Laicos Misioneros Combonianos

Saludos de Franz Agreiter desde Uganda

Franz

Franz¡Hola!
Estoy muy bien aquí en Matany en Uganda sólo que el tiempo corre rápido y agosto se acerca con rapidez.
Ahora en la Pascua disfrutamos de unos días de descanso, lo que es bueno de vez en cuando.
Uno está fuera del trabajo y tiene más tiempo para uno mismo.
Mi pasaporte está todavía en Kampala pero me prometieron que pronto todo estaría solucionado.
En unos pocos días me reuniré Elena aquí en Matany.
!Les deseo a todos una feliz Pascua!

Muchos saludos desde Matany,
Franz.

Pascua LMC-España “en clave de hospitalidad”

Hospitalidad

HospitalidadComo cada año, los LMC de España nos hemos reunido como comunidad para celebrar la Pascua. Este año hemos querido vivir estos días en “clave de hospitalidad”, y es que vivir la experiencia de la hospitalidad y de la acogida en nuestro mundo es todo un reto para nosotros. En estos días de encuentro hemos querido  dejarnos tocar por Jesús que “está a nuestra puerta y llama” para acogerle a ÉL en nuestros hermanos más necesitados.

“Es tempo de convicciones. Estamos convencidos de que somos humanos, somos hermanos. Que no hay fronteras para la vida. Recojamos todos nuestros sueños, como una antorcha, para alumbrar un mundo nuevo donde quepamos todos. Un mundo sin fronteras, ni alambradas de espino.”

LMC España

¡¡¡Aleluya, Aleluya!!!

Pascua LondresEl día de la alegría ha llegado.

¡Cristo ha resucitado de la muerte!

Alegrémonos y miremos el futuro con confianza. Hagamos que este tiempo especial sea el tiempo de la Fe y de un encuentro real con el Señor Resucitado. Que la alegría de este maravilloso evento  llene nuestros corazones  y nos anime y nos haga brillar cada día de nuestra vida.

Acholi´s team

Misión, Muerte y Resurrección

“La misión nos permite entender la resurrección como el milagro de la vida no se deja destruir por el egoísmo y la ambición sin límites, sino que se impone como alegría que brota del corazón divino que llevamos en la fragilidad de nuestro corazón humano. Por esto no hay misión verdadera que no implique muerte en nosotros; muerte no como sinónimo de destrucción sino que se transforma en oportunidad para renacer finalmente a la vida verdadera que sólo el Señor puede ofrecernos como don del Padre.”

Con estas palabras termina el mensaje de Pascua enviado por P. Enrique Sánchez G. a todos los misioneros combonianos.

A continuación publicamos el mensaje.

Feliz Pascua de Resurrección.

Jesus

MISIÓN, MUERTE Y RESURRECCIÓN

“Las grandes obras de Dios sólo nacen al pie del Calvario”

(Escritos 2325)

Celebración de la Pascua, misterio por excelencia, que nos hace entrar en la muerte que marca nuestra humanidad y en la vida sin límites, don de Dios, que en la resurrección del Señor Jesús nos hace vivir en el tiempo de la esperanza y de la fe.

¿Cómo vivir este misterio de manera que sea fuente de vida en este tiempo de contrastes, tiempo en el que la aridez de nuestras fragilidades se confronta con la invitación a vivir la alegría del Evangelio redescubriendo la presencia siempre nueva del Señor quien, desde el fondo de la tumba vacía, nos recuerda que está vivo entre nosotros? Vida y muerte, pasado y futuro, dolor y alegría, tinieblas y luz, guerra y paz, odio y amor. ¿Cuántos binomios más, además de éstos, marcan nuestra existencia, nuestro peregrinar humano por los caminos divinos que nos conducen a la eternidad que no lograremos definir y menos pronunciar, con las pobres palabras de nuestro actuar cotidiano? Sumergidos en la frenética carrera de nuestras empresas y de nuestros esfuerzos por cambiar el mundo, cada uno transcurre la jornada entera con su visión, sus intereses, sus ideas y sus programas, pretendiendo poseer toda la verdad, saber y poderlo todo; incluso más que los otros. Vivimos con una arrogancia convertida en enfermedad contagiosa, que no distingue entre pobres y ricos, pequeños y grandes; todos nos sentimos con derecho de criticar, señalar los límites, los defectos, los pecados de los otros. Los criterios de la desconfianza, de la sospecha, de la ventaja, de la competencia intentan imponerse y la confianza, el compartir, el apoyo al otro, la misericordia y el perdón suenan como música que molesta el oído y no penetra el corazón. ¿No es quizá éste el escenario en el que nos toca vivir la misión como propuesta siempre antigua y siempre nueva que impide perderse en la visión trágica, pesimista y deprimente del hoy de nuestra historia? ¿No es la misión vivida en el silencio, en el escondimiento, en el anonimato la que nos hace ser “piedras escondidas” que hablan de una vida que no hace ruido, que no necesita publicidad? ¿No es ésta la misión que nos hace vivir desde dentro el misterio que se convierte en vida?

Muerte que no tiene la última palabra

Hoy más q1216025250_448544202_de7945fb21_mue nunca, nos enfrentamos a situaciones que van más allá de lo imaginable, las noticias se transforman en crónica amarilla, roja; de todos los colores. La violencia y la guerra destruyen enteras poblaciones y condenan a millones de personas a huir ya no se sabe hacia dónde, como refugiados, prófugos, migrantes o prisioneros en sus propios países. Estas imágenes se han vuelto coreografía de capítulos televisivos que hacen de dramas humanos episodios de una película que tiene lugar en la realidad pero a nosotros se nos presenta como si fuese obra ganadora del premio Óscar. Por suerte, la misión nos permite narrar la historia de otra manera: se vuelve imposible callar el testimonio de cuantos han visto la destrucción y la muerte no a través de una pantalla sino en el rostro y en los cuerpos de hermanos y hermanas con quienes hasta poco tiempo antes se trabajaba, se celebraba la eucaristía, se estudiaba en las pequeñas escuelas con los techos de paja y se festejaba la vida y la alegría de estar en este mundo. La muerte de Cristo no la vemos más sobre la cruz de madera. Como misioneros hemos descubierto, con los ojos y el dolor del corazón de tantos de nuestros hermanos, que el Señor sube a la cruz de la indiferencia de los poderosos de nuestro tiempo, del olvido de los pobres, de la exaltación del poder y de la idolatría del dinero. Las revueltas, las protestas, las contestaciones, recogen el grito desesperado de tantos hermanos y hermanas que no logran ir adelante, que no saben cómo hacer para sobrevivir en una realidad que parece negar las condiciones mínimas necesarias para llamar vida a la existencia. La gran tentación es caer en la trampa de pensar que la sombra de la muerte se haya adueñado de nuestro tiempo y se haya impuesto como criterio para gobernar nuestra historia. ¿Pero cuántas otras muertes descubrimos más cercanas a nosotros? ¿No es acaso la muerte la destrucción de las misiones en las que estamos presentes en Sudán del Sur o la violencia interminable en Centroáfrica, donde hay todavía tantas personas obligadas a abandonar sus casas por miedo de ser asesinadas? ¿No es quizá la muerte, la disminución del número de misioneros en nuestro Instituto? ¿O tener que renunciar a ciertas presencias misioneras donde vemos claramente que podrían hacer todavía tanto bien? ¿Y no es cierto quizá que vivimos como un verdadero funeral el hecho de tener que cerrar comunidades porque no tenemos nadie a quien enviar? ¿No sentimos morir cuando nos niegan el permiso para entrar en determinado país o se nos niega la posibilidad de continuar nuestro servicio a los pobres, a la Iglesia local sólo porque los políticos de turno viven de ideología? ¿No es muerte la mediocridad que nos amenaza cada vez que intentamos organizar nuestra vida según nuestros intereses personales, cuando buscamos pretextos para justificar nuestra falta de disponibilidad a salir, a obedecer, a aceptar la misión como un don que debería ser acogido sin poner condiciones? La misión nos introduce y nos acompaña en el misterio de la muerte, porque cuando es vivida con toda honestidad, no podemos decir otra cosa que aquello que el Señor ha gritado desde el profundo de su espíritu: Padre, que se haga tu voluntad. San Daniel Comboni lo dice con palabras que describen el escenario contemplado en el corazón de África: “Ante tantas aflicciones, entre montañas de cruces y de dolor… el corazón del misionero católico se ha resentido por estas enormes complicaciones. Sin embargo, él no debe perder el ánimo por esto; la fuerza, el coraje, la esperanza nunca pueden abandonarlo” (E 5646).

catedral_064La misión nos introduce en el misterio y en la belleza de la resurrección

Hay un más allá de la muerte que para la misión es fundamento de todo, la garantía de un futuro que se constituye no en la base de nuestros recursos, capacidades o fuerzas. La misión nos permite tocar con mano y contemplar con nuestros ojos aquel proyecto siempre actual de Dios que no descansa, tratando de construir una humanidad en la que todos puedan descubrirse como hermanos y hermanas. Dios está siempre en acción y, a pesar de nuestro ir por caminos que no conducen a la vida, él no renuncia a su sueño de ver un día a todos sus hijos e hijas reunidos en una sola familia, donde no sea ya necesario poner etiquetas de religiones, ideologías, preferencias políticas, razas, culturas o colores. Cristo resucitado nos recuerda que para Dios el tiempo ha llegado, pero él no tiene prisa, siempre estará dispuesto a esperar nuestra llegada, esperando que, en este tiempo de la espera, no haya vidas sacrificadas por causa de nuestra incapacidad de razonar menos con la cabeza y más con el corazón. La misión nos permite entender la resurrección como el milagro de la vida no se deja destruir por el egoísmo y la ambición sin límites, sino que se impone como alegría que brota del corazón divino que llevamos en la fragilidad de nuestro corazón humano. Por esto no hay misión verdadera que no implique muerte en nosotros; muerte no como sinónimo de destrucción sino que se transforma en oportunidad para renacer finalmente a la vida verdadera que sólo el Señor puede ofrecernos como don del Padre. “Él llevó sobre la cruz nuestros pecados, cargándolos en su cuerpo, a fin de que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Gracias a sus llagas, ustedes fueron curados” (1Pe 2,24).

Feliz Pascua de Resurrección a todos.

P. Enrique Sánchez G., mccj Superior General

[España]: “CARISMA COMBONIANO: Las ramas del árbol”

Familia CombonianaCreo que cuanto más nos sentimos desafiados, mayor puede ser el convencimiento para aceptar tal desafío.

Siempre hemos sabido que la presencia de los laicos en la misión evangelizadora de Daniel Comboni fue una realidad desde los inicios de su apostolado. Sin embargo, sentir decir al ponente del “work shop” sobre el PLAN PARA LA REGENERACIÓN DE AFRICA, Joaquín Valente (misionero comboniano) que siendo una intuición fundamental del Plan, la Familia Comboniana: Religiosas(os) y Laicos (as), el CARISMA es como un árbol con sus ramas que si alguna de éstas se separa de dicho árbol, deja de tener vida y el árbol entero es afectado.

La fidelidad a nuestro Carisma Comboniano no deja de cuestionarnos e invitarnos a vivirlo cada vez más profundamente y el deseo de crecer en la unión entre las diferentes RAMAS de la Familia Comboniana nos lo vamos despertando mutuamente a través del conocimiento mutuo.

Personalmente, y no he sido la única, he constatado con gran gozo que en este encuentro ya conocía a todos los Laicos (as) Combonianos, cosa impensable solo hace unos años. Este conocimiento crea lazos de amistad, cariño y comprensión de los diferentes estilos de vida que vive la Familia Comboniana.

Con gran alegría he vivido este encuentro; los 20 años vividos en Uganda me han enriquecido a nivel de colaboración con las demás fuerzas apostólicas y he experimentado la alegría de la unión. En la actual realidad española puede ser más fatigoso este camino de colaboración y unión, pero si en otros Continentes y contextos se puede colaborar aún sin tener el mismo CARISMA, ¿no vamos a conseguirlo entre los miembros de esta Familia Comboniana?

Creo que la unidad nos desafía, tanto a las Misioneras Combonianas, como a los Misioneros Combonianos y a los Laicos(as) Misioneros Combonianos. Creo también que el camino a seguir sea la escucha de la Palabra de Dios, la escucha de la grandeza del legado de Comboni (Carisma) y la escucha de cada uno de nosotros, para comprender como debemos ser fieles y enriquecernos con la novedad que cada uno aportamos en el momento actual de nuestra historia.

El orgullo de tener un Fundador con intuiciones (PLAN) tan divinas y humanas, lo hemos experimentado y esto ha aumentado nuestros deseos de crecer en unidad. Lógicamente, primero siendo “EL CENÁCULO DE APOSTÓLES” que Comboni quería de nosotros.

Personalmente creo que tenemos que enfrentarnos a un gran desafío: ¿Estamos llamadas (os) a abarcar todos los campos de apostolado que encontramos a nuestro alrededor? Hemos escuchado con satisfacción, que siendo el CARISMA un DON para implementación de un aspecto concreto del Reino de Dios, cada Carisma tiene su tarea que complementa el TODO. Por lo tanto debemos seguir reflexionando para no querer abarcar todo cuanto hay que hacer en la Iglesia y en la Sociedad y así también dejar espacio a los demás Carisma.

Encarnita Cámara Liébana. Misionera Comboniana

(Actualmente en España para el ministerio de la Animación Misionera)

 Familia CombonianaQueremos compartir con vosotros/as el encuentro de la Familia Comboniana, que hemos tenido en Madrid, con motivo del 150 aniversario del Plan de Comboni.

Debo deciros que se han superado todas mis expectativas. En principio iba con la idea de que sería una formalidad más, dentro de las actividades programadas para dicho evento. La verdad es que ha sido un tiempo precioso y rico en todos los sentidos, se notaba que el espíritu de Comboni estaba allí actualizando su Plan, recordándonos que teníamos que unir todos nuestros esfuerzos y poner nuestro corazón al servicio de los más pobres y abandonados; que con diferentes características continúan estando hoy en las “Áfricas” de nuestro mundo. Todo esto sin perder la perspectiva de Cristo crucificado que sigue sufriendo en todos nuestros hermanos a causa del egoísmo y de la injusticia.

El P. Joaquim Valente nos fue desgranando poco a poco el PLAN DE COMBONI PARA LA REGENERACIÓN DE AFRICA. Dicha exposición nos iluminó y nos ayudó a ver cuál es nuestra misión hoy como familia comboniana. Fruto de la escucha reflexión y el compartir, surgieron un montón de ideas para trabajar como familia comboniana al servicio de la misión en los diferentes campos como: inmigración, animación misionera, lugares de presencia, comunidades mixtas, la misión hoy en España… además de lo que ya estamos compartiendo como la PJV, asambleas y celebraciones.

Para finalizar: Empezamos y terminamos el encuentro celebrando el Amor alrededor de la Mesa del Banquete como una verdadera familia, donde no podían faltar los niños/as. Toda una bendición de Dios. Salimos con el corazón renovado dispuestos a trabajar con ganas y pasión por la misión.

 Antonia y Félix. Laicos Misioneros Combonianos

 Familia Comboniana

Solo a unos días de haber concluido el encuentro general de la FAMILIA COMBONIANA en Madrid, sigo haciendo memoria y eco de las palabras y mensajes que durante esos días hemos recibido. Teniendo como objetivo: mirar al Plan misionero de Comboni, nos hemos dado a la tarea de mirarnos. Mirarnos a nosotros mismos, mirarnos unos a otros, mirar nuestro camino misionero, mirar nuestros proyectos. Me llena de alegría constatar una vez más que hoy como ayer, no hay “varitas mágicas” para la puesta en marcha y el desarrollo de un plan misionero. Son la fe, la fraternidad y la constancia en el trabajo, los que le han permitido a nuestra familia ponerse en marcha, siguiendo las huellas de nuestro fundador.

Comboni inició en nombre de Dios una obra misionera y el progreso de dicha obra, lo hemos realizado cada comboniano y comboniana (laicos o religiosos). Juntos hemos escrito una historia que nos pertenece. Dios se ha encargado de colocar a cada miembro de la familia en el lugar que le corresponde y ha querido que hoy como ayer, se siga trabajando a favor de la aplicación del plan misionero de Comboni.

Soy consciente de haber participado a un evento sin precedentes en nuestra provincia y que nos coloca a la vanguardia en el camino de una profunda y sincera colaboración en la tarea misionera de la Iglesia. Aunque no se trata de un cambio de época, si estamos de frente a una nueva perspectiva de ver nuestra misión.

Sin duda alguna, yo como todos los presentes, apreciamos la valiosa intervención de P. Joaquim Valente quien a través de sus intervenciones, nos facilitó el trabajo de la reflexión. Fue justamente en el trabajo de grupos, en donde descendimos a nuestro caminar misionero comboniano en la provincia de España. La participación en la sala de parte de muchos de los presentes nos permitió percatarnos del interés que tiene cada miembro de nuestra familia por llevar a la práctica la misión comboniana en la Iglesia la cual sigue siendo nueva y urgente.

Terminamos nuestra asamblea con un buen sabor de boca pero sobre todo con el deseo de seguir dando pasos que nos permitan mirar con esperanza el futuro de nuestra misión. Hemos constatado que en todos está latente el deseo de continuar nuestra peregrinación misionera a favor de los más pobres y abandonados: legado de Comboni.

Héctor Manuel Peña. MCCJ