Laicos Misioneros Combonianos

La historia de Aman

LMC Etiopia

LMC EtiopiaHace unos meses, Aman, de 12 años, después de caerse de un árbol se lesionó la médula espinal. Su familia lo trajo a nosotros como el último lugar donde podrían recibir ayuda. Lamentablemente, el daño fue tan grave que médicamente no pudimos hacer nada.

Lo único que pudimos hacer es tratar de conseguirle una silla de ruedas para que pueda ser más independiente. Hay una organización en Awassa que distribuye equipos ortopédicos, así que junto con Aman fuimos allí, llenos de esperanza. Lamentablemente no pudieron ayudarnos. Estaba tan decepcionado… Así que tuvo que regresar a casa sin nada…

¡Después de unas semanas visité esta organización nuevamente y descubrí que tenían una nueva entrega de sillas de ruedas! Sin embargo, no tuve contacto con Aman (la mayoría de nuestros pacientes no tienen una dirección permanente, número de teléfono ni ningún otro medio para encontrarlos). Me sentí muy mal con eso, la oportunidad de ayudar al niño apareció demasiado tarde, y ahora probablemente nunca lo vuelva a ver… ¡Pero siempre hay que confiar en Dios! Recientemente visité a otro niño en el hospital y ¡cuán grande fue mi sorpresa e incredulidad cuando vi la cara sonriente de Aman en la cama junto a mí! Resultó que el mismo día lo daban de alta del hospital, por lo que su madre aceptó voluntariamente la oferta de venir a nuestro centro (donde seguiríamos tratando las úlceras por las que estaba hospitalizado) y al mismo tiempo tratar de obtener el equipo para él. Al día siguiente, Aman estaba con nosotros, así que fuimos a preguntar por la silla de ruedas. Y escuchamos: “Lo sentimos mucho, pero lamentablemente no tenemos más…”. Mi alma gritó: “Señor, este muchacho ya ha sido desilusionado una vez, ahora lo vuelves a poner en mi camino, ayuda por favor”. Y sólo un momento después nos dijeron: “Aunque tenemos una silla de ruedas, que durante unas pocas semanas nadie recogió, por lo que si le viene bien se la puede quedar ” ¡Y, por supuesto, se ajustaba perfectamente! La alegría de Aman fue inmensa cuando comenzó a recorrer el centro 🙂

¡Qué gran alegría y gratitud a Dios por este milagro! Por haberme encontrado de nuevo con este chico, por haber conseguido una silla de ruedas para él y de una forma tan inmediata, porque el proceso normal de espera dura 2 meses 🙂

Y también una lección de confianza para mí de que Dios nunca nos defrauda y que Él sabe cuándo es el mejor momento para que algo suceda.

LMC Etiopia

Madzia, LMC en Etiopía

(Re) Vivir un sueño

LMC Portugal

LMC Portugal“Por el sueño es que vamos”, escribió Sebastián da Gama. El sueño comanda muchas veces el alma de una persona. Puede llevarnos a sitios que tanto deseamos y que no siempre logramos alcanzar de verdad. Carapira, desde 2015, era un sueño para mí. Regresar a un sitio donde fui tan feliz, volver a encontrarme con rostros conocidos, personas que me tocaron profundamente, era algo que no imaginaba que pudiera suceder.

Pero, con la gracia de Dios, el sueño se realizó y la alegría de vivir la misión que Dios me confió en tierras mozambiqueñas llenó de nuevo mi corazón de profunda gratitud a Dios y a todos los que rezaron y trabajaron para que el sueño se hiciera realidad y se pudiera vivir de nuevo.

A diferencia del 2015, en que fui por primera vez a Mozambique, este año la tarea que Dios me había confiado fue la de ser responsable de siete jóvenes del Grupo Fe y Misión: Ana, Felipe, Inés, Jorge, Mónica, Rubén y Sofía. Mi misión principal era la de asegurar que estos jóvenes tendrían un mes lleno de vivencias ricas y profundas de Dios, con el pueblo que Dios nos dio a conocer, con ellos mismos y con todos los misioneros que con su ejemplo nos vendrían a enseñar la Misión.

LMC Portugal

Este año, mi mayor alegría fue sentir el corazón lleno de estos jóvenes, verlos felices por entregarse sin reservas a todas las personas que se cruzaron con nosotros y a todos los trabajos que nos fueron solicitados. Me siento agradecido, una vez más, a Dios, por los jóvenes que Él envió a Carapira, por su generosidad y bondad, por su alegría y entusiasmo, por todo lo que aprendí con ellos y por lo que dieron en tan poco tiempo.

A pesar de que sólo llegamos a Carapira el 19 de agosto, considero que el largo viaje que hicimos fue muy importante, porque nos permitió crear aún más empatía entre todos y reflexionar un poco sobre la misión. Así, a lo largo del viaje tuvimos algunas catequesis sobre el voluntariado y la misión, la tierra sagrada que sería para nosotros Mozambique, el otro como “sagrado” y “misterio” y la alegría del encuentro.

Muchas gracias a todos los misioneros que de corazón abierto nos recibieron y acogieron en sus casas, que abdicaron del tiempo precioso en misión y pararon para estar con nosotros, para compartir historias de vida maravillosas y para llevarnos a conocer lugares maravillosos.

Para mí, los lugares más hermosos fueron el barrio de Carapira, las comunidades que visitamos y todos los demás lugares donde tuvimos oportunidad de estar con las personas. Sin duda que lo más hermoso de la misión son las personas. Es por las personas que Dios nos invita a partir. La misión son caras: en primer lugar, el rostro de Cristo, sediento de amor por todos y, en especial, por los más abandonados; después, el rostro de todas las personas con quienes nos cruzamos y compartimos lo que somos. A veces compartimos sólo nuestra presencia, el estar, como lo hicimos con las visitas a los enfermos. La verdad es que ese compartir tan simple llevó a algunos a decir a los jóvenes que éstos fueron una bendición de Dios para ellos, los enfermos. Y los jóvenes se dejaron tocar tanto. Yo tuve la gracia de ir acompañando a los que pretendían tener alguna conversación sobre lo que les iba en el alma, sobre el camino interior que iban haciendo y os digo que muchas veces me quedé de corazón lleno con lo compartido, con las maravillas que Dios iba obrando en el corazón de cada uno. Sólo un Dios amor es capaz de realizar las maravillas que nuestro Dios ha realizado en estos jóvenes de “Fe y Misión”.

Al final, me despedí de Carapira. La despedida fue serena pues en mi corazón sentí la alegría de quien no dice “Adiós” sino “Hasta pronto”. Puede incluso haber sido un “Adiós” a Carapira pero, en mi corazón, fue un “Hasta pronto” a la misión más allá de las fronteras. ¡Quiera Dios que así sea!

LMC Portugal

Termino con un pequeño Magnificat personal que escribí desde Carapira hasta el aeropuerto de Nampula:

Mi alma glorifica al Señor,
Alabo y bendigo a Dios por todas las maravillas que volví a vivir en Mozambique.
Lo poco que soy y he dado, el Señor lo ha multiplicado en gracias y dones
transformados en gestos sencillos de entrega y compartir.
¡Alabado sea Dios!
A mí y a todo el grupo de Fe y Misión, el Señor nos llenó nuestro corazón de maravillas,
Traducidas en un simple “Ehali”, en una sonrisa o en una simple mirada.
¡Alabado sea Dios!
Al contemplar la belleza natural de este hermoso jardín que es Mozambique,
Glorifico a Dios por todas las obras de su Creación,
¡Por tanto amor!
Ante los numerosos signos de la presencia de Dios, que vivimos y contemplamos
Sólo puedo decir: ¡Dios es grande!
Y su grandeza se manifiesta en todo y todos,
¡Incluido en mí y en mi fragilidad!
¡Alabado sea Dios!

 

Pedro Nacimiento, Portugal

La misión al otro lado del atlántico

LMC Peru

LMC PeruTener fe es firmar una hoja en blanco y dejar que Dios en ella escriba lo que quiera (San Agustín).
Así también la misión es dejarnos guiar por el Espíritu Santo que nos acompaña y espera.
Llegamos a este camino con todo lo que somos y así también partimos. Hemos traído en el corazón a todos los que amamos y nos completan, nos han enviado aquí y nos acompañarán toda la vida, así dicta el amor. Salimos al amanecer y también en un amanecer llegamos al Perú. Conscientes de la duración del viaje encontramos las fuerzas en los abrazos apretados que nos dijeron hasta pronto. Llegamos a la tierra a la que llamaremos casa en los próximos años.
A la puerta del aeropuerto ya nos esperaban, entre sonrisas y alegría nos recibieron. Compartimos nuestro nombre y nuestro carisma.
A la salida, fuimos recibidos por la lluvia menuda que se hacía sentir, y en este torbellino de sensaciones recorrimos por primera vez suelo peruano. LMC PeruUn primer período de puro conocimiento, despojadas de nosotras damos los primeros pasos junto a este pueblo que nos acogió de forma tan amable. Somos nosotras del otro lado del atlántico viviendo la misión al estilo de S. Daniel Comboni.
Conocer a los Laicos Misioneros Combonianos fue a conocer a nuestra familia LMC Peruana. Cada uno de ellos compartió con nosotros un poco de sí y de su testimonio de vida y de fe. Pudimos conocer también a los postulantes con quienes convivimos y compartimos buenos momentos. Entre conversaciones, bebidas, comidas y carcajadas recibimos un poco de ellos y dimos un poco de nosotras, alegres, con la certeza de saber que todas estas vidas convergen hacia Dios.
Con la certeza de que fue y es Dios quien nos llama a esta misión. Caminamos juntas con la seguridad de que llegaremos adonde nos esperan.

LMC Peru
Neuza y Paula, LMC Perú

Familia Comboniana (España) en Almería

LMC España

LMC EspañaLa semana pasada se reunió en Granada (España) la comisión de Familia Comboniana para seguir dándole forma al nuevo proyecto de misión que como familia misionera queremos empezar en Almería, concretamente en S. Isidro de Níjar.

La realidad de los migrantes allí instalados, la mayoría africanos, nos interpela y nos llama a dar una respuesta desde nuestro Carisma Comboniano de “Salvar África con África”.

Gracias a la comisión por vuestro empeño y trabajo y por sonar juntos/as un nuevo tipo de presencia misionera como Familia.

Compartimos un pequeño video de una de las visitas que se hizo a los distintos asentamientos de migrantes el curso pasado y que muestran la realidad que allí nos encontramos.

LMC España

Ayllu comunidad LMC en Arequipa Peru

Llegar a la misión es llegar a casa. No a aquella que nos vio nacer, sino a otra que ahora nos acoge, donde ahora dormimos, crecemos y amamos. Llegar a la misión es llegar al pueblo. No a aquel que nos vio nacer, sino al otro que nos recibe de brazos abiertos como se fuésemos hijas que regresaron a casa. Llegar a la misión es abrazar otro pueblo. No aquel que nos vio nacer sino aquel que de brazos abiertos se predispone a crecer con nosotras. Cada persona es un mundo y tiene un mundo para compartir con nosotras. En cada persona encontramos a Dios y es ese Dios y ese mundo que hoy os pretendemos mostrar. Es en este paisaje donde todos los días despertamos en la confianza y adormecemos bendecidas.  Esta misión no es nuestra, es de todos y queremos que caminen cada día y cada historia con nosotras.

Paula y Neuza. LMC en Peru