Laicos Misioneros Combonianos

Reunión del Comité Americano LMC

Encuentro América

El 13 de marzo celebramos reunión de Comité Americano con los coordinadores de los grupos de laicos misioneros combonianos de los países con presencia de LMC en América.

Encuentro América

Estuvimos presentes: Padre Ottorino Poleto, Beatriz Maldonado y Mireya Soto por el Comité Americano; Alberto de la Portilla por el Comité Central; y 7 coordinadores de los grupos de América: Alexandra de Colombia, Flavio de Brasil, Mario de Perú, Adriana de México, John de Ecuador, Paul de la NAP, y Miriam de Guatemala.

Experimentamos nuevamente la alegría de estar juntos y compartir nuestra identidad de laicos misioneros combonianos. El objetivo principal fue conocer el camino recorrido por cada coordinador como LMC y el plan de trabajo misionero del año 2021 de cada grupo. Cada país hizo su presentación y vivimos nuestro ser misionero pues seguimos con el empeño de continuar en misión sin temor, pero siendo responsables. Continuamos en pandemia, con un horizonte incierto, pero con la fe puesta en Jesucristo. La misión no se detiene aun en estos tiempos. Hay más necesidad de Dios.

Encuentro América

Gracias coordinadores por compartir su plan de trabajo misionero para este 2021, fue de enseñanza mutua. Dios ilumine su camino.

“LAS OBRAS DE JESUCRISTO NACEN Y CRECEN A LOS PIES DE LA CRUZ”

San Daniel Comboni

Mireya Soto, LMC Guatemala

El pastor para el que todos somos importantes

Buen pastor

Comentario a Jn 10, 11-18:  25 de abril 2021

Buen pastor

Seguimos leyendo el evangelio de Juan, esta vez, en el capítulo décimo, que nos trae la alegoría del Buen Pastor, una imagen muy significativa para los pueblos antiguos, cuya vida dependía mucho de los rebaños de ovejas, cabras y vacas. La mayoría de nosotros vive ahora en grandes ciudades y no tenemos experiencia directa de la vida de un pastor, pero me parece que la imagen sigue siendo suficientemente poderosa e inspiradora. Les ofrezco tres puntos de meditación:

1.- El asalariado y el Pastor “des-centrado”

Jesús, caminando por los pueblos y ciudades de Galilea y Judea, observaba, como lo hacemos hoy nosotros en nuestros ambientes, que abundaban los “asalariados”, personas que trabajaban “sólo por la paga”, que estaban centrados sólo en sí mismos, en su dinero, en su prestigio, en su fama, sin interesarse mucho por las personas a las que deberían servir y que deambulaban “como ovejas sin pastor”: muchos políticos se preocupaban más de sí mismos que de organizar honradamente la vida social; muchos padres pensaban más en su propia “auto-realización” que en la vocación de sus hijos; muchos líderes religiosos  actuaban, no según el corazón de Dios, sino como “asalariados”, más preocupados por acumular dinero, poder o prestigio que por el bien de las personas.

Frente a esa situación, Jesús, Hijo entrañable del Padre, que desde antiguo se había declarado “pastor de su pueblo” (Ezequiel 34, salmo 23), se presenta como lo que es: un pastor “des-centrado”, es decir, no centrado en sí mismo, sino en el bien de sus “ovejas”: enfermos, pecadores, discípulos…, todos hijos de su mismo Padre. Para Él las personas no son medios para alcanzar objetivos personales, religiosos o políticos. Para Él las personas son hijos amados de su Padre y no duda en dar su vida por ellos, libre y gratuitamente.

Esta reflexión me lleva a dos conclusiones para mi vida:

-Jesús es el pastor verdadero de mi vida. Nadie más. Ciertamente cada uno de nosotros necesita a otros para vivir: amigos, padres, profesores, políticos, doctores, sacerdotes… Todos ellos son, en alguna medida, pastores de nuestra vida. Pero yo lo tengo claro: el único pastor al que entrego mi vida totalmente es Jesús; de él me dejo guiar, de él me dejo amar; en él encuentro los pastos seguros de una Palabra verdadera, de un Amor gratuito y firme. Y eso me permite mantenerme libre frente a muchos pretendidos pastores que lo que buscan es aprovecharse de mí.

-También yo estoy llamado a ser pastor. También yo estoy llamado a ejercer de alguna manera “pastoreo” sobre otros. Mirando a Jesús quiero aprender a pensar en los demás, no como medios para mi “auto-realización”, sino como personas a cuya vida yo puedo contribuir: con mis palabras, con mis gestos, con mi afecto gratuito, con mi testimonio.

2.- Conocer y ser conocido: “Conozco a mis ovejas, como el Padre me conoce”

El escritor uruguayo ya fallecido, Eduardo Galeano, cuenta la historia de un muchacho, solo en un hospital en Navidad, que dice al médico que se despide antes de ir a celebrar la cena de Nochebuena: “Dígale a alguien que yo estoy aquí”… No sé si se han fijado como la gente, se vuelve “loca” cuando ve su imagen en la televisión, en un estadio de fútbol o en la retransmisión de una audiencia papal. Es que estamos hechos para “ser” a los ojos de alguien, para ser “mirados”, conocidos, “re-conocidos” por alguien. Sin eso nos sentimos nada. De hecho, hay mucha gente que se siente “sola”, “abandonada”, no tenida en consideración, como ellos se merecen, como “ovejas sin un pastor” que las conozca. A veces nos puede parecer que estamos solos en la vida y que, incluso las personas más cercanas, no nos conocen realmente, nos conocen solo “por fuera”.

Lo que Jesús nos dice hoy es que Él nos conoce, que no somos anónimos, perdidos en la masa, que somos ALGUIEN ante él. Jesús me asegura que me conoce por dentro y que tiene conmigo la misma relación que el Padre tiene con él: de conocimiento, de amor, de pertenencia mutua.

3.-Una comunidad no exclusiva ni excluyente

La comunidad de Jesús es precisamente aquel grupo humano en el que cada uno es conocido y re-conocido, apreciado por lo que es, no por la máscara que lleva o por su valor instrumental. En este sentido, encuentro fantástica la costumbre de algunas comunidades cristinas en las que, al final de la Misa, las personas se quedan para saludarse, reconocerse mutuamente, “ser alguien” ante los demás, como somos “alguien” ante el Padre Dios.

Esta comunidad de personas “conocidas” por el pastor Jesús es una comunidad abierta, no exclusiva ni excluyente; porque “hay otras ovejas” que están llamadas a formar parte de este “redil”, no porque queramos ser muchos (para nuestro propio prestigio o poder), sino porque queremos que todos puedan gozar de este pastor maravilloso, que nos conoce, nos aprecia y nos hace pastores-misioneros para que todos “tengan vida y la tengan en abundancia”. En este sentido, la comunidad de Jesús es una comunidad “pastora”, que, ante los sufrimientos de muchos, no mira hacia otro lado, sino que se involucra generosamente, como lo hizo Daniel Comboni en su tiempo.

P. Antonio Villarino

Bogotá

Estamos de celebración

Familia LMC
Familia LMC

Hoy la comunidad LMC de Ipê Amarelo Nova Contagem Minas Gerais celebra los catorce años de vida matrimonial de Ana Cris y Alejandro. Que esta fecha se repita por muchos años y que ellos y sus hijos continúen este hermoso camino misionero, siempre con la intercesión de Comboni y las bendiciones de Dios y de la Virgen María.

Valmir Barp, LMC

La alegría de la Resurrección

Comunidad

En este mes de abril recibimos en nuestra comunidad del Ipê Amarelo al Padre Serafim que vino a unirse a nosotros en la misión. Y juntos trajo la alegría de la primera misa en nuestra casa de misión Santa Terezinha. Desde que llegué hace un año y seis meses, no había habido una Santa Misa en nuestra casa. Recibir a Cristo Eucarístico es renovar nuestras fuerzas y mantener viva la esperanza de continuar nuestro camino.

En este momento de incertidumbre, de espera en el que no podemos planificar bien el futuro, los próximos pasos, la alegría de poder vivir este momento es inmensa. Tenía un gran deseo de decir ” Cordero de Dios ” en comunidad.

La presencia del espíritu misionero, el deseo de vivir y trabajar con nosotros en comunidad, que se traslucía en las actitudes y palabras del padre… también me hacen vibrar de alegría.  Sea usted muy bienvenido, padre Serafín, que Jesús misionero nos una y fortalezca en este camino, para que juntos vivamos la misión de Cristo resucitado.

Comunidad

      Un fuerte abrazo.

Regimar Costa, LMC Brasil

NB. Regimar Costa y su marido Valmir Barp están esperando la apertura de las fronteras para ir de misión a Mozambique.

Comer juntos, abrir la mente, ser testigos

comer

Comentario a Lc 24, 35-48, Tercer Domingo de Pascua, 18 de abril de 2021

comer

Leemos hoy la última parte del capítulo 24 de Lucas. Después del episodio de los dos discípulos de Emaús, que reconocen a Jesús “al partir el pan” y que vuelven a Jerusalén para contar lo que han vivido, Jesús se muestra a todo el grupo en el ámbito del cenáculo, el lugar donde la comunidad estaba reunida, aunque más bien triste, confusa e incrédula. En el texto que leemos hoy podemos encontrar, como siempre, muchos motivos de meditación. Por mi parte me detengo en tres:

  • La importancia de comer juntos: “Comió ante ellos”.

Lucas nos cuenta que, ante el pasmo de los discípulos, que no se atrevían a creer lo que veían, Jesús les pidió pescado y se puso a comer en su presencia. Comer con alguien ha sido siempre y sigue siendo hoy, en las más diversas culturas, un gesto de gran importancia social. Comer juntos afianza las familias, fortalece las amistades, crea lazos sociales… y hasta favorece los negocios.

Por lo que nos cuentan los evangelios, para Jesús era normal y frecuente participar en comidas a las que era invitado, ya fuera para celebrar una fiesta (Caná), una amistad profunda (Mateo) o quizá simple curiosidad (algún fariseo). Con cierta frecuencia Jesús comparaba el Reino de Dios con un banquete al que el Padre Dios nos invita. En efecto, comer juntos es un signo de la nueva humanidad fraterna que Jesús ha proclamado en nombre de su Padre celestial; y de esta fraternidad, sellada con su sangre, es anticipo la última cena.

Por eso Jesús ha hecho de la comida comunitaria un signo evidente de su presencia en la comunidad de sus discípulos, compañeros de lucha por el Reino del Padre en medio de un mundo frecuentemente hostil. Cierto que todo se puede dañar y que a veces las comidas no son lo que parecen, engañando con una aparente pero falsa fraternidad. Eso puede pasar también con el gran sacramento de la presencia viva de Jesús: la Eucaristía. Podemos falsearla y de hecho lo hacemos. Pero, honestamente vivida, la Eucaristía es el gran signo de una humanidad renovada, de una Iglesia que escucha la Palabra y comparte el pan. Seguramente, si vivimos la Eucaristía con honestidad, Jesús se hará presente entre nosotros, la comunidad crecerá en comunión (incluida la comunión de bienes para la vida) y la humanidad tiene dentro de sí un fermento capaz de renovarla profundamente.

  • Abrir la mente: “Entonces les abrió la mente para que entendieran las Escrituras”

Jesús les abre la inteligencia, para que puedan comprender las Escrituras a partir de lo que están viviendo y para que entiendan lo que están viviendo a partir de las Escrituras. También esto sucedía con frecuencia en los diálogos de Jesús con sus discípulos y con las multitudes que lo seguían. Precisamente por eso Jesús era Maestro: porque tenía palabras luminosas, claras y pertinentes, que eran como faros que iluminaban la realidad. Escuchándolo a él, era fácil comprender, por ejemplo, que curar a un paralítico era más importante que “guardar” el sábado; que el Padre se alegra por un pecador que se arrepiente; que ayudar a un desconocido herido en el camino nos hace verdaderamente hijo de Dios (herederos de la vida eterna)… Y más fuerte todavía: que su propia muerte tiene sentido como un acto supremo de confianza y generosidad, superando la muerte con la entrega libre de la propia vida.

Por eso, hasta el día de hoy y por siglos que vendrán, los discípulos nos reunimos para escuchar la palabra sabia de Jesús, para dejarnos iluminar constantemente por ella en un diálogo fecundo con la vida de cada día. Desde lo que nos pasa entendemos mejor la Palabra y desde la Palabra entendemos mejor lo que nos pasa. Y en ello experimentamos a Jesús vivo que nos acompaña en nuestro caminar.

  • Ser testigos: “Su nombre será predicado a todos los pueblos”

Escuchar la palabra luminosa de Jesús, comer con él y con la comunidad de sus discípulos, experimentar la presencia de su Espíritu en mi vida y en el mundo, es el mayor don que yo haya podido recibir. Eso ha transformado mi vida, haciéndome sentir Hijo amado y hermano entre hermanos. Por eso, como Pablo, como Pedro, como Lucas, y millones de discípulos, yo también quiero ser testigo, misionero, alguien que quiere compartir con el mundo el gran don recibido. Ser testigo de Jesús en el mundo es lo más fascinante que una persona puede ser.

La misión no es una carrera orgullosa para crear prosélitos de una secta o para hacer propaganda  de una ideología o para difundir un gran sistema religioso… La misión es ser humildes testigos de un don recibido: Una Palabra que continuamente da sentido a la vida en medio de tantas contradicciones propias y ajenas; una fraternidad que se aprende a construir día a día, no porque somos mejores que nadie sino porque somos sólo discípulos, aprendices de un proyecto que nos supera, pero que cuenta con nosotros; un Espíritu que, conforme a la promesa de Jesús, nos acompaña en todas las circunstancias, como una fuerza interior que nos guía en libertad y amor, contra viento y marea y a pesar de nuestros propios pecados.

Gracias, Jesús, por tu Palabra; gracias por tu comida de fraternidad; gracias por tu Espíritu, que nos acompaña en la dulce tarea de ser tus testigos.

Antonio Villarino

Bogotá