Lo menos que podemos hacer por la conversión del África, es ofrecer nuestra vida a Jesús, sabiendo que Él murió por nosotros. (S 5822)
Queridos hermanos:
Les enviamos un saludo afectuoso hasta esos lugares donde están prestando su actividad misionera, porque deseamos estar en comunión con ustedes en ocasión de la fiesta de nuestro Fundador.
Hace pocos días, el Consejo General se trasladó a Limone sul Garda, para asistir a la clausura del Capítulo General de nuestras Hermanas, las misioneras Combonianas, y concluir de ese modo la visita canónica a las comunidades de la Provincia italiana.
Limone, como sabemos, además de ser un lugar turístico de belleza sinigual, es un lugar que habla particularmente a todos nosotros, seguidores de las huellas de San Daniel Comboni. Visitar la Iglesia parroquial en la que San Daniel celebró los sacramentos empezando con el Bautismo, entrar en aquella casita cuyas paredes oyeron sus gritos infantiles, caminar por los senderos de la huerta que siendo niño recorrió de arriba a abajo, subir por el sendero tortuoso que comunica Limone con otros pequeños pueblos y, desde lo alto, contemplar el azul del lago de Garda, permite echar a volar nuestra fantasía y entender mejor sus cartas y todo aquel escenario que, poco a poco, iba ensanchando su corazón y lo preparaba a los retos de la misión africana.
Continuadores de una herencia
Limone ha sido la cuna y crisol de un sueño. Ha sido interesante escuchar el modo como algunas personas, habitantes de allí, se expresan de su paisano misionero y obispo. Está vivo y presente en la vida de aquellos hombres y mujeres y es motivo de orgullo y bendición para todos ellos.
La fiesta que nos disponemos a celebrar puede ser la ocasión para preguntarnos: ¿Qué lugar ocupa el Fundador en nuestra vida? Somos continuadores de un carisma recibido de Dios y llegado a nosotros a través de San Daniel. ¿Cómo podemos testimoniar allí donde nos encontramos esa misma pasión que sentía él por la causa misionera? Es un don que puede ser enriquecido o empobrecido. Lo enriqueceremos si ofrecemos lo mejor de nosotros, trabajando con generosidad y sin cálculos para alcanzar la utopía del Reino, como ha hecho Comboni. Lo empobreceremos si nos contentamos de lo que tenemos y no compartimos los dones que cada uno posee, más bien los escondemos por miedo a quedar mal o porque nos resulta más cómodo quedarnos donde estamos, sin ir más allá de lo conseguido.
Vivir la comunión no obstante nuestras diferencias
Limone está enclavado en las faldas de un monte. San Daniel ha sabido ir más allá, buscando nuevos horizontes; ha tenido el valor de salir de un ambiente conocido aventurándose en un nuevo continente, representado en su mente sólo por la descripción que hacían de éste los misioneros que pasaban y supo así enriquecerlo con su fantasía juvenil, iluminada por la fe en el Hijo de Dios. Comboni ha sabido descubrir otro tipo de belleza en pueblos diferentes al suyo. Se ha involucrado en la vida y la suerte de tantos hombres y mujeres a quienes consideraba hermanos y hermanas. Por tanto, también nosotros estamos invitados a descubrir la belleza de las personas, la de aquellas que viven con nosotros y aquellas que encontramos en nuestro trabajo, pese a las diferencias, seguros de que no podemos amar lo que no conocemos.
Nuestro Instituto, hoy más que nunca, es internacional, es decir católico, porque así nos ha querido San Daniel desde el inicio. ¿Cómo vivimos el reto de la internacionalidad? Comboni invitaba a todos a trabajar por la misión. ¿Nos sentimos en grado de transmitir la misma pasión misionera que habitaba en el corazón de nuestro Fundador, a la cual hace referencia el último Capítulo General? Queremos vivir una relación de comunión con Dios y compartirlo con quien está a nuestro lado. Queremos leer la vida y la historia a la luz de la fe y asumir un nuevo estilo de vida y de comunión, fundado sobre opciones evangélicas (DC 2015, 29).
Viviendo las orientaciones del Capítulo
Cuando descubrimos el don que ha llegado gratuitamente a nuestras manos, estamos invitados a vivir en actitud de constante gratitud a Dios que nos invita a ponernos en movimiento. Y, cuando agradecemos, vivimos en la alegría que brota de descubrirnos portadores de buenas noticias, como nos ha propuesto el Capítulo General, siguiendo las líneas de la Evangelii Gaudium.
En casi todos nuestros encuentros que tenemos, se ha vuelto una praxis acercarnos a la realidad en la que nos movemos para conocerla y permitir que nuestro trabajo sea eficaz, porque se inspira y contextualiza en ese lugar o situación donde nos encontramos. Vivimos momentos difíciles y desafiantes para todos, pero tenemos la promesa que no estamos solos. Evitamos de caer en el desaliento cuando tenemos presente que no sólo nos acompaña el Resucitado, como hizo con los discípulos de Emaús (Lc 24), sino también cuando descubrimos que San Daniel Comboni está presente con su testimonio misionero permitiéndonos así comenzar este tramo de nuestra vida: Yo permaneceré firme en mi lugar hasta la muerte (E 5329) no obstante todos los obstáculos del mundo (E 5584).
En esta fiesta, conviene que nos preguntemos, ¿cómo asegurar lo que es específicamente comboniano en lo que estamos haciendo? El Capítulo nos recuerda: Sentimos la necesidad de recuperar el sentido de pertenencia. La alegría y la belleza de ser verdadero ‘cenáculo de apóstoles’, comunidad de relaciones profundamente humanas. Estamos llamados a valorar, ante todo, la interculturalidad, la hospitalidad y la ‘convivencia de las diferencias’, convencidos de que el mundo tiene una necesidad inmensa de este testimonio (DC 2015, 33).
El pequeño pueblo de Limone su Garda, donde nació San Daniel, y la ciudad de Jartum, donde murió, nos recuerden a todos que Dios puede hacer maravillas cuando lo dejamos actuar en nosotros, como ha hecho nuestro Fundador. ¡Buena fiesta a todos!
Cordialmente,
EL CONSEJO GENERAL MCCJ