Laicos Misioneros Combonianos

Tras las huellas del Resucitado

Resucitado

Pues sí, a veces vemos a personas como nosotros y no nos podemos imaginar la vida que tienen detrás. En Cáritas atendemos a mucha gente, casi a “todos” los que llegan esperando soluciones inmediatas, comida, ayuda, consuelo, o lo que sea. Cuando vienen muchos corres el riesgo de no “ver” a la persona, sino al número, de no ver por dónde han pasado, ni lo que han vivido, sino “lo que piden”.

Se presentan historias de familias, de chicos que vienen solos, de mujeres con hijos…

Vienen a España heridos y con expectativas. Algunos por decisión y otros empujados por los conflictos que los echan de tierras, de casas y del abrazo de sus familias. Cuando escuchas historias que no te imaginas ni en una película, te das cuenta de lo grande que es el mundo y de la maldad humana, pero también de lo que necesitamos a Dios, y tener una mente y un corazón dispuestos.

En medio de ese acompañamiento, a veces en el desahogo se verbaliza estar “peleado con Dios”, “¡cómo un Dios bueno, ha permitido que yo haya sufrido tanto!”. “¿Dónde estaba Dios cuando he estado amenazado de muerte?” “¿Dónde estaba Dios cuando me han echado de mi casa y robado todo lo que tenía?”

Me ha pasado…por inspiración, estar en la oficina y se me ocurre invitar a una de estas personas heridas a participar de la Pascua en la parroquia. Un Triduo vivido en Comunidad. No dice que no, pero no estaba segura de que vendría. Tiene la valentía de hacerlo. Se sienta en el último banco de la iglesia, como queriendo ver pero de lejos, cerca de la puerta. Yo respeto la distancia, y el espacio, pero estoy atenta.

Jueves Santo. Se emociona y dice haber estado tranquila, después de seis años sin pisar una iglesia. Le ha gustado, ha sentido paz. Dice que sus problemas se han quedado por un momento en la puerta, se ha parado todo. Lleva meses medicándose para poder dormir, dice que ha respirado.

Viernes Santo. En la cruz se clavan todas las noticias que hablan de los Cristos que se siguen crucificando cada día. Y se responde a su famosa pregunta “¿Dónde está Dios?” y resulta que Dios está sufriendo al lado de cada persona, y lo que nos toca preguntar es ¿dónde están los hombres y mujeres de buena voluntad para acercar la caricia y el consuelo de Dios a los que están desesperados?”

Sale muy tocada de esta celebración, dice que ha sentido que lo que ha pasado en la iglesia “era verdad”… pero que necesita tiempo para digerir y entender. Necesita tanto tiempo, que no da el salto para participar del Sábado, de la fiesta de la Resurrección.

Me ha dado las gracias por invitarla, a través del móvil. Dice que duerme mejor, que se siente mejor. Quiero pensar que la puerta de la reconciliación se está abriendo, y en ese camino, en esa experiencia ojalá se encuentre pronto con el resucitado que no abandona nunca, que siempre sostiene, que nos ama con locura.

Seguiremos acompañando despacio y atentos.

Carmen Aranda, LMC España

10 frases del Papa Francisco sobre la misión de la Iglesia

Papa Francisco
Papa Francisco

1. “Toda la Iglesia es misionera”

Evangelii Gaudium, 2013

En su exhortación apostólica, el Papa Francisco subrayaba que la misión no es tarea de unos pocos, sino de toda la Iglesia. Es una responsabilidad compartida por todos los cristianos, sin importar su edad o condición.

2. “La misión es una respuesta de amor al amor de Dios”

Año de la Misericordia, 2015

En diversas ocasiones, Francisco destacó que la misión brota de nuestra respuesta al amor inmenso de Dios. Al experimentar ese amor, no podemos evitar compartirlo con el mundo.

3. “La misión no es obra nuestra, sino de Dios”

Misa de envío misionero, 2016

Recordó a los misioneros que, aunque somos sus instrumentos, la misión es ante todo obra de Dios. No actuamos por nuestra cuenta, sino que somos enviados por Él para transmitir Su amor.

4. “El ardor misionero es una obligación de amor”

Jornada Mundial de las Misiones, 2017

El Papa enfatizó que el ardor misionero no es una opción, sino una obligación que surge del amor a Dios y a los demás. Es un amor que debe impulsarnos a llevar la buena nueva a cada rincón del mundo.

5. “La misión brota de la oración y la escucha de la Palabra de Dios”

100º aniversario de las Obras Misionales Pontificias, 2017

Francisco nos recordaba que la misión tiene sus raíces en la oración y en la escucha activa de la Palabra de Dios. Es a partir de esta relación con Él que nace nuestra pasión por anunciar Su mensaje.

6. “La misión es una invitación a gastarnos con empeño, creatividad y generosidad”

Jornada Mundial de las Misiones, 2018

Para el Papa, la misión implica un compromiso total, donde cada uno de nosotros debe dar lo mejor de sí, con esfuerzo, creatividad y generosidad.

7. “Anunciar el Evangelio es la primera y mayor caridad”

Día Mundial de la Caridad, 2018

El Papa aseguró que la mayor obra de caridad que podemos realizar es evangelizar. Llevar el mensaje de Cristo es un acto de amor hacia los demás, un compromiso que debemos vivir con generosidad.

8. “La misión es el corazón de la fe cristiana”

Jornada Mundial de las Misiones, 2021

En uno de sus mensajes más poderosos, el Papa afirmaba que la misión está en el núcleo mismo de la fe cristiana. Es el corazón que da vida a la Iglesia, y debemos vivirla con valentía y pasión.

9. “La misión es oxígeno para la vida cristiana”

Encuentro de las Obras Misionales Pontificias, 2023

En un emotivo encuentro con misioneros, el Papa declaró que la misión es fundamental para la vida cristiana, un “oxígeno” que nos da vida y sentido.

10. “La misión es un incansable ir hacia toda la humanidad”

Jornada Mundial de las Misiones, 2024

En su mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones 2024, Francisco nos invitó a no detenernos nunca. La misión es un camino constante hacia todos, sin importar las dificultades.

Fuente: Supergesto

Os deseamos una Feliz Pascua

Pascua

«Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto, un sepulcro nuevo… Pusieron allí a Jesús»

(Juan 19,41-42)

Queridísimos hermanos,

obreros de la esperanza y compañeros de misión, sembradores de vida donde a menudo parece que solo hay muerte, en estos días santos, mientras celebramos la Pascua, sentimos con fuerza el deseo de llegar hasta vosotros con un pensamiento, una oración, un abrazo fraterno.

Estáis donde la vida a menudo parece ceder ante la muerte, donde la dignidad humana es humillada, aplastada, ofendida, a veces completamente negada. Y, sin embargo, precisamente allí, estáis llamados a ser presencia viva del Resucitado de muchas formas: al elegir estar junto a los últimos, al levantar a quien ha caído, al devolver la dignidad a quien ha sido pisoteado…

Muchas veces el mundo os puede parecer un desierto árido, pero es entonces cuando debéis creer que, sostenidos por el Espíritu, podéis contribuir a transformarlo en un “jardín” exuberante de vida. Sí, porque la Resurrección no es solo un acontecimiento del pasado que recordamos con devoción. Es un fuego que aún arde, una fuerza que sigue abriendo sepulcros, rodando piedras demasiado pesadas, haciendo brotar vida incluso en los terrenos más áridos.

Vosotros lo sabéis bien, aunque a veces os cueste creerlo. A veces os sentís solos, abrumados por el cansancio, desanimados por la dureza de la realidad y por los escasos frutos de vuestro compromiso. Y sin embargo, seguís dando testimonio cada día de la victoria de Cristo sobre la muerte con gestos simples y silenciosos: un niño alimentado, una herida curada, una mano tendida, una palabra dicha en la oscuridad, una división sanada, un odio borrado… Cada uno de vuestros actos de amor es una negación de la lógica de la muerte.

¡Es Pascua, es vida nueva! Aunque muchas veces estéis rodeados de ambientes fétidos y venenosos, sabéis seguir creyendo – y viendo – que incluso el más terrible y oscuro “sepulcro” está siempre situado – de modo misterioso pero real – en un “edén”. No todos creen y ven esto. ¡Vosotros sí!

En medio de un mundo que a veces parece enloquecido – marcado por guerras, muertes, miserias, violencias, indiferencia, opresión y explotación, desastres ecológicos, y terribles crisis humanitarias y ambientales, causadas en su mayoría por la humanidad – vosotros seguís creyendo en “jardines en el desierto”, plantándolos y expandiéndolos, en el espíritu de una verdadera “ecología integral”, y sembrando belleza incluso donde parece imposible, apostando por el bien, la fraternidad, la vida plena, el Evangelio.

Sabemos bien que no es fácil. A veces el peso del dolor que os rodea parece mayor que vuestras fuerzas. Pero no lo olvidéis: el sepulcro está vacío. El Señor ha resucitado. Y con Él, cada uno de vuestros gestos tiene sentido. Cada decisión es luz. Cada paso es Evangelio encarnado. Cada niño que vuelve a sonreír, cada enfermo sanado, cada injusticia combatida, cada acto de amor realizado es señal de que la piedra del sepulcro puede ser rodada y que la vida vuelve a florecer.

No estáis solos. Cristo camina con vosotros.

Y nosotros, vuestros hermanos, estamos a vuestro lado con la oración, la amistad, la admiración y la gratitud. El mundo os necesita a vosotros, que no os rendís ante la oscuridad, sino que persistís en encender lámparas, aunque parezcan inútiles.

La Pascua es precisamente esto: saber que, a pesar de todo, la Vida tiene la última palabra; que donde el mundo pone una tumba, Dios construye una cuna; que hay salvación incluso donde parece haber solo desesperación y muerte.

Os llevamos en el corazón. Os encomendamos al Resucitado. Y rezamos para que viváis una verdadera Pascua: de luz, de esperanza, de consuelo y de renovado impulso. ¡Es Pascua! El Amor ha vencido. Y seguirá venciendo. Con vosotros, en vosotros, gracias a vosotros.

Con afecto y solidaridad, os deseamos una Feliz Pascua de esperanza y vida nueva.

El Consejo General MCCJ