Laicos Misioneros Combonianos

Pasar a la otra orilla

Atardecer

Comentario a Mc 4, 35-41 (Duodécimo domingo del T.O., 20 de junio 2021)

Atardecer

Superar  fronteras

El domingo pasado veíamos a Jesús junto al lago de Galilea conversando con una multitud de personas hambrientas de verdad sobre las cosas del Reino de Dios en un lenguaje cercano e inspirador. Hoy vemos como, terminada su conversación, al atardecer de aquel mismo día, invita a sus discípulos a atravesar el lago e ir “a la otra orilla”. Para mí esta expresión tiene un valor que va mucho más allá del primer significado literal. Sabemos que “en la otra orilla”, habitaban personas de otra cultura y otras prácticas religiosas, con las que Jesús quiere rencontrarse y compartir su cercanía. De hecho, varias veces, en los evangelios Jesús empuja a los discípulos a no permanecer estáticos, a caminar hacia otras aldeas y ciudades, a salir al encuentro de samaritanos, pecadores y paganos.

Esta actitud misionera de Jesús fue asumida por la Iglesia ya desde los primeros tiempos, inmediatamente después de la Resurrección, hasta nuestros días. Pablo fue empujado por el Espíritu a superar la frontera entre Asia y Europa, pasando a Macedonia; Francisco Javier expandió el Evangelio hacia las fronteras de China; Daniel Comboni contribuyó a abrir las fronteras de África a La Iglesia… Y así tantos otros.

También hoy la Iglesia no puede permanecer anclada en lo de siempre. También hoy el Espíritu de Jesús la invita a ir hacia otras orillas, cruzar otras fronteras: para compartir el Evangelio con la humanidad del siglo XXI en los cinco continentes: con los refugiados y emigrantes, con los jóvenes sin futuro, con los ancianos abandonados, con las personas sin un sentido para sus vidas… Todos debemos preguntarnos: ¿Cuál es la orilla hacia la que Jesús me invita a remar? ¿Cuál es la frontera que mi familia, mi parroquia, mi comunidad debería cruzar, para no quedar anclados en un pasado ya superado?

Lanzarse al mar y afrontar la tempestad

Sabemos que el mar en la Biblia representa muchas veces una imagen del mal que hay en el mundo, con sus peligrosos oleajes y tempestades, que pueden destruir nuestra pequeña embarcación personal o la misma Iglesia, muchas veces frágil y temerosa.

De hecho, si uno sale de su pequeño mundo protegido, en el que tiene todo controlado, seguramente va al encuentro de obstáculos y problemas, cuya dificultad no está seguro de poder superar. Cuando uno sale de los muros de la parroquia o de su comunidad (donde nos conocemos y nos protegemos en un ritmo estable de vida y de actividades), puede encontrarse con un mundo hostil, que no acepta nuestro modelo de vida, que se opone o hasta lo ridiculiza. A veces el mundo exterior puede desatar verdaderos vendavales que amenazan con destruir nuestra débil fe o nuestra frágil comunidad.

En esos momentos, los discípulos no actuaron como si nada, no se fingieron súper-héroes, reconocieron su miedo y oraron, como quizá pocas veces lo habían hecho. Era el momento de volverse hacia el Señor y gritar con sinceridad y convicción: “Maestro, ¿no te importa que perezcamos?”.

Aunque no parezca, el Señor va con nosotros

La narración de Marcos nos transmite la experiencia de los miembros de la primera comunidad que, siendo zarandeados por las persecuciones y otras dificultades, dudaron y pasaron miedo, pero al final experimentaron que el Señor estaba con ellos, a pesar de su poca fe.

Para ello es importante que, para cualquier iniciativa misionera que emprendamos, llevemos al Señor “en nuestra barca”. No vayamos en misión sólo con nuestro entusiasmo o nuestro ingenio y creatividad. Si la misión es solo una iniciativa nuestra, cuando llegue la tormenta, nos hundiremos. Pero, si llevamos al Señor con nosotros (en su Palabra, en sus sacramentos, en su Espíritu, en su comunidad), cuando llegue el momento, sentiremos su presencia, podremos gritar, él nos responderá… y llegaremos a la otra orilla de la misión.

P. Antonio Villarino

Bogotá

Proyecto Memoria de África: Daniel Villaverde

P Daniel Villaverde

Seguimos esta serie con el P Daniel Villaverde, misionero comboniano.

Durante 20 años, el P Daniel trabajó en el norte de Kenia junto con poblaciones nómadas como los Turkana. Nos habla de esta y otras tribus, de la dificultad del terreno y de la creciente (y tal vez imparable) influencia de los valores occidentales sobre las nuevas generaciones urbanas de Kenia.

La semilla crece por sí misma

Semilla
Semilla

Comentario a Mc 4, 26-34 (XI Domingo ordinario, 13 de junio de 2021)

En este XI domingo ordinario, leemos una pequeña parte del capítulo cuarto de Marcos, pero yo les invito a leer todo el capítulo, para tener una idea más global de lo que el evangelista nos quiere transmitir. A partir de esa lectura les comparto dos reflexiones:

  • Una multitud junto al lago de Galilea

Como sabemos, Jesús tuvo su sede por algún tiempo en Cafarnaúm, una pequeña ciudad costera del lago de Galilea. Allí su presencia causó gran entusiasmo y la gente se agolpaba para escucharle, porque tenía palabras de una claridad, de una sencillez y de una relevancia que saltaba a la vista y “calentaba el corazón”.  Jesús, campesino entre campesinos, pescador entre pescadores, obrero entre obreros, se sentía a sus anchas con aquella gente sencilla, sometida a tantos sufrimientos y durezas de la vida, hambrienta de verdad y de sentido, que no encontraba respuestas en unas tradiciones religiosas rutinarias, esclerotizadas y poco relacionadas con la realidad de sus luchas cotidianas. Por el contrario, desde una cercanía afectiva a sus preocupaciones y luchas, así como desde una experiencia de contemplación en el desierto y la montaña, Jesús se explaya en relatos parabólicos, que explicaban el misterio de Dios y de su “Reino” en un lenguaje ligado a las experiencias del campo, del mar y del trabajo cotidiano.

Todos los que tenemos alguna responsabilidad en la transmisión del Evangelio de Jesus (padres, maestros, catequistas, sacerdotes…) debemos fijarnos en este Maestro que habla en parábolas, que expresa la fe en las categorías de la vida ordinaria, sabiendo que nuestra vida espiritual se mide, no por las palabras refinadas que usamos, sino por nuestro estilo de vida concreta, del que las palabras son expresión.

  • El trigo no necesita que tiren de él

Discúlpenme esta obviedad, pero me parece que sirve para entender bien lo que nos dice Jesús en el evangelio de hoy: “la semilla brota y crece… la tierra produce espontáneamente primero el tallo, luego la espiga y el grano”.

Jesús nos dice que el Reino de Dios es como una semilla que Dios siembra en nuestro corazón, en nuestra comunidad, en nuestra familia… y crece por sí solo, en la medida en que la tierra acoge la semilla y está bien cuidada. Para que el trigo produzca fruto no sirve de nada tirar de él hacia arriba, como quien quisiera estirarlo y hacerlo crecer a la fuerza, en contra de su naturaleza. No, el trigo debe crecer por sí mismo, según la fecundidad que Dios mismo le ha dado.

¿No les parece que a veces hay padres que pretenden hacer crecer a sus hijos a la fuerza, como si quisieran jalarlos hacia arriba y hacerles dar un fruto para el que a lo mejor no les ha destinado Dios? ¿No les parece que a veces, en la vida comunitaria o de familia queremos sustituirnos a las personas y obligarlas a ser como a nosotros nos gustaría que fueran? ¿No nos pasa a nosotros mismos que nos empeñamos en parecer todopoderosos, infalibles e inmaculados en un esfuerzo prometeico que nos vuelve amargos, hipercríticos y perenemente negativos?

Me parece que, con la parábola de la semilla que crece por sí sola, Jesús nos invita, no a ser indiferentes, pasivos o perezosos, pero sí serenos y confiados; confiados en la semilla de Verdad y de Amor que Dios ha sembrado en nosotros y alrededor de nosotros. Esa verdad y Amor crecen y dan su fruto de buenas obras por sí mismos. Lo que tenemos que hacer cultivar la tierra y liberarla de espinas y escombros que pueden ahogar la semilla y no permitir que brote y se desarrolle.

P. Antonio Villarino

Bogotá

Proyecto Memoria de África: Enrique Bayo Mata

P Kike

Seguimos esta serie con el P Enrique Bayo Mata, misionero comboniano, ha pasado quince años en la República Democrática del Congo. Enrique nos cuenta su rica experiencia de aprendizaje de la liturgia africana y de su trabajo en el continente, que abarca, además del servicio pastoral, el terreno editorial, radiofónico y televisivo. Durante muchos años ha colaborado con los LMC en Congo, a nivel africano e incluso dentro del Comité Central de los LMC.

Reunión de los Consejos Generales de la Familia Comboniana junio 2021

Consejos Generales

El pasado sábado celebramos la reunión periódica de los Consejos Generales de la Familia Comboniana (Misioneras Combonianas, Misioneras Seculares Combonianas, Misioneros Combonianos del Corazón del Jesús y Laicos Misioneros Combonianos).

Consejos Generales

Como es propio en estas fechas tuvimos que hacerla de manera online. Ojalá dentro de poco podamos regresar a las reuniones presenciales que nos permiten convivir y conversar, a la vez de poder prolongar las mismas y abordar más temas. Los encuentros online nos han ayudado a estar en contacto en estos tiempos de pandemia, pero todos anhelamos poder encontrarnos presencialmente.

Comenzamos el encuentro con una sencilla bienvenida y una oración común que nos puso en situación.

Pudimos dedicar un primer momento para compartir las preocupaciones que actualmente vivimos en las diferentes ramas de la Familia y así ponernos al día.

El primer tema a trabajar fue el resultado del trabajo de la comisión de ministerialidad social. De manera particular, los miembros de dicha comisión, nos presentaron los resultados de la recogida de datos que se ha realizado a nivel internacional y que ya fueron presentados en el pasado webinar del 5 y 6 de marzo. Pudimos profundizar en algunos de los datos que se van extrayendo sobre los proyectos y presencias misioneras en los diferentes continentes. Igualmente pudimos conocer la propuesta de trabajo para el próximo webinar que se celebrará los próximos 25 y 26 de junio. Con este tercer encuentro se cerrará un primer ciclo de trabajo y esperamos surjan nuevas propuestas de colaboración y de profundización conjunta como Familia comboniana en nuestro servicio misionero.

Estamos muy satisfechos y agradecidos por el gran trabajo de la comisión de ministerialidad y la acogida y participación que está teniendo por parte de los miembros de la familia comboniana estos encuentros.

Intentaremos mantener un encuentro para estudiar en mayor profundidad estos resultados una vez termine el tercer encuentro y tengamos las propuestas de futuro sacadas por todos.

Tras un descanso estuvimos evaluando el trabajo de colaboración que venimos realizando como familia comboniana en los últimos años a raíz de las propuestas lanzadas en la carta conjunta del 2017 “Más allá de la colaboración: bajo la mirada de Comboni”.

Utilizamos una herramienta online para evaluar por tarjetas tanto los aspectos positivos, las dificultades encontradas y las propuestas de trabajo futuro.

Vemos que el sentimiento de familia que se respira en nuestras reuniones de consejos es muy bueno y el acompañamiento que mantenemos de la marcha de las diferentes ramas. Entendemos que no es solo debido a las personas que actualmente estamos, sino que es algo que se da y debe seguir dando independientemente de posibles cambios en los equipos.

En los próximos meses se celebrarán la asamblea general de las Misioneras Seculares Combonianas y posteriormente el capítulo de los MCCJ. Les deseamos lo mejor y acompañamos estos compromisos con oración y voluntad de colaboración como familia. Cómo seguir profundizando en esta colaboración es algo que continuaremos trabajando en futuros encuentros.

Un saludo a todos.

Alberto de la Portilla, Comité Central LMC