Un comentario a Lc 24, 46-53 (2 de junio de 2019; Ascensión del Señor)
Leemos hoy los últimos versículos del evangelio de Lucas, que sorprendentemente termina con las siguientes palabras:
“Se volvieron a Jerusalén con alegría y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios”.
El mismo Lucas en su segundo libro, Los Hechos de los Apóstoles, explica un poco más el ambiente que reinaba en aquella primera comunidad de discípulos cuando el Maestro ya no estaba con ellos:
“Unánimes y constantes, acudían diariamente al templo, partían el pan en las casas y compartían los alimentos con alegría y sencillez de corazón; alababan a Dios y se ganaban el favor de todo el pueblo”.
Alguien ha dicho que esta descripción lucana del ambiente positivo, alegre, orante, fraterno y lleno de “bendición ” de las primeras comunidades es una visión utópica y poco realista, porque la realidad suele ser bastante más prosaica y llena de sombras, sin que falten los conflictos, las traiciones y los pecados.
Pero Lucas no ignora esta realidad. Por el contrario,en el texto que leemos hoy, se nos recuerda que “el Mesias padecerá”. De hecho, Jesús padeció y murió, fue insultado, traicionado y negado. De hecho, padecieron los primeros discípulos, que fueron perseguidos y asesinados y contaron también con traidores y pecadores entre sus filas.
Así sigue sucediendo también con nosotros. La vida no siempre es de color de rosas. La vida es una lucha, en la que no faltan los sufrimientos, las separaciones, las batallas perdidas, las traiciones y los pecados, propios y ajenos. Pero nada de eso tiene la última palabra. Jesús concluyó su paso por este mundo bendiciendo, encomendando a los suyo la misión que tenía en el corazón y prometiendo el Espíritu Santo. Por eso la Ascensión es una separación, pero con una presencia que continúa, una presencia que da alegría, fidelidad, misión.
En cada etapa de nuestra vida personal o familiar, en cada época de la historia tenemos que renovar nuestra fe en esta promesa del Espíritu, en el triunfo de Dios, en la victoria del amor, de la verdad y del bien. En esa promesa y en esa esperanza está anclada nuestra fidelidad, nuestra alegría y nuestra determinación de continuar la Misión. Ante cada nueva batalla sabemos que el Espíritu prometido por Jesús no nos fallará, sino que estará con nosotros y nos impulsará a ser testigos y anunciadores de cambio y conversión.
Esa certeza íntima nos da una alegría resistente, que no se apaga y nos lleva a vivir siempre bendiciendo, anunciando el perdón de los pecados, testimoniando el permanente amor misericordioso del Padre de Jesús y padre nuestro, creando fraternidad, hasta que concluyamos, como Jesús, retornando al seno del Padre, donde ninguna vida se acaba sino que se transforma.
Un comentario a Jn 14, 23-29 (VI Domingo de Pascua, 26 de mayo de 2019)
El texto que leemos hoy forma parte de los discursos de despedida de Jesús en el evangelio de Juan. El texto, que hay que leer como un gran testamento de amor que Jesús deja a sus amigos y discípulos, se presta a muchas reflexiones. Yo me detengo apenas en una de sus frases: “El que me ama guardará mi palabra… El que no me ama no guarda mis palabras”.
Todos estamos de acuerdo que el amor, en todas sus dimensiones, es la esencia de la vida. Pero, a mi modo de ver, el amor puede estar falseado por dos actitudes contradictorias: un “eficientismo”, que todo lo cifra en “obras”, sin tener en cuenta los sentimientos, las palabras, las sonrisas, la mirada…; y un “espiritualismo” o “sentimentalismo”, que todo lo cifra en palabras bonitas, arrumacos o apariencias, sin hacer nada concreto.
Sin embargo, el amor tiene que tener estas dos dimensiones complementarias:
El amor debe ser concreto, hecho de obras y actitudes concretas, que buscan el bien de la persona amada (sea Dios mismo, sea mi esposo o esposa, sea mi comunidad o cualquier persona). Jesús dice: “El que me ama, guarda mi palabra, cumple mis mandatos”. San Pablo concreta aun más:
“El amor es paciente y bondadoso: no tiene envidia, ni orgullo ni jactancia. No es grosero, ni egoísta; no se irrita, no lleva cuentas del mal” (1Cor 13,4-5).
Y Santiago es mucho más concreto y “tierra-tierra”:
“Si un hermano o una hermana están desnudos y faltos del alimento cotidiano, y uno de vosotros le dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les da los necesario para su cuerpo, ¿de qué le sirve?” (Sant 2,15-16).
En esta línea de pensamiento, podríamos concluir: Tú dices que amas a tu esposa o esposo (o tu comunidad), pero no le ayudas en su vida concreta o no la comprendes en su manera de ser, ¿de qué le sirve tu amor?. Tú dices que amas a Dios, pero no le haces caso a sus mandamientos, no haces nada por los pobres, no ayudas en la Iglesia, ¿es verdadero tu amor?
Por otra parte, el amor es mucho más que sus manifestaciones concretas. Sin hechos no hay amor, pero los hechos no bastan, porque pueden estar contaminados de orgullo, egoísmo, afán de ser importantes, afán de dominio… El amor es algo más,quizá intangible, pero muy real. Es una implicación de vida, es una cercanía incondicional a la otra persona, incluso cuando uno no puede hacer nada por el otro, por las circunstancias en las que vive. Por eso San Pablo dice también:
“Aunque repartiera todos mis bienes a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, de nada mi sirve” (1Cor 13,3).
En este sentido, Jesús alaba a aquella mujer que hace un gesto totalmente “inútil” derramando un frasco de perfume caro para honrar a Jesús. Es que el amor no siempre es eficiente, no siempre es calculador, no siempre es “lo más útil”. El amor es un gran don que no puede “comprarse ni venderse”. El amor es, en buena parte, un don del Espíritu Santo que Jesús prometió a los suyos.
Como decía el abbé Pierre, “la vida es un poco de tiempo que Dios nos ha regalado para aprender a amar”. A vivir se aprende viviendo y a amar se aprende amando. Y en la medida que aprendemos a amar, no de palabra sino de verdad, hacemos experiencia del Padre que “habita en nosotros”, de Jesucristo que nos ilumina con su Palabra y del Espíritu que nos hace crecer continuamente en ese amor.
Ayer falleció nuestro hermano Eric Ezati (LMC de Uganda). Os dejamos aquí
la última entrada que nos enviaba desde Uganda con un sencillo “espero que pueda
servir a alguien”.
Saludos a todos desde Uganda, la
perla de África. Esperemos que todo vaya bien. Como todos ustedes saben
actualmente estamos llegando a la etapa final de la formación de nuestros tres
candidatos que Dios mediante terminará el 12 de mayo de este año.
Tuvimos un tema sobre la oración
por parte del Padre Sylvester MCCJ, el ex Superior Provincial de Uganda que nos
acompañó a través de este tema sobre las oraciones y que creo que es bueno
compartirlo con todos ustedes. Se ha hablado mucho sobre la oración, todos los
días escuchamos algo sobre la oración y continuamos leyendo sobre las
oraciones, incluyendo la lectura de los libros espirituales, los libros de
oraciones, la consulta con nuestros directores espirituales, tenemos retiros
espirituales y muchas otras fuentes que nos nutren espiritualmente para mejorar
nuestra vida de oración. A pesar de todo esto, nos sentimos secos e imaginamos
que no oramos bien y pedimos a nuestros amigos, compañeros y muchas otras
personas que oren por nosotros. Aquí compartiremos con vosotros lo que el p.
Sylvester nos compartió. Espero que esta información nos ayude a mejorar en
nuestra vida de oración.
Dijo que la oración es nuestro mayor
encuentro con Dios. Este encuentro puede ser difícil de entender, ya que los
diferentes encuentros que encontramos a diario pueden oponerse a lo que
intentamos hacer. Él mostró esto bien cuando nos dijo como en la vida, el ser
religioso no significa no seguir la vida de manera normal como cualquier otra
persona. Esto es exactamente lo que escuchamos en el libro del Eclesiastés 3:
1-12 que explica esto muy claramente en nuestras lecturas diarias de las
Escrituras de la Santa Biblia. Todo esto debe hacernos saber y comprender que
nuestros diferentes apostolados en los que estamos involucrados son posible
gracias a Dios, y no por nuestro esfuerzo personal y humano como muchas veces
creemos. Nuestro apostolado depende de lo que se mueva en nuestra mente durante
todo el día, nos desafió a comprender que la primera persona que tengamos en
mente cuando nos despertamos por la mañana y la última persona en la que
pensamos antes de dormir por la noche pueda ser fuente de tu alegría o tu
dolor. Esto significa que si Dios no es la primera persona en tu mente por la
mañana y la última en tu mente por la noche, significa que todavía necesitamos
mucho para trabajar en nuestra vida diaria de oración. Frente a todas estas
actividades diarias donde fallamos, la oración debe ser la respuesta y, por lo
tanto, la oración debe ser nuestra vitamina diaria que nos complementa en
nuestras actividades de la vida para estar en la dirección correcta hacia el
ser Divino que todos queremos ver cara a cara al final de nuestra vida en este mundo.
Por lo tanto, debemos tener sed de Dios a través de toda nuestra vida, como el
Salmo 62 (63) dice. Él nos desafió a digerir esta maravillosa oración en
nuestra vida y lograr este anhelo por Dios a través de la oración en nuestra
vida diaria. Dijo que Dios nunca puede dejar nuestras llamadas en espera, o
ponerlas ocupadas, no importa a qué hora del día o de la noche llamemos a Dios,
dijo que hay una línea telefónica directa a Dios que no necesita tiempo de uso,
batería del teléfono o congestión de la red. Como experimentamos en nuestro día
a día. Dijo que Dios es directo con nosotros, a diferencia de los seres humanos
cuya respuesta positiva dependerá de la relación que tengamos con la persona
que nos pide ayuda. Necesitamos saber que Dios viene a nosotros y nos habla en
todos los aspectos de nuestra vida, lo que puede ser de manera directa o
indirecta muchas veces.
P. Sylvester nos desafía
preguntándonos qué legado vamos a dejar como individuos cuando muramos. También
nos preguntó cuál es nuestra primera prioridad como individuos cuando
comenzamos y terminamos nuestro día. ¿Y dónde está la oración en nuestra vida? Dijo
que muchas de las actividades que hacemos, incluida la oración, son en su
mayoría rutinarias, sin un profundo apego en nuestro corazón y alma, lo cual no
es bueno para una buena vida de oración. Necesitamos una relación muy profunda
como el Salmo 62 (63) para que Dios eche raíces fácilmente en nuestra vida. La
oración debería traer cosas nuevas a nuestra vida, ¿cuáles son estas cosas
nuevas que pueden llegar a nuestra vida diariamente como resultado de la vida
de oración? Nos explicó mejor este punto pidiéndonos que explicásemos la
relación entre nuestros dos ojos; parpadean juntos, se mueven juntos, lloran
juntos, ven juntos, pero nunca se ven el uno al otro. Dijo que este debería ser
el tipo de oración con Dios en nuestra hora diaria, pero no para dejar a Dios
en la Iglesia o al lado de la cama y volver a él cuando nos retiremos a la
cama. Dijo que nuestra relación con Dios debería ser como la relación entre una esposa
ciega y un esposo sordo. Por encima de todo el p. Sylvester dijo que no
puede haber una buena vida de oración sin fe y esta vida de oración se desarrolla
a través de la experiencia que vivimos con la fe que tenemos en Dios, que puede
ser positiva o negativa en nuestra vida diaria. Dijo que la fe es muy
importante en nuestra experiencia de oración y que si no podemos demostrarlo,
entonces debemos creer como nuestro Padre en la Fe, Abraham. Génesis, Capítulo
12 y siguientes. Abraham creyó en contra de la esperanza porque sin tener hijos
aceptó ser el Padre de muchos descendientes.
Por tanto, la oración significa
muchas cosas para muchas personas. Permitidme compartir con vosotros las
palabras exactas de sus presentaciones en PowerPoint que deben animarnos a
vivir en nuestra vida cotidiana como CLM, (inicio de diapositivas):
Varios métodos que comprenden el
contenido de la oración: recitar los salmos solos o con otros,
Reflexionando sobre los pasajes
de las Escrituras u otros textos sagrados,
Uso de la repetición, como una
palabra o frase en la meditación,
Rezo del rosario,
Manteniendo una conversación con
Dios,
Caminando meditativamente,
Disfrutando de la belleza y
maravilla de la naturaleza,
Usando las oraciones escritas por
otros,
Escribiendo tu propia reflexión u
oración,
Sentado en soledad y
contemplación.
Unirse a otros para la liturgia
eucarística o participar en otras celebraciones sacramentales,
Leer libros de orientación
espiritual que ayudan a una pausa para reflexionar y obtener inspiración para
la comunión con Dios.
Y la oración de emergencia que
consiste en una sola palabra hablada en voz alta “AYUDA”
Oración corporal
Oración de aliento, etc.
Orar es entrar en relación con Dios y tener esa relación hace una
diferencia en mi vida.
Se crea un vínculo con alguien y
ese alguien es Dios. Nuestra fuente de vida continuamente nos une en una unión
de amor. Este proceso de oración se desarrolla de manera similar a como Jesús
invitó a sus discípulos a seguirlo en una amistad más profunda, una cercanía
que no se desarrolló instantáneamente. La oración es un tipo de compañía que se
desarrolla paso a paso, a medida que nos vemos atraídos hacia una unidad de
amor.
En la oración no se trata solo de entrar en relación con Dios; también
se trata de ser cambiado
Una oración saludable fortalece
nuestro vínculo con el Creador y también nos transforma.
¿Dónde te quedas?
Así fue como los discípulos
expresaron su deseo de saber más sobre quién era Jesús. Él respondió “ven y ve” Jn 1: 35 – 42. ¿Con qué
frecuencia pedimos y venimos a buscar a Jesús donde se queda en nuestros
recorridos diarios? ¿O lo buscamos solo los domingos?
La oración es la constatación de
que Dios nos ha encontrado. Es permitiendo a Dios entrar en nosotros, como
cobrar vida en nosotros. Respeta el deseo de Dios de intimidad y cercanía.
Pero la oración es Dios orando en nosotros. El Dios que vive
en nosotros, ora en nosotros. Esta es la oración desde el punto de vista de
Dios. Porque cuando nuestro Dios se reveló a sí mismo, demostró que él toma la
iniciativa en nosotros, no el hombre. Desde el punto de vista del hombre, la
postura básica en la oración es la de “escuchar”; En voz baja,
humildemente, casi vergonzosamente. Es
estar abierto, atento a los impulsos del Espíritu de Dios orando dentro de
nuestro espíritu.
Estas reflexiones describen, una
manera muy concreta en que Francisco llegó a conocer a Dios. Dios tomó la
iniciativa, lo persiguió y lo detuvo. Francisco respondió a este toque divino y
desarrolló un patrón de respuesta en el que la morada divina podría vivir en
él, hablar en él y moldear a la persona en la que se convertiría. Se convirtió
en un proceso de por vida.
Francisco, literalmente, podía
salir de su mente por Dios de una manera maravillosa… “IIC 178. II C 95
encapsula todo el propósito de Francisco en la vida “.” Toda su
atención y afecto lo dirigió con todo su ser a la única cosa que le estaba
pidiendo el Señor, no tanto orar como convertirse en una oración”. Esto es algo
que podemos aprender, poner la oración en nuestra vida todos los días que
vivimos y respiramos en este mundo.
La oración sobre todo es enamorarse de Dios.
En el amor humano sucede lo
siguiente:
En la vida cotidiana,
“enamorarse” no necesita mucha “ayuda práctica para
comenzar”. Parece que acaba de suceder. Enamorarse parece fácil.
Mantener una relación amorosa que
lleve al amor abnegado requiere mucha fidelidad.
¿Qué hacemos en las primeras
etapas al enamorarnos? ¿No comienza con algo que llamamos conexión?
Tal vez sea una conexión con el total desconocido. Algo sucede en
nuestros corazones que levanta nuestros espíritus.
En el centro de la atracción hay
un descubrimiento de la unión de alguna manera. Conectamos. De ahí en
adelante, la creciente atracción se alimenta de un deseo creciente, a veces
insaciable, de estar con la persona que amamos. El amor creciente
alimenta el deseo de una unión creciente, el deseo de encontrar maneras de
estar con el otro en formas cada vez más profundas. Al principio, esto
puede ser bastante inconsciente, pero en poco tiempo, sabemos que estamos
enamorados. Empezamos a actuar sobre ese amor. Pensamos, o soñamos,
en el otro mientras hacemos todo tipo de cosas. Llamamos a la otra
persona con más frecuencia y procuramos pasar tiempo juntos.
Recordamos y repetimos nuestras
conversaciones. Al principio, hablamos de todo y de cualquier asunto. Nada
acerca de la otra persona nos parece aburrido. Queremos saber acerca de todas
las experiencias y elecciones de la vida del otro, lo que le gusta y lo que no
le gusta al otro, y lo que hace que el otro sea la persona que él o ella es.
Y en cada nuevo descubrimiento, hay un vínculo más profundo.
Buscamos maneras de expresar
nuestro amor, a través de palabras tiernas, a través de actos de cariño,
haciendo todo lo posible para ayudar al otro. Cada expresión profundiza
el amor. Siempre recordamos los primeros gestos de amor. Y cuanto más
crece el amor, más nos conducirá a un cierto grado de compromiso, algo que
necesita garantizar que el ser querido siempre estará en mi vida y un cierto
compromiso con la entrega personal en la relación.
Enamorarse de Dios
No es un sentimiento amoroso.
Es crecer hacia la dedicación y la devoción. El tono emocional muestra
un fuerte anhelo y deseo expresado en el Salmo 63: 2, en el cual el salmista
asemeja la vida sin comunión divina a la de un terreno seco; Tierra seca que
busca la humedad necesaria para sobrevivir: Oh Dios, tú eres mi Dios a quien yo
busco; para ti mi carne te anhela y mi alma tiene sed como la tierra, reseca,
sin vida y sin agua.
El místico alemán Mechtild
Magdeburg describió este anhelo agudo de comunión con Dios como el de un imán
atraído hacia lo divino. Si bien este movimiento interno es dinámico y
poderoso, puede estar marcado por una persistencia tranquila en lugar de una
pasión obvia o sin restricciones. Este anhelo de Dios a veces está indicado por
una inquietud innombrable o una búsqueda perpetua. Enamorarse de Dios: el fundamento de la verdadera oración es una
amistad basada en el afecto, una relación desarrollada con un aprecio genuino
por Dios.
Al igual que en las relaciones humanas con un anhelo intenso por el
otro, la pieza afectiva generalmente comienza a decaer y deslizarse hacia el
fondo, mientras que la calidad del amor perdurable y fiel pasa al primer plano.
No todos los que tienen una vida
de oración bien desarrollada “se enamoran” de Dios. A veces hay un
profundo acercamiento hacia el otro, pero no todas las relaciones de oración
tienen esta dimensión emocional que las une. Lo que la gente necesita es una
convicción de que la relación con Dios es una parte esencial de su existencia.
UN GRAN MOMENTO DE DIOS
¿Quién es Este con quien me relaciono?
¿Qué nombres o metáforas
utilizamos en nuestras oraciones para hablar con un Dios de misterio, uno que
es accesible y toca nuestros corazones tanto en la oración formal como en los
momentos inesperados? ¿Hay alguna diferencia en las palabras que uso?
¿Qué significa la gracia para ti?
¿Has experimentado la Gracia “en oración”?
En la oración nos acercamos a la
entrada de nuestra relación con el Santo, pero es Dios “quien puede lograr
mucho más de lo que podemos pedir o imaginar “.El poder divino que trabaja
en nosotros nos da lo que necesitamos para que nuestra oración sea un catalizador
para la unión y la transformación (Ef.3:20)
El vigor divino que se agita
dentro de nosotros es la gracia, la energía amorosa del movimiento de Dios. Este
don nos permite convertirnos en la persona que debemos ser. Lo maravilloso de
la gracia es que se distribuye libremente. No podemos obligarlo a que nos lo
den.
Siempre la gracia divina nos
acerca a la relación y nos anima a una vida más plena. La gracia nos guía a la
oración y nos saca de nuevo: “Recibirás poder cuando el Espíritu Santo venga
sobre ti y serás mi testigo en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, hasta los
confines de la tierra. Hechos 1:8
Lc 4: 1, Mc. 1:12 ya sea guiado o
conducido por el Espíritu, sabemos que el movimiento amoroso del Santo fue con
Jesús, llevándolo a un lugar donde descubrió más de su ser más profundo. Estaba
cada vez más seguro de cómo Dios estaba activo y vivo en su ser.
La oración no es una competición
o ser competente, no es una experiencia para ganar o se trata de acumular
buenos sentimientos y grandes ideas. La oración se trata de
“presentarse” con una mente y un corazón abiertos, estar dispuestos y
listos para crecer y cambiar.
¿Cómo describirías tu relación
con Dios en el momento presente?
¿Qué personas, eventos,
circunstancias y recursos te han ayudado más a aprender a orar?
Tú estás bajo el cuidado de Dios
en este viaje al enamorarte de Su Hijo y Él te ama…
No hay belleza tan sorprendente como la Suya, no hay poder tan potente
como el Suyo, no hay sentimientos tan estimulantes como el Suyo, no hay palabras
tan sinceras como la Suya, no hay estabilidad tan sólida como la Suya, no hay
fuerza tan confiable como la Suya, no hay protección tan confiable como la
Suya, no hay regalos tan preciosos como los Suyos, no hay amor tan duradero
como el Suyo. (Fin de diapositivas)
El P. Sylvester continúa
diciéndonos que Dios quiere que acudamos a Él de la manera en que estemos,
incluso si no vivimos la oración como otras personas, debemos saber que nos
toca de manera diferente, no lo hace de manera uniforme. ¿Qué podemos aprender
de nuestros amados Santos en la Iglesia Católica? Es claro que el hombro de
Jesús donde apoyarse es a veces espinoso, muy áspero para algunas personas y
depende de lo que el sufrimiento significa para ti cada uno. Necesitamos al
menos una hora con Dios y dos horas de lectura espiritual en nuestra vida
cristiana diaria para tener una muy buena relación con Jesús. Debemos estar
conscientes de todo lo que nos sucede a diario, a veces Dios quiere decirnos
algo pero estamos demasiado ocupados para escucharlo. Todos necesitamos
momentos, bastante tiempo, en nuestras vidas para escuchar la voz de Dios que
nos habla.
Muchas veces nos distraemos en la
oración, es muy normal, pero tenemos que ser conscientes de esta distracción,
no negarla. Simplemente ofrezcamos esta distracción a Dios en oración y en esta
distracción Dios puede estar revelando lo que necesitamos para enfocar nuestra
vida y así ofrecer esto a Dios en oración para que pueda encargarse de esta
situación. También dijo que a veces podemos no estar en estado de ánimo para la
oración, puede ser una señal de que nuestro cuerpo está cansado y agotado y en
lugar de forzarnos a rezar, démonos tiempo para descansar y empezar a rezar más
tarde después de haber descansado. También afirmó que deberíamos ser conscientes
del consuelo y las disoluciones que no necesariamente significa que estás en
oración.
El P. Sylvester también dijo que
los sentimientos innecesarios o la falta de sentimientos desagradables o la
falta de interés en nuestra mente cuando oramos es una señal de que el diablo
trata de desalentarnos de la vida de oración, a veces diciendo en nuestra mente
que tenemos otra alternativa a la oración. Cuando estos momentos llegan a
nuestra vida, debemos buscar la ayuda de nuestros Directores Espirituales a
toda costa para que puedan ayudarnos a superar esos sentimientos y permitir que
el Espíritu Santo viva en nuestra vida. Cuando tenemos una buena vida
espiritual, los sentimientos son obvios; alegría, serenidad, paz interior que
son fruto de una buena vida de oración que experimentamos cada uno. También
señaló que Dios responde de manera diferente en nuestra vida en sus propias
formas divinas únicas, ya que Él tiene el control de nuestras vidas. Por lo
tanto, cuando somos testigos de que muchas personas son bendecidas en sus
oraciones más que nosotros mismos, no debemos hacer que nos demos por vencidos
en la vida de oración. Necesitamos saber que aunque los seres humanos pueden
fracasar profesionalmente, debemos dejar el resto a Dios, quien sabe por qué
nos pasan ciertas cosas, y en esos momentos usar las palabras de nuestra Madre
María diciendo: Hágase tu voluntad en nosotros, Lucas 1:38.Esto significa
directamente que nuestra relación con Dios no debe depender de ninguna
condición que pongamos para amarlo, sino que debemos amarlo porque Él es
nuestro padre que nos ama incondicionalmente. Durante la oración, a veces
tenemos voces humanas en nuestra mente que nos distraen, tratemos de ignorarlas
de nuestro viaje espiritual .Sepamos que en la vida espiritual no hay
accidentes, solo hay oportunidades en las que debemos animarnos a
concentrarnos, sin importar cómo esos pensamientos negativos nos afecten en
nuestra vida de oración. Esto también debería hacer que encontremos a Dios en
cada situación de nuestra vida en todo momento. Esto es así porque la vida de
oración y meditación es muy complicada, como vemos cuando Dios le pidió a
Abraham que sacrificara a su único hijo Isaac por él. Este tipo de situaciones
nos llaman a tener disciplina interna en nuestro corazón con el fin de estar en
paz con Dios. Esto, por lo tanto, necesita
que tengamos tiempo para reconectarnos con Dios en todo momento sabiendo bien
que nuestro momento de morir será más temprano que tarde, ya que no sabemos
cuándo moriremos individualmente, pero debemos estar listos para morir en
cualquier momento y encontrarnos con Dios en el juicio del último día*.
Mateo 25: 31-46. Esta escritura debe ser nuestra guía diaria en la vida para
prepararnos para el juicio final en el momento de nuestra muerte. Por lo tanto,
debemos acoger a Dios en cualquier situación que enfrentemos en nuestra vida y
rendirnos totalmente a su voluntad ante cualquier situación que estemos
atravesando en nuestra vida.
Por tanto, estamos llamados a
vivir una vida de oración desde el amanecer hasta la puesta del sol y no solo
hacer oración los domingos y poner a Dios en reposo durante los días de la
semana cuando no vamos a la misa dominical.
Ezati Eric LMC Uganda y el P. Sylvester MCCJ, provincia de Uganda
* Estamos seguro que él se preparó y el Señor le acoge en su regazo como
Padre amado. Rezamos por su eterno descanso.
Una reunión de la AEFJN ANTENA
KENYA, tuvo lugar en las instalaciones de la RSCK (Conferencia de Religiosos de
Kenia).
Después de ver algunas preguntas
de interés sobre el mundo actual, la relación de Europa con África, las
próximas elecciones europeas, algunos movimientos sociales y la forma de
organizar la participación en la próxima reunión con un representante de la
AEFJN en Bruselas, (quizás para solicitar apoyo económico), en Uganda; con el
lema “pensar globalmente, actuar localmente”; se hicieron algunas
reflexiones sobre la situación de Kenia.
Todos los participantes sintieron
la urgencia no solo de reunirse, sino también de actuar.
Una propuesta interesante fue
pedir a la Conferencia Episcopal que levante la voz sobre los salarios de los
trabajadores (en constante disminución) frente a las buenas asignaciones para
los parlamentarios (en aumento).
La importancia de la educación superior para los religiosos, tanto
hombres como mujeres, fue un punto relevante.
Ese fue el momento de presentar
correctamente el “INSTITUTO PARA EL
MINISTERIO SOCIAL EN MISIÓN” (ISMM) de la “UNIVERSIDAD CATÓLICA DE TANGAZA”
(TUC). THE TANGAZA UNIVERSITY COLLEGE es propiedad conjunta de varias
Congregaciones Religiosas. Actualmente el Colegio ofrece certificados,
diplomas, licenciaturas y maestrías en sus Institutos.
Pero el “instituto para el ministerio social en misión”
(ISMM) está dirigido por los misioneros combonianos, MCCJ, junto con las
hermanas misioneras combonianas, CMS, como familia comboniana. Es un instituto
de educación superior, fundado en 1994, para capacitar a agentes de
“transformación social” para la sociedad, la iglesia, los estados y
las instituciones. Ofrece varios programas de diploma, b.a, m.a, y doctorado.
No solo para los kenianos sino también para los ciudadanos de los países
vecinos. Especialmente en este momento, que Europa parece cerrar las puertas a
los estudiantes de África, es de fundamental importancia que todas las
congregaciones religiosas, aquí y allá, conozcan estas GRANDES POSIBILIDADES en
este Instituto.
¡El instituto, ahora incluso con el programa de doctorado sobre
“transformación social” celebra este año sus bodas de plata!
Es realmente un maravilloso logro de la familia Comboniana.
MISION DEL ISMM
La misión de “ISMM” es
ofrecer altos estándares de educación que posibiliten el desarrollo de los grandes
potenciales de cada alumno para convertirse en un agente
“transformador” de la sociedad.
Los programas “ISMM” ofrecen a
los estudiantes oportunidades de crecimiento y orientación espiritual que
contribuyen a su bienestar, a la adquisición de conocimientos, actitudes y
habilidades necesarias para la transformación social de la sociedad. Los programas
se centran en la dignidad humana, la justicia social, la promoción, la
investigación y el desarrollo, brindando a los alumnos las competencias
metodológicas y las herramientas operativas para facilitarlos. De hecho, muchas
de las personas graduadas ya están activas en “movimientos sociales”
con el objetivo de transformar la sociedad en muchas áreas diferentes, desde
políticas y legislaciones hasta iniciativas empresariales, del medio ambiente a
la construcción de la paz, la salud, etc.
El “ISMM” es un centro
de excelencia e innovación para el aprendizaje de ministerios transformadores y
la “transformación social”. El “ISMM” educa y capacita a
los agentes para descubrir su vocación personal, comunitaria y de
“transformaciones mundiales”. De esta manera los alumnos contribuyen
con entusiasmo, creatividad, iniciativa, integridad y competencia profesional a
una sociedad donde se valora la dignidad humana, y el desarrollo se entiende
como un proceso para aprovechar todo el potencial de la vida humana y la
justicia social.
Más allá de esto, ¿por qué es
necesario mi énfasis?,
Porque es bien sabido que muchos
europeos vienen a hacer “experiencias prácticas en África”, mientras
que las naciones ricas(?) ¡¡No quieren dar visados a estudiantes africanos!! ¡Y
los estudiantes africanos también deberían tener “experiencia
práctica” en el extranjero! Por justicia, deberíamos hacer una fuerte
defensa de ellos…; para esto….!!! Es un tema muy comboniano. ¡Podemos hacer
nuestro mejor esfuerzo para crear conciencia incluso entre los parlamentarios de
la Unión Europea sobre este tema! Y hacer una campaña efectiva sobre este
asunto.
¡Es por África! ¡Es por los
africanos! ¡Es por el mundo! ¡Es por el Reino de Dios!
Un comentario a Jn 13, 31-33ª. 34-35 (V Domingo de Pascua, 18 de mayo de
2019)
El breve texto que leemos hoy
forma parte de los discursos que Juan pone en boca de Jesús durante su última
cena, cuando se despide de sus discípulos con una especie de testamento. En
estos versículos de hoy se usan dos términos de gran espesor significativo:
Gloria y Amor. Detengámonos un poquito en cada uno de ellos.
La gloria: “Glorifica a tu Hijo, para que
el Hijo te glorifique a ti”.
Según el Vocabulario Bíblico de
León-Dufour, el término “gloria” significa algo así como “peso”, “espesor”, importancia, respeto que se
inspira. En ese sentido, la expresión “glorifica a tu hijo” significa
“reconócele la importancia” (que otros no quieren reconocerle), “dale la
estima” que se merece. De hecho, esta “gloria”, estima o importancia a los ojos
propios y de los demás es algo que todos buscamos afanosamente. Sin eso parece
que no somos nadie, casi como que estuviéramos “muertos” socialmente.
Pero la
pregunta es: ¿Qué es lo que me hace importante y valioso ante mí mismo y ante
los demás? ¿Cuál es la base para mi “gloria”? Según la Biblia, algunos ponen la
base de su “gloria” en lo siguiente:
-las
riquezas, como en el caso de Abraham (Gn 13, 2)
-la
elevada posición y “autoridad” social, como José en Egipto (Gen 45, 13)
-el
poder e influencia que irradia una persona (Is 17, 3ss)
-el
resplandor de la belleza, como en Aarón (Ex 28,2)
-la
dignidad, como la del ser humanos “coronado de gloria” (Sal 8, 6).
En contraposición con estas
actitudes, al final de su vida, a la hora de entregar su “testamento”, Jesús
proclama que su “gloria” (su auto-estima, su importancia) se basa solamente en
Dios, no en el éxito, ni en el triunfo humano, ni en las riquezas, ni en un grupo
poderoso de amigos, ni en la eficacia de su metodología apostólica o sus
estudios bíblicos… solamente en Dios. El sentirse en comunión con el Padre es
lo que le hace sentirse “glorificado”, “reconocido”, “estimado”, “valioso”,
como dice Isaías:
“Tú vales
mucho para mí,
Eres valioso y
te amo…
No temas que
yo estoy contigo”
(Is 43, 3-4).
b) El amor: “Como yo os he amado, amaos
también unos a otros”
La “gloria de Dios es el hombre”,
dijo San Irineo. Dios se siente “reconocido” cuando el hombre encuentra su
“gloria”, su importancia. Y esto sucede cuando los seres humanos e reconocen y
se aman mutuamente. Jesús sembró la semilla de una humanidad nueva, “gloria de
Dios”, reuniendo una comunidad de discípulos cuya ley básica sería el amor
mutuo. Quisiera recordar brevemente algunas de las características de esta
comunidad en la que los discípulos se aman como Jesús amó:
1.- En la comunidad de Jesús, se lavan los
pies mutuamente. “Si yo que soy el
Maestro y el Señor, os he lavado los pies, vosotros debéis hacer lo mismo unos
con otros. Os he dado ejemplo para que hagáis lo que yo he hecho con vosotros”
(Juan 13, 15). Lavar los pies es reconocer la importancia del otro. Sólo Dios
puede ser tan humilde de ponerse al servicio de los otros, sin perder su
identidad. Sólo lava los pies, es decir, sólo se pone al servicio del otro, el
que se siente tan amado y tan seguro en el amor que no tiene miedo de
humillarse.
2.- El que tenga más dones es el que más
sirve: “El que quiera ser el primero, que sea el último de todos y el
servidor de todos” (Mc 9, 31). De hecho, Jesús insistía en que entre ellos no
hubieras jefes, ni maestros, ni padres. La suya es una comunidad de hermanos,
cuyo único Padre es Dios y el único Maestro es Jesús.
3. Escuchan la Palabra y la cumplen: “Y
señalando a sus discípulos, dijo: Estos son mi madre y mis hermanos. El que
cumple la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, mi
hermana y mi madre” (Mt 12, 49-50).
4.- Se corrigen y se perdonan: “Si tu
hermano te ofende, ve y repréndelo a solas…” “¿Cuántas veces debo perdonar?
¿Siete veces? No, hasta setenta veces siete” (Mt 18, 15-35).
5.- Oran para no caer en la tentación:
“Velad y orad, para que podáis hacer frente a la prueba; que el espíritu está
bien dispuesto, pero la carne es débil” (Mt 26, 41).
6. Se comprometen juntos en la misión que
Jesús les encomienda: “Vayan por el mundo entero…”. Sienten que son sal del
mundo, pero que tienen que cuidarse para no perder su sabor y su función
purificadora; son luz del mundo, pero sólo si se dejan iluminar por la Luz del
mundo, es decir, Jesús mismo.
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