Laicos Misioneros Combonianos

El “Gursha” Etíope

Colourful Ethio food

Durante la hora de comer, en la clínica en la que colaboro, yo (Maggie) como normalmente con cuatro de mis compañeros. Ellos traen cada uno su almuerzo de casa – injera (un tipo de pan etíope esponjoso), relleno de wot (un estofado) que encaja perfectamente en el pequeño Tupperware cuadrado, y que incluso mantiene la forma cuadrada cuando lo sacas. Sorprendiéndome, en vez de cada uno comer su propio almuerzo cogen un plato llano y colocan sus cubos de injera/wot unos encima de otro, formando la “torre inclinada de wot”. Después ellos se la comen juntos, probando y compartiendo todo. Es un dejar ir lo que es de ellos, y acoger amistad y compañerismo.

En Etiopía la comida siempre es compartida, y por lo general comen todos de una fuente, sin usar cubiertos. Incluso los extranjeros son invitados con un simple “Enebela!” (¿Comamos!). Para mi es divertido y nuevo y significa “menos que fregar”, pero para los etíopes la tradición es mucho más profunda y arraigada y explica su dicho “Aquellos que comen del mismo plato no se traicionaran”.

Durante la hora del almuerzo soy normalmente la destinataria de la gursha. El “gursha” es una costumbre tradicional que Mark y yo inicialmente encontramos bastante peculiar. De camino a Etiopía habíamos leido sobre ella en un libro cultura etíope y sentíamos curiosidad e incluso estábamos nerviosos por cómo íbamos a reaccionar cuando experimentásemos nuestra primera gursha. Gursha es cuando otra persona que está cenando contigo, coge una trozo de injera, envuelve un poco de sabroso wot y luego te da de comer directamente con la mano. Es la ruptura definitiva de la noción de espacio personal! El truco es tomarlo sin dejar que tu boca entre en contacto con los dedos de la persona y sin dejar que la comida se caiga. Un solo gursha se considera de mala suerte por lo que siempre se repite. Creo que tanto Mark como yo recibimos nuestro primer gursha de nuestras hermanas anfitrionas. Desde entonces regularmente he sido receptora del gursha y aunque todavía un algo un poco peculiar me va gustando. Todavía no he dominado el arte de envolver y mojar mi injera adecuadamente para absorber el wot picante así que cuando mis compañeros de trabajo me dan de comer un bocado de wot que ellos han preparado es mucho más delicioso que el que me preparo yo. Hay días en que recibo tantos gursha que no necesito comer más. No sólo es delicioso sino que también es un signo de aceptación, como un abrazo entre amigos. Es una forma sencilla de decir “te aprecio”.

Un amigo dijo una vez: “Si me traes a una comida etíope, eres lo bastante amigo como para que con mucho gusto te alimente con mi primer bocado. Si tengo suerte tú me alimentarás con tu último, y si no, al menos habré participado en la liosa maravilla que es una comida etíope”.

– Mark & Maggie Banga

LMC en Awassa, Etiopía

El amor como misión

MarianaSi hace un año me hubieran dicho que hoy les estaría escribiendo sobre la Misión de Carapira, habría dicho que eran unos soñadores y que esas eran de tierras fértiles demasiado alejadas para mí. Pero Dios, como dice el padre Jorge, sabe mejor aquello que hace de lo que nosotros sabemos los que queremos. ¡Y es tan cierto!
Antes de lanzarme a intentar la arriesgada aventura de traducir en palabras lo que durante este mes de agosto he vivido en Carapira, quiero que sepan que se perderá parte del sentido: las manos que tocan y son tocadas; los olores extraños, pero que luego se echan de menos, como el de la tierra, el mercado, de la basura quemada, del aire caliente y pesado; los ojos que ven rostros que parecen pedir que los descubramos y sonrisas que nos recuerdan que la vida es el regalo más grande de Dios; las bocas que saludan en cada momento, incluso cuando no te conocen.
Agradecer, en primer lugar, a los misioneros ya estaban en Carapira y que, además de ser discípulos de Cristo, fueron heraldos de nuestra llegada y fieles compañeros de nuestros pasos, al tiempo que nos dejaban ser libres. Gracias por la confianza que han depositado en nosotros, sin la cual ningún trabajo podría desarrollarse.
El primer problema que me encontré fue el tiempo. En Carapira, el tiempo parece detenido en el tiempo y, de hecho, los días transcurrían lentamente. Las mañanas eran mucho mayores que las tardes y una cita marcada a las tres, podría ser en cualquier momento después de la hora señalada. Pensaba que el tiempo allá era lento porque estaba completamente enredada en el ritmo frenético que el mundo occidental nos impone. Fue entonces cuando me di cuenta que ser compasivo era caminar al paso del otro. Si el otro va más lento, camino más despacio con él. Enseguida nos dejamos llevar por este tiempo tan diferente al nuestro y nuestros días se llenaron: con el estudio nocturno en la Escuela Industrial; el apoyo a las niñas en el internado de las hermanas “Madre de África”; con la presentación de la encíclica “Laudato Si” a los estudiantes de la EIC, a los maestros, a la comunidad, a los sacerdotes y hermanas; llenábamos el día con momentos en los que rezábamos el rosario en las comunidades y tratamos de aprender Macua, visitando a los enfermos, o sustituyendo algún profesor que faltaba.
En Carapira descubrí mil maravillas. Una vez tratando de ayudar a las niñas con el Inglés, donde el tema era “gente famosa”, traté de ejemplificar con Cristiano Ronaldo y fue entonces cuando me di cuenta de que había caído en el terrible error de mirar la realidad sólo con mis ojos. No os digo que no me descoloqué, pero rápidamente conseguí el ejemplo correcto, que siempre ha estado allí y sabían muy bien: Jesús. ¿Quién más podía estar tan a escala global como él? Nosotros que íbamos con una voluntad enorme para hacer conocer a Jesús a los demás, íbamos, paso a paso, descubriendo que él ya estaba allí y se revelaba en las cosas más pequeñas: en los abrazos que recibí cuando con la hermana María José llevé a las niñas a casa para pasar las vacaciones; Jesús apareció en la forma cálida en la que este pueblo nos dio la bienvenida a la llegada y aceptó que estos extranjeros fueran parte de su vida diaria sin cerrar las puertas.
Vi en estos niños el rostro de Dios, porque ellos, sin saberlo, han sido y son un ejemplo para mí. Ellos consiguen ser tan iguales y tan diferentes en su pequeñez. Y cuántas infancias existen en todo el mundo. Son los niños, héroes de palmo y medio, que antes de saber hablar, llevan cubos de agua sobre sus manos y cabeza. Como si, en ese momento, tuvieran que soportar un fardo que no es suyo. Son los niños que llevan ladrillos. Los niños que cuidan de otros niños como ellos. Son los niños que están a kilómetros y kilómetros de su casa para ir a la escuela. Me sorprendí también con la capacidad que tuvieron de correr para nuestros brazos, de sonrisas sinceras y contagiosas. Y os digo que nunca, nunca, ser capaz de olvidarme de como corrían calle arriba y abajo con coches hechos con botellas y tapones de plástico, o las carreras que hacían empujando los neumáticos con un palo.
Me conmovió cuando descubrí que algunas personas salían de casa, tres y cuatro horas antes de la Misa, para poder beber de la palabra del Señor. No puedo olvidar al grupo de jóvenes de discernimiento vocacional, que viajaban kilómetros a pie y / o en bicicleta con el fin de asistir un domingo a la formación. Y hacerlo cada mes. Aquí a veces, cuando llueve o hace frío, los niños ya no quieren ir a catequesis. E incluso nosotros, me pregunto, ¿cuántas razones colocamos para excusar nuestras faltas a misa? Teniendo en cuenta esto, está clara que quién quiere busca las formas y quien no quiere encuentra una disculpa. ¡Ellos son la prueba viviente de eso!
Hay personas, gente como nosotros, que sorprende que sean felices con tan poco. No es tan poco… están contentos sencillamente por vivir. Y que regalo tan grande es este: ¡la vida! Y cuán grande son, imagínense estas personas, profundamente agradecidas que cumplen con los designios del Padre. A finales de este mes, sé que mi contribución fue sólo una gota en un océano de tareas que faltan por cumplirse. Sin embargo, como leí en el mercado el primer día que fui: “La fuerza parada no produce nada”. Tengo la certeza de que ser joven y cristiano, hoy en día, es precisamente esta fuerza que nunca se detiene. Es no caer en la indiferencia para que la vida nos toque y seamos capaces de hacer lo que Dios espera de nosotros. Por poco que sea, hagámoslo, porque si hay una cosa que he aprendido aquí es que de lo poco se hace mucho. Y mi corazón está tan lleno y agradecido por esta experiencia.
Un “Koshukuru” (gracias) del tamaño de la distancia entre Portugal y Mozambique es poco para todo lo que he podido vivir este mes. Hasta que regrese, hay un inmenso océano de anhelos y el deseo de nuevos encuentros. ¿Y sabes qué? Creo sinceramente en aquella vieja máxima del “Principito”, que dice que “aquellos que pasan por nosotros, no van solos ni nos dejen solos”. Hoy, soy una afortunada por todos los encuentros que tuve en esta tierra que es un paraíso perdido en medio de la nada. Hoy, soy más rica por ser un poco de todos aquellos con quienes compartí este mes.

Mariana
Mariana Gonçalves

Testimonio en Carapira

Carapira“Lo esencial es invisible a los ojos”! Nunca le encontré tanto sentido a esta frase como después de Mozambique … Cuando nos atrevemos a abrir el corazón a la llamada de Dios, corremos el riesgo de descubrir el verdadero significado de la felicidad. De hecho, fueron tantas las gracias recibidas, tanto el amor vivido y compartido, que esta experiencia ha dado forma a mi vida, me lleno el corazón de tal manera que mis pensamientos, deseos y sueños se dirigen todos ellos a Mozambique.

A lo largo del año que preparamos estos meses de misión en Mozambique, nos fuimos preparando con obras de caridad, formaciones intensas, encuentros íntimos con Dios por medio de la oración y por tanto las expectativas eran altas e inmensa la ansiedad. La verdad, sin embargo, es que nunca pensé vivir este mes tan intensamente, con tanta entrega, con tanto amor… ¡Débil era mi fe, lo reconozco! Después de todo fueron muchas las personas que rezaron por nosotros, fueron muchos los corazones sinceros que han dirigido sus oraciones a Dios.

Los siete miembros del grupo Fe y Misión que llegaron a la misión Carapira, en Mozambique, solo tenemos razones para dar gracias a Dios por todo lo recibido.

En Carapira, acogidos como familia por los varios miembros de la familia comboniana presente allí desde el principio, nos sentimos bienvenidos, integrados. La primera noche tuvimos una reunión para presentarnos entre todos, lo que nos permitió conocer un poco del trabajo que se realiza, y para afirmar nuestra voluntad de trabajar intensamente este mes. Sí, fue siempre una preocupación de todo el grupo entregarse por completo, o en palabras de Fernando Pessoa, poner todo lo que somos en lo más pequeño que hagamos. Y no nos quedamos sin respuesta. Al día siguiente tuvimos una reunión donde nos hicieron varias propuestas, ya sea en la Escuela Industrial de Carapira, en la pastoral, en el internado de las hermanas, así como junto a la comunidad. Recuerdo que después de esta reunión, el grupo comenzó a dividirse las tareas, especificamos las tareas de cada uno, con una intensidad que llenó rápidamente el cuadrante en el que siempre anotábamos todas nuestras actividades. Me sentí siempre contento de ver el cuadro completo. Soy muy consciente de que esto sólo fue posible por la confianza que han depositado en nosotros desde el principio, pero también sé que a lo largo del mes hicimos todo lo posible para cumplir con las expectativas. Para ser honesto, a pesar de querer dar el máximo de mí y trabajar duro, siempre tuve conciencia de que un mes sería muy poco para poder entregarnos sin reservas. La verdad es que yo estaba equivocado. Por supuesto, la dificultad de la lengua y la adaptación complicaban las cosas, pero también las sonrisas, la simpatía, la confianza depositada en nosotros y la fantástica acogida que se nos presentó, hizo todo mucho más fácil. Desde el principio, el hermano Luis permitió que participásemos sin reservas en la escuela, ya sea en el trabajo administrativo, ya sea en actividades con los estudiantes; el padre Firmino permitiendo que lo acompañásemos en sus visitas a las comunidades; las hermanas permitiéndonos  que las ayudásemos con las explicaciones a las niñas en el internado así como al visitar a los enfermos y ancianos de la comunidad y los Laicos Misioneros Combonianos que siempre nos han seguido de cerca y con los que trabajamos muy a gusto. Del trabajo de las hermanas, hermanos y sacerdotes sabía mínimamente por los diversos testimonios que había escuchado. Pero confieso que no sabía el gran trabajo que realizado por los Laicos Misioneros Combonianos. Su dedicación en la Escuela Industrial de Carapira, en clase, en la administración, la enfermería, en el comedor, así como el seguimiento de las actividades extracurriculares es impresionante. Pero más allá de eso, el trabajo pastoral en las comunidades, el trabajo en la parroquia, en la formación de los animadores, el papel de la Justicia y paz en favor de las comunidades me dejaron deslumbrado. Honestamente, por primera vez, desee  ser Laico Misionero Comboniano.

A nivel personal, este mes fue muy importante para mí. Encontré muchos de mis límites cuando la fatiga quería vencerme, fui desafiado a aprender a vivir en comunidad, cómo ser tolerante, a tratar de resolver los problemas a través del diálogo, a examinarme internamente. Ahora que lo pienso todo, me alegro de lo que pude crecer. Pero aparte de todos estos retos he sido tan feliz… Las Eucaristías me llenaron el corazón, con canciones y danzas que expresaban tanto, las sonrisas de los niños, la alegría de la gente de las comunidades, la familia Comboniana en Carapira a quien ahora llamo amigos y amigas, las niñas del internado que tanto me hicieron sonreír, los jóvenes de la escuela, los jóvenes … Oh, Dios mío, como lo echo de menos! Tengo ganas de llorar de alegría …. Me apetece volver…  quiero volver !!!

¡En Mozambique sentí el sol en mi mano! ¡El sol de la alegría, el sol que ilumina nuestra vida, el sol que nos calienta, que calienta nuestros corazones, el sol que nos permite intercambiar miradas, el sol nos hace vivir intensamente el día! ¡En Mozambique tuve el sol en mi mano!

Carapira

Pedro Nascimiento

Obras maestras

IMG_0411Este es un artículo sobre mi clase de arte, aunque no exactamente. Esto es una historia sobre amigos que he encontrado aquí en Awassa, una pareja verdaderamente especial, Argow y Rachel, y a través de ellos los maravillosos niños con quien nos hemos encontrado y a los que me uno para realizar proyectos de arte una vez por semana. Ellos son una pareja etíope-americana que se conocieron en una escuela bíblica en Hungría y que sintieron que Dios les llamaba a establecerse en Etiopia como misioneros. Argox procede del Estado Regional de Naciones, Nacionalidades y Pueblos del Sur (SNNPRS según sus siglas en inglés), el área de Etiopia con mayor diversidad étnica con 35 tribus. La capital del SNNPRS es Awassa la ciudad en la que vivimos. Después de aprender algunas costumbres negativas de una tribu, los Hamar, en el extremo suroeste de la región, el se sintió llamado a comprometerse. Los Hamar tienen muchas supersticiones y por su causa sobrevivir el día a día es difícil, cualquier cosa que piensen que pueda ser negativa para la gente no será tolerada. Por esta razón hay muchas maneras en las que una persona puede quedar maldita, y cuando alguien queda maldito es asesinado o expulsado de la tribu. Desafortunadamente la mayoría de ellos son bebés o niños. Las razones por las que son malditos pueden ser muchas, por ejemplo: nacer fuera del matrimonio, ser gemelos, que le salgan los dientes de arriba antes que los de abajo, no asistir a uno de los muchos ritos de iniciación sea cual fuere la razón. Estas prácticas culturales de los Hamar no han sido abiertamente contestadas, ni siquiera por el gobierno, y hay grupos locales de derechos humanos que estiman que el 20% de sus niños son asesinados o abandonados.

Hace 5 años, Argow supo de sus colaboradores Hamar que había en un poblado un grupo de nueve mujeres no casadas que estaban embarazadas, y que por haber sido concebidos fuera del matrimonio, esos niños iban a ser asesinados. Argow quiso intentar salvar a esos bebés así que lleno su coche de biberones, pijamas de bebes, pañales y mantas e hizo el viaje de 15 horas para intentar llegar al poblado poco después que nacieran. Cuando llegó los nueve bebes ya habían sido asesinados, llegó demasiado tarde. El volvió a casa destrozado en un silencioso y vacio coche.

Tras esta experiencia Argow se sintió más profundamente comprometido para trabajar con el pueblo Hamar, y así fue que él y Rachel fundaron el orfanato Hogar Infantil Ebenezer Grace (EG) hace 4 años. Ellos ahora acogen a 36 niños desde recién nacidos hasta los 12 años de edad. Los niños proceden de todo el SNNPRS, no sólo de Hamar. Ellos sienten una particular llamada de ayudar a esos pequeños. La mitad de los niños de mi clase de arte son Hamar malditos por alguna de las razones comentadas antes. Algunos niños fueron rescatados justo antes de su muerte por solidarios de Hamar que se oponen a esas tradiciones. Algunos de sus padres intentaron esconder a sus hijos malditos y salvarlos sin separarse de ellos, pero el modo más razonable de hacerlo era enviarlos al EG. Durante los últimos 4 años, Argow y Rachel han intentado mantener buenas relaciones con los líderes de la tribu Hamar. En un movimiento audaz hace varios meses, ellos llevaron a un grupo de 6 preciosas y “malditas” niñas de vuelta a sus poblados a visitar a sus familias y sus comunidades. Las llevaron para una corta visita pero algunos de los familiares rogaron para que se quedaran durante varios días. Puede ser que encuentros de este tipo ayuden al proceso para que los Hamar se enfrenten a sus tradiciones y con el tiempo las cambien.

Ebenezer Grace Children

Los otros chicos de mi clase han llegado al EG debido a una gran variedad de circunstancias que dejan a los niños huérfanos: padre muertos de SIDA, viudas demasiado pobres para mantenerlos, abandonados al nacer, y condiciones sanitarias que hacen que la vida de las zonas rurales sea difícil. Uno de mis estudiantes está enfermo del corazón y está casi ciego. De otra no tenemos información de su pasado, ella fue encontrada recorriendo las calles de una ciudad cercana, con su pelo y su ropa infectados de piojos. Si le preguntas por su historia, no hay respuesta, ella es sordomuda. Suponen que tendrá unos 12 años. Se la dio un nombre, un cumpleaños, ropa nueva y esperanza en un futuro más brillante. Así son mis estudiantes, cada uno con su propia historia y cada uno especial y maravilloso.

Avanzando hasta hoy vemos que cada niño florece a pesar de las limitaciones del cuidado institucional. Han encontrado amor y amistad con sus “hermanos” del EG y con el personal que les atiende. Argow y Rachel les consideran parte de su propia familia (ellos tienen 5 niños biológicos) y están muy dedicados a su cuidado y les ofrecen todas las oportunidades que pueden. He observado que la línea entre los hijos de Argow y Rachel y los niños del EG es bastante borrosa de un modo bonito. Argow y Rachel están haciendo un compromiso a largo plazo para acompañar a sus niños hasta que sean adultos, un compromiso que sólo puede hacer uno con una profunda fe en la providencia y la fidelidad de Dios. Los niños aprenden a conocer a Jesús y a conocer el amor de Dios por ellos y por cada persona. Está la esperanza de que algunos de los niños Hamar retornen como cristianos adultos a servir a su propio pueblo, siendo ellos mismos ejemplo vivo de la dignidad de cada ser humano.

EG Art Class

La primera vez que me encontré con Argow me pregunto que qué podía hacer yo por esos niños, y al siguiente martes estaba ya enseñándoles arte. Todos ellos van a la escuela, incluso a una escuela para sordos. Ellos hacen deporte, ayudan a los más pequeños, desenredan el pelo unos de otros, celebran fiestas de cumpleaños, y se divierten tonteando como cualquier otro niño. Ellos desarrollan sus propios intereses y gustos y se están convirtiendo en buenos jóvenes. Para mi delicia a todos les gusta el arte. Tengo un grupo entusiasta de 12 (8 niñas y 4 niños) de 5 a 12 años. Cuando juntas niños motivados, cartulina amarilla, un poco de pegamento, un botón, un trozo de fieltro, un poco de pintura brillante, y unas pocas ideas… ¡voilá! obtienes una obra maestra.

Cuando miro a mis estudiantes mientras están tranquilos trabajando agradezco que sus vidas se hayan salvado. Estos chicos son tan únicos como los materiales que usamos para crear nuestras obras maestras. Cada uno es una obra maestra de la creación de Dios.

http://www.ebenezergrace.org/

¡Un sueño hecho realidad!

Sofia3Misión en África, un sueño. Algo que hace tiempo que quería vivir y finalmente conseguí. Tenía 17 años cuando empecé a soñar con África cuando empecé a querer conocer más el “mundo” de la Misión. En agosto, fui como parte del grupo de Fe y Misión con cuatro jóvenes y dos misioneros de la Familia Comboniana, fuimos para Mozambique, a la misión de Carapira. Siempre he pensado que la misión era llevar a Jesús a los demás, pero cuando llegué a Carapira Él ya estaba allí y con los brazos abiertos para recibirme y decirme que me había elegido y que ese pueblo era de Él.

Fue una experiencia indescriptible, pero intentaré compartirla: Encontré un pueblo acogedor, generoso, alegre, lleno de sonrisas. Un pueblo sin prisa, donde el tiempo es un pormenor.

La gente siempre tiene tiempo para hablar, se detienen para saludarse. No se siente estrés, si mi vecino está mal, no soy indiferente.

Encontré un espectacular equipo de misioneros que hace un trabajo de excelencia, todos los días se entrega en cuerpo y alma a la gente de Carapira.

SofiaHermanos, hermanas, sacerdotes y laicos misioneros Combonianos, dan lo mejor como educadores, formadores. Acompañan a decenas de jóvenes, sin tener en cuenta su creencia. Acompañan a las comunidades, tratando de ser presencia de Cristo en medio del pueblo. Conocí de cerca el trabajo de los misioneros laicos, que trabajan apoyando las distintas actividades en la Escuela Industrial, donde tienen un papel muy activo. Laicos que están presentes como alguien que educa, cuida, como alguien que ama, ya que los jóvenes que asisten a la Escuela Industrial dejaron sus casas para poder estudiar. Los laicos son una presencia amiga e incluso materna. Los laicos también ayudan en la pastoral, ayudan a los niños y a los jóvenes a descubrir a Jesús.

Con toda la comunidad misionera que conocí y al lado de los que trabajé y aprendí mucho, encontré que un misionero ama verdaderamente, es capaz de amar, es capaz del amor incondicional. Guardo conmigo cada momento que viví, agradezco la confianza que han depositado en mí y mis colegas.

El mayor desafío que enfrenté a lo largo de este mes fue sin duda el vivir en comunidad.

Toda la experiencia fue extraordinaria, imposible permanecer indiferente, me gustó mucho todo el trabajo que pudimos hacer con los jóvenes de la Escuela Industrial. Sobre la Laudato Si, me encantó estar con las chicas del internado, me gustó haber trabajado con los jóvenes de la comunidad, “Salvar la juventud con la juventud”.

SofiaMe marcó realmente una conversación que tuve en los primeros días, cuando llegué al internado a trabajar con las chicas para apoyar en el estudio y aclarar dudas de portugués y matemáticas. Nelson, una chica de 13-14 años, que asiste a séptimo grado, no se acercaba mucho, siempre me observaba, pero siempre un poco distante, cuando me acerqué para tratar de poner fin a las reservas de ella, ella me dijo: “No quiero ser tu amigo, porque te vas a los pocos días y nunca más te veré”. Esto me cortó el corazón, me dejo parada, quise decir algo, pero no encontraba palabras, quería decirle a esa chica que no sería así, pero estaría mintiendo porque era cierto, tenía un viaje programado. Acepté su elección, decidí no insistir. Y durante los 15 días trabajados en el internado, hablábamos poco, estudiamos juntas, descubrimos palabras nuevas y difíciles, hacíamos la tarea.

Pero yo sé que interactuaba con Nelson, estoy segura, ella sonreía e incluso bromeaba cuando pronunciaba algo mal en Macua, o cuando les dije que tenía miedo de enfermarme de malaria. Y llegó el día en que tenía que decir adiós a ella y a todas las otras chicas. Y Nelson me preguntó: “¿Maestra ahora me va a olvidar?”

Ella es experta en dejarme “bloqueada”, es hermosa, tiene unos ojos grandes, hermosos, brillantes, y estaban llenos de agua y pensé ¿cómo voy a olvidar esto, Señor? No lo haré. La abracé y le dije que no me voy a olvidar de ti.

Algo que también me marcó mucho fueron las Eucaristías, celebran con mucha alegría, cantan, aplauden, son fuertes, muy bonitas. La mujer mozambiqueña, no os puedo dejar de hablar de ella, es luchadora, trabajadora, siempre a cargo de las tareas más complicadas. Tiene un papel fundamental.

Esto es un poco de lo que viví, fue una buena experiencia que yo realmente quiero repetir.

Fue muy importante para mí, cada día tuvo hechos significativos que no podré olvidar.

Y no se olviden que los sueños se hacen realidad. Sólo tenemos que hacer un 5%, Dios hace el resto.

Sofia Coelho