Tener fe es firmar una hoja en blanco y dejar que Dios en ella escriba lo que quiera (San Agustín).
Así también la misión es dejarnos guiar por el Espíritu Santo que nos acompaña y espera.
Llegamos a este camino con todo lo que somos y así también partimos. Hemos traído en el corazón a todos los que amamos y nos completan, nos han enviado aquí y nos acompañarán toda la vida, así dicta el amor. Salimos al amanecer y también en un amanecer llegamos al Perú. Conscientes de la duración del viaje encontramos las fuerzas en los abrazos apretados que nos dijeron hasta pronto. Llegamos a la tierra a la que llamaremos casa en los próximos años.
A la puerta del aeropuerto ya nos esperaban, entre sonrisas y alegría nos recibieron. Compartimos nuestro nombre y nuestro carisma.
A la salida, fuimos recibidos por la lluvia menuda que se hacía sentir, y en este torbellino de sensaciones recorrimos por primera vez suelo peruano. Un primer período de puro conocimiento, despojadas de nosotras damos los primeros pasos junto a este pueblo que nos acogió de forma tan amable. Somos nosotras del otro lado del atlántico viviendo la misión al estilo de S. Daniel Comboni.
Conocer a los Laicos Misioneros Combonianos fue a conocer a nuestra familia LMC Peruana. Cada uno de ellos compartió con nosotros un poco de sí y de su testimonio de vida y de fe. Pudimos conocer también a los postulantes con quienes convivimos y compartimos buenos momentos. Entre conversaciones, bebidas, comidas y carcajadas recibimos un poco de ellos y dimos un poco de nosotras, alegres, con la certeza de saber que todas estas vidas convergen hacia Dios.
Con la certeza de que fue y es Dios quien nos llama a esta misión. Caminamos juntas con la seguridad de que llegaremos adonde nos esperan.
Portugal
Curso de Misionología – un regalo de Dios
¡Un regalo de Dios que nos ha permitido ampliar y mejorar nuestra mirada a la obra de Dios desde la gracia! Este Curso de Misionología donde pude participar entre los días 21 y 26 de agosto en Fátima fue un regalo de Dios para mí. Una iniciativa de los responsables de los Institutos Misioneros Ad Gentes (IMAG), con el apoyo de las Obras Misionales Pontificias (OMP). En esta formación pude ver los océanos cruzarse y unirse en un solo punto: desde la silla donde estaba sentada podía enriquecerme y enamorarse más por este ser de Cristo. Con una platea de cerca de 60 participantes de 4 continentes – Portugal, Italia, Filipinas, Colombia, Brasil, Guinea-Bissau, Timor Oriental, Angola, Mozambique, Congo, entre otros países. Una semana en que los colores se mezclaron y fundieron para aprender y compartir este “Ser Misionero” en la actualidad. Conmigo estaban en comunidad Mario Breda, Ana Raposo, Maria José Martins y Luis: ¡qué rica fue también nuestra experiencia tanto como comunidad, como en el compartir con los otros participantes!
El Curso fue muy rico en término de contenidos. Comenzamos el día 21 (lunes) abordando La misión en el Evangelio de San Mateo, con Mons. Antonio Couto, Obispo de Lamego. Y D. Antonio Couto nos presentó el primero de los libros del Nuevo Testamento a través de sus vínculos con el Antiguo Testamento. Nos presenta un Evangelio de Perdón: donde Mateo, un cobrador de impuestos, se convierte a Jesucristo por el perdón que éste concede a todos los hombres. En todo el Evangelio de Mateo están patentes 5 discursos (en analogía al Pentateuco del Antiguo Testamento): Discurso de la Montaña, Misionero, de las Parábolas, Eclesial y Escatológico. Quiero destacar el discurso Misionero (Mt 10, 6-10): “lo que de gracia recibisteis, dadlo de gracia” (Mt 10, 8). Gracia – la figura maternal bíblica, la mirada (materna) que podemos tener sobre cada uno. Mons. Antonio apeló a que, como misioneros, debemos tener esta “pausa y bienestar en la música de nuestra vida para que sepamos dejar el Espirito Santo hablar” y subrayó la importancia de ser misioneros “siempre abiertos a la sorpresa y desde la sensibilidad”.
Los cristianos tienen una misión vital: ¡Sí!, estamos llamados a servir a la humanidad de nuestro tiempo, confiando únicamente en Jesús, dejándonos iluminar por su Palabra”: “No fuisteis vosotros los que me habéis elegido, sino yo que os he elegido y destinado, para que vayáis y deis frutos y vuestros frutos permanezcan. ¡Cuánto tiempo perdido, cuanto trabajo atrasado, por no advertir este punto! Todo se define a partir de Cristo, en cuanto al origen y a la eficacia de la misión: la misión la recibimos siempre de Cristo (…) (en homilía del Papa Benedicto XVI, Oporto, 14 de mayo de 2010).
El día 22 viajamos por la historia del Cristianismo a lo largo de los siglos; un viaje con el Dr. José Eduardo Franco como guía – El Cristianismo y la Globalización: Estado, Iglesia y Misión en la época moderna y contemporánea. Pudimos entender que la historia no es pasado, sino presente. Es ella la que hace cada presente. Y en este viaje entendimos el papel del pueblo portugués a través de sus descubrimientos por mares nunca antes navegados para la Misión y Evangelización de la Iglesia Cristiana; y aún más: que esta misión fue, a lo largo de los tiempos, constructora de la globalización que actualmente alcanza su auge. En este viaje visitamos la imagen de Dios y de la Iglesia desde el siglo I – un Dios territorial de Isaac y de Jacob, el hombre actúa sólo mediante la voluntad de Dios -, pasando por la diseminación del Cristianismo por los discípulos y por los misioneros que acompañaban los viajes de la época de los Descubrimientos y llegando, por fin, hasta los días de hoy. Actualmente entendemos que el Evangelio pide una Misión inculturada: un hacerse griego con los griegos, romano con los romanos (San Pablo), aprovechando el Cristianismo aquello que cada cultura tiene de excelencia. El Evangelio debe llevar a la humanización y, de esta forma, el Misionero es el constructor de una humanidad nueva, que llega a todos por la vía, no de la imposición, sino de la credibilidad.
Proseguimos el día 23 con el tema de la Espiritualidad Misionera contando con la Dra. Teresa Messias como oradora. ¿Y qué es esto de la Espiritualidad? Algo que no se reduce a la vivencia cristiana, sino una dinámica de todo ser. Todos la tenemos en cuanto seres animados con deseo de autotranscedencia, de realizarnos, de ser felices. Hablamos concretamente de esta Espiritualidad Cristiana que tiene que ser siempre Misionera. Una Espiritualidad que me libera y que tiene un sentido escatológico, es decir, que no acaba. Citando a la Dra. Teresa Messias ni en el cielo la experiencia de Dios tiene fin. Entendimos la Trinidad como fuente de misión, en la relación Yo-Cristo-El otro.
Misión no es sólo hacer cosas; no es salir de un lugar; es ser persona; es una posibilidad de ser vida y generar vida en el otro y en la humanidad; es vaciarse, la kenosis de que habla Pablo. (Dra. Teresa Messias).
Vimos a este Dios Misión, un Dios que también se vacía cuando nos da a su Hijo, un Dios Parentalidad, que no es sólo Padre, sino también Madre, y sólo así es fecundo. Un Dios que no sólo da, sino que también acoge a su Hijo, también recibe. Esto tiene traducción en mi ser misionero: quien sólo sabe dar, no sabe amar. Es necesaria esta capacidad de recibir.
Así, la Espiritualidad Misionera requiere desinstalarse – vaciarme, “Siendo rico, se hizo pobre por vosotros, a fin de que os enriquezcáis por su pobreza” (2Co 8, 9) -, Confianza – en la providencia divina que sólo se obtiene en la oración, en la escucha, en la lectura de los signos de Dios, “aspirad a las cosas de lo alto y el resto os será dado por añadidura” (Col 3,1-4) – e Inculturación – bajar a cada cultura para encontrar la novedad de Cristo.
Reflexionamos sobre la misión cristiana, sus potencialidades y dificultades. Identificamos la necesidad de un éxodo continuo, de la descentralización de la Iglesia en sí misma – la Iglesia no se predica a sí, no se sirve a sí y no se orienta en sí, sino girada hacia Cristo. La Misión no es un fin en sí misma y una iglesia autorreferencial no es Iglesia de Cristo. Terminamos el día reflexionando sobre cuál es mi misión, en su dimensión personal, irrepetible, personalizante y carismática del seguimiento de Jesús. Y la respuesta es un camino procesal: requiere oración y escucha y sólo en ellas comprendo lo que Dios va queriendo, lo que Él me va proponiendo para cada día.
El día 24 nos regalaron la sabiduría y tranquilidad de las palabras del Padre Adelino Ascenso con un enfoque artístico sobre la Literatura y la teología: la ficción de Shūsaku Endó. Me quedaría allí escuchando sus palabras durante días: palabras sabias, fruto de una experiencia inimaginable en Japón, en el contacto con el pueblo y con el profundo silencio del Tíbet donde el único sonido audible era el tiritar de sus propios dientes, así fue el frío sentido. Comenzó por hacer un abordaje de la literatura japonesa y de sus tradiciones, una cultura del escondite, del silencio, de la armonía, de la triple insensibilidad frente a la muerte, por ejemplo. Vimos con perspectiva histórica la llegada del Cristianismo a Japón y es aquí donde entra Shūsaku Endō con su obra literaria de romances, entre ellos “El silencio”. Endō luchó toda su vida con cuestiones relacionadas con su fe, especialmente con la forma de ser simultáneamente japonés y cristiano. Esta lucha está patente en sus obras con temas que pueden contribuir a la elaboración de una nueva imagen de Cristo y del cristianismo en Japón. De esta forma, a lo largo del día, el Padre Adelino estableció un puente entre la realidad del Cristianismo en Japón y la novela “El silencio” (película que tuvimos oportunidad de ver al final del día), hablando sobre la apostasía, el silencio de Dios en los diversos momentos de la vida y esta salvación de los apóstatas (y de todos los hombres, independientemente de sus creencias). Dotado de una capacidad gran artística al expresarse, el Padre Adelino terminó con algunas palabras que mi cuaderno grabó:
“La iglesia no tiene a Cristo. Su presencia no se confina a la Iglesia aunque sea en ella que se aprende a entender la presencia de Él fuera de ella”.
“Sólo se puede conocer a Dios a través de sus heridas” (cita que parte de la obra de Tomas Halik, Mi Dios es un Dios herido)”.
“El silencio no es la ausencia de palabras, sino un murmullo de Dios más allá del silencio”.
Ya casi al término del Curso, el día 26, tuvimos con nosotros a fray José Nunes que nos abordó el Diálogo Interreligioso. En este día profundizamos sobre la evolución de la comunicación entre religiones a lo largo de los tiempos. Vimos que hoy la Iglesia frente a las otras religiones propone un diálogo fecundo, basado en el aprecio y respeto por ellas. Vemos hoy que las religiones son “vías de salvación”, no por sus credos, sino porque confieren a cada ser un sentido de vida. Hay mucho en común entre todas las religiones.
“(Las tradiciones religiosas de la humanidad) merecen la atención y estima de los cristianos, y su patrimonio espiritual es una invitación eficaz al diálogo, no sólo acerca de los elementos convergentes, sino especialmente sobre aquellos en que difieren” (Documento Diálogo y Misión).
A la par de estos días de reflexión y visión de la historia del Cristianismo y de revisión de este Ser Misionero Cristiano, tuvimos momentos de compartir en grupo y de reflexión sobre los diversos temas. Momentos muy ricos de compartir cada cultura, de crecimiento personal y como comunidad cristiana.
Una semana también pincelada por la belleza de Eucaristías multiculturales, donde los tonos de piel se fundían y pintaban el cuadro de la Fiesta del Señor, donde resonaba la música en varias lenguas y donde la danza llenaba el altar.
Todos estos días inspiradores, de gran aspiración a la vocación misionera, me emocionaron y me llenaron el corazón por todo el camino que la humanidad ha hecho mientras peregrina en esta Obra divina que es el Mundo, el Universo. Orgullosamente misionera con todos aquellos allí presentes, me sentía enviada con esta llama que sólo Dios inflama. Dios nos envía. Citando al Padre Adelino Ascenso en su discurso final: más que “ir y enseñar”, a esta iglesia misionera Dios le proclama:
“Id y escuchad”.
Vida en comunidad
¡Noticias maravillosas!
Esta semana, el martes, llegó a Portugal la LMC española Teresa Monzón. Se encuentra realizando la experiencia comunitaria con la LMC Cristina Sousa en Braga.
Están las dos estudiando en Braga, aunque lenguas diferentes: Tere el portugués y Cristina el francés.
Acogemos a Tere con mucha alegría y estamos unidos también a esta comunidad. Rezamos para que en ella nazcan frutos que generen vida, “vida en abundancia”.
Bienvenida Tere. ¡Estamos juntos!
Ayllu comunidad LMC en Arequipa Peru
Llegar a la misión es llegar a casa. No a aquella que nos vio nacer, sino a otra que ahora nos acoge, donde ahora dormimos, crecemos y amamos. Llegar a la misión es llegar al pueblo. No a aquel que nos vio nacer, sino al otro que nos recibe de brazos abiertos como se fuésemos hijas que regresaron a casa. Llegar a la misión es abrazar otro pueblo. No aquel que nos vio nacer sino aquel que de brazos abiertos se predispone a crecer con nosotras. Cada persona es un mundo y tiene un mundo para compartir con nosotras. En cada persona encontramos a Dios y es ese Dios y ese mundo que hoy os pretendemos mostrar. Es en este paisaje donde todos los días despertamos en la confianza y adormecemos bendecidas. Esta misión no es nuestra, es de todos y queremos que caminen cada día y cada historia con nosotras.
Paula y Neuza. LMC en Peru
Primeros días de Marisa en Mozambique
Jueves, 10 de agosto de 2017
Son las 5:00 de la mañana y la agitación dentro del avión sugiere que el aterrizaje en Mozambique está llegando. Algunos todavía duermen. Está siendo un vuelo tranquilo, con tiempo para todo: descanso, ver películas, impaciencia, ganas de estirar las piernas,… “¡Todo esto está sucediendo!”. El señor que viaja en la ventana, a mi izquierda, abre la “cortina”. ¡Wow! Está amaneciendo, que bendición: el primero, primerísimo milagro del que soy testigo en esta tierra es el amanecer. Magnífico. No consigo ver sino un cuadro pincelado con colores cálidos. Es imposible quedar estéril ante tanta belleza, estos colores me llenan de alegría y me calientan. Me entran ganas de aterrizar ahora mismo.
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¡Estoy en Mozambique! Llegué a Maputo. Hace calor y los olores se notan aún más con la temperatura. Los colores contrastan entre sí, el azul de la bahía parece unirse al cielo. La gente es sonriente y curiosa. Hay alma nueva aquí. La vida ocurre a un ritmo bastante singular.
A mi espera en el aeropuerto estaba el Padre Pablo, Misionero Comboniano. Me aguarda con una revista “Audacia”, sonríe tan pronto como me percaté del “código de localización / identificación” – “menos es más” y “para buen entendedor pocas palabras bastan”.
Me llevó a la Casa Provincial. Por el camino me mostró alguna que otra cosa. Pasé la mañana en aquella Comunidad de Maputo.
Después del almuerzo me dirigí al aeropuerto. Si Dios quiere, al final de la tarde estaré en Nampula con Kasia.
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Estaría más o menos a mitad del viaje de Maputo a Nampula cuando Samuel, de 6 años, comenzó a recorrer el avión de un lado a otro repetidamente. El cojín con el que jugaba cayó cerca de mi lugar. Lo cogí y estiré el brazo para devolvérselo.
– ¿English? Abanó la cabeza hacia la izquierda. ¿Portugués? Abanó la cabeza hacia la derecha.
– Portugués, moví la cabeza concordando. Reímos e hicimos “más cinco!”.
Jugamos y conversamos un poco sobre todo y sobre nada.
En un momento dado me contó:
– Voy a encontrar a mi familia, a mis hermanos. ¿Y tú?
– Yo también – respondí sin pensar.
Reparé después de la respuesta que le había dado: “yo también”… Dios quiera y me ayude para que así sea.
Aterricé en Nampula al final de la tarde. Estaba ya oscuro. Todavía estaba esperando las maletas cuando Kasia entró en la “sala”… ¡Qué bueno sentirme acogida y recibida con ese entusiasmo que la hizo “invadir” ese espacio para venir a mi encuentro!
De allí fuimos a casa de las Hermanas. Cenamos, hablamos, descansamos. Al ir al cuarto me di cuenta “realmente” de la novedad que estaba ocurriendo: red mosquitera en la cama. No hay duda, “¡esto está sucediendo!”.
Me tumbé feliz y agradecida a Dios por todas las gracias que he me ha dado hasta ahora, particularmente, a lo largo del día de hoy. El resto, que sea como Él quiera.
Viernes, 11 de agosto de 2017
Esta tarde, yo y Kasia, retomamos camino, ahora a Carapira, donde está nuestra misión, nuestra casa. Por el camino me deleité con el paisaje. Mi primera o ‘mayor’ impresión de África, de Mozambique, es el espacio – un espacio donde se pierde la vista, donde todos los caminos son largos, en los que hay un silencio del propio paisaje que se hace sentir dentro de nosotros. Un paisaje sin fin que nos demanda paciencia y tiempo para la contemplación. Creo que es imposible no quedarse extasiado con esta poesía que habita el mundo y que es una inmensidad, el horizonte de Dios.
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Por la noche, después de la cena, recibimos en nuestra casa una pareja de laicos locales, los profesores Martinho y Margarita, las Hermanas Combonianas (Hermanas Clarinda, Eleonora, Maria José y Teresinha), el Hermano Luigi y el Padre Firmino. Fue un momento hermoso y alegre de convivencia que probó, una vez más, el sentido de hospitalidad, sobre todo, que aquí se vive.
Miércoles 16 de agosto de 2017
Me desperté esta noche pensando que la hora de levantarme estaría cerca. La falta de luz, dentro y fuera de la habitación, me decían que no. Tomé la linterna, apunté al reloj junto a la cama y los punteros me confirmaron que era noche, y bien de noche. Tenía al menos unas tres horas hasta las primeras señales del día. No pude dormir. Me senté en la cama, me incliné en la pared y descansé en la quietud tan singular que aquí se encuentra en horas como aquellas. “¡Qué paz!”, pensaba, mientras recordaba aquella hermosa expresión que tanto sentido me hizo de San Juan de la Cruz – “la noche es el tiempo de la casa sosegada”.
Jueves, 17 de agosto de 2017
Esta mañana paseé por primera vez por barrio, visitando la comunidad. En el camino de regreso mi corazón estaba lleno de alegría. Jugué con los niños. Aquellos que me hablaban en macúa, no conseguí entender lo que me decían. Así como tampoco me comprendían a mí. Pero reímos y jugamos, y con esta alegría de ser niños conseguimos asegurar afectivamente alguna comunicación no verbal. Con los niños, hasta ahora, por lo menos, ha funcionado…
Al pasar por la entrada de la escuela, conversando con Sergio estaba una señora. Nos saludamos:
– ¡Salama! Ihàli?
– ¡Salama! Khinyuwo?
Y no dio para más. Si no contara con la ayuda de Sergio, no habría entendido lo que ella me intentaba comunicar. Por un lado, me sentí agradecida: por la señora que, aun comprendiendo que necesitaba traducción sistemática, no desistió en hablar conmigo y preguntarme cómo estaba la familia y la salud; por la persona que me acompañó y tradujo pacientemente la conversación. Por otro lado, me sentía avergonzada por no entender lo que me estaba diciendo (no sólo allí, en aquel momento, pero durante toda la mañana, y en otros momentos singulares durante la semana, como por ejemplo, en la eucaristía del Domingo que se celebró en lengua Macúa).
“Depender de traducciones exige paciencia y humildad… arrodíllate Marisa, hazte pequeña y agradece”, me consolé.
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Regresé a casa. Estaba arreglando unas cosas cuando oigo una voz joven:
– Hoti? (¿Con permiso?)
– Hotìni (por favor), respondí.
Abrí la puerta y una joven me esperaba con una sonrisa. ¡Cáspita! Estoy sola en casa… si me viene a pedir ayuda para lo que sea, no sé cómo voy a responderle porque todavía no conozco nada… “, pensaba mientras salía…
– Soy Ancha, ¿oíste hablar de mí? He venido a presentarme y darte la bienvenida…
Allí hablamos durante un rato. “Tiempo”… las personas aquí conversan y “pasan” tiempo unos con otros – desinteresadamente. Este preliminar fue una lección más. Aprende, Marisa.
Al despedirse me dijo cualquier cosa en macúa. No comprendí ni conseguí devolverle una respuesta. “Tengo que aprender cualquier cosa de macúa… es lo mínimo que siento que puedo hacer, por ahora, como reconocimiento a tanta hospitalidad del pueblo…”, me dije a mí misma al entrar en casa.
Aun así… a pesar de la incomodidad que podemos sentir cuando no sabemos algo, no saber «nada» también conlleva algo de salud interior y creatividad.