“Para millones de personas, esta Pascua sigue siendo de sufrimiento, conflicto, guerra, desplazamiento, hambre, muerte y destrucción. Observar este escenario desde una perspectiva humana nos da una sensación de miedo, de angustia, de pérdida: un callejón sin salida. En cambio, para nosotros, discípulos misioneros, no es el momento de quejarnos, sino de ver, a través de la mirada de nuestra fe, al Resucitado que no nos deja solos” (Consejo General)
Mensaje de Pascua
“Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido, y el mar ya no existía… Entonces oí una voz potente que salía del trono y decía: “¡He aquí la tienda de Dios con los hombres! Habitará con ellos y serán su pueblo y será el Dios con ellos, su Dios. Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni luto, ni dolor, porque las primeras cosas han pasado”.
(Apocalipsis 21:1-4)
Queridos hermanos,
Con gran alegría nos dirigimos a vosotros, para compartir la Buena Noticia de que el Nuevo Cielo y la Nueva Tierra ya están entre nosotros: ¡Ha resucitado! “Esta es la tienda de Dios con los hombres“. ¡Aleluya!
Tiempo de pasión
Hablar de Pascua, Resurrección, Cielo Nuevo, Tierra Nueva en tiempos de pandemia y guerra parece una contradicción. En lugar de ver signos de vida, vemos destrucción y muerte, porque las guerras y las enfermedades son signos de la pasión y la muerte de Jesús que continúan en la vida de su pueblo. Para millones de personas, esta Pascua sigue siendo de sufrimiento, conflicto, guerra, desplazamiento, hambre, muerte y destrucción. Observar este escenario desde una perspectiva humana nos da una sensación de miedo, de angustia, de pérdida: un callejón sin salida. En cambio, para nosotros, discípulos misioneros, no es el momento de quejarnos, sino de ver, a través de la mirada de nuestra fe, al Resucitado que no nos deja solos: “Él habitará con ellos y ellos serán su pueblo y él será Dios con ellos, su Dios”. Y enjugará toda lágrima de sus ojos“. El Resucitado es el Crucificado. En su glorioso cuerpo hay heridas indelebles que se han transformado en destellos de esperanza. Como dice el Papa Francisco: “… la indiferencia, el egoísmo, la división, el olvido no son realmente las palabras que queremos escuchar en este momento. ¡Queremos desterrarlos de todos los tiempos! Parecen prevalecer cuando el miedo y la muerte prevalecen en nosotros, es decir, cuando no dejamos que el Señor Jesús triunfe en nuestros corazones y en nuestras vidas. Que Él, que ya ha vencido a la muerte y nos ha abierto el camino de la salvación eterna, disipe las tinieblas de nuestra pobre humanidad y nos introduzca en su día glorioso que no conoce el ocaso” (Mensaje de Pascua Urbi et Orbi – 12 de abril de 2020).
Tiempo de escucha y discernimiento
La luz del cirio pascual que enciende nuestras velas es la luz del Señor resucitado que ilumina nuestras acciones y nuestras obras, el fruto de nuestra escucha. La escucha de los gritos de millones de seres humanos que aún viven en situaciones de muerte; la escucha de los Hermanos que caminan con nosotros tras las huellas de la misión; la escucha de la Palabra y de la voz del Espíritu Santo que nos ayuda, a través del compartir y de la oración, a discernir los signos de los tiempos que vivimos como sociedad, como Instituto y como Iglesia. Es en la intimidad con el Señor Resucitado donde hacemos nuestro ser de discípulos misioneros combonianos llamados a vivir la alegría del Evangelio en el mundo de hoy. Somos una misión y a través de nuestro testimonio, de nuestro ministerio, proclamamos el Nuevo Cielo y la Nueva Tierra, porque “el antiguo cielo y la antigua tierra habían desaparecido y el mar ya no existía… las primeras cosas han pasado“. Resuena la voz de la esperanza: ¡Cristo ha resucitado! Es la victoria del amor sobre la raíz del mal, una victoria que no “esquiva” el sufrimiento y la muerte, sino que los atraviesa, abriendo un camino en medio del abismo, transformando el mal en bien: la marca exclusiva del poder de Dios.
Tiempo de celebrar
“…y no habrá más muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor“. La certeza de que el Señor resucitado está vivo entre nosotros nos llena de alegría, reconfirma nuestra misión en la construcción del Reino que es vida en plenitud para todos, especialmente para los más pobres y abandonados. Por eso debemos celebrarlo. Celebrar las pequeñas y grandes victorias que se producen a diario en los gestos de solidaridad, intercambio, reconciliación, fraternidad, justicia y paz en nuestras comunidades religiosas y parroquiales. Celebrar la victoria de que la muerte es superada por la ternura del amor a través del servicio de las personas que son el ángel de la guarda de la puerta de al lado, en medio de las guerras, pandemias, conflictos, violencia, etc. Celebremos el XIX Capítulo General en este contexto de Pascua como un Kairós pascual, un Kairós del Espíritu: “Y el que estaba sentado en el trono dijo: ‘He aquí que hago nuevas todas las cosas‘”. (Apocalipsis 21:5).
¡Feliz Pascua para todos!
El Consejo General
Roma, 17 de abril de 2022