Quizás nuestra idea de la misión
y el mundo sea todavía un poco color de rosa, de hecho, para mí, la misión es
un arco iris de colores, emociones, momentos y aprendizaje. La misión es más
que el vasto cielo azul que abrazo todos los días al principio y al final de mi
día, es más que el marrón de la arena del desierto que cubre el suelo. Es más
que el verde del paisaje de algunos árboles que luchan por mantenerse verdes, y
el gris de los días de niebla que cubren los volcanes. La misión es una
inmensidad de colores. Es del color de las caras lo que me hace sonreír y es el
color de las historias que escucho durante horas y horas todos los días y me
recuerdan la materia simple y humilde de la que estamos hechos, es del color de
todos los corazones lo que llegan y me enséñame que es posible amar más. Es del
color de las sonrisas, los abrazos, las lágrimas es del color del paisaje
natural y humano. La misión diaria de seguir con ellos es tan vasta, tiene
tantos colores.
Entre los muchachos que me llaman
en la calle y en el jardín de infancia, y con quienes comparto la alegría de
ser niña una y otra vez, entregándome a ello sin miedo. A los ancianos que
bailan libremente cuando vienen a conocernos, y permítanme decirles que para
muchos, somos su única familia. Historias reales de superación y lucha. A las
familias cuando nos reunimos para compartir el todo, que es suma individual de
las partes porque es en este medio entre unos y otros que nos encontramos y nos
entregamos sin premisas ni condiciones, solo porque sí. Es en las visitas
diarias que encuentro un verdadero significado para mi caminar y veo los
colores de mi mundo aquí y ahora. Aquí, en esta pequeña villa, es donde cada
día se vive la verdadera experiencia de ser yo, en la esencia de los colores
que tengo dentro y de todos aquellos que me permito ver en el mundo.
Os confieso que a menudo me
permito ser moldeada por ellos, moldeada por su experiencia de vida y de Dios,
que me permito observar horas y horas lo que son y lo mucho que me enseñan, que
me permito salir de mi para aprender de ellos. Siempre tuve la certeza dentro
de mí de que no me llamaban para nada más que para amar. Amar a esta gente,
esta cultura y sus costumbres. Amar, en sus múltiples perspectivas, en la caída,
en el error, en el ascenso y con la esperanza de ser la mejor versión de mí
misma todos los días. Y aunque haya pasado más de un año sigo aprendiendo de
ellos todos los días, aprendemos juntos. Y así, cada día descubro otro color
dentro y fuera de mí, en este intercambio de vidas, historias y rostros,
descubro cada día el color del amor.
P.D. El amor no tiene un solo
color, ¡el amor siempre será del color que quieras!
Han pasado dos meses desde que estoy en tierras africanas.
Mi primera parada fue en la República Democrática del Congo. Lo primero que me
sorprendió cuando aterricé en Kinshasa fue la temperatura, era muy, muy alta.
Ya había estado en Kenia dos veces, así que supuse que no me sorprendería mucho
la realidad africana, ¡y ciertamente no por el clima!
En el aeropuerto me esperaban dos personas: el padre
Celestin, responsable del movimiento de LMC en la RDC y Tiffany – Coordinadora
del grupo LMC. Me llevaron a la casa provincial de MCCJ, donde me recibieron
muy calurosamente toda la comunidad de padres Combonianos y los LMC.
Durante estos dos meses que pasé en Kinshasa, me centré
principalmente en aprender francés, pero también en experimentar la vida comunitaria,
en un gran grupo internacional. Me mostró que la diversidad es verdaderamente
hermosa. Tantas culturas diferentes, diferentes idiomas, hábitos, realmente
pueden funcionar y dar alegría a las personas que viven juntas. Podemos
encontrar algo que nos conecte: en primer lugar, Dios, otra persona, la
felicidad de estar juntos, la misión común y el cuidado de la obra de Dios. Por
supuesto, la vida con otras personas no es fácil, pero la conciencia de que
compartimos el mismo objetivo ayuda mucho.
Como mencioné antes, el tiempo que pasé en Kinshasa fue
principalmente para aprender francés, una experiencia bastante difícil para mí,
pero realmente me enseñó muchas cosas.
Al principio, traté de mezclar el francés con el inglés,
pero la mayoría de las veces todavía utilizaba el inglés simple en lugar del
francés. Cuanto más tarde, más difícil, más y más gente me pedía hablar
francés, ¡y la verdad es que funcionó muy bien! Por supuesto a veces me estresaba
o frustraba, pero sabía que era por mi propio bien y estoy agradecida por ese
tiempo. Todos los días intentaba hablar cada vez más en francés, a veces me
sentía avergonzada por mis errores de ortografía o gramática, pero fue una
motivación adicional para mejorar mis habilidades lingüísticas.
Ahora sé por qué es tan importante hablar, incluso con
errores, porque así alguien puede corregirlos. Necesitamos que otras personas
nos ayuden a vencer la barrera de hablar (incluso con los errores). Por eso la
comunidad es tan importante.
En nuestro espíritu comboniano es fundamental apreciar a las
personas que nos rodean, su presencia y apoyo, su motivación. Solos, no tenemos
tanta fuerza como tenemos juntos. Tal vez usted puede encontrar esta visión
demasiado ideal, tan perfecta que no puede ser verdad, pero esa es mi
experiencia tanto de Cracovia como de Kinshasa.
Esta vez me mostró cuán adecuadas son las palabras:
“Dios no llama a las personas capacitadas, sino capacita a los que llama”.
Cuando tenía algo de tiempo libre los sábados, junto con
Enochi (LMC de Kinshasa) servía a la gente en la calle. Era un programa llamado
“comida desde el corazón”. Estaba preparada por una familia para las personas
que vivían en la calle. Kinshasa es una ciudad muy grande, y la gente venía de
diferentes partes, solo para tener una comida caliente. Durante un par de
horas, servíamos alrededor de 250-300 platos. Me di cuenta de lo bendecida que
era por tener algo para comer, acceso a agua potable, un lugar para dormir y
ropa que vestir. Hay tantas personas en el mundo que no pueden pagárselo. Tengo
en mente la imagen de los jóvenes que “se bañaban” y lavaban su ropa en el
pequeño foso cerca de la casa provincial. Lo recordaré por el resto de mi vida.
El tiempo en Kinshasa también me permitió experimentar la
felicidad de las personas aquí, a pesar de las dificultades que necesitan
atravesar. Ver su energía y compromiso.
Ahora, desde hace más de 3 semanas, estoy en Bangui, capital
de la República Centroafricana. Me quedaré aquí también durante dos meses para
aprender sango – idioma local. Conocí a mi comunidad: Christina y Simone,
viviré y trabajaré con ellos en Mongoumba. El viernes 28 de junio celebramos
juntos el Día del Sagrado Corazón de Jesús. Fue tiempo de adorar, cenar y
hablar juntos.
Quería pedirles a todos que oren por mí, por las personas
que conozco aquí, por todo lo que voy a hacer aquí, mi misión y mi vida.
También rezaré por ustedes.
En misión, entre Kenia y Etiopía, nuestra LMC Carolina Fiúza escribe
para la Revista Digital de la Diócesis de Leiria – Fátima (RED). Compartimos
con vosotros el artículo.
Les escribo ya finalizando mi
semana de estancia en Nairobi, Kenia. Un viaje turístico que deseaba. Por
razones de fuerza mayor tuve que salir del país (Etiopía): el visado que
traemos como misioneros y que nos permite la entrada en el país es un visado de
negocios que sólo tiene validez por un mes. Para estancias más prolongadas
(como la mía, de dos años), al llegar a Etiopía tenemos que conseguir en ese
mes de validez del visado de negocios otro visado – el de residencia. En mi
caso, ese mes no fue suficiente para conseguir el visado de residencia. El
visado de negocios expiró y, para no estar de manera ilegal en el país, tuve
que dar un salto hasta Kenia durante una semana, para volver a entrar y
proseguir el proceso de obtención del visado de residencia de nuevo.
Burocracias que se traducen en una exigente y difícil entrada en este país. Tal
vez se pueda decir que, de manera general, Etiopía tiene una historia marcada
por regímenes e imperialismos exigentes, de gran control. ¡Y es esta historia
que marca a un pueblo! No bastará decir que vivieron bajo el régimen de
Emperadores hasta 1974 y que es de los únicos países africanos que nunca fue
colonizado… ¡Etiopía tiene historia,
una gran historia!
Sentimientos de tristeza y
frustración se asomaron el día en que supe que tendría que venir.
Principalmente porque ya había comenzado las clases de amárico hacía ya 2
semanas. Me perdería una semana de
clases en la escuela, que es puerta de entrada a esta cultura, donde nos ponen
los sonidos de las palabras en amárico que van resonando en la cabeza, haciendo
una melodía de la que me estoy enamorando. ¡No es una lengua fácil!
Confieso sentir una paradoja entre el entusiasmo de ser como una niña aprendiendo
por imitación las palabras (como se dicen los colores, los alimentos, los
animales, etc.), pero también algo de recelo. Me temo que será tarea complicada
aprender rápidamente esta lengua.
¡No bastaba ya con aprender amárico,
que es una lengua tan complicada, y ahora tengo que ir a Kenia, perder clases,
retrasar más el aprendizaje de la lengua! ¡Así no sé cuándo podré seguir para
lo que he venido – la misión! – pensaba.
Tenemos la tentación de pensar que la misión es hacer, suceder,
programar todo lo que tiene que ver con cosas prácticas.
Pero, desengañémonos. Y que me desengañe yo misma si pienso que la
misión propiamente dicha comenzará el día en que viaje para permanecer en la
zona de los Gumuz e inicie con mis compañeros un proyecto. Nos olvidamos que no
son las grandes cosas, aquellas que observamos y palpamos, las que traerán más
vida. No pocas veces, es en el silencio donde
más hacemos.
Podría decirles que es fácil
concebir en mi interior esta paradoja de tiempos de espera. Este tiempo de
aprendizaje de la lengua me hace sentir la falta de poner cosas en práctica.
Pero, recuerdo con cariño las palabras de mi amiga LMC Cristina Sousa (y que
hoy se encuentra en República Centroafricana) cuando decía, con un juego de
palabras, que partía en misión para pastar. A pastar, parafraseando en nuestro portugués con la broma de que quien pasta no hace nada. Pero también Para
estar (P’astar). Y es reflexionando estas palabras sabias que me digo sobre la
misión, ¡Carolina, ya ha comenzado! Tal como os digo a todos vosotros…
para ustedes, la misión ya ha comenzado, desde el momento en que son y están en
el mundo como criaturas de Dios.
Primero te sorprende, después se
entra. Ya dice el dicho. Después de aceptar que el Señor quería que conociese un
nuevo y maravilloso país como Kenia, puedo ahora decir que valió la pena venir
y que fue para mí una permanencia necesaria. Nairobi puede asemejarse a una
ciudad europea (¿o norteamericana?) – verde y organizada, aunque con mucho
tráfico, coches, personas, pero nada comparable con el aire pesado que se
respira en Addis Abeba. Además de estudiar amárico a través de audios que mis
compañeros de comunidad me enviaban cuando tenían internet, aproveché para
conocer el centro de Nairobi con dos Quenianos, miembros del coro de la misa
del Parlamento, en la que participé por invitación del P. Comboniano Giuseppe
Caramazza. Es una ciudad de negocios también, bastando para ello vislumbrar el
gran (dísimo) Kenyatta International Convention Centre, un edificio de 28
pisos, que es escenario de celebración de numerosas conferencias, seminarios,
exposiciones y cumbres internacionales.
A propósito de misas, por las
tierras rojas su preparación es ya la premonición de una gran fiesta. Muchos y muy
temprano llegan a componer aquello que será el verdadero festival. Me decía uno
de los miembros del coro: cuando vas
para un festival, para un concierto, te preparas previamente, ¿no? Pues
entonces, tenemos que hacer lo mismo (e incluso mejor) para la Eucaristía, pues
¡no hay mayor fiesta que esta! Y esto es ley por aquí. Una Eucaristía donde
nadie simplemente “viene”, sino que participa: desde niños a mayores.
Todos tienen algo para contribuir a este banquete, con la voz, la danza, las
palmas, etc.
Una realidad transversal, no sólo
en Kenia, sino también en Etiopía. Eucaristías donde no se mira el reloj. No
son de aquellas que duran 50 minutos, o una hora, en el que tantas veces vemos
a los que conversan con el reloj, mirándolo en la esperanza (quién sabe) de que
la Fiesta ya está terminando. ¡No! Aquí, paradójicamente, la Eucaristía demora un
intervalo de 1h30-2h. El ritmo es de danzas y canciones alegres, un ritmo
definido, que despierta las almas… cuando me doy cuenta, también mi cuerpo se
balancea, se despierta. Y, de repente,
cuando estamos llenos de este banquete que nos anima a la vida, la fiesta
dentro de la casa del Señor acaba y los invitados permanecen en su atrio
conversando. ¡Miro el reloj y el tiempo parece que voló!
Y así es. ¡El tiempo aquí ha
volado! Así como vuela este gran abrazo que os envío, muy lleno de mi buena
nostalgia.
El trece de junio a las 8.30 pm en la iglesia de S. Lorenzo, en Bolonia, se celebró mi misa de envío presidida por el Obispo Zuppi, la Diócesis de Bolonia me envía a una misión como fidei donum. Esta mi segunda salida, Ad Gentes, nace en el centro misionero diocesano, del cual soy miembro del equipo, que decidió establecer una colaboración con la diócesis de Salvador de Bahía, abriendo nuevos caminos de participación y cooperación entre las dos diócesis. Esto me hace muy feliz porque nos permitiría abrir una ventana a la realidad latinoamericana, específicamente a Brasil, en el centro misionero, actualmente comprometido solo en Tanzania, con la diócesis de Mapanda. También es una salida “inusual” dentro de los LMC, porque en este caso no es un proyecto de los Padres Combonianos o de los laicos, sino el resultado de una colaboración externa y quizás pueda abrir pistas para el futuro. Continuaré manteniéndome dentro de la familia comboniana como LMC, manteniéndome en contacto con la coordinación, los diversos grupos LMC y con el comité central que aprobó mi elección, citando que “la misión es de Dios y no de los hombres”…
Haré vida comunitaria en la Comunidad de Trindade, que da acogida a la gente de la calle y me dedicaré a dar la acogida y escuchar a las personas que llegan, así como a los talleres y servicios, incluido un periódico sobre situaciones de calle que ofrece la Comunidad. Será una experiencia completamente nueva, concreta y fuerte, dura y auténtica, como dormir en el suelo, compartir los problemas relacionados con la calle, los temas ligados a la marginalidad, la dependencia y la resurrección, pero como Comboni dice audacia y tenacidad en el camino y agrego: con los pies firmes en el suelo y con los ojos siempre mirando al cielo. “Deseo que te pongas un vestido que nunca siga de moda. Te deseo fuertes esperanzas para tus pies. Pantalones hechos de compromiso, camisas que tengan dos colores: El de la libertad y la corresponsabilidad. Y trae un bonito sombrero, uno de conocimiento y espíritu crítico. Siempre debemos vestirnos de todo esto “. (Don luigi ciotti)
Entre el encuentro de fin de
semana de los Consejos Generales de la Familia Comboniana y el siguiente fin de
semana donde nos reunimos como Comité Central en Venegono (al norte de Milán)
tuve unos días para moverme por Italia.
Pedí a Marco que preguntase a los
grupos del norte si alguno me podría recibir y así pasar un rato juntos.
La respuesta fue muy positiva y
pudimos organizar una buena semana visitando a varios de los grupos LMC del norte
de Italia.
La dinámica para todos fue
similar. Por la mañana viajaba de una ciudad a otra y en la tarde compartíamos
un momento de oración, cena y charla ente todos. Siempre en un ambiente de
familia muy agradable.
Agradezco a todos el esfuerzo que
supone reunirse una noche entre semana con los trabajos, niños y demás. Así
como también a cada uno de los MCCJ que encontré y que acogieron en sus casas
como familia y aquello que acompañan a nuestros grupos y los que se acercaron a
conversar sobre nuestra realidad LMC en su ciudad y a nivel internacional.
El primer grupo que visité fue el
de Padua. Un grupo con muchos años a sus espaldas. Me estuvieron contando cómo
se iniciaron en el grupo, las actividades que realizaban y las que venían
organizando por muchos años (muchas iniciativas que posteriormente se han ido
extendiendo por otros lados).
Algunos ya nos conocíamos por
haber coincidido en algún encuentro internacional. Se mostraron muy interesados
por conocer cómo se organizaban otros grupos y el tipo de actividades y
encuentros que se hacían. Aprovechamos también para conversar un poco sobre la pasada
asamblea de Roma.
Veo que hay un interés cada vez
mayor por la colaboración entre todos, por salir de lo que cada uno hace
localmente y colaborar con los otros, aprender de las experiencias de los
demás, compartir inquietudes y demás. Así que les animé a leer las
conclusiones, que sé que parecen muchas pero que si nos tomamos un rato veremos
las riquezas de las mismas y las múltiples ideas que dan para actividades
concretas de cada una de nuestras comunidades y para cumplir la tarea común que
entre todos nos marcamos.
Al día siguiente seguí para
Verona. Me recibieron en la estación y me llevaron a casa de los Combonianos a
saludar al P Tachela y después a casa de las hermanas combonianas a visitar a
la hermana Esperanza que acompaña también al grupo.
Posteriormente tuvimos una mesa
maravillosa de comida compartida, reencuentros con aquellos que coincidimos en
el 2012 en nuestro encuentro europeo de Verona y otros.
Conversamos un poco de España e
Italia, de bonitos lugares y tras la cena comenzamos a conversar. Conocer lo
que el grupo va haciendo, los retos que afronta y demás.
Dedicamos igualmente un buen
tiempo a conversar sobre la realidad de otros grupos. A conversar sobre los
retos que nuestra pasada asamblea nos trae, a reconocer que muchas veces nos quedamos
centrados en lo que nuestro grupo LMC local, nuestra comunidad realiza. Es
normal que sea nuestro referente vital, aquellos con los que compartimos lo
cotidiano, rezamos y trabajamos juntos pero tener presentes lo que hacen otras
comunidades LMC nos trae ideas nuevas, nos ayuda a crecer. También encontré el
reto de leer todo lo que compartimos, pero a la vez el interés por querer
conocer el contenido que nos aporta y que estamos demandando…
Al día siguiente pude dar un pequeño
paseo por la ciudad de Comboni en bicicleta para recordar los lugres más importantes
y de nuevo tomar el tren, esta vez camino de Milán.
De nuevo esperándome en la estación
y a una nueva reunión de grupo. No sin antes dar un rápido paseo por las partes
más importantes y hasta visitar el museo del Risorgimento.
Tiempo para cenar, reencontrarnos
algunos y conocer caras nuevas y conversar. Siempre un tiempo para saber el camino
que se realiza y tiempo para preguntas. Volvió a salir entre otros el reto de
la formación. Una formación que nos ayude a crecer en nuestra vocación, la
importancia de la oración y el crecimiento en nuestra espiritualidad que nos
sostenga y fundamente en nuestra acción misionera y también el reto de abrir los
grupos para que nuevas personas se unan. La importancia de conocer bien nuestra
identidad para presentarla y ayudar a discernir nuestra vocación y sus
consecuencias.
También surge el momento de pedir
pistas para seguir avanzando y mi respuesta es siempre la misma, es fácil, leed
los acuerdos tomados en Roma. Nuestras famosas 96 conclusiones que tanto nos
tienen que decir. Tanto en el hacer como sobre todo en el Ser. Fruto de todos
estos años de trabajo y del aporte de tantos países de los tres continentes
donde estamos presentes.
A la mañana siguiente de nuevo al
tren camino a Venegono. Y desde la estación visitar, reencontrarnos y conversar
de tantas cosas importantes.
El día pasa volando y al final
podemos compartir la cena y un buen rato de conversación, esta vez algo más
informal y en pequeños grupos pero siempre interesante.
La inquietud por las nuevas
vocaciones y la llegada de personas nuevas a los grupos. La dificultad de la
brecha generacional o cómo hacer atractivo los grupos a los jóvenes cuando
somos familias con niños pequeños y ritmos muy diferentes.
Siempre hay que seguir pensando y
mantenerse vivo, creer en lo que hacemos y pedir ayuda a otros. No estamos en
un escaparate para que nos vean, estamos en la calle, con la gente, y necesitamos
nuevas manos que se unan para hacer, para cuidar, acariciar, acompañar a quien
necesita. Necesitamos nuevas cabezas que aporten ideas y soluciones a las
dificultades del día a día. Necesitamos nuevos corazones que den esperanza en
los momentos difíciles.
Tenemos una vocación maravillosa,
un don de Dios que debemos compartir con los demás. Esa es parte de nuestra
responsabilidad.
Toda Italia se prepara para su
asamblea nacional en agosto. Para un importante momento de reencuentro personal
pero sobre todo para seguir soñando juntos, para hacer realidad el sueño común
que lanzamos en Roma, para desde donde estamos ponernos al servicio, para abrir
nuestros grupos a nuevas personas que sientan esta vocación misionera y ofrecer
un lugar donde crecer, formarse, alimentarse espiritualmente, prepararse para
partir, hacer realidad el sueño misionero de Comboni allá donde nos encontremos,
con la mirada en los “más pobres y abandonados” que decía Comboni.
Gracias por hacerme estar en
familia.
Alberto de la Portilla
(Coordinador Comité Central LMC)
Este sitio web utiliza cookies para mejorar su experiencia. Si continúa navegando consideramos que acepta el uso de cookies, pero puede optar por lo contrario si lo desea.
This website uses cookies to improve your experience. If you continue to browse we consider you accept the use of cookies, but you can opt-out if you wish. Acepto Puede obtener más información - You may have more information here
Politica y privacidad de Cookies - Privacy & Cookies Policy
Privacy Overview
This website uses cookies to improve your experience while you navigate through the website. Out of these, the cookies that are categorized as necessary are stored on your browser as they are essential for the working of basic functionalities of the website. We also use third-party cookies that help us analyze and understand how you use this website. These cookies will be stored in your browser only with your consent. You also have the option to opt-out of these cookies. But opting out of some of these cookies may affect your browsing experience.
Necessary cookies are absolutely essential for the website to function properly. This category only includes cookies that ensures basic functionalities and security features of the website. These cookies do not store any personal information.
Any cookies that may not be particularly necessary for the website to function and is used specifically to collect user personal data via analytics, ads, other embedded contents are termed as non-necessary cookies. It is mandatory to procure user consent prior to running these cookies on your website.