Laicos Misioneros Combonianos

“Coloreando África”

Carmen LMCQué fácil es disfrutar haciendo cosas bonitas, creando, inventando y “construyendo” a partir de la imaginación y los materiales que tenemos alrededor.

En el Orfanato de St. Jude, ha aparecido “Art Studio” un espacio preparado por mis amigos españoles que vinieron este verano a visitarnos y limpiaron, ordenaron y pintaron un almacén, para después transformarlo en un sitio precioso.

Era un sueño que se ha hecho realidad, porque debido a mi “rama artística” tenía ganas de poder hacer algo “diferente y bonito” con los niños del Orfanato. A veces con los mayores (14, 15 años) no resulta fácil la comunicación, porque están en esa edad difícil, en la que se revelan un poco contra todo. Estaba segura de que a través de estas actividades esa comunicación iba a ser más sencilla, y así ha sido.

Muchas ideas en la cabeza, mucho tiempo recogiendo retales de preciosa tela africana del mercado, recogiendo chapas y semillas, plásticos, sacos, y guardándolos con paciencia, con ganas de hacer cosas divertidas con todo el material.

Es un laboratorio artístico donde nos juntamos a trabajar haciendo monederos, cuadernos, pendientes, pulseras, y otras cosas que iréis descubriendo conforme las vayamos terminando, (porque ideas diferentes siguen apareciendo). Escuchamos música, hablamos, y lo mejor es ver el resultado en la preciosa tienda que ha surgido después de dos meses de trabajo.

La finalidad no es sólo la venta, aunque siempre es importante sacar algún dinero que ayude a mantenernos a todos cada día, que no es fácil.

Queríamos que los chicos tuvieran oportunidad de trabajar con la imaginación y la creatividad, elementos que considero importantes para el desarrollo de la persona. No queríamos solo juntarnos a hacer pulseras, sino ver una mesa llena de cosas y pensar “¿de aquí qué puede salir?”, proponer, inventar, y por qué no…..soñar un poco.

Antes de empezar, le pedí a Dios paciencia para explicar a los chicos como trabajar y le pedí también poder transmitir mi entusiasmo, porque la más ilusionada con todo esto era yo, y creo que lo sigo siendo J.

Los resultados son maravillosos, y he de decir que hemos sorprendido a todo el mundo, incluido el Hermano Elio, director, los trabajadores, y personas que se acercan a visitar el Orfanato, se han quedado encantados con nuestro pequeño rincón artístico.

Los trabajos por supuesto están repartidos según las edades, hay quien se dedica a pegar martillazos a las chapas para dejarlas planas, quien recorta letras, quien usa el pegamento, las tijeras, quien une bolitas con el elástico… pero sea lo que sea lo mejor es que lo estamos pasando realmente bien, y que todos disfrutamos viendo el resultado de nuestro trabajo.

Cuando se dan cuenta de que pueden hacer cosas preciosas, se sienten orgullosos y quieren más, y el hecho de verlas “expuestas” en nuestra bonita tienda, les hace sentirse de verdad importantes.

Así que ahora, si venís a visitarnos al Orfanato de St. Jude en Uganda, aparte de jugar con los pequeños, pasear con los chavales que están en silla de ruedas, leer y pintar, correr, y hacer todo tipo de cosas que se les puede ocurrir a 100 niños juntos, tendréis que pasar por nuestro “Art Studio”, primero para ver lo bien que trabajamos, y segundo, por supuesto para comprar algún souvenir en nuestra tienda.

¡Os esperamos!

Carmen Aranda LMC

Mi experiencia vivida en Chiapas

Isabel¡Hola a todos mis amigos y amigas, a los LMC de México y el mundo, a la Familia Comboniana, colegas y familiares!

Aquí les comparto un resumen de mi experiencia vivida en Chiapas, en esta etapa de mi vida que fue muy especial y diferente y que Dios me ha regalado,  a donde me llevó a realizar una misión durante el periodo de Enero a Agosto de este año 2015.
Estuve viviendo, trabajando y compartiendo la vida comunitaria con mi amiga Rocío, quien también es LMC y juntas estuvimos en Altamirano, una Cabecera Municipal del Estado de Chiapas.

Chiapas es una de las 32 Entidades Federativas de México. Se encuentra en el Sureste del País, en Frontera con Guatemala. Su Capital es Tuxtla Gutierrez, posee varios de los destinos turísticos más importantes de México, principalmente zonas Arqueológicas y Nichos Ecológicos de gran belleza.  Tiene 122 municipios, es uno de los Estados con mayor población indígena en México, ya que un 30 % de su población habla alguna lengua originaria del Continente.  Además del idioma Español, sus lenguas oficiales son: Tzeltal, Tojolabal, Tzoxil, Chol, Zoque, Lacandon, Chuj, Quiché, Kakchikel.  El territorio de Chiapas presenta una morfología muy compleja: la sierra formada por extensas zonas montañosas, grandes valles, llanuras costeras y aluviales, por este motivo presenta gran diversidad climática y biológica. Algunas zonas han sido declaradas “Reservas de la Biósfera” por albergar varias especies animales y vegetales. En Chiapas se desarrollaron importantes Culturas Mesoamericanas durante la Época Precolombina: la Olmeca, la Maya y la Chiapaneca. A lo largo de los siglos XIX y XX en el Estado se reprodujo y fortaleció una amplia desigualdad social. Los abusos contra los pueblos indígenas y las comunidades rurales generaron un conflicto latente hasta el año 1994 cuando estalló el Levantamiento Zapatista encabezado por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, conflicto que continua sin resolverse hasta el momento.

En la historia de Altamirano, se narra que este pueblo se fundó en 1806, por pobladores de las Haciendas de San Antonio y San Vicente que pidieron a la Vicaría de Ocosingo, terreno propio para fundar un pueblo nuevo, eligiendo el paraje de Nacashlan, a unos 30 km al sur de Comitán, en las cercanías del Río Tzaconejá, el cual en 1814 ya contaba con 90 familias indígenas, todos ellos de Etnia Tzeltal. Primeramente fue llamado Ashlumal San Carlos.  Ashlumal (pueblo nuevo).  En 1911, sobre este pueblo que había pertenecido al Departamento de Chilón, se erige el Municipio. En 1935 el Gobernador Victorio R. Grajales le cambia el nombre al pueblo San Carlos, por el de Villa Altamirano en homenaje al poeta Ignacio Manuel Altamirano y en 1942 lo elevan a Municipio de segunda clase. En enero de 1994 se convirtió en uno de los pueblos ocupados por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

Estuvimos laborando en el Hospital San Carlos, el cual fue construido por el Gobierno de Holanda y es mantenido y financiado en una gran parte por una ONG Holandesa.  En esta unidad de salud, se atiende a toda la gente, en especial a los indígenas, los cuales en su mayoría son tzeltales, pero también llegan tojolabales, Tzoxiles, Zoques y Choles.
La Parroquia de San Carlos, Altamirano cuenta con 85 comunidades, pero se reciben indígenas de comunidades pertenecientes a otros Municipios como son: Ocosingo, Oxchú, Palenque, Yajalón, Chilón… es triste ver como esta pobre gente viaja tanto para recibir atención médica en este hospitalito, que tiene recursos para una atención médica de primer nivel, ya que sólo cuenta con médicos generales y no tiene especialistas de base.  Solamente en algunas fechas del año llegan médicos especialistas voluntarios de México, Estados Unidos, España e Italia los cuales, ayudan a nuestra gente en Campañas Médicas Quirúrgicas de: Ginecología, Urología, Cirugía Plástica y Dermatología. Se cuenta con los programas de Nutrición, Tuberculosis y Salud Mental.
Me impactó también, el darme cuenta de, que en el Estado de Chiapas el Sector Salud es muy deficiente, cuentan con muy pocos hospitales públicos. Es por eso que en este hospital, muchas veces no se puede trasladar a los pacientes graves que necesitan atención especializada de segundo o tercer nivel y que sabemos que aquí se complicarán más o morirán, y en muchos de ellos se pudo haber evitado fatalidades si se contara con buen servicio de salud Estatal.

Y bueno, quiero compartir mi sentir en estas tierras, ya que por un lado ha sido satisfactorio poder trabajar para y por los pobres, pero a la vez he vivido diferentes sentimientos encontrados de tristeza, dolor, impotencia, rabia, incertidumbre, pues me he topado con un contexto muy fuerte y deprimente, nuestros hermanos indígenas aún viven en la miseria, están aislados y excluidos, abandonados y pisoteados por el Gobierno, las Instituciones, por la misma gente que no es indígena y que se nombran mestizos.
Los indígenas viven en comunidades alejadas donde ni siquiera cuentan con los servicios básicos para llevar una vida digna, no cuentan con atención médica rural, casi no hay escuelas y por este motivo un gran porcentaje son analfabetos, no cuentan con recursos económicos para hacer producir sus tierras, sufren y hay gran mortalidad materna, neonatal, infantil y de todas las edades, ya que los está consumiendo el hambre, la desnutrición, las infecciones, la parasitosis, la tuberculosis, el cáncer, el alcoholismo, entre otras…

Es muy doloroso ver como llegan al hospital con sus padecimientos muy avanzados, complicados o terminales, porque no había quien los atendiera en sus comunidades y no tenían dinero para trasladarse a un hospital. Algunos llegan diciéndonos que caminaron horas en la selva y otras más en una pasajera por un camino o por carretera para llegar a nuestro hospital.  Otro de los problemas que tienen es, que a veces dicen que no los quieren atender en los hospitales del IMSS o Salubridad porque no hablan Español y estas Instituciones no tienen personal que funja de traductores. Algo que nos gustó del Hospital San Carlos es que ahí mismo en años anteriores se abrió una escuelita de enfermería donde capacitaron a indígenas como enfermeras y enfermeros y así, ellos mismos son los que traducen a los pacientes. Pues todos los médicos son de fuera y no hablan lengua. Me gustó estar ahí porque me identificaba con el carisma Comboniano también, ya que siempre tenía presente el lema del Plan de Comboni: ” Salvar a África con África”, pues aquí era: “salvar a los indígenas con los propios indígenas”.

IsabelYo llegué en el mes de Enero, y posteriormente en el mes de abril se unió a esta experiencia mi compañera y amiga Rocío, LMC.

Juntas estuvimos laborando en el Hospital San Carlos, ella en administración y recursos humanos, pues su profesión es Administración de Empresas, y yo como Médico General. Ahí, pudimos compartir la vida laboral, así como también la vida comunitaria donde compartíamos rentando una casita en el pueblo. Fue bonito que todos los días nos levantábamos temprano, nos íbamos a caminar y a hacer ejercicio, y regresábamos a casa, hacíamos juntas oración en las Laudes de la mañana consagrando nuestro día y pidiendo por todos;  y después cada una nos íbamos al hospital a hacer nuestra propia tarea laboral. Pudimos compartir, convivir y aprender juntas en esta experiencia misionera.  Compartimos la vida con los indígenas, parte de su cultura, aprendimos a hablar algunas palabritas en Tzeltal como: Jocolawal = Gracias, Cashan = pase, ¿ban ti cux? = ¿dónde le duele?, respire profundo = icha ik!, etc. Disfrutamos el sabor del Pozol que es su bebida popular hecha con maza de maíz y agua, comimos sus ricas gorditas de calabaza, que son rellenas de frijol… fue algo muy especial conocerlos, curarlos, escucharlos, animarlos y motivarlos, darles una palabra de aliento y esperanza, hablarles del amor de Dios, confortarlos espiritualmente especialmente cuando alguno de sus familiares estaba grave o fallecía en el hospital…

Hicimos nuevos amigos, tuvimos buenos compañeros de trabajo y encontramos gente buena en las calles, en los comercios, en la iglesia y hasta en los lugares turísticos a donde tuvimos la dicha de trasladarnos y conocer…  En el último mes, Rocío pudo estar haciendo misión también con los niños, en un barrio de la periferia, donde son indígenas y carecen de muchas cosas, en especial de la educación, Chío pudo ayudarles un poco con sus tareas, a que aprendieran a leer y escribir los que aún no sabían, y hasta dio clases de computación a algunas jóvenes. Yo la acompañé en algunas ocasiones, ya que me la pasaba más en el hospital dando consulta y haciendo guardias de 24 horas y a veces turnos de más carga horaria, en este aspecto era pesado trabajar así, pues eran jornadas muy largas y sobrehumanas poder aguantar mucho tiempo con este ritmo… Pero aunque fue poco tiempo el que estuvimos compartiendo con los niños y sus familias, fue algo muy bonito y reconfortante como misioneras… Creo que para Rocio lo fue aún más intenso, pues fue su propia iniciativa…

Y, como ley de la vida, hubo cosas positivas y negativas en este tiempo de misión, algo de lo más negativo o decepcionante, fue que no pudimos actuar con los enfermos, el personal y la gente, como nos hubiera gustado; tuvimos demasiadas limitaciones y obstáculos, ya que las religiosas Vicentinas (Hermanas de la Caridad) quienes son las que dirigen este hospital, tenían un sistema muy cerrado y les costaba abrirse a los cambios…

Además, no pudimos entrar a las comunidades indígenas, donde queríamos hacer un proyecto con nuestro apostolado y trabajo pastoral misionero, ya que actualmente está fuerte el conflicto zapatista y existen enfrentamientos y divisiones entre los mismos pueblos. No dejan entrar tan fácil a sus pueblos.  Por esta razón, ha sido difícil para el mismo párroco, para las religiosas y demás voluntarios y otras organizaciones que quieren trabajar en estas tierras para ayudar a combatir esta pobreza material y espiritual que existe.  Hasta para la misma evangelización ha sido difícil, pues hay diferentes religiones y sectas que se están infiltrando, es triste ver que hay pueblos donde tienen varias iglesias de diferentes religiones y conocimos algunos donde no tienen ninguna iglesia católica, pero sí de otra religión.

Realmente hace falta que vayan más misioneros, laicos, sacerdotes y religiosas a estas tierras…
Aunque fue poco tiempo el que pudimos estar en Altamirano y que hemos decidido salir por el momento, yo no me quedo convencida de retirarme, renunciar y no regresar jamás a estos pueblos, que están tan pobres y abandonados… ha quedado una gran inquietud en mi interior, pues sé que necesitan ayuda. Es ahí donde la misión llama, es ahí donde vemos los Cristos sufrientes, es ahí donde es preciso misionar y dar la vida, cargando nuestra propia cruz con ellos que llevan una cruz que pesa más y que unidos podemos cargarlas y hacer que pesen menos. Es en estas tierras donde hay que ir a hacer promoción humana, para que se desarrollen y alcancen su propia dignidad de seres humanos. Es necesario que sientan que también ellos son hijos de Dios y merecen ser felices en esta tierra.
Yo creo fielmente que no es imposible y con el corazón en la mano, les digo que podemos encontrar una alternativa y una forma de armar un proyecto misionero… mayormente como laicos podemos actuar investigando y buscando apoyo en alguna Institución o en una ONG nacional o internacional, en la Congregación Comboniana, en la Diócesis, o tal vez en otras opciones, para trabajar en estos pueblos de Chiapas, ya que realmente es uno de los Estados más pobres y necesitados de nuestro país. No estoy contenta con decir fui y trabajé y conocí grandes maravillas de la naturaleza, pues aún me está taladrando en mi mente y en mi corazón todos esos rostros de sufrimiento, amargura, dolor, enfermedad, depresión, impotencia, tristeza, desesperación, sed de Dios y hambre de dignidad humana… Que Dios nos ayude a ayudar, los Laicos tenemos muchas capacidades y potencialidades, tenemos muchas locuras, pero que son buenos deseos y sobre todo, tenemos ese espíritu misionero de caridad, y esa alma retadora, pero que a veces solos no podemos, necesitamos gente y recursos; y una cabeza no piensa igual a muchas, los invito a reflexionar en esto y si como LMC de México y el mundo algún día podemos lanzarnos en acción por los indígenas de Chiapas, hagámoslo. Aunque sé que tenemos otros lugares de misión donde se necesita de los LMC, somos conscientes que a veces no podemos cubrir esas necesidades ya sea por falta de economía o hasta por falta de salud personal, meditemos y luchemos por ir cubriendo esos pueblos que no están tan alejados ni en climas y ambientes tan difíciles, y que sí es más posible poder ir y dar lo mejor de nosotros con todo lo que somos y tenemos.  Oremos a Dios para que siga bendiciendo a todos los indígenas del mundo, a los Afroamericanos y a los Africanos… Que San Daniel Comboni interceda por ellos y por todos sus misioneros.

Saludos a todos de su amiga: ISA. LMC.

Un tiempo feliz en Carapira – Mozambique

GermanoLa ida de Jesús, contada en el Evangelio del domingo XXIII del tiempo ordinario, a un territorio fuera de la tradición judía nos dice que la preocupación de Dios está con todos, no dejando a nadie fuera. Un sordo es llevado ante Jesús porque al no escuchar no sabe nada de él y, lógicamente, no podía buscarlo por propia iniciativa. A quién no conoce a Jesús no lo tenemos que censurar, sino más bien conducirlo hasta él.

En el camino que hicimos para el viaje a Mozambique íbamos al encuentro de los olvidados por la sociedad, hablo de las personas sin hogar y los más pobres, porque, por mucho que la gente es solidaria, se nos olvida el sufrimiento real de estos nuestros amigos, la soledad. ¿Cuántas veces nos han dicho que éramos diferentes, que llevábamos una sonrisa, un abrazo, una palabra amable…? fue ese el sentimiento que quería llevarme a Carapira. Yo no sabía lo que iba a encontrar, pero llevé el corazón abierto, alegre, lleno de amor para dar. Tenemos que aprender de Jesús a sentir los problemas de los demás e involucrarnos en su solución. Fue ese sentimiento y propósito que tratamos de lograr, y el grupo Fe y Misión realizó. Nos abrimos, escuchamos, miramos, nos involucramos y comprometimos con los estudiantes de la Escuela Industrial de Carapira, con la familia misionera (padres, hermanos, hermanas, laicos), así como con la comunidad de Carapira. Donde me encantó el hermoso trabajo de todos, especialmente de los Misioneros Laicos, que se encuentran cerca de las personas, comunidades y de sus problemas cotidianos, así como de los estudiantes de la Escuela Industrial de Carapira.

Todos los días íbamos al encuentro de la comunidad de Carapira, después de haber rezado Laudes (06:00), después del “mata bicho”, la expresión divertida que significa tomar el desayuno, iba entre 1:30 a 2:00 a estar con los niños, a jugar con ellos, llevaba una sonrisa, ayudaba a sacar agua del pozo a las mamás… estar con la gente, darle un abrazo y una palabra amable a todos los que encontraba. Aprendí que los que no tienen nada de bienes materiales, son los más felices, que no se preocupan por la apariencia física del otro, con la forma de vestir y de estar, pero sí la alegría de vivir y ser capaces de compartir lo poco que tenemos el uno con el otro.

Destaco algunos momentos importantes de mi estancia, un viernes visité con el Padre Firmino la comunidad de Caserna, era el día de los bautismos, me encantó participar en esta hermosa celebración y de una cultura especial, mientras que el P. Firmino confesaba a los jóvenes que iban a ser bautizados, me fui a dar un paseo por la comunidad, y en una de las casas, estaba un joven de 12 años, David, tendido en la entrada, gimiendo de dolor. Habiendo preguntado qué estaba pasando y no obteniendo respuesta del joven apareció la mamá de David, que me informó de que fue mordido por un animal. David tenía la mano muy hinchada, por lo que me asusté y traté de advertir a la mamá para ir al médico, pero ella me dijo que no podía, que estaba muy lejos del centro de salud, y no tenía dinero para ir en transporte público, el único transporte que podría tomar. No podía escapar de esta situación, sin embargo, tomé de la mochila agua potable para limpiar la mano del joven y le ofreció un trozo de pastel, que lleva para comer si tenía hambre, David le encantó comer algo dulce y tan bueno.

Cuando llegué a la escuela de Carapira, fui a la casa de los Laicos Misioneros Combonianos, y pedí ayuda a Marcia, una de las laicas que trabajan en esta misión, portuguesa y del Distrito de Aveiro, que se ofreció de inmediato para ayudar a David.

La semana siguiente me encontraba con un grupo de cinco jóvenes de Carapira hablando en la calle, cuando de repente veo a un hombre que lleva en su espalda a una mujer, que estaba enferma de malaria, y no podía caminar mucho. Pedí ayuda a los jóvenes para ayudar al señor, pero la respuesta fue negativa, como era normal, la señora estaba con malaria… pero no pude soportar ver esta situación sin hacer nada, así que le ayudé, el hombre llevaba a la mujer en la espalda e iba apoyado en mis hombros… que sin ser gran ayuda, pero creo que fue útil. Son pequeños gestos que pueden cambiar el mundo.

Lo que menos me gustó de vivir y ver en Mozambique fue la falta de condiciones en relación con la salud, la educación y la igualdad de derechos pues las mujeres son consideradas inferiores a los hombres. Pero la alegría, la amistad, la sencillez de esas personas consiguen superar cualquier negatividad existente, quiero hacer hincapié en “la educación del pueblo”, son muy educados (les gusta saludar a la gente), incluso sin tener derecho a la educación que muchos otros pueblos tienen.

Todos teníamos varias responsabilidades, unas más costosas, otras más ligeras, pero todas muy importante y con sentido de misión. Vivimos y trabajamos como una comunidad. Agradezco a todas las personas que nos recibieron, nos dieron la bienvenida, que confiaron en nosotros… pero sobre todo a los jóvenes de la Escuela Industrial de Carapira, al tercero B, de los que me sentí más próximos y todos los días me acuerdo de ellos, rezo para que estudien, luchen por un futuro mejor y no se olviden que no pueden ser lo que quieran, no son inferiores a nadie.

He vivido un sueño que nunca olvidaré. Puedo decir que “Olí la Misión”, que me ayudó a crecer como hombre y como cristiano. ¡¡Quiero volver!!

Por eso y para eso, le pido al Señor que nos cure de la sordera y la ceguera, y nos coloque en comunión sincera con su amor y con el mundo que nos rodea.

Germano

¡Hasta pronto Carapira – Mozambique!

Germano Ferreira

El “Gursha” Etíope

Colourful Ethio food

Durante la hora de comer, en la clínica en la que colaboro, yo (Maggie) como normalmente con cuatro de mis compañeros. Ellos traen cada uno su almuerzo de casa – injera (un tipo de pan etíope esponjoso), relleno de wot (un estofado) que encaja perfectamente en el pequeño Tupperware cuadrado, y que incluso mantiene la forma cuadrada cuando lo sacas. Sorprendiéndome, en vez de cada uno comer su propio almuerzo cogen un plato llano y colocan sus cubos de injera/wot unos encima de otro, formando la “torre inclinada de wot”. Después ellos se la comen juntos, probando y compartiendo todo. Es un dejar ir lo que es de ellos, y acoger amistad y compañerismo.

En Etiopía la comida siempre es compartida, y por lo general comen todos de una fuente, sin usar cubiertos. Incluso los extranjeros son invitados con un simple “Enebela!” (¿Comamos!). Para mi es divertido y nuevo y significa “menos que fregar”, pero para los etíopes la tradición es mucho más profunda y arraigada y explica su dicho “Aquellos que comen del mismo plato no se traicionaran”.

Durante la hora del almuerzo soy normalmente la destinataria de la gursha. El “gursha” es una costumbre tradicional que Mark y yo inicialmente encontramos bastante peculiar. De camino a Etiopía habíamos leido sobre ella en un libro cultura etíope y sentíamos curiosidad e incluso estábamos nerviosos por cómo íbamos a reaccionar cuando experimentásemos nuestra primera gursha. Gursha es cuando otra persona que está cenando contigo, coge una trozo de injera, envuelve un poco de sabroso wot y luego te da de comer directamente con la mano. Es la ruptura definitiva de la noción de espacio personal! El truco es tomarlo sin dejar que tu boca entre en contacto con los dedos de la persona y sin dejar que la comida se caiga. Un solo gursha se considera de mala suerte por lo que siempre se repite. Creo que tanto Mark como yo recibimos nuestro primer gursha de nuestras hermanas anfitrionas. Desde entonces regularmente he sido receptora del gursha y aunque todavía un algo un poco peculiar me va gustando. Todavía no he dominado el arte de envolver y mojar mi injera adecuadamente para absorber el wot picante así que cuando mis compañeros de trabajo me dan de comer un bocado de wot que ellos han preparado es mucho más delicioso que el que me preparo yo. Hay días en que recibo tantos gursha que no necesito comer más. No sólo es delicioso sino que también es un signo de aceptación, como un abrazo entre amigos. Es una forma sencilla de decir “te aprecio”.

Un amigo dijo una vez: “Si me traes a una comida etíope, eres lo bastante amigo como para que con mucho gusto te alimente con mi primer bocado. Si tengo suerte tú me alimentarás con tu último, y si no, al menos habré participado en la liosa maravilla que es una comida etíope”.

– Mark & Maggie Banga

LMC en Awassa, Etiopía

El amor como misión

MarianaSi hace un año me hubieran dicho que hoy les estaría escribiendo sobre la Misión de Carapira, habría dicho que eran unos soñadores y que esas eran de tierras fértiles demasiado alejadas para mí. Pero Dios, como dice el padre Jorge, sabe mejor aquello que hace de lo que nosotros sabemos los que queremos. ¡Y es tan cierto!
Antes de lanzarme a intentar la arriesgada aventura de traducir en palabras lo que durante este mes de agosto he vivido en Carapira, quiero que sepan que se perderá parte del sentido: las manos que tocan y son tocadas; los olores extraños, pero que luego se echan de menos, como el de la tierra, el mercado, de la basura quemada, del aire caliente y pesado; los ojos que ven rostros que parecen pedir que los descubramos y sonrisas que nos recuerdan que la vida es el regalo más grande de Dios; las bocas que saludan en cada momento, incluso cuando no te conocen.
Agradecer, en primer lugar, a los misioneros ya estaban en Carapira y que, además de ser discípulos de Cristo, fueron heraldos de nuestra llegada y fieles compañeros de nuestros pasos, al tiempo que nos dejaban ser libres. Gracias por la confianza que han depositado en nosotros, sin la cual ningún trabajo podría desarrollarse.
El primer problema que me encontré fue el tiempo. En Carapira, el tiempo parece detenido en el tiempo y, de hecho, los días transcurrían lentamente. Las mañanas eran mucho mayores que las tardes y una cita marcada a las tres, podría ser en cualquier momento después de la hora señalada. Pensaba que el tiempo allá era lento porque estaba completamente enredada en el ritmo frenético que el mundo occidental nos impone. Fue entonces cuando me di cuenta que ser compasivo era caminar al paso del otro. Si el otro va más lento, camino más despacio con él. Enseguida nos dejamos llevar por este tiempo tan diferente al nuestro y nuestros días se llenaron: con el estudio nocturno en la Escuela Industrial; el apoyo a las niñas en el internado de las hermanas “Madre de África”; con la presentación de la encíclica “Laudato Si” a los estudiantes de la EIC, a los maestros, a la comunidad, a los sacerdotes y hermanas; llenábamos el día con momentos en los que rezábamos el rosario en las comunidades y tratamos de aprender Macua, visitando a los enfermos, o sustituyendo algún profesor que faltaba.
En Carapira descubrí mil maravillas. Una vez tratando de ayudar a las niñas con el Inglés, donde el tema era “gente famosa”, traté de ejemplificar con Cristiano Ronaldo y fue entonces cuando me di cuenta de que había caído en el terrible error de mirar la realidad sólo con mis ojos. No os digo que no me descoloqué, pero rápidamente conseguí el ejemplo correcto, que siempre ha estado allí y sabían muy bien: Jesús. ¿Quién más podía estar tan a escala global como él? Nosotros que íbamos con una voluntad enorme para hacer conocer a Jesús a los demás, íbamos, paso a paso, descubriendo que él ya estaba allí y se revelaba en las cosas más pequeñas: en los abrazos que recibí cuando con la hermana María José llevé a las niñas a casa para pasar las vacaciones; Jesús apareció en la forma cálida en la que este pueblo nos dio la bienvenida a la llegada y aceptó que estos extranjeros fueran parte de su vida diaria sin cerrar las puertas.
Vi en estos niños el rostro de Dios, porque ellos, sin saberlo, han sido y son un ejemplo para mí. Ellos consiguen ser tan iguales y tan diferentes en su pequeñez. Y cuántas infancias existen en todo el mundo. Son los niños, héroes de palmo y medio, que antes de saber hablar, llevan cubos de agua sobre sus manos y cabeza. Como si, en ese momento, tuvieran que soportar un fardo que no es suyo. Son los niños que llevan ladrillos. Los niños que cuidan de otros niños como ellos. Son los niños que están a kilómetros y kilómetros de su casa para ir a la escuela. Me sorprendí también con la capacidad que tuvieron de correr para nuestros brazos, de sonrisas sinceras y contagiosas. Y os digo que nunca, nunca, ser capaz de olvidarme de como corrían calle arriba y abajo con coches hechos con botellas y tapones de plástico, o las carreras que hacían empujando los neumáticos con un palo.
Me conmovió cuando descubrí que algunas personas salían de casa, tres y cuatro horas antes de la Misa, para poder beber de la palabra del Señor. No puedo olvidar al grupo de jóvenes de discernimiento vocacional, que viajaban kilómetros a pie y / o en bicicleta con el fin de asistir un domingo a la formación. Y hacerlo cada mes. Aquí a veces, cuando llueve o hace frío, los niños ya no quieren ir a catequesis. E incluso nosotros, me pregunto, ¿cuántas razones colocamos para excusar nuestras faltas a misa? Teniendo en cuenta esto, está clara que quién quiere busca las formas y quien no quiere encuentra una disculpa. ¡Ellos son la prueba viviente de eso!
Hay personas, gente como nosotros, que sorprende que sean felices con tan poco. No es tan poco… están contentos sencillamente por vivir. Y que regalo tan grande es este: ¡la vida! Y cuán grande son, imagínense estas personas, profundamente agradecidas que cumplen con los designios del Padre. A finales de este mes, sé que mi contribución fue sólo una gota en un océano de tareas que faltan por cumplirse. Sin embargo, como leí en el mercado el primer día que fui: “La fuerza parada no produce nada”. Tengo la certeza de que ser joven y cristiano, hoy en día, es precisamente esta fuerza que nunca se detiene. Es no caer en la indiferencia para que la vida nos toque y seamos capaces de hacer lo que Dios espera de nosotros. Por poco que sea, hagámoslo, porque si hay una cosa que he aprendido aquí es que de lo poco se hace mucho. Y mi corazón está tan lleno y agradecido por esta experiencia.
Un “Koshukuru” (gracias) del tamaño de la distancia entre Portugal y Mozambique es poco para todo lo que he podido vivir este mes. Hasta que regrese, hay un inmenso océano de anhelos y el deseo de nuevos encuentros. ¿Y sabes qué? Creo sinceramente en aquella vieja máxima del “Principito”, que dice que “aquellos que pasan por nosotros, no van solos ni nos dejen solos”. Hoy, soy una afortunada por todos los encuentros que tuve en esta tierra que es un paraíso perdido en medio de la nada. Hoy, soy más rica por ser un poco de todos aquellos con quienes compartí este mes.

Mariana
Mariana Gonçalves