Un comentario a Mt 21, 28-32 (XXVI Domingo ordinario, 27 de septiembre de 2020)
La lectura del evangelio de Mateo que hacemos hoy sitúa a Jesús en Jerusalén, en claro conflicto con fariseos, escribas y sacerdotes del Templo, es decir, con los representantes de la religiosidad oficial de su tiempo.
Aquellas personas se preocupaban mucho por las apariencias externas, por la exactitud de los ritos y por las palabras que hoy llamaríamos “políticamente correctas”, pero Jesús les recuerda que lo que importan no son tanto las buenas intenciones y las palabras “correctas”, cuanto las acciones.
La sabiduría popular castellana tiene dos dichos que nos pueden ayudar a entender esta parábola de Jesús sobre el hijo que dice que sí, pero no hace lo que le mandan y el hijo que dice que no, pero hace lo que le mandan.
El primer dicho afirma que “las paredes del infierno están construidas con buenas intenciones”. San Daniel Comboni, primer obispo de África central, decía que temía a las “personas buenas”, que se conforman con buenas palabras, buenos sentimientos y deseos, pero no mueven un dedo para mejorar la situación de los pobres, no hacen nada para ayudar a un enfermo, nunca defienden a un maltratado…
Ciertamente esta enseñanza no nos invita a despreciar las buenas palabras y los buenos deseos, ya que “de lo que hay en el corazón” surgen las buenas o malas acciones. Pero Jesús nos avisa que no basta con eso: las buenas palabras y los buenos deseos, por sí solos, se quedan estériles como el árbol que tiene muchas hojas, pero ningún fruto
El otro dicho popular al que me refiero -“Obras son amores y no buenas razones”- se parece a lo que Jesús dijo en otra ocasión:
“No todo el que dice: Señor, Señor, entra en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mt 7, 21). Y la voluntad del Padre es que todos sus hijos tengan vida en abundancia. Por tanto, si quiero ser hijo verdadero del Padre Dios estoy llamado a realizar acciones de vida, de amor, de justicia.
Hoy es un buen día para preguntarme por mis omisiones: ¿Debería hacer algo más por mi familia, por mis amigos, por mi comunidad, por los pobres? No lo olvidemos: “Obras son amores y no buenas razones”
La Casa Familiar Rural (CFR) de Açailândia, en el estado de Maranhão, se constituyó como asociación en 2001 después de que un pequeño grupo de militantes sociales se reuniera y empezara a debatir las formas de mejorar la cuestión de la educación rural para la realidad local.
Desde el inicio, las entidades que comenzaron la propuesta de la casa familiar entraron en el debate de este proyecto político y social, como el MST, que se acababa de instalar en la ciudad, el instituto de los Misioneros Combonianos, el Centro de Defensa de la Vida y los Derechos Humanos y el Sindicato de Trabajadores y Trabajadores Rurales de la ciudad.
La experiencia de este tipo de escuelas ya es antigua en el mundo y en el estado de Maranhão están presentes en varias ciudades diferentes. En otras partes del mundo este tipo de escuela se conocen como “Escuela Familiar Agrícola”.
Desde los primeros debates, las organizaciones interesadas celebraron varias reuniones, incluso en ciudades de las afueras, como nos recuerda Xoan Carlos (LMC). “Celebramos una serie de reuniones en las comunidades. Hubo otras 60 reuniones en los municipios de Açailândia, São Francisco do Brejão, Itinga, Bom Jesus das Selvas. Y finalmente se formó la asociación”.
Nos continúa contando: “De allí obtuvimos un pedazo de tierra, cedido por la Iglesia Católica. Pero no podíamos permitirnos construir el edificio o pagar a los empleados. Así que fueron unos cuantos años más de lucha y articulación en la búsqueda de proyectos, y donde obtuvimos algo de apoyo internacional”.
Posteriormente, en 2003, las organizaciones involucradas en la idea lograron iniciar lo que soñaban para la ciudad y sus alrededores, en vista del gran número de asentamientos y comunidades rurales que tenían en las cercanías de la ciudad, ahora con 110.000 habitantes. Era un sueño para el futuro lejano.
Los pioneros de la idea lograron, con mucha lucha, convenios con el ayuntamiento, como afirma Xoan Carlos. “En 2005 comenzamos las primeras actividades de la CFR. Comenzamos con un curso de escuela primaria, habíamos logrado estructurar varias unidades productivas en agricultura, apicultura, ganadería, porcino… El gobernador Jackson Lago tenía la intención de hacer un curso de bachillerato integrado a la educación profesional, y comenzó un nuevo momento para la CFR”, concluye.
Con estas articulaciones, en 2006 se inició el curso de secundaria, que se adaptó mejor a las necesidades de los jóvenes en el campo. Principalmente porque, cuando en 2001, muchas comunidades sólo tenían jóvenes con el cuarto grado como máximo. Esta era entonces la necesidad: una escuela con características diferentes a las convencionales, para el campo.
Jarbe Firmino fue alumno de la primera promoción de la Casa de la Familia Rural de Açailândia, y más tarde ingresó en la Universidad Federal de Maranhão (UFMA). Se graduó en Educación de Campo y regresó a la CFR, ahora como monitor/profesor, y luego tomó un puesto en la institución como coordinador general.
Él cuenta su experiencia criticando la posición del poder público: “Esta experiencia, a la que me refiero, de coordinador, así como en otros momentos, fue de gran dificultad en cuanto al apoyo del poder público. Se trataba de períodos en los que los contratos no eran cumplidos por el Estado, lo que debilitaba el movimiento del que forma parte la CFR”, concluye.
Después de toda esta lucha, vino el reconocimiento y las conquistas. La principal fue la formación de jóvenes como técnicos agrícolas para trabajar en los asentamientos con sus familias y en algunos organismos estatales. El Consejo Regional de Ingeniería y Agronomía, el CREA, los reconoció para que pudieran trabajar de manera oficial prestando asistencia técnica en los proyectos.
Sin embargo, el deseo de la coordinación y del grupo que organiza la asociación y el CFR es que los estudiantes, formados, trabajen con sus familias desarrollando lo que han aprendido, en granjas familiares, como la mayoría de los asentamientos de la reforma agraria.
El CFR es administrado por una asociación, y actualmente el presidente es Xoan Carlos. La coordinación es elegida por la asociación y tiene diez profesores que son contratados por la Secretaría de Estado de Educación de Maranhão.
Historia de las casas familiares rurales
Las Casas Familiares Rurales se originaron en Francia en 1935, en una situación de fuerte éxodo rural, cuando un grupo de familias, con el apoyo de la Iglesia Católica, se reunió para replantearse esta situación. La llamaron “Casa” para diferenciarla de la escuela convencional y porque comenzó en el hogar de una familia; “Familiar” porque era una organización de las familias y no del gobierno; y “Rural” porque el objeto de la experiencia estaba en el medio rural en su conjunto: técnico, humano, cultural, etc.
Hoy en día, en Francia, hay 450 CFRs. Desde el decenio de 1960, la experiencia se ha extendido a España e Italia bajo el nombre de “Escuela Familiar Agrícola”. Hay alrededor de 1.000 CFR en los cinco continentes, en treinta países.
En Brasil, las CFRs comenzaron a aparecer a finales de los años 60, actualmente existen cerca de 150 centros educativos rurales que funcionan con la “Pedagogía de la Alternancia”. En Maranhão hay aproximadamente 27 escuelas con estos principios formativos. La pedagogía de la alternancia desarrollada dentro de los métodos de Paulo Freire, en una construcción de formación técnica, se une a la formación para la vida, en el caso de Açailândia, ampliada con el compromiso en las luchas por un modelo diferenciado de agricultura.
Un comentario a Mt 20, 1-16 (25 Domingo ordinario, 20 de septiembre de 2020)
Seguimos avanzando en la lectura de Mateo, que nos acerca cada vez más a la figura de Jesús, a sus enseñanzas y valores. Hoy leemos la primera parte del capítulo 20, que nos transmite la parábola de los trabajadores que llegan a distintas horas a trabajar en la viña, recibiendo todos la misma paga.
De esta lectura yo saco tres lecciones principales:
1.- “Vayan ustedes también a mi viña”
En la viña del Señor, que es el amplio mundo, hay trabajo para todos y a todas las horas del día. Al leer este texto me acordé de una famosa frase del escritor peruano, César Vallejo: “Hay, hermanos, tanto por hacer”. Realmente, en nuestro mundo hay mucha tarea pendiente: tanta hambre que alimentar, tantos niños que educar y ayudar a crecer sanos en el cuerpo y en el espíritu, tantos jóvenes que orientar hacia los grandes ideales, tantas familias que construir en un amor gratuito y sólido, tanta justicia que instaurar en el trabajo y en la vida pública, tanta comunión que favorecer en la Iglesia, tanta palabra de luz que compartir… ¿En qué parte de la viña trabajas tú? Mira a tu alrededor y verás que el Señor te llama a comprometerte un poco más, a dar un poco más de tu tiempo, a amar con más generosidad.
2.- “Los últimos serán primeros”
En el trabajo por el Reino no cuenta la herencia recibida sino el tiempo aprovechado cuando uno es llamado. No vale decir: en la juventud yo era muy generoso, mi familia ha sido siempre católica, como si eso te diese algún privilegio; no vale decir: en mi pueblo siempre hemos celebrado las fiestas religiosas, como si un pasado fiel pudiese justificar un presente infiel… En el trabajo por el Reino no hay privilegios adquiridos y todos son bienvenidos, sea cual sea su historia precedente. Cada generación, cada tiempo tiene su propia misión que cumplir, sus desafíos que afrontar, sus valores que proteger. No podemos “dormirnos en los laureles”, como si lo hecho ayer fuera lo mejor, ni desesperar de que mañana pueda ser mejor. Siempre hay una nueva oportunidad para empezar a hacer el bien y a mejorar nuestra vida.
3.- Trabajar por el Reino es un gozo gratuito
El trabajo por el Reino es en sí mismo la paga que se nos debe. Amar a Dios, servir al prójimo, trabajar por la felicidad de la familia, colaborar en una parroquia, ayudar a unos niños necesitados… todo eso no requiere paga, eso se paga en sí mismo, porque eso nos hace ser verdaderos hijos de Dios, que ama generosa y gratuitamente, sin exigir nada a cambio.
Aprovechemos la celebración del domingo para preguntarle al Señor: ¿A qué parte de tu viña me llamas?
Y peguntémonos a nosotros mismos: ¿Hago algo gratuitamente, por amor puro y simple o estoy buscando siempre una compensación, un reconocimiento, una paga?
“La creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios” (Rom. 8,19)
Queridos hermanos y hermanas os saludamos cordialmente en el nombre de Jesús, nuestro Señor.
Como bien recordarán, hace unos dos años se publicó el primer volumen, titulado: “Sé el cambio que quieres ver en el mundo“, donde se recogieron las ideas que nos animan y guían de manera particular dentro de los caminos inherentes a la JPIC. Estos caminos, a su vez, también fueron posibles gracias a los encuentros de los Foros Sociales Mundiales (FSM) y los Foros organizados como Familia Comboniana. En los 150 años de Historia y Vida, nuestros Institutos se han enriquecido con una gran experiencia ministerial gracias sobre todo a la dedicación de muchos misioneros y misioneras que han interpretado la especificidad de nuestro Carisma con creatividad y pasión apostólica.
Este segundo volumen titulado: “Somos misión: testigos de ministerialidad social en la familia comboniana“, presenta una gama significativa de experiencias ministeriales concretas. Nuestro deseo es que al compartir estas vivencias, elegidas entre muchas otras, nos ayude en primer lugar a valorar lo que ya hacemos, gracias al Don del Espíritu Santo y a nuestras respuestas personales y comunitarias. Además, esta pluralidad de empeños compartidos nos ayuda a apreciar las diferentes acciones ministeriales combonianas que se complementan y enriquecen mutuamente, revelando la riqueza del Carisma en un dinamismo creciente.
Pedimos a nuestros Superiores Provinciales que distribuyan copias impresas de este segundo volumen a todas las comunidades, así como la copia digital en cuatro idiomas, para que todos y cada uno puedan disfrutar del trabajo realizado conjuntamente y en colaboración con más de 40 hermanos y hermanas combonianos.
Queremos agradecer a los miembros de la Comisión de la Ministerialidad Social de la Familia Comboniana que han trabajado con pasión y competencia en el cuidado de este segundo volumen y en el mapeo de nuestra presencia comboniana de ministerios sociales en todo el mundo. En diciembre de 2020, si el Covid-19 lo permite, se celebrará en Roma el Foro sobre la Ministerialidad Social.
Estas iniciativas y actividades forman parte de un gran viaje en sinergia y colaboración entre los miembros de la Comisión y muchos hermanos y hermanas, que seguramente aportarán entusiasmo y apertura a la novedad a la que nos guía el Señor. Todo esto requiere, sin embargo, por parte de toda la Familia Comboniana una gran apertura de corazón, de mente, de creatividad y de compromiso que confiamos a la intercesión de nuestro gran fundador, San Daniele Comboni.
¡María, Mujer del Evangelio, enséñanos a proclamar a tu Hijo Jesús en nuestro compromiso ministerial!
Un comentario a Mt 18, 21-35 (XXIV Domingo ordinario, 13 de septiembre del 2020)
El capítulo 18 de Mateo está dedicado a la vida comunitaria; en ese capítulo Mateo juntó cuatro orientaciones básicas para la convivencia de los discípulos. Recordemos brevemente estas cuatro orientaciones:
-En la comunidad de los discípulos de Jesús el más importante es el que sabe ser como un niño, es decir, el que sabe ser sencillo y humilde, sin protagonismos exagerados ni pretensiones de “prima donna”.
-En la comunidad de los discípulos se da importancia a todos y no se desprecia a nadie; aunque uno solo se pierda, la comunidad hace todo lo posible por recuperarlo.
-En la comunidad de Jesús existe la corrección fraterna, es decir, la ayuda mutua para mejorar. En la comunidad no hay indiferencia, sino cuidado mutuo.
-En la comunidad de Jesús, por fin, existe el perdón sin límites hasta (setenta veces siete).
Sin perdón no hay amor
A este respecto, me gustaría recordar el testimonio de una mujer africana (de Kenya) que, junto con su marido, pertenecía a un movimiento de espiritualidad familiar.
Un día hablando de estas cosas me dijo:
-A mí me parece que las personas que viven solas no pueden hablar del amor.
-¿Por qué? -le dije- todas las personas podemos hablar de algo tan humano como el amor.
-Pero –me completó su pensamiento- quien no vive con otras personas no tiene ocasión de perdonar y ser perdonado, y quien no experimenta el perdón no sabe lo que es el amor.
Me dejó bastante sorprendido la opinión de aquella sensata mujer y me parece que tiene bastante razón. Ciertamente, uno tiene que amar a todo el mundo y uno puede amar, un tanto romántica o idealmente, a personas que están lejos, pero el amor verdadero es el que se experimenta en la convivencia y el roce cotidiano, en la acogida del otro tal como es, con sus dones y sus límites, con su semejanza a mí, pero también con su diferencia… Y en ese amor concreto, de cada día, dada la fragilidad humana, es prácticamente imposible no ofenderse alguna vez. La experiencia nos dice que es muy difícil, por no decir imposible, un amor “químicamente puro”, sin fallas ni errores. Por eso el amor exige paciencia y capacidad de perdonarse mutuamente. Por eso Dios, que es amor, es también perdón.
En la medida en que nos acercamos al amor verdadero, que es Dios mismo, en esa medida vamos aprendiendo a perdonar, de tal manera que, perdón a perdón, el amor se va fortaleciendo y se va haciendo más grande hasta parecerse al de Dios que perdona “setenta veces siete”, es decir, siempre.
Por otra parte, el texto de hoy nos habla de la comunidad como lugar del perdón, de la intercesión y de la de la presencia divina: “Donde dos o más están reunidos en mi nombre, allí estoy yo”.
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