Laicos Misioneros Combonianos

El Bautismo en el Jordán

(un comentario a Lc 3, 15-22; Solemnidad del Bautismo del Señor, 9 de enero de 2022)

La imagen del Bautismo es sintomática: Jesus baja con los pecadores al río, para ser parte de ellos. De allí sale escuchando la voz: “Tú eres mi hijo amado”. La experiencia del Bautismo fue la experiencia fundante de Jesús, cuando se supo “hijo amado”. De ahí volverá a Galilea y anunciará la gran Buena Nueva del año jubilar (de perdón y renovación) para los humillados: Lc 4, 14 y ss. Esa experiencia fue como la de Pablo en Damasco: “me amó y me envió”. El ser humano Jesús de Nazaret experimentó, al compartir su suerte con los pecadores, el amor gratuito y total del Padre.

Otros textos útiles para meditar sobre este reconocimiento de Jesús como Hijo:

  • Mt 14, 33: después de la pesca milagrosa, “verdaderamente eres hijo de Dios”;
  • Mt 26, 63: en el sanedrín, “dinos si tú eres el hijo de Dios vivo… Tú lo has dicho”;
  • Mt 27, 40: “si eres hijo de Dios, baja de la cruz”;
  • Mt 27, 54: en la cruz, el centurión dijo: “verdaderamente este era hijo de Dios

Les invito a meditar con calma este pasaje, identificándose con Jesús que desciende en el río y allí recibe la confirmación de su filiación. Frecuentemente nos preguntamos por nuestra identidad como personas, como miembros de una familia y de una Iglesia: ¿Quién soy yo? Para encontrar mi identidad verdadera es indispensable hacer las paces con la parte más débil de mí mismo, con mi realidad de creatura limitada, con mi realidad de hijo rebelde, que no acepta la soberanía de Dios sobre mi vida.

  • ¿Dónde está el río de mi miseria? Allí esta Jesús conmigo, tomándome de la mano, compartiendo mi miseria.
  • ¿Dónde está mi pequeñez? Allí esta Jesús para hacerse pequeño conmigo.
  • ¿Dónde está el hijo rebelde y amargado que soy? Allí está Jesús conmigo para hacerme hijo amado.

Dios me dice, como a María: NO TEMAS, Dios está contigo, quiere hacerse carne de tu carne, pecado de tu pecado, pequeñez de tu pequeñez… para que escuches con él “Este es mi hijo amado, en quien me complazco”.

  • No tener miedo de ir hasta el río de nuestra pobreza humana, de nuestra miseria.
  • Contemplar a Cristo a mi lado, descendiendo conmigo
  • Juntos, tú pobre con Cristo pobre, descender en la miseria del mundo: la miseria de tu comunidad, de la Iglesia, de la parroquia, del mundo…
  • Sin juzgar, sintiéndose hermano/hermana de cualquier ser humano en sus luchas, éxitos y fracasos.

P. Antonio Villarino

Bogotá

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