Laicos Misioneros Combonianos

Mc 1,14: No desaprovechen esta oportunidad.

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(24 de enero 2021, III Domingo del tiempo ordinario)

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Este año la liturgia nos ayuda a leer, en los domingos del tiempo ordinario, el evangelio de Marcos. Hoy leemos los versículos 14 al 20 del primer capítulo, en donde se nos transmite el núcleo del mensaje de Jesús y la primera elección de discípulos. Por mi parte, les invito a detenerse en el primero de estos seis versículos, el 14. Ahí encontramos cuatro expresiones, que son fundamentales para entender el evangelio. Veamos:

  1. “El tiempo se ha cumplido”. Esta expresión de Jesús no se refiere ciertamente al tiempo cronológico: no se trata, por ejemplo, de que se haya terminado una época del año o de una vida. Ese tiempo no está en nuestras manos y corre independientemente de nuestra voluntad. Lo que quiere decir es que el tiempo cronológico se está haciendo “kairós”, es decir, “tiempo de gracia”, tiempo de salvación, oportunidad que aprovechar. Y esta es la Buena Noticia para aquellos que escuchaban a Jesús en aquel momento histórico, de hace 2.000 años. Al escucharlo hoy, también a nosotros se nos dice: “Este es un momento de gracia, no lo desaprovechen”. Dios nos ofrece siempre nuevas oportunidades para mejorar, para amar, para arrepentirnos… Como diría el Papa, no nos dejemos robar esta oportunidad de cambiar.
  2. “El Reino de Dios está cerca”. ¿Dónde está este Reino? ¿En la Iglesia, en mi familia, en el trabajo? De nuevo hay que decir que aquí no se habla de un lugar geográfico o sociológico. Se trata de la victoria de Dios sobre el mal. Jesús nos dice que, si estamos abiertos y dóciles, Dios es capaz de vencer el mal en nosotros y en nuestro entorno. Miren a su alrededor, miren con el corazón abierto y con fe, y descubrirán que Dios está presente con su amor vencedor, con su Reino, en todas partes. Es cuestión de saber verlo y de aceptarlo.
  3. Conviértanse. Lo que nos impide ver-escuchar-tocar el Reino de Dios es la actitud de Adán (que pervive en nosotros) de intentar ser nosotros mismos un “dios”, autosuficiente y arrogante, de escondernos después de nuestros fracasos en vez de reconocerlos y cambiar de actitud. Jesús nos llama a reconocer nuestra realidad de creaturas limitadas y a veces pecadoras, cambiar página, no seguir justificando nuestros fallos, acogernos a su misericordia y acoger el Reino de Dios que vive dentro de nosotros y en nuestro entorno.
  4. Crean en la Buena Noticia. Jesús nos invita a superar nuestro escepticismo y desconfianza, fiarnos del amor de Dios, y lanzarnos a vivir como herederos del Reino de Dios; vivir con fe, con esperanza y caridad.

Si aceptamos esta noticia y nos disponemos a cambiar, el paso de los años acumula gracia en nosotros, la Palabra es una luz que ilumina nuestros pasos, la vida es un banquete festivo, del que la Eucaristía es signo y adelanto.

P. Antonio Villarino

Bogotá

¿Cómo encontrar a Jesús?

apostoles
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Un comentario a Juan 1, 35-42, II Domingo ordinario

Después de su famoso prólogo, el evangelio de Juan introduce una serie de testigos que encuentran a Jesús: Juan el Bautista, Andrés, Pedro, Felipe y Natanael. Hoy nos fijamos en Juan, Andrés y Pedro.  Su testimonio nos sirve para ilustrar el proceso por el que las personas se encuentran con Jesús como Maestro de sus vidas. Yo quisiera resaltar los siguientes elementos:

Se parte de una búsqueda

Andrés y Simón (como Natanael y Felipe) eran probablemente discípulos del Bautista, que se distinguía por su austeridad y por proclamar la necesidad de un gran cambio (conversión) en la vida del pueblo, con la esperanza de ver al Mesías. Juan y sus discípulos no estaban conformes con el mundo tal como estaba y levantaban los ojos al cielo en busca de una respuesta a su oración, a su inquietud y a su esperanza. De hecho, Jesús les pregunta: ¿Qué buscan? Esa pregunta se le hace a quien busca algo. Al que está satisfecho, al que no busca nada, es inútil proponerle algo. Si uno no está en búsqueda, nunca encontrará a Jesús.

El Espíritu Santo inicia el movimiento de respuesta, haciéndole comprender a Juan quien era Jesús y que en Él estaba la respuesta a sus inquietudes.

Como en cualquier encuentro de amor, no basta con buscar; es necesario estar abierto a lo inesperado, tener el corazón disponible, aceptar el regalo de un encuentro, que no depende totalmente de nosotros mismos, sino que nos supera. La acción del Espíritu actúa en, desde y con el testimonio de otras personas cercanas por lazos familiares, trabajo o sintonía espiritual y humana: El Bautista orienta a Andrés y a otros discípulos; Andrés a su hermano Simón; en el mismo pueblo se encuentra Felipe; éste transmite la experiencia a Natanael… Se establece una onda expansiva de testimonios, que afecta a un número cada vez más grande de personas. Hoy se dice que lo que no aparece en la televisión (o en las redes sociales) “no existe”. Y, sin embargo, las verdades más entrañables, las que nos tocan el corazón se transmiten de boca en boca, entre amigos.

La Escritura (la lectura asidua de la Biblia) actúa como trasfondo de esperanzas, referencias y criterios de discernimiento.

La lectura regular de la Biblia es como “el caldo de cultivo”, la atmósfera en la que el encuentro se produce. Hay un tiempo de convivencia y diálogo con el mismo Jesús, que probablemente se refiere, no tanto a un encuentro fugaz, como a todos los meses pasados con Él, caminando por los pueblos de Palestina y escuchando los mensajes, participando en sus acciones y luchas, contagiándose del amor que Él tenía por el Padre y por su Reino. Cuando uno se involucra en las causas de un amigo termina aumentando la amistad. Lo mismo sucede con Jesús.

Las celebraciones dominicales del año litúrgico -y la lectura cotidiana de la Biblia, especialmente de los evangelios- son una buena oportunidad para incrementar nuestra amistad con Jesús e identificarnos progresivamente con su manera de pensar, sentir y actuar.

P. Antonio Villarino

Bogotá

Mi camino hacia la comunidad LMC

Bartek LMC Polonia
Bartek LMC Polonia

Crecí en una familia católica y creo en Dios desde que recuerdo. Mi fe comenzó a cambiar cuando iba a la escuela secundaria – había creado mi propia moralidad, ir a la iglesia se convirtió simplemente en un hábito y la oración ya no era algo importante.

Al terminarla empecé a estudiar en Cracovia y me sentí muy solo en una ciudad tan grande. Esto me llevó a la capellanía de la universidad. Teníamos un sacerdote maravilloso, que confiaba en nosotros y nos daba responsabilidades. Rápidamente me involucré – dirigía reuniones de formación, organizaba peregrinaciones en bicicleta, viajes a las montañas. Durante una de las oraciones el Señor vino a mí y me cambió el corazón. Sentí la presencia del Espíritu Santo y el impulso de cambiar mi vida según su voluntad.

Gracias a mi comunidad, también he conocido “the Noble Package” (el Paquete Noble), en el que fui voluntario durante muchos años, y he encontrado a los misioneros combonianos. Una vez, alguien escribió un correo electrónico sobre el retiro de Cuaresma dirigido por los Misioneros Combonianos en Skośna Street. Decidí ir y descubrí el lado más cercano de la Iglesia. El contacto directo con los padres, la adoración individual del Señor durante la noche, los cantos en swahili, la oración con la Palabra de Dios, Jesús presentado como un niño africano, un tiempo para compartir nuestras reflexiones y meditaciones durante la Santa Misa… Todo era nuevo y delicioso. Realmente sentí que era parte de la Iglesia.

Con el tiempo, empecé a ir a los encuentros de candidatos del Movimiento de los Laicos Misioneros Combonianos, hice una experiencia misionera en Gulu, Uganda, donde, durante la oración de intercesión, Dios abrió mi corazón aún más a su Amor.

El Señor Jesús me lleva efectivamente de la mano. Puedo ver que todos los avances en mi vida hasta ahora son el resultado de su toque tierno y suave, que guía a una persona por el camino correcto. Ahora siento que Él quiere que vaya a un viaje misionero de dos años. Señor Jesús, Tú lo sabes todo. Soy tuyo. ¡Guíame, yo te seguiré!

Bartek Tumiłowicz, LMC Polonia

El Bautismo del Señor (10 de enero de 2021)

Bautismo

Un comentario de Benedicto XVI

Bautismo

Les comparto algunos párrafos del comentario de Benedicto XVI el 11 de enero del 2009.

Queridos hermanos y hermanas, las palabras que el evangelista Marcos reproduce al inicio de su evangelio (“Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco”) nos introducen en el corazón de la Fiesta del Bautismo que celebramos hoy y con la que cerramos el tiempo de Navidad. El ciclo de las solemnidades natalicias nos hace meditar sobre el nacimiento de Jesús, anunciado por los ángeles, circundados por el esplendor luminoso de Dios; el tiempo de Navidad nos habla de la estrella que guía a los Magos de Oriente hasta la casa de Belén, y nos invita a mirar al cielo que se abre sobre el Jordán mientras se oye la voz de Dios. Son signos a través de los cuales el Señor no se cansa de repetirnos: “Sí, estoy aquí, les conozco, les amo. Hay un camino que de mí va hacia ustedes. Y hay un camino que de ustedes llega hasta mí”. El Creador ha asumido en Jesús las dimensiones de un niño, de un ser humano como nosotros, para dejarse ver y tocar. Al mismo tiempo, con este su hacerse pequeño, Dios ha hecho resplandecer la gloria de su grandeza. Porque es precisamente abajándose hasta la impotencia inerme del amor que Él demuestra su verdadera grandeza, lo que significa ser Dios….

Queridos amigos, estoy muy contento de que se me haya dado la oportunidad de bautizar a estos niños. Sobre ellos desciende hoy la “complacencia” de Dios. Desde que el Hijo unigénito del Padre se hizo bautizar, el cielo está realmente abierto y sigue abriéndose, y podemos confiar toda vida nueva a las manos de Aquel que es más poderosos que los poderes oscuros del mal. Esto, en efecto, comporta el Bautismo: Restituimos a Dios lo que de Él ha venido. El niño no es propiedad de los padres, sino que es confiado por el Creador a su responsabilidad, libremente y de manera siempre nueva, para que lo ayuden a ser un hijo libre de Dios….

Regresando al texto evangélico, tratemos de comprenderlo un poco más. Dice San Marcos que, mientras Juan Bautista predicaba a la orilla del Jordán y proclamaba la urgencia de la conversión como preparación a la llegada próxima del Mesías, he aquí que Jesús, escondido entre la gente, se presenta para ser bautizado. El bautismo de Juan es un bautismo de penitencia, diferente del sacramento que instituyó Jesús. De todos modos, en este momento se intuye ya la misión del Redentor, porque, cuando sale del agua, se oye una voz del cielo y sobre él desciende el Espíritu santo (cfr. Mc 1, 10). El Padre celeste lo proclama su hijo predilecto y atestigua la universal misión salvífica, que llegará a su culmen con la muerte en cruz y la resurrección… Con el Bautismo no nos sumergimos simplemente en el agua del Jordán para proclamar nuestro compromiso de conversión, sino que se derrama sobre nosotros la sangre redentora de Cristo que nos purifica y nos salva. Es el Hijo amado del Padre, en el que encuentra su complacencia, que nos consigue la dignidad y la alegría de ser realmente “hijos” de Dios.

P Antonio Villarino

Bogota