Laicos Misioneros Combonianos

Misión desde la fragilidad

Comunidad de BodaEs la primera vez que llego a la misión de Boda. Decidimos celebrar la fiesta de Comboni con nuestros hermanos de Boda que han pasado un momento difícil con el conflicto Seleka, pues les saquearon varias veces la casa y les robaron casi todo. En Boda viven estos tres hermanos combonianos probados por la misión: Adelino con 70 años tiene una salud muy deteriorada, Berti con 74 sigue siendo un todo terreno en la parroquia de Boganangone, y Claude, un centroafricano de 45 años.

La hermana Margarithe, de La Martinica, me cuenta el sufrimiento de su gente. Trabaja en el hospital de la ciudad, pero en agosto el médico y las matronas huyeron ante la violencia de los soldados y ahora muchas mujeres dan a luz en la selva y no pocos niños y madres mueren. Cada día en el hospital se tiene que enfrentar a las condiciones inhumanas en que vive este pueblo.

Es en este contexto de precariedad y sufrimiento que, para celebrar la fiesta de Comboni, Adelino nos ha invitado a meditar esta mañana sobre la “Misión desde la fragilidad”.  Partiendo de la experiencia de la Iglesia de Argel probada hace unos veinte años con no pocos mártires como su obispo Pierre Claverie, los siete monjes de Tiberine o los cuatro padres blancos y tantos otros misioneros y cristianos… hemos reflexionado qué quiere decir vivir la misión en nuestra situación concreta de dolor y sufrimiento; una Misión desde la fragilidad.

En estos momentos estamos llamados a vivir la misión con las manos desnudas. No hemos sido nosotros quienes hemos elegido este momento de prueba, ha sido nuestro Señor, el Siervo sufriente, quien nos ha conducido hasta aquí.

Cuando hacemos cábalas mentales preguntándonos “¿Cuál sería el momento ideal para la misión?”, nos equivocamos con futuribles utópicos lejos del corazón de Dios. Ese momento ideal de la misión no existe; el momento ideal es el hoy, el presente… Los cuatro padres blancos asesinados en Argelia eran conscientes de su vulnerabilidad y por eso habían escogido “la fragilidad como lenguaje del amor…”. Este tiempo nos invita a una segunda elección decían ellos; pasar “de una espiritualidad de desarrollo a una espiritualidad de la presencia y del diálogo”. En definitiva no es otra cosa que seguir el modelo de Jesús hecho carne para vivir la vida de los hombres. “Aprender nuestra impotencia y tomar conciencia de nuestra pobreza radical de nuestro ser desnudo radical delante de Dios no puede ser más que una llamada urgente a crear ante el otro relaciones de no poder; habiendo reconocido mi propia debilidad puedo no solamente aceptar la debilidad de los otros, sino también puedo vivir la invitación a hacer mía esa debilidad imitando así a Cristo pobre” (Cristel, padre Blanco).

El auténtico dialogo se sitúa en el no poder; hunde sus raíces en la debilidad y la fragilidad, Sólo hay verdadero dialogo cuando cada uno está enfrentado a su propia vulnerabilidad y fragilidad. Esto exige un cambio de óptica al estilo de san Pablo (1 Cor 2, 1-5) que se vanagloria de su propia fragilidad para así acercarse al otro con la fuerza de la debilidad…

Cierto, la debilidad no es una virtud, sino la expresión de una realidad fundamental de nuestro ser que tiene que ser constantemente moldeada por la fe la esperanza y la caridad para conformarse a la debilidad y la pobreza de Cristo. Jesús no ha elegido medios fuertes; la Iglesia no puede apoyarse ni en su poder ni en su fuerza. En estos momentos de crisis y prueba estamos invitados a huir de una Iglesia autorreferencial, una Iglesia que sea fin en ella misma; cuando la Iglesia toca la debilidad y la fragilidad de los hombres, entonces, desde su propia flaqueza puede convertirse en misterio de salvación.

En toda esta pedagogía de la fragilidad, siguiendo los pasos de Comboni, hemos visto cómo la oración es nuestra única fuerza, por ello hemos meditado sobre tres tentaciones de nuestra oración en estos momentos de crisis:

1ª) El miedo ante el futuro… pensar que no hay futuro. Tenemos miedo a que Dios nos abra los ojos y nos desnude; tenemos miedo porque sabemos que Dios cuando pide la mano se toma el brazo entero…

2ª) La evasión… Vivir en un futuro hipotético que no existe; “si hubiera vivido en otro momento, en otras circunstancias, con otras personas…” La evasión es el miedo y la negación del presente de Dios en mi vida.

3ª) La impaciencia… Quererlo todo ahora, inmediatamente… La lógica de la paciencia de Dios va en otro sentido… la lógica de la cruz, del grano de trigo.

No, no hemos elegido nosotros este tiempo de dolor y prueba, ha sido el Señor Jesús quien nos ha conducido amorosamente hasta aquí para que desde nuestra propia fragilidad y vulnerabilidad, quizás, podamos entrar en verdadero contacto con este pueblo humillado y ultrajado.

“¿Por qué os quedáis?” les preguntaban a los de Argelia. Este es el lugar de la Iglesia, la cruz de su Señor.

Por Jesús Ruiz (MCCJ en Mongoumba).

“Dios me quiere mucho”

dsc04962Queridos amigos y amigas,

Les resumo lo que nos ha ocurrido y lo que estamos viviendo. El  día 6 me caí por un terraplén cuando caminaba y tengo una fisura en una vértebra lumbar. Debo estar en cama al menos 1 mes, hasta que me hagan otra radiografía. Han descartado daños neuronales y de órganos internos.

Gracias a Dios sólo es eso. Desde el primer momento en que me di cuenta de lo que había pasado, me di también cuenta de que el Señor me había cuidado. Caí por una ladera de piedras, arena y vidrios rotos y sólo me hice heridas superficiales. Hasta las lentes las recuperaron intactas.

Muchas veces he caminado por ahí, por acortar, sabiendo que era peligroso, pero tratando de hacer como todos acá. ¿Por qué ahora me he caído?

Ahora estamos pasando cada día con fortaleza. Los niños lo acusan mucho, están muy inquietos, asustados de lo que me podía haber pasado. Y todo el trabajo cae sobre Isabel. La vida nos pone a prueba.

Estamos tratando de profundizar en esta experiencia. Sabemos que sólo en el Señor podremos caminar esta etapa. Esta ocasión dolorosa es oportunidad de sentir ese amor tierno del Señor y contemplar cómo se abren nuevos caminos.

Primero, la acogida maternal de los padres combonianos.  Desde el fondo de la quebrada les llamé por celular, además de a Isabel, y dos de ellos bajaron a prisa por el mismo camino arriesgado que yo. Me dieron agua, fruta, me consolaron, rezaron conmigo. Me sentí familia. En estos primeros días, mientras me fortalezca un poco, los padres nos han acogido en su casa, que están más acondicionada y cerca del hospital. Los niños, con su inquietud, son además una alegría en esta casa habitualmente tan tranquila. Van por ahí dando abrazos y haciendo cosquillas en la barriga a los padres.

Luego, las visitas de los vecinos y amigos, sobre todo los más humildes de Villa Ecológica. El vigilante de la clínica advirtió a Isabel que estaba llegando gente sospechosa preguntando por mí. En los tres días de hospital sentí que no tenía capacidad de recibir más cariño. Las vecinas que me daban con mucho cuidado la sopa mientras Isabel conversaba con los doctores. Las que traían fruta y yogur gastando lo que habían ganado en el día. Las que abrían la Biblia y rezaban por mí, como nosotros hemos hecho en sus casas cuando lo han necesitado.

Y la experiencia de detener las actividades, los proyectos tan hermosos que estábamos llevando a cabo, como la catequesis de adultos, justo a una semana de la celebración de la Confirmación. Confiar que este es un nuevo tiempo del Señor, donde Él nos está dando nuevas enseñanzas que necesitamos para ser más felices. Que Él se encargará de seguir la tarea, que para eso es suya.

Gracias siempre por estar cerca de nosotros, y mucho ánimo con su trabajo misionero.

Gonzalo Violero

Ha pasado más de un año desde que llegué a África

A veces la gente me pregunta si echo de menos Polonia, la familia o los amigos. Bueno, reconozco que es absolutamente normal tener nostalgia. Algunos días me gustaría poder ver a mi familia y amigos y hablar con ellos, pero luego viene la idea de que me gustaría que fuera sólo por un momento, después del cual me gustaría volver aquí, a África. Esos pensamientos no aparecen muy a menudo, rara vez tengo tiempo para sentarme y pensar; siempre es mejor vivir aquí y ahora, porque el tiempo vuela sin piedad. Estoy escribiendo sobre las añoranzas porque hace unos días celebré el primer aniversario de mi llegada a África, por lo que un montón de recuerdos vinieron a mi cabeza.

En resumen, este año ha sido rico en nuevas experiencias, nuevas personas, lugares y culturas. Fueron hermosas e imposibles de describir al máximo todas las situaciones, sentimientos y recuerdos. De todas maneras la mayoría de ellos los podéis encontrar en mi blog. ¡Gracias a Dios por este tiempo!

He pasado las últimas dos semanas trabajando como de costumbre. El área de la fisioterapia ha mejorado mucho. Durante mi tiempo aquí todo el mundo se ha ido acostumbrando y ahora la cooperación con los médicos y las enfermeras es más fluida. Me ayudó mucho el recibir el equipamiento desde Polonia, por lo que les doy las gracias una vez más.

 

LMC en Etiopía: Maggie, Mark y Emebet Banga

Maggie, Mark and Emebet

¡Saludos desde Etiopía! Somos Mark, Maggie y nuestra hija Emebet. Somos LMC de Canadá y trabajamos en Awassa, Etiopía, desde hace 4 años. Los Padres, Hermanos y Hermanas Combonianas de Etiopía nos han acogido con mucho cariño y realmente nos sentimos parte de la Familia Comboniana.

Nosotros nos unimos a los LMC motivados por nuestra fe y nuestro deseo de dejar más sitio en nuestros corazones a Dios. Nos sentimos llamados a darnos más en esta manera concreta en una misión multicultural.  Sentimos esta invitación como un joven matrimonio, y así sencillamente, dijimos “Sí” con mucha emoción e ilusión. Nuestra vida misionera ha sido plena y estamos agradecidos a Dios por todas las bendiciones que nos ha dado. Nuestra mayor bendición ha sido nuestra hija Emebet, a quien hemos adoptado aquí en Etiopía. Ahora tiene 2 años y cada día somos conscientes del gran regalo que Emebet ha supuesto en nuestras vidas, y nosotros en la suya.

Maggie trabajó durante nuestros primeros años aquí en el Centro de Salud Católico Bushulo, a unos 7 km al sur de Awassa, aprovechando su formación en medicina natural (Naturopatía), práctica clínica y actividades de salud pública. Ahora Maggie es mamá a jornada completa cuidando a Emebet (¡el más noble y divertido de los ministerios!). Mark trabaja en la Secretaría Católica de Awassa, la principal oficina de coordinación de la Diócesis de Awasa, que cubre el sur de Etiopía. Es el responsable de los programas sociales y de desarrollo de la Iglesia Católica en esta diócesis, incluyendo educación, salud, agua, promoción de la mujer, emergencias y otros servicios sociales para los más pobres. Juntos, como marido y mujer, tenemos además otros ministerios como trabajar como orientadores en el Colegio Católico y en la Asociación de Estudiantes de la Universidad de Awassa, facilitando la organización de encuentros y retiros en el Centro de retiros Getsemani, dando clases de arte en un orfanato local y enseñando Teología del Cuerpo.

Es difícil precisar dónde empieza nuestro trabajo y dónde acaba nuestro tiempo personal, y damos gracias por ello. Esta es una consecuencia de la vida misionera, dónde nuestro trabajo es nuestra vida y dónde nuestra vida es nuestro trabajo, y en ambos intentamos darnos a Dios.

La situación a nuestro alrededor es de pobreza severa y miseria con necesidades aparentemente sin fin. Las demandas que hacen y los rostros de las personas que viven aquí son reales, y nos desafían porque no siempre podemos tenemos respuestas. A veces reímos y a veces lloramos, y otras veces nos miramos con los ojos muy abiertos sin saber qué hacer. Pero a través de todos estos encuentros estamos creciendo y cambiando, intentando vivir  “codo con codo” con nuestros hermanos y hermanas etíopes. Esta es nuestra alegre lucha de cada día. Los posts y reflexiones que compartiremos con vosotros son la historia de nuestra experiencia LMC. Rezamos para que Dios continúe transformándonos, tanto a vosotros como a nosotros, en las personas que fuimos creados para ser.

Maggie, Mark y Emebet

Laicos Misioneros Combonianos

Awassa, Etiopía

 

El sueño de Dios en nosotros

“La posición de un discípulo misionero no es el centro sino la periferia.”

Papa Francisco

Lourdes Vieira

Me encuentro hace seis meses en esta inmensa periferia de Contagem continuando la misión que Jesús nos confió como LMC. Cuando llegué aquí, me asusté pensando en que podría ayudar, porque me di cuenta de que la comunidad caminaba pastoralmente bien, cada área con su coordinador, todo funcionaba bien.

“Pero cuando silenciamos el corazón, ¡Dios habla!”

Claro, estaba el acompañamiento vocacional de los candidatos a ser LMC, pero como sabemos los vientos no son de muchas vocaciones, sobre todo en este nuevo contexto por el que pasa nuestra economía brasileña. Pero cuando silencianos el corazón ¡Dios habla! Hay un dicho del pueblo Macua de Mozambique que dice: “Yakhala enokhala mmurimani, ekoma khoniwa” (Cuando hay ruido en el corazón no se oye el latido). Entonces, un bonito día de oración, me puse en manos de Dios y le pedí al Espíritu Santo, con mi permiso, que me pusiera al servicio de los hermanos de las afueras de Minas Gerais.

Por consiguiente, era necesario formarse en algo nuevo. Estudié Masaje terapéutico y adquirí algunas nociones de Biomagnetismo con el padre Jorge y Regina que me ayudaron con alegría.

“En los pequeños gestos me voy encontrando con la realidad de este pueblo…”

Ahora atendiendo a las personas en la Casa Comboniana y en el Centro de Estudios de las Hermanas de Pampulha, siento que sólo es necesario entregarse y el resto le corresponde a Él. La Pastoral del niño también hace parte de esta llamada, en estos días estamos terminando un curso de capacitación para los nuevos líderes, esta vez no tan preocupada por los niños malnutridos (como en Mozambique) sino por los niños con obesidad  de cero a seis años de edad. En este momento estamos trabajando con 8 grupos, ayudando a 200 familias y alrededor de 300 niños que son acompañados por la Pastoral del Niño, aquí en el área de la parroquia. En los pequeños gestos, me voy encontrando con la realidad de las personas que buscan felicidad, salud y seguridad, ¡vida en abundancia!

La misión de hoy ya no es sólo el deseo de ser misionero, sino también la necesidad de formación para los rápidos cambios que están sucediendo y no siempre estamos dispuestos a abrir de nuevo la cabeza sentarnos en los bancos de una escuela para servir mejor a los hermanos y hermanas.

Por supuesto, no podía dejar de hablar del Papa Francisco. He estado en Aparecida do Norte para una reunión de la Pastoral del Niño y pude verle de cerca, a los pies de la patrona de Brasil, y en la emoción de las palabras de nuestro pastor recé por todos los que se pierden en las drogas, las familias y por tener más vocaciones en la Iglesia. Así continuamos en esta camino, ¡juntos!

Por María de Lourdes Vieira – LMC Brasil Ipê Amarelo