Laicos Misioneros Combonianos

Visita a Perú (II): Pangoa

LMC Perú

Una vez terminado el encuentro y tras despedirme de los participantes de los diferentes países, salí para Pangoa, localidad de la selva peruana donde nuestros LMC han realizado apoyo misionero durante sus periodos de vacaciones, sobre todo para el apoyo escolar en las comunidades indígenas.

Allá fui recibido por la comunidad comboniana que me acogió muy bien. Tuve la oportunidad e reencontrarme con el P Maciek que nos conocimos en Polonia donde apoyaba a los LMC y con el P Lorenzo hasta hace pocos meses acompañante de los LMC de España. Durante los tres días que duró mi estancia pude visitar los diferentes servicios que realiza la parroquia, cómo atenden a las personas llegadas de las diferentes comunidades indígenas, la visita al colegio Daniel Comboni, donde pude compartir un rato con los alumnos mayores, la visita al centro cultural que se está construyendo y que sin duda ayudará mucho a dar a conocer la realidad de las comunidades indígenas y a favorecer encuentro s que fortalezcan su cultura.

Por otro lado, tuvimos la oportunidad de ir a visitar algunas de las comunidades indígenas más cercanas a Pangoa. El territorio de la parroquia es inmenso y adentrarse en él requiere de un coche todoterreno con tracción a las 4 ruedas para no quedarte atascado en el barro o el usar canoas para llegar a las comunidades más alejadas.

Sin duda Pangoa es una parroquia llena de necesidades y oportunidades de servicio misionero. ¿quién sabe si podremos abrir algún día una presencia LMC en la zona?

Con motivo de mi visita aprovechamos para organizar una reunión con algunas personas interesadas en ser LMC. Fue una pequeña reunión de presentación que esperemos que sirva como semilla que después cuidada y regada de frutos misioneros en la zona.

Os dejo un video de la zona grabado por el programa Pueblo de Dios de España.

Un cariñoso saludo

Alberto de la Portilla, coordinador del Comité Central LMC

Visita a Perú (I): Lima

LMC Perú

Sin duda alguna el encuentro continental de los LMC de América celebrado en Lima ha sido un momento muy especial. Postpuesto por dos años consecutivos por motivo de la pandemia. Pudimos finalmente celebrarlo y compartir cómo estamos viviendo nuestra vocación en una realidad que intenta salir de la pandemia y recuperarse de las consecuencias.

Siempre un encuentro de estas características nos sirve para animarnos, reflexionar juntos y volver a tomar fuerzas y nuevas ideas para el inminente futuro que nos espera.

Una vez terminado el encuentro, como es costumbre, para aprovechar el billete de avión, tuve la oportunidad de permanecer en el país y visitar los lugares donde estamos presentes como LMC.

La primera visita fue al barrio de Pamplona alta donde los LMC de Lima realizan gran parte su actividad pastoral. Esta visita la realizamos todos los participantes del encuentro continental el domingo último. Nos dividimos en dos grupos y cada uno visitó a algunas de las comunidades que habitualmente acompañan nuestros hermanos LMC. La parroquia tiene un párroco español del IEME y cuenta con la presencia de las hermanas combonianas.

Durante la pandemia el trabajo ha sido muy duro, ayudando a las comunidades a sobrevivir. La creación de numerosas ollas comunitarias ha posibilitado la solidaridad entre todos los miembros de la comunidad y permitido salir adelante a numerosas familias.

Les dejo un video de la zona grabado por el equipo del programa de televisión española Pueblo de Dios. Hay podremos contemplar la extensión de esta labor y la realidad de estas comunidades.

Un cariñoso saludo

Alberto de la Portilla, coordinador del Comité Central LMC

“Nos pueden quitar todo menos la fiel esperanza”

LMC America

Es el espíritu misionero de los LMC del continente americano

En esta hermosa mañana, los LMC de Brasil en su oración nos invitan a abrir nuestro corazón para sensibilizarnos de lo que está sucediendo en esta casa común que Dios nos ha entregado, quedamos muy  comprometidos a poner ese granito de arena cuidando más de ella e ir haciendo conciencia en nuestro entorno.

Por otro lado, seguimos sorprendidos de la exquisita comida de Lima y del amor con que nos acogen.

Este día se evaluaron los acuerdos de Roma, para saber cómo los está cumpliendo cada país y retroalimentarnos de otros; se hizo énfasis en el uso de la guía formación internacional y además la invitación de Alberto de la Portilla de explorar y utilizar las herramientas de nuestra página. Muchos temas para mejorar empezando por la necesidad de revisar y leer los documentos y las herramientas que tenemos al alcance de un clic en nuestro blog.

Además, fue un día muy especial, hoy en la tarde la familia Comboniana LMC, MCCJ y hermanas Combonianas tuvimos un momento juntos para compartir, hoy hicimos honor al lema de nuestra V asamblea continental “Unidos para una iglesia sinodal; al servicio de la misión”

Después de cenar compartimos un delicioso pastel en celebración del cumpleaños de Mamá María

Ya al final de la noche Brasil a través de una video conferencia con varios LMC nos compartió diferentes testimonios de LMC que ya han tenido participación de misión en su país.

Esto nos motiva a continuar trabajando juntos.

Janneth Sierra, LMC Guatemala

Queridos amigos de la misión de Mozambique

LMC Mozambique

Ya han pasado seis meses de nuestra misión en Carapira, en el norte de Mozambique. Nos gustaría hablar con ustedes sobre cómo es nuestra vida y lo que hacemos.

Nuestra Iglesia parroquial, una pretendida catedral.

El 1 de marzo conocimos Carapira por primera vez, nuestro lugar de trabajo y misión. Hace mucho tiempo se planeó que este pueblo se convirtiera en la sede de la diócesis, con la construcción de una iglesia de impresionantes dimensiones. Además de la pertenencia a la catedral, también está el Instituto de Tecnología Industrial, fundado por los Misioneros Combonianos, que con su reputación atrae a estudiantes de lugares de hasta 150 km de distancia. Nuestras responsabilidades se reparten entre el trabajo en el instituto (participamos en el internado, la secretaría, la producción, la administración, la sección de agricultura, la biblioteca y la sala de informática) y en la parroquia (somos miembros del consejo de niños y jóvenes, de vocaciones, de educación, de Cáritas y asistencia fraterna y de justicia y paz). Además, preparamos encuentros de formación para mozambiqueños que desean ser misioneros laicos, preparamos la adoración o el compartir con la Palabra de Dios, viajamos a comunidades lejanas (en nuestra parroquia hay hasta 93 comunidades cristianas, a veces el viaje de ida dura varias horas, y la Santa Misa se celebra sólo una vez al año) y también tenemos nuestras responsabilidades domésticas. ¡Hay mucho que hacer y eso es muy bueno! Cuantas más responsabilidades, menos tiempo se pierde, y el resto del tiempo se convierte en un verdadero descanso.

Como he mencionado, hemos pasado por diversos problemas. Hace sólo unas semanas que se inició la construcción de una casa largamente prometida para nuestra comunidad. Hasta entonces viviremos en la casa de los Combonianos. También se descubrió que la reparación del coche, utilizado hasta ahora por los misioneros laicos, no tiene sentido. Esto significa que hasta que tengamos el dinero para comprar un nuevo vehículo, la libertad de nuestro trabajo se verá considerablemente limitada.

Durante una visita a una de las comunidades

También tuvimos algunos problemas de salud. En total, en nuestra comunidad, hemos cogido la malaria nueve veces. Tres días después de llegar a Carapira, caí enfermo por primera vez. Al principio me sentí muy débil, así que fui a la clínica local para hacer una prueba rápida que confirmó mi enfermedad. Aparte de las oleadas alternas de escalofríos y fiebre, no tenía ningún síntoma. Estaba sudando a mares y el colchón en el que dormía parecía que alguien había vertido un cubo de agua sobre él. Después de tres días de tomar la medicación, te recuperas, pero tu cuerpo queda debilitado y debe recuperarse durante los siguientes días. Esta enfermedad es inevitable. La región en la que vivimos tiene mucha malaria. La anterior misionera laica polaca, Kasia, enfermó aquí quince veces en dos años.

Isla de Mozambique. Antigua capital y patrimonio Mundial de la Unesco.

Los días 10 y 11 de marzo, la provincia de Nampula, donde vivimos, fue azotada por el potente ciclón Gombe, que mató al menos a 61 personas y destruyó completamente 45.079 casas. El número de víctimas relativamente bajo es el resultado de las advertencias meteorológicas anteriores. En las sencillas casas, construidas principalmente con barro y madera, nadie durmió esa noche, esperando ansiosamente la llegada del ciclón. A partir de las 9 de la noche no había electricidad y se sentía un fuerte viento, que se hizo más fuerte a las 2 de la madrugada. En la más absoluta oscuridad, los árboles y los tejados se rompieron, los muros se derrumbaron y la gente, aterrorizada, buscó refugio. En Carapira, sólo sobrevivieron algunos de los edificios más sólidos. Los meteorólogos observaron que la fuerza del viento era de 190 km/h y que estaba cayendo una fuerte lluvia, correspondiente a una capa de agua de 20 cm. El agua penetró a través de las grietas de las puertas, las ventanas y el techo, incluso en nuestras habitaciones.

Las casas quedaron completamente arruinadas.

              Aunque fuimos testigos del paso del ciclón, no fuimos conscientes del alcance de la destrucción durante mucho tiempo y la mañana transcurrió tranquilamente. De repente, el padre Jaider, claramente conmovido, entró corriendo diciendo: “Muchos edificios están en ruinas. Hay muchas mujeres con niños pequeños cerca de la iglesia. Están temblando de frío. Necesitan ropa seca. Tenemos que ayudarles. Tenemos que encontrarles un refugio, no pueden entrar en la iglesia. Esas últimas palabras me sorprendieron mucho. Entiendo que la iglesia es un espacio sagrado, pero la situación es crítica, ¿por qué no pueden refugiarse allí?

              No hubo tiempo para hacer preguntas. Corrimos a nuestras habitaciones para buscar ropa de abrigo. Chaquetas, sudaderas, pantalones, camisetas. Vinimos en una misión con maletas pesadas, la oportunidad de compartir con los necesitados surgió rápidamente. Con las maletas llenas de ropa, nos apresuramos a ir al templo. Gente empapada agitando los dientes, pequeños temblando de frío. He mirado dentro. El agua salía a borbotones por los agujeros del techo, y partes del techo de piedra se habían caído. Ahora entendía por qué estas personas no podían esconderse en el edificio de la iglesia.

              Separamos a las mujeres y a los niños pequeños y corrimos con ellos a los edificios cercanos de la antigua escuela. Había agua en todas las habitaciones, pero al menos una de ellas disponía de un espacio en el que fue posible refugiarse. Distribuimos ropa, las madres envolvieron a los niños con nuestras chaquetas, sudaderas, camisas y blusas… Todo el tiempo oímos el aterrador sonido de las chapas dobladas, El viento era muy fuerte y seguía doblando y rompiendo el techo. Esta escuela se convirtió en un refugio temporal para los más desfavorecidos. Con un esfuerzo considerable y con un coste, se reparó el techo de las habitaciones restantes. Trajimos colchonetas para que durmieran. Conseguimos organizar dos comidas calientes al día. Distribuimos plásticos para reparar techos, harina y frijoles a los más necesitados.

El ciclón arrasó con puentes y aisló a muchas aldeas.

              Muchos árboles y un viejo cactus de seis metros de largo cayeron alrededor de la iglesia. Un grupo de adolescentes se ofreció para ayudar a limpiar la zona. Durante todo el caluroso día trabajaron duro con hachas y machetes, cargando pesadas ramas y hasta dañándose las manos. No teníamos almuerzo para servirles. La única comida era un vaso de zumo de limón y dos galletas.

              Cuando ustedes lean este artículo ya habrán pasado cinco meses desde el paso del ciclón. Estamos organizando una segunda oleada de ayuda. Hemos recaudado más de 2.300 euros en el portal de crowfounding. Junto con las personas implicadas en el Consejo Parroquial de Cáritas y Fraternidad, seleccionamos a los más necesitados. No fue una tarea fácil, ya que la población local es en su mayoría muy pobre. Queríamos seleccionar a personas que fueran completamente incapaces de trabajar y que no pudieran ayudarse a sí mismas. Visitamos a paralíticos, reumáticos, discapacitados, personas con miembros torcidos, enfermedades no diagnosticadas, enfermedades mentales y amputados… Estaban muy agradecidos por los pocos kilos de frijoles y harina, por una manta y una mosquitera, unas láminas para arreglar el techo de sus casas. Para los que pueden hablar, pedimos una grabación de su agradecimiento. Dirigirse a personas que viven en la desconocida tierra de “Polonia”, utilizando nombres polacos difíciles de pronunciar: “Piotr”, “Konrad”, “Mariusz”, “Pawel”, “Urszula”, “Wiesławie”, “Agnieszka”: “gracias por su ayuda”.

Señoras Laurinda y Filomena con la ayuda recibida

              La gente de aquí vive de cultivar los campos, pequeñas granjas donde se cultiva mandioca, frijoles, maíz, en cantidades muy pequeñas. Mata el hambre durante unos meses, pero es una dieta pobre. La carne o el pescado son un lujo. Trabajan duro, en el calor y con herramientas sencillas, incluso con la ayuda de niños jóvenes para ayudar a mantener a su familia. Su única posibilidad de ganar dinero es vender parte de sus cosechas cuando el campo es fértil. Caminan con sacos de 50 kg en la cabeza durante muchas horas hasta el mercado más cercano. En nuestro pueblo, un niño de cinco años se tragó una moneda y hubo que operarlo. Sus padres tuvieron que vender sus lechones para conseguir dinero para un viaje a la ciudad y pagar a los médicos. Unas simples zapatillas o una camisa usada en el mercado cuestan menos de 1 euro. Sin embargo, no todo el mundo puede permitirse este “exceso”. Los que no pueden permitírselo llevan la ropa rota y desgastada, muchos caminan descalzos por falta de zapatos.  

También ayudamos con chapas metálicas para reparar los techos de las casas

La pobreza inimaginable y la falta de perspectivas no doblegan a los mozambiqueños. Por la noche juegan con música, aceptan humildemente la dura vida en toda su plenitud, reaccionan con indisimulada alegría cuando les saludamos en la lengua local macúa. Cabe recordar que por ejemplo la generación de nuestros bisabuelos se encontraba en una situación similar. Varias novelas de finales del siglo XIX y del XX describen una pobreza similar, el riesgo constante de pasar hambre, el analfabetismo, la superstición, el difícil acceso a la sanidad y la dependencia de pequeñas parcelas. Hoy, agradezcamos que nuestras casas y pisos no se hayan derrumbado, que no pasemos hambre, que podamos leer y escribir, que podamos curar a nuestros seres queridos de forma gratuita. Que esta gratitud se traduzca siempre en solidaridad con nuestros hermanos y hermanas oprimidos.

Regimar, Valmir y Bartek con un saludo

¡En nuestra nueva casa!

LMC Peru

Durante los primeros seis meses de mi misión en Arequipa (Perú), viví en la casa de los Padres Combonianos al lado de la iglesia parroquial. Con la llegada de Rossie, una Laica Misionera Comboniana de los Estados Unidos, pudimos mudarnos a nuestro nuevo hogar en Villa Ecológica, el “distrito” parroquial en el que implementaremos todos nuestros proyectos. Durante la pandemia, el propietario hizo una renovación, gracias a la cual cada una de nosotras tiene su propia habitación. Además, disponemos de un salón donde podemos recibir visitantes, un baño, una cocina y… un garaje. No tenemos coche, entonces no lo usamos, pero se puede convertir en una habitación adicional en cualquier momento en caso de que nuestra comunidad crezca. Cuando se sale a la calle, inmediatamente se nota el pico nevado del volcán Chachani y el polvo omnipresente aquí 🙂

Como viviremos aca relativamente poco tiempo, decidimos no llevar un perro para defender la casa, aunque es una práctica muy popular aquí. Sin embargo, tres mestizos vecinos decidieron que nos veíamos bastante bien y, a cambio de alimentación adicional, ofrecieron su ayuda como guardias de la casa. Después de unas semanas juntos, incluso se dejan acariciar y quieren jugar con nosotras. El único problema es su gran apetito, no importa la cantidad de comida que ya hayan recibido en un día determinado, siempre están abiertos a más. La mudanza a un nuevo hogar coincidió con la celebración del Día de la Independencia en Perú.

Ese día, prácticamente todas las casas tenían una bandera peruana rojiblanca. Padre Conrado – el párroco local nos preguntó si habíamos puesto una bandera en nuestro nuevo departamento y explicó que era un deber cívico y que te podían multar por no tener una bandera. Sin embargo, se reía de que cuando el alcalde vio que en la casa vivían una polaca y una estadounidense, hasta nos prohibió colgar la bandera de Perú 🙂

Ewelina, LMC Perú