Laicos Misioneros Combonianos

Jesús Ruiz Molina, obispo auxiliar de Bangassou

Jesus Ruiz

Jesus Ruiz El misionero comboniano burgalés Jesús Ruiz Molina fue ordenado obispo auxiliar de Bangassou, el pasado día 12 de noviembre, en la República Centroafricana. La celebración tuvo lugar en Bangui, pues en su nueva ciudad solo se puede llegar en helicóptero. En realidad, las autoridades políticas y otros invitados no querían desplazarse a Bangassou, debido al ambiente de inseguridad que se vive en la región. Tras su paso por Chad y por la ciudad centroafricana de Mongoumba, Jesús Molina aceptó ser destinado a un lugar golpeado seriamente por la violencia de una guerrilla sin fin para colaborar con el obispo titular Juan José Aguirre Muñoz, otro comboniano español, a encontrar caminos para la paz y la reconciliación e servir a los más pobres.

Después de 25 años en África, le nombran obispo…

Jesus Ruiz Fue una ducha de agua fría, más bien helada, pues ni me siento digno ni humanamente me atrae. A finales de este año tenía previsto mi regreso a España para trabajar en la pastoral vocacional y Justicia y Paz al mismo tiempo que podría acompañar a mis ancianos padres y reformatearme un poco en todos los sentidos. Confiado en Dios dije sí, y esto ha cambiado completamente mi vida, que está ya unida a este pueblo de una manera sacramental hasta el final.

¿Es Bangassou la zona de África más complicada en la que ha estado?

He vivido 15 años en la sabana del Chad en un contexto difícil, con hambrunas y guerras. He pasado estos nueve últimos años en la selva con los pigmeos y con una población súper pobre. Bangassou en estos momentos es una de las zonas más conflictivas de África. Solo se puede llegar por avioneta; las doce parroquias que tenemos han sido saqueadas por los 14 grupos armados que se disputan el país. La violencia y las masacres son cotidianas. La mayoría de la población está desplazada. La mayor parte de los sacerdotes han huido y las hermanas también. En la catedral llevamos cuatro meses sin celebrar la Eucaristía pues hemos acogido a 2100 refugiados musulmanes que los antibalakas quieren asesinar. Ningún funcionario del Estado acepta venir aquí. Por eso decidimos celebrar mi consagración episcopal en Bangui. Mi gente de Bangassou no podrá asistir, pero el 8 de diciembre tendremos una Misa de acción de gracias, para celebrar que Dios no nos abandona en nuestro dolor.

¿Cuál cree que debe ser la misión de un obispo en un lugar como Bangassou y la suya en concreto?

No tengo ningún plan preconcebido. Voy para estar con esa gente que sufre. Para mí, el ser obispo no es ninguna promoción, es la confianza en Aquel que amo y que me invita a seguirle en el camino que sube a Jerusalén: «Tú ven, y sígueme». Nunca estudié para ser obispo, la gente me enseñará. El obispo es aquel que no abandona el rebaño cuando viene el lobo, que vela por todos, los de fuera y los de dentro, que denuncia la muerte de la injusticia y anuncia la salvación que es vida en Jesucristo. Hoy en Bangassou necesitamos paz, mucha paz para curar tantas heridas del cuerpo y, sobre todo, del espíritu; necesitamos reconciliarnos y perdonarnos; necesitamos construir juntos un futuro para esta población traumatizada, por ello seguiremos esforzándonos en poner en pie las escuelas, curar a los enfermos, ocuparnos de los últimos y abandonados, estaremos del lado de los más débiles, trabajaremos por la justicia, única garantía de una paz verdadera, y en todo ello seguiremos anunciando la Buena Nueva de Jesús, que vino para que tengamos vida y vida en abundancia. A mi pueblo hoy le han arrebatado esa vida.

Tiene a Juanjo Aguirre y al cardenal Nzapalainga como referentes…

Sin duda que tener referentes como Aguirre o el cardenal Nzapalainga, que hacen carne el Evangelio en la cotidianidad, me alienta y estimula al novicio que yo soy. Pero son tantos otros los maestros que me estimulan, desde las hermanas que trabajan de sol a sol en medio de una violencia enorme, hasta los abbés que arriesgan sus vidas por salvar a unos pocos; esos cristianos que viven la misericordia en lo cotidiano… El pueblo de Dios es el gran estímulo para un pastor, el pueblo nos enseña a ser pastores.

Siempre ha estado cerca de los más pobres, ¿es su opción preferencial?

Jesus Ruiz Esta opción preferencial por los últimos, los que no cuentan, los descartados que dice el Papa, viene de Jesús, el de Nazaret. Jesús nos mostró a un Dios imparcial que se inclina gratuita y amorosamente por lo que este mundo desprecia. Para el insatisfecho buscador que yo soy, curiosamente he descubierto que en lo despreciable de este mundo se encuentra el verdadero rostro de Dios. Los pobres, los humildes, los hambrientos, los que lloran, los perseguidos, los que gritan justicia… ellos son la Biblia en carne. Yo he recibido este gran tesoro de poder servirles un poco, y me alegro de ser el gran beneficiario, pues son los pobres los que me dan a Dios.

Como misionero comboniano su vínculo con África es muy fuerte. ¿Sigue siendo el continente olvidado en nuestros días?

África no cuenta en el organigrama económico mundial; el terrible atentado en Barcelona fue noticia internacional, sin embargo, en la misma fecha, cientos de personas asesinados en mi diócesis no tuvieron ni una sola línea en la prensa. Un solapado neocolonialismo se impone hoy en África; las potencias mundiales se disputan sus riquezas sin escrúpulo provocando guerras, aniquilando culturas, exterminando poblaciones enteras… Pero África es vida con mayúscula. El origen de la humanidad está en África y me atrevo a decir que el futuro de esta humanidad pasa por África.

Jesus Ruiz
Obispos de la República Centroafricana.

Aprender a amar…

LMC Portugal¡Fue un sueño… que se hizo realidad! Todo surgió desde la primera vez que escuché el testimonio de un sacerdote misionero y por el que me maravillé por la gran intensidad del amor vivido y compartido. Era adolescente y desde allí nació en mí una enorme voluntad de querer amar así.

El tiempo fue pasando y casi vi el sueño huir entre mis rutinas, responsabilidades y trabajo… Pero Dios sabe lo que hace y no podía dejar un sueño tan rico morir en vano. Él me supo llevar por el camino correcto, conduciéndome por el camino de Fe y Misión que me ayudó a acercarme a Él, a conocerme en lo más profundo y a darme cuenta de que era llamada a hacer algo más. Y con millones de miedos y anhelos Él quiso que yo fuese aún más lejos y viviera este mes, donde pude aprender y saborear un poco de la vida misionera.

Después de toda la preparación, recaudación de fondos y despedidas, sólo descubrí que era real cuando me vi en Nampula. Así que salí del avión, saqué la máquina para tomar fotos del lugar y me lo impidió un guarda de seguridad del aeropuerto. Entonces sí, descubrí que aquel no era el mundo en que crecí, la realidad a la que siempre había estado acostumbrada.

En el camino recorrido hasta Carapira, más certezas tenía que estar viviendo otra vida, en un mundo completamente diferente. La carretera asfaltada, sin pintar y con rectas infinitas, me fue permitido ver la verdadera realidad de vivir en Mozambique. De la ventana fui viendo los puestos junto a la carretera, pequeños mercados donde se vendía de todo un poco, vi también muchas mujeres cargando sus hijos a la espalda y otras que cargaban baldes de agua u otras cargas en sus cabezas. La tierra roja, los árboles típicos y la llanura infinita con algunas montañas a lo lejos identificaban el paisaje. En algunos lugares se veían casas de paja y pequeños puestos que identificaban las poblaciones.

Llegamos a Carapira donde tuvimos una cálida acogida que me recordó la existencia de un mundo parecido a lo que estaba acostumbrado a vivir. Las instalaciones eran bastante agradables a semejanza de lo que había idealizado anteriormente.

Los primeros días me permitieron conocer el lugar donde pasaríamos la mayor parte del tiempo, las casas de las diferentes ramas de la familia Comboniana y el trabajo que cada uno realizaba. Se distribuyeron las tareas para toda la comunidad Fe y Misión, sobre todo relacionadas con el trabajo del Instituto Técnico Industrial de Carapira (ITIC) y en el apoyo al estudio de las niñas del hogar de las Hermanas Combonianas.

El trabajo que nos habían asignado lo realizamos a lo largo del mes y adaptándonos al ritmo que allí se vivía. El tiempo era muy relativo, la prisa no existía, habiendo siempre la posibilidad de una conversación extra siempre que caminábamos hacia algún lado.

Todos los días participábamos en las laudes y vísperas, realizadas en la iglesia junto con la comunidad Comboniana. Al principio, no fue fácil despertarme temprano para las laudes, pero a medida que iba entrando en el ritmo era extraño si algún día faltaba a una de las oraciones. Era un momento de pararse para estar junto a él y ahí recordar todas las razones que me llevaron a estar allí.

LMC PortugalAdemás de las tareas asignadas inicialmente, tuve la oportunidad de visitar una comunidad fuera de Carapira, con la hermana Eleonora, donde por primera vez me sentí “inculturada” al almorzar junto a la comunidad, tuve también la oportunidad de rezar el rosario en Macúa en un barrio de Carapira y de acompañar a la hermana María José en la visita a los enfermos. Todos estos momentos me permitieron conocer un poco más sobre las costumbres y la vida del pueblo Macúa. Ellos estaban muy contentos siempre que nos oían hablar en su lengua, por pequeña que fuera la expresión.

Las maravillas se fueron sucediendo a lo largo de los días. Y en cada uno de ellos había un toque especial, que me hacía disfrutar de estar allí y donde nada más importaba. A pesar de las nostalgias por Portugal, la voluntad de quedarme allí aumentaba cada día que pasaba.

Poco a poco iba aprendiendo más y más, lo mejor de todo surgió con las niñas del hogar. Desde el primer día en que las conocí quedé prendada por sus sonrisas, canciones y alegría contagiosa. ¡Mi corazón se llenaba, siempre que estaba con ellas! Ellas me cautivaron con su sencillez y, a pesar de tener la tarea de enseñarles y ayudar con los estudios, sentí que aprendí yo mucho más. Compartíamos la pequeña merienda que tenían y aún me daban un poco del de ellas. Me enseñaban palabras en Macúa y se divertían mucho siempre que yo las intentaba pronunciar.

Cuando ya sentía el corazón a reventar con tanto amor y pensaba que ya no era posible más, he aquí que aparece una pequeñita que quería hablar conmigo a solas. Confieso que me invadieron mil y un pensamientos y algunos temores, junto con mucha curiosidad. ¿Qué me quería decir? Entonces surge la oportunidad y la pregunta fue muy simple, dicha de una forma tan dulce: “¿quieres ser mi amiga?” Me quedé sin reacción y sin palabras. No contaba con tan pequeña pregunta que cargaba tanto sentimiento. La abracé y le dije con todo mi amor que ya éramos amigas sin tener que pedirlo. Pero ese corazoncito aún me quiso sorprender más. A pesar de haber intentado no aceptarlo, vino con un regalo para mí. Sí, nosotros que tenemos tanto y ellos que tienen tan poco. ¿Cómo es posible? Un pequeño cuaderno con un texto escrito por ella. A lo largo del mes, las pequeñas actitudes de esta niña me conmovieron de una manera muy especial, revolviendo también mi mundo y mi forma de pensar sobre el amor. ¡Al fin y al cabo es tan sencillo!

Todo esto me hizo ver la vida con mucho más simplicidad, dejando de dar valor a muchas cosas que tenía y reflexionar sobre ese amor que poco hablaba y mucho transmitía. Fue así que Dios me llevó al desierto y me habló al corazón…

Mónica Silva (Fe y Misión)

“Sus ojos se detuvieron en mi pequeñez…”

LMC PortugalHa llegado el momento de compartir lo que me habita en el corazón después de un mes de experiencia misionera en Carapira. Tengo alguna dificultad en organizar las ideas y empezar, pues son muchas las emociones que me vienen al corazón… intentaré escribir un poco sobre cómo crecí en esta experiencia.

Primero, os hablaré de lo que era el día a día. Cada día teníamos momentos de oración. Comenzábamos y terminábamos el día en oración, con la comunidad apostólica y nuestra comunidad.

Al inicio se señalaron varios trabajos en los que necesitaban nuestra colaboración y fuimos construyendo nuestra rutina en torno a estos trabajos, en el Instituto Técnico e Industrial de Carapira y en el internado que tienen las hermanas. Acompañábamos a los misioneros y misioneras en las visitas que hacían a personas y comunidades. Participamos en las celebraciones que se vivieron por aquellos días de los 70 años de la presencia Comboniana en Mozambique, los 150 años de la fundación del instituto de los MCCJ y los 25 años del asesinato del hermano Alfredo Fiorini.

Teníamos las tareas y momentos propios de la vida comunitaria, de nuestra “comunidad Fe y Misión”.

Dos cosas llenaban mi corazón: la primera era un sentimiento de pequeñez; la segunda era una gran serenidad, pero una serenidad alegre. Me sentía pequeño y ligero, alegre, en paz.

Me sentí pequeño porque fui viendo lo mejor y lo peor que hay en mí. Aprendí más sobre mí, me conocí mejor. Fui percibiendo mis límites y mis dones con más nitidez. Fui descubriendo límites que no conocía y cualidades que no pensaba tener. Y al crecer me sentía pequeño. Porque fui percibiendo que los trabajos que íbamos haciendo, aunque importantes y hechos con toda la dedicación que podíamos dar, no cambian el mundo como queremos. Porque la diferencia está en pequeños gestos de amistad, de amor, que crecen y dan fruto. Me sentía pequeño, sobre todo, porque fue mucho más lo que recibí de lo que di: de la comunidad apostólica que nos acogió generosamente; de la comunidad de Carapira; de las comunidades que visitábamos; de las personas que nos encontrábamos; de los niños y jóvenes con quienes pasábamos más tiempo, en el Instituto (la escuela industrial) y en el hogar de las Hermanas; y de las personas con quienes hice comunidad, los demás miembros del Grupo Fe y Misión.

LMC PortugalMe sentía, al mismo tiempo, en paz, porque tenía el corazón lleno. Lleno de amor, de alegría. Lleno de Dios. A cada día que pasaba, percibía mejor que estaba allí porque Dios me quiso hablar allí. Y le sentía muy cerca, en momentos concretos, en la oración, en los trabajos, en las personas que me iban tocando el corazón. Y me di cuenta de que Él me iba guiando, me ayudaba a conocerme mejor. Esto me ayudó a ser más sensible, más genuino. Más yo. El que Dios ya conocía y yo aún no – mi verdadero yo…

Miro este camino. Como estaba al principio y como estoy a la llegada. Como he cambiado: como Dios se detuvo en mi pequeñez, y cómo cogió en esa pequeñez y fue construyendo algo hermoso.

Como fui tocado por Él. Me siento feliz por mirar y por saber que viví intensamente. Por saber que viví aquel tiempo apasionado por Cristo y por las personas. Quiero continuar así, con el corazón lleno, agradecido por todas las maravillas que Dios hizo y por todo lo que recibí de las personas que por mí pasaron, los muchos testimonios de fe y amor que me fueron tocando y me hicieron crecer.

LMC Portugal

Filipe Oliveira (Fe y Misión)

Diario de campo Simone Mongoumba

LMC RCA04 de noviembre de 2017
Día 261 Restante 839
Hola a todos / todas, ¿cómo estáis? … por aquí todo bien, me fui a toda prisa desde Bangui el 19 de agosto, continuaré con el estudio de la lengua Sango en la misión de Mongoumba… el tiempo pasa rápido como el viento y ya son casi 3 meses … aquí hay otra canción para expresar en palabras toda la inmensidad vivida…
… COMO UN RÍO DE NÓMADAS…

Mongoumba…
TIENE EL OLOR DE AFRICA,
CÓMO LOS SUEÑOS HECHOS DE TIERRA Y BARRO,
CÓMO LOS PIES QUE ESTÁN CANSADOS, PERO CAMINAN
POR QUÉ SABEN QUE ESTA VIDA ES SÓLO UN VIAJE,
UN CAMINO QUE NO SE CONOCEN DONDE TE LLEVA, SI UN DÍA TE LLEVARÁ A CUALQUIER LUGAR,
EN LOS PUEBLOS EN EL CASAS DESHECHAS, DONDE LA VIDA ES UNA LUCHA A CUALQUIER PRECIO.
Domingo 22 de octubre, la carretera me ha llevado a MOLABAYE, dista tan solo 11 km de Mongoumba, como Emaús de Jerusalén, ¡2 horas de camino: 06:15-8:15! No es por las casas construidas al lado de la carretera, sino la carretera que entra entre las CASAS DESHECHAS, hechas de TIERRA Y BARRO, ¡DONDE LA VIDA ES UNA LUCHA A CUALQUIER PRECIO! Ya a las 06.15 todo el mundo está despierto y comienza la vida: se pila la yuca para preparar algo de comida, se teje el bambú para venderlo y ganar algo de dinero, con la TIERRA se fábrica ladrillos de TIERRA Y BARRO para construir la casa, lavan a sus hijos en un pequeño balde con un poco de agua y niños descalzos jugando con una pelota de hojas retorcidas! El ritmo de la caminata es lento… como un río, porque todos vienen a saludarte y los niños tan pronto como te ven en la distancia comienzan a gritar y saltar, “BWA BWA BWA” (Padre) o “Mungiu Mungiu Mungiu” (creo que viene de Bonjour, blanco), alineados en una fila, apretones de manos, sonrisas en abundancia, saludo a izquierda y derecha … habrá muchos viajes por estas carretera y en la vida de estas personas, ya que me han confiado el cuidado pastoral del sector sur de la parroquia… 4 capillas: Molabaye, Gouga, Ikoumba1 y Ikoumba2…

TANTAS VECES LO HE ENCONTRAD EN EL MERCADO,
CON ESE AIRE DE BATALLA QUE LO INVADE,
CON EL ESPÍRITU GUERRERO DEL SOLDADO,
QUE SE LEVANTA CIEN VECES CUANDO CAE,
PORQUE SABE QUE SE LEVANTARA CON OTROS CIEN,
QUE ENTRE LOS CAMPOS HA VISTO NACER Y MORIR,
COMO NACE Y MUERE UN SOPLO DE VIENTO
LA ESPERANZA Y VOLUNTAD DE PROCLAMARLO.

Aquí es una LUCHA, p. Alex Zanotelli diría que es ¡la LUCHA entre el Dios de la vida y el sistema de muerte que oprime a la República Centroafricana! Nuestros campos de batalla, en el que tocamos nuestras limitaciones humanas, son los 5 puestos de salud dispersos en la parroquia, son pequeñas clínicas-farmacia que tratamos de visitar regularmente, una de ellas se encuentra en Safa Tavares. Las madres vienen con sus bebés desnutridos, los pesan, medimos la altura, hacemos la prueba del PB (medida de la circunferencia del brazo), la prueba del apetito con un buen saco de PumplyNut (parece mantequilla de cacahuete muy nutritiva), para algunos un poco de medicamentos y evaluamos si el niño con dificultad, y con todos nuestros esfuerzos humanos, mejora. Cosas que sobre el papel parecen sencillas, pero los bebés se retuercen, chillan, gritan con todo el aire de lucha que tienen, sacan fuera todo su ESPÍRITU GUERRERO DE SOLDADO, ¡¡¡una señal de que están llenos de vida, que quieren luchar y luchar!!!

Mongoumba …
TIENE EL ASPECTO … DE LAS ESPOSAS, DE LAS MADRES QUE CADA NOCHE ESPERAN CON ANSIEDAD LA MAÑANA, Y CADA MAÑANA ESPERAN LA TARDE Y NO SABE SI REÍR O REZAR A CUALQUIER DIOS QUE LE APARECE POR LA VENTANA, POR QUÉ A VECES A DIOS NO SABE QUÉ ESCUCHAR, Y CON DUDAS MUEVE LA CABEZA.

LA MIRADA DE LAS MADRES HABLA… ¡incluso si nuestros idiomas son diferentes! A menudo, LA MIRADA DE LAS MADRES grita “mi hijo está enfermo… haz algo por favor”. ¡Ya sabemos por LA MIRADA DE LAS MADRES cuál será el resultado de nuestra batalla! ¡Aquí Los números fríos de las estadísticas de mortalidad infantil se vuelven carne, tienen rostro y nombre! A veces en la noche oímos los gritos de las madres inconsolables que vienen desde el hospital… “se oyó una voz, un llanto y una gran lamentación; es Raquel que llora a sus hijos y no quiso ser consolada…” (Mt 2:18). ¿Qué palabras pueden consolar a una madre indefensa que ve a su bebé morir?…
Madres que rezan desde la mañana hasta la noche… el estribillo de esta canción parece el grito de las madres a Dios… “A LOS SEÑORES DE LA GUERRA LE DAMOS LA SANGRE PORQUE ES UNA SANGRE QUE SE DERRAMARÁ LEJOS, COMO UN RÍO QUE ATRAVIESA UN CONTINENTE E INVADE TODOS LOS DEMÁS POCO A POCO”.

MUCHAS VECES LO HE ENCONTRADO EN LOS SUBURBIOS, O EN LOS CALLEJONES TRAS LOS PALACIOS,
COMO UN FARO QUE ALUMBRA CON SU LUZ A LOS NIÑOS QUE CORREN DESCALZOS,
Y ES ALLÍ, UNA VEZ MÁS, ENDURE SU PUÑO Y DE NUEVO CORRE A LUCHAR,
TIENE UN CABALLO MÁS RÁPIDO QUE EL VIENTO, UN VIENTO QUE ESTÁ POR CAMBIAR.

Los niños marcan nuestro ritmo diario… son nuestro reloj… después de la misa de la mañana, escuchas las voces de los niños en el patio, señal de que es hora de terminar de beber el té y empezar la escuela 07:30… silencio: todos de nuevo en clase… gritos de júbilo llegó el recreo 10:30… silencio: todos de vuelta en clase … gritos jubilosos se acabó el colegio 12:30 es la hora del almuerzo! Después de un poco de silencio, por la tarde, cabezas y ojos pequeños de muchachos asoman por las ventanas, levantas la cabeza y desaparecen más rápido que el viento, se les oye correr descalzos por la terraza, susurran “Augustaaa, Annaaa, Simoneee” cuando todo el mundo desaparece llega el tiempo de la oración de la tarde, y la oración de las madres se convierten en nuestra oración… ” A LOS SEÑORES DE LA GUERRA LE DAMOS LA SANGRE PORQUE ES UNA SANGRE QUE SE DERRAMARÁ LEJOS, COMO UN RÍO QUE ATRAVIESA UN CONTINENTE E INVADE TODOS LOS DEMÁS POCO A POCO”.
… porque ¡¡¡Dios SABE QUÉ (Y A QUIÉN) ESCUCHAR !!!
¡¡¡Espero que el VIENTO ESTÉ POR CAMBIAR!!!

Un saludo, un abrazo, un beso, una oración, un GRACIAS … se me ocurre deciros Feliz Navidad 🙂 porque no sé cuándo será la próxima vez que saldré de Mongoumba!!!

LMC RCA
… hasta pronto, Simone LMC

Partir a Tu encuentro…

LMC PortugalEl pasado 17 de agosto yo y mis siete colegas del grupo Fe y Misión partimos para un largo viaje desde Lisboa hasta el aeropuerto de Nampula. No para hacer vacaciones, sino para tener un mes de experiencia misionera en la comunidad Comboniana de Carapira. Ahora que estoy de vuelta en Portugal, sólo puedo decir que fue un mes inolvidable que puso a Mozambique para siempre en mi corazón.
El lugar principal de nuestra misión fue el Instituto Técnico Industrial de Carapira (ITIC), donde colaboramos en diversas actividades, según los dones de cada uno. En mi caso, siendo yo estudiante de Matemáticas, tuve la oportunidad de colaborar en la revisión de la contabilidad, en el apoyo al sector pedagógico y en la aclaración de dudas a los alumnos durante el estudio nocturno. Pero nuestra misión no se redujo al ITIC – también nos pidieron que ayudáramos a través de explicaciones a las niñas del internado de las Hermanas Combonianas, y pudimos participar en varias actividades de pastoral (visitas a las comunidades, a los enfermos, etc.). A pesar de todas estas tareas, lo que hizo este mes tan significativo no fue lo poco que di, sino lo mucho que recibí y aprendí en Carapira.
Acogida y compartir son dos palabras que contienen mucha de la magia de este mes de misión. Es increíble la forma en que la comunidad misionera de Carapira (sacerdotes, hermanas y laicos) ha estado, desde primera hora, de puertas siempre abiertas para recibirnos, para servirnos un café o para ayudar en lo que fuera necesario.

En el contacto con el pueblo percibí que esta disponibilidad y este compartir es también lo que mejor caracteriza la cultura del pueblo Macúa, una cultura riquísima que contrasta tanto con la europea… Mientras que en Europa la vida está llena de estrés y las personas desesperan con el mínimo contratiempo (un simple retraso de un autobús, por ejemplo), lo que encontré en Carapira fue un pueblo que vive sin prisas, que sabe estar y contemplar. La verdad es que en mis primeras semanas en Carapira tuve bastante dificultad en adaptarme a esta cultura y a este ritmo. Pero valió la pena porque esta “ralentización” me llevó a repensar mi estilo de vida y a encontrar ese silencio interior que nos ayuda a escuchar la voluntad de Dios.
Vivir en comunidad fue otro de los grandes desafíos que tuve que enfrentar. Durante este mes, fuimos 8 jóvenes a hacer comunidad “a cien por cien”: hicimos las comidas juntos, rezamos juntos, trabajamos juntos… Una rutina que no tiene nada que ver con lo que estoy acostumbrado, pues yo salí de casa de mis padres (cuando entré en la universidad) y me acostumbré a una vida bastante autónoma y relativamente solitaria… La adaptación no fue fácil, porque en la vivencia comunitaria surgen constantemente situaciones que nos llevan a errar – basta estar un poco más cansados ​​para decir la palabra equivocada y generar un desentendimiento. Son situaciones inevitables que surgieron de vez en cuando, pero que siempre fueron superadas gracias a la fuerza de la oración, que nos ayudó a estar más en sintonía con Dios, a “morir todos los días por ir contra el propio querer” (¡como dice un cántico que nos gusta mucho!) y a ser capaces de perdonar.
Para quien viene de un país como Portugal, es entristecedor ver que una gran parte de la población de Mozambique vive en una situación de enorme pobreza. Y aún más triste me quedé al darme cuenta de que la mentalidad de los países ricos es en gran medida la responsable de esa pobreza. Por ejemplo, en los paseos por el barrio me sorprendía escuchar muchas veces la frase “mucunha [blanca], necesito dinero”, pero con el tiempo percibí que esto sucede porque muchas mucunhas ayudan (dando dinero) sólo para quitarse el peso de la conciencia, sin preocuparse de crear los medios necesarios para que el pueblo salga de la pobreza y deje de depender de limosnas. Pero quedé lleno de alegría al ver en el terreno el gran y continuo trabajo de caridad y amor al prójimo que realizan las misioneras y los misioneros Combonianos, fieles al lema de San Daniel Comboni: “Salvar África con África”.
Mucho más podría decir sobre este nuestro “aterrizaje” en Carapira. Podría hablar sobre las bellezas fantásticas que encontré en las visitas a la playa, en la Isla de Mozambique, o sobre la gran fiesta de nuestra despedida, o sobre muchas otras cosas buenas. Pero lo más importante es lo que queda guardado en el corazón, y eso no se puede traducir en palabras…

Agradezco a Dios por haber tenido la oportunidad de vivir todo esto.

Mozambique: estamos juntos, en la amistad y en la oración.

Rúben Sousa (Portugal)