Laicos Misioneros Combonianos

El que no sirve, no sirve para nada

Un comentario a Mt 23, 1-12 (XXXI Domingo ordinario, 5 de noviembre de 2017)

A medida que se acerca el final del año litúrgico (a finales de este mes), vamos avanzando en la lectura del evangelio de Mateo. Esta vez leemos el capítulo 23, en el que se refleja la gran polémica que hubo en el siglo I de nuestra era entre los seguidores de Jesús y los líderes espirituales del judaísmo de aquella época, que habían expulsado a los cristianos de la sinagoga.

Al leer el evangelio hoy ya no tiene sentido reproducir aquella polémica que sucedió en un momento preciso de la historia, sino más bien captar los mensajes que para nosotros tienen las fuertes palabras que Mateo pone en boca de Jesús. Y a mi modo de ver las palabras de Jesús nos transmiten tres mensajes básicos y muy útiles para nosotros hoy:
1.- La imagen no lo es todo. Estamos hoy en una cultura de la imagen y de la apariencia. Sobre todo los líderes en cualquier campo (Política, cultura, deporte, religión), pero también todos nosotros, parecen a veces obsesionados por su imagen, por su apariencia externa, tanto física como moral. Parece que no nos preocupa tanto “ser” como aparecer. Nos pasa a veces como aquella ama de casa que esconde la suciedad de su casa bajo la alfombra, en vez de barrerla y echarla al basurero. Su casa aparenta limpia, pero en realidad está sucia.

Jesús dice: Preocúpense de limpiar su casa, no de esconder su basura; nos invita a ser sinceros, auténticos, verdaderos, de tal manera que nuestro parecer coincida con nuestro ser.

2.- Nadie puede arrogarse la sabiduría de Dios. Ciertamente hay personas que, por su estudio o por su experiencia, acumulan tesoros de sabiduría. Y es bueno saber escuchar a estas personas y aprender de ellas. Pero Jesús nos invita a no dejarnos arrastrar por una palabrería muy elaborada o por conocimientos que no coinciden con nuestro corazón. Como decía San Agustín, todos tenemos un “maestro interior”, que ilumina nuestra conciencia y nos orienta sabiamente, si lo escuchamos con sinceridad. Todos podemos aprender unos de otros, pero nadie tiene la palabra definitiva. Solo Dios es el maestro que nos guía a todos por igual.

3.- El que no sirve no sirve para nada. Lo que vale en una persona no es su apariencia, sus títulos honoríficos, los vestidos con que se disfraza, sino el servicio que presta a los demás. ¿Quién es el más importante en la familia? El que mejor sirve. ¿Quién es el más importante en una comunidad? El que sirve más. El valor de una persona, dice Jesús, se mide por la calidad del servicio que presta, no por los títulos que tenga.

Ahí tenemos, pues, tres grandes orientaciones que nos pueden guiar en la vida. Por eso, como dice Jesús, no nos dejemos llevar por las apariencias sino por las actitudes verdaderas; no consideremos a nadie “maestro” o “jefe”, sino considerémonos todos hermanos; no busquemos puestos de honor, sino servir en verdad.
P. Antonio Villarino
Bogotá

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