Laicos Misioneros Combonianos

Encuentro navideño de los LMC en Polonia

Navidad LMC Polonia 2021

El encuentro de diciembre de los Laicos Misioneros Combonianos se tituló “Animación pastoral en las misiones” y se celebró del 17 al 19 de diciembre. Comenzamos el viernes con una cena conjunta, y luego iniciamos un taller durante el cual conocimos cómo era el trabajo pastoral en la misión de Ewa en Uganda, de Ania en la República Centroafricana y de Adela con Tobías en Etiopía. Fue una experiencia muy valiosa para nosotros. El sábado 18 de diciembre, después del desayuno, Magda nos recordó la vida de San Daniel Comboni en base a la cual describimos las características de un buen animador misionero. El siguiente punto del orden del día fue el testimonio de Paula – misionera del Movimiento Luz-Vida, que estuvo en Kenia y ayudó en el trabajo en el orfanato “Shalom”. A continuación, Sebastián nos presentó la vida de una misionera laica, Helena Kmieć, que ganó gente para Dios con su canto, alegría y servicio, y tuvo su experiencia misionera en Hungría, Zambia y Bolivia…

Bogusia y Andrzej, que estuvieron en Etiopía, también vinieron al encuentro y compartieron con nosotros sus experiencias de misión.

Nuestros niños combonianos también tuvieron su propia formación, y la tía Dominika se encargó de ello, preparando, por ejemplo, la obra de teatro sobre la Natividad. Esta hermosa actuación de los niños fue la introducción a nuestra Cena de Navidad. Cada uno de los amigos y candidatos combonianos trajo algo sabroso para comer. Compartimos la cena y cantamos y tocamos juntos villancicos. También hubo tiempo para la oración personal en la capilla.

El domingo, 19 de diciembre, comenzamos con una Eucaristía común presidida por el Padre Adam y el Padre René. Las felicitaciones navideñas del Padre nos dirigieron a lo más importante: el encuentro con el Señor recién nacido que nos da el amor de Dios.

Nuestro fin de semana se completó con la catequesis de la Hna. Joanna sobre el “Pedigrí de Jesús”. Ella nos recordó que Jesús viene a cada uno de nosotros, no importa lo que seamos, para cambiarnos. Fue un hermoso tiempo que pasamos en un ambiente familiar.

LMC Polonia

Una familia en el templo

en el templo

Un comentario a Lc 2, 41-52, Domingo de la Sagrada Familia, 26 de Diciembre del 2021

En este domingo primero después de Navidad, dedicado a la Familia de Nazaret como modelo de toda familia, la liturgia nos ofrece la lectura del famoso episodio que nos habla de “Jesús perdido y hallado en el templo”. En realidad es una reflexión sobre las relaciones de Jesús con sus padres “terrenos” y su “Padre” del cielo, así como la misión que el Padre le había encomendado, como hijo al mismo tiempo de María y del Padre Eterno.

Por otra parte el texto puede perfectamente servir de referente para la vida de una familia que quiera vivir al estilo de Jesús, María y José.  Veamos algunas pequeñas observaciones:

-Los padres viajan cada año a Jerusalén “por la fiesta de Pascua”.  Es decir José y María están plenamente integrados en la cultura y la vida religiosa de su pueblo. Una familia no es un ente aislado, sino que forma parte de un pueblo y participa de sus fiestas y de sus costumbres como una manera concreta de vivir abiertos a los demás. Como dice el Papa Francisco, esta familia “tiene el gusto espiritual de ser pueblo” y, poco a poco, los hijos se incorporan a esta pertenencia gozosa y amorosa. Para una familia cristiana es importante, no sólo ser un grupo de personas honestas y correctas, sino también formar parte de un pueblo y, concretamente, de la Iglesia como “pueblo de Dios”. Esa participación se muestra en cosas tan concretas como ir a misa los domingos, participar de la Navidad, la Semana Santa, etc.

-Padres e hijo aprenden dolorosamente que cada uno tiene su propia misión.  Llega un momento que los padres de Jesús, como los de cualquier otro hijo o hija, comprenden que la persona del hijo no es igual a la suya, que su misión en la vida es personal y que puede tener inquietudes y cualidades diferentes a las suyas. Ese descubrimiento conlleva a veces dolor, ansiedad, búsqueda inquieta, diálogo franco y finalmente aceptación de la diferencia aunque no siempre se comprendan las cosas del todo.

-Mientras los padres “guardaban todo en el corazón”, el hijo “crecía en sabiduría”. Qué buen ejemplo de relación entre padres e hijos. Hay cosas de los hijos que los padres quizá nunca lleguen a entender, pero mantienen todo eso en el corazón, en un silencio respetuoso y lleno de amor, mientras el hijo emprende su propio velo en la vida, ganando en sabiduría, estatura y aprecio, cumpliendo la misión para la que Dios le ha llamado en esta vida.

Mientras tanto, aprovechemos esta fiesta para dar gracias a Dios por nuestras familias, orar por ellas y contribuir a construir familias donde todos podamos cumplir nuestra propia misión en la vida.

P. Antonio Villarino

Bogotá

La alegría de dos mujeres

Visitación

Comentario a Lc 1, 39-45 (IV Domingo de Adviento, 19 de diciembre 2021)

Leemos hoy este bello pasaje de Lucas en el que María, que representa a la Iglesia, e Isabel, que representa el pueblo del AT, se encuentran en la fe de que la promesa de Dios se cumple en ellas, lo que produce un ambiente de fiesta y alegría, muy propio de la Navidad.

Según el jesuita italiano Fausti, “Isabel está embarazada de dos milenios de esperanza, María lleva en sí al Eterno prometido. En su encuentro se da el abrazo entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, entre la promesa y su cumplimiento”.

La expresión de Isabel- Bendita tú que has creído- no envía a otra cita de Lucas (11, 28), en la que Jesús, ante la alabanza que alguien hace de su madre, dice: “Dichos los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica”. Ahí radica la grandeza de María y de Isabel, en haber creído en que la promesa de Dios se cumplía en ellas.

La contemplación de esta escena nos invita a ser como estas dos mujeres, abrirnos a la promesa de Dios en este tiempo que estamos viviendo.

El gran escritor cristianos de los primeros siglos, Orígenes, se preguntaba frente al misterio de la Encarnación, al que nos estamos acercando: “¿De qué me sirve a mí que Cristo naciera una vez de María en Belén, si no nace por la fe en mi alma? ¿Para qué sirve? ¿De qué me sirve a mí que una mujer joven acogiera una vez el anuncio de Dios y se pusiera de prisa en camino? ¿De qué me sirve hoy a mí si no me fijo en estas actitudes para ponerme yo también en camino apoyado por el Espíritu del Señor?”

Creer y servir son dos frutos del Espíritu Santo que producen alegría y alabanza.

Antonio Villarino

Bogotá

La receta del Bautista para cambiar la sociedad

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Comentario a Lc 3, 10 18 (Tercer Domingo de Adviento, 12 de diciembre del 2021)

Una figura clave del Adviento es Juan el Bautista, un profeta sin pelos en la lengua que apareció en la orilla del Jordán antes de que Jesús de Nazaret tomara el testigo y se lanzara a caminar por pueblos y campos anunciando el Reino de Dios.

A diferencia del Bautista, Jesús fue más positivo en su vida y en su predicación. Él vivió y testimonió el “sueño de su Padre”, el sueño de una humanidad amada por Dios y fraterna, que confía en Dios y en sí misma, se deja iluminar por su Palabra-Sabiduría, cuida a los pequeños y enfermos, se sabe perdonada y sabe perdonar cuando alguien falla, se deja “gobernar” por el Dios de la Vida, del Amor y de la Paz. Ese es el sueño de Jesús, el “banquete” de la vida al que nos invita  a participar.

Pero Jesús no era un “buenista” ingenuo y romántico, que confunde los sueños con la realidad o las buenas palabras con las acciones que cambian las cosas. Él conocía al ser humano y sabía que en nuestro mundo hay injusticia y corrupción, falso ritualismo religioso, abuso y desprecio de los más débiles, sufrimiento injusto e intolerable. Por eso Jesús se unió al movimiento altamente crítico y profético del Bautista, que pedía cambios profundos en la manera de vivir de todos, si no queremos que nuestra vida y nuestra sociedad sea “quemada en el fuego que no se apaga”.

Hoy precisamente leemos un texto de Lucas en el que se nos recuerdan las respuestas del Bautista a una serie de personas que preguntaban qué tenían que hacer, en qué tenían que cambiar para que el “reino de Dios” fuera una realidad en sus vidas y en la sociedad. Miren y vean si sus respuestas no son muy actuales para hoy mismo:

-El que tenga demasiadas cosas, que comparta la mitad.  ¿Cómo podemos tolerar que algunos tengan muchísimo, sobrándoles abundantemente de todo, y otros carezcan de los más elemental? No podemos pedir que todos tengan lo mínimo para vivir con dignidad, sin salir de nuestra zona de confort, bien asegurada y protegida.

-El que sea funcionario público, que cumpla la ley, sin abusar de ella y sin aprovecharse para ganar más de lo que le corresponde. Hoy todos nos lamentamos y escandalizamos de la corrupción que corroe nuestras organizaciones políticas. Con razón. Pero el Bautista nos alerta: no seamos hipócritas; exijámonos a nosotros mismos lo que exigimos a los demás.

-El que tenga poder (militar o de otro tipo) no ejerza violencia ni caiga en la tentación de extorsionar a nadie. En muchos países la extorsión es una de las plagas que sufre la gente en los barrios periféricos de las grandes ciudades. Por otra parte, la mayoría de nosotros tiene algún tipo de poder sobre otros. ¿Abusamos de ese poder?

¿Basta con esto? No, dice el Bautista. Eso es solo el inicio, es como desbrozar el campo, limpiar la corrupción de nuestra vida y de la sociedad. Pero, después hay que dejarse “bautizar con Espíritu Santo y fuego”, es decir, dejar que el amor de Dios nos invada y haga de nosotros creaturas nuevas, hijos que viven con alegría su condición de hijos. Eso es lo que aporta Jesús de Nazaret, esa es su Buena Noticia, ese es el vino nuevo que nos alegra la vida. Eso es la Navidad, la alegría de ser hijos en el Hijo.

Que nuestra conversión y cambio (Adviento) nos prepare para recibir este don gratuito de sabernos hijos amados, capaces de amar sin fronteras (Navidad).

P. Antonio Villarino

Bogotá