Laicos Misioneros Combonianos

Parroquia misionera y ministerial

P Fernando MCCJ

“La Iglesia peregrinante es misionera por naturaleza” (AG 2; Cf. Mt 28, 16-20; Mc 16, 15-20), pero también es ministerial por naturaleza (cf. Rom 12, 4-8). Ministerialidad y misión están profundamente unidas ya que la misión se concretiza y realiza a través de la diversidad de ministerios. Un ministerio es un servicio para el bien común o el desarrollo de la misión de la Iglesia. Por tanto, podemos decir que la Iglesia es misionera porque ella es substancialmente ministerial, servidora. En el contexto del año de la ministerialidad que estamos viviendo en el Instituto, ponemos particular interés, en este artículo, en el aspecto ministerial y carismático de la misión evangelizadora de la Iglesia, en la parroquia.

P Fernando MCCJ

A la luz del Concilio Vaticano II entendemos que todo bautizado está llamado a ser evangelizador porque participa de las tres funciones ministeriales de Cristo: Sacerdote, Profeta y Rey y comparte su misión (cf. LG 30-38). Los ministerios, en primer lugar, se pueden clasificar en dos grandes grupos: Ministerios Laicales y Ministerios del Orden Sacerdotal. Cuando se parte de una idea jerárquica de la Iglesia y de una visión clerical de la pastoral los ministerios laicales se sofocan o se reducen a servicios de apoyo al sacerdote, a su misión. Como consecuencia los agentes de pastoral se convierten en simples colaboradores, ayudantes, “monaguillos del sacerdote” (altar boys), o como hubo en muchas misiones el “mision boy”, aunque fueran adultos. Hay, también, algunos sacerdotes que dedican gran parte de su tiempo a labores propias de los hermanos o de otros ministerios laicales, dejando poco tiempo para los ministerios propios de su sacerdocio.

Otra práctica común, es la de dividir la parroquia en zonas pastorales adjudicadas a cada uno de los sacerdotes. Cada uno organiza y administra su zona, su pastoral, su equipo, sus proyectos, su gente, su misión, su dinero. Se vuelve un área de su propiedad donde los otros misioneros no pueden intervenir y, en ocasiones, ni siquiera pueden opinar. Cada uno debe respetar el territorio del otro. El XVIII Capítulo General y la Alegría del Evangelio del Papa Francisco nos exhortan a entrar en un proceso de conversión para pasar de modelos clericales y jerárquicos de la misión y la pastoral a modelos basados en los ministerios suscitados por el Espíritu Santo, a vivir el espíritu del Concilio Vaticano II. Por el bautismo todos somos iguales: discípulos de Jesús pero con diversas vocaciones y dones (cf. LG 30). Utilizando la expresión creada por los obispos latinoamericanos en Aparecida y utilizada por el Papa Francisco, afirmamos que todos somos discípulos misioneros de Jesucristo (cf. AE 119-121.130-131, Aparecida 184-224).

Es importante señalar que el bautizado es, en primer lugar, un discípulo de Jesucristo y el encuentro con Jesús lo transforma en misionero. Este Jesús que lo ha fascinado lo envía a evangelizar: “Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio” (AE 20). Cada discípulo misionero debería apropiarse de la pasión de Pablo por la misión y exclamar: “¡Ay de mi si no predico el Evangelio!” (1 Cor 9, 16). Evangelizar no es sólo un deber, es sobre todo un derecho de cada discípulo misionero de Jesucristo.

En nuestros tiempos es fundamental crecer en la pluralidad y diversidad ministerial. Los ministerios ordenados y laicales son dones del Espíritu Santo, dados con el fin de complementarse hacia un fin común: “Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de actividades, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo. Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para el bien común” (1 Cor 12, 4-7). La misión actual requiere modelos pastorales ministeriales. Una parroquia misionera ministerial es dinámica porque a través de la escucha del Espíritu Santo y la lectura de los signos de los tiempos descubre, concibe, crea y desarrolla nuevos ministerios y estrategias pastorales.

A continuación propongo dos esquemas pastorales basados en los ministerios que ya se están dando en diversas partes del mundo.

Los ministerios ordenados no los menciono aquí porque son adherentes a la vocación sacerdotal, el énfasis está en los ministerios laicales.

  • En algunas Comunidades Eclesiales de Base: 1. En relación a la Palabra de Dios: Animador bíblico para coordinar la reflexión bíblica en las pequeñas comunidades. 2. En relación a la formación de la comunidad: Catequistas para la preparación a los sacramentos y su seguimiento después del sacramento. 3. En relación a las celebraciones litúrgicas: Ministros de la acogida, cantores, lectores, acólitos, ministros extraordinarios de la Eucaristía. 4. En relación a la solidaridad social: Formadores de conciencia política y en derechos humanos, ministerio de caridad y solidaridad con los necesitados, ministerio para la organización y movilización comunitaria.
  • Organización por pastorales. Algunas parroquias integran la diversidad de ministerios en tres pastorales: Profética, Litúrgica, Social. 1. Pastoral profética: Catequistas para la formación básica para los sacramentos, maestros para dar una formación continua a todas las personas que ejercen un ministerio, coordinadores para acompañar a los diversos grupos parroquiales, escuela de pastoral y una publicación periódica para la formación de todos los líderes y de la comunidad parroquial. 2. Pastoral litúrgica: Ministros de acogida, coros, cantores, proclamadores de la Palabra, acólitos, ministros extraordinarios de la Eucaristía, coordinadores de los grupos de liturgia, actores para la representación del evangelio en las misas de niños. 3. Pastoral social: Ministros de la solidaridad y caridad, visitadores de los enfermos, formadores de la conciencia social, sobre los derechos humanos y la doctrina social de la Iglesia, hospitalidad.

Para que una parroquia ministerialmente organizada funcione bien es fundamental contar con un consejo parroquial que incluya líderes tanto de los ministerios ordenados como de los laicales para que en comunión acompañen el proceso evangelizador, disciernan los signos de los tiempos para comprender cuales deben ser las opciones pastorales propias para el contexto y tiempos actuales y los ministerios necesarios para llevar adelante la labor misionera. Además, es importante contar con una espiritualidad que ayude a todos los evangelizadores a conocer y amar más su vocación de discípulos misioneros de Jesucristo.

P. Fernando Mal GatKuoth

El amor exige a veces endurecer el rostro

Cruz

Un comentario a Mt 16, 21-28 (XXII Domingo ordinario, 30 de agosto del 2020)

Cruz

Continuamos leyendo el evangelio de Mateo en su capítulo 16. Después de la confesión de Pedro en Cesarea de Filipo, que leímos el domingo pasado, leemos hoy lo que podríamos considerar la “confesión de Jesús”, es decir, una declaración de su decisión de ir a Jerusalén, donde le esperaba un enfrentamiento a vida o muerte con el sistema de poder que reinaba en su propio país.

Endurecer el rostro

Lucas, en el texto paralelo (9,51), dice que Jesús “endureció su rostro”. Es una manera plástica de decir que “ir hacia Jerusalén no fue para Jesús una elección cualquiera, sino la elección de su vida terrena, la decisión que calificó toda su misión y su obra y de la que todo dependería. Análogamente deberá estar en la vida del discípulo: El amor… nunca es solo un movimiento afectivo, sino que es también un empuje de toma de decisiones. Es la decisión que yo tomo a favor de Dios, en la fidelidad a Él y en el servicio al hombre” (M Grilli).

A Pedro, que Jesús mismo había elogiado en la lectura del domingo pasado, le costaba aceptar esto; él parecía creer en un Jesús “blando”, que hacía propuestas bonitas y fascinantes, pero que no caería en la “tontería” de dar la vida por ellas. Jesús, sin embargo, no juega a decir cosas bonitas o a proclamar verdades sin consecuencias. Jesús no se deja desviar de su propósito por las buenas y cobardes intenciones de Pedro, sino que se muestra dispuesto a ser coherente hasta el final.

¿Qué significa seguir a Jesús en su camino hacia la cruz y la resurrección?

1.- Contemplar la meta definitiva de la vida

Lucas dice que ha llegado para Jesús el tiempo de “ser elevado al cielo”, en una expresión que recuerda al profeta Elías (2 Re 2, 35). A Jesús le llegó el tiempo de “ser elevado al cielo” y de cumplir la misión para la que vino a la tierra.

 “La vida se nos da gratis y la merecemos dándola”, dijo un sabio hindú. La meta de la vida es su consignación, su consumación en esperanza de que el grano de trigo que cae en tierra da fruto.

¿Cuál es la meta de mi vida? ¿Sobrevivir? ¿Ser grande a los ojos de la humanidad? ¿Amar hasta dar la propia vida por amor?

2.- Vivir como peregrinos

El camino de la vida es una “subida”. El Papa actual puso de moda la expresión “Una Iglesia en salida”. En realidad, todos nosotros somos peregrinos, llamados constantemente a salir de nuestra tierra, como Abraham: “El Señor dijo a Abrán: Sal de tu tierra, de entre tus parientes y de la casa de tu padre, y vete a la tierra que to te indicaré” (Gn 12, 1).

Para “subir”, para alcanzar la meta, lo primero es saber “salir” de nuestra comodidad, de nuestro estado actual, incluso de nuestro grado de santidad actual. Como a Abraham, como a Jesús, el Señor nos pide que nos pongamos en camino, que miremos a la meta de nuestra madurez, de nuestro encuentro con el Padre. El famoso filósofo polaco Bauman habla de tres tipos de caminantes:

                -turistas: se mueven atraídos por la belleza del mundo, sin atarse a nada.

                -vagabundos: se mueven porque ya nadie los aguantan donde están.

                -peregrinos hacia un santuario, hacia una meta.

¿Qué tipo de caminante soy yo? ¿Camino hacia una meta o voy escapando de las situaciones, porque no aguanto más o porque no me aguantan?

La vida humana es un caminar hacia la madurez del amor, hacia la propia entrega; en eso consiste la madurez humana, lo que implica cargar con la propia cruz, asumir la responsabilidad de nuestro amor, incluso hasta la donación total, como hizo Jesús.

La vida se vive dándola, gastándola, exponiéndola desde el amor y para el amor. Vivir consiste precisamente en eso, en gastar la vida en aras del amor. Si uno quiere agarrarse al don precioso de la vida, sin ponerla al servicio, se parece a aquel que recibió un denario y, en vez de negociar con él, lo guardó bajo tierra; terminará perdiendo lo poco que ha recibido.

No es que Jesús quiera morir, lo que quiere es vivir plenamente conforme a la voluntad de su Padre. Pero ese vivir plenamente no se logra si uno no se arriesga, si uno no se expone, si uno no es coherente y fuerte.

P. Antonio Villarino

Bogotá

Misión en Etiopía

CLM Ethiopia

Descubrir la misión y cuidarla es también mirar pequeños rostros e imágenes que capturan la inmensa alegría de ser misión, en este caso, entre los GUMUZ. Los Gumuz (habitantes de la región de Benishangul-Gumuz) son el pueblo que Dios ha destinado a nuestros amigos LMC en Etiopía como lugar de misión y de compartir. Fueron allí para encontrar el amor y hoy, en este vídeo, vemos un poco (sólo un poco…) de lo que es el trabajo misionero. El resto de lo que se puede compartir (y que es mucho) queda para una buena conversación y escuchar el testimonio de estos misioneros.

LMC Etiopia

¿Quién es Jesús para mí?

Comentario a Mt 16, 13-20 (XXI Domingo Ordinario)
Este texto de Mateo que leemos hoy, comienza con una declaración de Pedro que hace de portavoz de los discípulos de todos los tiempos, también nosotros.
Una pregunta
Al leerlo, también nosotros nos planteamos una primera pregunta pregunta que probablemente nos hemos hecho muchas veces y que ahora hemos de hacer de nuevo es: ¿QUIEN ERES, TÚ, JESÚS, PARA MÍ? ¿QUE SIGNIFICA PARA MI LA INVITACION A ACEPTAR TU REINO?
Cada uno de nosotros tiene que responder a esta pregunta en sinceridad desde las siguientes coordenadas:
– la propia experiencia personal; el momento de gracia y de pecado que está viviendo;
– la presencia inesperada del Espíritu que sopla donde y cuando quiere;
– la lectura del memorial de Jesús, la confrontación con los escritos que hablan de El;
– su comprensión en la comunidad de los discípulos.

La respuesta de Pedro
En segundo lugar, nos podemos preguntar: ¿Qué se encuentra de especial en Jesús?
El nuevo Testamento nos presenta la historia de muchas personas que estuvieron en contacto con Jesús y han descubierto en Él algo especial, que les renovaba y les hacía disponibles para lo que Él mandara. Una de esas personas es Pedro.
Además de este texto que hemos leído sobre su declaración de Cesarea de Felipo, el libro de los Hechos (capítulo 10) nos trae otra extraordinaria declaración de Pedro, cuando visita al Centurión que quiere bautizarse. Sobre Jesús de Nazaret, Pedro dice, en resumen:
-le ungió Dios con Espíritu y con poder;pasó haciendo el bien; Dios estaba con él.

¿Quién es Jesús para mí?
La respuesta de Pedro es muy importante, pero no vale para mí a menos que la haga mía y la exprese en mis propias palabras. En ese sentido yo les comparto muy brevemente algunos matices de mi respuesta persona.
Jesús es el amor de Dios hecho carne, es decir, hecho palabra y gesto concreto. Jesús se me muestra como revelación de Dios en cuanto:

  • contemplación amable y sonriente de los lirios del campo y los pájaros del aire; aceptación gozosa de la naturaleza como casa del ser humano;
  • mirada de complacencia y abrazo cariñoso a los niños, representantes por excelencia del ser humano sin aditamentos;
  • mirada en los ojos y reto al joven rico para que no se conforme con la mediocridad;
  • perdón para la adúltera y el paralítico, posibilitando un nuevo comienzo;
  • mesa compartida para el rico marginado Zaqueo, de modo que la fraternidad se hace camino de alegría más que la riqueza y la soberbia;
  • cercanía de amistad para María, Marta y Lázaro;
  • pescado y pan para los hambrientos, para quienes se sienten perdidos y abandonados en la vida;
  • curación para los diez leprosos y frágiles;
  • rebeldía frente a la falsificación del templo;
  • resurrección para el hijo de la viuda;
  • verdad ante Pilato y Nicodemo;
  • iluminación para la confusa samaritana;
  • amistad a prueba de traiciones para Pedro;
  • hijo ante el Padre, incluso en los momentos más dolorosos.
    ¿Te animas a dar tu propia respuesta?
    P. Antonio Villarino
    Bogotá