El trece de junio a las 8.30 pm en la iglesia de S. Lorenzo, en Bolonia, se celebró mi misa de envío presidida por el Obispo Zuppi, la Diócesis de Bolonia me envía a una misión como fidei donum. Esta mi segunda salida, Ad Gentes, nace en el centro misionero diocesano, del cual soy miembro del equipo, que decidió establecer una colaboración con la diócesis de Salvador de Bahía, abriendo nuevos caminos de participación y cooperación entre las dos diócesis. Esto me hace muy feliz porque nos permitiría abrir una ventana a la realidad latinoamericana, específicamente a Brasil, en el centro misionero, actualmente comprometido solo en Tanzania, con la diócesis de Mapanda. También es una salida “inusual” dentro de los LMC, porque en este caso no es un proyecto de los Padres Combonianos o de los laicos, sino el resultado de una colaboración externa y quizás pueda abrir pistas para el futuro. Continuaré manteniéndome dentro de la familia comboniana como LMC, manteniéndome en contacto con la coordinación, los diversos grupos LMC y con el comité central que aprobó mi elección, citando que “la misión es de Dios y no de los hombres”…
Haré vida comunitaria en la Comunidad de Trindade, que da acogida a la gente de la calle y me dedicaré a dar la acogida y escuchar a las personas que llegan, así como a los talleres y servicios, incluido un periódico sobre situaciones de calle que ofrece la Comunidad. Será una experiencia completamente nueva, concreta y fuerte, dura y auténtica, como dormir en el suelo, compartir los problemas relacionados con la calle, los temas ligados a la marginalidad, la dependencia y la resurrección, pero como Comboni dice audacia y tenacidad en el camino y agrego: con los pies firmes en el suelo y con los ojos siempre mirando al cielo. “Deseo que te pongas un vestido que nunca siga de moda. Te deseo fuertes esperanzas para tus pies. Pantalones hechos de compromiso, camisas que tengan dos colores: El de la libertad y la corresponsabilidad. Y trae un bonito sombrero, uno de conocimiento y espíritu crítico. Siempre debemos vestirnos de todo esto “. (Don luigi ciotti)
Entre el encuentro de fin de
semana de los Consejos Generales de la Familia Comboniana y el siguiente fin de
semana donde nos reunimos como Comité Central en Venegono (al norte de Milán)
tuve unos días para moverme por Italia.
Pedí a Marco que preguntase a los
grupos del norte si alguno me podría recibir y así pasar un rato juntos.
La respuesta fue muy positiva y
pudimos organizar una buena semana visitando a varios de los grupos LMC del norte
de Italia.
La dinámica para todos fue
similar. Por la mañana viajaba de una ciudad a otra y en la tarde compartíamos
un momento de oración, cena y charla ente todos. Siempre en un ambiente de
familia muy agradable.
Agradezco a todos el esfuerzo que
supone reunirse una noche entre semana con los trabajos, niños y demás. Así
como también a cada uno de los MCCJ que encontré y que acogieron en sus casas
como familia y aquello que acompañan a nuestros grupos y los que se acercaron a
conversar sobre nuestra realidad LMC en su ciudad y a nivel internacional.
El primer grupo que visité fue el
de Padua. Un grupo con muchos años a sus espaldas. Me estuvieron contando cómo
se iniciaron en el grupo, las actividades que realizaban y las que venían
organizando por muchos años (muchas iniciativas que posteriormente se han ido
extendiendo por otros lados).
Algunos ya nos conocíamos por
haber coincidido en algún encuentro internacional. Se mostraron muy interesados
por conocer cómo se organizaban otros grupos y el tipo de actividades y
encuentros que se hacían. Aprovechamos también para conversar un poco sobre la pasada
asamblea de Roma.
Veo que hay un interés cada vez
mayor por la colaboración entre todos, por salir de lo que cada uno hace
localmente y colaborar con los otros, aprender de las experiencias de los
demás, compartir inquietudes y demás. Así que les animé a leer las
conclusiones, que sé que parecen muchas pero que si nos tomamos un rato veremos
las riquezas de las mismas y las múltiples ideas que dan para actividades
concretas de cada una de nuestras comunidades y para cumplir la tarea común que
entre todos nos marcamos.
Al día siguiente seguí para
Verona. Me recibieron en la estación y me llevaron a casa de los Combonianos a
saludar al P Tachela y después a casa de las hermanas combonianas a visitar a
la hermana Esperanza que acompaña también al grupo.
Posteriormente tuvimos una mesa
maravillosa de comida compartida, reencuentros con aquellos que coincidimos en
el 2012 en nuestro encuentro europeo de Verona y otros.
Conversamos un poco de España e
Italia, de bonitos lugares y tras la cena comenzamos a conversar. Conocer lo
que el grupo va haciendo, los retos que afronta y demás.
Dedicamos igualmente un buen
tiempo a conversar sobre la realidad de otros grupos. A conversar sobre los
retos que nuestra pasada asamblea nos trae, a reconocer que muchas veces nos quedamos
centrados en lo que nuestro grupo LMC local, nuestra comunidad realiza. Es
normal que sea nuestro referente vital, aquellos con los que compartimos lo
cotidiano, rezamos y trabajamos juntos pero tener presentes lo que hacen otras
comunidades LMC nos trae ideas nuevas, nos ayuda a crecer. También encontré el
reto de leer todo lo que compartimos, pero a la vez el interés por querer
conocer el contenido que nos aporta y que estamos demandando…
Al día siguiente pude dar un pequeño
paseo por la ciudad de Comboni en bicicleta para recordar los lugres más importantes
y de nuevo tomar el tren, esta vez camino de Milán.
De nuevo esperándome en la estación
y a una nueva reunión de grupo. No sin antes dar un rápido paseo por las partes
más importantes y hasta visitar el museo del Risorgimento.
Tiempo para cenar, reencontrarnos
algunos y conocer caras nuevas y conversar. Siempre un tiempo para saber el camino
que se realiza y tiempo para preguntas. Volvió a salir entre otros el reto de
la formación. Una formación que nos ayude a crecer en nuestra vocación, la
importancia de la oración y el crecimiento en nuestra espiritualidad que nos
sostenga y fundamente en nuestra acción misionera y también el reto de abrir los
grupos para que nuevas personas se unan. La importancia de conocer bien nuestra
identidad para presentarla y ayudar a discernir nuestra vocación y sus
consecuencias.
También surge el momento de pedir
pistas para seguir avanzando y mi respuesta es siempre la misma, es fácil, leed
los acuerdos tomados en Roma. Nuestras famosas 96 conclusiones que tanto nos
tienen que decir. Tanto en el hacer como sobre todo en el Ser. Fruto de todos
estos años de trabajo y del aporte de tantos países de los tres continentes
donde estamos presentes.
A la mañana siguiente de nuevo al
tren camino a Venegono. Y desde la estación visitar, reencontrarnos y conversar
de tantas cosas importantes.
El día pasa volando y al final
podemos compartir la cena y un buen rato de conversación, esta vez algo más
informal y en pequeños grupos pero siempre interesante.
La inquietud por las nuevas
vocaciones y la llegada de personas nuevas a los grupos. La dificultad de la
brecha generacional o cómo hacer atractivo los grupos a los jóvenes cuando
somos familias con niños pequeños y ritmos muy diferentes.
Siempre hay que seguir pensando y
mantenerse vivo, creer en lo que hacemos y pedir ayuda a otros. No estamos en
un escaparate para que nos vean, estamos en la calle, con la gente, y necesitamos
nuevas manos que se unan para hacer, para cuidar, acariciar, acompañar a quien
necesita. Necesitamos nuevas cabezas que aporten ideas y soluciones a las
dificultades del día a día. Necesitamos nuevos corazones que den esperanza en
los momentos difíciles.
Tenemos una vocación maravillosa,
un don de Dios que debemos compartir con los demás. Esa es parte de nuestra
responsabilidad.
Toda Italia se prepara para su
asamblea nacional en agosto. Para un importante momento de reencuentro personal
pero sobre todo para seguir soñando juntos, para hacer realidad el sueño común
que lanzamos en Roma, para desde donde estamos ponernos al servicio, para abrir
nuestros grupos a nuevas personas que sientan esta vocación misionera y ofrecer
un lugar donde crecer, formarse, alimentarse espiritualmente, prepararse para
partir, hacer realidad el sueño misionero de Comboni allá donde nos encontremos,
con la mirada en los “más pobres y abandonados” que decía Comboni.
Gracias por hacerme estar en
familia.
Alberto de la Portilla
(Coordinador Comité Central LMC)
Mi elección se forja a través de
un viaje personal que tiene sus pasos en las diversas experiencias de
voluntariado realizadas en Tanzania y Etiopía y con el grupo de Laicos Misioneros
Combonianos, del cual hago parte.
Este viaje en el tiempo me ha
llevado a madurar la idea de hacer una elección misionera a largo plazo, por la
que en diciembre de 2013 me fui a Brasil, específicamente a Minas Gerais, y
permanecí allí hasta diciembre de 2016, ¡tres años! Tres años que literalmente
cambiaron mi vida, porque la misión te cambia, si te permites cambiar,… lo que
ves, lo que tocas, lo que sientes, lo que vives te transforma y te lleva a
descubrir a un Dios que camina a través de tu pasos, un Dios que tiene los
rostros de las personas y las historias que conoces, un Dios de extraordinaria
belleza en la defensa de la Vida y por la Vida y un compromiso de servicio y de
compartir que es tan concreto y tan fuerte que te enamoras de Él. ¡Yo me
enamoré!
Viví tres años en un barrio pobre
y con problemas de violencia, en la periferia de un mundo existencial y
estructural, pero lleno de humanidad y fuerza. Además de las diversas
actividades pastorales relacionadas con la parroquia, llevadas a cabo por los
Padres Combonianos, entré a formar parte de la pastoral penitenciaria en la
diócesis de Belo Horizonte. Nunca había entrado en una prisión, mi primera vez
fue en Brasil, donde la realidad de las prisiones es una de las peores del
mundo, cargada de violencia y delincuencia, abuso y violación de los derechos
humanos. Nuestra tarea era acompañar a los prisioneros tanto desde el punto de
vista espiritual como humano y muchas veces de denuncia, encontrando
situaciones que no respetaban la dignidad de las personas. Casi toda la
población carcelaria brasileña proviene de situaciones de vida donde el tejido
familiar y social es frágil y vulnerable. Provienen de favelas (chabolas) o
barrios extremadamente difíciles. Los detenidos y sus familias que conocí
tenían heridas profundas de violencia, carencias y pobreza. Esta pastoral me ha
enseñado muchísimo y, en particular, que nadie es irrecuperable, solo el Amor cura,
solo aquellos que son acogidos y amados pueden renacer, porque nadie escapa del
Amor, ¡estoy convencida! La misión para mí fue, ante todo, colaborar, caminar
con otros y compartir problemas y esperanzas. No es hacer grandes cosas, es
sobre todo ¡Estar ahí, estar ahí con el corazón, con la cabeza y con las manos!
Corazón para amar, cabeza para comprender y entender sin prejuicios, manos para
poder acompañar y construir juntos.
Hoy mi elección misionera me
lleva a partir por segunda vez, siempre por tres años y siempre a Brasil, en
una nueva experiencia, en una nueva ciudad, Salvador de Bahía, donde iré a
vivir en una comunidad que acoge a moradores
de rúa (personas de la calle). El año pasado, con el centro misionero de
Bolonia, fuimos a visitar esta comunidad y nació el proyecto para vivir y
compartir con ellos, poniéndome al servicio de aquellos que se ocupan de la
reintegración de la gente de la calle, quienes deciden recuperar su propia vida
y empezar de nuevo. Estoy lista para partir nuevamente, para experimentar la
alegría del encuentro y el descubrimiento, pero sobre todo la alegría de
compartir y caminar juntos.
¡Hola a todos!
Soy André, soy un niño pigmeo, la verdad es que no sé cuántos años tengo, probablemente entre 7 y 9 años. Vivo en Ndobo, un campamento en la selva de la República Centroafricana, cerca de Mongoumba. Mi casa, si puedes llamarla una casa, es similar a un iglú hecho de ramas y hojas secas, con tablones de madera que hacen de cama, no hay baño, cocina, televisión, electricidad, pero, afortunadamente, está cerca de un pozo de agua, que un misionero construyó hace mucho tiempo, por lo que puedo beber y lavarme sin caminar una hora por la selva.
De lunes a viernes con otros amigos que viven en el campamento, me levanto y voy a la escuela, caminando unos 4 km sin zapatos. Algunos días llegamos un poco tarde pero como no tenemos reloj, no sabemos a qué hora tenemos que despertarnos; Todo se vuelve más difícil en la temporada de lluvias, porque el camino se convierte en un pantano.
Cuando llegamos a la parroquia de Mongoumba, entramos en una sala que Cristina ha preparado especialmente para nosotros, todos tenemos un lugar con nuestro nombre, donde podemos lavarnos un poco, hacer alguna tarea de la escuela y después de saludar a Anna, María Augusta, Cristina y Simone nos vamos corriendo para clase. María Augusta a menudo entra en clase para ayudar a la maestra a “mantenernos a raya”, ya que somos más de 50, nos enseñan francés, aunque a nosotros nos gusta hablar nuestro idioma, el SANGO.
La escuela termina a las 12.30, luego volvemos a la sala San Daniele Comboni, nos ponemos la ropa llena de agujeros y vamos a comer a “DA TI NDOYE” (casa de la caridad/del amor), donde un día nos preparan arroz con frijoles, un día de papilla de yuca con pescado, un día de Makongo (orugas) con ngungia! Comemos todo rápido y luego esperamos que Simone y Cristina lleguen a la casita cerca de la iglesia para regresar al campamento juntos, donde jugamos a la pelota, a veces coloreamos o vemos una película, hasta que casi está oscuro, Simone y Cristina nos saludan y nos recuerdan que al día siguiente tenemos que llegar a tiempo!
Mi día se cierra en la oscuridad del campamento, sin luces y quizás con algún animal extraño que se cuela por mi casita, pero acurrucado bajo el cielo de la República Centroafricana, acolchado con estrellas que a veces parecen pequeñas perlas preciosas.
Oh, lo olvidé… ¡No existo! Estoy en el mundo… hecho de carne y hueso, puedo correr, saltar, jugar… ¡pero no soy del mundo!
¡Y como yo, hay muchos otros niños pigmeos en la República Centroafricana! No solo somos explotados, porque los recursos que se encuentran en la tierra de nuestro país se exportan a lugares que ni siquiera conocemos para producir televisiones, teléfonos, computadoras, armas, bombas … sino que estamos fuera del mundo … Estoy excluido, sin documentos, sin fecha de nacimiento, sin registro escrito… en definitiva …
… EN EL MUNDO pero NO DEL MUNDO! (Jn 17.15)
un caluroso saludo
un beso a todos
un fuerte abrazo
una pequeña oración
André con
Paul, Pierre, Marie, Albert Dimanche, Pierre, François Albert, Philippe, Guy, Marie, Terese, Marcel, Gabriel …
(Con Anna, Maria Augusta, Cristina y Simone)
Hola a todos, ¿cómo están? … sé que no he escrito durante 6 meses… pero ni siquiera he salido de Mongoumba durante estos 6 meses… ¿qué puedo decirles?… estoy bien… como dice una canción italiana Es difícil encontrar palabras serias para expresar las emociones experimentadas junto con la humanidad sufriente de la República Centroafricana… os comparto algunas imágenes de nuestros días con los niños pigmeos de Mongoumba…
… os invito a mirarlas, sin hablar… para que se hagan presentes en sus oraciones y pensamientos… en este tiempo de Adviento …
Azul como tú, como el cielo y el mar.
amarillo como la luz del sol
Rojo como las cosas que me haces intentar.
… dibujo la hierba, verde como la ESPERANZA … como fruta aún inmadura …
… y ahora algo de azul, como la noche.
… blanco como sus estrellas, con tonos amarillos.
… el aire de MONGOUMBA que solo puedes respirar …
… no tengo el color para las tormentas
con lo que me sobra dibujo una flor ahora que es … NAVIDAD, ahora que es amor …
Paul, Pierre, Marie, Albert
Dimanche, Pierre, François
Albert, Andre, Philippe, Guy
Marie, Terese, Marcel, Gabriel
Simone Anna Cristina Augusta …
… Feliz Navidad a todos !!!
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