Laicos Misioneros Combonianos

El “buen negocio” del Reino

Un comentario a Mt 13, 44-52 (XVII Domingo ordinario, 30 de julio 2017)

Concluimos la lectura de las siete parábolas que Mateo reproduce en el capítulo 13, explicando cómo funciona el Reino de Dios. Hoy nos tocan tres muy breves parábolas: el tesoro, la perla y la red. Son casi como tres modernos “twits”, frases muy breves, pero contundentes y llenas de significado.

Yo me detengo brevemente las dos primeras, que son muy parecidas y tienen un mismo significado; hablan de “un tesoro escondido” y de “una perla de gran valor”, algo por lo que merece la pena venderlo todo. El Reino de Dios (su amor, su verdad, su justicia y misericordia) es más valioso que todo lo demás.

Estas parábolas me recuerdan el testimonio de San Pablo, que en la carta a los filipenses dice lo siguiente:

“Lo que entonces (antes de mi conversión) consideraba una ganancia, ahora lo considero pérdida por amor a Cristo…Es más, pienso incluso que nada vale la pena si se compara con el conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él he sacrificado todas las cosas, y todas las tengo por basura con tal de ganar a Cristo” (Flp 3, 7-8).

En la historia de la Iglesia hay muchas personas que lo han dejado todo por seguir a Cristo; personas que han renunciado a riquezas, honores y hasta sabiduría humana, porque todo eso le parecía poco importante ante el hecho de ser discípulo de Jesús de Nazaret y de consagrarse a su Reino.

Pienso, por ejemplo, en Ignacio de Loyola que abandonó su carrera militar y sus deseos de gloria para dedicarse totalmente a la causa del Reino de Dios; o en Daniel Comboni, que renunció a una prometedora carrera eclesiástica en Europa, para dedicarse, cuerpo y alma, a la misión africana en nombre de Jesucristo; o la Madre Teresa de Calcuta, que dejó su colegio de niñas bien para irse, en nombre de Jesús, a atender a los moribundos de Calcuta…

Pienso en los misioneros y misioneras que abandonan su tierra y su familia para “comprar” la alegría de una vida dedicada al servicio del Evangelio y de los más pobres y abandonados.

A ninguno de ellos les costó dejar sus “riquezas” y comodidades, sino que les pareció un buen negocio. Han cambiado una riqueza efímera y unos honores humanos por la alegría de vivir como discípulos de Jesús y obreros de su Reino de amor y de paz, de justicia y de verdad.

Hoy es un día para preguntarme: ¿Me contento con alguna perlita de poco valor (mi autoestima, mi confort, mi comodidad, mis pecadillos) o busco la perla del Reino de Dios? ¿Sé dejar lo que sea para vivir como discípulo de Jesús? ¿Estoy haciendo un buen negocio con mi vida o me contento con valores menos importantes?

P. Antonio Villarino
Bogotá

Unidad

LMC AnchiloNuestro tema para el día fue la unidad.

El Señor nos ha traído a todos de diferentes tierras, con lenguas y culturas diferentes, reuniéndonos en el Espíritu Santo.

Nosotros mismos, nuestro trabajo y nuestras comunidades somos como un rompecabezas. Una pieza aislada tiene poco significado, pero juntos podemos crear algo hermoso
LMC Anchilo
LMC África

XXV Aniversario LMC México 2017

LMC MexicoHoy, a 25 años del inicio de los LMC de México, nos reunimos en Sahuayo, Michoacán para llevar a cabo nuestra XIX Asamblea Nacional con mucha alegría, fe y entusiasmo que nos anima a seguir en esta vocación pues como dijo San Daniel Comboni “Esta obra no morirá”.

El día 30 de junio reflexionamos sobre la fidelidad a la vocación laical, y en ese camino, el llamado es una brújula que guía nuestros pasos y nos indica el camino correcto; mientras que la vocación es hacer aquello que se alinea con nuestra pasión y que de alguna u otra forma contribuye hacer al mundo mejor; ayudar, dar luz, generar bienestar, ser guía, armonía. Todos necesitamos encontrar nuestra vocación, pues nos lleva a disfrutar más la vida. El consejo en este sentido fue: “Si estás haciendo lo que te apasiona, síguelo haciendo y mejor”. Seguir la vocación involucra conocernos y desarrollar nuestros talentos ¿para qué soy bueno? Sentirnos elegidos de Dios, somos personas especiales sobre las cuales puso su mirada.

LMC MexicoPosteriormente, el día primero de julio reflexionamos sobre lo que debe distinguir a un LMC, y coincidimos en que el LMC es fraterno, actúa con solidaridad y empatía para liberar y acompañar a los más pobres y abandonados. En cuanto a su personalidad es un hermano que da confianza, te hace sentir parte de su familia y comparte contigo penas y alegrías. Además debe ser amable, generoso, tener la libertad y alegría de servir. En esta vocación no todo es fácil, aunque no queremos estar allí, Dios lo quiere y él nos mantiene de pie en los momentos difíciles.

De igual forma, se comenzó a desarrollar un Plan de trabajo con base en la experiencia laical misionera del grupo, para poder avanzar en este plan se requiere observar, acercarse a la realidad, escuchar y aprender de lo sencillo para finalmente poder actuar con paciencia. El misionero no siempre puede resolver las cosas, debe iniciar procesos para que esto cambie. Así, de la experiencia de trabajo en comunidades indígenas en Guerrero, las áreas de trabajo identificadas son: educación, empleo, nutrición, promoción de la mujer e inclusión a discapacitados.

Asimismo, tuvimos la alegría de compartir este festejo con un grupo de simpatizantes quienes nos acompañaron y trabajaron durante estos dos días sobre su proyecto de vida y reflexionaron sobre su vocación laical y sobre si ésta puede ser al lado de los LMC. Además de escuchar testimonios misioneros, participaron activamente en los momentos de oración y celebración.

Finalmente, llegó el gran día, el día dos de julio tuvimos la oportunidad de escuchar los testimonios misioneros de LMC mexicanos pioneros en este caminar. Ha sido una bendición contar con la presencia de la Familia Cornejo Castillo, Olivia Ayala, Martha Navarro y Manuelita Valladares quienes con sus testimonios y entrega han dejado huella en este camino.

LMC MexicoLa celebración eucarística de acción de gracias fue presidida por el P. Enrique Sánchez, Provincial de los mccj, y sin duda alguna fue un momento muy emotivo para reiterar las GRACIAS a todos los que han escrito parte de esta historia y los que continuarán escribiéndola.

Agradecemos también el acompañamiento del Hermano Joel Cruz, mccj y el P. Gustavo Covarrubias mccj, actual Asesor de los Laicos Misioneros Combonianos en México y a todos quienes se unieron en oración y de corazón a este festejo.

La vida está hecha de momentos. Fue en julio de 1992 que se realizó un primer encuentro de formación LMC y fue en julio de 1996 que nuestros primeros LMC Silvia, Pablo, Oli y Ana Luz fueron destinados a Guatemala. Y en este mismo mes hemos dado gracias, especialmente por aquellos que han aceptado el llamado misionero de salir de misión ad gentes.

LMC Mexico

LMC Mexico

No asustarse ante el mal

Un comentario a Mt 13, 24-43 (XVI Domingo ordinario, 23 de julio de 2017)

En tres domingos consecutivos (el anterior, el actual y el próximo), leemos el capítulo 13 de Mateo, que está dedicado a exponernos siete parábolas de Jesús sobre el Reino de Dios. El domingo pasado nos detuvimos en la parábola del sembrador y los diferentes tipos de tierra en la que cae la buena semilla. Hoy leemos tres parábolas: el trigo y la cizaña, el grano de mostaza y la levadura. Las tres empiezan con la siguiente fórmula: “Sucede con el reino de los cielos como…” y nos va explicando a qué se parece el reino de los cielos:

-a la buena semilla, que crece junto a la cizaña en el mismo campo;
-un grano de mostaza, que siendo insignificante, se convierte en un árbol grande;
-la levadura que, sien do poca cosa, fermenta toda la masa.

Como vemos, son tres características que, según Jesús, tienen las cosas de Dios:

1.- Lo bueno crece en medio de lo no tan bueno. Un santo ha dicho una frase que muchos repetimos con mucha esperanza: “Siembra amor y recogerás amor”. Eso es verdad, pero no podemos ser ingenuos; en este mundo, junto a la semilla del bien existe también la semilla del mal: orgullo, envidia, oposición injusta, intereses egoístas…

Ante la existencia del mal podemos adoptar tres actitudes:
-Ignorarlo, como si no existiese, en una actitud de irresponsable ingenuidad. El peligro es que la fuerza del mal acabe ahogando el bien que hay en nosotros, en la familia, en la sociedad. Lo primero para vencer el mal es tomar conciencia de su existencia.
-Arrancarlo violentamente, con el riesgo de eliminar también el bien que va mezclado con el mal, dado que nada en este mundo es totalmente puro. Hay quien, en un acto de orgullo imperdonable, se cree totalmente justo y acertado en sus actitudes, condenando tajantemente a los demás. Esta actitud ignora dos realidades: el mal que hay junto a la bondad y el bien que hay normalmente junto a la maldad.
-El discernimiento y la paciencia que propone Jesús. Con mucha sabiduría y realismo, Jesús afirma, como ya lo hacía el libro del Génesis, que todo lo que Dios ha creado es bueno, que en el campo del mundo crece la semilla del bien que Dios ha sembrado en las personas y grupos humanos. Pero al mismo tiempo hay que reconocer que “un enemigo” ha sembrado también semillas de mal. Ante esa realidad –que todos podemos constatar en nuestra experiencia diaria- Jesús nos propone no asustarnos, no hacer aspavientos, no tomar actitudes fanáticas o violentas, sino permanecer tranquilos, saber esperar… De hecho, a veces uno puede hacer poco o nada por arrancar el mal que nos rodea. Sólo en el momento de la “cosecha”, cuando pasa el tiempo, la verdad de la buena semilla triunfa dando “harina” para el buen pan, mientras los frutos de la mala semilla terminan en el fuego. Dios usa todo para el bien, incluso la astucia del enemigo.

2.- El Reino parece pequeño y empieza de manera casi insignificante, pero termina creciendo y dando sombra. Las cosas de Dios no empiezan de manera llamativa, sino humilde. Puede ser una palabra dicha en una reunión, un gesto de comprensión, una ayudita en el momento preciso… Muchas pequeñas cosas que pueden contribuir a formar un hijo, levantar a una persona de su tristeza, poner en marca una obra de caridad que termina ayudando a cientos de personas, dando un primer paso hacia la reconciliación…

3.- El Reino trabaja desde dentro, transformando las personas desde el corazón y las sociedades desde las personas. A veces parece poca cosa en comparación con las muchas necesidades, con las enormes injusticias, con la prepotencia de las estructuras poderosas. Pero nunca debemos despreciar el poder de la levadura de la verdad, la justicia y el amor.

P. Antonio Villarino
Bogotá

¿Tengo piedras en mi corazón?

Comentario a Mt 13, 1-23 (XV Domingo ordinario, 16 de julio de 2017)
En este XV domingo ordinario, leemos una buena parte del capítulo 13 de Mateo, que nos transmite una parábola muy conocida: la del sembrador, cuya semilla (siendo muy buena) produce cantidades diversas de fruto, según los tipos de tierra en que cae. La parábola nos lleva con toda naturalidad a preguntarnos: ¿Qué tipo de tierra soy yo? ¿Soy una tierra fértil, que sabe acoger la buena Palabra sembrada en mí o soy como la tierra dura, sobre la que resbala la semilla sin dar fruto alguno?

El relato de Mateo provoca en mí tres reflexiones que comparto con ustedes:

1.- Un Maestro que habla el lenguaje del pueblo
Mateo dice que la gente se agolpaba para escuchar a Jesús, porque tenía palabras de una claridad, de una sencillez y de una relevancia que saltaba a la vista y “calentaba el corazón”. Campesino entre campesinos, pescador entre pescadores, obrero entre obreros, Jesús se sentía a sus anchas con aquella gente sencilla, sometida a tantos sufrimientos y durezas de la vida, hambrienta de verdad y de sentido, que no encontraba respuestas en unas tradiciones religiosas rutinarias, esclerotizadas y poco relacionadas con la realidad de sus luchas cotidianas. Por el contrario, desde una cercanía afectiva a sus preocupaciones y luchas, así como desde una experiencia de contemplación en el desierto y la montaña, Jesús se explaya en relatos parabólicos, que explicaban el misterio de Dios y de su “Reino” en un lenguaje ligado a las experiencias del campo, del mar y del trabajo cotidiano.

La verdad del Evangelio tiene más que ver con la vida de cada día que con los libros. Todos los que tenemos alguna responsabilidad en la transmisión del Evangelio de Jesús (padres, maestros, catequistas, sacerdotes…) debemos fijarnos en este Maestro que habla en parábolas, que expresa la fe en las categorías de la vida ordinaria, sabiendo que nuestra vida espiritual se mide, no por las palabras refinadas que usamos, sino por nuestro estilo de vida concreta, del que las palabras son expresión.

2) El trigo no necesita que tiren de él
Discúlpenme esta obviedad, pero me parece que sirve para entender bien lo que nos dice Jesús en el evangelio de hoy: “la semilla brota y crece… la tierra produce espontáneamente primero el tallo, luego la espiga y el grano”.
Jesús nos dice que el Reino de Dios es como una semilla que Dios siembra en nuestro corazón, en nuestra comunidad, en nuestra familia… y crece por sí sola, en la medida en que la tierra acoge la semilla y está bien cuidada. Para que el trigo produzca fruto no sirve de nada tirar de él hacia arriba, como quien quisiera estirarlo y hacerlo crecer a la fuerza, en contra de su naturaleza. No, el trigo debe crecer por sí mismo, según la fecundidad que Dios mismo le ha dado. ¿No les parece que a veces hay papás que pretenden hacer crecer a sus hijos a la fuerza, como si quisieran jalarlos hacia arriba y hacerles dar un fruto para el que a lo mejor no les ha destinado Dios? ¿No les parece que a veces, en la vida comunitaria o de familia queremos sustituir a las personas y obligarlas a ser como a nosotros nos gustaría que fueran? ¿Nos empeñamos a veces en parecer todopoderosos, infalibles e inmaculados en un esfuerzo prometeico que nos vuelve amargos, hipercríticos y perenemente negativos?

3) El crecimiento depende de la semilla, pero también de la tierra
La Palabra sembrada puede ser acogida y fecunda, pero también puede ser pisoteada, sofocada, robada, inutilizada, estéril. Por eso es tan importante cultivar la tierra, limpiarla de espinas y durezas.

A este respecto, recuerdo el testimonio de Etty Hillessum, una joven judía holandesa muerta en 1943 en Auschwitz. En su diario ha escrito: “26 de agosto (1941), martes tarde. Dentro de mí hay un manantial muy profundo. Y en este manantial está Dios. A veces logro alcanzarlo, pero más frecuentemente está cubierto de piedras y arena: en aquel momento Dios está sepultado, hay que desenterrarlo de nuevo”.

Hoy es un buen día para preguntarme: ¿Tengo piedras en mi corazón o en mi mente? ¿Es mi mente una “tierra” acogedora a la verdad de Jesús? ¿Es mi corazón un espacio limpio de maleza y acogedor del fecundo amor de Dios?

P. Antonio Villarino
Bogotá