Un comentario a Lc 24, 46-53 (29 de mayo de 2022; Ascensión del Señor)
Leemos hoy los últimos versículos del evangelio de Lucas, que sorprendentemente termina con las siguientes palabras:
“Se volvieron a Jerusalén con alegría y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios”.
El mismo Lucas en su segundo libro, Los Hechos de los Apóstoles, explica un poco más el ambiente que reinaba en aquella primera comunidad de discípulos cuando el Maestro ya no estaba con ellos:
“Unánimes y constantes, acudían diariamente al templo, partían el pan en las casas y compartían los alimentos con alegría y sencillez de corazón; alababan a Dios y se ganaban el favor de todo el pueblo”.
Alguien ha dicho que esta descripción lucana del ambiente positivo, alegre, orante, fraterno y lleno de “bendición ” de las primeras comunidades es una visión utópica y poco realista, porque la realidad suele ser bastante más prosaica y llena de sombras, sin que falten los conflictos, las traiciones y los pecados.
Pero Lucas no ignora esta realidad. Por el contrario, en el texto que leemos hoy, se nos recuerda que “el Mesías padecerá”. De hecho, Jesús padeció y murió, fue insultado, traicionado y negado. De hecho, padecieron los primeros discípulos, que fueron perseguidos y asesinados y contaron también con traidores y pecadores entre sus filas.
Así sigue sucediendo también con nosotros. La vida no siempre es de color de rosas. La vida es una lucha, en la que no faltan los sufrimientos, las separaciones, las batallas perdidas, las traiciones y los pecados, propios y ajenos. Pero nada de eso tiene la última palabra. Jesús concluyó su paso por este mundo bendiciendo, encomendando a los suyo la misión que tenía en el corazón y prometiendo el Espíritu Santo. Por eso la Ascensión es una separación, pero con una presencia que continúa, una presencia que da alegría, fidelidad, misión.
En cada etapa de nuestra vida personal o familiar, en cada época de la historia tenemos que renovar nuestra fe en esta promesa del Espíritu, en el triunfo de Dios, en la victoria del amor, de la verdad y del bien. En esa promesa y en esa esperanza está anclada nuestra fidelidad, nuestra alegría y nuestra determinación de continuar la Misión. Ante cada nueva batalla sabemos que el Espíritu prometido por Jesús no nos fallará, sino que estará con nosotros y nos impulsará a ser testigos y anunciadores de cambio y conversión.
Esa certeza íntima nos da una alegría resistente, que no se apaga y nos lleva a vivir siempre bendiciendo, anunciando el perdón de los pecados, testimoniando el permanente amor misericordioso del Padre de Jesús y padre nuestro, creando fraternidad, hasta que concluyamos, como Jesús, retornando al seno del Padre, donde ninguna vida se acaba sino que se transforma.
Os queremos compartir este testimonio que nos ha enviado nuestro querido compañero David en este día de África para la ONG española AMANI que apoya a los LMC:
Querida familia de AMANI.
En el día de África, esa tierra de esperanza querida por aquellos y aquellas que vivimos esta vocación, quería hacerme presente para compartir un regalo del cielo.
En mi último periodo en Etiopía, cargado de dificultades como la situación política, la guerra, los desplazados y refugiados, recibimos también el regalo de una vocación etíope Comboniana con la que pude compartir vida y proyecto.
El entonces escolástico Abreham, que estudió por cierto en Perú toda la teología, fue llamado a la tierra Gumuz a hacer su experiencia misionera.
Si ya es una zona difícil, siendo etíope aún lo es más, puesto que el conflicto étnico le podría afectar a él negativamente. Cualquier en su lugar se habría negado, por poder convertirse en un objetivo de los rebeldes. Él reconoce que llego con miedo, y nosotros también lo teníamos por él. Pero la confianza en Dios fue más grande.
Pronto comenzó a involucrarse en la ayuda a los refugiados, acogida a los niños huérfanos, ayuda a tantas familias rotas y desestructuradas por la guerra a través de la creación de un macro huerto donde dar trabajo a los jóvenes y permitirles sustentar a las familias y que les permitiera volver a retomar la escolarización para alcanzar el último grado de educación obligatoria (ya que no tenían que trabajar todo el día como en el resto de los trabajos, además de que se les animaba a escolarizarse, se les pagaba la matrícula y se les compraba el material escolar).
Salvar África con África. Por un lado, luchar por la tierra Gumuz para que recupere la esperanza a través de procurar el sustento de todas las familias necesitadas a través del trabajo de los jóvenes y sanos, comprometiéndose a la vez a volver a estudiar para mejorar su futuro. Y dos, un etíope que podría ser según sus cánones de la Etnia enemiga, siendo el que les tiende la mano, los acoge y los libera de tantos prejuicios.
La experiencia fue preciosa. La empezamos los dos y hoy la continua él.
Hace poco fue ordenado diácono. En vez de elegir su iglesia parroquial, la casa Provincial o una de más fácil acceso para su propia familia, decidió ordenarse en su tan dura parroquia de Gumuz. Su “Abba Abreham” hacia una apuesta clara por ellos, los olvidados de Etiopía.
Os adjunto fotos de los jóvenes a los que sigue ayudando.
El dinero que AMANI envía de las colaboraciones de los socios es precisamente para esos proyectos. Ya haré un relato más detallado de todos ellos para compartirlo con la familia AMANI.
¡¡¡¡Crónica tragicómica desde Pokot Occidental, Kenia: episodio uno!!!!
¿Por qué “tragicómico”? ¡Porque, aún sin quererlo, ya sé que va a ser un poco así… y por eso, aquí, me gustaría compartir con vosotros las alegrías y los sufrimientos de mi estar aquí!
EN RESUMEN
– el grupo de Laicos Misioneros Combonianos (LMC) en Kenia es un grupo vivo y acogedor, estoy feliz de formar parte de él
(El padre Maciek y algunos LMC kenianos en mi primer domingo en Nairobi)
– Durante unos tres meses seré huésped de los Padres Combonianos en Kacheliba. Tengo que aprender el idioma local, el pokot (recibiré clases todas las mañanas), y tratar de entender bien cómo funcionan las cosas aquí. Más tarde, junto con otra LMC keniana, Josephine (que también está aquí), me trasladaré a nuestra nueva casa en Kitelakapel, a 15 km de aquí, para empezar nuestras actividades a tiempo completo.
– Nuestra casa está casi lista.
– Durante este periodo también nos dedicaremos a estas actividades:
1) Producción de zumo de tamarindo: hay muchos árboles de tamarindo en esta zona. Hemos puesto a algunas señoras de la capilla de Kitelakapel a recoger estos frutos. Ya hemos vendido una pequeña cantidad en Nairobi, ahora tenemos que prepararlo todo para poder seguir haciendo zumo. Será una forma de autofinanciarnos un poco como grupo de Laicos Misioneros Combonianos de Kenia.
(¡nuestro tamarindo!)
(nuestros laicos vendiendo zumo de tamarindo, mantequilla de cacahuete y miel después de la misa en Nairobi)
2) Participación en la jumuiyya/grupos parroquiales/asociaciones: recorreremos los distintos grupos de la parroquia, especialmente en la zona de Kitelakapel, para conocer a la gente, crear vínculos, entender bien las distintas realidades de la parroquia, y ver qué necesidades hay, para entender también en qué tipo de actividades podemos implicarnos, o posiblemente qué nuevas actividades proponer, especialmente en el ámbito pastoral.
3) Actividades en las escuelas: nos reuniremos con los directores de algunas escuelas cercanas a Kitelakapel, para ver si es posible dar algunas clases a tiempo parcial, tal vez a cambio de una pequeña contribución (para tener algo extra para mantenernos)
4) Establecer las bases de nuestra comunidad, preparando nuestros “estatutos” y otros documentos necesarios.
– Tal vez nos convirtamos en tres. En julio, es posible que se incorpore otro comboniano ugandés. Para esto, en particular, contamos con sus oraciones (¡porque sería una gran ayuda, dada la montaña de trabajo que tenemos por delante!)
CON MÁS DETALLE:
“Polepole ndio mwendo” dicen los Waswahili (hablantes de swahili). Significa, más o menos, ‘el que va despacio, va firme y llega lejos’…. Y así, me gustaría tener ya grandes logros que enumerar, pero por desgracia, o por suerte, las cosas se mueven muy, muy lentamente aquí. Acabo de llegar y se me pide, con razón, que entre en esta realidad de puntillas, polepole, porque, por mucha experiencia que uno tenga ya -y yo tengo muy poca-, cada realidad es diferente, y aquí, entre otras cosas, todo el mundo está, con razón, muy ocupado, por lo que no puedo esperar que se me explique todo de inmediato, ni que me implique de inmediato en todas las actividades posibles e imaginables.
A mi llegada, fui recibida con gran afecto y entusiasmo por los laicos combonianos kenianos, que inmediatamente me hicieron sentir como en casa. Es bueno sentir que no estoy sola, sino que, juntos, caminamos hacia un objetivo común.
Desde Nairobi, me trasladé a Kacheliba, a unos 15 km de donde voy a vivir, Kitelakapel. El funcionamiento aquí es el siguiente: Kacheliba es la sede parroquial principal, pero la parroquia abarca una zona muy amplia con muchas comunidades, pequeñas capillas (a veces parecen casas diminutas, ¡y en realidad son “iglesias”!), a menudo alejadas. Actualmente hay dos padres y un diácono. Y no pueden multiplicarse como los cinco panes y los dos peces (a no ser que intervenga el Espíritu Santo…) por lo que el trabajo es realmente mucho. Kitelakapel es una de estas comunidades, pero a los padres les gustaría que se convirtiera, tarde o temprano, en una parroquia, por lo que, además de la pequeña iglesia (más grande que las capillas que he mencionado anteriormente), hay una casa donde los padres se detienen a dormir a veces, si es necesario, y que podría convertirse, en el futuro, en el hogar de los padres de la nueva parroquia. No muy lejos, en la misma “calle” (si se puede llamar así), la construcción de otra casa, donde nos alojaremos los laicos combonianos, está ya casi terminada. Es una casa bastante grande (¡confiamos en la llegada de nuevos misioneros laicos!), con mucho espacio alrededor, para construir también un hospital (y, espero, al otro lado, también un parque infantil para organizar actividades con los niños. ¿Cómo podría negar mis orígenes salesianos?).
(nuestra pequeña iglesia en Kitelakapel)
(Misa en la capilla de Mtembur)
(nuestra casa por dentro y por fuera, ¡casi terminada! Parece un Gran Hotel, pero por suerte por dentro es mucho más sobria de lo que parece eheheh!)
Me acompañará en esta aventura Josephine, la laica keniana que, como yo, dio su disponibilidad para esta misión, y así, juntas, el 29 de abril, prácticamente fundamos esta nueva comunidad internacional de Laicos Misioneros Combonianos. Ella es nativa de estos lares, y habla pokot, y por ello le estoy verdaderamente agradecida, por la ayuda que podrá prestarme para entender no sólo el idioma, sino también para evitar posibles errores o malentendidos relacionados con mi desconocimiento de la cultura local.
(Josephine con la falda tradicional Pokot, la ‘loruà’)
(¡la nueva comunidad internacional de LMC en Kitelakapel!)
Cuando la construcción de la casa esté completamente terminada, Josephine y yo nos trasladaremos definitivamente a Kitelakapel. De momento, sin embargo, estamos en Kacheliba, tanto porque la casa aún no está lista como porque tenemos que hacer el curso de pokot (en mi caso) y experimentar algo de vida comunitaria aquí con los padres.
Esperando no haberos aburrido, os envío a todos un fuerte abrazo y un cordial saludo.
¡¡¡¡¡Ah, importante: GRACIAS!!!!!
Agradezco sinceramente a todos los que han contribuido con sus donaciones a poner en marcha esta nueva comunidad. Me resulta muy embarazoso vivir de la caridad de otros, es una situación nueva para mí, pero para todo, nuestra propia supervivencia, los gastos para poner en marcha la comunidad y cualquier proyecto/actividad con la gente, ahora dependemos de la Providencia. Lo “bello” de esto es el hecho de que, de alguna manera, esto significa que el florecimiento de esta nueva comunidad cristiana en Kitelakapel será el fruto de un esfuerzo compartido: por mi parte y la de Josephine, con nuestra presencia directa, y por parte de quienes nos apoyan, a través de su contribución indirecta. Se convertirá en un esfuerzo de equipo. ¡¡¡Muchas gracias!!!
Un comentario a Jn 14, 23-29B(VI Domingo de Pascua, 22 de mayo de 2022)
El texto que leemos hoy forma parte de los discursos de despedida de Jesús en el evangelio de Juan. El texto, que hay que leer como un gran testamento de amor que Jesús deja a sus amigos y discípulos, se presta a muchas reflexiones. Yo me detengo apenas en una de sus frases: “El que me ama guardará mi palabra… El que no me ama no guarda mis palabras”.
Todos estamos de acuerdo en que el amor, en todas sus dimensiones, es la esencia de la vida. Pero, mi modo de ver, el amor puede estar falseado por dos actitudes contradictorias: un “eficientismo”, que todo lo cifra en “obras”, sin tener en cuenta los sentimientos, las palabras, las sonrisas, la mirada…; y un “espiritualismo” o “sentimentalismo”, que todo lo cifra en palabras bonitas, arrumacos o apariencias, sin hacer nada concreto.
Sin embargo, el amor tiene que tener estas dos dimensiones complementarias:
1.-El amor debe ser concreto, hecho de obras y actitudes concretas, que buscan el bien de la persona amada (sea Dios mismo, sea mi esposo o esposa, sea mi comunidad o cualquier persona). Jesús dice: “El que me ama, guarda mi palabra, cumple mis mandatos”. San Pablo concreta aún más:
“El amor es paciente y bondadoso: no tiene envidia, ni orgullo ni jactancia. No es grosero, ni egoísta; no se irrita, no lleva cuentas del mal” (1Cor 13,4-5).
Y Santiago es mucho más concreto y “tierra-tierra”:
“Si un hermano o una hermana están desnudos y faltos del alimento cotidiano, y uno de vosotros le dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les da los necesario para su cuerpo, ¿de qué le sirve?” (Sant 2,15-16).
En esta línea de pensamiento, podríamos concluir: Tú dices que amas a tu esposa o esposo (o tu comunidad), pero no le ayudas en su vida concreta o no la comprendes en su manera de ser, ¿de qué le sirve tu amor? Tú dices que amas a Dios, pero no le haces caso a sus mandamientos, no haces nada por los pobres, no ayudas en la Iglesia, ¿es verdadero tu amor?
2.-Por otra parte, el amor es mucho más que sus manifestaciones concretas. Sin hechos no hay amor, pero los hechos no bastan, porque pueden estar contaminados de orgullo, egoísmo, afán de ser importantes, afán de dominio… El amor es algo más, quizá intangible, pero muy real. Es una implicación de vida, es una cercanía incondicional a la otra persona, incluso cuando uno no puede hacer nada por el otro, por las circunstancias en las que vive. Por eso San Pablo dice también:
“Aunque repartiera todos mis bienes a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, de nada mi sirve” (1Cor 13,3).
En este sentido, Jesús alaba a aquella mujer que hace un gesto totalmente “inútil” derramando un frasco de perfume caro para honrar a Jesús. Es que el amor no siempre es eficiente, no siempre es calculador, no siempre es “lo más útil”. El amor es un gran don que no puede “comprarse ni venderse”. El amor es, en buena parte, un don del Espíritu Santo que Jesús prometió a los suyos.
Como decía el abbé Pierre, “la vida es un poco de tiempo que Dios nos ha regalado para aprender a amar”. A vivir se aprende viviendo y a amar se aprende amando. Y en la medida que aprendemos a amar, no de palabra sino de verdad, hacemos experiencia del Padre que “habita en nosotros”, de Jesucristo que nos ilumina con su Palabra y del Espíritu que nos hace crecer continuamente en ese amor.
“Trabajemos todos sin otro afán de emulación que el de ganar más almas para Cristo, ayudándonos mutuamente. Compartan un mismo deseo, un mismo fin, un mismo empeño todos los que aman a Jesucristo”
(Escritos 2182)
Queridas/os todas/os:
Nosotros los miembros de los Consejos generales y el Coordinador de lo LMC, nos reunimos desde el 22 al 24 del pasado mes de abril, en la casa natal de San Daniel Comboni en Limone, movidos por el deseo de hacerles partícipes, aunque sea en parte, de lo que vivimos y compartimos, les escribimos esta carta esperando que la comunión que experimentamos llegue también a cada uno de ustedes, allá donde la Providencia los ha puesto, para servir y dar su vida por el anuncio del Señor Jesús, crucificado y resucitado.
Esta ha sido la primera reunión que se pudo realizar de manera presencial, después del largo tiempo de aislamiento causado por la pandemia, con todo lo que ello ha significado, por el alto precio pagado, hasta con la vida, por muchos cohermanos y cohermanas. Una pandemia que ha obligado a posponer la Asamblea General de las MSC y también el Capítulo General de los MCCJ que se celebrará el próximo mes de junio. En este año en el que las SMC están celebrando el 150° aniversario de su fundación y en el mes octubre también tendrán su Capitulo General. Todas estas razones han motivado esta reunión, no menos importante, la sinodalidad a la que nos invita la Iglesia universal, y nuestro ser Familia Comboniana que es, de por sí, expresión de una Iglesia sinodal. Nuestro caminar como Familia Comboniana no es algo opcional, no se limita al encuentro entre responsables, más bien se hace vida en las comunidades, en las misiones concretas donde se vive y se trabaja con objetivos compartidos.
El “encontrarse” para compartir como familia nació discretamente pero ha evolucionado, más que como resultado de una programación, movido por el deseo percibido y la conciencia de pertenecer a una raíz común. Encontrarse siempre es una ocasión para crecer en la conciencia de ser parte de una misma Familia carismática, porque así nos ha pensado San Daniel Comboni, para fortalecer el compromiso de seguir sintiéndonos parte de ella y los frutos, que han crecido con el tiempo, nos confirman que este es el camino correcto.
Nuestro anuncio y testimonio, más allá de los ministerios y servicios que estamos llamados a realizar, es ante todo vivir como hermanos y hermanas, miembros de la misma Familia: sin este testimonio, incluso las actividades más bellas pierden valor. Todos aquellos que han experimentado la colaboración y el trabajo en conjunto como Familia Comboniana, saben que no es fácil y que incluso algunos no entienden este valor de la colaboración, sin embargo, nosotros creemos sinceramente en ella y les invitamos a mantener este horizonte como una meta deseable.
Un encuentro fijado también para evaluar el camino hasta aquí recorrido, tomando como base la carta sobre la colaboración escrita en 2017 y el trabajo sobre ministerialidad en el que participaron un gran número de miembros de la FC, gracias al compromiso y dedicación de la Comisión designada y otros colaboradores capacitados y cualificados. Damos gracias al Señor que nos ha sorprendido con lo que hemos podido conseguir y sobre todo por quienes han participado y disfrutado de este camino.
El Hno. Antonio Soffientini, compartiendo la reflexión sobre este tema, realizada por la provincia italiana del MCCJ, nos invitó a no poner un adjetivo, una “etiqueta” limitante a la ministerialidad, porque la ministerialidad tiene muchas expresiones y no es solo hacia “el exterior, ad extra”, sino también hacia “el interior, ad intra” y esta última a menudo escapa a cualquier mapeo. Todos los servicios que requiere la vida de la FC son ministerialidad: formación, autoridad, administración, coordinación y acompañamiento en cada etapa de la vida de los miembros, desde el inicio del camino hasta la ancianidad.
Un signo que permanece
Los generales y coordinadores de las cuatro expresiones de la Familia Comboniana han querido expresar su unidad y el deseo de ver crecer la semilla, que el reconocimiento del Carisma de San Daniel Comboni ha generado en ellos en estos años y que estos dos días de encuentro han reavivado, confiándolo a un arbolito de olivo plantado todos juntos, en los terrenos de la casa natal de San Daniel Comboni. Así, cerca de otros olivos, muy antiguos, dedicados a varios miembros de la familia de San Daniel Comboni, crecerá uno nuevo dedicado a la Familia Comboniana.
Queda ahora el desafío de continuar el camino y por eso deseamos pasar “el relevo” a los nuevos Consejos Generales del MCCJ y SMC que serán elegidos en los próximos Capítulos Generales, pidiendo a las MSC y al LMC que actúen como “puente” y enlace, para nuestro camino futuro, juntos.
El Buen Pastor, con el Corazón traspasado, nos muestra el camino y, como prometió, camina con nosotros hasta el fin de los tiempos.
El Consejo general de las Hermanas Misioneras Combonianas
El Consejo general de las Misioneras Seculares Combonianas
El Consejo General de los Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús
EI Coordinador del Comité Central de los Laicos Misioneros Combonianos
”Este Instituto se vuelve por ello como un pequeño Cenáculo de Apóstoles para África, un punto luminoso que envía hasta el centro de la Nigricia tantos rayos como solícitos y virtuosos Misioneros salen de su seno. Y estos rayos, que juntos resplandecen y calientan, necesariamente revelan la naturaleza del Centro del que proceden”. (E 2648)
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