Laicos Misioneros Combonianos

Ecos de la misión en República Centroafricana

LMC RCA
LMC RCA

“Aquí os envío un poco de la vida en la misión.” Es con estas palabras que nuestra querida amiga María Augusta nos abraza y nos escribe sobre los pasos que se van dando en la misión en RCA.
Ana [LMC polaca] ha tenido un problema en el codo. Se hizo una ecografía y luego fuimos con ella al centro médico militar, en Bangui. El personal fue muy amable y servicial. Vamos a almorzar con ellos mañana, si Dios quiere.
Los demás miembros de la comunidad estamos bien, gracias a Dios. Hemos tenido noticias del padre Samuel, que también está bien, aprovechando sus vacaciones para descansar y visitar a la familia y amigos.
En esta semana llegó a nosotros una madre con sus dos hijas gemelas, que ya había venido a la misión a pedir leche, porque no tenía suficiente para los dos bebés. En ese momento ya estaban mal nutridas. Las tratamos y regresaron a casa bien. Ahora volvió con una de las gemelas muy delgada, pesando apenas dos kilos, y teniendo ya nueve meses… me quedé muy impresionada con el bebé y me dirigí de inmediato con la madre a la zona de cuidados para los mal nutridos para que fuera internada allí. ¡No sé si se recuperará! Que el Señor haga lo mejor para ella.
El pequeño Andrés, huérfano, que encontré en noviembre de 2015, y al que dimos leche, tiene el “mal de Pott” (tuberculosis vertebral). Fue al pediatra a Bangui y ahora está siendo tratado contra esa enfermedad. Después será operado también como Gervelais*, que hasta ahora no caminaba y, pasados ​​dos meses de tratamiento contra la tuberculosis, ya comenzó a dar los primeros pasos y se ve que tiene mucha fuerza de voluntad para aprender rápidamente a andar.
En la escuela empezamos a dar clases de recuperación**, de 90 minutos, dos días a la semana. En los primeros años se trabaja principalmente la lectura y la escritura y en los siguientes años también la Matemática. Que el Señor dé mucha fuerza y ​​voluntad a los alumnos para no faltar y que consigan mejorar su aprovechamiento. Gracias a Dios, tenemos algunos alumnos con mucha fuerza de voluntad… y eso es lo que nos anima a continuar. Agradecemos al Señor que nos da salud y también alegría y buena disposición para hacerlo.
Os deseo a todos un tiempo de Cuaresma Tranquilo y de Crecimiento en el Amor a Dios y a los Hermanos.
¡Continuamente unidos por la oración y la misión! Gracias por vuestras oraciones.
Maria Augusta Pires, LMC en la RCA
 
* Gervelais es el nombre de un “chiquito” al que María Augusta ya hizo referencia en las publicaciones del 13 de abril y el 11 de junio de 2018.
**En virtud de que los resultados de los alumnos no son alentadores, como nos informó en su última carta.

¿Qué cuenta de verdad en mi vida? (Las tentaciones de Jesús)

tentaciones
Tentaciones en el desierto

Un comentario a Lc 4, 1-13 (I Domingo de cuaresma, 10 de marzo de 2019)

Estamos ya en Cuaresma, este período de cuarenta días que los católicos dedicamos a preparar la Pascua, recordando los “cuarenta días” que Jesús pasó en el desierto, después de dejarse bautizar por Juan en el Jordán y antes de dar comienzo a su intensa labor evangelizadora.

Es un tiempo que vuelva cada año como una invitación a hacernos las preguntas esenciales de la vida, esas preguntas que la rutina y las preocupaciones diarias pueden ocultar o dejar en un segundo plano y que ahora deberíamos traer al primer plano: ¿Para qué vivo yo? ¿Cuáles son los valores más importante de mi manera de vivir? ¿Debería cambiar en algo?. Es un tiempo para reflexionar, orar y tomar las decisiones.

Para iniciar este camino de reflexión, oración y cambio, la Liturgia nos presenta el capítulo cuarto de San Lucas, donde podemos leer lo referente a un momento importantísimo en la vida de Jesús. Jesús en el desierto, a donde va movido por el Espíritu, debe afrontar, movido por el espíritu del mal, sus propias dudas y tentaciones.

Como dijo Benedicto XVI, “reflexionar sobre las tentaciones a las que es sometido Jesús en el desierto es una invitación a cada uno de nosotros para responder a una pregunta fundamental: ¿Qué cuenta de verdad en mi vida?”

Y el mismo Benedicto XVI explica así las tres tentaciones:

“En la primera tentación el diablo propone a Jesús que cambie una piedra en pan para satisfacer el hambre. Jesús debate que el hombre vive también de pan, pero no solo de pan: sin una respuesta al hambre de verdad, al hambre de Dios, el hombre no se puede salvar.

En la segunda tentación, el diablo propone a Jesús el camino del poder: le conduce a lo alto y le ofrece el dominio del mundo; pero no es este el camino de Dios: Jesús tiene bien claro que no es el poder mundano el que salva al mundo, sino el poder de la cruz, de la humildad, del amor.

En la tercera tentación, el diablo propone a Jesús que se arroje del alero del templo de Jerusalén y que haga que le salve Dios mismo; pero la respuesta es que Dios no es un objeto al que imponer nuestras condiciones.

¿Cuál es el núcleo de las tres tentaciones que sufre Jesús? Es la propuesta de instrumentalizar a Dios, de utilizarle para los propios intereses, para la propia gloria y el propio éxito. Y, por tanto, en sustancia, de ponerse uno mismo en el lugar de Dios suprimiéndole de la propia existencia y haciéndole parecer superfluo”

¿Cuáles son nuestras tentaciones? ¿El asegurarnos los bienes materiales, a costa de lo que sea? ¿El poder, el dominar a los otros, el creernos los más importantes? ¿La manipulación de las cosas más sagradas para nuestra vanidad y orgullo? Frente a estas tentaciones es el momento de reafirmar nuestra decisión de vivir, no como falsos dioses, sino como hijos del único Dios. Buena cuaresma, buen tiempo de cambio y de reorientación de la propia vida.

P. Antonio Villarino

Bogotá

De lo que rebosa el corazón habla la boca

ciegos

Un comentario a Lc 6, 39-45 (VIII Domingo ordinario, 3 de marzo del 2019)

Ciegos

Seguimos leyendo hoy, último domingo ordinario antes de empezar la Cuaresma, el sermón de la llanura con el que Lucas nos transmite la propuesta central de Jesús. En los versículos de hoy se nos recuerdan  algunos dichos de Jesús, que se centran en tres parábolas concatenadas entre sí:

  1. La ceguera del falso guía. Si tú estás ciego, es decir, si careces de sabiduría, si no sabes conducir tu propia vida, ¿cómo puedes pretender guiar a otros? Cierto que Jesús sabe bien que todos somos un poco ciegos y todos nos ayudamos unos a otros a encontrar el camino de la vida, a pesar de nuestras carencias. Pero lo que Jesús nos dice es que no seamos hipócritas, que no intentemos aparecer como más santos de lo que somos, que aceptemos  nuestra propia debilidad y caminemos juntos en ayuda mutua; que busquemos ser discípulos antes de pretender ser maestros.
  2. La astilla y la viga: Siguiendo con el símil del ojo, Jesús da un paso más y se pregunta qué me impide ver y dice que a veces el impedimento que hay en mí puede ser mayor (una viga) que el del prójimo (una astilla). El dicho es un llamado claro a ser conscientes de nuestros propios fallos antes de insistir en los de los demás. Si soy consciente de mis propios pecados o defectos, seguramente seré más comprensivo con los de los demás.
  3. El árbol y los frutos: Avanzando en la reflexión, Jesús pone otra comparación muy elocuente: El árbol se conoce por sus frutos. La aplicación es también muy evidente: al ser humano se le conoce por las obras que hace, porque, dice Jesús, “de lo que rebosa el corazón habla la boca”.

Los tres dichos, encadenados entre sí, nos invitan a cultivar nuestro corazón, es decir, nuestra identidad más profunda, nuestra identidad de hijos amados por el Padre y de hermanos que respetan profundamente a los demás hijos de Dios. Si cultivamos eso en nuestro interior, seguramente nuestras palabras y acciones serán como frutos buenos para nosotros mismos y para los demás. Serán frutos de respeto, alegría, benevolencia, perdón, fraternidad, ayuda, comprensión…  Pero si en el interior cultivamos desconfianza, desprecio, odio, falta de fe… las palabras y las obras que salgan de nosotros serán malas para nosotros mismos y para los demás.

P. Antonio Villarino

Bogotá

“Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer”

pan

Comentario a Lc 6, 27-38 (VII  Domingo ordinario, 24 de febrero de 2019)

El mejor comentario a este pasaje de Lucas puede ser una famosa frase atribuida a S. Juan de la Cruz:

pan

“Donde no hay amor, pon amor y sacarás amor”.  

De eso se trata, de sembrar amor para que el amor crezca en nosotros y en el mundo que habitamos.

La Carta a  los Romanos nos ayuda a comprender el alcance de esta enseñanza suprema de Jesús:

“A nadie devuelvan mal por mal; procuren hacer el bien a todos. Hagan lo posible, en cuanto de ustedes dependa, por vivir en paz con todos… No se dejen vencer por el mal, venzan el mal con la fuerza del bien” (12, 17-21).

El autor de dicha Carta cita también un  proverbio:

“Si tu enemigo tiene hambre, dale comer; si tiene sed, dale de beber” (Prv 25, 21).

No hay que mirar esta enseñanza de Jesús como una “obligación” costosa y casi imposible, casi como si Jesús quisiera hacernos la vida difícil. No. Lo que Jesús quiere es mostrarnos el camino de la verdadera felicidad, ensanchando el corazón, siendo creativos y rompiendo la cadena del mal. Si a un ojo golpeado, respondemos con el golpeo de otro ojo, quedaremos satisfechos por la venganza conseguida, pero no quedaremos mejor sino pero, incrementando el mal, en vez de superarlo. Sin embargo, si uno tiene la valentía y la fe para perdonar y mirar adelante, en vez de revolverse en el pasado, está creando algo nuevo, está dándose la oportunidad de que la misericordia se imponga y el amor triunfe, para alegría propia y ajena.

Frecuentemente nosotros nos enzarzamos en una serie de reacciones en cadena: Me insultó, yo le insulto a mi vez; me trató con desdén, yo le contesto con la misma moneda; me hirió, yo trato de hacerle una herida más dolorosa; me gritó, yo alzo más la voz….

Sin embargo si uno tiene el coraje de olvidar la ofensa, confía en el amor gratuito de su Señor y, fiado en su palabra, mira adelante, su corazón se serena y se hace capaz de crear algo nuevo, algo mejor.

“Así como Dios es misericordioso, los que nos llamamos seguidores de Cristo debemos actuar con misericordia hacia los que nos rodean. Este es el corazón de la vida cristiana: darnos a nosotros mismos para que los demás mejoren. El mundo no vive así y el reino de Satanás no practica la misericordia. Pero los que pertenecen al reino de Dios se esfuerzan por vivir de acuerdo con la enseñanza de Cristo: Os doy un mandamiento nuevo: Amaos los unos a los otros” (Jn 13,34)”. (Comentario bíblico internacional).

Naturalmente sólo el Espíritu de Dios puede hacernos comprender bien esta enseñanza sublime. Tampoco se trata de vivir eso en plenitud desde el principio. Se trata más bien de un camino que se emprende, un estilo que se adopta, una meta que se acepta y que marca nuestra vida. Cada día, cada herida, cada avance… es un paso hacia esa madurez del amor cristiano.

P. Antonio Villarino

Bogotá