Laicos Misioneros Combonianos

Una alegría resistente

Un comentario a Lc 24, 46-53 (2 de junio de 2019; Ascensión del Señor)
Leemos hoy los últimos versículos del evangelio de Lucas, que sorprendentemente termina con las siguientes palabras:
“Se volvieron a Jerusalén con alegría y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios”.
El mismo Lucas en su segundo libro, Los Hechos de los Apóstoles, explica un poco más el ambiente que reinaba en aquella primera comunidad de discípulos cuando el Maestro ya no estaba con ellos:
“Unánimes y constantes, acudían diariamente al templo, partían el pan en las casas y compartían los alimentos con alegría y sencillez de corazón; alababan a Dios y se ganaban el favor de todo el pueblo”.
Alguien ha dicho que esta descripción lucana del ambiente positivo, alegre, orante, fraterno y lleno de “bendición ” de las primeras comunidades es una visión utópica y poco realista, porque la realidad suele ser bastante más prosaica y llena de sombras, sin que falten los conflictos, las traiciones y los pecados.
Pero Lucas no ignora esta realidad. Por el contrario,en el texto que leemos hoy, se nos recuerda que “el Mesias padecerá”. De hecho, Jesús padeció y murió, fue insultado, traicionado y negado. De hecho, padecieron los primeros discípulos, que fueron perseguidos y asesinados y contaron también con traidores y pecadores entre sus filas.
Así sigue sucediendo también con nosotros. La vida no siempre es de color de rosas. La vida es una lucha, en la que no faltan los sufrimientos, las separaciones, las batallas perdidas, las traiciones y los pecados, propios y ajenos. Pero nada de eso tiene la última palabra. Jesús concluyó su paso por este mundo bendiciendo, encomendando a los suyo la misión que tenía en el corazón y prometiendo el Espíritu Santo. Por eso la Ascensión es una separación, pero con una presencia que continúa, una presencia que da alegría, fidelidad, misión.
En cada etapa de nuestra vida personal o familiar, en cada época de la historia tenemos que renovar nuestra fe en esta promesa del Espíritu, en el triunfo de Dios, en la victoria del amor, de la verdad y del bien. En esa promesa y en esa esperanza está anclada nuestra fidelidad, nuestra alegría y nuestra determinación de continuar la Misión. Ante cada nueva batalla sabemos que el Espíritu prometido por Jesús no nos fallará, sino que estará con nosotros y nos impulsará a ser testigos y anunciadores de cambio y conversión.
Esa certeza íntima nos da una alegría resistente, que no se apaga y nos lleva a vivir siempre bendiciendo, anunciando el perdón de los pecados, testimoniando el permanente amor misericordioso del Padre de Jesús y padre nuestro, creando fraternidad, hasta que concluyamos, como Jesús, retornando al seno del Padre, donde ninguna vida se acaba sino que se transforma.

P. Antonio Villarino

Obras son amores y no buenas razones

creer
creer

Un comentario a Jn 14, 23-29 (VI Domingo de Pascua, 26 de mayo de 2019)

El texto que leemos hoy forma parte de los discursos de despedida de Jesús en el evangelio de Juan. El texto, que hay que leer como un gran testamento de amor que Jesús deja a sus amigos y discípulos, se presta a muchas reflexiones. Yo me detengo apenas en una de sus frases: “El que me ama guardará mi palabra… El que no me ama no guarda mis palabras”.

Todos estamos de acuerdo que el amor, en todas sus dimensiones, es la esencia de la vida. Pero, a mi modo de ver, el amor puede estar falseado por dos actitudes contradictorias: un “eficientismo”, que todo lo cifra en “obras”, sin tener en cuenta los sentimientos, las palabras, las sonrisas, la mirada…; y un “espiritualismo” o “sentimentalismo”, que todo lo cifra en palabras bonitas, arrumacos o apariencias, sin hacer nada concreto.

Sin embargo, el amor tiene que tener estas dos dimensiones complementarias:

  • El amor debe ser concreto, hecho de obras y actitudes concretas, que buscan el bien de la persona amada (sea Dios mismo, sea mi esposo o esposa, sea mi comunidad o cualquier persona). Jesús dice: “El que me ama, guarda mi palabra, cumple mis mandatos”. San Pablo concreta aun más:

“El amor es paciente y bondadoso: no tiene envidia, ni orgullo ni jactancia. No es grosero, ni egoísta; no se irrita, no lleva cuentas del mal” (1Cor 13,4-5).

Y Santiago es mucho más concreto y “tierra-tierra”:

Si un hermano o una hermana están desnudos y faltos del alimento cotidiano, y uno de vosotros le dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les da los necesario para su cuerpo, ¿de qué le sirve?” (Sant 2,15-16).

En esta línea de pensamiento, podríamos concluir: Tú dices que amas a tu esposa o esposo (o tu comunidad), pero no le ayudas en su vida concreta o no la comprendes en su manera de ser, ¿de qué le sirve tu amor?. Tú dices que amas a Dios, pero no le haces caso a sus mandamientos, no haces nada por los pobres, no ayudas en la  Iglesia, ¿es verdadero tu amor?

  • Por otra parte, el amor es mucho más que sus manifestaciones concretas. Sin hechos no hay amor, pero los hechos no bastan, porque pueden estar contaminados de orgullo, egoísmo, afán de ser importantes, afán de dominio… El amor es algo más,quizá intangible, pero muy real. Es una implicación de vida, es una cercanía incondicional a la otra persona, incluso cuando uno no puede hacer nada por el otro, por las circunstancias en las que vive. Por eso San Pablo dice también:

 “Aunque repartiera todos mis bienes a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, de nada mi sirve” (1Cor 13,3).

En este sentido, Jesús alaba a aquella mujer que hace un gesto totalmente “inútil” derramando un frasco de perfume caro para honrar a Jesús. Es que el amor no siempre es eficiente, no siempre es calculador, no siempre es “lo más útil”. El amor es un gran don que no puede “comprarse ni venderse”. El amor es, en buena parte, un don del Espíritu Santo que Jesús prometió a los suyos.

Como decía el abbé Pierre, “la vida es un poco de tiempo que Dios nos ha regalado para aprender a amar”.  A vivir se aprende viviendo y a amar se aprende amando. Y en la medida que aprendemos a amar, no de palabra sino de verdad, hacemos experiencia del Padre que “habita en nosotros”, de Jesucristo que nos ilumina con su Palabra y del Espíritu que nos hace crecer continuamente en ese amor.

P. Antonio Villarino

Bogotá

ORACIÓN

Jesús

Ayer falleció nuestro hermano Eric Ezati (LMC de Uganda). Os dejamos aquí la última entrada que nos enviaba desde Uganda con un sencillo “espero que pueda servir a alguien”.

Jesús

Saludos a todos desde Uganda, la perla de África. Esperemos que todo vaya bien. Como todos ustedes saben actualmente estamos llegando a la etapa final de la formación de nuestros tres candidatos que Dios mediante terminará el 12 de mayo de este año.

Tuvimos un tema sobre la oración por parte del Padre Sylvester MCCJ, el ex Superior Provincial de Uganda que nos acompañó a través de este tema sobre las oraciones y que creo que es bueno compartirlo con todos ustedes. Se ha hablado mucho sobre la oración, todos los días escuchamos algo sobre la oración y continuamos leyendo sobre las oraciones, incluyendo la lectura de los libros espirituales, los libros de oraciones, la consulta con nuestros directores espirituales, tenemos retiros espirituales y muchas otras fuentes que nos nutren espiritualmente para mejorar nuestra vida de oración. A pesar de todo esto, nos sentimos secos e imaginamos que no oramos bien y pedimos a nuestros amigos, compañeros y muchas otras personas que oren por nosotros. Aquí compartiremos con vosotros lo que el p. Sylvester nos compartió. Espero que esta información nos ayude a mejorar en nuestra vida de oración.

Dijo que la oración es nuestro mayor encuentro con Dios. Este encuentro puede ser difícil de entender, ya que los diferentes encuentros que encontramos a diario pueden oponerse a lo que intentamos hacer. Él mostró esto bien cuando nos dijo como en la vida, el ser religioso no significa no seguir la vida de manera normal como cualquier otra persona. Esto es exactamente lo que escuchamos en el libro del Eclesiastés 3: 1-12 que explica esto muy claramente en nuestras lecturas diarias de las Escrituras de la Santa Biblia. Todo esto debe hacernos saber y comprender que nuestros diferentes apostolados en los que estamos involucrados son posible gracias a Dios, y no por nuestro esfuerzo personal y humano como muchas veces creemos. Nuestro apostolado depende de lo que se mueva en nuestra mente durante todo el día, nos desafió a comprender que la primera persona que tengamos en mente cuando nos despertamos por la mañana y la última persona en la que pensamos antes de dormir por la noche pueda ser fuente de tu alegría o tu dolor. Esto significa que si Dios no es la primera persona en tu mente por la mañana y la última en tu mente por la noche, significa que todavía necesitamos mucho para trabajar en nuestra vida diaria de oración. Frente a todas estas actividades diarias donde fallamos, la oración debe ser la respuesta y, por lo tanto, la oración debe ser nuestra vitamina diaria que nos complementa en nuestras actividades de la vida para estar en la dirección correcta hacia el ser Divino que todos queremos ver cara a cara al final de nuestra vida en este mundo. Por lo tanto, debemos tener sed de Dios a través de toda nuestra vida, como el Salmo 62 (63) dice. Él nos desafió a digerir esta maravillosa oración en nuestra vida y lograr este anhelo por Dios a través de la oración en nuestra vida diaria. Dijo que Dios nunca puede dejar nuestras llamadas en espera, o ponerlas ocupadas, no importa a qué hora del día o de la noche llamemos a Dios, dijo que hay una línea telefónica directa a Dios que no necesita tiempo de uso, batería del teléfono o congestión de la red. Como experimentamos en nuestro día a día. Dijo que Dios es directo con nosotros, a diferencia de los seres humanos cuya respuesta positiva dependerá de la relación que tengamos con la persona que nos pide ayuda. Necesitamos saber que Dios viene a nosotros y nos habla en todos los aspectos de nuestra vida, lo que puede ser de manera directa o indirecta muchas veces.

P. Sylvester nos desafía preguntándonos qué legado vamos a dejar como individuos cuando muramos. También nos preguntó cuál es nuestra primera prioridad como individuos cuando comenzamos y terminamos nuestro día. ¿Y dónde está la oración en nuestra vida? Dijo que muchas de las actividades que hacemos, incluida la oración, son en su mayoría rutinarias, sin un profundo apego en nuestro corazón y alma, lo cual no es bueno para una buena vida de oración. Necesitamos una relación muy profunda como el Salmo 62 (63) para que Dios eche raíces fácilmente en nuestra vida. La oración debería traer cosas nuevas a nuestra vida, ¿cuáles son estas cosas nuevas que pueden llegar a nuestra vida diariamente como resultado de la vida de oración? Nos explicó mejor este punto pidiéndonos que explicásemos la relación entre nuestros dos ojos; parpadean juntos, se mueven juntos, lloran juntos, ven juntos, pero nunca se ven el uno al otro. Dijo que este debería ser el tipo de oración con Dios en nuestra hora diaria, pero no para dejar a Dios en la Iglesia o al lado de la cama y volver a él cuando nos retiremos a la cama. Dijo que nuestra relación con Dios debería ser como la relación entre una esposa ciega y un esposo sordo. Por encima de todo el p. Sylvester dijo que no puede haber una buena vida de oración sin fe y esta vida de oración se desarrolla a través de la experiencia que vivimos con la fe que tenemos en Dios, que puede ser positiva o negativa en nuestra vida diaria. Dijo que la fe es muy importante en nuestra experiencia de oración y que si no podemos demostrarlo, entonces debemos creer como nuestro Padre en la Fe, Abraham. Génesis, Capítulo 12 y siguientes. Abraham creyó en contra de la esperanza porque sin tener hijos aceptó ser el Padre de muchos descendientes.

Por tanto, la oración significa muchas cosas para muchas personas. Permitidme compartir con vosotros las palabras exactas de sus presentaciones en PowerPoint que deben animarnos a vivir en nuestra vida cotidiana como CLM, (inicio de diapositivas):

Varios métodos que comprenden el contenido de la oración: recitar los salmos solos o con otros,

Reflexionando sobre los pasajes de las Escrituras u otros textos sagrados,

Uso de la repetición, como una palabra o frase en la meditación,

Rezo del rosario,

Manteniendo una conversación con Dios,

Caminando meditativamente,

Disfrutando de la belleza y maravilla de la naturaleza,

Usando las oraciones escritas por otros,

Escribiendo tu propia reflexión u oración,

Sentado en soledad y contemplación.

Unirse a otros para la liturgia eucarística o participar en otras celebraciones sacramentales,

Leer libros de orientación espiritual que ayudan a una pausa para reflexionar y obtener inspiración para la comunión con Dios.

Y la oración de emergencia que consiste en una sola palabra hablada en voz alta “AYUDA”

Oración corporal

Oración de aliento, etc.

Orar es entrar en relación con Dios y tener esa relación hace una diferencia en mi vida.

Se crea un vínculo con alguien y ese alguien es Dios. Nuestra fuente de vida continuamente nos une en una unión de amor. Este proceso de oración se desarrolla de manera similar a como Jesús invitó a sus discípulos a seguirlo en una amistad más profunda, una cercanía que no se desarrolló instantáneamente. La oración es un tipo de compañía que se desarrolla paso a paso, a medida que nos vemos atraídos hacia una unidad de amor.

En la oración no se trata solo de entrar en relación con Dios; también se trata de ser cambiado

Una oración saludable fortalece nuestro vínculo con el Creador y también nos transforma.

¿Dónde te quedas?

Así fue como los discípulos expresaron su deseo de saber más sobre quién era Jesús. Él respondió “ven y ve” Jn 1: 35 – 42. ¿Con qué frecuencia pedimos y venimos a buscar a Jesús donde se queda en nuestros recorridos diarios? ¿O lo buscamos solo los domingos?

La oración es la constatación de que Dios nos ha encontrado. Es permitiendo a Dios entrar en nosotros, como cobrar vida en nosotros. Respeta el deseo de Dios de intimidad y cercanía.

Pero la oración es Dios orando en nosotros. El Dios que vive en nosotros, ora en nosotros. Esta es la oración desde el punto de vista de Dios. Porque cuando nuestro Dios se reveló a sí mismo, demostró que él toma la iniciativa en nosotros, no el hombre. Desde el punto de vista del hombre, la postura básica en la oración es la de “escuchar”; En voz baja, humildemente, casi vergonzosamente. Es estar abierto, atento a los impulsos del Espíritu de Dios orando dentro de nuestro espíritu.

Estas reflexiones describen, una manera muy concreta en que Francisco llegó a conocer a Dios. Dios tomó la iniciativa, lo persiguió y lo detuvo. Francisco respondió a este toque divino y desarrolló un patrón de respuesta en el que la morada divina podría vivir en él, hablar en él y moldear a la persona en la que se convertiría. Se convirtió en un proceso de por vida.

Francisco, literalmente, podía salir de su mente por Dios de una manera maravillosa… “IIC 178. II C 95 encapsula todo el propósito de Francisco en la vida “.” Toda su atención y afecto lo dirigió con todo su ser a la única cosa que le estaba pidiendo el Señor, no tanto orar como convertirse en una oración”. Esto es algo que podemos aprender, poner la oración en nuestra vida todos los días que vivimos y respiramos en este mundo.

                     La oración sobre todo es enamorarse de Dios.

En el amor humano sucede lo siguiente:

En la vida cotidiana, “enamorarse” no necesita mucha “ayuda práctica para comenzar”. Parece que acaba de suceder.  Enamorarse parece fácil.

Mantener una relación amorosa que lleve al amor abnegado requiere mucha fidelidad.

¿Qué hacemos en las primeras etapas al enamorarnos?  ¿No comienza con algo que llamamos conexión?  Tal vez sea una conexión con el total desconocido.  Algo sucede en nuestros corazones que levanta nuestros espíritus.

En el centro de la atracción hay un descubrimiento de la unión de alguna manera.  Conectamos. De ahí en adelante, la creciente atracción se alimenta de un deseo creciente, a veces insaciable, de estar con la persona que amamos.  El amor creciente alimenta el deseo de una unión creciente, el deseo de encontrar maneras de estar con el otro en formas cada vez más profundas.  Al principio, esto puede ser bastante inconsciente, pero en poco tiempo, sabemos que estamos enamorados.  Empezamos a actuar sobre ese amor.  Pensamos, o soñamos, en el otro mientras hacemos todo tipo de cosas.  Llamamos a la otra persona con más frecuencia y procuramos pasar tiempo juntos.

Recordamos y repetimos nuestras conversaciones. Al principio, hablamos de todo y de cualquier asunto.  Nada acerca de la otra persona nos parece aburrido. Queremos saber acerca de todas las experiencias y elecciones de la vida del otro, lo que le gusta y lo que no le gusta al otro, y lo que hace que el otro sea la persona que él o ella es.  Y en cada nuevo descubrimiento, hay un vínculo más profundo.

Buscamos maneras de expresar nuestro amor, a través de palabras tiernas, a través de actos de cariño, haciendo todo lo posible para ayudar al otro.  Cada expresión profundiza el amor.  Siempre recordamos los primeros gestos de amor. Y cuanto más crece el amor, más nos conducirá a un cierto grado de compromiso, algo que necesita garantizar que el ser querido siempre estará en mi vida y un cierto compromiso con la entrega personal en la relación.

                                                             Enamorarse de Dios

No es un sentimiento amoroso.

Es crecer hacia la dedicación y la devoción. El tono emocional muestra un fuerte anhelo y deseo expresado en el Salmo 63: 2, en el cual el salmista asemeja la vida sin comunión divina a la de un terreno seco; Tierra seca que busca la humedad necesaria para sobrevivir: Oh Dios, tú eres mi Dios a quien yo busco; para ti mi carne te anhela y mi alma tiene sed como la tierra, reseca, sin vida y sin agua.

El místico alemán Mechtild Magdeburg describió este anhelo agudo de comunión con Dios como el de un imán atraído hacia lo divino. Si bien este movimiento interno es dinámico y poderoso, puede estar marcado por una persistencia tranquila en lugar de una pasión obvia o sin restricciones. Este anhelo de Dios a veces está indicado por una inquietud innombrable o una búsqueda perpetua. Enamorarse de Dios: el fundamento de la verdadera oración es una amistad basada en el afecto, una relación desarrollada con un aprecio genuino por Dios.

Al igual que en las relaciones humanas con un anhelo intenso por el otro, la pieza afectiva generalmente comienza a decaer y deslizarse hacia el fondo, mientras que la calidad del amor perdurable y fiel pasa al primer plano.

No todos los que tienen una vida de oración bien desarrollada “se enamoran” de Dios. A veces hay un profundo acercamiento hacia el otro, pero no todas las relaciones de oración tienen esta dimensión emocional que las une. Lo que la gente necesita es una convicción de que la relación con Dios es una parte esencial de su existencia.

Cruz

UN GRAN MOMENTO DE DIOS

¿Quién es Este con quien me relaciono?

¿Qué nombres o metáforas utilizamos en nuestras oraciones para hablar con un Dios de misterio, uno que es accesible y toca nuestros corazones tanto en la oración formal como en los momentos inesperados? ¿Hay alguna diferencia en las palabras que uso?

¿Qué significa la gracia para ti? ¿Has experimentado la Gracia “en oración”?

En la oración nos acercamos a la entrada de nuestra relación con el Santo, pero es Dios “quien puede lograr mucho más de lo que podemos pedir o imaginar “.El poder divino que trabaja en nosotros nos da lo que necesitamos para que nuestra oración sea un catalizador para la unión y la transformación (Ef.3:20)

El vigor divino que se agita dentro de nosotros es la gracia, la energía amorosa del movimiento de Dios. Este don nos permite convertirnos en la persona que debemos ser. Lo maravilloso de la gracia es que se distribuye libremente. No podemos obligarlo a que nos lo den.

Siempre la gracia divina nos acerca a la relación y nos anima a una vida más plena. La gracia nos guía a la oración y nos saca de nuevo: “Recibirás poder cuando el Espíritu Santo venga sobre ti y serás mi testigo en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, hasta los confines de la tierra. Hechos 1:8

Lc 4: 1, Mc. 1:12 ya sea guiado o conducido por el Espíritu, sabemos que el movimiento amoroso del Santo fue con Jesús, llevándolo a un lugar donde descubrió más de su ser más profundo. Estaba cada vez más seguro de cómo Dios estaba activo y vivo en su ser.

La oración no es una competición o ser competente, no es una experiencia para ganar o se trata de acumular buenos sentimientos y grandes ideas. La oración se trata de “presentarse” con una mente y un corazón abiertos, estar dispuestos y listos para crecer y cambiar.

¿Cómo describirías tu relación con Dios en el momento presente?

¿Qué personas, eventos, circunstancias y recursos te han ayudado más a aprender a orar?

Tú estás bajo el cuidado de Dios en este viaje al enamorarte de Su Hijo y Él te ama…

No hay belleza tan sorprendente como la Suya, no hay poder tan potente como el Suyo, no hay sentimientos tan estimulantes como el Suyo, no hay palabras tan sinceras como la Suya, no hay estabilidad tan sólida como la Suya, no hay fuerza tan confiable como la Suya, no hay protección tan confiable como la Suya, no hay regalos tan preciosos como los Suyos, no hay amor tan duradero como el Suyo. (Fin de diapositivas)

El P. Sylvester continúa diciéndonos que Dios quiere que acudamos a Él de la manera en que estemos, incluso si no vivimos la oración como otras personas, debemos saber que nos toca de manera diferente, no lo hace de manera uniforme. ¿Qué podemos aprender de nuestros amados Santos en la Iglesia Católica? Es claro que el hombro de Jesús donde apoyarse es a veces espinoso, muy áspero para algunas personas y depende de lo que el sufrimiento significa para ti cada uno. Necesitamos al menos una hora con Dios y dos horas de lectura espiritual en nuestra vida cristiana diaria para tener una muy buena relación con Jesús. Debemos estar conscientes de todo lo que nos sucede a diario, a veces Dios quiere decirnos algo pero estamos demasiado ocupados para escucharlo. Todos necesitamos momentos, bastante tiempo, en nuestras vidas para escuchar la voz de Dios que nos habla.

Muchas veces nos distraemos en la oración, es muy normal, pero tenemos que ser conscientes de esta distracción, no negarla. Simplemente ofrezcamos esta distracción a Dios en oración y en esta distracción Dios puede estar revelando lo que necesitamos para enfocar nuestra vida y así ofrecer esto a Dios en oración para que pueda encargarse de esta situación. También dijo que a veces podemos no estar en estado de ánimo para la oración, puede ser una señal de que nuestro cuerpo está cansado y agotado y en lugar de forzarnos a rezar, démonos tiempo para descansar y empezar a rezar más tarde después de haber descansado. También afirmó que deberíamos ser conscientes del consuelo y las disoluciones que no necesariamente significa que estás en oración.

El P. Sylvester también dijo que los sentimientos innecesarios o la falta de sentimientos desagradables o la falta de interés en nuestra mente cuando oramos es una señal de que el diablo trata de desalentarnos de la vida de oración, a veces diciendo en nuestra mente que tenemos otra alternativa a la oración. Cuando estos momentos llegan a nuestra vida, debemos buscar la ayuda de nuestros Directores Espirituales a toda costa para que puedan ayudarnos a superar esos sentimientos y permitir que el Espíritu Santo viva en nuestra vida. Cuando tenemos una buena vida espiritual, los sentimientos son obvios; alegría, serenidad, paz interior que son fruto de una buena vida de oración que experimentamos cada uno. También señaló que Dios responde de manera diferente en nuestra vida en sus propias formas divinas únicas, ya que Él tiene el control de nuestras vidas. Por lo tanto, cuando somos testigos de que muchas personas son bendecidas en sus oraciones más que nosotros mismos, no debemos hacer que nos demos por vencidos en la vida de oración. Necesitamos saber que aunque los seres humanos pueden fracasar profesionalmente, debemos dejar el resto a Dios, quien sabe por qué nos pasan ciertas cosas, y en esos momentos usar las palabras de nuestra Madre María diciendo: Hágase tu voluntad en nosotros, Lucas 1:38.Esto significa directamente que nuestra relación con Dios no debe depender de ninguna condición que pongamos para amarlo, sino que debemos amarlo porque Él es nuestro padre que nos ama incondicionalmente. Durante la oración, a veces tenemos voces humanas en nuestra mente que nos distraen, tratemos de ignorarlas de nuestro viaje espiritual .Sepamos que en la vida espiritual no hay accidentes, solo hay oportunidades en las que debemos animarnos a concentrarnos, sin importar cómo esos pensamientos negativos nos afecten en nuestra vida de oración. Esto también debería hacer que encontremos a Dios en cada situación de nuestra vida en todo momento. Esto es así porque la vida de oración y meditación es muy complicada, como vemos cuando Dios le pidió a Abraham que sacrificara a su único hijo Isaac por él. Este tipo de situaciones nos llaman a tener disciplina interna en nuestro corazón con el fin de estar en paz con Dios. Esto, por lo tanto, necesita que tengamos tiempo para reconectarnos con Dios en todo momento sabiendo bien que nuestro momento de morir será más temprano que tarde, ya que no sabemos cuándo moriremos individualmente, pero debemos estar listos para morir en cualquier momento y encontrarnos con Dios en el juicio del último día*. Mateo 25: 31-46. Esta escritura debe ser nuestra guía diaria en la vida para prepararnos para el juicio final en el momento de nuestra muerte. Por lo tanto, debemos acoger a Dios en cualquier situación que enfrentemos en nuestra vida y rendirnos totalmente a su voluntad ante cualquier situación que estemos atravesando en nuestra vida.

Por tanto, estamos llamados a vivir una vida de oración desde el amanecer hasta la puesta del sol y no solo hacer oración los domingos y poner a Dios en reposo durante los días de la semana cuando no vamos a la misa dominical.

Ezati Eric LMC Uganda y el P. Sylvester MCCJ, provincia de Uganda

* Estamos seguro que él se preparó y el Señor le acoge en su regazo como Padre amado. Rezamos por su eterno descanso.

“Tú vales mucho para mí”

salud
salud

Un comentario a Jn 13, 31-33ª. 34-35 (V Domingo de Pascua, 18 de mayo de 2019)

El breve texto que leemos hoy forma parte de los discursos que Juan pone en boca de Jesús durante su última cena, cuando se despide de sus discípulos con una especie de testamento. En estos versículos de hoy se usan dos términos de gran espesor significativo: Gloria y Amor. Detengámonos un poquito en cada uno de ellos.

  1. La gloria: “Glorifica a tu Hijo, para que el Hijo te glorifique a ti”.

Según el Vocabulario Bíblico de León-Dufour, el término “gloria” significa algo así como “peso”,  “espesor”, importancia, respeto que se inspira. En ese sentido, la expresión “glorifica a tu hijo” significa “reconócele la importancia” (que otros no quieren reconocerle), “dale la estima” que se merece. De hecho, esta “gloria”, estima o importancia a los ojos propios y de los demás es algo que todos buscamos afanosamente. Sin eso parece que no somos nadie, casi como que estuviéramos “muertos” socialmente.

Pero la pregunta es: ¿Qué es lo que me hace importante y valioso ante mí mismo y ante los demás? ¿Cuál es la base para mi “gloria”? Según la Biblia, algunos ponen la base de su “gloria” en lo siguiente:

               -las riquezas, como en el caso de Abraham (Gn 13, 2)

               -la elevada posición y “autoridad” social, como José en Egipto (Gen 45, 13)

               -el poder e influencia que irradia una persona (Is 17, 3ss)

               -el resplandor de la belleza, como en Aarón (Ex 28,2)

               -la dignidad, como la del ser humanos “coronado de gloria” (Sal 8, 6).

En contraposición con estas actitudes, al final de su vida, a la hora de entregar su “testamento”, Jesús proclama que su “gloria” (su auto-estima, su importancia) se basa solamente en Dios, no en el éxito, ni en el triunfo humano, ni en las riquezas, ni en un grupo poderoso de amigos, ni en la eficacia de su metodología apostólica o sus estudios bíblicos… solamente en Dios. El sentirse en comunión con el Padre es lo que le hace sentirse “glorificado”, “reconocido”, “estimado”, “valioso”, como dice Isaías:

“Tú vales mucho para mí,

Eres valioso y te amo…

No temas que yo estoy contigo”

 (Is 43, 3-4).

b) El amor: “Como yo os he amado, amaos también unos a otros”

La “gloria de Dios es el hombre”, dijo San Irineo. Dios se siente “reconocido” cuando el hombre encuentra su “gloria”, su importancia. Y esto sucede cuando los seres humanos e reconocen y se aman mutuamente. Jesús sembró la semilla de una humanidad nueva, “gloria de Dios”, reuniendo una comunidad de discípulos cuya ley básica sería el amor mutuo. Quisiera recordar brevemente algunas de las características de esta comunidad en la que los discípulos se aman como Jesús amó:

1.- En la comunidad de Jesús, se lavan los pies mutuamente.  “Si yo que soy el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, vosotros debéis hacer lo mismo unos con otros. Os he dado ejemplo para que hagáis lo que yo he hecho con vosotros” (Juan 13, 15). Lavar los pies es reconocer la importancia del otro. Sólo Dios puede ser tan humilde de ponerse al servicio de los otros, sin perder su identidad. Sólo lava los pies, es decir, sólo se pone al servicio del otro, el que se siente tan amado y tan seguro en el amor que no tiene miedo de humillarse.

2.- El que tenga más dones es el que más sirve: “El que quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos” (Mc 9, 31). De hecho, Jesús insistía en que entre ellos no hubieras jefes, ni maestros, ni padres. La suya es una comunidad de hermanos, cuyo único Padre es Dios y el único Maestro es Jesús.

3. Escuchan la Palabra y la cumplen: “Y señalando a sus discípulos, dijo: Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre” (Mt 12, 49-50).

4.- Se corrigen y se perdonan: “Si tu hermano te ofende, ve y repréndelo a solas…” “¿Cuántas veces debo perdonar? ¿Siete veces? No, hasta setenta veces siete” (Mt 18, 15-35).

5.- Oran para no caer en la tentación: “Velad y orad, para que podáis hacer frente a la prueba; que el espíritu está bien dispuesto, pero la carne es débil” (Mt 26, 41).

6. Se comprometen juntos en la misión que Jesús les encomienda: “Vayan por el mundo entero…”. Sienten que son sal del mundo, pero que tienen que cuidarse para no perder su sabor y su función purificadora; son luz del mundo, pero sólo si se dejan iluminar por la Luz del mundo, es decir, Jesús mismo.

P. Antonio Villarino

Bogotá

La “voz” que resuena dentro de mí

ovejas
Ovejas

Un comentario a Jn 10,27-30 (Cuarto domingo de Pascua, 12 de mayo de 2019)

Leemos hoy unos pocos versículos del capítulo 10 de Juan, que forman parte de una fuerte polémica entre Jesús y las autoridades de su pueblo, que muy pronto le matarían, porque no quisieron reconocerlo como Mesías.

Ante la oposición tenaz de aquellos “falsos pastores”, que, como denunciaba ya el profeta Ezequiel, pensaban en sí mismos más que en el pueblo, Jesús afirma que “sus ovejas” reconocen su voz y entre él y los suyos se establece una alianza irrompible de vida eterna.

Tengo un amigo ciego que, cuando voy a visitarlo, incluso después de mucho tiempo, me reconoce enseguida, apenas lo saludo desde lejos. Es que él, más que mis palabras, reconoce el timbre de mi voz, mi manera de hablar. Apenas me oye, mi voz encuentra un eco en su memoria y él me reconoce y me acoge como a un amigo. De hecho, mi timbre de voz denota mi personalidad y mi historia, mucho más que las palabras con las que, frecuentemente, pretendo esconder la verdad de mí mismo. Lo mismo sucede –dice Jesús– entre él y “los suyos”.

A veces pensamos que debemos convencernos –o convencer a otros–  de la verdad religiosa. Pero no se trata de convencer a nadie, porque la belleza, la verdad y el bien se reconocen por sí mismos. Los que son sinceros ante Dios, los que tienen un corazón puro y abierto, al escuchar la voz de Jesús, lo reconocen como el pastor que les lleva a la verdad, al amor, al perdón, a la generosidad y se corresponde con sus deseos más profundos, inscritos en su ADN espiritual. No les hacen falta muchas más explicaciones: La voz de Jesús encuentra en ellos un eco, se saben del “mismo rebaño”, se reconocen como hijos de Dios. Por eso entre ellos se establece una sintonía, una alianza, una amistad que es la base de la vida eterna, la vida de Dios.

Por el contrario, aquellos que han recubierto su corazón de orgullo, vanidad o mentira, no encuentran dentro de sí mismo el eco de la voz del Buen Pastor y lo rechazan.

Esto lo cuenta en pocas palabras Etty Hillesum, una conocida judía holandesa, muerta en Auschwitz en 1943. Era una joven atea, que llevaba una vida bastante confusa, pero a un cierto momento decide acompañar libremente a los judíos encarcelados, para ayudar en lo que pueda. Un día siente la necesidad de arrodillarse porque  reconoce el eco de Dios en su interior. Así lo escribe en su Diario:

26 de agosto (1941), martes tarde. Dentro de mí hay un manantial muy profundo. Y en este manantial está Dios. A veces logro alcanzarlo, pero más frecuentemente está cubierto de piedras y arena: en aquel momento Dios está sepultado, hay que desenterrarlo de nuevo”  (Diario, 60; Citado por el Card. Ravasi, L’Osservatore Romano, 17 de enero 2013).

¿Descubro el manantial que hay en lo profundo de mí mismo? ¿Hay demasiada basura tapándolo? ¿Están mis oídos y mi corazón suficientemente limpios para reconocer la voz del Buen Pastor?

P Antonio Villarino

Colombia