Laicos Misioneros Combonianos

Desde el silencio

Retreat Centre

Maggie y yo hace poco que nos hemos tomado un tiempo para hacer un retiro de 10 días en silencio en el centro de retiros Galilea, que está junto a un lago en un cráter volcánico en las tierras altas de Etiopia. Maggie y yo no solo estuvimos en silencio con el resto de personas,  sino que nos colocaron en cuartos situados en lugares  opuestos, de modo que también estuvimos en silencio entre nosotros. Fue mi primer retiro “dirigido” de tanta duración y solo podía romper el silencio una vez al día durante 30 minutos, en el encuentro diario con mi director espiritual que me ayudaba a dirigir mi oración.

El primer día, mi director espiritual, Fr. Wolde Meskel, un sacerdote etíope, me pregunto por mis expectativas ante el retiro y le respondí algunas cosas relacionadas con mi deseo de estar mar próximo a Jesús. Después el me pilló desprevenido y me dijo que dejara de lado durante el resto del retiro todos los libros de espiritualidad que llevaba conmigo. ¿Qué? ¿Ni siquiera echarles un vistazo? El me aseguró que aunque los libros estuvieses llenos de buenas ideas, éstas me ocuparían de un modo cerebral, leyendo sobre Dios, y esto no es lo mismo que conocer a Dios experimentándole durante mi trabajo en el retiro. En su lugar, Fr Wolde, me dio unos cortos textos bíblicos para que pudiera simplemente sentarme en silencio con Dios.

Salí de la reunión preguntándome como podría sentarme durante 10 días en silencio son solo unas pocas palabras de la Biblia. Durante dos días estuve inquieto y di algunos golpes al aire de mi silencio. Supongo que tenía algunas ideas preconcebidas de cómo debía transcurrir mi tiempo con Dios, yo dictaba los términos. Me di cuenta de lo mucho que necesito sentirme eficaz incluso cuando estoy rezando.  No fue hasta el tercer día en que fui capaz de dejar mis planes de lado y rendirme. Y así comenzó mi retiro de verdad.

¿Qué fue lo que hice? Prácticamente nada.  Mis días de silencio transcurrieron siguiendo una rutina de meditaciones de una hora durante el día basadas en unos pocos versículos de la biblia cada vez, las bienaventuranzas del evangelio de Mateo consumieron la mayoría de la semana. Me di cuenta de que no me sentía cómodo en el silencio. Pertenezco a la cultura del loco ritmo de trabajo de nuestra sociedad moderna, estoy acostumbrado al ruido, a los estímulos sensoriales y la distracción, y con este bagaje es muy difícil oír la voz de Dios en el susurro. Me da miedo estar solo porque me lleva a cuestionarme si realmente si realmente amo y acepto a la persona con la que paso todo mi tiempo. Me lleva a confrontarme con mi debilidad y mi pasado y me siento expuesto a Dios de tal modo que no puedo esconder mis mayores faltas y mi poca fe.

En los primeros días tuve que luchar con mi necesidad de ser más productivo y eficiente, pero después esa necesidad desapareció. A los pocos días saboreaba cada momento de soledad. En realidad lo que hice fue simplemente estar con Jesús, para aprender de su vida en esos pocos versículos, ponderar su personalidad, contemplar su relación con el pueblo, disfrutar de sus palabras, percibir su forma de amar. Al contemplarle y dejar mis preocupaciones de lado fui capaz de entrar en ese lugar dentro de mi donde Dios reside y en el que me invita a seguirle, a estar y a ser con El.

Lo que sucedió durante el retiro fue un indicador del cambio que se está gestando en mi durante estos últimos años. El silencio le está transformando despacio. Cada vez lo aprecio más porque  que quiero a Jesús cerca y sin filtros. En silencio le encuentro revelándose a mí. Vivir aquí en Etiopía es ajetreado y la mayoría de mis días son tan exigentes como mi vida en Toronto. Pero  lentamente me estoy convirtiendo en un ermitaño, justo en medio del mundo. Aún estoy volcado en sacar adelante el trabajo frenético de cada día, pero valoro los momentos en que sigo la voz de Dios y me siento con El en su esplendor, incluso aunque sea por un momento.

Mark

Maggie, Mark y Emebet Banga, Laicos Misioneros Combonianos, Awassa, Etiopia

Asistencia sanitaria nómada

croppedLa misión de Dadim se ubica en la remota zona Borana, en el lejano sur de Etiopía, cerca de la frontera con Kenia. El nombre Dadim proviene de “dakkaa diimaa” que significa piedra roja, y el nombre es obvio en cuanto pones tus pies en el brillante suelo rojizo de Dadim por primera vez. La carretera que viene de Awassa es bastante buena hasta el cruce para la misión, ya que es la principal ruta asfaltada que conecta Etiopía con Kenia. Pero para recorrer los últimos 11 km hasta la misión se tarda 1 hora en un buen 4×4 en la estación seca, pues en la época de lluvias no se puede llegar. Aquí están dos padres: el P. Boniface (Kenia) y el P. Lede (Holanda), y tres hermanas: Anila, Annie y Shirley que son de la India. Juntos llevan la parroquia, la escuela, el centro comunitario y el consultorio. El P. Lede lleva gran parte de su vida aquí en Dadim, llegó en 1973 a petición de los ancianos Borana para establecer la educación primaria en la región. Sus dos primeros años durmió en una tienda. Aunque los ancianos Borana no tenían una educación formal, si pensaban que la educación era una prioridad y esperaban que un mayor nivel educativo pudiese preparar mejor a sus niños para hacer frente a los cambios que afectaban a los pastores como grupo. Después de fundar la primera escuela, la atención se centró en la salud y en 1981 comenzaron los primeros servicios de asistencia sanitaria. La ubicación de Dadim fue elegida porque estaba en “tierra de nadie”, situada entre las zonas de pasto y los principales puntos de agua de los tres grupos étnicos que se dedican al pastoreo: Borana, Guji y Ghabra. Esto significaría que los tres grupos podrían tener acceso pacífico a los servicios sanitarios y de educación, con los estudiantes permaneciendo en su entorno y por tanto en contacto con su estilo de vida indígena de pastoreo

Al entrar en el consultorio de Dadim hoy, tras 30 años de Desarrollo, nos quedamos muy impresionados con la cuidada organización. Sin embargo nos sorprendimos de ver que sólo 15 pacientes lleguen por tratamiento un día cualquiera a pesar de ser el principal centro de salud en un área aproximada de 27.000 habitantes. Esto se deba a que el pueblo Borana es tradicionalmente pastor (son pastores semi-nómadas ) y sobre todo durante la estación seca se mueven de un lugar a otro buscando pasto y agua para sus animales.

El Ganado y los camellos son fundamentales en su estilo de vida. En la época seca toda la preocupación de los Borana se centra en el agua y el pasto – los dos recursos vitales para mantener sus rebaños y por tanto su subsistencia. Los Borana han desarrollado un complejo sistema de gestión y de reglas sociales para los derechos de acceso, control y desarrollo sostenible de los dos valiosos recursos: agua y pasto. Como en la época seca el agua escasea, ellos empacan sus pocas posesiones y sus sencillas chozas de paja y se desplazan para acercarse a las valiosas últimas fuentes de agua como son los agujeros y pozos excavados a mano. La dieta de los Borana se basa sobre todo en la leche (de vacas, camellas y cabras). El ciclo anual de las estaciones secas y de lluvias se puede ver en el aspecto físico (y subyacentemente en la salud) tanto de las personas como de sus rebaños. Ambos pasan de estar rollizos a consumidos, de enérgicos a raquíticos conforme pasan de la estación lluviosa a la seca.

Dado el estilo de vida de los pastores, la atención sanitaria es cuanto menos un reto. El consultorio Dadim es el eje central, pero el programa de atención sanitaria implica un gran despliegue hacia fuera para el cuidado de la salud comunitaria. Por esta razón tres días a la semana el personal sale a buscar a los Borana donde quiera que estén, llevándoles cuidado prenatal, vacunaciones y cuidado a pacientes agudos ¡en la mitad de ninguna parte!. En realidad no están en medio de ninguna parte (la consultorio tiene 15 puestos de salud con una red de agentes de salud comunitarios que movilizan a la gente hasta los puestos), pero parece que lo fuera.

Cuando estuvimos visitando Dadim acompañamos a las hermanas y al personal a uno de esos remotos puestos de salud. Fue una aventura encontrar el camino (o más bien hacer nuestro propio camino) a través de los árboles de Acacia que cubren la sabana. Nauseas fue el tema central en nuestro viaje en el todoterreno sacudiéndose arriba y abajo sobre el paisaje esculpido por el agua. Cuando llueve aquí, en la sabana, llueve muy fuerte, tan fuerte que la tierra seca se convierte inmediatamente en una zona inundada y la violenta corriente de agua daña la tierra. Durante el trayecto vimos liebres gigantes, pequeñas gacelas dik dik (del tamaño de un pequeño perro), hermosas cebras y por supuesto un montón de camellos.

Finalmente llegamos a nuestro destino – un pequeño conjunto de chozas de barro sobre la cresta de una colina. Aparcamos el coche bajo la sombra de un árbol y comenzamos a descargar mesitas, sillas, libros de registro, una nevera portátil con las vacunas y otros materiales.  Vimos mujeres y niños subiendo la colina desde todas direcciones. Cuando algunos de los niños mayores vieron a las Hermanas las llamaron cariñosamente “¡Yoya!” (que significa te abrazo). Había una choza vacía que pareció adecuada para las vacunaciones de los niños, otra para el cuidado prenatal y  los cuidados a los enfermos agudos se hicieron en la parte de atrás del vehículo.

El pueblo Borana es completamente diferente de la étnia Sidama con la que nosotros trabajamos y vivimos en Awassa. Las mujeres Borana usan ropas de fuertes colores y grandes collares de cuentas,  y tienen a sus bebés dormidos con sus caritas sudorosas, envueltos con telas llenas de colorido.

Las mujeres vienen tanto de lejos como de cerca, y se pasan la mayor parte del día a la sombra del árbol, riendo y charlando con las demás. Había un enfermero de salud pública, del pueblo Borana,  que en un determinado momento y aprovechando que estábamos todos reunidos dio una lección de concienciación/sensibilización sobre el VIH/SIDA donde habló de las ventajas de hacerse el test voluntariamente. Al cabo del día más de 150 mujeres llegaron a esta clínica móvil.

Este tipo de atención sanitaria ambulatoria tiene grandes retos, prácticos, financieros y clínicos. A veces las Hermanas y el personal acaban viajando por carreteras pésimas durante más de 90 km, trabajando todo el día bajo un calor abrasador y  sin un almuerzo adecuado. Además los gastos de combustible, vehículos y las bonificaciones que se le pagan al personal, hacen que estos viajes sean muy caros. La calidad de la atención ofrecida en estos puestos de salud dispersos es baja sin un lugar adecuado donde realizar los exámenes a los pacientes, equipamiento limitado y sin un laboratorio. El consultorio Dadim está trabajando para cambiar el modelo de salud mediante la formación de una red de promotores de salud (como en las parteras tradicionales) que en realidad vivan en las comunidades Borana. También están fortaleciendo los servicios que se ofrecen a través del consultorio central. Ahora tras décadas apoyando al pueblo para acabar la educación superior en salud, 20 de los 22 sanitarios son Borana. Esto significa que los Borana están sirviendo a su gente, trabajando juntos para construir una sociedad más fuerte. Así que como el estilo de vida del pastoreo cambia inevitablemente, los Borana estarán mejor equipados no solo para aceptar los cambios sino para ayudar a trazar su propio rumbo.

– Maggie, Mark y Emebet Banga, Laicos Misioneros CombonianosAwassa, Etiopia

Un gran día para la jardinería

Desde 2010 Mark y Maggie hemos  trabajado con la Universidad Católica y el Grupo de Estudiantes del Colegio Católico. Tienen un comité de líderes estudiantiles muy activo con muchas ideas y energía a los que acompañamos los adultos haciendo de mentores. El grupo de este año es especialmente dinámico. En 2014 se abrirá un nuevo centro Católico aquí, en la ciudad de Awassa, que tendrá una parroquia, una guardería, y lo más importante: el flamante nuevo centro juvenil diocesano. Por ello pensamos que sería genial que los jóvenes se involucraran desde el principio dándole vida a esta obra que pronto será un centro pastoral.

Así que nos acercamos al grupo de estudiantes para ver si ellos querían tomar parte en el diseño y plantación de los jardines que rodean la Iglesia. Les encantó la idea, y enseguida se pusieron a preparar el proyecto con muchas ganas e iniciativa. En muy poco tiempo formaron un pequeño comité con estudiantes de ingeniería y agricultura, inspeccionaron el lugar, tomaron medidas, visitaron algunos bonitos jardines de la ciudad para inspirarse e hicieron un boceto del diseño. Un estudiante dedicó un día entero de viaje para ir a tres horas de distancia para seleccionar y comprar las plantas. Otro estudiante visitó el terreno el día anterior y dibujó el plano en el suelo. Y el último sábado los estudiantes llamaron a sus amigos y… ¡vinieron unas 40 personas y lo plantaron todo de una vez!. Los dividimos en pequeños equipos y con sensación de caos controlado comenzó el trabajo: azadas balanceándose, palas cavando, estiércol volando y plantones cayendo en la tierra. Reímos, cantamos y antes de darnos cuenta el día se acabó. 1200 plantas y flores en su sitio. Así que nos sentamos en la sombra y compartimos plátanos, pan y refrescos. Todo el mundo estaba contento con el buen trabajo del día.

De aquí a unos años, cuando los setos estén frondosos y los árboles sean altos, los jóvenes que en su día colaboraron miraran y sonreirán silenciosamente sabiendo cómo ocurrió todo. Y lo más importantes es que habrán aprendido una gran lección – Podemos lograr grandes y bonitas cosas si estamos dispuestos a esforzarnos y trabajar juntos.

garden new church low res

– Maggie, Mark y Emebet Banga, Laicos Misioneros CombonianosAwassa, Ethiopia

 

El amor en la práctica es algo duro y terrible

Catholic Worker

Dorothy Day, la fundadora del Movimiento del Trabajador Católico, dijo una vez “El amor, en la práctica, es algo duro y terrible si lo comparamos con el amor idílico. La realidad continúa a confrontar nuestros sueños, nuestra esperanza y nuestra visión ideal”. Day sabía bien de lo que hablaba porque ella dio toda su vida luchando en solidaridad con los pobres. Amar a los pobres no es cosa fácil. Incluso cuando sentimos un auténtico deseo de “servir a los pobres” podemos no ayudar pero tener una cierta visión romántica de quién son los pobres y qué pensamos que necesitan. Pero la práctica diaria de la caridad está lejos del romanticismo y me sorprendo cuantas veces no consigo amar a los pobres cuando precisamente eso es lo que estoy intentando hacer. Esto ha sido parte de mi experiencia como un misionero laico en Etiopía.

Pero el amor se mantiene cómo el  centro y única fuente de inspiración. Mt 25, 40 “Aquello que hagáis por uno de estos pequeños, me lo hacéis a mí”. Jesús describe en Mt 25, 31-46 que la herencia de su Reino se basa en algo simple y alcanzable. Una vez más Dorothy Day nos da luz con sus comentarios: “Si Cristo no lo hubiese dicho, parecería loco de atar por creerlo. Pero él dijo que si le damos un vaso de agua a un sediento se lo damos a él. El hizo que el cielo  dependa de la forma en que actuamos con él en su disfraz de corriente, frágil y ordinaria humanidad”.

Mt 25, 40 sigue siendo un gran reto que me da fuerzas. Viendo a Jesús en los que están a mi alrededor comienzo a valorar y preocuparme por sus sufrimientos, así como por sus alegrías,  sus esperanzas y los dones que aportan a este mundo. Comienzo a darme cuenta también de mi propia pobreza, aceptando que, como personas, todos compartimos rupturas, pérdidas, rechazos y tenemos necesidades no cubiertas. Veo que el mayor reto es confiar en el Jesús que son los otros, incluso cuando no puedo verlo. Creedme, hay momentos en los que me froto los ojos para ver a Jesús pero todo lo que veo son errores y decepciones.

También estoy aprendiendo que intrínseco al acto de amar al pobre está la totalidad de las virtudes humanas: paciencia, perdón, empatía, esperanza, perseverancia y coraje. La petición completa del mensaje de Amor de Dios se reduce en la obligación de amar al pobre, con una llamada implícita a la autenticidad y la apertura del corazón llevando esta tarea a la práctica en el día a día (cuando el romanticismo se ha ido)

Cuando reflexiono sobre todas estas cosas, creo que al final de los tiempos, cuando me encuentre cara a cara con Jesús, sólo me preguntará una cosa. ¿Cómo amaste a los pobres?

– Mark

Maggie, Mark y Emebet Banga, Laicos Misioneros Combonianos, Awassa, Ethiopia

4533

Lo único necesario

Open HandsPara mí una de las cosas más difíciles de la vida misionera ha sido aceptar todo lo que me estoy perdiendo fuera. En mis momentos más bajos pienso en que estoy perdiendo a mi familia, a mis amigos íntimos (es tan difícil hacer auténticas amistades de igual a igual aquí), mis ahijados, mi desarrollo profesional, ahorros para la jubilación, mi cultura y cosas así. Me han hecho falta unos cuantos años para llegar a un acuerdo sobre lo que necesitaba dejar para dar una respuesta auténtica a la invitación que Dios me hace para amar más, y que es lo que en este momento me mantiene en Etiopía. Ahora, la mayoría de los días me siento en paz, lo que es un efecto lógico del sacrificio voluntario. Pero he aprendido que el efecto más importante es abrirme a los demás, expandir mis horizontes más allá de mí mismo hacia las necesidades de los demás. Los escritos de Thomas Merton, concretamente en “Ningún hombre es una isla”, han sido para mí una gran inspiración.

“Aquel que está satisfecho con lo que tiene, y que acepta el hecho de que inevitablemente perderá mucho en la vida, estará mucho mejor y en paz que aquel que tiene o experimenta mucho más pero se preocupa por todo lo que podría estar perdiendo. Por tanto no podremos mejorar lo que somos si nuestros corazones están siempre divididos entre lo que somos y lo que no.

La perfección relativa que debemos alcanzar en esta vida, si queremos vivir como Hijos de Dios, no son 24 horas al día realizando actos perfectos de virtud, sino una vida en la que prácticamente se han eliminado o superado todas las barreras al Amor de Dios.

Uno de los obstáculos más importantes para esta perfección del amor altruista es la ansiedad egoísta de sacar lo máximo de todo, tener un brillante éxito ante nuestros ojos y ante los demás. Solo podemos librarnos de esta ansiedad siendo felices de perder algo en casi todo lo que hagamos. No podemos dominar todo, probar todo, comprender todo, llegar a todas partes, agotar cada experiencia hasta sus últimos recursos. Pero si tenemos el coraje de dejar casi todo ir, probablemente podremos conservar lo único realmente importante para nosotros – sea lo que sea. Si estamos demasiado ansiosos por todo, posiblemente perderemos incluso lo único que necesitamos.

Este tipo de felicidad auténtica consiste en averiguar precisamente qué es “lo único necesario” en nuestras vidas y renunciar con alegría al resto. Entonces, paradoja divina, nos encontramos que todo lo demás se nos da junto con lo único que necesitamos”

– Mark

 

Maggie, Mark y Emebet Banga, Laicos Misioneros CombonianosAwassa, Etiopía