Laicos Misioneros Combonianos

La vid, los sarmientos y la poda

sarmiento

Comentario a Jn 15, 1-8: V Domingo de Pascua, 2 de mayo de 2021

sarmiento

Si el domingo pasado Jesús usaba una imagen “ganadera” para construir la alegoría del Buen Pastor, ligada a la cultura de un pueblo de pastores, hoy la imagen escogida es la de la vid, ligada a un pueblo de campesinos. La vid es una planta mediterránea, que se está extendiendo cada vez más por otras geografías. En nuestro tiempo, casi todos han probado ya el fruto de la vid, el vino, aunque quizá no conozcan directamente la planta de la que procede. En todo caso, pienso que no es difícil para ninguno de nosotros entender esta metáfora, que transmite una enseñanza muy importante para nuestra vida de discípulos y discípulas misioneras.

Para que haya uvas y vino (fruto), además de una tierra adecuada, hacen falta tres elementos esenciales:

1.- La vid, es decir, la planta, que transforma los elementos químicos en vida.

Jesús se compara en esta alegoría con la vid, que es plantada en la tierra, alimentada y podada por el Padre, para que dé sabrosas uvas. Jesucristo, con las raíces de su persona cultivadas por Amor del Padre, nos transmite a su vez Vida-Amor, para que todos nosotros tengamos vida en abundancia y demos mucho fruto. Algunos parecen afirmar hoy que la vida puede crecer y desarrollarse “autónomamente”, como si la vid pudiese crecer sin tierra y dar fruto sin un “cultivador”. Los discípulos y discípulas de Jesús, por nuestra parte, hemos comprendido que sin la “Vid” Jesucristo y sin el cultivo amoroso del Padre, nosotros no damos fruto, nos volvemos estériles.

Algunos, incluso cristianos de nombre, también parecen confundir la Iglesia con una asociación política, una organización humanitaria o hasta una especie de club filosófico. Pero la Iglesia es, en primer lugar y sobre todo, la comunidad de aquellos y aquellas cuya vida está ligada a Dios por medio de Jesucristo. La Iglesia es y hace ciertamente muchas cosas; dirige miles de hospitales, escuelas y otras muchas actividades con importantes efectos sociales, económicos y hasta políticos. Pero, no confundamos las cosas, la Iglesia es, en primer lugar, un espacio de fe y relación con el Padre a través de Jesucristo. Si desaparece esa fe, desaparece la Iglesia.

2.- Los sarmientos o ramas, que, naciendo de la planta, dan fruto.

Jesús dice que nosotros somos esos “sarmientos”, las ramas del árbol o, como dice San Pablo, miembros de su cuerpo. Para que estos sarmientos transmitan la vida que vine de la Tierra a través de la planta, es fundamental evitar dos errores igualmente peligrosos:

-Romperse, separarse de la planta: Recuerdo cuando con mi padre caminábamos entre los viñedos: ¡Cuánto cuidado teníamos en no “desgajar” los sarmientos!; si eso sucedía, sabíamos que habíamos perdido el fruto con su promesa de vino. Así sucede con nosotros cuando, por accidente o por orgullo, nos separamos de Jesucristo, pensando que somos capaces de hacer grandes cosas por nosotros solos. Si caemos en esa tentación, es el final de nuestra capacidad de dar frutos de fe, esperanza y amor.  Es fundamental permanecer unidos a Jesucristo por el afecto, por el estudio de su palabra, por la obediencia a sus mandatos, por la comunión con los otros discípulos, por la apertura a su Espíritu.

-Olvidar la poda: Los agricultores saben muy bien que una viña no podada es una viña que se vuelve pronto vieja y estéril. Yo mismo recuerdo una viña que teníamos en una de nuestras comunidades; por años fue dejada sin podar y, aparte de no dar fruto, se estaba muriendo; cuando decidimos darle una poda a fondo, la viña inmediatamente comenzó a renovarse y a dar fruto. El significado de esta comparación es muy claro, aunque a veces nos cueste aceptarlo en la realidad concreta de nuestro camino humano: Una vida que “se abandona”, que “no se poda”, que no se deja corregir por los acontecimientos mediante los cuales Dios nos guía, se vuelve caótica, selvática y estéril, mientras que una vida constantemente “cultivada” da mucho fruto para sí misma y para el mundo. Todos conocemos el caso de los atletas y los que se dedican a la danza, la música… o cualquier otra actividad: Sin disciplina, no progresan. Pues lo mismo sucede con nuestro discipulado misionero. Se construye desde la fe gratuita, pero también desde la poda continua, que el Padre hace en nosotros por medio de tantas dificultades, enfermedades, contrariedades, estudio, fidelidad humilde, etc.

3.- El fruto:  la uva, de la que sale el vino “que alegra el corazón del hombre” y es capaz de transformar una comida triste en un banquete de fiesta, como en Caná.

Todos queremos dar fruto, conducir vidas que sean creativas y fructíferas. Pero hay que recordar que el fruto no es algo artificial que se coloca superficialmente en las ramas de los árboles; el fruto no viene del exterior, sino del interior. Sólo la vida interior de la planta asegura que llegue el fruto. De la misma manera, un discípulo/discípula sólo dará fruto si tiene vida interior, relación profunda con Jesucristo y si se deja podar oportunamente. Si hace así, dará abundantes frutos, como dice, San Pablo; frutos de bondad y generosidad, de alegría y de paz, de humildad y de servicio… frutos de una vida nueva, que encuentra su raíz en Jesucristo y se sostiene con el cultivo permanente del Padre.

P. Antonio Villarino

Bogotá

Reunión del Comité Americano LMC

Encuentro América

El 13 de marzo celebramos reunión de Comité Americano con los coordinadores de los grupos de laicos misioneros combonianos de los países con presencia de LMC en América.

Encuentro América

Estuvimos presentes: Padre Ottorino Poleto, Beatriz Maldonado y Mireya Soto por el Comité Americano; Alberto de la Portilla por el Comité Central; y 7 coordinadores de los grupos de América: Alexandra de Colombia, Flavio de Brasil, Mario de Perú, Adriana de México, John de Ecuador, Paul de la NAP, y Miriam de Guatemala.

Experimentamos nuevamente la alegría de estar juntos y compartir nuestra identidad de laicos misioneros combonianos. El objetivo principal fue conocer el camino recorrido por cada coordinador como LMC y el plan de trabajo misionero del año 2021 de cada grupo. Cada país hizo su presentación y vivimos nuestro ser misionero pues seguimos con el empeño de continuar en misión sin temor, pero siendo responsables. Continuamos en pandemia, con un horizonte incierto, pero con la fe puesta en Jesucristo. La misión no se detiene aun en estos tiempos. Hay más necesidad de Dios.

Encuentro América

Gracias coordinadores por compartir su plan de trabajo misionero para este 2021, fue de enseñanza mutua. Dios ilumine su camino.

“LAS OBRAS DE JESUCRISTO NACEN Y CRECEN A LOS PIES DE LA CRUZ”

San Daniel Comboni

Mireya Soto, LMC Guatemala

El pastor para el que todos somos importantes

Buen pastor

Comentario a Jn 10, 11-18:  25 de abril 2021

Buen pastor

Seguimos leyendo el evangelio de Juan, esta vez, en el capítulo décimo, que nos trae la alegoría del Buen Pastor, una imagen muy significativa para los pueblos antiguos, cuya vida dependía mucho de los rebaños de ovejas, cabras y vacas. La mayoría de nosotros vive ahora en grandes ciudades y no tenemos experiencia directa de la vida de un pastor, pero me parece que la imagen sigue siendo suficientemente poderosa e inspiradora. Les ofrezco tres puntos de meditación:

1.- El asalariado y el Pastor “des-centrado”

Jesús, caminando por los pueblos y ciudades de Galilea y Judea, observaba, como lo hacemos hoy nosotros en nuestros ambientes, que abundaban los “asalariados”, personas que trabajaban “sólo por la paga”, que estaban centrados sólo en sí mismos, en su dinero, en su prestigio, en su fama, sin interesarse mucho por las personas a las que deberían servir y que deambulaban “como ovejas sin pastor”: muchos políticos se preocupaban más de sí mismos que de organizar honradamente la vida social; muchos padres pensaban más en su propia “auto-realización” que en la vocación de sus hijos; muchos líderes religiosos  actuaban, no según el corazón de Dios, sino como “asalariados”, más preocupados por acumular dinero, poder o prestigio que por el bien de las personas.

Frente a esa situación, Jesús, Hijo entrañable del Padre, que desde antiguo se había declarado “pastor de su pueblo” (Ezequiel 34, salmo 23), se presenta como lo que es: un pastor “des-centrado”, es decir, no centrado en sí mismo, sino en el bien de sus “ovejas”: enfermos, pecadores, discípulos…, todos hijos de su mismo Padre. Para Él las personas no son medios para alcanzar objetivos personales, religiosos o políticos. Para Él las personas son hijos amados de su Padre y no duda en dar su vida por ellos, libre y gratuitamente.

Esta reflexión me lleva a dos conclusiones para mi vida:

-Jesús es el pastor verdadero de mi vida. Nadie más. Ciertamente cada uno de nosotros necesita a otros para vivir: amigos, padres, profesores, políticos, doctores, sacerdotes… Todos ellos son, en alguna medida, pastores de nuestra vida. Pero yo lo tengo claro: el único pastor al que entrego mi vida totalmente es Jesús; de él me dejo guiar, de él me dejo amar; en él encuentro los pastos seguros de una Palabra verdadera, de un Amor gratuito y firme. Y eso me permite mantenerme libre frente a muchos pretendidos pastores que lo que buscan es aprovecharse de mí.

-También yo estoy llamado a ser pastor. También yo estoy llamado a ejercer de alguna manera “pastoreo” sobre otros. Mirando a Jesús quiero aprender a pensar en los demás, no como medios para mi “auto-realización”, sino como personas a cuya vida yo puedo contribuir: con mis palabras, con mis gestos, con mi afecto gratuito, con mi testimonio.

2.- Conocer y ser conocido: “Conozco a mis ovejas, como el Padre me conoce”

El escritor uruguayo ya fallecido, Eduardo Galeano, cuenta la historia de un muchacho, solo en un hospital en Navidad, que dice al médico que se despide antes de ir a celebrar la cena de Nochebuena: “Dígale a alguien que yo estoy aquí”… No sé si se han fijado como la gente, se vuelve “loca” cuando ve su imagen en la televisión, en un estadio de fútbol o en la retransmisión de una audiencia papal. Es que estamos hechos para “ser” a los ojos de alguien, para ser “mirados”, conocidos, “re-conocidos” por alguien. Sin eso nos sentimos nada. De hecho, hay mucha gente que se siente “sola”, “abandonada”, no tenida en consideración, como ellos se merecen, como “ovejas sin un pastor” que las conozca. A veces nos puede parecer que estamos solos en la vida y que, incluso las personas más cercanas, no nos conocen realmente, nos conocen solo “por fuera”.

Lo que Jesús nos dice hoy es que Él nos conoce, que no somos anónimos, perdidos en la masa, que somos ALGUIEN ante él. Jesús me asegura que me conoce por dentro y que tiene conmigo la misma relación que el Padre tiene con él: de conocimiento, de amor, de pertenencia mutua.

3.-Una comunidad no exclusiva ni excluyente

La comunidad de Jesús es precisamente aquel grupo humano en el que cada uno es conocido y re-conocido, apreciado por lo que es, no por la máscara que lleva o por su valor instrumental. En este sentido, encuentro fantástica la costumbre de algunas comunidades cristinas en las que, al final de la Misa, las personas se quedan para saludarse, reconocerse mutuamente, “ser alguien” ante los demás, como somos “alguien” ante el Padre Dios.

Esta comunidad de personas “conocidas” por el pastor Jesús es una comunidad abierta, no exclusiva ni excluyente; porque “hay otras ovejas” que están llamadas a formar parte de este “redil”, no porque queramos ser muchos (para nuestro propio prestigio o poder), sino porque queremos que todos puedan gozar de este pastor maravilloso, que nos conoce, nos aprecia y nos hace pastores-misioneros para que todos “tengan vida y la tengan en abundancia”. En este sentido, la comunidad de Jesús es una comunidad “pastora”, que, ante los sufrimientos de muchos, no mira hacia otro lado, sino que se involucra generosamente, como lo hizo Daniel Comboni en su tiempo.

P. Antonio Villarino

Bogotá

Estamos de celebración

Familia LMC
Familia LMC

Hoy la comunidad LMC de Ipê Amarelo Nova Contagem Minas Gerais celebra los catorce años de vida matrimonial de Ana Cris y Alejandro. Que esta fecha se repita por muchos años y que ellos y sus hijos continúen este hermoso camino misionero, siempre con la intercesión de Comboni y las bendiciones de Dios y de la Virgen María.

Valmir Barp, LMC