Laicos Misioneros Combonianos

Presentación del Manual para el Año del Ministerialidad

Comboni

El Secretariado General de la Misión (SGM) ha propuesto a las Circunscripciones un programa de reflexión comunitaria sobre el tema de la ministerialidad. La Dirección General es muy consciente del momento que nos toca vivir, marcado por el COVID-19 que a todos nos condiciona tanto a nivel psicológico como espiritual. El hecho que nuestras tareas pastorales hayan sido suspendidas por responsabilidad civil, podría tornarse en una buena ocasión para dar más tiempo al programa propuesto. Por lo tanto, invitamos a cada circunscripción a hacer un esfuerzo para adaptar los materiales, en la medida de lo posible intentado relacionar los temas propuestos con la situación que cada país está viviendo. [Manual completo]

Presentación de los temas para el Año de la Ministerialidad

Tema 1: La función ministerial del presbítero

Ficha 1.1: propone el estudio de un caso para introducir y familiarizarse con el tema.

Ficha 1.2: presenta un análisis temático en profundidad, para una lectura más analítica de la experiencia.

Ficha 1.3: introduce el momento de la oración personal y de la reflexión teológica.

Ficha 1.4: proporciona un espacio para compartir y discernir en comunidad.

Tema 2: Colaboración ministerial

Ficha 2.1: estudio de un caso.

Ficha 2.2: análisis temático en profundidad.

Ficha 2.3: oración personal.

Ficha 2.4: para compartir y discernir en comunidad.

Tema 3: Evangelización y Ministerios

Ficha 3.1: estudio de un caso.

Ficha 3.2: análisis temático en profundidad.

Ficha 3.3: oración personal.

Ficha 3.4: para compartir y discernir en comunidad.

Tema 4: La contribución ministerial de los laicos

Ficha 4.1: estudio de un caso.

Ficha 4.2: análisis temático en profundidad.

Ficha 4.3: oración personal.

Ficha 4.4: para compartir y discernir en comunidad.

Tema 5: Ministerios sociales y ecológicos

Ficha 5.1: estudio de un caso.

Ficha 5.2: análisis temático en profundidad.

Ficha 5.3: oración personal.

Ficha 5.4: para compartir y discernir en comunidad.

Tema 6: Sinodalidad

Ficha 6.1: estudio de un caso.

Ficha 6.2: análisis temático en profundidad.

Ficha 6.3: oración personal.

Ficha 6.4: para compartir y discernir en comunidad.​

Manifestaciones del Espíritu

Pentecostes

Un comentario a Jn 20, 19-23 (Solemnidad de Pentecostés, 31 de mayo del 2020

Pentecostes

Celebramos hoy la solemnidad de Pentecostés, en la que hacemos memoria de una experiencia que la Iglesia –y todos nosotros– hace desde los primeros tiempos hasta hoy: que el Espíritu Santo la acompaña siempre, la ilumina, la fortalece, le ayuda a ser fiel y creativa a la vez. Esa presencia del Espíritu hace que la Iglesia experimente que Jesús sigue vivo entre nosotros, nos da su paz y su alegría, nos envía por el mundo y nos hace agentes de reconciliación y de una nueva creación, una nueva humanidad.

Me detengo un poco más resaltando algunos puntos:

  1. Una comunidad encerrada experimenta a Jesús vivo. Esta aparición de Jesús que nos cuenta el evangelio de Juan se distingue de las demás por su carácter eclesial; es decir, de las cuatro apariciones que se nos cuentan en el capítulo 20 de Juan, ésta sucede “en la casa”, donde la comunidad está reunida y “encerrada por miedo”. Podemos preguntarnos: ¿Tiene algo que ver esta comunidad de Jerusalén con nuestras comunidades? ¿Estamos también encerrados, llenos de miedo, respirando el aire viciado de una vida sin ventanas?
  2. A esta comunidad encerrada, Jesús no le trae reproche ni condena, sino paz y alegría. Ciertamente Jesús lleva las pruebas del sufrimiento injusto, pero no se queda en él, sino, reconfortado por el Padre, se vuelve transmisor de una paz y una alegría, que no depende del mundo, sino que es fruto del amor verdadero, del Espíritu Santo.
  3. A esta comunidad, encerrada y temerosa, Jesús le infunde el Espíritu y la envía con la misma misión que el Padre le ha encomendado a él. Con Jesús resucitado y vivo, se acabó el miedo, se terminó el mirarse al ombligo. Como Dice el Papa en una acertada expresión, Jesús quiere una Iglesia en salida, una Iglesia que no tiene miedo de salir al mundo y compartir el tesoro del Evangelio.
  4. A esta comunidad, heredera de la humanidad vieja atemorizada y acomplejada, Jesús la envío para que, con la fuerza del Espíritu, sea agente de reconciliación y de perdón. A veces una práctica empobrecida del ministerio de reconciliación en la Iglesia ha quitado valor a esta misión y la convirtió en una burla. Pero la experiencia nos dice que, dada la fragilidad humana, no hay paz ni alegría verdadera sin perdón y reconciliación. De hecho, muchos dicen que el perdón es lo más difícil. Y tienen razón. El perdón es casi imposible, si no interviene la fuerza del Espíritu.

P. Antonio Villarino

Bogotá

ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO

Oh Espíritu Santo,

Amor del Padre y del Hijo,

inspírame siempre

lo que debo pensar,

lo que debo decir,

como debo decirlo,

lo que debo callar,

como debo actuar,

lo que debo hacer,

para gloria de Dios,

bien de las almas

y mi propia santificación.

Espíritu Santo,

dame agudeza para entender,

capacidad para retener,

método y facultad para aprender,

sutileza para interpretar,

gracia y eficacia para hablar.

dame acierto al empezar

dirección al progresar

y perfección al acabar.

Amén

Ascender es ampliar el horizonte

cielo
cielo

Comentario a Mt 28, 16-20, Solemnidad de la Ascensión, 24 de mayo del 2020

Este domingo celebramos la solemnidad de la Ascensión, previa a la de Pentecostés, que celebraremos el domingo próximo. La Iglesia nos ofrece hoy los últimos versículos del evangelio de Mateo, que terminan con el mandato misionero y ponen en boca de Jesús esta frase: “Sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el final del mundo”. Les presento algunas reflexiones:

  1. La montaña: más allá de toda geografía

Según Mateo, Jesús encuentra a sus discípulos en una montaña de Galilea. Parece una anotación geográfica casi sin importancia, pero no creo que sea así. Para muchas religiones y culturas, la montaña es el lugar de la manifestación de Dios. Y se entiende, porque la montaña me ayuda a ir más allá de mí mismo, a salir de la rutina y la superficialidad, a buscar el más alto nivel de la conciencia personal… Y es precisamente ahí, en el nivel más alto de mi conciencia, que Dios se me manifiesta, con una presencia que difícilmente se puede encerrar en palabras, pero que uno percibe como muy real y auténtica.

Por su parte, Jesús subía continuamente al monte, pero llegó un momento en el que por fin “subió” a la montaña definitiva, es decir, en palabras del evangelista Marcos, “fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios”. Como ven, los evangelistas usan términos geográficos y nosotros hablamos de la “ascensión” de Jesús, pero sabemos bien que Dios no está arriba ni abajo sino en todas partes (y más allá de toda geografía). Por tanto no es que Jesús haya subido “detrás de las nubes”, sino que alcanzó el grado máximo de su auto-conciencia y de su comunión con el Padre y, por eso mismo, alcanzó el grado máximo de universalidad geográfica y temporal, compartiendo su amor y su presencia con todos los seres humanos de todos los tiempos y de todas las fronteras. Por eso nos dice: “Yo estoy con ustedes, ahora y siempre, aquí y en todas partes; en cualquier parte que vayan, ahí me encontrarán”.

  • Adoración y duda

Ante un Jesús que se manifiesta en la “montaña”, en la que se identifica con la Divinidad, los discípulos experimentan un doble movimiento: de adoración y de duda. Por una parte, sienten la necesidad de postrarse y reconocer esta presencia de la Divinidad en el Maestro, porque sólo con la adoración uno puede acercarse al misterio de Dios, ya que nunca las palabras pueden contener la realidad que uno apenas alcanza a vislumbrar desde lo hondo de su conciencia. Por eso los discípulos experimentan también la duda, porque, por una parte parece casi imposible que Dios se nos manifieste en nuestra pequeñez y, por otra, somos conscientes que todas nuestras palabras y conceptos se quedan cortos y, en alguna medida, son falsos. Nuestros conceptos sobre Dios son siempre limitados y deben ser constantemente corregidos, con la ayuda de la duda, que nos obliga a no “sentarnos” en lo aparentemente ya comprendido.

  • “Bauticen en el nombre de Dios”

Desde esta experiencia de la “montaña”, de la experiencia de Dios en lo hondo de la conciencia, Jesús nos dice: “Pónganse en camino y comuniquen a todos lo que han visto y oído, lo que han experimentado entre luces y sombras, dudas y aciertos. Anuncien a todos este camino hacia el Padre que les he enseñado”.

Los pueblos, culturas y religiones intentan acercarse, como pueden, al misterio de Dios, dándole nombres según sus propias experiencias culturales. Israel ha preferido abstenerse de darle nombre, porque comprendió que es innombrable. De hecho, Jesús tampoco le da un nombre. Lo que Jesús hace es hablarnos del Padre, de su experiencia de identificación y comunión con Él y del Espíritu que ambos comparten. Y manda a sus discípulos bautizar “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu”. Ese es el objetivo fundamental de toda vida: encaminarse hacia la comunión con el Padre. Y ese es el objetivo de toda misión: que toda la creación encuentre su plenitud en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

….

Ascender no es ir más allá de las nubes,

ascender es cambiar de perspectiva,

como quien mira desde lo más alto.

Ascender es abrir el angular,

ampliar el horizonte a toda la realidad,

reducir las fronteras a su justa perspectiva.

Ascender es crecer en claridad,

dejar que el sol de la verdad ilumine mi camino

que el amor penetre cada rincón de mi vida.

Ascender es saber que más allá de mi pequeñez,

hay más vida, más verdad, más belleza, más religión,

más humanidad, más Dios.

P. Antonio Villarino

Bogotá

El Espíritu renueva la faz de la Tierra

Iglesia
Iglesia

Un comentario a Jn 14, 15-21 (Sexto domingo de Pascua, 17 de mayo del 2020)

Estamos acercándonos a la fiesta de Pentecostés, en la que hacemos memoria de como el Espíritu Santo inundó el corazón y la vida de los primeros discípulos, llenándolos de inteligencia y entusiasmo, haciendo de ellos hermanos y testigos de la humanidad nueva nacida en Jesucristo. Hoy leemos, en el capítulo catorce de Juan, la primera de las cinco promesas que Jesús hizo a los suyos de enviarles el Espíritu.

1.- La promesa

“Si mi amáis, obedeceréis mis mandatos; y yo rogaré al Padre para que os envíe otro Paráclito, para que esté siempre con vosotros. Es el Espíritu de la verdad que no puede recibir el mundo, porque ni lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis porque vive en vosotros y está en vosotros” (Jn 14, 15-17).

Podemos destacar de este texto que una condición para que Jesús ruegue al Padre es que le amemos. El Espíritu es libre de actuar donde quiere, pero no todos lo conocen. Una manera de conocerlo es amar a Jesús y cumplir sus mandatos. En todo caso, Jesús promete orar para que Él esté siempre con nosotros.

2.- Actitudes para recibir el Espíritu

La presencia del Espíritu lo cambia todo, como la gasolina en el motor o el espíritu humano en el cuerpo. Sin él, el motor no camina y el cuerpo se vuelve carne amorfa. Pero la pregunta que nos podemos hacer es cómo hago para recibir el Espíritu. Les propongo algunas actitudes:

a) Tener sed: “Si alguien tiene sed, venga a mí, y el que cree en mí, que beba”. Si uno está satisfecho y cómodo, no es fácil que nada ni nadie se abra hacia él. Difícilmente recibiremos el amor, si no estamos abiertos y disponibles. Nuestra oración auténtica y sincera debe ser como la del salmista: “Como busca la cierva corrientes de agua, así, mi Dios, te busca todo mi ser. Tengo sed de Dios, del Dios vivo” (Sal 42).

b) Saber contemplar: una actitud de silencio exterior e interior, que nos haga capaces de percibir su presencia en el mundo, en las personas, en la palabra meditada… Dentro de esta actitud está la atención a la realidad que nos circunda (en sus dimensiones políticas, económicas, culturales y religiosas). Saber mirar, saber escuchar, saber concentrarse en la realidad de las cosas, venciendo la superficialidad y la distracción constante.

c) Amar a Jesucristo: Amor a Él y a todo lo que Él representa: Su Padre Dios, sus hermanos más pequeños (los pobres, los humillados), la comunidad de sus discípulos; amar su Evangelio y su estilo de vida… Porque, si alguien le ama, el Espíritu hará morada en él.

d) Estar dispuesto a cambiar: Disponibilidad para emprender la marcha de la propia vida por los caminos que Él nos señala. Esta conversión implica disponibilidad para cambiar de ideas, de actitudes, de comportamientos. Alguien ha dicho que si no actuamos como pensamos terminamos por pensar como actuamos.

El camino litúrgico nos está acercando a Pentecostés. Ojalá también a nosotros se nos conceda prepararnos para esta experiencia fundamental en el camino cristiano.

¡Ven Espíritu Santo y renueva la faz de la tierra!

P. Antonio Villarino

Bogotá