Laicos Misioneros Combonianos

El sinónimo de “hoy” es “presente”

hoje¿Cuál es la fuerza que nos sostiene? ¿De dónde viene la esperanza para seguir soñando?, ¿para resistir y buscar una sociedad más humana y feliz, fraterna para todas y para todos? Lo que nos mueve son los sueños de una realidad que queremos, una realidad que no incluya situaciones de injusticia impuesta por las desigualdades sociales y económicas. Una realidad que se transforma en la medida en que nosotros la transformamos, a través de nuestros esfuerzos, con nuestros sentidos, con nuestras opciones. Podemos y debemos ser constructores de nuestro destino personal y colectivo, de nuestra libertad creativa. Nuestra pasión y nuestra fe ganan fuerza cuando están en contacto directo con las víctimas de la violencia y la injusticia contra los derechos sagrados y fundamentales que se llaman derechos humanos. Los signos y resurrecciones nacen de nosotros mismos, de la unión y la fuerza de los movimientos sociales y otras articulaciones que vienen desde abajo, desde la sociedad civil y organizada… ¡nosotros! Es posible hacer llover Justicia, fertilizar la tierra y obtener los frutos que han de nacer. Es posible, porque queremos, creemos, luchamos, construimos. El cansancio, la desilusión, el desánimo, el miedo se convierte en una sombra gigante si lo permitimos, pero se hace pequeña e insignificante si nos mantenemos unidos, si la lucha de uno es la lucha de todos. Entre los males más fuertes está la indiferencia absoluta, es el que domina nuestra vida diaria, una especie de ceguera en el mundo que hace que la gente viva en una burbuja, ciega y estéril, incapaz de escuchar los latidos del corazón del mundo, olvidando que en este latir está también el nuestro. Nosotros somos el mundo, la historia es la nuestra, que nadie se sienta excluido, en las palabras de una canción de De Gregori, ¡nosotros estamos escribiendo la historia! Somos parte de un alfabeto que es capaz de escribir cosas maravillosas, si así lo elegimos. Valor, sueños, esperanzas, dignidad, libertad, justicia, respeto, imaginación, fraternidad… tantas plumas con las que comenzar a escribir, donde nosotros somos el papel en blanco donde empezar a hacerlo.

Emma. LMC

El amor es una cuerda que lleva a lo más alto…

CuerdaHermosa, es verdaderamente hermosa la catequesis que estoy haciendo con los presos. Acaba de empezar, pero está yendo bien y cada vez que voy salgo profundamente enamorada, de hecho, todos estamos apasionados, es un tiempo de compartir, buscando la profundidad del alma.
Este deseo de ponerse en camino para entender… para entendernos unos a otros… al encuentro de Dios.
Caminamos con piedras en el corazón, duras, pesadas, que poco a poco intentamos arañarlas, para que sean pequeñas como guijarros, que se pueden retirar del zapato. Por ahora hay seis presos que forman parte del grupo y eso es bueno, ya que cuanto más pequeño es el grupo más fácil es hablar por la intimidad que se crea, para decir las cosas importantes y difíciles de la vida. Estoy muy feliz, también, por tener la oportunidad de estar entre ellos y sin barrotes de hierro o divisiones, sentados en un círculo en un espacio que ayuda a tener proximidad. Es importante estar cerca, contactar con los ojos, escuchar con atención, tomar su mano para orar y finalmente abrazarse para decir GRACIAS. En esa hora y media o poco más, me olvido de estar dentro de una prisión, no recuerdo el uniforme rojo que llevan, olvido el ruido de los otros presos, estamos tan inmersos en la profundidad de lo que se comparte que aparentemente podrían ser el título de un libro de Virginia Woolf : “la habitación de uno mismo” y de hecho es un espacio sólo para ellos, un espacio para nosotros. Me gusta por un camino que trabaja la valorización humana y el autodescubrimiento, lo que lleva a un crecimiento personal interior. Y esto se aplica no sólo a ellos sino también a mí. Es un intercambio, un toma y daca como el querido y viejo, pero aún relevante Paulo Freire decía: “ninguno enseña a nadie, todo el mundo aprende de todo el mundo”. De cada persona podemos aprender, también de los presos y sus historias y estoy agradecida.
Emma, LMC.

“Razones del corazón”

LMC PortugalHay muchas razones que lo hacen palpitar.

Pero es una, sólo una, la esencia de las razones, que marca el ritmo de todas las demás ¡”el amor”!

Es el que orienta toda nuestra vida.

Pero, como seres humanos que somos, y porque, cada vez vivimos más en un mundo de la razón y para la razón, vemos el amor como una fórmula química que podemos manejar de acuerdo a nuestra voluntad.

El corazón tiene sus límites, ¡lo sabemos!

Los derrumbamos, volvemos a levantarlos y volvemos a eliminarlos…

¡¿Pero tiene que ser así?! ¿No podemos aprender? ¿No podemos ser valientes? ¿no podemos creer?

¡Quizás, sólo necesitemos un poco de coraje, de esperanza y creer!

Tal vez no habrá límites si elegimos hacerle frente, curarlos, ¡acogerlos!

Tal vez el corazón después de todo pueda ser ilimitado si tenemos el valor para decidir que el Amor no tiene límites.

Y si se trata de la pasión de Cristo, en su dolor por nosotros, donde encontramos el bálsamo de la misericordia, ¡sanaremos nuestras heridas sumergiéndonos en su amor!

¡No basta pedir, agradecer, orar!

¡Es obligatorio experimentar el perdón en nosotros y para nosotros!

Para después vivir en el otro y para el otro la alegría del amor…

Seamos un buen legado de su Pasión de Corazón abierto, sano y lleno de razones para vivir…

Cristina Sousa

Maia, 27 de Mayo de 2016

Lévantate, no te dejes derrotar

Un comentario a Lc 7, 11-17 (X Domigo ordinario, 5 de junio del 2016)

viuda-de-naimLa liturgia nos presenta hoy un texto del capítulo séptimo de Lucas, en el que se nos narra la historia de como Jesús encuentra al hijo de una viuda que llevaban a enterrar. Se trata de una escena bastante común entonces y ahora. Como dirían en Costa Rica, ¡pura vida!
Quisiera compartir alguna reflexiones que me provoca la lectura de este texto:

1.- Jesús vive en medio de las personas, compartiendo la vida con sus gozos y con sus penas, con sus triunfos y fracasos, sus manifestaciones de vitalidad y su experiencia de la muerte. La espiritualidad “jesuánica” no es una espiritualidad, si me permiten la expresión, “espiritual”, en el sentido de “etérea”, abstracta, alejada de los problemas de la vida. La espiritualidad de Jesús está muy ligada a la vida concreta, que afronta el hambre y el exceso de comida, el amor de la familia y los conflictos que genera, la vida que nace y la vida que muere.
Para ser discípulo de Jesús, no tengo que alejarme de la realidad y de sus luchas; no tengo que aislarme en una especie de mundo “perfecto” e “ideal”, pero irreal, que solo existe en la imaginación. Tengo que asumir la realidad con todas sus consecuencias, positivas y negativas, aceptando, por ejemplo, las imperfecciones de mi familia o comunidad; reconociendo mis propios fallos o los límites de los demás; confrontando realísticamente las injusticias de la sociedad o el pecado de la Iglesia.

2.- Jesús se interesa y se involucra. Ante la realidad del sufrimiento y la muerte que amenazan la vida de aquella viuda de Naín, la reacción de Jesús es, en primer lugar, de acercarse (no mirar para otro lado ni desentenderse, como hicieron el sacerdote y el levita ante el herido en el camino de Jerusalén).
Un discípulo de Jesús se involucra, no permanece indiferente ante los problemas que ve en la sociedad, en la Iglesia o en las personas que le son vecinas. Ciertamente, Jesús no invade la esfera privada de la viuda, pero tampoco permanece indiferente: “¿Por qué lloras?”, pregunta. “¿Qué te pasa?”, podemos decir nosotros ante alguien que sufre.

3.- Jesús se com-padece. Jesús hace suyo el problema de la mujer. Como en el caso del Buen Samaritano, que encuentra a aquel herido en el camino, lo monta sobre su animal, lo lleva a adonde lo pueden ayudar y se hace cargo de su curación.
El discípulo de Jesús es una persona de corazón abierto, que ayuda cuando puede. Gracias a Dios, la Iglesia de Jesús ha transformado esta compasión en miles de estructuras de ayuda a los pobres, a los ancianos, a los enfermos, a los necesitados. La pregunta para mí puede ser: ¿Participo en alguna de estas iniciativas de ayuda a los necesitados o prefiero vivir tranquilo en mi propia comodidad?

4.- Jesús dice al muchacho: “Levántate”. Me impresiona mucho la de veces que Jesús usa en los evangelios esta expresión: “Levántate”, ponte en pie y camina; no dejes que la muerte se apodere de ti. Ciertamente, sabemos que, al final, todos tenemos que morir y ésa es una realidad que debemos asumir. Pero no se trata tanto de la muerte física cuanto de la “personal”. Aquella muerte que nos destruye como personas, que nos hace sentirnos derrotados y desconfiados, que nos lleva a perder la fe y la seguridad de ser hijos amados del Padre. ¡Cuántas personas circulan por la vida como si fueran muertos vivientes!: sin fe, sin esperanza, sin amor. Jesús les dice: “Levántate, no te dejes dominar por la muerte”.

El discípulo no es alguien que ha aprendido algunas verdades o conceptos. El discípulo es aquel que ha escuchado la palabra de Jesús que le dice: “Levántate”. Y con fe se levanta, deja atrás sus fracasos, sus enfermedades y sus pecados; se pone en pie y camina con confianza sabiendo que “Dios ha visitado a su pueblo”, que Dios camina con él en las duras y en las maduras, en los éxitos y en los fracasos, en los momentos de entusiasmo espiritual y en los de pecado.

En este domingo, me quiero levantar una vez más y ser para otros portavoz de la palabra de Jesús: “Levántate”, no te dejes derrotar.

P. Antonio Villarino
Quito