Laicos Misioneros Combonianos

20 aniversario LMC de Brasil

LMC BrasilEs con una inmensa alegría que nosotros, LMC de Brasil celebramos este año 20 años de la ALMC – Asociación Laicos Misioneros Combonianos, organización jurídica sin fines de lucro fundada el 31 de mayo de 1997.
En el año 1995, un grupo de personas provenientes de todas las partes de Brasil comenzó a soñar el proyecto LMC en São José dos Campos / SP. Eran los tiempos del gran acontecimiento misionero ocurrido en Brasil, el COMLA 5, que impulsó a la Iglesia más allá de sus fronteras. A partir de ahí otros encuentros se sucedieron y finalmente en 1997 se iniciaba la primera comunidad LMC de formación y convivencia misionera en la ciudad de Contagem / MG.
Pasados ​​20 años de existencia de la Asociación Laicos Misioneros Combonianos tenemos muchos motivos para celebrar, a la luz de esta historia de desafíos, mucha dedicación, osadía y perseverancia, la vivencia como laicos misioneros al estilo de San Daniel Comboni.

Seguimos nuestra llamada al seguimiento de Jesucristo y estamos insertos en frentes misioneros desafiantes al lado de los más pobres y excluidos de nuestra sociedad, aquí y más allá de nuestras fronteras.

El próximo mes de junio realizaremos nuestra Asamblea Anual de la ALMC en Curitiba / PR, un momento privilegiado de comunión y de compartir nuestra vocación. El día 22 celebraremos la Misa de Acción de Gracias por los 20 años de la ALMC en la Parroquia de Santa Amelia.

Queremos encontrarnos, reflexionar, evaluar, rezar, trazar nuevos planes y continuar el “sueño-desafío” de la Iglesia de Brasil, toda ella misionera y abierta al mundo.

En estos últimos tiempos vivimos señales hermosas en nuestro camino LMC en Brasil, como la formación de los grupos de Espiritualidad Comboniana y discernimiento de Curitiba y más recientemente el de Balsas; nuestra participación en el equipo de Articulación de la Familia Comboniana, con las diferentes actividades pensadas en conjunto en la animación misionera y vocacional; el refuerzo, en breve, de la presencia LMC en Acailândia – Piquiá junto al Proyecto Justicia en los Raíles; los matrimonios y nuevos nacimientos que llegaron a esta Familia LMC; el testimonio especial de algunos miembros en estos tiempos difíciles con pérdida de seres queridos y en la lucha por la recuperación de la salud. En definitiva, el compromiso de cada uno y cada una en los diversos frentes, perseverando en la opción de la defensa de la vida.

Se presentan también desafíos y cuestionamientos sobre cómo debemos seguir respondiendo a nuestra vocación en estos nuevos tiempos. ¿Cuáles son los aspectos esenciales en nuestra identidad? ¿Qué necesitamos cambiar? ¿Cómo ser más eficaces en la animación misionera y en la promoción de nuevas vocaciones? Recordando que la misión se renueva con nuevos misioneros, hombres y mujeres dispuestos a entrar en la dinámica de la iglesia en salida.

Contamos con las oraciones de todos y queremos estar unidos a toda la gran familia comboniana esparcida por el mundo.

A la luz de nuestra realidad, en la gracia de la celebración de los 300 años de la Madre Aparecida, inspirados por San Daniel Comboni en el seguimiento de Jesucristo y unidos en el camino misionero a la Iglesia de Brasil y del mundo, nos disponemos a cuidar y hacer florecer cada día El llamado misionero de la vocación comboniana.

LMC Brasil

Con cariño y amistad, Laicas y Laicos Misioneros Combonianos de Brasil

Con Gratitud y Esperanza

Mensaje Final del Simposio 150 Aniversario del instituto MCCJ

Simposium MCCJ

Los Combonianos, provenientes de nuestras diferentes circunscripciones, nos hemos reunido en Roma junto con otros miembros de la Familia Comboniana para celebrar los 150 años de historia de nuestro Instituto. Para todos nosotros, celebrar significa ante todo recordar nuestros orígenes y la historia que Dios ha estado escribiendo con nosotros y con los pueblos que hemos conocido en nuestro viaje. No es un ejercicio de arqueología, sino un proceso vivo de acción de gracias a Dios, confiando nuestro futuro en sus manos. Recordar es partir de nuevo y actualizar.

Nuestra herencia: de la gratitud a la fidelidad

El nacimiento de nuestro Instituto no ocurrió en un laboratorio. Más bien, es el fruto de un largo proceso de vida y misión. Fue un nacimiento doloroso en un momento de grandes cambios en el mundo. Nacimos en un contexto de pobreza, sin ningún apoyo eclesiástico, político o económico particular. Este acontecimiento, en sí mismo único en la historia del movimiento misionero del siglo XIX, nos concedió una mayor libertad para responder a nuestra especial vocación. Aunque el proceso de encontrar una forma jurídica para nuestra misión no fue sencillo, es claro que Comboni deseaba una familia de misioneros con estas marcas distintivas:

  • Ad vitam, es decir, misioneros no sólo disponibles para ofrecer su tiempo, sino también sus vidas para la misión;
  • Católico, es decir, no limitado por las mentalidades nacionalistas;
  • Enamorados de Dios y de los pueblos, haciendo causa común con los pobres.

El Papa Francisco nos dice que “la alegría de un misionero siempre resplandece en el fondo de una memoria agradecida“. Gratitud significa saber que eres amado y luego – movido por este amor – salir a compartir esta experiencia con los demás. La gratitud no es estática, sino dinámica; Gratitud es movimiento, hacia dentro, hacia fuera y hacia delante; Es un viaje. En esta perspectiva, la reunificación del Instituto, la nueva Regla de Vida y la canonización de San Daniel Comboni se convierten en momentos especiales de nuestra historia y en oportunidades para actualizarnos y continuar su camino con creatividad.

Gratitud significa reconocer en nuestra historia la fidelidad de Dios, reflejada en la generosa fidelidad de innumerables cohermanos, tanto del pasado como del presente; fidelidad al Evangelio, a Comboni, a una misión desafiante, a la oración, a la pobreza evangélica, al pueblo de Dios y a la internacionalidad.

Viajes de Regeneración.

Hoy tenemos herramientas para un mejor estudio y conocimiento de nuestro Fundador y de nuestra historia, y este simposio ha contribuido a este fin. Somos conscientes de que cada vez que en la historia nos hemos reconectado a Comboni y a su carisma hemos dado un paso significativo hacia adelante.

Una “reconfiguración” de nuestro Instituto es necesaria. Nos enfrentamos al desafío de un tipo de misión que está siempre en movimiento, aún lejos de ser cumplida. El envejecimiento de los miembros de nuestro Instituto junto con la disminución de vocaciones en muchas de nuestras circunscripciones, los nuevos paradigmas de misión y nuestro cambio de papel dentro de las Iglesias locales son sólo algunos de los desafíos que añaden ansiedad a nuestra situación actual. Hoy en día la misión busca testigos que vayan más allá de las obras y cuestionen nuestro estilo de vida; También nos exige una donación total.

Creemos que la reconfiguración de nuestro Instituto se desarrolla a través de cuatro caminos: espiritualidad, humildad, fraternidad y ministerialidad.

  1. Espiritualidad. No se trata sólo de redescubrir la belleza de la oración, sino de desarrollar una espiritualidad de la presencia de Dios en la historia de los pueblos y de la vida de cada persona. Los pobres se convierten en nuestros maestros con su fe y esperanza y nos enseñan esta espiritualidad, sin la cual nos arriesgamos a volvernos áridos y perder el sentido de nuestro viaje misionero.
  2. Humildad. Conscientes de nuestras limitaciones y fragilidades, estamos llamados a pasar de ser protagonistas a ser testigos. Hoy no es sólo “hacer misión” lo que cuenta, sino ante todo “ser misión”. Las palabras y las obras ya no son suficientes, ya que hay muchos que pueden hablar y trabajar, incluso mejor que nosotros. El reto que tenemos por delante es dar testimonio con nuestras vidas del tesoro que tenemos en nuestros corazones.
  3. Fraternidad. Muchos de nosotros hemos expresado tanto en las conferencias como en el trabajo de grupo el deseo de que nos amemos más, como hermanos. Necesitamos crecer en la calidad de nuestras relaciones comunitarias. Este problema es tanto más manifiesto en nuestro pobre discernimiento y planificación en común, como en la baja calidad de nuestro compartir fraterno. Algunos de nosotros no se sienten como en casa en nuestras comunidades. Ser hermanos significa dar espacio el uno al otro, incluyendo las relaciones interculturales e intergeneracionales, donde muchas veces exige momentos de reconciliación, también en forma sacramental. Más fraternidad nos ayudaría a vincular misión y consagración y mejoraría nuestro discernimiento comunitario.
  4. Ministerialidad. Los nuevos contextos sociales de hoy nos impulsan a revisar nuestra ministerialidad. Necesitamos estar mejor cualificados en diferentes campos de la evangelización, y mejorar nuestro trabajo en equipo con otros miembros de la Familia Comboniana y de la Iglesia Local. La misión es el punto de referencia para cualquier programa de formación. La ministerialidad por sí sola no es suficiente si no se basa en la pasión de Cristo por la humanidad.

En este aniversario partimos de nuevo, como hermanos, conscientes de los desafíos y las dificultades, pero también llenos de esperanza:

“El misionero nunca pierde el corazón ante las dificultades. Todas las cruces son meritorias, porque trabajamos sólo para Cristo y la misión” (San Daniel Comboni)

“Que el Espíritu haga desbordar la esperanza en vosotros” (Papa Francisco)

Simposium MCCJ

Himno por el 150 aniversario de la Fundación del Instituto Comboniano

LOGO 150 aniversario MCCJLos misioneros combonianos de Sur Sudán han compuesto un himno para el 150 aniversario (1867-2017) de la Fundación del Instituto Comboniano. “Es un simple signo de celebración de nuestra tierra, dijo el padre Guido Oliana, uno de los principales promotores de la iniciativa. Lo hemos grabado con nuestros pobres medios. Tal vez el resultado podría ser mejor, pero tiene el toque y sabor original y rústico de Sur Sudán. Un grupo de seminaristas del Seminario Mayor de Juba y una Hermana Comboniana y su amiga la cantan: Puede encontrar la canción y letra abajo y en el sitio web Comboniano de Sur Sudan.

WE ARE CALLED TO GO AND PREACH

We are called to go and preach the joy of the Gospel.
The pierced Heart of Jesus kindles us in love.
We are called to go and preach the joy of the Gospel.
The pierced Heart of Jesus kindles us in love.

1. We are moved by Saint Comboni’s spirit
to be a cenacle of prayerful apostles.
We are born from Jesus’ pierced heart,
and enkindled by his tender love,
and inspired by his divine Spirit,
to go and preach his Gospel of joy

2. We are called Comboni Missionaries
of the Heart of Jesus Christ the Lord.
This indeed is our inspiration,
and our pride, our cross, and our glory.
We are told to be holy and capable,
well prepared to give our life for Christ.

3. We are called to contemplate the cross
so as to know how God has loved the world.
We are moved to reach out to people
and proclaim the power of the Gospel
that frees people from any evil spirit
and empowers them as children of God.

Evolución histórica del Instituto de los Misioneros Combonianos

LOGO 150 aniversario MCCJ“La vida de Daniel Comboni (1831-1881) – escribe P. Fidel González Fernández, misionero comboniano – tiene una clara unidad de fondo en el que se entretejen los distintos aspectos. Pero en esta nota histórica queremos detener nuestra atención en Comboni fundador de “institutos misioneros”, en el contexto de los institutos misioneros dependientes de Propaganda Fide. Comboni funda dos “institutos” misioneros: un Seminario o Instituto misionero para las Misiones Africanas (1867) y el Instituto de las “Pías Madres de la Nigricia” (1872), que se inscribe en la historia de los “nuevos institutos” de vida consagrada que en el Ochocientos tienen una especial historia innovadora. En la evolución histórica del Instituto de los Misioneros Combonianos se pueden individualizar tres fases.”

EL INSTITUTO COMBONIANO PARA LAS MISIONES AFRICANAS
EN SU PRIMERA ETAPA “SECULAR”

(Primera parte)

  1. La historia de la misión y de los institutos misioneros bajo Propaganda Fide

La historia de la evangelización inició el día mismo de Pentecostés y progresivamente va desarrollando formas nuevas en la historia de la Iglesia[1]. En los primeros siglos el cristianismo se difundió “de experiencia en experiencia” (Ratzinger) y sólo a partir del siglo IV asumirá formas misioneras “organizadas” progresivamente. En la edad moderna la evangelización asume nuevas formas, modalidades y extensiones. De hecho, encontramos consagrados a la obra de evangelización entre los pueblos no cristianos, órdenes religiosas antiguas y nuevos institutos que empiezan a ser llamados “institutos misioneros ad gentes”. El nombre y el concepto de instituto misionero son relativamente modernos en la historia de la Iglesia, igual que el término “misión”. Fueron introducidos después de la fundación de Propaganda Fide (1622), en el sentido de enviados de parte el Papa en cualquier parte del mundo (los jesuitas y más tarde los lazaristas, Congregatio Missionum, 1625) para obras apostólicas entre católicos, acatólicos y no cristianos (“la evangelización de los pueblos ad gentes”).

Joseph Ratzinger en una de las últimas páginas del libro Jesús de Nazaret, donde habla de la “venida del Señor” (entre Belén y la gloria definitiva), escribe que tal “venida” adopta muchas modalidades, pero hay algunas que “hacen historia”. Se refiere al impacto de algunas figuras a través de las cuales Cristo actúa en la historia. El Espíritu Santo, a través de estas figuras, suscita en la Iglesia movimientos que dan testimonio de la belleza de ser cristianos en épocas en que el cansancio de la fe se vuelve una especie de pandemia generalizada. Así sucedió en la historia misionera moderna. Reflexionando sobre la historia misionera ad gentes de la Iglesia en la época misionera inaugurada con la fundación de Propaganda Fide, se pueden señalar numerosas figuras misioneras carismáticas que han desarrollado esta obra misionera ad gentes. Fundando la Congregación de Propaganda Fide, el Papa había atribuido a ésta la misión de constituir los ministros necesarios “para enseñar el Evangelio y la Doctrina católica en todas las misiones”. Como era imposible tener sus propios misioneros, la Congregación tuvo que recurrir a las antiguas órdenes religiosas. Y sólo después de haber encontrado serias dificultades en este camino, Propaganda Fide apoya el nacimiento de nuevas instituciones misioneras bajo su jurisdicción. Así inicia la historia de los institutos misioneros “ad gentes”.

Propaganda Fide, por una parte, veía las ventajas que las antiguas órdenes religiosas ofrecían a las misiones aunque, por otra, reconocía también los inconvenientes. Estos dos aspectos son subrayados en un informe del secretario de Propaganda, Alberizi, del 4 de noviembre de 1657, donde se dice que una “perversión de los fines a veces hace que los religiosos busquen primero la gloria del propio instituto, convencidos de que están trabajando para la gloria de Dios”. Otros inconvenientes señalados eran las luchas entre las distintas órdenes religiosas, la poca importancia que daban a la creación del clero nativo o el hecho que no le daban la suficiente confianza, y su oposición al nombramiento de obispos en las misiones. La tendencia era “perpetuarse” en los territorios a través de un monopolio misionero de éstos. Alberizi se refería también a los motivos de la falta de resultados en la evangelización, así como a los daños debidos al monopolio de ciertas órdenes, y al control de las actividades misioneras por parte de entes políticos a los cuales a menudo se hallaban ligados los mismos misioneros. El informe se concluía con la alusión directa a la fundación reciente del Seminario de las Misiones Extranjeras de París (MEP) y del Colegio Urbano de Propaganda en Roma. Se hallaba así ante una nueva realidad en la vida de la Iglesia: la de los institutos misioneros “seculares”[2]. Es aquí donde, con el pasar del tiempo, se inserta la iniciativa de diversos misioneros, entre los que se cuenta Daniel Comboni, de fundar seminarios misioneros o institutos (la terminología es aún muy imprecisa y la figura jurídica de tales fundaciones alcanzará sólo a finales del Siglo XIX una clara fisionomía). En el Ochocientos no se podían fundar otras órdenes religiosas según el modelo de las antiguas, porque no era permitido tanto desde el punto de vista canónico que de las legislaciones civiles liberales de la época. Con la Revolución Francesa nos hallamos al inicio de una nueva etapa también en la historia de la Iglesia y de la vida consagrada apostólica. La historia misionera de la Iglesia atravesaba desde hacía tiempo una crisis profunda y muchas instituciones eclesiales estaban en plena decadencia (algunas incluso desaparecen), pero brotarán numerosas fundaciones apostólicas nuevas, todavía en busca de una fisonomía jurídica propia.

El derrumbe del Antiguo Régimen y el desarraigamiento de la antigua sociedad de los “estados” sociales, seguidos por la instauración de la nueva sociedad liberal de las “clases” sociales y de las unidades políticas nacionales barren el viejo orden cultural, social y político y, con ello, también el eclesiástico. En esta sociedad dominada por el liberalismo, en la Iglesia muchas viejas estructuras eclesiales se deterioran o inclusive son barridas por la ideología dominante. La vida de las antiguas órdenes se debate entre la posibilidad de la extinción y, en algunos casos, de la restauración. Sin embargo, no hay que dar la responsabilidad de este estado de cosas únicamente al estado liberal. Muchas órdenes se hallaban desde hacía tiempo en una situación de decadencia interna. La Santa Sede procedía – a menudo con dificultad – a su restauración emanando leyes y normas ineficaces. De aquellas órdenes antiguas, sobreviven pocas: son las que vuelven a descubrir la fuerza de su propio carisma con un regreso a la primitiva instituti inspiratio. Nacen de todos modos nuevas realidades eclesiales que se manifiestan también en la historia misionera.

2. Contexto del nuevo movimiento misionero

En el campo de la actividad misionera de la Iglesia, hay que darse cuenta del estado desastroso de la actividad misionera ad gentes en tiempos de la Revolución Francesa. Después de la supresión de los jesuitas (1773), el abandono obligado de sus misiones constituyó una verdadera catástrofe para la actividad misionera. El historiador de las misiones, Joseph Schmidlin, hace notar que al inicio del 1800, los misioneros presentes en todo el mundo católico no superaban los 300 (incluidos los que trabajaban en los países protestantes). Símbolo de tal decadencia fue la supresión del Dicastério de Propaganda Fide del Directorio francés (15 de marzo de 1798) que lo define como un “établissement fort inutile”. Napoleón permitió de nuevo su existencia pero para ponerlo al servicio de sus propios intereses. Esta mentalidad será dominante en todas las potencias coloniales del Ochocientos y del Novecientos. La vida del Dicastério, no obstante su reorganización por obra de Pío VII en 1817, languidece hasta los tiempos de Gregorio XVI. Será a partir de estos años difíciles que habrá un lento despertar de la dimensión misionera ad gentes en algunos círculos minoritarios.

En este despertar misionero hay que señalar un movimiento generalizado de renovación cristiana frente a la mentalidad de la cultura iluminista, antes, y de la liberal-positivista, después. Algunos ven la urgencia de la actividad misionera como imperativo de la “Caritas Cordis Christi”. En esta perspectiva hay que ver el nacimiento de las obras a favor de las misiones. Entre los más notables protagonistas del movimiento misionero podemos recordar el Instituto de la Misiones Extranjeras de París y los fundadores de “institutos seculares” misioneros.

  1. Las diversas fases de la evolución histórica del Instituto comboniano

En el movimiento misionero del Ochocientos, una parte específica de éste dirige su atención hacia los pueblos negros de África. En este movimiento misionero se coloca la accidentada historia de la Misión de África Central y la actividad fundacional de Comboni. En esta historia el joven misionero Daniel Comboni fue ocupando un lugar cada vez más significativo. Su camino formativo le ayudó en su maduración apostólica. Su vocación definitiva en favor de la evangelización de aquellos pueblos de color y el origen de su vocación como fundador de un Seminario misionero para las Misiones Africanas, que alcanzó el momento carismático más significativo con la propuesta del “Plan para la regeneración de África” (1864), fue ya ampliamente estudiado en la historiografía comboniana reciente[3]. La vida de Daniel Comboni (1831-1881) tiene una clara unidad de fondo en el que se entretejen los distintos aspectos. Pero en esta nota histórica queremos detener nuestra atención en Comboni fundador de “institutos misioneros”, en el contexto de los institutos misioneros dependientes de Propaganda Fide. Comboni funda dos “institutos” misioneros: un Seminario o Instituto misionero para las Misiones Africanas (1867) y el Instituto de las “Pías Madres de la Nigricia” (1872), que se inscribe en la historia de los “nuevos institutos” de vida consagrada que en el Ochocientos tienen una especial historia innovadora[4].

En la evolución histórica del Instituto de los Misioneros Combonianos se pueden individualizar tres fases.

La primera fase es aquella en la que el Instituto inicia como un simple Seminario de Misiones para África y, por tanto, con una finalidad muy concreta, la evangelización, en sintonía con experiencias similares ya conocidas en la Iglesia a partir del Siglo XVII. Los miembros eran sacerdotes seculares o candidatos al sacerdocio a los cuales, desde el comienzo, se sumaron algunos miembros laicos. De los documentos a nuestra disposición no resulta que al inicio tuviesen algún vínculo de voto. Encontramos sólo un compromiso con el cual el candidato a las misiones africanas prometía vivir según la “finalidad” del seminario bajo los legítimos superiores y obtenía la “licencia” de misionero apostólico, que Propaganda Fide daba a los misioneros que trabajaban a su dependencia. En esta fase se subraya el carácter de sacerdotes seculares de sus miembros. Éstos quedaban vinculados, de un modo o de otro, a su propia diócesis de origen, la cual, normalmente les presentaba o los aconsejaba para la actividad misionera. La autoridad suprema del Instituto es “el Sumo Pontífice y la Congregación de Propaganda Fide… El superior inmediato es el obispo de Verona el cual es representado por un rector elegido ordinariamente entre los misioneros mismos, miembros del Instituto Fundamental, ya probados en el ejercicio del apostolado africano”. “El obispo de Verona es auxiliado en sus funciones por un cuerpo presidido por él, compuesto por los más juiciosos y distinguidos eclesiásticos y seculares de su diócesis, el cual lleva el título de Consejo Central de la Obra para la Regeneración de la Nigricia[5]. En parte, estas Reglas reflejan la dinámica jurídica de las del MEP, pero con importantes modificaciones que tienen que ver con la autoridad, de hecho fundamental, del obispo de Verona y del Consejo escogido por él. El “obispo de Verona ha erigido canónicamente dicho seminario a petición del sacerdote, misionero apostólico, Daniel Comboni” en 1867. El Seminario de las Misiones Africanas de Verona nace así y así permanecerá, con una existencia precaria, hasta finales de 1871[6].

A partir de aquel año se delinea una fisonomía más precisa de este seminario misionero para las Misiones Africanas y, más concretamente, para las Misiones de África Central, un territorio muy vasto y de límites aún inciertos. Comboni había hecho ya experiencia de  responsabilidad de una obra misionera en el Cairo, fundada por él en 1868. Se da cuenta de que no es suficiente un Seminario para las Misiones de África Central, sin una estructura jurídica más específicamente determinada. Algunas dolorosas experiencias de aquellos años se lo han enseñado. La vida común y la actividad misionera exigían una mayor cohesión entre sus misioneros y un compromiso formal más decidido.

Entramos así en una segunda fase de esta historia. Comboni comienza a escribir las Reglas de su Instituto y busca la aprobación de parte de Propaganda. Hay que señalar que con el término Instituto no se indica cuanto esto significa en nuestro lenguaje actual[7].

En esta segunda fase vemos que a los miembros del joven instituto se exige un vínculo canónico más específico pero, siempre según las “Reglas de 1871-1872”, que nunca fueron aprobadas por Propaganda Fide, falta aún aquella precisión jurídica exigida desde entonces a las instituciones eclesiásticas de derecho público. También el lenguaje y las normas dadas, aunque se alimentan de la terminología de la vida religiosa clásica, términos como “noviciado” y otros, siguen siendo imprecisos. Se trata de “Reglas” exhortativas, jurídicamente genéricas, y por esto no serán nunca aprobadas. El periodo de preparación a la misión africana tenía que realizarse en Verona o en el Cairo. No se emitían votos – tal parece que ni siquiera privados – pero existía el vínculo de un juramento de consagración “in perpetuo” a la misión africana, obediencia a los legítimos superiores con un vínculo de dependencia del superior eclesiástico propio. Se habla explícitamente del Dicastério de Propaganda Fide y del obispo de Verona, pero falta una clara y precisa fisionomía jurídica. Las Reglas del Instituto presentan un carácter de radicalidad (consagran sus obras y, si es necesario, también la vida…), pero también aquí no se precisa mucho su contenido. En el prefacio Comboni escribe: “Las Reglas de un Instituto que debe formar apóstoles para naciones bárbaras e infieles, para que sean duraderas, tienen que basarse en principios generales…” y de inmediato explica el motivo: “Si fueran muy específicas, pronto, o la necesidad o una tal vaguedad de mutaciones minaría el cimiento de su edificio, y podría ser un yugo áspero y peso grave para quien las debe observar. Siendo tan variado y desmedido el campo, en el cual el candidato debe realizar su acción, no puede limitarse a determinados oficios como en las órdenes religiosas; sino más bien aquellos principios generales que deben formar su mente y su corazón para saberse regular por sí mismo, aplicándolos con precaución y juicio en tiempos, lugares y circunstancias muy variadas, en que lo pone su vocación. Por tanto, para conseguir la finalidad del nuevo Instituto de las Misiones para la Nigricia, se establecen sólo aquellos principios fundamentales que constituyen el verdadero carácter y sirven a los alumnos como norma para examinar con plena uniformidad y con aquella igualdad de espíritu y de conducta exterior, que permite reconocer los miembros de una sola familia[8].

En este periodo los miembros del Instituto son definidos ya como “clérigos y laicos” consagrados a la Misión[9]. En el texto de las Reglas de 1871 se decía que “El Instituto, o sea el Colegio de las Misiones para la Nigricia, es una reunión de clérigos y hermanos coadjutores a los cuales sin vínculo de votos… se dedican a la conversión de África[10]. Las “Reglas y organización del Instituto de las Misiones en Verona” de 1872 son un texto reducido y revisado, por Comboni mismo, de sus “Reglas” de 1871[11]. El texto de esta nueva edición de las “Reglas” forma parte de los documentos inseridos en la Ponencia cardenalicia a Propaganda de 1872 que determinó el nombramiento de Comboni como Pro vicario y el haberle confiado la Misión de África Central al Instituto por él fundado en Verona y el Cairo. Se dice que: “El Instituto para las Misiones de la Nigricia es una libre asociación secular de clérigos y laicos que consagran sus obras y, si es necesario, también su vida, para la conversión de los negros paganos de África Central, bajo la dependencia de los legítimos superiores, y las normas de estas Reglas[12].

De 1872 hasta la muerte de Comboni la fisonomía del Instituto irá tímidamente definiendo cada vez más, tanto en la mente de Comboni como en los otros miembros. Comboni buscaba una aprobación canónica definitiva de parte de Propaganda: pero ¿qué tipo de asociación tenía en mente? ¿qué fisonomía jurídica quería? No se trataba de una congregación religiosa de votos simples en el sentido moderno, pero tampoco – nos parece – en el sentido de las congregaciones o compañías ya existentes y jurídicamente aprobadas por la Iglesia desde el Quinientos, como por ejemplo los Sacerdotes de la Misión y más tarde, congregaciones con vínculos de votos simples como los Redentoristas o los Pasionistas. Se trataba entonces de una especie de “sociedad apostólica” compuesta por sacerdotes y laicos consagrados a la Misión como el MEP u otras fundaciones similares?[13]. De los documentos combonianos nos parece que ésta pueda ser la tendencia de Comboni. Pero su muerte prematura truncó las cosas, sin que aclarara jurídicamente el tema. El desarrollo de la fase sucesiva no pertenece más a la acción de Comboni. Debemos decir sin embargo que, aun no siendo religiosos en la modalidad jurídica clásica, de sus misioneros Comboni exigirá aquella radicalidad de vida evangélica que es característica de los consagrados, aspecto éste, que encontramos también en otras sociedades apostólicas similares de la época. ¿Pensó, quizá, en la transformación de su Instituto en congregación religiosa formal en el sentido que asumirá más tarde esta expresión? Los documentos que tenemos no ayudan mucho a dar una respuesta segura, debido también a que objeto de la historia son los hechos acaecidos y no las intenciones. Lo que él quería ciertamente era poner en movimiento una compañía de misioneros radicalmente consagrados a Cristo y a su Iglesia en favor de la misión africana, con todas las características de una vida consagrada, siguiendo las huellas de experiencias similares ya reconocidas por la Iglesia o en proceso de reconocimiento.

Quizá se podrá decir que de 1871 a 1881, año de la muerte de Comboni, el Seminario o Instituto Misionero Africano por él fundado se desarrolla formalmente en la búsqueda jurídica de una fisonomía propia como “asociación de Clérigos y Laicos” consagrados a la Misión, ligados con vínculos sólidos de pertenencia y estabilidad (“consagración” primero ad decemnium, según las Reglas redactadas por Comboni en 1872, que sin embargo dejan abierta la puerta a la perpetuidad de la consagración, y más tarde “in perpetuo”, como dice el “juramento” redactado por Comboni para los Hermanos laicos). En su desarrollo lógico, esto habría llevado seguramente a la formación de una societas estable de vida común y apostólica. Toda semilla tiene su propio tiempo de desarrollo y crecimiento. Y sucedió así en el caso comboniano, aunque la muerte de Comboni hizo surgir otra fase, con problemáticas del todo particulares.
P. Fidel González, mccj

La segunda parte de este artículo será publicada en Familia Comboniana de marzo.

[1] Cf. Fidel González, I movimenti nella storia della Chiesa dagli Apostoli ad oggi, Rizzoli, 2000.

[2] El término “secular” hasta el inicio del Novecientos comprende todas las formas de vida apostólica no consideradas jurídicamente “religiosas” como los monjes, los frailes y similares. Las “congregaciones” fundadas a partir del Siglo XVI son consideradas genéricamente “seculares”.

[3] Cf. Congregatio De Causis Sanctorum, Danielis Comboni. Positio super vitae et virtutibus… (desde ahora se cita como D.C. Positio), 2 vol. Romae 1988. Son fundamentales los libros del P. Chiocchetta y A. Gilli; de F. González, Daniel Comboni, Profeta y Apóstol de Africa, Mundo Negro, Madrid 1985; Idem, Comboni en el corazón de la Misión Africana. El Movimiento misionero y la Obra comboniana:1846-1910, Madrid 1993.

[4] El Ochocientos eclesial católico se caracteriza por el protagonismo de la mujer en la vida eclesial con la fundación de varios “nuevos institutos” femeninos (no dentro de los límites de la vida monacal, sino paragonada a los “institutos seculares”) que cubren todos los campos de la marginación social y en la actividad misionera. Estas nuevas fundaciones traerán una “revolución” en el campo del derecho de las religiosas o de la vida consagrada.

[5] Reglas de 1871, cap. II, en D. Comboni, Escritos, 2650-2652.

[6] Cf. Decreto diocesano del obispo de Verona, Magno sane perfundimur gaudio, en ACR, sec. A, c. 25/14 (kalendis Iunii [1 junio] año 1867. Programa y Etatuto de la Obra del Buen Pastor, en ACR, sec. A, c. 25/14; Carta Bonus Pastor del obispo de Verona a los obispos de Italia (6 marzo 1868), en ACR, sec. A, c. 25/14; Decreto del obispo de Verona con la erección canónica del nuevo instituto del 8.XII.1871, en ACR, sec. A, c. 25/20: en A. Gilli, L’Istituto Missionario Comboniano dalla fondazione alla morte di Daniele Comboni, pp. 359-378. Siguen otras cartas del obispo a Pio IX y el Card. Prefecto de Propaganda Fide y otros documentos relacionados con el tema.

[7] Por “Instituto” se entiende un ente de derecho público o privato, constituido por exigencias organizativas y objetivos determinados: i. eclesiástico (religioso, misionero), hospitalario, educativo, etc. instituido según leyes precisas y normas para un determinado fin de interés público. “Congregación” (de congregar, lit. “reunir en un rebaño”), en el mundo eclesiástico católico, es un grupo de personas reunido por motivos religiosos o laicos. En la historia de la vida religiosa el término ha tenido diversos significados; uno de ellos, despues del s. XIX, se refiere a “Instituto” de vida consagrada con vínculos simples; pero no se trata de un término únívoco.

[8] D. Comboni, Reglas del Instituto de las Misiones para la Nigricia. Texto de 1871, en P. Chiocchetta, Daniele Comboni: Carte per l’evangelizzazione dell’Africa, EMI, Bologna 1978, pp. 250-251.

[9] Reglas (1872), cap. I, 1, ibidem, p. 276.

[10] Reglas (1871), cap. I, ibidem, p. 252.

[11] Cf. D. Comboni, Reglas (1871), cap. I-II, en P. Chiocchetta, Daniele Comboni: Carte per l’evangelizzazione dell’Africa, pp. 249-275.

[12] Regole (1872), texto en P. Chiocchetta, Carte per l’evangelizzazione dell’Africa…, o.c., p. 276, y en  A. Gilli, El Instituto Misionero Comboniano de la fundación a la muerte de Daniel Comboni, pp. 359-378.

[13] Nacidas, come hemos dicho, después de que con la Revolución Francesa desapareció casi toda la vida religiosa organizada.