Laicos Misioneros Combonianos

Vivir es aprender a amar

Lampara
Lampara

Un comentario a Lc 12, 32-48 (XIX Domingo Ordinario, 11 de agosto de 2019)

Jesús era un Maestro ambulante, es decir, que no tenía una sede fija, sino que caminaba siempre por pueblos y aldeas para ir al encuentro de campesinos y pescadores, que a veces eran fieles cumplidores de los ritos judíos y a veces pecadores, que vivían al margen de la religión oficial. Todos tenían acceso a él, para todos tenía un gesto y una palabra oportuna, iluminadora, liberadora, porque hablaba con gran verdad y autenticidad, comunicando la sabiduría y el amor que bebía en su contacto permanente con el Padre.

Lucas nos lo describe, a partir del capítulo nueve, como un peregrino que camina con decisión hacia Jerusalén, al frente de un grupo de discípulos y amigos que creen en él y le siguen, a veces  con entusiasmo y a veces entre dudas y un poco desconcertados. Por el camino, Jesús les va “amaestrando”, enseñando, consolando y fortaleciendo, para que cuando Él no esté, ellos sepan como comportarse.

En la parte del evangelio que leemos hoy, Lucas hace memoria de algunas de estas enseñanzas, que yo definiría como “pistas” de conducta para los discípulos que se quedarán en el mundo como “administradores” durante un tiempo de espera que puede ser largo.  El Reino no va a venir como algo mágico, sino como una semilla que hay que cuidar y que requiere algunas actitudes básicas: confianza, vigilancia, fidelidad, servicio. Repasemos estas actitudes brevemente:

1.- Confianza. “No temas, rebañito mío”. A veces parece que los discípulos de Jesús somos una minoría insignificante, que los malos tienen más poder, que nosotros no logramos hacer el bien que queremos… La respuesta de Jesús a su pequeña Iglesia y a todos nosotros es: “No temas”; no te preocupes por acumular dinero o poderes políticos, como si las armas del mundo fuesen más poderosas que las del cielo; confía en el Padre.

2.- Vigilancia. Confíen, pero no se duerman. Estén atentos; mantengan los ojos abiertos, los “lomos ceñidos” (es decir, dispuestos a la faena, al trabajo, al compromiso) y las “lámparas encendidas” (con la fe, con la oración, con el amor). En cada época de la historia, en cada circunstancia de nuestra vida, Dios está con nosotros y nos hace señales; pero, si estamos dormidos o si nos dejamos llevar por la pereza, esas señales nos pasarán desapercibidas.

3.- Fidelidad. Pase lo que pase, sigan fieles al Maestro, como la Magdalena junto al sepulcro, como los mártires en tiempos de persecución. En las duras y en las maduras, sean siempre fieles al camino enseñado por Jesús.

4.- Servicio. Esta vida en la que estamos es como un encargo de “administradores” que el patrón, el Padre, nos ha entregado para que sirvamos a sus hijos. Aprovechemos este tiempo que tenemos para hacer siempre el bien, para servir a las personas que se nos han encomendado (hijos, esposos, amigos, pobres). Como dijo el Abbé Pierre, un famoso cura francés que hizo mucho por los pobres después de la II Guerra Mundial:

“Vivir es un poco de tiempo concedido a nuestras libertades para aprender a amar y prepararse al eterno encuentro con el Amor Eterno. Esta es la certeza que quisiera dejar en herencia”

A veces parece que el Reino de Dios no se ve por ninguna parte y uno puede tener la tentación de abandonarse, de no confiar, de pensar que, al final, da lo mismo ser bueno que malo. ¡Ojo! No caigamos en la tentación. Al contrario, mantengámonos vigilantes, fieles y serviciales. Todo el bien que hagamos tendrá su recompensa.

P. Antonio Villarino

Bogotá

“No me des pobreza ni riqueza”

Dinero
NO ME DES POBREZA NI RIQUEZAS; MANTENME DEL PAN NECESARIO; NO SEA QUE ME SACIE, Y TE NIEGUE, Y DIGA: ¿QUIEN ES JEHOVA? O QUE SIENDO POBRE, HURTE, Y BLASFEME EL NOMBRE DE MI DIOS PROVERBIOS 30 (8-9)

Un comentario a Lc 12, 13, 21 (18º Domingo Ordinario, 04 de agosto de 2019)

Lucas nos va guiando, domingo tras domingo, tras las huellas de Jesús en su camino hacia Jerusalén. El domingo pasado se nos recordaba la importancia de la oración y, sobre todo, la manera de orar al estilo de Jesús. En este domingo se da un paso más en nuestro aprendizaje como discípulos del Maestro de Galilea.

Hoy Jesús aprovecha un conflicto entre hermanos sobre la herencia recibida para alertarnos sobre la correcta relación con los bienes materiales y las riquezas.

Es un tema de mucha importancia, que hay que afrontar con la necesaria sabiduría. No vale decir que a mí el dinero o los bienes materiales no me interesan, porque es mentira. Todos nosotros necesitamos alimento, vestido, vivienda y muchas otras cosas que nos ayudan a vivir mejor, a desarrollarnos como personas e incluso a ser caritativos y generosos con los demás. El ser humano no es un ser puramente “espiritual”, sino que es un hombre hecho, como dice el Génesis, del polvo de la tierra y del soplo divino. Materia y espíritu son dos dimensiones esenciales, que deben relacionarse entre sí de manera equilibrada y sabia. Y la relación con el dinero y la riqueza, es parte de este equilibrio. Jesús no es un anacoreta que huya del mundo, como si el dinero contaminase necesariamente a todos. En su grupo había un encargado de la bolsa, porque sin dinero no es posible vivir, al menos en nuestra sociedad de hoy. De lo que se trata no es de prescindir del dinero, sino de ponerlo al servicio de una riqueza superior: la de ser hijos de Dios en un sociedad justa y fraterna.

Uno puede pecar ciertamente de “espiritualismo”, de pretender vivir de sueños, como si fuésemos ángeles. Pero la tentación más común es la de agarrase al dinero, la de acumular bienes, por miedo a lo que nos pueda pasar, por el afán de ser más que los demás, por el deseo de protegernos de cualquier enfermedad o contingencia negativa, etc. En ese afán de acumulación podemos caer en el peligro de volvernos egoístas, avaros, codiciosos… y perder la capacidad de compartir con nuestros hermanos, como el niño que quiere todos los juguetes para sí, sin importarle lo que le pase a los otros hermanos.

Jesús nos dice que ese afán por acumular y protegernos es inútil, porque al final somos débiles y cualquier pequeño accidente puede acabar con todas nuestras pretendidas seguridades. Lo mejor, insiste Jesús, es crecer en la riqueza del amor ante Dios y ante los hombres, crecer como personas que aman y se dejan amar. Esa riqueza humana y espiritual resistirá todas las dificultades y sobrevivirá incluso más allá de la muerte. Esa es una riqueza que nadie nos podrá robar.

Recordemos la sabia petición del libro de los Proverbios (30, 8-9):

“Aleja de mí falsedad y mentira; no me des pobreza ni riqueza, asígname mi ración de pan; pues si estoy saciado, podría renegar de ti y decir: ¿Quién es Yahvé?; y si estoy necesitado, podría robar y ofender el nombre de mi Dios”.

Escuchemos a Jesús: No caigamos en la necedad de pensar que la riqueza nos puede defender de todo. Sólo el amor nos hace verdaderamente ricos ante Dios y ante los mismos seres humanos. Vivamos con un sabio equilibrio nuestra relación con los bienes materiales, que son necesarios, pero no lo son todo.

P. Antonio Villarino

Bogotá

Haz que tu corazón sea misión – Fin de semana de espiritualidad comboniana 2019

LMC Portugal
LMC Portugal

En junio, nuestra reunión no fue la habitual reunión de formación en Viseu, sino una reunión de familia Comboniana en Maia, el fin de semana de espiritualidad comboniana, que tiene lugar allí todos los años y está preparada y organizada por la Comisión de Familia Comboniana. Este año nos reunimos allí, los días 28, 29 y 30 de junio, con el tema “Haz que el corazón sea misión”, tema del año para la Familia Comboniana.

¡Fue un encuentro muy hermoso! Primero, participó un grupo pequeño pero muy diverso, que enriqueció enormemente las perspectivas y compartió los temas tratados. Posteriormente, fue una reunión muy rica en temas de reflexión, pero también compartiendo como familia comboniana, reforzando entre todos los lazos de amistad y comunión.

Durante la mañana del sábado, después de la oración de la mañana, D. António Couto, Obispo de Lamego nos habló con el tema “El corazón en la Biblia”. Hemos profundizado el sentido bíblico del corazón, su significado. Luego vimos lo que significa “ser misión” y D. António compartió algunas perspectivas sobre cómo ser misión y hacer el trabajo misionero en los días y las circunstancias de hoy, dando testimonios concretos de grupos y personas que están haciendo un trabajo misionero muy fructífero hoy.

Luego compartimos entre los participantes el tema formativo dado por el Obispo de Lamego, respondiendo algunas preguntas de reflexión dejadas por él.

Por la tarde fue la hermana Arlete, misionera comboniana, quien nos habló. Habló de la vida de San Daniel Comboni, su “pasión de corazón” por África, su “cordialidad”, es decir, cómo su corazón se movió por todos y “mantuvo a todos en su corazón”, su devoción al Corazón de Jesús.

Luego compartimos nuevamente en grupos lo que escuchamos, tratando de reflexionar juntos sobre la forma en que vivimos hoy y las circunstancias de esta misma pasión y entusiasmo de Comboni.

LMC Portugal

Al final del día, celebramos la misa y luego tuvimos una sardinada, donde pudimos hablar, socializar, fortalecer amistades. ¡Un momento muy hermoso y agradable!

El domingo, después de la oración de la mañana, nos reunimos todos para exponer y compartir lo que se había reflexionado en pequeños grupos el día anterior. A partir de ese momento hubo nuevas reflexiones, seguimos compartiendo y fue un momento para meditar juntos y enriquecernos mutuamente.

Terminamos con la eucaristía. Luego le entregamos al Señor todos los propósitos que pudimos hacer en esta reunión para nuestras vidas, así como entregamos el entusiasmo misionero en cada uno generado y fortalecido en este encuentro.

Fue un encuentro donde, al orar y compartir juntos, pudimos animarnos unos a otros como familia comboniana a ser misión, para entusiasmarnos con la proclamación y el testimonio, ¡para hacerlo “apresuradamente” con vigor y perseverancia, en cualquier circunstancia!

LMC Portugal

Filipe Oliveira

El Padrenuestro según San Cipriano

Jesus
Jesus

Un comentario a Lc 11, 1-13 (17º Domingo Ordinario, 28 de julio 2019)

La oración del Padrenuestro es la síntesis de las enseñanzas de Jesús.Hace tres años, cuando leíamos esta lectura, compartí con ustedes el comentario que hace Simone Weill. Este año les comparto algunas reflexiones de San Cipriano.

Hablar con el Padre

“El hombre nuevo, nacido de nuevo y restituido a Dios por su gracia, dice en primer lugar Padre, porque ya ha empezado a ser hijo. La Palabra vino a los suyos –dice el Evangelio- y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, a los que creen en su nombre, les dio poder de llegar a ser hijos de Dios. Por esto, el que ha creído en su nombre y ha llegado a ser hijo de Dios debe comenzar por hacer profesión, lleno de gratitud, de su condición de hijo de Dios, llamando padre suyo al Dios que está en el cielo”. ..

Pero este nombre no debe pronunciarse en vano. Puesto que “llamamos Padre a Dios, tenemos que obrar como hijos suyos, a fin de que él se complazca en nosotros, como nosotros nos complacemos en tenerlo como Padre. Sea nuestra conducta cual conviene a nuestra condición de templos de Dios, para que se vea de verdad que Dios habita en nosotros. Que nuestras acciones no desdigan del Espíritu”. (Breviario, Semana XI ordinaria)

Venga tu Reino

“Pedimos que se haga presente en nosotros el reino de Dios, del mismo modo que suplicamos que su nombre sea santificado en nosotros. Porque no hay un solo momento en que Dios deje de reinar, ni puede empezar lo que siempre ha sido y nunca ha dejado de ser”.

“Pedimos a Dios que venga a nosotros nuestro reino que tenemos prometido, el que Cristo nos ganó con su sangre y su pasión, para que nosotros, que antes servimos al mundo, tengamos después parte en el reino de Cristo, como él nos ha prometido, con aquellas palabras: Venid, benditos de mi Padre, a tomar posesión del reino que está preparado para vosotros desde la creación del mundo” (id.)

Hágase tu voluntad...

“No en el sentido de que Dios haga lo que quiera, sino de que nosotros seamos capaces de hacer lo que Dios quiere”.

“Nadie puede confiar en sus propias fuerzas, sino que la seguridad nos viene de la benignidad y misericordia divina”. El mismo Jesús se mostró débil (Padre mío, si es posible, que pase este cáliz), pero dio ejemplo de anteponer la voluntad de Dios a la propia (No se haga mi voluntad sino la tuya).(id)

Perdona nuestras ofensas

Cada  día pecamos, como nos recuerda San Juan: Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos. Si confesamos nuestros pecados, fiel y bondadoso es el Señor para perdonarnos.   

“Dos cosas nos enseña esta carta: que hemos de pedir perdón de nuestros pecados, y que esta oración nos alcanza el perdón”.

“El Señor añade una condición necesaria e ineludible que es a la vez un mandato y una promesa, esto es, que pidamos perdón de nuestras ofensas en la medida en que nosotros perdonamos a los que nos ofenden, para que sepamos que es imposible alcanzar el perdón que pedimos de nuestros pecados si nosotros no actuamos de modo semejante  con los que nos han hecho alguna ofensa”. (id)

P. Antonio Villarino, Bogotá