Laicos Misioneros Combonianos

Mi año de misión como laica en Colombia (II)

LMC Colombia

(Segunda parte del testimonio que os enviamos en tres momentos diferentes)

LMC Colombia

Coro y catequesis de primera comunión:

Iniciamos junto con el Hno. Pontien un coro, y a su vez también me comprometí a ser catequista de un grupo de 17 niños que querían recibir su sacramento de primera comunión, pero el impulso duro dos fines de semana porque nuestro país entró en cuarentena por la COVID-19, un poco inseguros y asumiendo una realidad que creíamos iba a ser pasajera se convirtió en 7 meses donde se permitía las reuniones grupales con un número limitado de personas y donde sostener algo virtual no era una posibilidad por las condiciones en la que viven un grupo significativo de familias del sector.

Oración En La Cuadra

En las primeras semanas de la cuarentena surge la idea del equipo misión de organizar alguna actividad que permitiera unirnos con los vecinos y fortalecer el área espiritual, y a esta nueva idea la llamamos la “Oración de la cuadra”, convocamos a los vecinos y al Sr Robinson que pertenecía a una religión diferente junto con su familia.

Un jueves del mes de marzo empezamos a convocar a vecinos a que salieran de su casa y nosotras con Vane animábamos los cantos con el cununo y el Bombo (un proceso de aprendizaje). Cada semana dos vecinos se hacían cargo de la lectura bíblica y de su reflexión, adicional se ponía una caneca en el centro de la cuadra donde cada vecino aportaba algo de mercado para ayudar a una de las familias que participaban de la oración. Esta actividad generaba emoción y daba tranquilidad porque confiábamos en que Dios nos iba a proteger de la COVID-19.

Duramos tres meses reuniéndonos desde las puertas de nuestras casas para que una vez en la semana en las horas de la tarde compartíamos el evangelio y algunos detalles de alimentos que llegaban a nuestro barrio. De esta manera nos fuimos conociendo con nuestras vecinas Karen, Luna, Laura, Yolanda, don José y su Familia, don Esau (que prestaban las extensiones y el micrófono), Alexandra y su pequeño Juan (prestaban el Sonido), la Sra Sandra (que permitió conectar el sonido en su casa), la Sra María, etc.

Mercados Llenos De Solidaridad

A mediados del mes de abril recibimos una donación económica para dar mercados a 35 familias afectadas por la COVID-19, se seleccionaron familias AFRO del barrio, que fueron postuladas por el grupo afro que lidera el padre Franco desde hace ya más de 4 años. Este mercado contenía una oración por dentro para que las familias dieran gracias a Dios por las personas que habían aportado dinero dentro y fuera del país para la compra de esos mercados. Actividad que nos permitió conocer más familias que vivían dentro y fuera de nuestro barrió.

Terminación De Mi Contrato

Mi contrato era por tres meses, y cuando se terminó el contrato no había posibilidad que lo renovaran, dio un tris de susto pero gracias a Dios esos meses me fueron liquidados y con ese dinero podía sostenerme durante dos meses más. Luego vino mi cumpleaños y recibí dinero de mi familia de sangre y de mi familia espiritual (comunidad Señor de los Milagros de Tauramena/ Casanare). De esta manera pude sostenerme hasta el mes de julio.

La Donación De Una Impresora y acompañamiento escolar

Finalizando el mes de abril, una familiar de Vanesa nos donó el dinero para comprar una impresora y de esta manera ayudar a algunas familias del barrio con la educación virtual de los niños, nos contactamos con profesores de grado segundo y tercero de la Institución Educativa Buenos Aires, y con un grupito de cinco niños (Dibisay, Juan Sebastián, Jhovanni, Laura y Javier) inicie en el apartamento un acompañamiento escolar, estos niños eran dos de grado segundo y tres de grado tercero. Ellos venían al apartamento en el horario de la mañana y de la tarde nos propusimos trabajar muy juiciosos para quedar nivelados, para finales del mes de junio la meta se alcanzó y de premios hicimos un picnic.

Los requisitos que cumplían estos cinco niños eran los siguientes:

  • Que su familia no tuviera acceso a datos de internet.
  • No contar con la ayuda de una persona que le explicara los temas.
  • Deberían venir siempre bañados, con ropa limpia y desayunados y/o almorzados.
  • Cumplir con el horario 10 am a 12 pm y de 1:30 a 5:00pm.
  • Dejar su maleta con todos los útiles en mi casa así ellos no cargaban su maleta todos los días (me aseguraba que siempre teníamos todos los materiales para trabajar).
  • Dejar limpio el espacio del apartamento donde realizábamos las tareas.
  • No faltarse al respeto.
  • Comportarse como niños inteligentes para aprender y sacar buenas notas.

Adicional a esto, gracias a la impresora 10 familias recogían guías impresas después de las cinco de la tarde, para que los niños pudieran trabajar desde su casa. Un niño venía una vez a la semana para que yo tomara las evidencias de las actividades resueltas y lo enviara a la directora de grado.

A partir del mes de julio ingresaron dos niñas nuevas al refuerzo escolar (Jondarlys y Sharick), ellas también estaban atrasadas y estaban en grado tercero, entonces habilite un horario en la mañana de 8:30 am a 12:00 pm y en la tarde recibía solo tres niños, porque al quedar nivelados Laura y Juan Sebastián empezaron a trabajar desde su casa las dos guías diarias que enviaban los profesores. En ese mes de julio, iniciábamos una obra de una casa y Marisol (Laica) apoyaba el refuerzo escolar desde la casa de ella. En agosto retomé el apoyo escolar con tres niños nuevos en el horario de la mañana (Paula, Shari y Adrián) dos de grado segundo y uno de tercero, y en la tarde se atendían todos los niños de tercero que estaban al día con tareas, para ese entonces eran 5 niños, a partir de este mes algunos padres de familia de acuerdo a sus necesidades me hacían un aporte de 15 o 20 mil pesos semanales y de esta manera me ayudaban con mis gastos.

Iniciando el mes de septiembre el grupo se amplió, ahora tenía 6 niños en la mañana (Shari, Jordanys, Gabriela, Nicol, Paula), que pertenecían a cursos diferentes; primero, segundo, cuarto, quinto y sexto. Ahí tuve que buscar alguien que me apoyara y Dios envió a Natalia una chica del barrio que tenía 20 años y había trabajado ya con niños. El grupito de la tarde se amplió y ahora eran 6 niños (Jhovanni, Adrian, Jondarlys, Luis Ferney, Javier y Victoria). Los procesos aquí se tornaban más retadores porque Jordanys y Shari no sabían leer y nos propusimos iniciar el proceso de enseñanza de lecto-escritura.

Para finales del mes de octubre ingresó el niño Elvin de grado tercero de otra institución, el reto era ayudarle a salvar el año, de esta manera para la segunda semana del mes de noviembre se finaliza este proceso con dos niños en la mañana y con cuatro en la tarde. Solamente Jhovanni de 9 años estuvo desde el principio hasta el finalizar esta experiencia.

El apoyo escolar se convirtió en un proceso donde algunos niños aprendieron a leer, escribir, hacer compresión lectora, a colorear y a trabajar de forma juiciosa para cumplir con las metas diarias. Fueron meses de risas, de tensión, de tolerancia a la frustración, de paseos (cada mes hacíamos una integración con los niños que estaban), un proceso donde ayudas a los niños a no perder un año escolar, hacer trabajos de buena calidad, fueron meses de amor y de detalles. Estos niños le dieron sentido a mi misión porque sus ocurrencias, sus personalidades le daban sentido a mis semanas. Dios los bendiga a cada uno de ellos, a sus familias y los cubra de cualquier mal.

Alexandra Garcia, Grupo LMC Colombia

Desierto, oportunidad para cambiar

Desierto

Comentario a Marcos 1, 12-15 (Primer Domingo de Cuaresma, 18 de febrero 2018)

Desierto

La lectura continuada del primer capítulo del evangelio de Marcos que hemos realizado en los últimos cuatro domingos se interrumpe hoy, debido a que comenzamos el tiempo de cuaresma, que en la liturgia católica es un tiempo especial, con su propio orden de lecturas. Con todo, en este primer domingo de cuaresma, nos detenemos también en el primer capítulo de Marcos, leyendo cuatro versículos breves, pero de una gran intensidad. Por mi cuenta, propongo tres breves reflexiones:

  1. Desierto: Del “dicho al hecho hay mucho trecho”

Jesús, después del bautismo de manos de Juan y la extraordinaria declaración del Padre –“Tu eres mi Hijo predilecto” –, va al desierto, “empujado” por el Espíritu. ¿Por qué? Sin grandes pretensiones, a mí me gusta explicarlo con un proverbio clásico de la lengua española: “Del dicho al hecho va mucho trecho”.

Veamos: Porque entre el “dicho” (la palabra- vocación) de ser Hijo y el “hecho” (la vida concreta, el Reino) hay un “trecho” (un camino) que Él, como nosotros, tiene que recorrer con fe y perseverancia, disciplina y trabajo, lucidez mental y fortaleza de voluntad, en una batalla “a muerte” contra el espíritu del mal que nos ronda por doquier, pacificando las “fieras” que nos acechan, superando pruebas, dudas y tentaciones. El desierto, como sabemos, en la historia de Israel, es la gran escuela en la que aprende a dejar atrás la esclavitud y a vivir como pueblo libre, en un proceso de purificación y apertura a los planes de Dios. El desierto se convierte así en la gran oportunidad que Dios le da para crecer como pueblo libre y fiel.

Seguramente, también nosotros tenemos nuestro propio desierto que atravesar. Pensemos un poco: ¿Cuáles son las dificultades y pruebas a las que nuestra vida está sometida en este momento? ¿Cuáles son las tentaciones que nos acechan? Puede que también nosotros, después de un entusiasmo inicial, como el pueblo de Israel, como el mismo Jesús, veamos lejano el sueño de una vida de verdaderos hijos de Dios, una vida regida por la verdad y el amor, la justicia y la generosidad, la paz y el servicio. También nosotros experimentamos que entre el “dicho” (de los buenos deseos) y el “hecho” (de las obras y de una vida plena) hay mucho “trecho” (mucho recorrido por hacer); necesitamos aplicar toda nuestra capacidad de lucha y perseverancia. Precisamente, la cuaresma es una buena ocasión para re-afirmarnos en esta lucha, para renovar nuestra esperanza y nuestra decisión de continuar por el camino de discípulos que Jesús nos propone.

  • Aprovechar la oportunidad

Del desierto Jesús sale vencedor, sale re-confirmado en su vocación y en la confianza de que está viviendo la gran ocasión de su vida, para él mismo y para el mundo. Jesús ha experimentado la cercanía del Padre, no sólo en los momentos de felicidad y de bendición, sino también en los momentos de dificultad, de prueba y de lucha. Del desierto Jesús sale al encuentro del mundo, se mezcla con las gentes, para transmitir un mensaje muy claro: “El Reino de Dios está cerca”, aprovechen la oportunidad.

Cuando decimos que el Reino de Dios está cerca, ¿qué entendemos? ¿Dónde está este Reino: en el templo, en mi ciudad, en un santuario, en la parroquia, dónde? El Reino de Dios –es decir, la presencia de Dios– está en nosotros y entre nosotros, en el templo y en la familia, en la calle y en el trabajo, en el hospital y en el campo de juego… en todas partes. ¿Lo hemos visto? Si no lo hemos visto, es que tenemos que lavarnos los ojos, limpiar los oídos, abrir el corazón… También en esto la cuaresma nos puede ayudar: es un tiempo de más lecturas bíblicas, de más disciplina en la propia vida, de más generosidad en la ayuda a los otros… Todo esto nos puede ayudar a abrir los ojos y ver lo que quizá no logramos ver por el polvo que hemos acumulado, polvo de cansancio, de rutina, de repetidos fracasos, de orgullo herido….

  • Cambiar de ruta

Jesús invita a los habitantes de Palestina a creer en esta presencia del Reino de Dios entre ellos y, consecuentemente, cambiar de vida, cambiar página. Los invita a dejar atrás su condición de esclavos y aceptar vivir como hijos.

En efecto, lo que nos impide ver-oír-tocar el Reino de Dios presente en nosotros es la actitud de Adán y Eva en el Edén, cuando, habiendo caído en la trampa del maligno, se creyeron capaces de ser como “dioses”, arrogantes y llenos de sí mismos, escondiendo su desnudez detrás de unas hojas de higuera, en vez de reconocer su error, pedir perdón y renovar su amistad con el Creador. Creer es precisamente salir de nosotros mismos, dejar de mirarnos a nosotros mismos como si fuéramos el centro de todo, y abrirnos a la presencia del otro (con minúscula: el prójimo) y del Otro (con mayúscula: Dios).

La cuaresma es un tiempo oportuno, una gran ocasión para cambiar ruta, para dejar atrás el estúpido orgullo herido que nos separa de nuestro prójimo (nuestra familia, nuestros vecinos…), de Dios y de lo mejor de nosotros mismos; una ocasión para afirmar nuestra fe en que el Amor del Padre es más grande que nuestro pecado y nuestros errores y que, en este amor, podemos renacer, empezar de nuevo, re-emprender nuestra marcha a través del desierto hacia la meta de una vida serena y pacificada, que, sin desconocer nuestros errores, los sabe asumidos y superados en el Reino del Padre; una vida transparente y luminosa, que, a pesar de las sombras que nos rodean, se sabe siempre iluminada por el Espíritu de la Verdad; una vida generosa, que, a pesar de los propios límites, es capaz de creer en la propia capacidad de ser amados y de amar… Una vida, en definitiva, de hijos en camino hacia la Tierra prometida, que nos espera más allá del desierto.

Eso es lo que celebramos en la Eucaristía, memoria de Aquel que del desierto salió vencedor y anunciando la victoria de Dios sobre el mal. Junto a Él, también nosotros saldremos vencedores y anunciadores-misioneros de su victoria en nosotros y en el mundo.

P. Antonio Villarino

Bogotá

Mi año de misión como laica en Colombia (I)

Alexandra Colombia

(Abrimos un testimonio que enviaremos en tres momentos diferentes)

Alexandra Colombia

Muchas veces tomamos decisiones inspiradas por un sueño, un impulso, por necesidad o porque deseamos encontrarnos con nosotros mismos, para definir nuevas metas. Así inicio mi deseo de hacer misión; al principio lo vi como un requisito para hacer misión en el continente Africano, un continente que siempre me ha inspirado a conocerlo desde que termine mi carrera como psicóloga.

Mi experiencia de misión me permitió encontrarme con Dios en diferentes caras, en diferentes acciones, en diferente detalles, conocer niños, jóvenes, adultos, mujeres y hacer parte de un equipo, una fraternidad, la unidad de mujeres de diferentes edades y con diferentes personalidades hacen parte de los hermosos momentos que contiene este año de misión.

Novenas De Navidad En Bajito Vaquería

El 16 de  Diciembre del 2019, conocí al famoso Padre Danielle (todos hablan muy bien de él) de Tumaco, un hombre carismático, amoroso con su gente, proactivo, divertido, intelectual y respetuoso, que me permitió llegar a su casa y me dio la oportunidad de conocer Bajito Vaqueria (una isla cerca al pueblo de Tumaco). Allí estuve  durante ocho días con mi compañero Alejandro en la casa de la Sra Marta, que nos acogió junto con su Hijo Jorge y su Nuera “Dianita”, conocí a niños, jóvenes, mujeres pescadoras de conchas y hombres que se ausentan entre semana porque están mar a dentro con sus lanchas.

Bajito Vaqueria es una isla que te recibe con un puerto en cemento súper largo, que te conecta con el mar y con sus casas lindas de colores en madera, con una capilla en el centro, un jardín infantil que tiene a su alrededor unas escaleras y son estas las que permiten que las mujeres  se siente a su alrededor en las tardes para jugar  bingo, una institución educativa en la que sus escaleras fueron el espacio perfecto para ensayar los arruyos o villancicos que se tocaban cada noche de la novena, una cancha de futbol y al costado un brazo del rio que se une con el mar.

Este lugar tenía algo perfecto para mí, no había casi señal de telefonía, esto le dio un toque encantador a mi misión de navidad, porque me permitió desconectarme y valorar los tiempos, el paisaje, las conversaciones con las mujeres que me contaban acerca de la historia de este lugar, me enseñaron a preparar algunos platos típicos y también a extraer el producto de la concha.  Adicional también nos permitía jugar con los niños y aunque la estadía fue corta realizamos diversas actividades como:

  1. El montaje del pesebre en la iglesia con ayuda de los niños y niñas.
  2. Un coro acompañado por instrumentos reciclables como botellas y baldes rotos, donde por primera vez en mi vida conocía los famosos arruyos.
  3. Limpieza a las calles principales del corregimiento para que el niño Dios llegara y se sintiera en un lugar limpio ¡porque bonito ya era!
  4. Juegos en las tardes donde se hacían acrossport, carreras, repaso de la biblia, trabajo en equipo y  juegos con agua.
  5. El compartir un poco de mi cultura llanera y hacer un montaje coreográfico de un Joropo con bailarines hermosos del pacifico.
  6. Realizar una rifa para que Dianita pudiera ir a visitar a su familia al ecuador en esa navidad.

Fueron ocho días que me abrieron la puerta a mi año de misión con los Combonianos, ocho días de risas, de tener la capilla llena en las noches haciendo la novena, de ver bailar a los niños de forma extraordinaria, ocho días donde Dios estaba encariñándome a esta decisión que yo había tomado.

Altos de Cazucá- Donde Los Niños Te Permiten Conocer Un Poco El Reino De Dios

En enero llegue al Barrio el Oasis (Municipio de Soacha), este sería el lugar donde permanecería el resto de los días y meses para hacer una experiencia un poco más apasionante y constante. Inicie con una semana de limpieza a la casa del Padre Franco que me acogía durante un mes y medio, mientras conseguía un trabajo que me permitiera pagar un arriendo. Admito que las primeras semanas estuvieron cargadas de emociones no tan positivas, pues mis padres cuestionaban mi decisión al dejar a un lado los estudios que tengo y el estilo de vida al que estaba acostumbrada, no fue fácil (lo admito) tener llamadas donde escuchas que tus padres están llorando y que pedían a Dios que yo replanteara mi decisión. Yo también le pedía a mi Dios que ellos me apoyaran y que su actitud cambiara.

Me recibió un equipo de misión conformado por Marisol (laica de la fraternidad de Carlos de Foucauld), la Hermana Yolanda (religiosa Juanista), Padre Franco (Misioneros Combonianos) y Vane (Laica Comboniana que se mudaría a vivir conmigo en los siguientes meses). Con ellos se fueron tejiendo lazos y me iban compartiendo un poco las realidades del barrio. Iniciaba mi misión con unos ahorros y con la esperanza de conseguir un trabajo pronto que me permitiera sostenerme o cubrir mis gastos necesarios (arriendo, alimentación, plan del celular y medicamentos).

Gracias a la Hna. Yolanda logre contactarme con el Pbro. Julio Castillo de la parroquia de Santa María de Cana y él me dio la oportunidad de trabajar  desde el mes de febrero medio tiempo, ganando la mitad del salario mínimo (fue perfecto ese trabajo), allí realizaba funciones de secretaria y sacristán durante tres meses. El tener un trabajo ayudaba a la idea que teníamos con Vane de sacar un apartamento arrendado, tener nuestro propio espacio y poder desde allí sentirnos cómodas, así que para el mes de marzo ya nos mudamos a un apartamento una cuadra arriba de la casa de Padre Franco.

Alexandra Garcia, Grupo LMC Colombia

Mensaje del santo padre Francisco para la cuaresma 2021

Papa Francisco

«Mirad, estamos subiendo a Jerusalén…» (Mt 20,18).
Cuaresma: un tiempo para renovar la fe, la esperanza y la caridad.

Papa Francisco

Queridos hermanos y hermanas:

Cuando Jesús anuncia a sus discípulos su pasión, muerte y resurrección, para cumplir con la voluntad del Padre, les revela el sentido profundo de su misión y los exhorta a asociarse a ella, para la salvación del mundo.

Recorriendo el camino cuaresmal, que nos conducirá a las celebraciones pascuales, recordemos a Aquel que «se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz» (Flp 2,8). En este tiempo de conversión renovemos nuestra fe, saciemos nuestra sed con el “agua viva” de la esperanza y recibamos con el corazón abierto el amor de Dios que nos convierte en hermanos y hermanas en Cristo. En la noche de Pascua renovaremos las promesas de nuestro Bautismo, para renacer como hombres y mujeres nuevos, gracias a la obra del Espíritu Santo. Sin embargo, el itinerario de la Cuaresma, al igual que todo el camino cristiano, ya está bajo la luz de la Resurrección, que anima los sentimientos, las actitudes y las decisiones de quien desea seguir a Cristo.

El ayuno, la oración y la limosna, tal como los presenta Jesús en su predicación (cf. Mt 6,1-18), son las condiciones y la expresión de nuestra conversión. La vía de la pobreza y de la privación (el ayuno), la mirada y los gestos de amor hacia el hombre herido (la limosna) y el diálogo filial con el Padre (la oración) nos permiten encarnar una fe sincera, una esperanza viva y una caridad operante.

1. La fe nos llama a acoger la Verdad y a ser testigos, ante Dios y ante nuestros hermanos y hermanas.

En este tiempo de Cuaresma, acoger y vivir la Verdad que se manifestó en Cristo significa ante todo dejarse alcanzar por la Palabra de Dios, que la Iglesia nos transmite de generación en generación. Esta Verdad no es una construcción del intelecto, destinada a pocas mentes elegidas, superiores o ilustres, sino que es un mensaje que recibimos y podemos comprender gracias a la inteligencia del corazón, abierto a la grandeza de Dios que nos ama antes de que nosotros mismos seamos conscientes de ello. Esta Verdad es Cristo mismo que, asumiendo plenamente nuestra humanidad, se hizo Camino —exigente pero abierto a todos— que lleva a la plenitud de la Vida.

El ayuno vivido como experiencia de privación, para quienes lo viven con sencillez de corazón lleva a descubrir de nuevo el don de Dios y a comprender nuestra realidad de criaturas que, a su imagen y semejanza, encuentran en Él su cumplimiento. Haciendo la experiencia de una pobreza aceptada, quien ayuna se hace pobre con los pobres y “acumula” la riqueza del amor recibido y compartido. Así entendido y puesto en práctica, el ayuno contribuye a amar a Dios y al prójimo en cuanto, como nos enseña santo Tomás de Aquino, el amor es un movimiento que centra la atención en el otro considerándolo como uno consigo mismo (cf. Carta enc. Fratelli tutti, 93).

La Cuaresma es un tiempo para creer, es decir, para recibir a Dios en nuestra vida y permitirle “poner su morada” en nosotros (cf. Jn 14,23). Ayunar significa liberar nuestra existencia de todo lo que estorba, incluso de la saturación de informaciones —verdaderas o falsas— y productos de consumo, para abrir las puertas de nuestro corazón a Aquel que viene a nosotros pobre de todo, pero «lleno de gracia y de verdad» (Jn 1,14): el Hijo de Dios Salvador.

2. La esperanza como “agua viva” que nos permite continuar nuestro camino   

La samaritana, a quien Jesús pide que le dé de beber junto al pozo, no comprende cuando Él le dice que podría ofrecerle un «agua viva» (Jn 4,10). Al principio, naturalmente, ella piensa en el agua material, mientras que Jesús se refiere al Espíritu Santo, aquel que Él dará en abundancia en el Misterio pascual y que infunde en nosotros la esperanza que no defrauda. Al anunciar su pasión y muerte Jesús ya anuncia la esperanza, cuando dice: «Y al tercer día resucitará» (Mt 20,19). Jesús nos habla del futuro que la misericordia del Padre ha abierto de par en par. Esperar con Él y gracias a Él quiere decir creer que la historia no termina con nuestros errores, nuestras violencias e injusticias, ni con el pecado que crucifica al Amor. Significa saciarnos del perdón del Padre en su Corazón abierto.

En el actual contexto de preocupación en el que vivimos y en el que todo parece frágil e incierto, hablar de esperanza podría parecer una provocación. El tiempo de Cuaresma está hecho para esperar, para volver a dirigir la mirada a la paciencia de Dios, que sigue cuidando de su Creación, mientras que nosotros a menudo la maltratamos (cf. Carta enc. Laudato si’, 3233;4344). Es esperanza en la reconciliación, a la que san Pablo nos exhorta con pasión: «Os pedimos que os reconciliéis con Dios» (2 Co 5,20). Al recibir el perdón, en el Sacramento que está en el corazón de nuestro proceso de conversión, también nosotros nos convertimos en difusores del perdón: al haberlo acogido nosotros, podemos ofrecerlo, siendo capaces de vivir un diálogo atento y adoptando un comportamiento que conforte a quien se encuentra herido. El perdón de Dios, también mediante nuestras palabras y gestos, permite vivir una Pascua de fraternidad.

En la Cuaresma, estemos más atentos a «decir palabras de aliento, que reconfortan, que fortalecen, que consuelan, que estimulan», en lugar de «palabras que humillan, que entristecen, que irritan, que desprecian» (Carta enc. Fratelli tutti [FT], 223). A veces, para dar esperanza, es suficiente con ser «una persona amable, que deja a un lado sus ansiedades y urgencias para prestar atención, para regalar una sonrisa, para decir una palabra que estimule, para posibilitar un espacio de escucha en medio de tanta indiferencia» (ibíd., 224).

En el recogimiento y el silencio de la oración, se nos da la esperanza como inspiración y luz interior, que ilumina los desafíos y las decisiones de nuestra misión: por esto es fundamental recogerse en oración (cf. Mt 6,6) y encontrar, en la intimidad, al Padre de la ternura.

Vivir una Cuaresma con esperanza significa sentir que, en Jesucristo, somos testigos del tiempo nuevo, en el que Dios “hace nuevas todas las cosas” (cf. Ap 21,1-6). Significa recibir la esperanza de Cristo que entrega su vida en la cruz y que Dios resucita al tercer día, “dispuestos siempre para dar explicación a todo el que nos pida una razón de nuestra esperanza” (cf. 1 P 3,15).

3. La caridad, vivida tras las huellas de Cristo, mostrando atención y compasión por cada persona, es la expresión más alta de nuestra fe y nuestra esperanza.

La caridad se alegra de ver que el otro crece. Por este motivo, sufre cuando el otro está angustiado: solo, enfermo, sin hogar, despreciado, en situación de necesidad… La caridad es el impulso del corazón que nos hace salir de nosotros mismos y que suscita el vínculo de la cooperación y de la comunión.

«A partir del “amor social” es posible avanzar hacia una civilización del amor a la que todos podamos sentirnos convocados. La caridad, con su dinamismo universal, puede construir un mundo nuevo, porque no es un sentimiento estéril, sino la mejor manera de lograr caminos eficaces de desarrollo para todos» (FT, 183).

La caridad es don que da sentido a nuestra vida y gracias a este consideramos a quien se ve privado de lo necesario como un miembro de nuestra familia, amigo, hermano. Lo poco que tenemos, si lo compartimos con amor, no se acaba nunca, sino que se transforma en una reserva de vida y de felicidad. Así sucedió con la harina y el aceite de la viuda de Sarepta, que dio el pan al profeta Elías (cf. 1 R 17,7-16); y con los panes que Jesús bendijo, partió y dio a los discípulos para que los distribuyeran entre la gente (cf. Mc 6,30-44). Así sucede con nuestra limosna, ya sea grande o pequeña, si la damos con gozo y sencillez.

Vivir una Cuaresma de caridad quiere decir cuidar a quienes se encuentran en condiciones de sufrimiento, abandono o angustia a causa de la pandemia de COVID-19. En un contexto tan incierto sobre el futuro, recordemos la palabra que Dios dirige a su Siervo: «No temas, que te he redimido» (Is 43,1), ofrezcamos con nuestra caridad una palabra de confianza, para que el otro sienta que Dios lo ama como a un hijo.

«Sólo con una mirada cuyo horizonte esté transformado por la caridad, que le lleva a percibir la dignidad del otro, los pobres son descubiertos y valorados en su inmensa dignidad, respetados en su estilo propio y en su cultura y, por lo tanto, verdaderamente integrados en la sociedad» (FT, 187).

Queridos hermanos y hermanas: Cada etapa de la vida es un tiempo para creer, esperar y amar. Este llamado a vivir la Cuaresma como camino de conversión y oración, y para compartir nuestros bienes, nos ayuda a reconsiderar, en nuestra memoria comunitaria y personal, la fe que viene de Cristo vivo, la esperanza animada por el soplo del Espíritu y el amor, cuya fuente inagotable es el corazón misericordioso del Padre.

Que María, Madre del Salvador, fiel al pie de la cruz y en el corazón de la Iglesia, nos sostenga con su presencia solícita, y la bendición de Cristo resucitado nos acompañe en el camino hacia la luz pascual. 

Roma, San Juan de Letrán, 11 de noviembre de 2020, memoria de san Martín de Tours.

Francisco

La mano tendida, poder de Dios

Discípulo

Comentario a Mc 1, 40-45 (VI DOMINGO del TO, 14  de febrero 2021)

Discípulo

Leemos la última parte del primer capítulo de Marcos, que hemos venido leyendo desde el tercero hasta este sexto domingo del tiempo ordinario. Al meditar esta lectura, que nos habla de la experiencia de un leproso curado por Jesús, al salir de su oración solitaria, me detengo en cuatro reflexiones:

Reconocer la propia debilidad y transformarla en súplica

Lo primero que me llama la atención es que el leproso –con una enfermedad considerada entonces grave y vergonzosa– no esconde su realidad, no dice como el borracho: “Yo no he bebido”, sino que se reconoce enfermo y necesitado de ayuda; no se encierra en su soledad y desesperación, sino que sale de su aislamiento y hace un acto de confianza en sí mismo, en el prójimo, en Jesús.

Lo sabemos: la primera gran medida para curarse es aceptar que uno está enfermo, no auto-engañarse en un falso orgullo. La segunda es reconocer que uno solo no logra salir de una enfermedad, de la adición que lo esclaviza, o de una situación de conflicto estéril. En nuestro tiempo, se habla mucho de autoestima y hay miles de libros de autoayuda; hasta un famoso y respetado teólogo tituló un libro de espiritualidad “Beber del propio pozo”. Y eso es cierto: cada uno de nosotros es un hijo de Dios, tiene su dignidad inalienable y sus propios recursos y dones…

Pero mi experiencia es que la autoestima y la autoayuda no bastan. En algunos momentos, hay que saber pedir ayuda, hay que saber acudir a otro, que nos da una necesaria ayuda material, una buena palabra, un empujón moral… En esta línea se sitúa también la oración de súplica, que solo los pobres y humildes entienden. Los ricos y orgullosos, de cualquier orden, no piden, ordenan. Pero ¡ay de aquel que siempre se siente rico!; seguramente miente. La oración del leproso es típica del humilde: “Señor, si quieres, puedes curarme”.

La mano tendida, poder de Dios

Ante la súplica sincera del leproso –hecha con el corazón y con la vida, más que con las palabras– Jesús extiende la mano y lo toca. “Extender la mano”, imponerla sobre situaciones y personas, es un gesto que en la Biblia tiene mucho que ver con el poder de Dios, como hizo Moisés sobre las aguas del Mar Rojo, como hacían los profetas para dejar su herencia espiritual a sus discípulos o los apóstoles. Claro que nosotros sabemos que el verdadero poder de Dios es su amor. En efecto, como ha dicho, el papa Benedicto XVI, “sólo el amor redime”. El amor hecho caricia, el amor hecho gesto de ánimo, el amor hecho venda para la herida, el amor hecho palabra límpida, el amor hecho comprensión y solidaridad en una y mil formas.

En Jesús este amor sanador de Dios se hizo persona concreta, caricia, mirada que comprende y anima, mano que toca y sana. También la Iglesia –comunidad de discípulos misioneros, extensión de Jesucristo en el hoy de la historia– es: mano extendida para atender a los que se sienten enfermos, debilitados y, humillados…, mano que se une a la palabra para decir: ánimo, “quiero, sé sano”. Ciertamente, la enfermedad es parte de toda experiencia humana, pero lo más grave de la enfermedad es la sensación de estar desvalido, de sentirse inerme, de ser un “don nadie”, una mota de polvo… La mano de Jesús, la mano de la Iglesia, se alarga y nos toca para decirnos: No te asustes, tú vales mucho, adelante.

Reincorporarse a la comunidad

Jesús manda al leproso curado a presentarse ante los responsables de la comunidad y a realizar los ritos necesarios a su integración en la misma. Son ritos, que, aunque discutibles en sí, mantienen unida a la comunidad; son como los mimbres de una cesta: cada uno en sí es poca cosa, pero todos juntos, adecuadamente organizados, dan la consistencia necesaria para constituir una cesta… Así sucede con los ritos y costumbres de cualquier comunidad humana o cristiana: tomados aisladamente son discutibles o despreciables; pero en su conjunto ayudan a mantener la comunidad viva y fortalecen la vida de todos.

Recuerdo que, en mis tiempos de misionero en Ghana, tuve a que ver con una señora acusada de brujería. Después de una serie de diálogos y ritos con ella y con la comunidad, la acompañé a su casa y percibí cuál era su problema: por una serie de razones que no vienen al cuento, aquella señora se había convertido en una especie de “leprosa”, separada de la comunidad. El remedio estaría precisamente en reincorporarla a la comunidad: participar de sus fiestas, de sus ritos, de sus problemas, de sus tareas. Muchos de nosotros necesitamos frecuentemente el impulso espiritual para reincorporarnos humildemente: a la familia, a la comunidad, a la parroquia, al grupo… Y para ello necesitamos la mano y la palabra fuerte de Jesús.

El secreto mesiánico

Jesús manda al leproso guardar silencio sobre lo que le ha pasado. Se trata del famoso “secreto mesiánico”, con el cual, según los expertos, Jesús quería protegerse de una falsa interpretación (política o triunfalista) de su misión.

Me parece que en esta época estamos todos demasiado preocupados por nuestra presencia en los medios, por una necesidad de aparecer en los medios a todo coste. Exagerando un poco, casi estamos dispuestos a “vender el alma” con tal de aparecer en la TV o en algún medio de comunicación; algunos artistas dicen: “que hablen de mí, aunque sea mal”. Jesús nos enseña otro camino: el de la autenticidad, el de la verdad, el de la transparencia… Si después la cosa se sabe, ya veremos cómo reaccionar. Pero buscar la publicidad por sí misma no parece ser el método misionero de Jesús…. Y tampoco de una santa tan reciente y “exitosa” como la Madre Teresa de Calcuta.

P. Antonio Villarino

Bogotá