Laicos Misioneros Combonianos

Envío Misionero LMC en Nova Contagem, Minas Gerais, Ipê Amarelo.

Priscila… Y Dios dijo: “No te acerques aquí; quítate las sandalias de los pies, porque el lugar donde pisas es tierra santa”. Y así ocurre en la historia de vida de Priscila García, ciertamente Dios la vio apacentando el rebaño en Ipê Amarelo y vio que era hora de ir más lejos, la zarza ardía y no se consumía, como el corazón de un misionero, ¡arde siempre y nunca se consume!

Priscilla, como en la lectura del Éxodo versículo 13 dijo: Sí iré a los hijos de Israel, y les diré: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros…, de esta manera este día 28 de febrero de 2016 con la bendición de Dios, del provincial padre Alcides y de la Infancia misionera, Priscila García asume frente a la comunidad de Nuestra Señora de Aparecida su compromiso al menos durante 2 años en tierras africanas, Mozambique la espera, donde encontrará una nueva cultura en la que Dios ya está también a su espera. Aquí en Brasil estaremos orando por la misión en África.

Lourdes LMC Brasil

Africanizarme

África, un grito que resuena desde la infancia.
Un grito que silencio… Que espero desde hace tanto tiempo.
¡África que me hace soñar! Que hace latir el corazón desacompasadamente. ¡África que me fascina!
Fantasía y realidad que se encuentran ahora, utopía y concreción se dan y me inspiran a africanizarme.
Que mis pies te toquen sin invadirte.
Que mis manos te saluden sin hacerte daño.
¡Que mi corazón pueda amarte más de lo que ya te ama y que tú, oh África, me enseñes tu amor!
Un amor que no aprieta. Amor que no destruye.
Que nuestros saberes se sumen sin que los míos ahoguen los tuyos, sin que los tuyos inhiban los míos.
África… África… África…
¡Acógeme! ¡Acéptame! ¡Enséñame!
Que el sueño infantil de tocarte, ahora maduró y posibilitado se pueda realizar en un encuentro de almas, en un verdadero encuentro de mi Yo con su TU. Que todo lo pueda hacer con amor.


Priscila Garcia. LMC

100 días

100 dias100 días del mayor crimen ambiental en la historia de Brasil.
17 personas muertas, una comunidad completa destruida, lodo tóxico que destruye Rio Doce, caminando 600 km hasta llegar al océano Atlántico y contaminarlo.
100 días sin ningún plan concreto para la recuperación del Río Doce.
100 días de impunidad absoluta.
100 días sin que nadie vaya a la cárcel.

El día 5 de noviembre de 2015 se presentaba un día tranquilo en la comunidad de Bento Rodrigues, un pequeño pueblo del interior de Minas Gerais, con 600 habitantes. Ese día, a las 16:30 de la tarde, los teléfonos móviles de los habitantes comenzaron sonar como gritos que venían de lejos. Gritos que advertían la rotura de la presa que contenía el barro de la minera Samarco (Vale).
Un río de lodo a una velocidad terrible, que se dirigió hacia la comunidad, y en poco tiempo, golpeó otra para entrar en el Rio Doce y luego en el océano y contaminarlo.
Un lodo tóxico con sus 15 metros de altura de violencia y destrucción.
La violencia que destruyó para siempre el río, la vegetación, la fauna, la comunidad, dejando lodos rojos que ya no permiten generar vida.
100 días han pasado y todavía permanece inmune, la noticia se dejó a un lado como si nada hubiera pasado, como algo que no importa más, para volver a una normalidad aparente y falsa.
Pero la normalidad es aquella de la injusticia, la normalidad es la que reina en las ganancias de esta multinacional, Vale y compañía, que no todavía no se ha responsabilizado por lo que cometió.
Ante esta grave situación, el gobierno del estado no trató esto como una emergencia, dejando a la empresa la tarea de resolver el problema con sus medios, abogado, sus ingenieros de control operativo y científicos… su beneficio e interés.
En 2013 una comisión denunció la irregularidad de la presa debido a un aumento en la erosión de la montaña que puso en peligro la seguridad de la misma. Un aviso de peligro causado por la explotación del territorio. En el momento de la catástrofe se descubrió que la compañía no tenía un plan de emergencia y no se tomaron medidas de seguridad.
En Minas Gerais, hay 754 presas que contienen residuos de lodo de las compañías mineras y de ellas, 42 no tienen certificación de seguridad. Dándose corrupción, balances falsos, intereses…
Estamos hablando de compañías multinacionales que hacen miles de millones.
En Minas, empresas mineras y políticos siempre fueron socios, como dos viejos amigos juntos, en un sistema que crea ventajas, ganancias, pero no para el bien común, no para el pueblo, no para nuestra tierra sagrada.
Este desastre ambiental nos involucra a todos, porque el daño es global, no sólo local, y siempre será una gran herida abierta en la historia de este país.
Daños permanentes irrecuperables, tales como la muerte de personas y de un ecosistema que nunca será el mismo.
La campaña de fraternidad de este año de la Iglesia Católica en Brasil, tiene como lema «casa común: nuestra responsabilidad”. «Scorra come acqua il diritto e la giustizia come un torrente perenne».
(Amos 5: 24). La Casa Común es nuestra Tierra, una casa tan destruida, maltratada y explotada. Tenemos que trabajar por una cultura ecológica que sepa defender, amar y sanar el mundo y donde todos somos responsables de esta curación.
Y al cuidar de la tierra, también hay que desafiar al sistema capitalista que explota, mata y crea desigualdad colocando en primer lugar el dinero y no el valor de la vida.
minas100 días pasaron, 100 días que no se han olvidado, y no debemos olvidar, no podemos construir el futuro con un presente cojo y enfermo, ni debemos dejar de denunciar.
La casa común: ¡nuestra responsabilidad!
La extracción de minerales por las empresas mineras destruyen las montañas de Minas Gerais, así como en otros países del mundo.
Durante el trabajo de extracción se utilizan productos químicos altamente peligrosos que contaminan la tierra, el agua y crean presas de lodos tóxicos que ponen en peligro la población y las comunidades.
Emma Chiolini LMC (Fonte: artigo de Marcus V. Polignano, revista Manuelzão, UFMG)

Recordando el pasado…

Emma Brasil LMC

Emma Brasil LMCHan pasado cinco meses desde mi llegada a Brasil, llegué el 1 de diciembre de 2013 en Nova Contagem, en la periferia de Belo Horizonte, Minas Gerais.

Los primeros meses no fueron fáciles, como todos los comienzos, a causa de la nueva cultura, el idioma, las costumbres, la forma de hacer las cosas muy diferentes de la mía, en un lugar que no conocía. Tienes que ir a misión para volver a aprender y tener paciencia con uno mismo y los demás, darte tiempo para entrar, encontrar, conocer, oír, relacionarse, escuchar, comprender. Hay que saber cómo crear la cultura del encuentro con el otro y su diferencia, su tiempo, sus pensamientos que nos permita identificar las coordenadas donde el Tú y el Yo se encuentran para comenzar un camino compartido. No debemos simplemente relacionarnos superficialmente, sino que hay que “tocar-encontrar” y hacerse “tocar y encontrar” estando dispuestos a cambiar. No es fácil cuando somos adultos, cuando tenemos nuestra propia formación, nuestra propia forma de pensar, a veces es doloroso, difícil, pero es importante y enriquecedor. Re-aprender a saber aceptar, re-aprender a esperar, para saber cómo volver a aprender a crecer y, sobre todo, saber amar. En misión tienes que estar con la cabeza, los pies y el corazón, de lo contrario vives en una forma parcial y limitada la experiencia. En estos cinco meses he aprendido a hacer esto y sigo haciéndolo, todos los días, con las dificultades y los problemas que ello conlleva.

Me di cuenta que yo estoy encontrando a Dios de una manera diferente, estoy viviendo de una manera diferente. La profundidad de los gestos, encuentros, situaciones, lugares, permite crear un diálogo con Él, mucho más intenso y profundo. Compartir la Palabra de Dios en una pequeña casa de ladrillo, sencilla y pobre, tiene una sensación completamente diferente y un punto de vista completamente diferente.

Aquí en Nova Contagem comencé a participar en la Pastoral penitenciaria, con visitas a la prisión. La prisión es un entorno, duro, difícil, con muchos desafíos. Los primeros son aquellos burocráticos y el tiempo que lleva para entrar con la identificación y revisión. La mayoría de las veces realmente consigo relacionarse con los presos de pie, detrás de una verja de hierro, en un pequeño espacio donde tienes que estirar el brazo para llegar a dar un apretón de manos, superar el obstáculo de los barrotes. Son importantes momentos de encuentro, tiempos de escucha, para saludar, para promover los derechos humanos (la pastoral penitenciaria también tiene como objetivo denunciar las situaciones inhumanas e injustas) y compartir la Palabra de Dios. Es un momento “intenso” rezar el Padre Nuestro mano a mano con todas las dificultades de los barrotes y luego concluir con una salva de aplausos para agradecer a todos.

Además de la pastoral penitenciaria, estoy empezando a aprender el sistema APAC (Asociación de Protección y Asistencia a los Condenados). Es una alternativa al sistema penitenciario, donde hay respeto por la persona y su dignidad. No hay policía en estas estructuras, no hay revisiones humillantes, todo es dirigido por voluntarios y por los propios presos. Un innovador sistema que no castiga, sino que educa y se educan juntos. Vivir las dos experiencias: la cárcel y la APAC, me permiten ver las diferencias, ver cómo en la APAC se recuperan las personas y en el sistema penitenciario no, ya que por un lado está el respeto por el individuo y la importancia de la persona, en la cárcel, por el contrario el encarcelado se considera como un desecho de la sociedad, sin valor.

Son dos mundos completamente diferentes.

En la comunidad de Ipê Amarelo, donde vivo, ayudo en la pastoral de los niños. Por ahora estoy tratando con familias que visito e invito a pesar cada mes, como una forma de control para combatir y prevenir situaciones de malnutrición, desnutrición y obesidad. Al entrar en algunas de las casas, que se abre para uno una realidad hecha de tanta pobreza y privaciones.

Por último, otro momento importante en mi experiencia misionera es el grupo familiar y de toxicómanos (drogas y alcohol). Las personas que participan son gente sencilla, a menudo mujeres, madres o esposas que comparten historias de penurias y dolor (que han perdido un hijo porque él mató, que tienen un hijo que está usando drogas, un marido con problemas de alcohol). El instrumento de este grupo es simplemente compartir y escuchar, nos dicen cómo hacer un cambio. Y encaminar a las personas que solicitan una recuperación, ofreciendo ayuda, asistencia, pistas. Hay mucha fuerza y ​​mucha fe en estas personas, es un grupo que “me convierte” cada vez que participo. Todos los martes tengo el placer de participar y volver a casa transformada.

Significativa para mí es la vida en comunidad, planeando un camino común con los demás, aceptando las diferencias, la reflexión y la vivencia de la espiritualidad comboniana, el amor por Dios y por la Vida. Es un camino de crecimiento y descubrimiento de mí misma y de los demás.

Muy importante son los momentos de oración juntos, donde a través de la Palabra de Dios compartimos nuestra propia vivencia misionera y de grupo, un momento de desahogo personal y comunitario.

Aquí, por ahora, mi caminar misionero parte de estas reuniones, de estos momentos, de estos caminos. Todavía tengo mucho que descubrir, pero estoy en camino y, con valor y fe, para seguir este camino, recordándome que una misión no es hacer grandes cosas, sino pequeñas cosas que tienen un gran valor.

Hoy 02.10.2016…

Parece ayer mi llegada a Brasil, pero ya pasaron dos años y ya estoy en el tercero.

Siento un poco de ternura al leer estas palabras de los primeros momentos. Recuerdo, todavía, los primeros pasos inseguros y tímidos. Hoy, mirando hacia atrás, veo el camino que hice y todavía estoy haciendo, un hermoso camino, a veces difícil, a veces con caídas, pero siempre a pie y en subida. La misión te cambia si uno deja cambiar. No es cierto que no tenemos expectativas cuando salimos fuera de nuestro país, las tenemos y estas caen cuando empezamos a despojarnos de nuestra mentalidad y tratamos de entrar en el modo de pensar de los demás, dejando caer nuestras barreras.

La vida comunitaria enseña mucho sobre esto. La convivencia es un continuo mediar y mediar-se, descubrir y descubrir-se, a veces luchando, a veces a través de tiempos difíciles, pero siempre tratando de encontrarse. Cada uno tiene su manera de ser, su temperamento y también sus heridas que llevan consigo y las peleas no son tanto con los otros como con tus propias heridas.

Se necesita ser testigo, ser palabra que se encarna en la acción justo donde vivimos y este lugar es, en primer lugar la Comunidad.

“Comunidad, lugar de perdón y de fiesta”, un lugar para compartir y de comunión.

Hoy mis pasos son fuertes y seguros, pero siempre en un andar de descubrimiento y aprendizaje… con los pies descalzos.

Emma Chiolini, Laica Misionera Comboniana

“Estaba en la cárcel, y fuiste a visitarme”

pastoral penitenciaria LMC Brasil
Grupo de pastoral penitenciaria con el P. Adriano.

Entre las diversas actividades pastorales de la parroquia de Santo Domingo, dirigida por los misioneros combonianos en Nova Contagem, también existe la Pastoral Penitenciaria, realizada por 15 voluntarios, entre ellos los Laicos Misioneros Combonianos, que forman parte de la parroquia.

Todos los martes y miércoles por la mañana, el grupo se reúne para visitar los pabellones de la prisión de máxima seguridad Nelson Hungría, situado en Nova Contagem, con cerca de 2.000 reclusos. La cita es a las 08:00 en la plaza junto a la cárcel.

Las prisiones en Brasil, como en otras partes del mundo, sufren un alto hacinamiento debido a un sistema penitenciario con poca atención a la recuperación de los detenidos.

Las prisiones de Minas Gerais, por ejemplo, pueden recibir 32.000 presos, divididos en 144 prisiones, en realidad son 54.000 personas presas entre las varias unidades. Esta situación sólo puede empeorar las condiciones de vida de los presos, con una finalidad más de castigo que de re-educación y re-socialización, con graves violaciones de los derechos humanos.

La acción y el compromiso del grupo de Pastoral Penitenciaria, en su mayoría compuesto por mujeres, es creer en el trabajo de promover la dignidad humana, el respeto por los derechos humanos, y la superación de los límites del sistema penitenciario actual en favor de un modelo que permita la recuperación y la reintegración efectiva de la persona encarcelada.

Lo más importante de nuestra acción pastoral es el testimonio de un Dios que no discrimina a ninguna persona en un lugar marcado por el desprecio, los prejuicios y la violencia, haciendo nuestras las palabras del Evangelio: “Yo estaba en la cárcel, y vinisteis a visitarme”. Es la enseñanza de Jesús, el método, el modelo, que dirige el caminar de esta pastoral, reconociendo el rostro de Dios en cada persona, incluso en la cárcel.

Hay muchos desafíos y dificultades que enfrentar en nuestras actividades pastorales, como el exceso de burocracia que a menudo retrasa y complica nuestro trabajo, con los controles, restricciones a las visitas, permisos limitados; pero este pequeño grupo de voluntarios afrontamos las dificultades con coraje. Esto también permitió en 2014, la creación de dos grupos de catequesis dentro de la prisión e hizo posible que algunos reclusos que lo habían solicitado pudiesen recibir los sacramentos.

Para esto son fundamentales los momentos de formación permanente que hacemos cada fin de mes con un espacio dedicado a la programación y la formación, que permite a los agentes de pastoral de la prisión conocer y aprender las acciones e informaciones que ayudarán a mejorar las visitas a la prisión y la relación con los presos. Nos ayuda también la formación llevada a cabo por la diócesis.

En eso consiste el trabajo de la pastoral penitenciaria. Una acción sencilla, cogiendo de la mano, encontrándonos cara a cara, escuchando las historias de vida de los que están al otro lado de los barrotes con el fin de presenciar la justicia y la dignidad de todo ser humano, ya que como el Evangelio dice: “En esto reconocerán que sois mis discípulos en el amor de los unos a los otros” (Jn 13, 35).

Emma Chiolini, Laica Misionera Comboniana