Laicos Misioneros Combonianos

No tengan miedo

Caminar

Un comentario a Mt 10, 26-33 (XII Domingo ordinario, 21 de junio de 2020)

Caminar

Tres veces repite Jesús la expresión “no tengan miedo” ante sus discípulos misioneros que previsiblemente se van a enfrentar a grandes obstáculos y persecuciones en el curso de su testimonio misionero en el mundo.

Todos sabemos por experiencia que el miedo puede ser una experiencia paralizante que no nos deja vivir la vida con libertad y en plenitud. Sabemos también que el miedo es un mal consejero que no nos permite tomar las decisiones más adecuadas; por eso alguien ha dicho que “sólo hay que tener miedo al miedo”.  Pero también se ha dicho que el “miedo es libre”, es decir, que no es fácil de controlar. La confianza en Dios, a la que nos invita Jesús hoy, puede ser la base para lograr esa actitud libre y liberadora.

Siguiendo el discurso de Jesús, confrontado con nuestra propia experiencia, podemos decir que tenemos tres tipos fundamentales de miedo: a perder la fama, a perder la vida, a no valer lo suficiente. A esos tres miedos Jesús responde con tres afirmaciones:

  1. “Lo que escuchen al oído, proclámenlo desde las terrazas”. Yo entiendo esta frase de esta manera: no sean indebidamente vergonzosos, no escondan su fe ni sus valores, no escondan lo que consideran verdad, confíen en su corazón y exprésense con libertad, aunque haya gente que se ría, aunque algunos se les opongan, aunque parezca que hacen el ridículo. Quien es sincero y auténtico no tiene nada que temer. La vedad terminará triunfando.
  2. “No tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden quitar la vida”. Todos defendemos esta única vida que tenemos y tratamos de evitar los sufrimientos, los riesgos y las amenazas. Pero uno no puede vivir esclavizado a estos temores. Más importante que conservar la vida física es conservar la propia dignidad, el sentido de nuestro vivir, el amor a Dios y a nuestros semejantes. Si para eso nos toca sufrir o arriesgar algo, hay que hacerlo con valentía, sin echarnos atrás cobardemente; si no lo hacemos. nos perdemos a nosotros mismos como personas libres.
  3. “Ustedes valen más que todos los pájaros”. Todos nosotros somos bastante frágiles física y psicológicamente. Tenemos miedo al hambre, a la enfermedad, a la falta de un techo bajo el que cobijarnos. También tenemos miedo a la falta de estima, a que los demás nos desprecien, no nos consideren en lo que valemos… Ante ese miedo Jesús nos invita a contemplar los pájaros del cielo y a tomar conciencia de que valemos más que ellos… a no preocuparnos demasiado por nuestra seguridad o por el aprecio de los demás. Si confiamos en Dios, todo esto “se nos dará por añadidura”.

Hoy, escuchando este pasaje del discurso misionero en el capítulo diez de Mateo, podemos preguntarnos: ¿De qué tengo miedo yo? Y escuchar la voz de Jesús: “No tengas miedo, tú vales mucho a mis ojos, ánimo, se valiente y confiado”.

P. Antonio Villarino

Bogotá

Mensaje con motivo de la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús

SC

Formarse es configurarse con el Corazón de Jesús el Buen Pastor

SC

“¿Cuál es tu nombre?… Ve a tu casa y cuéntale a tu gente lo que el Señor ha hecho por ti, y como te ha tenido compasión” (Marcos 5:9ss).

“En el misterio del Corazón de Cristo, el comboniano contempla en su expresión más plena las actitudes interiores de Cristo y las asume: su entrega incondicional al Padre, la universalidad de su amor al mundo y su participación en el dolor y en la pobreza de los hombres” (RV 3.2).

“La formación debe actuar prioritariamente sobre las motivaciones interiores, debe educar a confrontar con creatividad, competencia y maleabilidad los desafíos que surgen de las nuevas situaciones” (Ratio Fundamentalis 113).

Queridos hermanos,

En comunión con toda la humanidad, este año celebramos la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús en un contexto especial marcado por la pandemia COVID-19 que sigue causando tanta tragedia y tanto dolor en todo el mundo. Con confianza en Dios, invitamos a todo el Instituto a contemplar el Corazón de Jesús abriendo nuestros corazones al misterio de su amor para que este misterio nos toque profundamente, nos libere de todas las fuerzas que nos mantienen encerrados o aislados y nos ayude a ser fieles a nuestra consagración y misión.

Como discípulos misioneros entramos en la escuela del Corazón de Jesús que en su humanidad nos revela el Corazón de Dios – el Corazón del Buen Pastor que sale, se acerca a los pobres, a los que sufren y a los marginados, invitándolos a salir de su aislamiento, de su incomunicabilidad, capacitándolos para una comunicación de calidad y un encuentro con Dios, con los demás y con la creación. Se trata de participar en el amor que siempre se comunica, siempre comunica y que, si es recibido por el amado, siempre da vida, hace crecer y educa en el sentido del latín educere que significa sacar lo mejor del ser humano.

Es importante señalar que este encuentro con Cristo pone en marcha un proceso de conversión, de formación y de transformación a lo largo de toda la vida o, mejor aún, de “Cristificación” que debe tocar el corazón. El contenido de nuestra formación inicial y permanente es la santidad y la transformación de la persona en Jesucristo a través de la doble orientación complementaria de seguimiento e imitatio Christi. Por lo tanto, convertirse en otro Cristo es para nosotros un privilegio de la misericordia y la gracia de Dios y, al mismo tiempo, una responsabilidad que nos compromete a la coherencia de vida con la pregunta apremiante e incesante: “¿Qué habrían hecho Cristo y Comboni en esta misma situación histórica mía?”.

Es Cristo con su corazón misericordioso quien toma la iniciativa y viene a nosotros preguntándonos a cada uno de nosotros “¿Cuál es tu nombre?”, como lo hizo con el hombre demonizado en el pasaje mencionado anteriormente. Conocer el nombre de alguien, según la mentalidad judía, significa entrar en las profundidades de su realidad personal. Esta pregunta muestra su interés por nosotros como personas amadas por Dios y nos ayuda, por un lado, a hacer una relectura de lo que hay dentro y alrededor de nosotros para descubrir lo que nos importa, quiénes somos realmente y, por otro lado, nos muestra el Corazón de Cristo lleno de amor, compasión, aceptación y ternura.

Como Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús, tanto en el camino de la formación de base como en el de la formación permanente, cultivar, profundizar, contextualizar nuestra espiritualidad del Corazón de Jesús sigue siendo el compromiso personal del Instituto, para que toda nuestra vida se adhiera cada vez más al “programa” contenido en nuestro nombre.

Es Cristo quien, con su corazón acogedor, muestra plena confianza en el otro, en cualquier situación en la que se encuentre, lo valora y lo devuelve a la comunidad, a su hogar, símbolo del lugar de la esperanza, la cordialidad y el calor humano. La vida está hecha de comunicación y relaciones de calidad. San Daniel Comboni habla del Instituto “como el Cenáculo de Apóstoles, un punto luminoso que envía tantos rayos que brillan, calientan y revelan juntos la naturaleza del Centro del que emanan” (cf. Escritos 2648). La esperanza es que el Corazón de Jesús sea verdaderamente el centro de comunicación entre todos los hermanos y que podamos hacer de la comunicación fraterna un instrumento para construir puentes, para unir y compartir la belleza de ser hermanos en misión en un momento marcado por los contrastes, la división y la indiferencia.

Por último, reflexionando este año sobre el tema de la ministerialidad en el Instituto, oremos para que la contemplación del Corazón de Jesús nos ayude a vivir la misión no superficialmente como un papel a desempeñar, sino como un servicio al Reino de Dios y como expresión de un proceso de kénosis y descentralización. ¡Feliz solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús para todos vosotros!

El Secretario General de la Formación y el Consejo General MCCJ

Dos jóvenes laicos misioneros en tiempos del coronavirus

Etiopia
Etiopia

Entre las novedades que nos ha traído esta tristemente famosa pandemia del Covid-19 es que no da demasiado margen a la acción caritativa ni al heroísmo en favor de los demás. En viejas épocas de peste, quien optara por ello se podía dedicar totalmente a los apestados aun a riesgo de sus vidas. Así lo hicieron personas que más tarde fueron declarados santos, como Luis Gonzaga, el rey Luis de Francia o Daniel Comboni. Pero eso ahora está prohibido. Estamos en una sociedad superorganizada que actúa por criterios de higiene científica, y lo que se nos dice es que la mejor manera de ayudar al prójimo es estarse quietecitos en casa para disminuir los riesgos de contagio. Con todo, siempre hay espacios para la generosidad, aun en tiempos del coronavirus.

Digo todo esto desde un rincón de África donde, a Dios gracias, ni ha llegado “todavía” el coronavirus y donde las medidas gubernativas de aislamiento no son tan draconianas como lo han sido en Europa. Pero igualmente estamos condicionados de muchas maneras por el virus, el cual es como una espada de Damocles que pende amenazadora sobre nuestras cabezas.

Vivo en la misión de Gilgel Beles, en Etiopía, con dos jóvenes laicos misioneros combonianos, uno español y el otro portugués, que han llegado aquí hace un año. Del coronavirus nada se sabía entonces y venían llenos de ilusión por hacer muchas cosas en favor de los demás. Se dieron sin medida en servicios como la enseñanza de todo aquello que eran capaces de enseñar, las visita a los poblados, llevar al centro de salud a los enfermos que caían en su camino…Trabajaban como a destajo para disfrutar al máximo el breve período de dos años de su permanencia.

Luego, inesperadamente, en mitad de la faena, por así decirlo, llegó el coronavirus. Muchas organizaciones llamaron a sus miembros a volver a la nación de origen. También ellos fueron llamados. Si se quedaban, era bajo su responsabilidad. Y ellos no dudaron en la elección: se quedaban “bajo su propia responsabilidad”, incluso cuando la madre de uno de ellos está pendiente de una delicada operación de cáncer e incluso cuando ellos mismos están aquejados de continuos ataques de tifus y fiebre tifoidea, que los debilitan…

Y aquí siguen. Como ya dije, no es que las medidas de confinamiento sean particularmente duras. El margen de movimiento es todavía bastante amplio,

al menos mientras no asomen por nuestra zona los primeros contagios. Sin embargo, todo el rimo de las actividades se ha resentido. Al paralizarse totalmente la vida académica y al estar prohibidas las reuniones, ya no pueden enseñar .a grupos y la biblioteca que habían abierto ya no tiene clientes.

A pesar de todas estas limitaciones, intentan resistir hasta el límite. Se han encariñado con esta gente y, aunque no puedan hacer muchas cosas “por ellos”, pueden sí estar “con ellos”. Y ellos sienten que la simple presencia en estos momentos de tribulación es un valor que de por sí ya justifica tanto el haber venido como el quedarse el mayor tiempo posible.

LMC Etiopia

P. Juan González Núñez

Desde Gumuz, Etiopía

SOMOS MISIÓN: testigos de la pastoral social en la familia comboniana

Libros
Libros

“Deseamos compartir con ustedes las siguientes observaciones. Nuestra Familia Comboniana (MCCJ-CLM-CMS-SCM) tiene una larga y valiosa tradición de compromiso en diversas actividades pastorales con una fuerte dimensión social. También tenemos una historia bien establecida de 12 años de participación en el Foro Social Mundial y en el Foro Comboniano”.

“… En el Foro Comboniano de 2018, celebrado en Salvador de Bahía (Brasil) con ocasión del Foro Social Mundial, los participantes sugirieron que todos los miembros de la Familia Comboniana que se dedican a la pastoral social pudieran reflexionar sobre sus actividades. Para mirar esta pastoral a la luz del Evangelio y de nuestro carisma específico, los participantes propusieron un análisis y evaluación de todas las actividades en las que estamos comprometidos. En el reciente encuentro de los dos Consejos Generales en abril de 2019 y de las coordinaciones Generales de las cuatro ramas de la Familia Comboniana en junio de 2019, acogimos esta propuesta y decidimos crear una comisión que pudiera elaborar una hoja de ruta y coordinar las diversas actividades para llevar a cabo la propuesta… “

La comisión designada tiene como integantes a:

P Daniele Moschetti, (danielemoschetti15@gmail.com), mccj

Hna. Hélèn Israel Soloumta Kamkol (isralvi@yahoo.fr), hmc

Marco Piccione (Venegono): (marcopiccione78@gmail.com), lmc

Sr. Maria Teresa Ratti (mtratticms@gmail.com), hmc

P Fernando Zolli (combonifi@gmail.com), mccj

Lo que se informa en este extracto de la carta con el que el superior general de los MCCJ (P. Tesfaye Tadesse) y la superiora general de las Hermanas Combonianas (Hna. Luigia Coccia) comunicaron al mismo tiempo el nacimiento de la comisión sobre la ministerialidad así como los fines de esta comisión.

A lo largo de estos meses, se han incorporado a la comisión algunas personas que han aportado una contribución indispensable en términos de experiencia y conocimientos para lograr un trabajo lo más completo y exhaustivo posible.

Las tres actividades concretas que la comisión ha emprendido para lograr sus objetivos son:

  • Trazar un mapa de todas las actividades sociales ministeriales de la Familia Comboniana.
  • Publicar el 2º volumen, que sigue al 1º a partir del título: “Sé el cambio que quieres ver en el mundo”.
  • Organizar la participación en el Foro Social Mundial (FSM) 2020.

En la primera actividad muchos de ustedes ya han participado y aprovechamos esta oportunidad para agradecerles su valiosa contribución. A partir de la recopilación de todos los aportes recibidos por la comisión, se elaborará una base de datos gracias a la cual será posible tener una fotografía de todas las actividades sociales y de JPIC en las que la familia comboniana está comprometida en el mundo.

Pero este post quiere, sobre todo, compartir la buena noticia de que se ha realizado y que ya está disponible el 2º volumen del libro sobre la pastoral social de la familia comboniana titulado “SOMOS MISIÓN: testigos de la pastoral social en la familia comboniana”, que presenta con informaciones más detalladas, algunos proyectos en los que estamos comprometidos padres, hermanos, hermanas, seculares o laicos y que se han considerado particularmente significativos para ilustrar los métodos y el estilo de vivir el aspecto del carisma comboniano que prevé un compromiso social concreto. Junto a la presentación de estos proyectos, hay algunas reflexiones de testigos que seguramente podrán ayudar a la reflexión y al discernimiento sobre estos temas tan importantes y, diría, característicos de nuestro ser comboniano.

El libro está disponible en cuatro idiomas (italiano, inglés, francés y español). Se distribuirá en las casas combonianas, pero algunos ejemplares se reservarán para los laicos.

Lamentablemente, la última actividad prevista por la comisión, es decir, la participación en el FSM, prevista inicialmente para el año 2020, está actualmente pendiente. De hecho, debido a la difícil situación sanitaria que afecta a todo el mundo, el foro ha sido aplazado hasta 2021.

En cambio, el foro de la familia comboniana, programado normalmente inmediatamente después del FSM, se decidió hacerlo en otro período. Por el momento, se ha fijado del 12 al 16 de diciembre de 2020.

 Esperando que el libro nos ayude como herramienta en nuestra misión cotidiana y en sentirnos aún más familia unida por el don recibido del carisma comboniano, os saludamos y os enviamos nuestros mejores deseos y oraciones para que, aún en este momento difícil, salgamos más fortalecidos en la fe y en la certeza de estar acompañados por un Dios que camina con nosotros.

Marco Piccione, LMC

El banquete de la vida

EUCARISTIA

Comentario a Jn 6, 51-59 (Solemnidad del Corpus Christi, 15 de junio del 2020)

EUCARISTIA

Celebramos la solemnidad del Corpus Christi o “Cuerpo del Señor”. En ella leemos una partecita del capítulo sexto de Juan, que nos transmite una verdad que es a la vez muy sencilla y muy profunda: Vivir en comunión con Jesucristo es el camino de la vida plena en todos sus sentidos (la “vida eterna”).

No es Moisés, no es el pan del desierto, no es el dinero, no son las filosofías brillantes las que nos iluminan de una manera clara y segura. Es la comunión vital con Jesucristo la que nos alimenta, nos ayuda a caminar en medio de las dificultades y transforma nuestra vida en una especie de banquete, de fiesta, de vida gozosa, gracias a la Palabra luminosa y al Amor verdadero de Dios hecho carne en Jesús de Nazaret.

Esa verdad no la podían aceptar los fariseos, porque les escandalizaba la humanidad de Jesús de Nazaret, tan concreta, tan frágil, tan poca cosa, pero, al mismo tiempo, tan reveladora de la cercanía del Padre. Los discípulos, por el contrario, acogen esta verdad, hacen experiencia de ella y dan testimonio de lo que han vivido, como lo hace Juan. Juan pone en boca de Jesús siete frases que parecen similares, pero que avanzan como las olas del mar; se repiten, pero avanzan completando la riqueza del significado global.  Les invito a releerlas con calma, tratando de identificar cada frase, su similitud y su diferencia.

A mi juicio, son siete maneras distintas de decir el mismo concepto: “comer” (que, como sabemos, quiere decir “creer en”, “entrar en comunión con”) la “carne” (humanidad) de Jesús es “tener vida”; es participar en el banquete sagrado que el Padre tiene preparado para que sus hijos gocen de la vida, como le pasó al hijo pródigo, para quien el Padre organiza una fiesta, a pesar de su gran error.

En todas las culturas, comer juntos, participar en un banquete, es la manera de celebrar la alegría de la vida, la alegría de pertenecer a una familia o a un determinado grupo social. De la misma manera, en la Biblia se habla muchas veces de Dios como el padre de familia que invita a todos sus hijos a un banquete.

A diferencia de Caín, Jesús es el nuevo Abel que reinstaura la comunión con la naturaleza, la humanidad y el Padre. Su palabra, su vida, su persona y la comunidad de discípulos son la expresión viva y garantía de esta nueva armonía y comunión. Su humanidad (su carne) entregada por amor (sangre derramada) es la mediación que Dios nos da para renovar esta comunión, que hace de la vida un banquete, una fiesta, una verdadera vida en plenitud.

El pan compartido es sacramento (signo eficaz) de esta comunión. Comer este pan (sacramento de la carne de Jesús) y beber el vino (sacramento de su sangre derramada) es aceptar plenamente el banquete del amor al que Dios nos invita, es entrar en sintonía con el Reino del Padre hecho presente en Jesucristo, es hacer de la vida una fiesta de fraternidad y servicio mutuo.

Pero ¡atención! Comer el pan-cuerpo de Jesús no puede ser un rito vacío de vida. Comer el pan-cuerpo de Jesús no es un rito más, no es una formalidad más. Si es eso, pierde todo su sentido. Comer el pan-cuerpo de Jesús en verdad es identificarse con Él, pensar como Él, sentir como Él, actuar como Él, amar como Él, como decía San Pablo: “No soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí”.

P. Antonio Villarino

Bogotá