Laicos Misioneros Combonianos

Con María y José en camino a la Navidad

LMC PeruLa verdadera alegría nace del amor. Sólo cuando nos atrevemos a vivir por amor permitimos que Dios nazca en nosotros haciendo de nuestro corazón su pesebre. Sólo cuando creemos en el misterio de Jesús somos verdaderamente felices. La alegría brota de un corazón que poco a poco se ha ido y se va enamorando por Dios. Reconocer que Dios existe es tener la certeza que jamás caminamos solos y la alegría de saber que Él camina con nosotros y transforma diariamente nuestras vidas. El camino no es tan simple como las palabras que decimos, es exigente. Exige esfuerzo por nuestra parte, exige que nos coloquemos en camino, exige que salgamos de nosotras y como María y José caminemos hasta la Galilea de nuestros corazones en busca del mejor lugar para renacer junto a Jesús. Porque Jesús está vivo y viene a nosotros.
Como María tenemos muchos miedos, inquietudes y temores, pero inspiradas por su ejemplo, decimos nuestro sí cada día. María al aceptar ser madre renunció a todo lo que había planeado para cumplir la voluntad de Dios en sí. A pesar de no estar en los planes de María ser la elegida de Dios para ser madre de Jesús, ella aceptó. Como María entregamos nuestra vida en las manos de Dios.
San José nos inspira a acoger el proyecto que Dios tiene para nosotros a pesar de las dificultades y desafíos. Para San José no fue fácil comprender que María estaba embarazada del hijo de Dios. Hasta pensó en dejarla secretamente pero cuando el ángel le habló él se entregó completamente.
La familia de Nazaret nos enseña a vivir en comunidad. María y José, como comunidad, supieron vivir la encarnación de Dios en sus vidas. No es fácil seguir la voluntad de Dios en comunidad pero ellos comprendieron que cuando Dios nos llama, tocando nuestro corazón, nuestra vida nunca más será la misma. Nuestro sí abre puertas a muchas otras maravillas, no sólo en nuestras vidas sino también en las vidas de otras personas. Ellos encontraban en la oración el coraje que necesitaban para llevar la misión de forma alegre y confiada. En los momentos de oración abrimos las puertas de nuestro corazón y de nuestra casa para que Dios venga y diariamente nos diga cuál es el camino a seguir. La oración es la base de la comunidad y es a través de ella que consagramos todas nuestras vidas al Señor.
“Vivamos esta Navidad, recordemos que tal como dice José Tolentino Mendonça “el pesebre somos nosotros, es dentro de nosotros que Jesús nace”. Preparemos nuestro corazón y nuestras vidas para ser la casa donde Jesús se prepara para renacer.

Paula y Neuza. LMC en Perú.

Noticias de Misión desde la República Centroafricana

LMC PortugalEspero que todo vaya bien a todas las personas que me conocen. Yo y todos los miembros de la C. A. (comunidad apostólica) estamos bien, gracias a Dios.
Estoy en Mbaiki a participar en el retiro con los combonianos, me está resultando muy bueno. ¡Espero que venga a dar buenos frutos! Que el Señor nos ayude a seguirlo cada vez mejor, con el corazón y no sólo con la cabeza, a ser fieles, y a nunca perder la confianza en Él, porque Él es siempre fiel y está siempre a nuestro lado. En la enfermedad y en las dificultades no debemos dudar de Su presencia, porque ahí Él nos da Su mano y muchas veces nos transporta, cuando estamos desanimados.
Estos primeros tiempos han sido difíciles, las matrículas de los alumnos, la elección de los profesores que es siempre complicada, ya que el nivel de estudios es muy bajo. Son padres-profesores que tienen terminado 9º, 10º año de escolaridad… no tenemos ningún profesor diplomado. Hemos hecho pruebas de admisión pero los resultados son muy flojos y así no podemos ponerlos al frente de una clase, hay que saber un mínimo. Además, las clases tienen alrededor de 50 alumnos lo que dificulta aún más la enseñanza. Doy gracias a Dios que ya están todos los cursos trabajando. Que el Señor ayude a los profesores y los alumnos a conseguir buenos aprendizajes, es Él que hace caminar, avanzar, el trabajo en la Misión. Somos simples servidores.
El domingo será la ordenación episcopal del Padre Jesús, en Bangui. No se olviden de rezar por nosotros y de rezar mucho por él. Que la paz vuelva lo más rápidamente a Bangassou la diócesis que le es confiada. No me olvido de rezar por todos, cada día. Buena recuperación a todos aquellos que están enfermos, que el Señor os conceda fuerza y ​​serenidad…
Aquí ha llovido mucho. Las carreteras están fatal, con muchos agujeros, lo que hace agotadores los viajes. Desde que llegué el único viaje largo que hice fue a Mongoumba, los otros viajes fueron de pocos kilómetros. Espero que ya haya llovido bien ahí y que hayan terminado los fuegos. El martes volveré a Mongoumba si el Señor lo permite.
Estamos siempre unidos en la oración.

¡Un abrazo Misionero del tamaño del mundo!
Maria Augusta. LMC Mongoumba

Comunidad de formación en Portugal: experiencia e ilusión

LMC Cristina y TereLos dones de cada una pueden enriquecer a la otra
Este tiempo que pasamos en comunidad, lo vivimos como un período de preparación para la misión.
La ruptura con la rutina diaria, el trabajo, el compartir con los amigos, la familia, las prioridades que nos marcan desde la sociedad de consumo, etc. Todo cambia para llegar a una sociedad de subsistencia. Haciéndonos repensar lo que de hecho son prioridades y/o necesidades de verdad.
Estando siempre enfocadas, en la misión y con ojos fijos en Jesús, nuestra planificación comunitaria comienza cuando nos damos cuenta de la riqueza que tenemos, la experiencia de una y la ilusión de la otra, que nos permite superar los retos a los que nos enfrentamos.
Miedo, desanimo en el aprendizaje de la lengua, inseguridad de no responder a las expectativas y necesidades de la misión, dificultad de adaptación y todos otros pensamientos que muchas veces nos asoman, rápidamente se superan con momentos de respeto mutuo, de oración y de compartir.
Con nuestro intento de entendernos las carcajadas se hacen presentes, pintando de muchos colores nuestros corazones, de amor y alegría.

Tere Monzon y Cristina Soussa. Comunidad de formación internacional en Portugal

Estar aquí. ¡Con ellos y entre ellos!

ArequipaEstamos en uno de los lugares más bonitos del mundo. Sólo añadir que en este lugar, perdido entre los volcanes Chachani y Misti, vive un pueblo, un pueblo humilde con el que compartimos nuestra vida ahora.
A lo largo de nuestra todavía temprana caminata, son ya muchos los rostros que quedaron clavados en nosotras. Tal vez porque la falta de humanidad se hace presente de una forma tan evidente que llevada al extremo lleva a la muerte. Son ya muchas las historias de violencia que nos han sido contadas no sólo a través de palabras, sino a través del testimonio vivo de quien diariamente lucha por la esperanza del cambio. Quizás porque están en este país, Perú, los niveles de machismo son de los más altos de mundo. En este escrito de Manu Tessinari, podemos conocer de una forma más profunda esta realidad:
Perú es un país machista. Muy machista.
En el Perú, una adolescente puede ser golpeada por el padre si es sorprendida manteniendo relaciones sexuales con su novio. Aquí, la mujer que está en cárcel no tiene derecho a visitas conyugales. En el sistema público de salud, está prohibida la entrega gratuita de la píldora del día siguiente para pacientes víctimas de violación.
¿Algo más absurdo? En el Perú, si la mujer es abandonada por su marido y no se divorcia, el hombre puede rehacer la vida y registrar a todos los hijos de la nueva compañera. La mujer no. La ley indica que el hijo de esta mujer es legalmente del exmarido (protegido por el vínculo del matrimonio) y para que el padre biológico pueda registrarlo, es necesario un largo y complejo proceso legal.
De cada 10 mujeres peruanas, 6 son víctimas de violencia psicológica y 2 son víctimas de violencia física por parte de su compañero. El 16% de las personas (hombres y mujeres) creen que la culpa es de la propia mujer, encontrando incluso que el 3,7% cree que ellas MERECEN ser golpeadas y el 3,8% NO ven problema en que el hombre fuerce relaciones con su pareja.
Las peruanas son trabajadoras. Según el INEI (Instituto Nacional de Estadísticas e Información), el 95,4% de las peruanas trabajan, la mayoría en servicios. En promedio, una peruana gana UN TERCIO MENOS que un peruano, haciendo el mismo servicio. Lamentablemente, sólo el 36% de las mujeres consiguen terminar la escuela y poco más del 16% logran concluir la universidad. Todo ello en un país donde las mujeres son 15.800.000, es decir, el 49,9% de la población
“.

Las vidas de quien nos pasa delante de la puerta, no nos resulta indiferente, y aunque la realidad sea ésta, le llevamos la alegría de un Evangelio que no es sólo nuestro, un Evangelio que necesita ardientemente ser llevado al mundo, llevado a los confines de la periferia.

No tengáis miedo de salir e ir al encuentro de estas personas, de tales situaciones. No os dejéis bloquear por prejuicios, por hábitos, por inflexibilidades mentales o pastorales, por el famoso «siempre lo hicimos así». Pero sólo podemos ir a las periferias, si tenemos la Palabra de Dios en nuestro corazón y si caminamos con la Iglesia, como lo hizo San Francisco. En caso contrario, nos estamos anunciando a nosotros mismos, no la Palabra de Dios, y esto no es bueno, no beneficia a nadie. ¡No somos nosotros quienes salvamos al mundo: es precisamente el Señor que lo salva!

Papa Francisco

Y es aquí donde nos sentimos llamadas a habitar entre ellos y con ellos. Es aquí donde dejamos de ser nosotras para ser instrumentos vivos al servicio de Jesucristo en el Perú.

ArequipaComunidad Ayllu,
Neuza y Paula, LMC en Perú

Testimonio – Fe y Misión en Carapira por Inés Gonçalinho

LMC PortugalBien, ¿cómo comenzar este testimonio? Las palabras no llegan para describir el torbellino de emociones que sentí, y la nostalgia que ya acumula mi corazón. He tardado días o incluso semanas para conseguir escribir el testimonio, tal vez por miedo o incluso por nostalgia. Cada día que paso lejos de aquella tierra siento dolor, pero por encima de todo una gran nostalgia. Es algo que se apodera de mí sin pedirme permiso, que determina mi estado de ánimo, llegando incluso a dictar los sueños que tengo al acostarme. No puedo describir lo que he vivido, lo que he compartido, lo que amé, lo que crecí, lo que di, pero por encima de todo lo que recibí. Amé y amo a esa gente como si fuera mía. Sinceramente, ¿cómo no amar? Fui adoptada y acariciada por todos lo que se cruzaron en mi camino, aunque no hablaba la misma lengua no fue ningún impedimento para muestras de amor constantes. En una de las idas al barrio cerca de la casa de la misión, me crucé con una mamá que de inmediato me invitó a “mata-bichar” (desayunar) con ellos. Cuando me di cuenta, estaba rodeada de gente que me miraba atentamente, pero con un cariño infinito para enseñarme sus costumbres. Me derretía el corazón la hospitalidad y el amor que sentía diariamente, y la forma en que nos mirábamos y abrazábamos era apasionante. Estaba en casa.
Me siento y pienso cómo me sentí cuando pisé aquella tierra por primera vez, y me es imposible contener las lágrimas. La excitación de empezar, de conocer, de estar, de ayudar, era tanta que enseguida el lunes (dos días después de nuestra llegada), me presenté al servicio en el ITIC. La noche anterior apenas dormí por miedo. Me preocupaba si sería capaz de tratar con los niños que aparecieran en la enfermería a pedir mi ayuda, si todo lo que aprendí en la universidad realmente serviría para algo, si podría adaptarme a los medios que tenía. Había muchos “si’s”, muchas inseguridades, pero de una cosa tenía certeza, daría lo mejor de mí desde que despertase hasta que me fuese a la cama.

Organicé papeles, reorganicé las vitrinas de los medicamentos, pero sobre todo traté a los alumnos en sus más variadas formas. Me entregué sin miedos, me quedaba horas después del tiempo establecido en aquel cubículo de 4 paredes, pero me llenaba tanto el corazón. Me quedaba maravillada cuando los alumnos me buscaban sólo para “saludarme” para “alegrar mi día”, como decían.

LMC PortugalLa forma en que me vinculé a aquellos chicos fue indescriptible, parecía que con una simple mirada habíamos hecho un juramento de cuidarnos mutuamente. Vivía intensamente las enfermedades o las preocupaciones de cada uno de ellos, y trataba de cada uno como si fuese único, con todo el amor que era capaz de albergar mi pecho. Muchas veces, cuando algunos de ellos estaban enfermos y se quedaban dormidos en la enfermería, me costaba tanto volver a casa. No podía pensar en nada más, si no en pensar estrategias para que mejorase rápidamente. Muchas veces, pasaba las tardes al lado de ellos, jugando juegos en el suelo frío de la Enfermería, controlando la fiebre cada 30 minutos, o simplemente a verlos dormir.

Había días más fáciles que otros, pero todos ellos eran un desafío constante. Todos los días Él me ayudaba a superarme, y a darme cuenta de que nuestras barreras están sólo en nuestra cabeza. Me arrodillé ante Dios varias veces desorientada, y Él me habló al corazón mostrándome que de su mano superaba todas las dificultades.

Una de las miles situaciones que viví, fue cuando miré por primera vez al rostro de aquellas niñas que estaba acompañando en el estudio. Cada mirada penetraba en mi corazón de una forma tan intensa que jamás olvidaré. Intentaban aprender solas, sin libros de apoyo o alguien que les explicase. Eran movidas por una fuerza interior indescriptible de querer ser más, de alcanzar un futuro mejor. Cada una, cargaba en sus ojos historias y vivencias que jamás olvidaré, pero siempre con una alegría y un amor contagioso.

Tuve la oportunidad de ayudar en el puesto de salud de la comunidad, y allí entendí que pertenezco a este pueblo. Anduve demasiado tiempo evitando la confrontación con el estado de salud de la comunidad Macúa y el sufrimiento que sentiría. Pero al final, me remangué las mangas y fui. Simplemente fui. Recorrí todas las especialidades, desde los enfermos con VIH, las mamás internadas con patologías aún por descubrir, la maternidad, las consultas de pediatría, llegando hasta los tuberculosos. Sabía que estaba poniendo mi salud en riesgo, pero de una cosa tenía certeza, Él me cuidaba, y por eso no iba a hacer de ese temor un impedimento para no ayudar a esas personas.

Filas interminables llenaban el atrio del centro, los gritos de niños se escuchaban por los pasillos, y la esperanza de que llegara su vez era común a todos. A veces, la lengua era una barrera para explicar la toma de la medicación y las precauciones que tendrían que tener, pero hacía un esfuerzo para que el mensaje llegase. Agradezco a Dios por haberme dado fuerzas todos los días para conseguir ayudar a aquellos que la necesitaban, y que la impotencia no se apoderara de mí.

Cada día que pasaba, los lazos se fortalecían y mi miedo a regresar a casa era constante. Sabía que mi lugar estaba allí, les pertenecía. La familia que Dios escogió durante mi misión. Y cada día que pasaba los amaba más, por eso, fue imposible despedirme sin prometer mi regreso. Agradezco de corazón, la forma en que me recibieron de brazos abiertos y todo el amor que me dieron.

Lo mejor de esta misión no fue sólo las personas que conocí, las sonrisas que vi, o las lágrimas que derramé, sino la forma en que Dios invadió mi corazón diariamente sin darme cuenta. La necesidad de conversar con Él diariamente, era intrínseca en mi rutina diaria, y la bonita manera como Él me respondía era indescriptible. Estoy segura de que sin Él, no podría soportar mis debilidades ni eludir mis inquietudes. ¡Cómo fue hermoso esta descubierta con el Señor!

¡Gracias Carapira, simplemente gracias!

LMC Portugal

Inés Gonçalinho, Fe y Misión