Laicos Misioneros Combonianos

El Evangelio es imparable

imparable

Comentario a Lc 4,21-30 (IV Domingo ordinario, 30 de enero del 2022)

Este domingo continuamos la lectura del evangelio de Lucas exactamente donde lo habíamos dejado el domingo pasado. Recordemos. Jesús había anunciado su programa: anunciar un año jubilar, un tiempo de gracia, en el que todos podríamos comenzar una nueva vida, dejar atrás los pecados y los errores del pasado para empezar de nuevo.

La reacción de sus vecinos fue muy parecida a la que tenemos nosotros en muchas ocasiones: Por un lado se admiraban de las palabras de Jesús y se alegraban ante la esperanza de un nuevo comienzo. Pero, por otro, se dejaron llevar por el escepticismo, la desesperanza y hasta por la cerrazón, hasta el punto de querer eliminar a Jesús, como si fuera algo escandaloso.

Con el párrafo que leemos hoy sobre el rechazo de Jesús por sus vecinos el evangelista nos anuncia que la vida de Jesús despertaba admiración y esperanza, pero también oposición y enemistad.

Y eso es lo que espera al discípulo de Jesús y a su comunidad. Nos engañamos si pensamos que cuando evangelizamos y hacemos el bien, vamos a encontrar siempre aplauso y alabanza. Uno desearía que el bien fuera siempre aceptado y difundido por todos. Pero no siempre es así. Existe en el mundo un espíritu de desconfianza, envida y escepticismo que no deja que la semilla del bien se afiance y dé todo su fruto. No podemos ser ingenuos: el bien se enfrenta al mal, la esperanza a la desconfianza, la luz a la tiniebla, la vida a la muerte.

Jesús enfrentó esa oposición y nosotros no seremos menos que el Maestro. Si emprendemos el camino del bien, encontraremos resistencia interior y exterior.

Pero, como Jesús, estamos seguros de vencer el mal con el bien, el odio con el amor. “El, abriéndose paso, se marchó”, dice Lucas en una clara alusión al triunfo de la resurrección (Jesús, escapando de la tumba, se puso en pie y volvió al Padre). La comunidad-familia de Jesús, guiada por el Espíritu del Resucitado, se levanta también continuamente, superando las amenazas exteriores y sus propias caídas para continuar la misión (el anuncio del tiempo de gracia) hasta el día de hoy y seguirá adelante a pesar de la oposición exterior y del pecado de los mismos misioneros. A pesar de la oposición y del pecado, el Evangelio es imparable.

P. Antonio Villarino

Bogotá

Oportunidad de renovación

Jesus-de-Nazaret

Un comentario a Lc 4, 14-21 (III Domingo de tiempo ordinario, 23 de enero 2022)

A veces pensamos que la vida de Jesús era todo “amor, bondad, paz”, entendiendo estas palabras como si su vida fuera un lago de aguas siempre serenas y plácidas. Pero no, la vida de Jesús estuvo llena de conflictos hasta que terminó en el conflicto final de la cruz.

Según Lucas, el incidente que nos cuenta en su capítulo cuarto es el primero de los seis que sucedieron en un sábado, día sagrado para los judíos; el séptimo sábado será el de la resurrección. De este modo la vida de Jesús misma, no sólo sus palabras, representa una propuesta de “año jubilar”, es decir un tiempo de perdón y renovación, tiempo de un nuevo comienzo.

El año jubilar era una institución judía; se celebraba cada 50 años y, en esa ocasión, los campos se dejaban en barbecho, las deudas eran perdonadas y los esclavos liberados. Jesús dice en Nazaret que él ha venido a anunciar este año de perdón y restauración en favor de los pobres, de los que se han equivocado en la vida y han caído en deudas y esclavitudes.

Eso, que es una buena noticia para muchos, parece que no todos lo reciben con alegría, quizá porque están anclados en los privilegios o porque les falta fe.

Para nosotros que leemos este texto hoy, es una invitación a acoger el perdón, a dejar atrás nuestros errores del pasado y renovar nuestra vida, guiados por el mismo Espíritu que descendió sobre Jesús. Acoger el perdón es un gran camino de renovación.

De la misma manera, nosotros, discípulos misioneros de Jesús, estamos llamados a ser anunciadores e instrumentos de perdón y renovación para otros.

Esperemos que en ningún caso seamos personas de corazón duro que, por desconfianza o enrocamiento, nos neguemos a la novedad de Dios, una novedad que se hace perdón, renovación, restauración, nuevo comienzo.

P. Antonio Villarino

Bogotá

El Bautismo en el Jordán

bautismo

(un comentario a Lc 3, 15-22; Solemnidad del Bautismo del Señor, 9 de enero de 2022)

La imagen del Bautismo es sintomática: Jesus baja con los pecadores al río, para ser parte de ellos. De allí sale escuchando la voz: “Tú eres mi hijo amado”. La experiencia del Bautismo fue la experiencia fundante de Jesús, cuando se supo “hijo amado”. De ahí volverá a Galilea y anunciará la gran Buena Nueva del año jubilar (de perdón y renovación) para los humillados: Lc 4, 14 y ss. Esa experiencia fue como la de Pablo en Damasco: “me amó y me envió”. El ser humano Jesús de Nazaret experimentó, al compartir su suerte con los pecadores, el amor gratuito y total del Padre.

Otros textos útiles para meditar sobre este reconocimiento de Jesús como Hijo:

  • Mt 14, 33: después de la pesca milagrosa, “verdaderamente eres hijo de Dios”;
  • Mt 26, 63: en el sanedrín, “dinos si tú eres el hijo de Dios vivo… Tú lo has dicho”;
  • Mt 27, 40: “si eres hijo de Dios, baja de la cruz”;
  • Mt 27, 54: en la cruz, el centurión dijo: “verdaderamente este era hijo de Dios

Les invito a meditar con calma este pasaje, identificándose con Jesús que desciende en el río y allí recibe la confirmación de su filiación. Frecuentemente nos preguntamos por nuestra identidad como personas, como miembros de una familia y de una Iglesia: ¿Quién soy yo? Para encontrar mi identidad verdadera es indispensable hacer las paces con la parte más débil de mí mismo, con mi realidad de creatura limitada, con mi realidad de hijo rebelde, que no acepta la soberanía de Dios sobre mi vida.

  • ¿Dónde está el río de mi miseria? Allí esta Jesús conmigo, tomándome de la mano, compartiendo mi miseria.
  • ¿Dónde está mi pequeñez? Allí esta Jesús para hacerse pequeño conmigo.
  • ¿Dónde está el hijo rebelde y amargado que soy? Allí está Jesús conmigo para hacerme hijo amado.

Dios me dice, como a María: NO TEMAS, Dios está contigo, quiere hacerse carne de tu carne, pecado de tu pecado, pequeñez de tu pequeñez… para que escuches con él “Este es mi hijo amado, en quien me complazco”.

  • No tener miedo de ir hasta el río de nuestra pobreza humana, de nuestra miseria.
  • Contemplar a Cristo a mi lado, descendiendo conmigo
  • Juntos, tú pobre con Cristo pobre, descender en la miseria del mundo: la miseria de tu comunidad, de la Iglesia, de la parroquia, del mundo…
  • Sin juzgar, sintiéndose hermano/hermana de cualquier ser humano en sus luchas, éxitos y fracasos.

P. Antonio Villarino

Bogotá