Talvez esto de vivir en
constantes llegadas y partidas sea la manera más bonita de Dios mostrar su amor
para con nosotros y sea la fórmula secreta de vivir en el servicio al otro.
La misión siempre será así un
encuentro de vidas que se cruzan como que por magia, como se todo estuviese ya
planteado en nuestras historias. La misión siempre será la manera más concreta
de ser testigo vivo de un amor que no muere. Renace y haz renacer.
Hoy les hablamos bien cerca de
ustedes. Para tras se queda la certeza de que fuimos y siempre seremos enteros
cuando nos donamos sin interés sin tiempo u hora, cuando bajamos de todo lo
fuimos construyendo al largo del tiempo y volvemos a ser como niños en medio de
ellos. Somos familia donde las sonrisas parecen no ter fin y las lágrimas a
veces surgen. Somos casa donde hay siempre espacio para uno más. Siempre
seremos. La misión no ha terminado. Jamás acabará. Porque el amor vence
siempre. La misión te espera y siempre te esperará.
Entrar en la nueva cultura es un viaje que requiere
dedicación, ir conociendo de todo un poco. No solo para ver el gris del panel,
sino también, y sobre todo, para contemplar los diferentes colores del panel y
pintar con más fuerza los rosas, los verdes, los azules, los amarillos, los
rojos… Es saber apreciar, como un niño pequeño curioso por descubrir este
mundo y el otro, embelesados sobre cómo funcionan las cosas. Sin juicios.
Siempre con nuevos ojos. Lo cual es muy difícil, especialmente cuando eres
adulto, cuando tienes ya un bagaje, vicios, opiniones sobre todo y muchas otras
cosas.
Entrar en la nueva cultura, la tan escuchada bendita inculturación, es también disfrutar de
los momentos en que estamos en la escuela con los compañeros de clase de
amárico y otros idiomas, las tardes con la comunidad MCCJ (Misioneros Combonianos
del Sagrado Corazón de Jesús), las oraciones en comunidad, las visitas a
museos, la comida (que es bastante diferente aquí y casi siempre con un toque
de berber, una especia típica de aquí, que le da a todo su sabor picante), las
salidas con la comunidad para comer helado o tomar una coca cola (¡sí, aquí
también hay de esto!).
Entrar en la nueva cultura no es solo beber del choque cultural del que hablaba en el
último artículo, un choque que nos lleva a bajar la montaña. También es sentir
la sed de encontrar a Dios en medio de todo esto y subir la montaña. Escúchalo,
reza cada dificultad que surja. Como hago ahora, subo al monte. Tuvimos unas
dos semanas de descanso de las clases de amárico (mientras la escuela estaba de
vacaciones), lo que nos dio la posibilidad de ir una semana a
Benishangul-Gumuz, donde comenzaremos la misión en septiembre (si Dios quiere),
y también para hacer una semana de ejercicios espirituales.
Es en los Ejercicios donde me encuentro ahora. Un tiempo que
ha sido importante para mí, para renovarme, subir la montaña y hablar con Dios.
Ha sido un momento de rezar todo lo que vi en Benishangul-Gumuz.
¿Y qué viste allí? Recuerdo como si fuera ahora el día que
fuimos a los pueblos de esta región, donde solo viven los Gumuz, para celebrar
la catequesis. Salimos de casa alrededor de las 4:30 pm. Viajé en la parte
trasera del 4×4 al aire libre, aunque había un lugar para mí dentro, que era
más seguro ya que en cualquier momento podía empezar a llover fuerte (lo cual
es muy típico aquí en esta época del año, porque estamos en kremt gizê
(traduciendo del amhárico, la estación lluviosa.) ¡Pero preferí la vista afuera
porque siempre es más original! El viaje afuera también daría paso a poder
convivir con los catequistas Gumuz con los que nos reuniríamos (no imaginé que
la parte trasera se llenaría de ellos). Pero así fue: por el camino hacia una
de las aldeas de Gumuz estuvimos reuniendo a muchos de los jóvenes catequistas.
Contemplé que los jóvenes catequistas, hablaban y se reían mucho entre ellos,
hablaban en su idioma, Gumuzinha (otro que tendré que aprender), ¡así que no
entendía nada! En mi cabeza hice historias y frases en amárico para tratar de
hablar. También hablan amárico, pero no todos los gumuz lo hacen. Estos son
catequistas elegidos por los MCCJ porque pueden ser puente entre los misioneros
y el pueblo Gumuz. Además de darles catequesis, también hacen la traducción
amárico-gumuzinha, siendo intermediarios entre nosotros y el pueblo gumuz.
Allí gané coraje y comencé la conversación con uno de los
catequistas. Intercambiamos media docena de frases. Sentí amistad y la mirada
de que soy diferente. La gente Gumuz es una gente amigable. A diferencia de la
reacción común de muchos otros etíopes, que a nuestro paso nos llaman Farengi
(extranjeros), los Gumuz nos miran con una sonrisa. Ellos nos ven como amigos,
como aquellos que han recordado a su pueblo y que los han estado protegiendo.
Son muy negros, a diferencia del típico etíope que generalmente tiene un color
de piel más marrón. Esta es también la razón por la cual son personas tan
marginadas, ya que muchos no los consideran la verdadera “raza” de
los etíopes.
En un cierto momento, los catequistas fueron distribuidos
por diferentes casas. Con ellos salimos de la camioneta y estuvimos llamando a
niños y jóvenes a participar en la catequesis. Un apretón de manos, una mirada
a los ojos… ¡cómo me gustaba mirarlos a los ojos! Llamamos a muchos, pero no
todos vinieron. Todavía tienen miedo de abandonar sus hogares, dado los
acontecimientos que ocurrieron en junio (cuando fueron atacados por el pueblo
amara). Aún así, puedo deciros que muchos fueron los catecúmenos que, en la
oscuridad de esa noche, llenaron esa casa hecha de palos, donde celebramos las
diversas catequesis.
Lo que vi y viví esa semana en Benishangul-Gumuz despertó en
mí una doble sensación de emoción. Entre las ideas surgieron proyectos para
comenzar, pero también vino el miedo, la sensación de incapacidad. Y aquí, durante
esta semana de Ejercicios, fue un momento para renovar la confianza, lo mismo
que me hizo decir SÍ, el día de mi envío, como María, “He aquí la sierva del
Señor. Deja que tu palabra se cumpla en mí”. Al subir la montaña, me doy cuenta
de que no soy capaz de realizar esta misión. No lo soy, y no lo somos. Pero no estamos
solos. ¡Asumir nuestra incapacidad humana, nuestras debilidades y nuestra
dependencia del Amor de Dios a veces es tan difícil! Ser humano es querer con
tanta frecuencia tener el control de nuestra vida. Pero no nos equivoquemos. No
te confundas Carolina, no eres dueña de tu vida. Ella es un regalo de Dios.
Aquí, curiosamente durante los Ejercicios Espirituales, viví el día de la
Transfiguración del Señor, encarnándola. Recé. Dejé (y dejo) que esta
transfiguración del Señor se haga en mí. De hecho, solo tengo que “no temer”.
Porque aquí, en esta montaña, acepto nuevamente la invitación de Dios:
“Levántate, mira, cruza, sígueme, tal como eres… con miedos, debilidades,
errores, pero también dones. ¡Acéptate como te creé! ¡Sígueme! Y lo sigo.
Y es siguiéndolo que os dejo mi tierno abrazo. Os pido una
oración especial por la misión que Dios quiere que construyamos allí. Que no sea
el fruto de nuestras ideas de misioneros europeos, sino que sea la inspiración
del Espíritu Santo, porque la misión nunca será nuestra. La misión es de Dios.
Os
escribo contemplando el paisaje. El sol es apenas visible, pero aún puedo ver
la silueta del volcán iluminado por la luna. Hoy volvía subir a la montaña, uno
de esos lugares donde bajo todas las defensas y, puedo imaginarme al otro lado de
la puesta de sol el rostro de aquellos, no que dejé atrás, sino de todos los
que me dejaron y dejan volar continuamente, incluso con miedo, pero que confían
en este gran plan que Dios tiene para cada uno de nosotros. Para mí. Fijo en el
horizonte, Dios y yo. Solo yo y Dios. Me permite acercarme, me abraza a través
de la maravilla que puedo observar. Me espera en silencio en la cima de esta
pequeña montaña, cada vez que creo que no seré capaz, cada vez que la realidad
es cruel, cada vez que todo parece oscuro, que todo se vuelve demasiado pesado
para cargarlo… En estos momentos, subo a la montaña, dejo caer las piedras
más pesadas que llevo en mi mochila, para poder avanzar. Subo en busca de silencio,
en busca de esperanza, en busca de mí misma. En busca de Dios.
El
sol ya ha dejado la pequeña montaña, solo quedo yo y todos los pensamientos,
quedo yo y el clamor de todos los que vienen así, buscando refugio, buscando
amor, buscando a Dios. Durante esos momentos inmensos también soy parte de la
naturaleza que me rodea.
Subir
a la montaña me permite salir de mí misma, observar tranquilamente la
naturaleza que me rodea, sentir todo lo que traigo dentro, sentir que el amor
también está hecho de las caídas, también se construye con las piedras del
camino. Me permite ver la luz. Me dejo abrir los ojos, ya no veo la oscuridad
que tría en la subida, veo las pequeñas luces que brillan entre esta gente,
siento esta presencia divina con todos nosotros en estas pequeñas luces, en
esos corazones de los que buscan, con la esperanza de los que creen, en la
perseverancia de aquellos que no bajan los brazos ante el dolor, en las
rodillas de los que rezan, en el coraje de los que corren el riesgo de ir más
lejos, y luego veo las luces que permanecen encendidas en mí.
Y,
ya bajando la pequeña montaña, siento que Dios vuelve a enviarme. Me invita una
vez más a encontrarme con los pobres y necesitados, con todos los que me abren
sus puertas todos los días, y con todos los que todavía esperan mi llegada. Aligera
mi carga y me hace sentir la alegría de ser misión de la única manera posible, el
amor.
Que
todos seamos capaces de subir a la montaña tantas veces como sea necesario
durante este viaje que es la vida. Que todos podamos vaciar la mochila que nos
acompaña en todo momento. No tengamos miedo de hablar de todo lo que sucede
dentro de nosotros cuando estamos solos con Dios.
Durante los días 12, 13 y 14 de
julio de 2019, se celebró otro encuentro en Viseu (Portugal) de formación de
los LMC.
A medida que otro año de
formación llega a su fin, es necesario realizar una evaluación adecuada del
camino individual tomado por los participantes, de manera que no se siguió
ningún tema formativo en concreto.
El día 12, por la tarde,
comenzaron a llegar los primeros candidatos. ¡Siempre es una gran alegría cada
reencuentro! ¡Entre sonrisas y abrazos, cada uno se saluda y cuenta las últimas
noticias! ¡Todos nos sentimos bienvenidos a esta casa misionera que nos recibe
tan bien!
El sábado comenzamos el día, como
de costumbre, con la celebración de la Eucaristía en la capilla grande, abierta
a toda la comunidad local.
Después del desayuno, nos
dirigimos a la sala superior, donde se expuso el Santísimo Sacramento. Así,
ante el Señor, fue posible orar y reflexionar sobre el camino tomado en el
último año de formación. ¡Muchas preguntas surgen y es necesario encontrar las
respuestas, mis respuestas, para cada una de ellas! Analizando el pasado,
aprovechando el presente para interrogarnos ante el Señor de la Misión,
encontramos respuestas y tomamos decisiones para el futuro, ¡un futuro que
queremos vivir con Él, donde sea y con quien Él quiera!
Renovados y fortalecidos por el
Espíritu Santo, nos reunimos uno por uno con el Equipo Coordinador. Y así pasó
el día, el gran día de la evaluación, que todos queríamos que fuera positiva.
Varios laicos misioneros
combonianos con experiencia misionera, y algunos con sus hijos, nos acompañaron
para la oración de la tarde. ¡Qué hermoso es ver la participación de los niños
en esta oración! Sobre todo, oramos por todos los miembros LMC que se
encuentran en tierras de Misión ad gentes. ¡Que a ninguno de ellos le falte
protección y esperanza! ¡Qué fuerte es este deseo de estar unidos en oración!
En Jesucristo, quien nos envía, y el Espíritu Santo que nos acompaña, ¡creemos
que no hay nada que temer!
El domingo, después de la oración
de la mañana y el desayuno, nuestros familiares comenzaron a venir y pasar este
día con nosotros en un ambiente de fiesta y convivencia. Después de la
bienvenida del Padre Francisco Medeiros, todos ellos se presentaron y la laica Vânia
hizo una presentación de todo lo que hicieron los LMC durante todo el año,
enfatizando las noticias que recibimos de la República Centroafricana, Augusta
y Cristina, de Perú, Paula y Neuza; de Brasil, Liliana y su esposo Flávio; de
Mozambique, Marisa y Etiopía, Pedro y Carolina. Frente a la emoción de los
familiares de estos laicos, vimos fotos y videos que muestran bien lo que es
ser misionero junto a los pobres y los desfavorecidos.
Inmediatamente después, tuvimos
el testimonio de María Augusta, que acababa de llegar de la República
Centroafricana. Con sencillez y simpatía, nos estuvo relatando los últimos
acontecimientos, aventuras y desventuras.
Seguimos con la Eucaristía, un
momento fuerte del día, compartiendo la Palabra y el Pan, así como la Fe y el
Carisma Combonianos que nos unen a todos.
Después del almuerzo compartido,
donde se llenaron las mesas y no faltó nada, siguió por la tarde la
convivencia. Con juegos, chistes, canciones, anécdotas y otras cosas, nos lo
pasamos genial a la portuguesa.
Muchas gracias a todos,
especialmente a los formadores y al equipo coordinador, que nos acompañaron
durante un año más.
En junio, nuestra reunión no fue
la habitual reunión de formación en Viseu, sino una reunión de familia
Comboniana en Maia, el fin de semana de espiritualidad comboniana, que tiene
lugar allí todos los años y está preparada y organizada por la Comisión de
Familia Comboniana. Este año nos reunimos allí, los días 28, 29 y 30 de junio,
con el tema “Haz que el corazón sea misión”, tema del año para la
Familia Comboniana.
¡Fue un encuentro muy hermoso!
Primero, participó un grupo pequeño pero muy diverso, que enriqueció
enormemente las perspectivas y compartió los temas tratados. Posteriormente,
fue una reunión muy rica en temas de reflexión, pero también compartiendo como
familia comboniana, reforzando entre todos los lazos de amistad y comunión.
Durante la mañana del sábado,
después de la oración de la mañana, D. António Couto, Obispo de Lamego nos
habló con el tema “El corazón en la Biblia”. Hemos profundizado el
sentido bíblico del corazón, su significado. Luego vimos lo que significa
“ser misión” y D. António compartió algunas perspectivas sobre cómo
ser misión y hacer el trabajo misionero en los días y las circunstancias de
hoy, dando testimonios concretos de grupos y personas que están haciendo un
trabajo misionero muy fructífero hoy.
Luego compartimos entre los
participantes el tema formativo dado por el Obispo de Lamego, respondiendo
algunas preguntas de reflexión dejadas por él.
Por la tarde fue la hermana
Arlete, misionera comboniana, quien nos habló. Habló de la vida de San Daniel
Comboni, su “pasión de corazón” por África, su
“cordialidad”, es decir, cómo su corazón se movió por todos y
“mantuvo a todos en su corazón”, su devoción al Corazón de Jesús.
Luego compartimos nuevamente en
grupos lo que escuchamos, tratando de reflexionar juntos sobre la forma en que
vivimos hoy y las circunstancias de esta misma pasión y entusiasmo de Comboni.
Al final del día, celebramos la
misa y luego tuvimos una sardinada,
donde pudimos hablar, socializar, fortalecer amistades. ¡Un momento muy hermoso
y agradable!
El domingo, después de la oración
de la mañana, nos reunimos todos para exponer y compartir lo que se había
reflexionado en pequeños grupos el día anterior. A partir de ese momento hubo
nuevas reflexiones, seguimos compartiendo y fue un momento para meditar juntos
y enriquecernos mutuamente.
Terminamos con la eucaristía.
Luego le entregamos al Señor todos los propósitos que pudimos hacer en esta
reunión para nuestras vidas, así como entregamos el entusiasmo misionero en
cada uno generado y fortalecido en este encuentro.
Fue un encuentro donde, al orar y
compartir juntos, pudimos animarnos unos a otros como familia comboniana a ser
misión, para entusiasmarnos con la proclamación y el testimonio, ¡para hacerlo
“apresuradamente” con vigor y perseverancia, en cualquier
circunstancia!
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