial del Hermano Misionero Comboniano.
  • Su vocación de “hacer carne La Palabra”, en el contexto donde vive y convive, y de conformar al ser humano como hijo de Dios y hermano de todos, lo conduce a abrir caminos e iniciativas que no se limitan a las estructuras y tradiciones eclesiales, porque la “encarnación misionera de la Palabra” la vive en sintonía con los tiempos y los lugares donde se encuentra.
  • El espíritu fraterno de Dios lo conduce a la inserción en la vida y cotidianidad de la gente, por eso, es capaz de descubrir y rescatar la riqueza y experiencia de individuos y grupos humanos que acompaña misioneramente, con la finalidad de enriquecer a la Iglesia, a la sociedad y promover  lo verdaderamente humano de los pueblos por donde pasa, como obra y revelación de Dios que debe ser conocida, reconocida, valorada, asumida y propuesta por la Iglesia al mundo.
  • La convivencia fraterna con la gente, desde la conciencia y espíritu misionero, lo convierte en el “radar” que capta los signos, las señales, los ruidos, los desafíos… que la realidad humana y social plantean en el hoy y aquí. Por eso, su palabra y aportación es determinante en el dinamismo, creatividad y actualización de la misión comboniana.
  • Su rostro evangélico-social fraterno lo convierte en “puente” entre la sociedad y la Iglesia, entre lo secular y lo religioso, entre el laicado y el clero. Precisamente por eso, se convierte en el rostro social del compromiso misionero de la Iglesia. Esta dimensión vocacional lo inserta en el núcleo de la sensibilidad humana que busca solidaridad, justicia, paz, compromiso transformador de la sociedad. Su vocación lo convierte en una presencia que fortalece la conciencia y el espíritu del ser humano a vivir el Reino como justicia, paz, gozo (Rm 14, 17ss)…
  • El papel del Hermano como consagrado y ministro de Cristo, entonces, es la edificación y el crecimiento humano y cristiano de las personas y comunidades, desde la perspectiva del Evangelio, por eso, su acción no excluye el ministerio de la Palabra. Su presencia evangelizadora entre la gente, enfatiza la dimensión de la fraternidad en todos sus aspectos: desarrollo integral de las personas, la promoción de la justicia, la paz, los Derechos Humanos… es decir su ministerio toca directamente las cuestiones sociales, antropológicas y culturales desde la óptica del Reino de Dios.

COMPARTIR EN COMUNIDAD Y LINEAS DE ACCIÓN

  1. En un ambiente de oración y de escucha mutua, compartamos en comunidad los frutos de la oración personal.
  2. Reflexionemos juntos:
    1. ¿Qué te hace pensar lo que hemos compartido y orado sobre el ministerio del Hermano?
    1. ¿A qué sientes que nos invita el Espíritu, de manera personal, comunitaria, provincial y como Instituto?
    1. ¿Cómo podemos responder de manera concreta a las invitaciones del Espíritu?
    1. Nuestro compromiso es: ____________________________

“El ministerio de los Hermanos, discípulos del Cristo fraterno, presta atención a la dimensión de la fraternidad en todos sus aspectos, incluyendo el desarrollo integral de las personas, la promoción de la justicia, la paz y los Derechos Humanos. Por lo tanto, es un ministerio abierto predominantemente a la dimensión social, antropológica y cultural del Reino de Dios, orientado a la transformación social, al testimonio y al anuncio de la fraternidad y a la animación de la comunidad cristiana”.

SUGERENCIAS PARA LA CELEBRACIÓN DE LA EUCARISTÍA:

En el momento del PADRE NUESTRO, guardar un momento prolongado de silencio para pensar en la fraternidad que nace de Dios.